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En un mundo que no se detiene, educar con respeto y conexión es más necesario que nunca. Cultivar vínculos sanos desde la infancia es abono de calidad, y hacerlo desde la crianza positiva es un gran desafío. Por eso, Lee Lima —Counselor Adleriana, asesora de familias y especialista en Disciplina Positiva— ofrece en este libro una guía clara y cercana para madres, padres y cuidadores que no buscan recetas mágicas, sino herramientas reales para acompañar a sus hijos con sentido y coherencia. Un manual muy práctico e imprescindible que: - Resuelve las dudas más habituales a la hora de educar. - Destaca el papel activo de madres y padres como entrenadores que impulsan, ponen límites y acompañan. - Subraya la importancia de una educación democrática basada en el respeto, la igualdad y la dignidad. - Pone el foco en la primera infancia como etapa crucial para un buen desarrollo. - Promueve la construcción de vínculos y la prevención de conflictos a través del cuidado. - Fomenta la autonomía, la resiliencia y la mentalidad de crecimiento. UNA INVITACIÓN A EDUCAR CON SENTIDO, SIN PERDERSE EN EL INTENTO.
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Seitenzahl: 233
Veröffentlichungsjahr: 2025
Índice
Prólogo
Introducción
1. Cómo llegué a la crianza positiva
2. La crianza positiva: ¿palabras nuevas para ideas viejas?
3. ¿Por dónde empezar?
4. La comunicación que abre puertas
5. La buena y la mala conducta
6. La familia
7. Educar para la vida
ANEXOS
Recursos prácticos de crianza positiva
Los 12 principios de la crianza positiva
Actividades para ayudar en el hogar propias de cada ed
Referencias
Agradecimientos
Notas
Todos los nombres usados en los casos de este libro
han sido cambiados para preservar la intimidad
de las familias y por respeto a ellas.
© del texto: Lee Lima, 2025.
Derechos cedidos a través de María Alasia.
© de esta edición: RBA Libros y Publicaciones, S. L. U., 2025.
Avda. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.
www.rbalibros.com
Primera edición: septiembre de 2025.
REF.: OBDO578
ISBN: 978-84-1098-442-4
Composición digital: www.acatia.es
Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Pueden dirigirse a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesitan fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47). Todos los derechos reservados.
La crianza ha cambiado radicalmente en los últimos tiempos. Atrás quedaron los días en los que el enfoque autoritario se consideraba la forma correcta de educar. Hoy en día se espera que los padres no solo procuren cuidados y seguridad a sus hijos, sino que también les enseñen a navegar por un mundo cada vez más complejo, sin perder de vista su salud emocional y su bienestar. En este contexto, la necesidad de encontrar un enfoque de crianza que sea equilibrado, efectivo y humano resulta crucial. Y es aquí donde el libro de Lee Lima, que tienes en tus manos, destaca con fuerza y ofrece respuestas.
En mi experiencia como experta en psicología adleriana he sido testigo de cómo los padres de hoy afrontan retos cada vez más complejos. No se trata solo de educar para el éxito, sino también de criar niños resilientes, que se sientan seguros de sí mismos y preparados para encarar los desafíos emocionales y sociales que les esperan. Muchos padres, aunque llenos de amor y buenas intenciones, luchan con la duda y la incertidumbre: ¿Estamos haciendo lo correcto? ¿Estamos guiando a nuestros hijos para que sean auténticos, valientes y compasivos? Este libro ofrece una respuesta clara: sí, es posible criar con respeto y firmeza a la vez, y hacerlo de manera consciente.
Lo que hace que este libro sea particularmente valioso es su capacidad para encajar las teorías psicológicas en la práctica diaria. Como seguidora de la filosofía de Alfred Adler, creo firmemente que la crianza debe basarse en la creación de un entorno en el cual los niños se sientan valorados, escuchados y capaces de contribuir. Esto es fundamental para el desarrollo de una sana autoestima y para que nuestros hijos encuentren su lugar en el mundo. Lee va un paso más allá cuando reconoce que no basta con hablar de principios; los padres necesitan herramientas claras y prácticas que puedan implementar en sus hogares.
Una de las grandes aportaciones de este libro es precisamente esta: tomar conceptos teóricos y presentarlos de manera accesible, práctica y relevante para los padres de hoy. Lee no solo explica por qué es importante criar desde el respeto, sino que también nos muestra cómo hacerlo en situaciones cotidianas. Desde cómo gestionar una rabieta hasta cómo fomentar la cooperación en casa, este libro está lleno de ejemplos concretos que los padres pueden aplicar de inmediato.
La presente obra también destaca por su realismo. En muchas ocasiones, los libros sobre crianza pueden parecer idealistas, al presentar un escenario en el que los padres siempre tienen una paciencia infinita y los niños responden de forma inmediata a cualquier técnica. Sin embargo, la autora no cae en esa trampa. Lee reconoce que la crianza es un proceso que conlleva un desafío, que no siempre haremos las cosas bien y que nuestros hijos no siempre responderán como esperamos. Y eso está bien. La clave, como ella nos recuerda, no es buscar la perfección, sino el progreso.
