Hielo y plata - Alena Pons - E-Book

Hielo y plata E-Book

Alena Pons

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Beschreibung

Dicen que lo importante es participar... Sí, claro, eso que se lo digan a una patinadora de élite. Para Mariya Vilamarín, llegar a lo más alto del podio es un sueño inalcanzable. Y lo peor es que la persona que la derrota una y otra vez es su propia hermana. Compaginar los estudios con una carrera deportiva, una madre exigente y esa rivalidad fraternal es una misión imposible. Por eso, cuando se le presenta la oportunidad de entrenar en otro país, Mariya decide dar un salto al vacío y compartir pista con estrellas de su deporte. Quizás alguno de sus nuevos compañeros pueda ayudarla a brillar con luz propia... Pero para triunfar patinando tienes que sacrificar tu vida por el hielo. Y cuidado: un solo desliz puede cambiarlo todo.

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© de la obra: Alena Pons, 2020

© de las ilustraciones de personajes: Raquel Martínez (Rei Rachel), 2020

© de las portadillas: Oleh Svetiukha/Shutterstock.com

© de las guardas: Fotosr52/Shutterstock.com

© de la presente edición: Nocturna Ediciones, S.L.

c/ Corazón de María, 39, 8.º C, esc. dcha. 28002 Madrid

[email protected]

www.nocturnaediciones.com

«Wrecking Ball», de Miley Cyrus (fragmento escrito), © 2013 Miley Cyrus, Bangerz

«Fight Song», de Rachel Platten (fragmento escrito), © 2015 Rachel Platten, Fight Song

«Happy», de Pharrell Williams (fragmento escrito), © 2013 Pharrell Williams, Girl

Primera edición en Nocturna: diciembre de 2020

Edición digital: Elena Sanz Matilla

ISBN: 978-84-17834-94-4

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Nota de la autora

Aunque he tratado de mantener la rigurosidad en cuanto al funcionamiento de las competiciones de patinaje sobre hielo, me he tomado licencias artísticas respecto a eventos, calendarios y los organismos que los gestionan por el bien de la historia, ya que esto es, ante todo, una obra de ficción. Nada en esta novela refleja las opiniones o realidades de estas entidades, que son empleadas como entes de ficción.

Por otra parte, todos los personajes son inventados; cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

HIELO Y PLATA

Prólogo

Warm-up(Calentamiento)

Cuando la velocidad es constante, no la percibes.

La Tierra rota a cuarenta y siete metros por segundo y orbita a mil setecientos ochenta y tres kilómetros por minuto, pero no la notamos.

Cada día pasan centenares de cosas que no alteran nuestra vida para nada. Sale el sol, las puertas se abren, la gente dice «hola», las palomas invaden las plazas y los trenes van con un par de minutos de retraso.

Pero, de vez en cuando, sucede algo. Algo a veces gigante, a veces minúsculo, que marca tu vida para siempre. La constante se detiene y te das cuenta de que no tienes un eje sobre el que girar.

Yo tenía siete años el día que mi mundo dejó de dar vueltas.

Estaba en el parque con mi familia. Mi hermana estaba jugando con unas niñas a las que acababa de conocer. Yo me hallaba sentada en el suelo arrancando briznas de hierba junto al banco en el que mi madre y mi tía, embarazadísima de mi futuro primo Daniel, hablaban.

—Tú no te creas esas patrañas de que no puedes quedarte embarazada durante la cuarentena. Mírame a mí —comentó mi madre, y agitó sus dedos con las puntas de las uñas pintadas de blanco ligeramente hacia mí—. Debería haber obligado a Marcos a ponerse condón.

Y aunque no entendí qué eran «patrañas», «cuarentena» o «condón», algo me oprimió tanto el corazón que pensé que me iba a morir. Pero no fue un infarto, fue el dolor del eje de mi vida partiéndose por la mitad y dejándome a la deriva.

Al día siguiente le pregunté a mi profesora qué eran esas palabras tan raras. Con paciencia me respondió que: «tonterías», «cuarenta días» y «una cosa para cuando la gente no quiere tener bebés».

Entonces entendí por qué me había dolido tanto el corazón. Mi madre no quería tenerme.

Y empezó un nuevo día. Había nubarrones, pero salió el sol. Cuando abrimos la puerta de casa, nuestra vecina nos dijo «hola». De camino al colegio, pasamos por una plaza llena de palomas y por la radio del coche anunciaron que los servicios de tren funcionaban con normalidad.

Pero mi vida había cambiado para siempre.

Capítulo 1

Lunge(Rodillazo)

Ser atleta de élite de un deporte minoritario es una experiencia un tanto extraña porque tu vida está en un estado de disociación continua.

Por un lado, están los momentos deportivos, en los que tú y unos pocos más os dejáis la piel y el alma para conseguir algo que parece imposible. Por el otro, está la vida ajena en la que el resto del mundo no entiende lo que haces ni por qué lo haces y, si de casualidad resulta que lo entienden, no les interesa demasiado. Frente a esta realidad, hay tres posibles maniobras de acción.

La primera: Omisión. Los que deciden guardarse para ellos esta parte trascendental de su vida. A veces como un preciado secreto, a veces como una humillante vergüenza.

La segunda: Educación. Otros deciden hacer estandarte de su pasión y se dedican a intentar adoctrinar a cualquiera que se les ponga por delante. Esta vía suele ir acompañada de una pésima reputación en círculos sociales, además de dar pocos frutos y más bien efímeros.

La tercera: Reclusión. Están esos que deciden que invertir en el mundo exterior es una pérdida absoluta de tiempo y energía. ¿Por qué malgastar recursos que pueden dedicar a su deporte?

Yo estoy en este grupo. Aunque, en este preciso instante, desearía formar parte del primero.

—Estoy aquí con María Vilamarín. —El chico sostiene un minúsculo micrófono con la mano derecha y con la izquierda, la tablet a la que lo tiene conectado.

—Mariya —le corrijo sin pensar.

Por un momento, frunce el ceño.

—¡Eso! Mari-ya. Perdona, pero es que es un nombre raro y se parece tanto a María… —Suelta una risa y yo me fuerzo a sonreír—. En fin, volvamos a empezar. ¡Cosas del directo! ¡Hola, hielitos! Aquí, Iván García de Skatemania Spain, el mejor portal multiplataforma acerca del patinaje sobre hielo. Me acompaña Mariya Vilamarín, patinadora de la categoría senior que acaba de ganar la medalla de plata en el Campeonato de Cataluña. ¡Felicidades, Mariya! ¿Cómo te sientes?

Me acerca tanto esa bolita negra que casi me la mete en la boca. Si lo hiciera, al menos podría atragantarme y tendría una excusa para librarme de esto.

Cojo aire.

—Estoy muy contenta porque he hecho dos programas bastante limpios.

—Sí, desde luego. María Vilamarín es sinónimo de consistencia en este deporte. Eres una patinadora muy regular. —Lo dice de una manera que suena a todo menos a cumplido—. Y, claro, no olvidemos que tu nombre también es sinónimo de la hermana de Anastasiya Vilamarín, que, una vez más, se ha llevado el oro. —Con ese nombre no parece tener dificultades—. Tú y tu hermana lleváis un par de temporadas haciendo del podio un asunto familiar. ¡En casa deben de estar superorgullosos!

Mi sonrisa aguanta. Menudo milagro.

—Sí, tenemos mucha suerte. Nuestra madre siempre nos apoya y nos ayuda en todo.

—Debe de estar ocupada la mujer, manejando a dos patinadoras de vuestro nivel. —Carraspea—. Bueno, María, con esta competición termina para ti la temporada, aunque estamos en abril…; cosas del hielo, baby. —Se vuelve a reír—. Pero, cuando llegue la nueva temporada, tendrás algo más de trabajo. En noviembre tienes el Open de Andorra y a principios de diciembre, por supuesto, la cita del año: el Campeonato de España. ¿Ya te estás preparando mentalmente?

