Herencia amarga - Chantelle Shaw - E-Book

Herencia amarga E-Book

Chantelle Shaw

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Beschreibung

¡El deseo, instantáneo…! ¿El diamante, para siempre? La recién casada Paloma Morante no podía ignorar la fuerza de la atracción por Daniele Barado. Tampoco podía ignorar la vergüenza de haber sido rechazada por él en el pasado ni de tener que ceder a sus condiciones… El empresario hecho a sí mismo Daniele iba a proteger a Paloma de los planes de su tío para despojarla de su herencia. A cambio, él iba a conseguir el estatus social que había perdido cuando su aristocrática madre lo había abandonado. Fingían una relación, aunque no era fingido el fuego que ardía tras las puertas de su palacio toscano.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2021 Chantelle Shaw

© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Herencia amarga, n.º 2921 - abril 2022

Título original: The Italian’s Bargain for His Bride

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1105-686-1

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Prólogo

 

 

 

 

 

PALOMA es un peligro! –exclamó Franco Zambrotta dando un manotazo en la mesa–. Ha pasado casi toda su vida en Inglaterra, lejos de sus orígenes italianos. Su desacertado matrimonio y su posterior divorcio son muestra de lo caprichosa que es. En mi opinión, la nieta de Marcello no está preparada para hacerse cargo del Grupo Morante. Estoy seguro de que no necesito recordarte que se trata de una compañía multinacional con beneficios de millones de dólares. No puede quedar en manos de una joven sin experiencia en el mundo empresarial.

–Con todo el respeto, Franco, tu opinión en este asunto es irrelevante.

Daniele Bravado hablaba con su habitual tono calmado, disimulando su aversión hacia el otro hombre. Le sorprendía que Marcello Morante, fundador del Grupo Morante y conocido tanto por su carisma como por su habilidad en los negocios, fuera familia de aquel anodino de Franco.

Veinticuatro horas después de que Marcello se desplomara en el campo de golf y muriera camino del hospital, Daniele seguía sin asimilar la pérdida del hombre que había sido su mentor y amigo. Su prioridad era que la prensa no descubriera el fallecimiento de Marcello antes de que su nieta fuera informada. Pero Paloma Morante, la única heredera de la vasta fortuna de su abuelo, había desaparecido.

La conversación con el hombre al que Paloma llamaba tío abuelo Franco era inútil, además de una pérdida de tiempo para Daniele, que solo quería encontrarla.

–Era deseo de Marcello que Paloma lo sucediera –dijo imperturbable, ocultando su frustración tras su enigmática expresión–. Aun así, en su testamento estableció que si moría antes de que su nieta tuviera veinticinco años, el Grupo Morante fuera gestionado por un consejo de administración hasta que Paloma tuviera edad suficiente para tomar el control de la compañía. Franco ¿tengo que recordarte que tu deber como presidente del consejo es colaborar con el resto de consejeros y dirigir el Grupo Morante hasta que Paloma cumpla veinticinco años?

Franco resopló.

–A algunos consejeros les preocupa que Paloma no tenga experiencia. Tengo intención de convocar un voto de censura contra ti y proponer mi designación como sucesor de Marcello.

Una sutil contracción del mentón de Daniele fue el único indicio de la perturbación que le producía la amenaza por la lucha del poder de Franco. Nunca había confiado en aquel medio hermano de Marcello, mucho más joven que este. Franco había nacido del segundo matrimonio de su madre, después de que el padre de Marcello muriera relativamente joven de, según los rumores, una sobredosis. Marcello había sido el único heredero de Morante y había dado a su medio hermano un importante cargo en la compañía. Lo cierto era que la única experiencia de Paloma en el Grupo Morante había sido durante el año sabático que se había tomado mientras estaba en la universidad. Era posible que Franco consiguiera el voto mayoritario de los consejeros para apartarla. Daniele recordó las últimas palabras que Marcello le había dicho.