El modelo de crianza positiva que Lee propone hunde sus raíces en los principios de la psicología adleriana, que han demostrado ser increíblemente efectivos en la construcción de relaciones saludables, tanto en el ámbito familiar como en el social. Adler nos enseñó que los niños necesitan sentir que pertenecen, que tienen un lugar en su familia y que sus contribuciones son valoradas. Cuando un niño siente que pertenece, se vuelve más cooperativo, más resiliente y es más capaz de afrontar las dificultades. Este principio es fundamental para crear ese sentido de pertenencia en nuestros hogares de forma práctica y accesible.
El respeto mutuo es otro pilar clave en la obra de Adler y también en el libro de Lee Lima. Criar desde el respeto no significa ser permisivos ni perder autoridad como padres. Significa, en cambio, reconocer a nuestros hijos como seres humanos en desarrollo, que merecen ser tratados con dignidad y que pueden aprender a tomar decisiones responsables si se les da la oportunidad de hacerlo. Este enfoque de respeto mutuo no solo fortalece la relación entre padres e hijos, sino que también prepara a los niños para ser ciudadanos respetuosos y conscientes en sus interacciones con los demás.
El libro también aborda un tema crucial con el que muchos padres deben lidiar en el día a día: la gestión de sus propias emociones y expectativas. A menudo, como padres, caemos en la trampa de proyectar nuestras propias inseguridades o frustraciones en nuestros hijos, exigiéndoles comportamientos o actitudes que no siempre están preparados para asumir. Si queremos criar desde el respeto y la empatía, primero debemos aprender a manejar nuestras propias emociones. Este proceso de autoconocimiento es una parte esencial de la crianza consciente y positiva, que nos permitirá convertirnos en los modelos que nuestros hijos necesitan.
Un aspecto que me gustaría destacar especialmente es cómo desde estas páginas la autora nos invita a ser compasivos con nosotros mismos en nuestro papel de padres. En un mundo donde la perfección parece ser la meta inalcanzable, es refrescante encontrar un enfoque que nos diga: «No necesitas ser perfecto. Necesitas ser consciente, estar presente y dispuesto a aprender». Los errores forman parte del camino, tanto para los padres como para los hijos, y es en esos momentos de imperfección donde reside la verdadera oportunidad de crecimiento y aprendizaje.
Finalmente, este libro también nos ofrece una visión a largo plazo de la crianza. No solo se trata de manejar las dificultades del día a día, sino de construir una relación de confianza y respeto mutuo que perdure en el tiempo. Cuando criamos desde este enfoque, no solo estamos ayudando a nuestros hijos a afrontar los retos del presente, sino también a prepararlos para un futuro en el que se sientan seguros de sí mismos y de su capacidad de contribuir al mundo.
En resumen, el libro de Lee Lima es una invitación a transformar nuestra relación con nuestros hijos, a ser padres más conscientes y respetuosos y a cultivar un entorno familiar cuyos pilares fundamentales sean el respeto mutuo, la cooperación y el amor incondicional. Espero que estas páginas te inspiren y guíen, y que este libro te acompañe en cada paso del camino de la crianza, maravilloso y lleno de desafíos.
Psicoterapeuta y fundadora de la Escuela de Psicoterapia y la Escuela de Coaching en el Instituto Adler. Es una de las mayores expertas en la psicología individual de Alfred Adler. Además, es conferenciante y autora de Tirarse a la piscina.
Si tuviera que sintetizar en una frase cómo es la llegada de un hijo a la vida de una familia primeriza, diría que es como un examen sorpresa de lo que significa ser persona. En este examen pondrás a prueba todas tus emociones, habilidades y capacidades, al servicio de otra persona, tu hijo. Y, aunque pensaras que estabas razonablemente preparado, descubrirás que no es así.
Para este examen, tú ya cuentas con tu experiencia como hijo, crees que ya has estudiado, pero no sabías que la crianza es la prueba más fuerte de amor, altruismo, compasión, templanza y crecimiento que hayas experimentado en tu vida. La crianza es un regalo que trae, a modo de bonos, muchas primeras veces, nervios, errores y también... ¡muchas satisfacciones! Debes contar con todo ello.
Si has comprado este libro es porque tienes hijos entre tres y nueve años, o de edades aproximadas, y te estás encontrando con los siguientes retos: desobediencia, mentiras, frustración, desorden, poca colaboración en las tareas del hogar, problemas a la hora de comer, discusiones a la hora de dormir, malas respuestas, exceso de energía, miedos nocturnos, llamadas de atención, respuestas como escupitajos o golpes, problemas de socialización o peleas entre hermanos. A esto podríamos añadir que quizá tu hijo tenga un temperamento fuerte, o que, por el contrario, sea muy tímido y te esté costando encontrar el equilibrio a la hora de educarlo. Llevo once años trabajando con familias de decenas de países y conozco los retos que surgen en el día a día de la crianza, retos que hacen perder los nervios, responder de mala manera y luego sentirse mal.