—La verdad es que todavía no estoy pensando en eso. Además, en junio tengo la selectividad.

—Claro, claro. ¡Los estudios son superimportantes! Por eso no compites el mes que viene en la Copa Barcelona, supongo. —Asiento—. Pero qué curioso, ¿no? Creo que tu hermana también tiene la selectividad y ella sí que compite. ¿Es porque se trata de una competición internacional y tú te sientes más cómoda en el ambiente nacional? ¿Es por eso por lo que en otoño no harás ninguna competición internacional aparte del Open? Tu hermana es ya una participante regular del Golden Spin de Zagreb y del Lombardia Trophy, pero tú sales muy poco. —Abro la boca, pero él ha cogido carrerilla—: ¿No crees que puede limitar tu carrera no tener ese tipo de experiencias? Muchos patinadores junior o incluso novice compiten mucho más fuera de casa. Y tú ya eres senior…

Siento que la sangre me sube a las mejillas, luego atraviesa mi carne hasta convertirse en una asfixiante bola en mi garganta.

—Aunque quizá la competición internacional no es lo tuyo… Después de todo, en el último Open de Andorra no te fue muy bien, quedaste séptima.

Trago saliva para serenarme. Al menos lo ha dicho de manera educada. También podría haber dicho que quedé penúltima.

—No, no me fue muy bien —admito con un patético hilo de voz—. Mi entrenador y mi madre creen que es mejor ir poco a poco en el terreno internacional, por eso sólo haré el Open de Andorra, para ver si puedo mejorar.

—¡Claro que sí, mujer! ¡Muchos ánimos! —dice con un tono tan falso que se le sube la voz media octava. No sé si es mejor que finja a que acabe de destriparme a preguntas—. ¡Por cierto! ¿Ya tienes música para los programas de la próxima temporada?

Preferiría que me preguntara de nuevo por mi última actuación en Andorra. Me muerdo la parte interior del labio.

—Para el corto todavía no. Pero para el largo haré «El vals de las flores» de Chaikovski.

Su cara es un poema. Por supuesto.

—Ese fue el largo de la temporada pasada de Anastasiya, ¿no? —Si espera confirmación, no voy a dársela—. Bueno, hay montones de patinadores que repiten programas… Vosotras os los pasáis entre hermanas, que es casi más original, ¿no? —Se ríe, pero yo no. Su voz ha subido tanto que debe de ser ya de soprano—. De hecho, es una buena estrategia. Tu hermana llegó al Campeonato de Europa por primera vez con ese programa. ¡Quizá te traiga la misma suerte! Aunque…

«Aunque con Anastasiya en la competición no tienes nada que hacer, María», supongo que se muere por decir.

—Pero mejor te dejamos descansar, que seguro que estás muerta. —Parece que por fin tiene tantas ganas de acabar con esto como yo—. Gracias por acompañarnos este rato en Skatemania Spain.

—Gracias a vosotros.

Lo malo de centrar todos tus esfuerzos en una sola cosa es que, cuando te falla, no tienes a dónde escapar.

SKATEMANIA SPAIN (Podcast 89): Campeonato de Cataluña + Entrevista a Mariya Vilamarín [16:42 min.]

Comentarios (11)

La_princesa_del_hielo: Primera!!!!

Ice_Ice_Baby: ¡Gracias por el resumen! Sin ti nos habríamos quedado sin retransmisión. Espero que cuando se jubile la de Telesport te metan a ti de comentarista.

Skatemania Spain: ¡Oh! ¡Gracias! Ojalá te hagan caso. ¡Jeje!

Pablo_es_el_mejor: Podrías haber entrevistado a Anastasiya, ¿no?

Skatemania Spain: Lo intenté, pero no estaba disponible.

Pablo_es_el_mejor: Y tuviste que conformarte con la otra… Y reciclará otra vez… Puff…

Russian_blue: Gracias por colgar la entrevista. Mariya se ve incómoda, creo que es más tímida que su hermana, pobrecita.

La_princesa_del_hielo: Tiene que ser horrible ser la hermana de alguien tan perfecto como Anastasiya.

Russian_blue:Pues yo creo que Mariya salta mejor que Ana.

Pablo_es_el_mejor: El flip y el lutz, vale. Pero su salchow es un desastre…

Russian_blue: ¿A ti te sale el triple salchow?

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Capítulo 2

Forward Power Pull(Impulso adelante)

Visto desde fuera, nuestro desayuno de domingo es el retrato perfecto de una familia feliz. Papá está enfrascado con el periódico mientras bebe café; mamá le prepara un batido a Anastasiya, que está comiendo con parsimonia unos copos de avena, y yo estoy sentada delante viendo su vida pasar mientras la mía se enfría. Las palabras de Iván García friegan los rincones de mi mente, como la cuchilla con el hielo cuando haces bucles: la presión dura un instante, pero el dibujo ya se queda grabado.

—Batido, estiramientos y vamos a ballet, ¿vale, Nastya?

Ella la ignora.

—Anastasiya, te estoy hablando —insiste mamá, subiendo el volumen.

Yo me pongo el dedo en la oreja cuando mi hermana me mira. Se quita los auriculares.

—¿Qué? —murmura, y se da la vuelta en la silla.

Mamá suspira, exasperada.

—Batido, estiramientos y ballet —repite.

Nastya asiente.

—Hablando de ballet —intervengo para llamar su atención—, he pensado que me gustaría hacer otro programa largo.

Mamá llena hasta arriba de líquido verde el vaso de mi hermana y luego se sirve otro a sí misma.

—¿Cuál quieres hacer? ¿Aranjuez?

—No. —Cojo aire—. Estaba pensando en uno original… para mí.

—¿Quieres un programa nuevo? —dice mi madre con tal incredulidad que me hace sentir mal.

Pero asiento.

—Mariya, ¿tengo que recordarte lo caro que es el patinaje sobre hielo? Ya tenemos que hacerte trajes expresamente porque eres más alta que Nastya. —Consigue infundir culpa en cada sílaba y, a mi pesar, me voy encogiendo en la silla—. ¿Ahora me vienes con que quieres que gastemos en la edición de música, un coreógrafo, más las horas privadas de hielo y estudio de danza? ¡Sólo serán unos tres mil euros de nada!

—Eso lo hacemos para cada programa de Nastya —replico.

Mi madre mueve la cabeza de lado a lado.

—Los programas son de las dos; ambas acabáis haciéndolos, así que es un gasto compartido.

Es un punto final, pero decido arriesgarme un poco más:

—Vale. Entonces, ¿quizá podríamos hacerlo al revés por una vez? Es decir, que sea yo la que estrene un programa.

Mamá le da un largo sorbo al batido.

—Siempre es mejor que los debute Nastya, ya lo sabes. Así podemos ver qué funciona, qué no y adaptarlo a tus capacidades. Porque tienes que admitir que, después de que tu hermana lo haya bordado, te llega muy masticado —sonríe— y, aun así, nunca sacas más puntuación que ella, sobre todo en componentes artísticos.

Desvío la mirada y me topo con los ojos verdes de mi hermana. Ojos que me miran con pena.

—Mamá, ese no es su fuerte —dice para defenderme, aunque eso y una bofetada son lo mismo.

—Ya lo sé, cariño, y no hay nada de malo en ello. Tú —señala a mi hermana— eres una patinadora muy completa y Mariya es más… técnica.

«Patinadora regular», «patinadora técnica», nunca nada más que eso. Siempre condenada a la sombra del segundo puesto. Muchas veces ni eso.

La retahíla de elogios de mi madre hacia el patinaje de mi hermana se va distorsionando hasta no ser más que un murmullo de fondo, como el sonido de la nevera o el del aire acondicionado. Sentadas la una junto a la otra, nadie podría decir que no son madre e hija. Ambas con piel de porcelana, melena rubia y ojos claros, la prueba física de la ascendencia rusa de mi madre. El motivo por el que nadie cuestiona que dos chicas apellidadas Vilamarín se llamen Anastasiya y Mariya.