–Prométeme que cuidarás de mi nieta. Eres el nieto que nunca tuve, Daniele. Te ruego que consideres a Paloma como a una hermana y que la protejas de los tiburones. Querrán acabar con ella cuando no esté.

¿Cómo iba a considerarla como a una hermana? Llevaba tres años sin quitársela de la cabeza.

Paloma era una joven alocada cuando la conoció y ya por entonces se adivinaba que sería una mujer muy bella. Daniele se había fijado en ella, pero por aquel entonces estaba reconstruyendo su vida y no le había prestado demasiada atención.

Cuando Paloma tenía veintiún años, había ido a Livorno, en la costa oeste de Toscana, para hacer unas prácticas en el Grupo Morante. El negocio de artículos de lujo era un referente en el mercado, en parte gracias a Daniele, que había consolidado la presencia de la compañía en internet. Daniele se había quedado deslumbrado por la joven tan atractiva en la que Paloma se había convertido, con su figura esbelta, su pelo castaño y su piel clara. Su elegancia innata delataba su ascendencia aristocrática originaria de tres países europeos. Su abuelo era un marqués. La esposa de Marcello, que había muerto trágicamente siendo muy joven, era hija de un duque francés y la madre inglesa de Paloma estaba emparentada con la familia real británica.

Daniele había descubierto que le resultaba imposible resistirse a la química que había entre Paloma y él. Había tratado de mantener las distancias, consciente de que era doce años mayor que ella y de que por su posición en el consejo del Grupo Morante era su superior en el trabajo.

Pero la noche de la gran fiesta en el opulento palacio de Marcello, Paloma había flirteado con él y cuando lo había incitado a besarla, no había podido controlarse y había sucumbido a sus encantos. Todavía recordaba lo suaves que eran sus labios. Enseguida había recuperado el sentido común seguro de que su abuelo no aprobaría aquello. Marcello siempre había tenido la esperanza de que Paloma se casara con un noble italiano.

Aunque no había visto a Paloma desde aquella noche de hacía tres años, no podía dejar de pensar en ella. Su fascinación por ella no había decaído. Aun así, estaba decidido a mantener la promesa que le había hecho a Marcello y comportarse como un hermano con ella. Pero antes tenía que encontrarla y darle la terrible noticia de que su abuelo había muerto.

Sabía que vivía en Londres y que llevaba una vida discreta. Se había negado rotundamente a tener guardaespaldas tal y como su abuelo quería. Con la muerte de Marcello, Paloma se había convertido en multimillonaria. Su vida iba a ser muy diferente en adelante e iba a tener que hacerse a la idea de que iba a tener que llevar protección.

Daniele le había dado los datos de contacto de Paloma a la secretaria de Marcello, pero su teléfono móvil estaba apagado. Después la había llamado al teléfono fijo y su compañera de piso le había informado de que se había ido a un retiro de yoga en Irlanda.

–Paloma debería estar en las oficinas del Grupo Morante –dijo Franco con su voz seca, sacándolo de sus pensamientos–. Me has pedido que no comunique oficialmente la muerte de Marcello para que su nieta pueda prepararse para el inevitable asedio de la prensa. Pero no puedo esperar más y que la noticia se filtre. En este momento, es vital mostrar liderazgo.

–Tienes que entender que Paloma está consternada.

Daniele estaba convencido de que estaría devastada, pero no quería confesarle a Franco que no sabía dónde estaba ni que todavía desconocía la muerte de Marcello.

–Insisto en que tenemos que darle más tiempo para que encaje su pérdida. Solo los consejeros y el puñado de médicos que lo trató saben que Marcello está muerto –continuó–. He conseguido un mandamiento judicial para impedir que nadie hable con la prensa sin mi permiso.

–No tienes derecho a actuar a mis espaldas –dijo Franco furioso.

–Tenía que actuar con rapidez para salvaguardar a la compañía. Marcello me nombró vicepresidente vitalicio en reconocimiento por mi lealtad hacia él y hacia el Grupo Morante.

Daniele sabía que Franco no aprobaba la decisión de Marcello y en ese momento se preguntó si Marcello sospechaba que aquel hombre trataría de hacerse con el control de la compañía.

–En los próximos días, traeré a Paloma a Livorno para que haga una declaración ante la prensa.

–Soy el único familiar de Paloma, además de su madre, y me gustaría presentarle mis condolencias si me dices dónde está.

El tono de Franco había cambiado y ya no era hostil, pero Daniele no confiaba en él.

–Tengo que respetar el deseo de Paloma de estar sola en estos momentos.

El teléfono de Daniele sonó y, al ir a contestar, vio que se trataba de la compañera de piso de Paloma con la que había hablado un rato antes.

–¿Laura?

–Señor Berardo, le mentí cuando le dije que Paloma estaba en Irlanda. Está trabajando para una ONG enseñando en una escuela en Mali. Hace años que hay revueltas en la zona y Paloma nunca se lo ha contado a su abuelo para no preocuparlo. Como medida de precaución, establecimos una contraseña. Si Paloma usaba la palabra clave, tenía que llamarlo a usted y decirle que estaba en Mali.

–¿Por qué iba Paloma a pedirte que me llamases? –preguntó Daniele frunciendo el ceño.

–Decía que su abuelo confiaba ciegamente en usted y que se fiaba de su criterio.

La urgencia en la voz de la joven lo inquietó.

–Hace unos minutos he recibido un mensaje de texto de Paloma con la palabra clave. Me preocupa que esté en apuros.

Capítulo 1

 

 

 

 

 

PALOMA miró por la pequeña ventana de la cabaña. Lo único que veía fuera era un desierto, unos cuantos árboles y el reflejo de una pistola asomando por el hombro de uno de sus captores, que estaba vigilando el campamento. La adrenalina se le había disparado cuando los dos hombres armados habían irrumpido en la escuela en la que estaba dando clases a un grupo de niñas malienses. Eso le había ayudado a mantener la calma cuando la habían metido en un camión y se la habían llevado. Pero las horas que llevaba encerrada en aquella cabaña, sin apenas agua ni comida, le estaban pasando factura y empezaba a sentirse asustada y desesperada.

Al menos había conseguido enviar un mensaje de texto alertando a su compañera de piso de Londres antes de que uno de los asaltantes le quitara el teléfono. Laura ya debía de haber contactado con Daniele Berardo. Aunque, siendo realista, ¿cómo iba a ayudarla un friki de informática en aquella situación? Tenía que reconocer que el físico de Daniele no tenía nada de friki. Con su imponente físico y su magnetismo sexual podía ser una estrella de cine más que un experto en informática, propietario de la mayor compañía tecnológica de Italia.

El estómago se le contrajo al pensar en Daniele. La prensa consideraba a aquel millonario hecho a sí mismo el soltero más deseado de Italia. Su rostro, con aquella expresión ligeramente burlona, solía aparecer en las páginas de cotilleos con mujeres muy guapas del brazo. Hacía tres años desde la última vez que lo había visto en persona.

A pesar del intenso calor que hacía en aquella prisión, Paloma se estremeció al recordar uno de los momentos más humillantes de su vida. Había sido cuando Daniele la había invitado a bailar en una fiesta que había dado su abuelo. Debería haberse dado cuenta de que solo había querido ser cortés. Había estado enamorada de Daniele desde que era una adolescente. El champán la había hecho envalentonarse y se había estrechado contra él cuando la había tomado de la cintura mientras bailaban.

Su comentario de que necesitaba un poco de aire fresco no había servido para reventar aquella burbuja romántica. Solos en el jardín, Paloma lo había rodeado por el cuello para atraer su rostro hacia el suyo y unir los labios a los de él. Al momento se había puesto rígido y la había tomado por los brazos como si fuera a apartarla. Después, había emitido un sonido ronco que había desatado en Paloma una espiral de sensaciones al tomar la iniciativa del beso. Sus labios se habían movido sobre los suyos con maestría al explorar su boca y hacerla suya. No se había contenido y la intensidad de su pasión la había sorprendido. Pero más se había sorprendido cuando Daniele había apartado bruscamente su boca de la suya y la había separado de él.