Detrás de ellas está la puerta corredera que conduce a la terraza, una enorme superficie de cristal que me devuelve un reflejo borroso. Veo dos melenas doradas cuchicheando y, algo apartada, una chica con una mirada tan oscura que es casi negra. Una piel blanca, sí, pero en lugar de una cabellera digna de la Bella Durmiente, una triste cortina ceniza que se pega a su cara y la hace parecer perpetuamente aburrida.

Aburrida y dormida es como me siento siempre que no estoy en el hielo.

Y puede que tengan razón, puede que no sea una grácil hada de las nieves como Nastya, puede que no sea más que una colección de elementos técnicos más o menos bien ejecutados; pero cuando estoy allí, con las botas puestas y el hielo bajo mis pies, tal vez sea aburrida, pero ya no estoy dormida. Soy más que esta imagen borrosa en un cristal. Y eso es algo por lo que vale la pena luchar un poco más.

—Mamá, me da igual —afirmo con una voz tan firme que la obligo a mirarme—. Quiero mi propio programa.

Capítulo 3

Split Jump(Espagat ruso)

Lo bueno de tener una madre que me encuentra inconsecuente es que tengo mucha libertad. También es cierto que, cuando llegan las competiciones, envidio las horas de ballet y de preparación física de Nastya, pero el resto del tiempo vivo el sueño adolescente: tengo unos padres que pasan de mí. No controlan si estudio, con quién salgo o qué hago con mi tiempo. La mayor parte de la gente de mi clase mataría por esta situación. Y yo la aprovecho al máximo.

Como ahora.

—¿Y por qué no te montas el programa tú misma?

Estamos en un descanso; Julia está tumbada en el banco y yo estoy estirando. Se me escapa un bufido al notar el tirón del isquiotibial derecho al subirme la pierna hasta el lado de la cabeza.

—Se me da fatal. —Las palabras me salen entrecortadas por el esfuerzo.

—Ahora que lo dices —va haciendo tijeras con las piernas y sus patines se balancean como si fueran los péndulos de un reloj de pared—, la coreo que te montaste para el festival de Navidad era un popurrí de programas de las Olimpiadas de Sochi.

Asiento mientras suelto la pierna y levanto la otra.

—Me falta originalidad —admito—. Mucha.

—Tu trabajo es patinar, no inventarte bailes —trata de consolarme—. Para eso están los coreógrafos. Si no fueran necesarios, no cobrarían el pastizal que cobran, ¿no crees?

Me río.

—Y… ¿cómo acabó la conversación? —retoma Julia.

Suspiro, ahora no de dolor, sino de agotamiento.

—Mal. Insinué que era injusto, discretamente, porque mamá me acusa de tener celos y me hace sentir fatal si lo digo de manera directa —suelto con un suspiro—. Porque, vamos, es cierto. El caso es que al final conseguí crisparla.

Cojo mi pierna derecha con la mano derecha y la voy subiendo en paralelo a mi espalda hasta que pasa por encima de mi cabeza. Entonces intento cogerla también con la mano izquierda y estirar hacia arriba. Desde luego, de todas las cosas que implican flexibilidad en el patinaje, la pirueta Biellmann es, de calle, la peor. Me tiran las piernas, la espalda, los hombros y hasta la maldita muñeca. Es injusto que sobre el hielo se vea tan bonita, porque en realidad es un infierno. Un infierno que no me sale, por cierto.

Julia baja las piernas y se incorpora hacia delante fingiendo, sin muchas ganas, que también estira. Desde que se tiñó de verde, cuando se hace una coleta alta su pelo parece un matojo de brócoli. Me dan ganas de tirar de uno de los rizos para ver cómo es de largo, pero a Julia le acompleja mucho su pelo. No entiendo por qué, yo mataría por tener algo con tanta personalidad.

—Las cosas suelen ponerse feas cuando tu madre se crispa —comenta. Es su manera discreta de invitarme a seguir.

Libero mi pierna y, por un momento, es como si mi cuerpo estuviera hecho de goma, una goma que se ha estirado y que tarda unos segundos en volver a su forma original. Me siento en el suelo haciendo la mariposa. Miro a mi amiga.

—Al enfadarse dijo que, si quería que la familia hiciera ese gran esfuerzo, debían tener la certeza de que esa inversión daría sus frutos.

Julia levanta la vista, todavía plegada sobre sus piernas. Veo su nariz arrugada bajo el mar de pecas que llena su cara.

—¿Y eso qué significa?

—Que para la siguiente temporada tengo que hacer «El vals de las flores» y que, si logro superar la máxima puntuación de Nastya en competición, cuando toquen programas nuevos, yo podré decidir y el coreógrafo trabajará conmigo.

—¡Qué guay!

Inclino todo el cuerpo hacia delante pegando la nariz al suelo de parqué.

—No tanto. En el Campeonato de España de hace dos años, Anastasiya arrasó, ¿no te acuerdas?

Julia hace una mueca.

—No soy una ice groupie, soy team roller. —Señala las ruedas de sus patines.

Resoplo.

—Básicamente, es una misión imposible —le aclaro—. Nastya consiguió su récord personal y yo no podría superarlo.

Julia se queda callada unos segundos.

—¿Lo dices por la puntuación de componentes?

Me sonrojo sin querer, aunque por suerte, como ya estoy roja del esfuerzo, no debe de verse demasiado.

—Tu hermana siempre saca una puntuación artística mucho más alta que la tuya. —Lo dice como si esa información fuese nueva para mí.

—Es una bailarina neta, flota sobre el hielo —comento sin un ápice de acritud—. El patinaje de mi hermana es precioso.

Julia suelta un «mmmmmm» larguísimo.

—Tu hermana es expresiva y elegante. Tiene buenos filos, secuencias de pasos potentes y piruetas competitivas. —Yo voy asintiendo—. Y, aun así, en el Campeonato de Europa quedó la número treinta de treinta y seis.

Alzo la cabeza.

—Creía que no eras una ice groupie.

—¡Es el Europeo! ¡Claro que veo el Europeo!

Me hace un gesto de desagrado con la mano.

—Nastya estaba muy nerviosa, era su primera competición de máximo nivel —comento—. Además, ser la patinadora número treinta de toda Europa es una barbaridad.

—No tanto como ser la primera.

—¿A dónde quieres llegar? —le pregunto.

—Sé que es tu hermana y que la quieres, a pesar de esta relación tan disfuncional que tenéis. —Aprovecha para clavarme la mirada y recordarme lo que opina del tema—. Pero, siendo honestas, si tu hermana hubiera bordado el programa, si todo le hubiera salido perfecto y los jueces hubieran sido generosos, ¿en qué posición habría quedado?

Frunzo el ceño.

—¿Habría podido quedar la primera? —me insiste.

—No —digo automáticamente.

—¿Por qué? —prosigue con el tono que seguro que usa con sus alumnos de clases particulares.

—Por la nota técnica.

Da una palmada.

—Exacto. La puntuación final de un programa viene de la suma de los elementos técnicos más los componentes artísticos.

Me lo dice, de nuevo, como si no lo supiera, pero no la interrumpo. Julia no puede evitar sacar su vena de pedagoga.

—Como hemos dicho, tu hermana es muy buena en lo artístico, pero… —Deja que corra el aire unos instantes; creo que espera que yo deduzca algo, pero no sé por dónde va. Se lleva las manos a la cabeza, exasperada—. A ver si con un ejemplo caes. Pensemos en tu adorado Jared Black. El ídolo, la gran esperanza canadiense, probablemente el patinador más carismático que compite en estos momentos.

Asiento. Jared es una pasada. A la que pone un pie en el hielo es imposible apartar la mirada. Además, está buenísimo, claro.

—Es una máquina, pero ahora mismo, en una competición en la que todo le salga bien, es casi imposible que gane si le toca vérselas con nuestro Pablo o Kitahara o alguno de los japoneses. ¿Por qué?

La respuesta sale sola:

—Porque sólo tiene un cuádruple.

Otra palmada.

—Hoy por hoy, por mucho que pese, el éxito en la categoría masculina lo determinan los saltos cuádruples. La era de ganar sólo con triples ha quedado atrás. Y el pobre Jared, con sus coreografías perfectamente interpretadas y sus piruetas de nivel cuatro, no tiene nada que hacer porque un cuádruple vale mucho más que un triple, así que sale al hielo sabiendo que no puede ganar.

Lo que dice es duro, pero es la pura realidad. En competición, los saltos son lo que más cuenta, con lo que para aspirar al podio hay que tener los de máxima dificultad.

—Mariya —me saca de mi ensoñación—, ¿y qué serían los cuádruples en la categoría femenina? ¿Qué elemento técnico marca la diferencia?

Repasando mentalmente el podio del último Campeonato de Europa, caigo de inmediato:

—Las combinaciones triple-triple.

Esta vez la palmada la da con mi cara en medio. Y luego aprovecha que tiene mis mejillas atrapadas para pellizcármelas como si fuera un bebé.

—Esta es mi nena —exclama con voz de abuela—. ¡Eso mismo! Hace algunos años, con patinar con elegancia y tener combinaciones triple-doble lo tenías en el saco, pero eso se acabó.

Asiento. Los brazos de Julia se deslizan hasta mis hombros y los aprieta un instante.

—Tú no tienes la facilidad artística de Anastasiya, pero —baja la vista hasta nuestros pies, que están embutidos en patines de ruedas— tienes fuerza y altura.

Y aunque es una locura, en mi cabeza lo veo. En los entrenamientos lo hago, claro, pero jamás en competición. Ni siquiera me lo había planteado.

—Te vas a pegar una de hostias… —dice Julia entre risas—. Dime que me dejarás grabarte.

—Claro —acepto—. Si no, no sabré qué hago mal.

Capítulo 4

Transitions(Transiciones)

—¡Hola! —me saluda desde la pequeña pantalla del portátil.

—¡Hey! ¿Qué hora es ahí? —le pregunto.

Nastya desvía la mirada hacia un lado, seguro que para comprobar la hora en el ordenador.

—Las ocho y media. En Andorra son… qué, ¿las dos y media?

—Sí. Vuelvo a la pista en un rato. ¿Tú vas ahora?

Niega con la cabeza.

—Qué va. El genio que es Sally-Anne Taylor-Kinney sólo se activa a mediodía, así que hasta las doce, nada. Pero tengo una clase de contemporánea a las diez.

—Oh —contesto, genuinamente intrigada—. ¿Y qué tal va la coreo?

Nastya se cubre la cara y empieza a menear la cabeza.

—Mariya, ¡es una pasada! ¡Es tan guay! Muy cinematográfica. A ver, es Cisne negro, claro que será cinematográfico, pero me refiero a que te cuenta una historia. No es bonito sin más. Además, su colaboradora de siempre, la que diseña los trajes de todas sus coreos, me ha hecho un esbozo y… ¡me muero!

—¿Sí? —Noto mi sonrisa de oreja a oreja, su entusiasmo es contagioso.

—¡El traje será el negro! En la mayoría del programa seré Odile, el cisne negro, pero al final reenganchamos, como en la peli, con el momento clásico de El lago de los cisnes y acaba con la muerte de Odette. Y quiere que termine tirada por el hielo, de forma muy dramática. Me da un poco de cosa, pero según ella, si lo vendo, puede quedar muy bien.

—Suena espectacular.

Ella asiente con vehemencia.

—Lo que dicen de Sally-Anne es cierto: es muy muy muy peculiar. Pero vale la pena. Te juro que es genial. Deberías est… —Se calla a media palabra y yo noto que, aunque mi sonrisa sigue en su sitio, mis párpados caen un poco—. ¡Cuéntame tú! —salta de pronto con una voz un pelín demasiado aguda—. ¿Qué tal el stage?

Me encojo de hombros.

—Pues como el año pasado. Nada nuevo. Creo que a final de semana vendrá un polaco a hacer un seminario sobre secuencias de pasos. Eso puede estar bien.

—¡Seguro que sí! —dice con un entusiasmo excesivo.

Nos quedamos calladas y sé que, si no le devuelvo la pelota, se habrá acabado la conversación.

—¿Y por ahí? ¿Mucho patinador olímpico suelto?

Se sonroja un poco.

—Pues alguno que otro he visto. —Se ruboriza más—. Pero ayer me llamó Pablo y me dijo que vendrá en unos días… ¡con Jared Black! Se ve que Sally-Anne les va a montar los programas de exhibición. Y Pablo ha dicho que me llevará a cenar con ellos a no sé qué restaurante macrobiótico. ¿No es increíble? Bueno, Pablo y yo somos amigos, pero, ya sabes, con él viviendo en Canadá, lo veo muy poco y sólo tenemos fotos en campeonatos… Estaría bien hacernos una en Estados Unidos.

Como atleta de élite que soy, el control de la musculatura es una de las facultades que trabajo constantemente. Pero, de los doce músculos que forman la sonrisa, creo que consigo mantener tres…

Mi hermana no sólo está en Estados Unidos con una de las mejores coreógrafas del mundo, no sólo le están montando un programa largo de ensueño, no sólo le han diseñado un traje digno de un desfile de moda, no sólo se está codeando con la élite del patinaje, sino que además compartirá pista con dos de mis patinadores favoritos. Y, por supuesto, no pierde la ocasión de recordarme que es muy amiga de nuestra estrella Pablo Estrada; aunque se le olvida que muchas de esas fotos en competiciones las he sacado yo.

Anastasiya está en el paraíso del hielo y, mientras, yo estoy en un stage para patinadores de todos los niveles por el que he tenido que suplicar.

Y no puedo decir nada, porque si lo hago me dirá lo que sé que es cierto: que tengo celos. Unos celos asquerosos de mi hermana.

Debería intentar centrarme en las cosas buenas que tengo. Son tantas…

—Guau —consigo responder.

Ella sonríe, incapaz de ver más allá.

—Intentaré que Jared o Pablo te graben un audio. Eso molaría, ¿no?

—Mucho. —Siento que me empiezan a arder los ojos. Le pego un puntapié a la pata de la mesa sobre la que descansa el ordenador—. Nastya, llaman a la puerta. Tengo que colgar.

—¡Ah, vale! Bueno, disfruta mucho. ¡Y ya te contaré cómo va esto!

Fuerzo esos doce músculos al máximo, como hago para la última flexión de cada sesión de cardio.

—¡Genial! ¡Pásalo bien y hablamos pronto!

Le doy a colgar antes de que ella pueda añadir nada.

Y aunque todavía faltan cuarenta y cinco minutos para la clase, decido coger las cosas y volver a la pista. A ver si el hielo logra quitarme toda esta angustia de dentro.

Me dejo caer en la cama a las nueve y media. Todavía llevo los leggins de entrenar, empapados por las caídas, y una zapatilla de deporte. Me duele todo y lo peor es que mañana me dolerá más. Porque lo que hoy han sido golpes mañana serán bonitos moratones repartidos por diferentes partes de mi anatomía.

Pero lo mejor es que ya no estoy ni enfadada ni siento celos, sólo estoy cansada. Eso es un avance.

El sonido del móvil me obliga a abrir los ojos, que ni recordaba haber cerrado. Alargo la mano hasta cogerlo.

—Dime que estás con un montón de gente maja del stage cenando en un bareto de Canillo mientras os echáis unas risas y criticáis la horrible música que ponen en la pista.

Suelto una risa.

—Todo eso y más —le digo a Julia—. También me han hecho delegada y paso lista cada mañana.