–No debería haber ocurrido –le había dicho con un tono de voz gélido que había sentido como un latigazo–. Tu abuelo espera otra clase de comportamiento por nuestra parte. Sugiero que olvidemos este desafortunado incidente.

Muerta de vergüenza, había salido corriendo hacia la casa y había tomado un avión a Italia al día siguiente. Durante los tres últimos años, siempre que había ido a visitar a su abuelo había sido cuando sabía que Daniele no estaría en Livorno. Incluso la decisión de casarse con Calum apenas un mes después de su primera cita había sido, en parte, para convencerse de que había superado su atracción por él.

Marcello nunca había ocultado la gran estima que tenía por Daniele. Paloma confiaba en su ayuda por el afecto que le tenía a su abuelo. Una sensación de culpabilidad la invadió al imaginarse lo preocupado que estaría nonno si se enterara de que había sido secuestrada por hombres armados. Una de las razones para tomar la decisión de irse a África como voluntaria había sido la admiración que sentía por él. Marcello era un reconocido filántropo y había creado la fundación Morante para financiar proyectos benéficos en todo el mundo y a la que destinaba un porcentaje de los beneficios del Grupo Morante.

Paloma había crecido sabiendo que algún día heredaría la compañía. Cuando su padre, el único hijo de Marcello, había muerto en un trágico accidente, su destino había quedado marcado. Pero a su abuelo le quedaban muchos años al frente del Grupo Morante, así que había decidido abrirse camino y experimentar diferentes aspectos de la vida antes de tomar las riendas de la compañía. Se había hecho cargo de la gestión de los fondos de una organización benéfica infantil que daba apoyo a comunidades en África. Pero pasar el día sentada cómodamente en un despacho le había parecido muy distante de los problemas de Mali, donde la pobreza y la falta de educación eran generalizadas. Así que había decidido marcharse a enseñar en una escuela y marcar una verdadera diferencia en la vida de sus alumnos.

Paloma no podía dejar de preguntarse qué iba a pasarle. Apenas había dormido desde que la habían secuestrado y estaba agotada. Su cabeza fue cayendo hasta apoyar la barbilla sobre el pecho. Debió de quedarse dormida porque de repente le despertó el sonido de un coche recorriendo a toda prisa el campamento bajo una lluvia de disparos. Al instante el corazón se le desbocó y se puso de pie de un salto a la vez que la puerta de la cabaña se abría.

Una silueta con unos pantalones de combate color caqui y un pasamontañas cubriéndole el rostro, con dos pequeñas ranuras para los ojos, apareció en la puerta. Por su altura y su fuerte constitución, Paloma supo que era un hombre, pero ninguno de los que la habían sacado de la escuela. Por su conducta autoritaria, imaginó que sería el líder. Iba armado con un rifle de asalto e instintivamente se apartó de él.

–Ven conmigo –le ordenó.

Su voz le sonó familiar, pero supuso que serían imaginaciones suyas y se distanció aún más.

–¿Quién es usted?

Su voz tembló al oír disparos fuera de la cabaña. Sin mediar palabra, el hombre la levantó del suelo y se la echó al hombro. Todo pasó tan rápido que Paloma no pudo hacer nada por impedirlo. Fuera de la cabaña, escuchó un intercambio de voces masculinas. De nuevo, aquella sensación de familiaridad, pero se sentía petrificada y no entendía lo que estaban diciendo.

Se oyó el sonido de un motor al arrancar y al caer en la parte trasera de una camioneta, se golpeó la cabeza con el suelo metálico. Trató de incorporarse, pero su captor subió a la camioneta, cerró la puerta y cayó sobre ella mientras el vehículo aceleraba.

–¡Quítese de encima!

Paloma empujó al hombre por el pecho en un intento por apartarlo, pero fue como tratar de mover un muro de hormigón. Había practicado artes marciales durante años, pero le resultaba imposible defenderse de alguien mucho más grande y fuerte que ella.