—Estás sola en tu habitación.

—Estoy sola en mi habitación —confirmo.

Se oye un largo suspiro a través de la línea.

—Al menos dime que has empezado a clavar las combinaciones.

Sonrío.

—Estoy clavando las combinaciones —vuelvo a confirmar.

Ahora se oye un grito ahogado.

—¿En serio?

—¡Sí!

—¿Y qué tal?

Me tomo unos segundos para pensar.

—Es genial. Ya sabes, esa sensación de cuando lo imposible se vuelve posible es… —Esta vez el suspiro que sale de mi boca es de ensueño.

—Lo sé —asiente ella con voz dulce—. ¡Ah! ¡Un momento! ¿Lo estás haciendo en clase? ¡La gente estará flipando!

—¡Qué dices, loca! Sólo cuando tengo los veinte minutos de entrenamiento particular. Y después todo lo que puedo fuera de horas.

—¿Y cómo consigues tiempo de hielo fuera de horario?

Me incorporo para quitarme la zapatilla y los leggins; esta conversación va para largo.

—Los encargados de la pista son muy majos.

—¿Tan majos como para dejarte patinar gratis? —dice con incredulidad.

—No. Son majos, pero no tanto. Me dejan ir antes y después de horas a cambio de darles unas clases a los niños locales. Por lo visto, se ganan puntos con los padres si imparte clases alguien de fuera.

—¡Eres más tonta que las piedras! —me suelta—. ¡Claro que salen ganando si tienen a la medallista de bronce del Campeonato de España enseñando a patinar hacia atrás gratis!

—Gratis no —replico—. Me lo pagan con lo que más necesito: horas de hielo. Y no sólo enseño a patinar hacia atrás; también estamos haciendo la patada de la luna.

Julia se parte de risa.

—Pero, bueno —retomo—, ¿qué tal la ruta por Menorca?

—Creo que mi Instagram habla por sí solo.

Pongo los ojos en blanco.

—Sí, la verdad es que das bastante asco. Sobre todo por las fotos artísticas en playas de agua cristalina. ¡Ten piedad de los que tenemos que ponernos manga larga y guantes!

Chasquea la lengua.

—¡No te quejes! Te dije que podías venir con nosotros si querías.

—Tu novio es un sol, pero no creo que le hubiera gustado que me acoplara a vuestro viaje de aniversario —razono.

Julia suelta un ruido de desdén.

—¡Anda ya! Llevamos cinco años, la fase pegajosa se nos pasó hace tiempo. No culpes al pobre Adri. No has querido venir porque en Menorca no hay pistas de hielo y, si estás más de dos días sin patinar, te subes por las paredes.

—Sin comentarios. —Dejo los leggins mojados en el suelo y me pongo los pantalones del pijama mientras aguanto el teléfono con el hombro.

—Mariya, me encantaría seguir hablando de esto, pero estoy alucinando con que te salgan las combinaciones. —Me río—. ¿Cuáles vas a poner?

Se lo cuento. Ella se queda callada.

—¿Qué te parece? —acabo forzando.

Tras un par de segundos, vuelve su voz:

—Me parece una locura sensacional.

—¿Locura?

—¡No te quedes con lo negativo! —me regaña—. Me refiero a que es una pasada. ¿Y cuándo tendrá lugar este maravilloso momento de la historia de tu patinaje? ¡Porque no me lo pierdo por nada del mundo!

—Pues en el Campeonato de España, ¿no?

—¡Ni hablar! ¡No sirve! —pone su mejor voz de maestra estricta—. ¿A qué otras competiciones irás?

Lo pienso un momento.

—Sólo al Open d’Andorra.

—¡Buuf! Vale, cuenta. Lo acepto.

—¿A qué te refieres?

Ahora hace un sonido rasposo con la garganta para dejarme claro, pese a la distancia, que la estoy exasperando. En serio, cuando se gradúe y consiga trabajo de profesora, sus alumnos lo pasarán mal.

—¿El Open d’Andorra es una competición…? —alarga la entonación de la pregunta.

—¿Internacional? —pruebo.

—¡Exacto! Y, además, ¡oficial de la ISU! Por lo tanto, sirve como prueba clasificatoria para el Campeonato de Europa.

—¿Para mí?

—No, para tu abuela. ¡Claro que para ti!

Su grito me taladra hasta el oído interno.

—Mariya, ya que te la vas a jugar tanto con tu familia, que sea por algo que realmente merezca la pena el sacrificio.

Capítulo 5

Short Program(Programa corto)

—Odio salir la primera —digo—, odio salir la primera.

A mi lado, mi hermana se ríe.

—Admito que, estadísticamente, sueles tener mala suerte con el sorteo.

Le hago una mueca.

—¿Y dónde se ha ido el tiempo? ¡Ayer estaba de stage en Andorra! —me quejo.

—Supongo que el tiempo estará de vacaciones, ya sabes, esas que nosotras no nos hemos cogido. —Me pone una mano en el hombro—. Pero, por si te hace sentir mejor, vuelves a estar en Andorra.

Le saco la lengua.

Nos encontramos en la sala polivalente de la pista de hielo de Canillo, donde se celebra el Open d’Andorra, para el sorteo de salida del programa corto. Este espacio me resulta completamente familiar. He estado aquí decenas de veces. No sólo por haber competido aquí antes, sino porque también es donde he hecho mi stage de verano. Pero ahora la atmósfera es muy diferente a la de agosto. El patinaje sobre hielo es como una de esas bolas de nieve que se venden de souvenir: una cápsula hermética que encierra el invierno sea cual sea el momento del año. Puede que un verano de cuarenta grados y una humedad del noventa por ciento esté asolando Barcelona, pero dentro de la pista sigue haciendo ese frescor agradable que te congela el aliento. El problema, obviamente, viene cuando vuelves a pisar la ciudad y te das cuenta de que estabas en el reino helado de Narnia y ya has regresado a la sauna. Y aunque ahora —en pleno noviembre y tan al norte— hay poca disonancia entre el hielo de la pista y el aire exterior, se percibe un calor que carga el ambiente. Ese calor también lo conozco: son los nervios de la competición.

Estoy sentada junto a mi hermana, en la segunda fila de sillas de plástico gris, rodeadas de patinadoras. En el Open d’Andorra se compite desde la categoría basic novice hasta senior. El número de participantes depende del año. Normalmente, la categoría femenina senior tiene unas diez participantes. El año pasado éramos ocho; este año, doce. El Open d’Andorra es una competición oficial de la ISU; es decir, la Unión Internacional de Patinaje sobre Hielo, que es el organismo que controla mundialmente el deporte. La ISU, además, es la que pone los cortes para los aspirantes a las competiciones internacionales importantes, como los Europeos o los Mundiales. Ser la campeona nacional no es un pase directo para el Campeonato de Europa. Para que se considere tu candidatura tienes que haber sacado un mínimo de puntos técnicos en una competición internacional.

Y por eso estamos aquí. Igual que Alaitz Goenaga, que el año pasado quedó subcampeona de España, detrás de mi hermana. También hay una griega, tres británicas, una belga, dos austríacas y hasta una chica de Sudáfrica.

Hasta cierto punto, la competición de hoy es más importante que el Campeonato de España, y esa certeza aumenta mi ansiedad.

He saltado y caído lo indecible, y siento que estoy preparada, pero preferiría no tener la horrible y maravillosamente intangible posibilidad del Campeonato de Europa rondándome por la cabeza. También preferiría no salir la primera del primer grupo. Y ya puestos, preferiría hacer otro programa corto, cualquier otro.

—¿Qué pasa? —Nastya se ha inclinado para susurrarme al oído.

Suspiro.

—No me gusta el corto. —La miro—. No me gusta nada.

Ella me pasa un brazo por detrás y tira hasta dejar mi cabeza reposando sobre su hombro.

—A mí tampoco me gustaba demasiado cuando me tocó hacerlo —confiesa.

—Ese rollo sexy medio chispeante… no me sale. ¿Yo haciendo «In the Mood»? ¡Nadie se lo va a creer, Nastya! —suelto—. Voy a hacer el ridículo.

Ella me tira de la nariz con fuerza.

—Baja la voz, que te van a oír —musita contra mi pelo—. Y no vas a hacer el ridículo. Vas a salir y lo vas a bordar.

Niego con la cabeza.

—No sé bailar como tú.

Me suelta la nariz y con un movimiento de hombro me obliga a mirarla.

—¿Y qué? —me dice con un tono chulesco que no pega nada con su cara angelical—. «In the Mood» es uno de los temas más habituales en el patinaje. Todo el mundo lo hace: chicas, chicos, parejas de danza… Y no todos adoptan el enfoque sexy. ¡Es la típica canción que les ponen a niñas de diez años para el festival de fin de curso! —Suelto una risita involuntaria. Mi hermana añade entonces—: Mariya, pasa de mamá, del entrenador y de toda la humanidad. Ellos no salen a patinar, sales tú. Así que, simplemente, haz lo que puedas hacer y lo mejor que puedas hacerlo.

Escondo mi sonrisa en su hombro y ella lo agita para que me separe; acto seguido, coge su mochila y empieza a rebuscar dentro. Saca su móvil.

—Me lo estaba guardando para tu cumpleaños, porque justo cae para el Campeonato de España, pero creo que ahora te hace más falta.

Me da su móvil y veo que tiene una nota de voz seleccionada.

—Dale al play, anda.

Aprieto el botón.

«Hi, María! This is Jared Black. Best of luck this next season! Skate your best! Always, all right? Just do your very best every time. Maybe we’ll see each other at Worlds? Haha! Take care!».1

Me tapo la boca con una mano y miro a mi hermana, que tiene una cara de satisfacción que no muestra ni cuando clava todos sus saltos al entrenar.

—Te dije que molaría conseguir que te dijera algo, ¿no? —Me contorsiono para abrazarla sin levantarme de la silla—. ¿A que ahora sí que estás in the mood?2

Me aparto. Está alzando las cejas como un dibujo animado. Le señalo el móvil.

—Todos los puntos que habías ganado con esto los acabas de perder con ese chiste malo. Pero reenvíame el audio, ¿eh?

SKATEMANIA SPAIN (Play-by-Play): Open Internacional de Andorra de Patinaje sobre Hielo [Post en actualización]

*Actualización 5: Resultados oficiales del programa corto femenino. (Fuente: página web de la ISU). Próximamente los resultados del corto masculino y la danza corta.

Comentarios (10)

Ice Princess of the North: Ostras, Alaitz! ¿Alguien sabe qué le ha pasado?

Skatemania Spain: Se le ha escapado el triple lutz y no ha podido hacer la combinación.

Ice Princess of the North: Pobrecita! A ver si puede recuperar…

Skatemania Spain: Si hace un buen largo, tiene muchos números de acabar bien arriba.

Pablo_es_el_mejor: Me ha encantado la música del nuevo corto de Anastasiya. ¿Alguien sabe cómo se llama la pieza?

Skatemania Spain: Es el movimiento «Vltava» de Má vlast, del compositor checo Bedřich Smetana.

Pablo_es_el_mejor: Wow! Qué nivel de conocimientos! :O

Skatemania Spain: ¡Jeje! Dedicándome a esto, si no lo tengo, mal vamos.

Russian_blue: Predicción de resultados: 1)Anastasiya 2)Baughn 3)Mariya o Reed.

Pablo_es_el_mejor: Básicamente has copiado los resultados del corto? LOL Yo digo: 1)Anastasiya 2)Baughn 3)Alaitz. Mariya no lo ha hecho mal, pero se ve superincómoda con ese corto y con «El vals de las flores» de largo será lo mismo… o peor.

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Capítulo 6

Circular Step Sequence(Secuencia de pasos circular)

Julia descuelga al segundo ring.

—No puedo hacerlo —murmuro.

—¿Mariya? ¿Me estás llamando? ¡Estabas calentando hace un segundo!

Me agacho y apoyo un brazo en la pared. Los protectores de las cuchillas producen un sonido seco contra el cemento.

—Salgo la cuarta de este grupo —le aclaro—, tengo tiempo.

Se hace una pausa.

—Vale, pero ¿por qué me llamas? ¿Quieres que baje? ¿Dónde estás?

Levanto la vista; desde mi posición, medio escondida en la puerta de entrada a la pista, puedo verla fácilmente. Está sentada sola en la fila más alta de las gradas.

—No, no. Se montaría una buena. Y si te ve mi madre… —Me paso una mano por la cara.

—¿Qué pasa? —pregunta.

—No puedo hacerlo —repito—. No puedo hacer lo que dijimos.

Hay un silencio.

—¿Por qué no?

Ahora soy yo la que no contesta.

—Si no puedes hacerlo por capacidades físicas, no lo hagas. Pero si es por miedo a tu madre y a tu hermana, venga, no seas cobarde.

—No soy cobarde. Y no le tengo miedo a mi hermana.

Chasquea la lengua, pero es lo bastante buena amiga para no matizar lo que acabo de decir.

—Mariya, es normal que estés asustada. Es la primera vez en tu vida que te la juegas.

—¿Qué? —Me levanto de la indignación.

—De todos modos —prosigue ella—, cada cierto tiempo haces algo así.

Frunzo el ceño.

—¿De qué hablas?

—Sí, de vez en cuando te cansas de lo que ocurre en tu casa y dices que vas a mover ficha. ¿Quieres que recapitulemos? —Adopta un tono alegre que rebosa ironía—. Cuando llevabas pocos meses en ruedas, dijiste que querías mudarte con tus tíos, pero luego te rajaste. —Se me hace un nudo en el estómago—. Al año siguiente, durante el stage de verano, me aseguraste que ibas a hablar con la Federación Andorrana por si te seleccionaban para competir por Andorra, de manera que no tuvieses que estar comparándote todo el rato con Anastasiya. Conociste a la presidenta de la Federación y te comentó lo mucho que le gustaba cómo patinabas, pero tú te quedaste callada. —Vuelvo a agacharme, esta vez con la espalda apoyada en la fría pared—. Y el año pasado soltaste que debías ser más realista y que lo mejor sería cambiar de club de patinaje… Fácil y sin dramas. Pero al final no lo hiciste. ¿Por qué? ¿Me lo recuerdas? Es que ahora no caigo.

Notó cómo me arden las mejillas.

—Por el papeleo —susurro.

—Eso, el papeleo. Ese obstáculo infranqueable.

Dejo que mis piernas cedan y me quedo sentada en el suelo, con el maillot puesto y lista para competir. Y, francamente, me da igual que me vean así.

—Vale, ya lo pillo.

—Mariya —Julia pone una voz que es dulce pero fuerte que me impide sentir algo que no sea gratitud—, después del segundo plan abortado, dejé de tomármelo en serio. Te seguía apoyando cuando lo decías porque, durante una temporada, la estrategia del momento te motivaba y estabas contenta, pero… este año es diferente. Es el plan más disparatado que se te ha ocurrido hasta la fecha y, además, el más directo. Pero te juro que hasta hace diez segundos creía que ibas a hacerlo en serio. No tenía ninguna duda.

A veces odio que estudie pedagogía y psicología. Siento que no puedo ocultarle nada.

—No es la primera vez que me la juego.

La veo asentir desde lejos.

—Decirle a tu madre que sales con amigos cuando vas a patinar sobre ruedas no cuenta. Es una niñería. Esto podría suponer un antes y un después. Pero, claro, hacen falta un montón de agallas y tú no tienes práctica. —Me levanto para verla mejor y ella continúa—: En lo que sí que tienes práctica es en interpretar el papel de «la otra Vilamarín» que, a ver, es un asco, pero lo tienes tan trabajado que te sale sin esfuerzo. Ahora tienes la oportunidad de jugar con tus propias cartas, aunque el precio es no saber cómo te saldrá.