–¡Métase con alguien de su tamaño, imbécil! ¿O es que acaso disfruta atemorizando a una mujer y a unos niños indefensos? ¿Qué ha hecho con las niñas de la escuela? Deje que se vayan, sus familias no pueden pagar un rescate. Yo soy mucho más valiosa que ellas. Mi abuelo es un hombre rico y pagará para que me liberen, pero solo si deja a esas niñas en libertad.

Miró a los ojos del hombre, la única parte de su rostro que no estaba cubierta por el pasamontañas. Unos ojos de color ámbar la observaban. Paloma reparó en los fuertes muslos que la comprimían y en los impresionantes abdominales bajo sus manos.

De repente, sintió un nudo en el estómago al caer en la cuenta. Su subconsciente reconoció aquella impresionante musculatura masculina y sus sentidos se pusieron en alerta al percibir su olor. Solo un hombre había provocado una respuesta así en ella.

Debía de estar alucinando. Su captor no podía ser…

–¡Daniele! –exclamó después de arrancarle el pasamontañas de la cabeza.

–Ciao, cara –dijo arrastrando las palabras.

Paloma ahogó un grito al escuchar un ruido metálico en el lateral de la camioneta.

–Vai più veloce! –gritó Daniele al conductor, animándolo a que acelerara.

Paloma sintió pánico al reconocer aquel sonido como el de las balas contra el metal de la camioneta. Los estaban persiguiendo los hombres armados. Se quedó mirando a Daniele, que la cubría con su cuerpo para protegerla. Al ver el brillo de sus ojos, el corazón le dio un vuelco.

–No entiendo –dijo temblorosa–. Eres un friki de los ordenadores.

Siempre lo había visto en las oficinas del Grupo Morante o en el palacio de su abuelo, con ropa de marca e impecable. En aquel momento, parecía un pirata con su pelo negro cayéndole por la frente y una barba de días cubriéndole las mejillas.

–No sabía que tuvieras esa opinión de mí –dijo cortante.

Su rostro estaba tan cerca del suyo que Paloma sentía su aliento junto a la mejilla. No podía apartar la mirada de sus labios sensuales al recordar la destreza con la que la había besado tres años atrás. El peso de su cuerpo la mantenía inmóvil contra el suelo de la camioneta y en un acto reflejo, separó ligeramente los muslos para que su pelvis rozara la suya.

–Quédate donde estás –le ordenó, apartándose bruscamente de ella.

Luego rodó a un lado, sacó el rifle por la ventanilla y disparó varias veces.

–Evvai! –exclamó satisfecho–. Ya puedes incorporarte. Les he alcanzado en las ruedas.

–¿Qué eres? –murmuró.

–Fui soldado en el ejército italiano y pertenecí al noveno regimiento de asalto de paracaidistas, una unidad de fuerzas especiales, como el SAS del ejército británico –explicó orgulloso–. Tuve que dejar la carrera militar por una lesión, pero he seguido en contacto con otros paracaidistas. Cuando tu compañera de piso me dijo que estabas en apuros, llamé a la escuela de Mali y me dijeron que te habían secuestrado. Es un país peligroso y los secuestros de extranjeros están a la orden del día. Ha sido una irresponsabilidad por tu parte venir aquí.

–Conocía los riesgos, pero hay tan pocas escuelas y profesores en Mali que las oportunidades de los niños son reducidas. Me pareció que la única manera de ayudar era venir a enseñar.

Se apartó el pelo de los ojos, consciente de que no debía de tener buen aspecto. Aún no había superado aquel calvario y el tono de censura de Daniele aumentó su sentimiento de culpabilidad.

–No esperaba que pusieras tu vida en peligro para rescatarme –comentó sonrojándose–. Gracias.

–Le prometí a tu abuelo que te protegería –dijo Daniele cortante–. Me han ayudado algunos antiguos compañeros del ejército. Recibimos un soplo que nos llevó hasta donde esos hombres armados te tenían y planeamos el rescate. Enseguida llegaremos a la pista donde nos espera el avión que nos sacará de aquí.