—Pero mi madre se enfadará. —Odio sonar como una niña de siete años y, al mismo tiempo, no puedo evitarlo—. Y mi hermana…

Julia mueve la cabeza de un lado a otro; debe de estar buscándome.

—Ahora voy a ser brutalmente honesta, ¿vale? —dice al tiempo que su lejana mirada se clava en la mía—. Te conozco desde hace años, somos amigas íntimas y me has contado muchas cosas…, como lo del día del parque. Pero en el fondo no sabes si todas esas sospechas que tienes sobre no ser una hija deseada son ciertas. Esto es el modo de comprobarlo. Un modo apoteósico, pero un modo, al fin y al cabo. Así que sal ahí y, como te ha dicho Jared Black, da lo mejor de ti al patinar. Por una vez, sal a ganar y a ver qué pasa. Si tu madre te quiere, se morirá de orgullo al verte volar. Y lo mismo pasará con Anastasiya. Es una patinadora y a todo patinador le gusta el buen patinaje. Y si resulta que no pasa eso… —incluso en la distancia distingo su cara triste—, por lo menos lo sabrás. Mejor que vivir siempre en este mar de dudas, ¿no?

Sus palabras me sacuden de arriba abajo y soy incapaz de responder.

—Pero —su tono recupera mágicamente la jovialidad— igual se me acaba de ir la olla y te acabo de soltar un rollo inútil porque este miedo tuyo se debe a que, simple y llanamente, no puedes hacer esos saltos.

Se me aprietan las mandíbulas.

—Puedo.

—¿Sí? Pues demuéstralo.

Se oye el clic de final de llamada. Julia y yo nos quedamos mirándonos la una a la otra desde nuestros sitios.

—From Belgium, Femke Maes. Her free skate score: 89.22. Puntuació per Femke Maes: 89,22. Es col·loca en cinquena posició.3

La voz de megafonía me saca de mi ensoñación. Maes era la segunda; si ya tiene los puntos, es que la tercera, Alaitz Goenaga, nuestra gran rival, debe de estar a punto de empezar. Después voy yo.

Me acerco a valla de la pista para ver su programa. Alaitz me pone de los nervios. Tiene dos años más que yo, pero cuando hablo con ella parece que haya diez de diferencia. Es el control hecho persona. Es una patinadora muy agresiva que ataca cada elemento con una fuerza descomunal. Ese suele ser el problema: se le va la potencia de las manos. Pero cuando controla, cuando sabe dirigir su energía, es imparable. Si mi hermana es la cara, ella es la cruz. Cuando compito en casa, yo me disputo un máximo de plata; en el panorama nacional, la presencia de Alaitz me relega al bronce.

Está clavando el largo, pero se nota que se está conteniendo. Normal; después de haber echado a perder su corto, tiene que ir a asegurar. No la conozco mucho, pero sí lo suficiente para saber que seguro que le revienta verse obligada a hacerlo.

Su música acaba con un estruendo de percusión tras el que surgen los aplausos. Yo me uno al tiempo que me voy acercando a la boca de la pista. Cuando llego, se está poniendo los protectores. Levanta la vista y me sonríe.

—¡La Vilamarín desnatada!

—¿Perdona? —Sonrío, no sé por qué.

—Ya sabes: los mismos ingredientes, pero sin una pizca del sabor.

—¿A qué viene eso? ¿Te he hecho algo?

Frunce los labios igual que un chimpancé.

—Aburrirme con las copias sosas de los programas de tu hermana. Cuando tira bragas viejas, ¿también te las quedas?

Un hombre bajito pero robusto como un tronco se nos acerca.

—Alaitz, pasa ya al kiss and cry.

La chica asiente y me deja atrás como si no hubiera pasado nada.

Si yo hubiera sido Nastya, la habría cogido del moño para tirarla al suelo, como mínimo. Pero, como soy yo, me quedo mirando cómo se aleja. Y decido que todo esto no es sólo por mi madre y sus favoritismos. Tampoco es por todos aquellos que no me verían si no fuese por Anastasiya. Esto es por mí. Porque dar lo mejor de mí al patinar significa volar el triple de alto. Quizá Julia tiene razón, quizá no me he arriesgado nunca, pero me arriesgaré ahora.

—Next on the ice, representing Spain, Mariya Vilamarín. A pista, representant Espanya, Mariya Vilamarín.4

Radio Sport 4 [en directo]: Open Internacional de Andorra de Patinaje sobre Hielo

TONI: Y seguimos con la retransmisión del programa largo femenino aquí en Andorra. Ya en la pista tenemos a la siguiente patinadora de este último grupo, Mariya Vilamarín, que está en cuarta posición después del programa corto. Una patinadora muy consistente que tiene números de estar en el podio.

PATRICIA: Yo no lo veo tan claro porque Alaitz ha dejado el listón muy alto después de su maravillosa actuación. Y todavía faltan las dos favoritas, Anastasiya y la británica Claire Baughn. Si todo le va rodado, puede llegar a bronce.

TONI: Bronce sigue siendo podio, Patricia. En todo caso, vemos que ya está colocada en la posición de inicio. Mariya patinará «El vals de las flores» de Chaikovski.

PATRICIA: Programa que ya hizo su hermana hace dos temporadas.

TONI: Es un programa precioso. Es de mis favoritos de los de Anastasiya.

PATRICIA: Desde luego, pero no me encaja tanto para Mariya. No sé por qué siempre reutiliza programas.

TONI: Y aquí empieza la música. Diría que se la ve un poco…

PATRICIA: Tensa.

TONI: Sí, tensa. Bueno, se prepara para su primera combinación de un triple lutz…

PATRICIA: ¿Acaba de hacer triple lutz-triple toe?

TONI: Eh… Eso me ha parecido. Altísimos, además, ambos saltos.

PATRICIA: Pero…, Toni, ¡que acaba de hacer un triple-triple!

TONI: Sí, eso parece… Según tengo anotado, esto tenía que ser un triple lutz más doble toe. Ahora vemos la secuencia de pasos… bien ejecutada, aunque le falta un poco de solvencia. Y aquí viene el doble axel, medio bucle, doble flip. Muy bonito.

PATRICIA: Es una combinación poco usual, es más común combinarlo con el salchow. Si no recuerdo mal, era lo que hacía Anastasiya.

TONI: Sí, pero a Mariya se le dan mejor los saltos picados… Pirueta techo, muy bonita.

PATRICIA: Triple loop. Limpio.

TONI: Mmm… Sí…

PATRICIA: ¿Qué pasa?

TONI: Nada, es que creo que me estoy liando un poco. En mis notas ponía que esto debía ser una combinación triple loop-doble loop, pero no me ha parecido que tuviera problemas en la recepción del primer salto. No sé por qué no ha hecho el segundo. Bueno, ahora viene el triple flip.

PATRICIA: Se prepara y… triple flip…, triple toe.

TONI: Oh, Dios mío. Dos combinaciones triple-triple. Patricia…

PATRICIA: ¿Sí?

TONI: Me da que esto no va a ser sólo bronce.

Capítulo 7

Hockey Stop(Frenada de hockey)

El corazón me late desbocado mientras patino hacia la salida de la pista. Allí está mi entrenador, que me mira perplejo. Me pasa los protectores para las cuchillas sin decir nada. Me apoyo en la puerta para ponérmelos. Doy un paso hacia el kiss and cry cuando veo que no me sigue. Me doy la vuelta. Detrás de él, descubro un moño rubio, el moño rubio de Anastasiya. Claro, ahora le toca patinar y él se tiene que quedar con ella.

—Suerte, Nastya —le digo.

Ella no se mueve.

Suspiro y sigo avanzando.