–¿Sabe mi abuelo lo que me ha pasado?

–No.

Daniele se volvió para mirar por la ventanilla y Paloma intuyó que estaba evitando su mirada.

–Gracias por no contarle a mi abuelo que me habían secuestrado. Me inventé esa historia de que estaba en un balneario descansando porque no quería preocuparlo.

–Hay algo que debo decirte.

Daniele soltó una palabrota cuando la camioneta traqueteó al cambiar de pavimento y Paloma cayó sobre él. Al apoyar las manos en su pecho para sujetarse, se dio cuenta de que se había quedado mirando su camiseta, que se había mojado. El tejido se había pegado a sus pechos y sintió que los pezones se le endurecían. Rápidamente se separó de él.

–Ya hablaremos cuando estemos en el avión –dijo Daniele cortante.

Una sensación de pánico se apoderó de ella al oír aquel tono tan serio. Habían llegado a una pista de aterrizaje y la camioneta se detuvo junto a un avión.

–Cuéntamelo ahora –dijo tomándolo del brazo.

–No hay una manera fácil de darte la noticia, cara. Marcello ha muerto.

–No es verdad, no puede ser –dijo mirándolo a la cara, tratando de convencerse de que le había entendido mal–. Nonno ya tiene una edad, pero está en muy buena forma para sus años.

–Lo siento, sé que es duro para ti. Tu abuelo sufrió un aneurisma. Estábamos jugando al golf cuando se desplomó aquejado de un dolor en el pecho. Enseguida llamé a una ambulancia, y los médicos trataron de salvarlo, pero murió antes de llegar al hospital.

–¿Estabas con él cuando… cuando murió? –preguntó Paloma con un nudo en la garganta.

–Sí –contestó Daniele.

–Me alegro de que no estuviera solo.

Una sensación de culpabilidad la asaltó. Debería haber estado con su abuelo. Había tratado de convencerla de que se fuera a vivir a Italia y trabajara con él en el Grupo Morante para prepararla para el puesto que algún día sería suyo.

–¿Cuándo murió? –preguntó, conteniendo el llanto.

–Hace dos días. Solo un puñado de personas sabe de su muerte. Es posible que algún consejero del Grupo Morante prefiera que no aparezcas.

–¿Por qué iba alguien a querer eso? –dijo sorprendida.

–Eres la única heredera de la fortuna de tu abuelo –le recordó Daniele–. El dinero lo recibirás inmediatamente y cuando cumplas veinticinco años te harás con el control de la compañía, tal y como Marcello dispuso en su testamento. Pero si te ocurriera algo, la mitad del legado iría a la fundación Morante y la otra mitad sería dividida a partes iguales entre los ocho miembros del consejo, incluido tu tío abuelo Franco y excluyéndome a mí. Tu abuelo me designó consejero vitalicio, pero no me dejó nada en su testamento. En caso de que murieras, los consejeros se convertirían en multimillonarios y elegirían al nuevo presidente de la compañía.

–Soy joven y estoy sana. ¿Qué podría pasarme? Tú mismo has dicho que son frecuentes los secuestros de extranjeros en Mali.

–Tal vez sea una coincidencia que te hayan secuestrado al poco de morir Marcello, pero por mi experiencia, las coincidencias no existen –dijo Daniele–. Si tu compañera de piso no me hubiera avisado, no habría sabido dónde buscarte. Pero alguien sabía que la heredera de Morante estaba en Mali y sospecho que lo que pretendía era evitar que reclamaras tu herencia.

Capítulo 2

 

 

 

 

 

DANIELE llamó a la puerta del dormitorio, pero no obtuvo respuesta. Trató de girar el pomo, pero como suponía, la puerta estaba cerrada. La noche anterior había llevado a Paloma al hotel de un amigo en el que confiaba plenamente. En la suite del ático se había encerrado en uno de los dormitorios y Daniele la había oído llorar durante horas.