Me siento sola en el sofá marrón que han puesto de kiss and cry para esperar mis puntuaciones. Al momento, un fotógrafo me acerca a la cara una cámara con un flash enorme que me deja fuegos artificiales tras los párpados.

Miro hacia la mesa de los jueces y advierto que se han levantado y están todos en corrillo sobre una pantalla; seguro que están pidiendo replay de todos mis elementos. Que los jueces se tomen mucho tiempo para anunciar la puntuación suele ser mala señal. Me muerdo las mejillas por dentro y me centro en la pista. Nastya ha entrado y está hablando con nuestro entrenador. Por fin debutará su nuevo largo, el Cisne negro, un remix entre El lago de los cisnes y la banda sonora de la película. El maillot es tan espectacular como prometía aquel esbozo que le hizo la diseñadora americana. Se asemeja mucho al tutú de Natalie Portman cuando es el cisne negro, pero lleva pedrería blanca, así que cuando gira parece que del traje salgan destellos claros, como si se convirtiera en Odette, la princesa cisne. También la han maquillado con una intensa sombra negra con cristalitos pegados que le recorren desde los párpados hasta las sienes. Cualquier otra persona parecería un mono de feria, pero ella está espectacular. Aunque con tanto maquillaje me es imposible discernir su expresión. Me pregunto qué estará pensando. Me pregunto si me habrá visto patinar.

—From Spain, Mariya Vilamarín. Her free skate score —aguanto la respiración—: 101.57. La puntuació per Mariya Vilamarín: 101,57.5

¡Oh, Dios mío, he pasado de los cien puntos!

¡He pasado de los cien puntos!

—Es col·loca en primera posició.6

Oh, Dios mío.

—Next on the ice, representing Spain, Anastasiya Vilamarín. —La voz de megafonía y su fuerte acento me despejan y me levanto rápidamente del sofá para unirme al aplauso del público—. A pista, representant Espanya, Anastasiya Vilamarín.

Corro a colocarme junto a la pista para verlo bien. A pesar de todo, mi hermana es mi patinadora favorita.

SKATEMANIA SPAIN (Podcast 97): Open Internacional de Andorra [15.34 min.]

¡Hola, hielitos! Aquí Iván García de Skatemania Spain con otro podcast. La verdad es que, como avisé por Twitter, pensaba dedicar este capítulo a las predicciones para la final del Grand Prix, pero ha pasado algo tan épico que mi quiniela tendrá que esperar.

Como sabéis, este fin de semana se celebró el Open de Andorra una de las últimas competiciones previas al Campeonato de España y una parada casi obligatoria para los patinadores senior de nuestro país.

En la categoría femenina teníamos a tres representantes. Tenían que ser cuatro, pero Carmen Sanz, del Club Hielo Madrid, se tuvo que retirar en el último momento por molestias en la rodilla. Con lo que nos quedamos con el nada despreciable podio del último Campeonato de España: las hermanas Vilamarín y Alaitz Goenaga.

Todo apuntaba a que el oro en esta categoría sería para Anastasiya, que ya se lo llevó el año pasado, o para la británica Claire Baughn, que ganó a Anastasiya en la Copa Barcelona hace unos meses…, pero menuda sorpresa nos llevamos todos.

¡Mariya Vilamarín hizo su mejor programa hasta la fecha y barrió al resto de competidoras! Fue todo un shockporque, aunque suele ser una patinadora bastante solvente, no la conocemos por arriesgarse en sus ejercicios. Pero el sábado por la tarde debió de decir: «A ver qué pasa si voy a por todas», y se sacó de la manga no una, sino dos combinaciones triple-triple, con lo que logró una puntuación final de más de 100 puntos.

Por si esto no fuera suficientemente dramático, justo después Anastasiya estrenó su nuevo programa largo, Cisne negro. Había mucha expectación porque la coreografía es de la legendaria Sally-Anne Taylor-Kinney. Además, Anastasiya llevaba meses dejándonos con los dientes largos colgando trocitos del programa en Instagram, así como una impresionante sesión de fotos con su traje que, por cierto, es di-vi-no. En fin, que todo apuntaba a que se avecinaba un programa espectacular por parte de la barcelonesa, pero y siempre hay un «pero»…

Anastasiya se cayó en el primer salto, un doble axel, y no logró recuperarse. Se cayó tres veces durante el programa, puso la mano en el hielo en una ocasión y hasta se le escapó la entrada saltada de la pirueta ángel, algo muy poco usual. En serio, fue doloroso de ver.

No me puedo ni imaginar cómo estará… Quedó en penúltimo lugar, mientras que su hermana pequeña se llevaba el oro. A Mariya también debió de afectarle lo sucedido, porque no se la vio muy exultante en el podio.

Pero este deporte es así: te lo juegas todo en cuatro minutos y a veces tienes suerte, como Mariya, y a veces no, como Anastasiya.

En todo caso, las veremos a ambas, así como a Alaitz Goenaga, que se llevó el bronce, detrás de la británica, dentro de diez días en el Campeonato de España. Y apuesto a que todos los ojos van a estar puestos en las Vilamarín.

¿Remontará Anastasiya? ¿Lo de la Mariya habrá sido sólo suerte? ¡Ay, qué intriga!

Aunque, sin ánimo de desmerecer a las chicas, la gran atracción del Campeonato de España será, por supuesto, Pablo Estrada, nuestro as del patinaje, que ha puesto a España en el panorama internacional.

Pablo, bronce en los últimos Mundiales, patinará en España y dos semanas después tendrá la final del Grand Prix. ¡Ojalá haga doblete de oros!

Comentarios (68)

Pablo_es_el_mejor: Qué calladito se lo tenía Mariya!! #Plottwist de la temporada!! Esto ni en Juego de Tronos!

Russian_blue: Ahora sí que te gusta Mariya, eh? #cambiacapas

Pablo_es_el_mejor: Yo sólo le debo lealtad a su alteza real Pablo Estrada, primero de su nombre, rey de los cuádruples y las piruetas saltadas.

Russian_blue: lol Ahí has estado graciosa, lo admito.

Pablo_es_el_mejor: *gracioso.

Russian_blue: :O perdona!!

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Capítulo 8

Death Drop(Pirueta saltada baja exterior atrás)

El miedo es una emoción muy sana. Existe para aumentar nuestras posibilidades de supervivencia. Así, si los cavernícolas se topaban con un mamut, sabían que debían salir corriendo en vez de quedarse a admirar sus colmillos. Eso es el miedo sano, es racional. Pero, claro, no es el único que hay. También hay miedo irracional, que es un pánico desmedido por algo que, objetivamente, no lo merece. Como las abejas. Que sí, si te pican es desagradable, pero no son mortales.

Yo tengo dos miedos irracionales: las medusas y la mirada de mi madre desde un espejo retrovisor.

Estamos en el coche, recorriendo las tres horas que nos separan de Barcelona. Mi medalla va embutida en el bolsillo trasero de mis tejanos, bien escondida, para no buscarme más problemas de los que ya sé que tengo. Ni mi madre ni Nastya se quedaron a la ceremonia de medallas, aunque, después de su programa largo, lo de mi hermana no ha sido una sorpresa.

Me he subido al podio unas cuantas veces. Siempre al segundo o al tercer peldaño, por lo que había tenido a alguien a quien seguir incluso en ese momento. Porque en patinaje suelen llamar primero al ganador del oro, que sube solo a lo más alto de podio y disfruta en solitario de la aclamación del público. Luego va el de la plata, que antes de subir a su peldaño felicita al ganador. Y quien recibe el bronce saluda al campeón y al subcampeón. Siempre he tenido el ejemplo de mi hermana para ver cómo entrar en la pista, cómo saludar al público, cómo subir al podio y cómo posar para las fotos. Pero no esta vez.

«In first place, Mariya Vilamarín!7, ha proclamado la voz de megafonía.

—Vamos, Mariya —me ha dicho el entrenador al tiempo que su mano me empujaba ligeramente hacia el hielo.