En este libro aprenderás a usar todos estos retos a tu favor. Le daremos la vuelta a la tortilla, verás los retos como una oportunidad para enseñarle a tus hijos las habilidades que quieres que aprendan para desenvolverse en la vida.
Recuerdo que una vez un amigo de mi juventud me preguntó hasta qué punto ser madre me había cambiado la vida. Mi respuesta fue: «Lo cambió todo».
Cuando llega un hijo, no solo empiezas a conocer a esta nueva persona, sino que te conoces mucho más y mejor a ti mismo; te conoces como ser humano íntegro, desempeñando un nuevo rol, el de madre/padre o cuidador, al tiempo que experimentas un amor profundo, la forma de amor más intensa que existe.
Y como tus hijos son lo más preciado que tienes, quieres dárselo todo. Ahora bien, si yo te preguntara qué legado te gustaría dejar a tu hijo, quizá dirías que quieres dejarle lo mejor, lo que nunca has tenido; puede que incluso visualices las comodidades con las que sueñas que viva tu hijo, porque no quieres que le falte nada. Pero deberías poner el foco en lo no tangible, como la creatividad o el afecto; en el aprendizaje de la resiliencia, el respeto, la compasión, el valor del esfuerzo... ¿Qué te gustaría dejarle como legado de vida?
Ese legado que vas a dejarles a tus hijos, esa huella intergeneracional, ya lo estás construyendo ahora; para ser más precisos, lo construyes durante los primeros cinco años de vida de tu hijo. Solo disponemos de cinco años para influir directamente en su personalidad; el primer año será oro molido, y a partir de los cinco años seguiremos influyendo, pero cada vez de forma más indirecta.
Te pido que veas sus primeros años como la tierra donde crecerá el árbol de su vida. El hecho de ver a los hijos como personas que merecen la misma dignidad y respeto que los adultos es un buen inicio para abonar esa tierra.
Tener experiencias juntos, generar recuerdos agradables y aprendizajes, será abono de calidad. Enseñarles a poner límites será un plus de abono del bueno, del caro. Con estos nutrientes, la tierra donde se empiezan a fijar las raíces estará bien fertilizada y será apta para todo lo que está por venir.
Y, ahora, la pregunta del millón: ¿Cómo se hace?
Yo tengo una propuesta que en estos últimos once años he visto funcionar en mi propio hogar y con los cientos de familias con las que he trabajado.
Mi propuesta es la crianza positiva. Y sé que, aunque pueda sonar simple, no es tan fácil de llevar a la práctica. Por eso he escrito este libro, a modo de manual de estudio, para que tú también puedas aplicar una crianza positiva y capacitar a tu hijo para la vida.
En principio, la crianza positiva es un acto de fe, porque estás apostando por algo cuyos resultados verás a medio y, sobre todo, a largo plazo. Esto puede generar frustración en los padres, sobre todo en aquellos que quieren resultados rápidos, pero no te desmotives; los resultados sólidos y duraderos llevan tiempo y no llegan solos.
La crianza positiva es como aprender un nuevo idioma, que vas puliendo a medida que lo practicas. A veces tienes que construir oraciones complejas y toca repasar teoría, incluso reaprender, para ir afinando cada vez más, hasta que te sientes cómodo y el habla fluye naturalmente.
Iremos viendo poco a poco en qué consiste la crianza positiva, pero te adelanto que se trata de que conectes en vez de alejarte, de hablar en vez de discutir, de planificar en vez de reaccionar, de decir lo que sientes y piensas sin humillar. Te permitirá crear una relación sana con tu hijo, para hoy y para mañana.
Algo que quiero que sepas antes de empezar es que esto no va solamente de crianza, también va de compromiso social. Precisamente ahora, en el capítulo de la historia que nos toca vivir, con las redes sociales y la inteligencia artificial, priman la inmediatez y el individualismo.
Aquí vamos a aportar nuestro granito de arena no solo para nuestros hijos, sino también para las demás familias, porque nuestros hijos no viven solos en el mundo; nuestros hijos van al parque, van a la escuela infantil o al cole, se relacionan con otras personas y necesitamos que, poco a poco, se sepa que hay una forma diferente de educar. Esta forma de acompañar es una actitud transversal.
La crianza positiva es un estilo educativo que cuida de los demás y de uno mismo, que trata a cada miembro de la familia con la dignidad y el respeto que merece cualquier ser humano. Tal como me dijo una anciana muy querida hace unos años: «Vamos a dejar el mundo mejor que como lo encontramos».
Espero que cada párrafo, cada concepto de este libro, sume kilómetros en tu vida y en la relación con tu hijo. Lo deseo de todo corazón.
Te lo advierto: será toda una aventura.
Vamos a ello.
¿Qué pasaría si tan solo una generación fuera criada con respeto y sin violencia?
GLORIA STEINEM
Mar llegó con mucha fuerza en un parto que duró casi dos días, tras un embarazo con preeclampsia (hipertensión específica por embarazo). Una llegada intensa, en la que no hubo tiempo para hacer piel con piel. Yo quería un parto natural, lo pedí, lo intentamos, pero nació por cesárea urgente porque la bebé venía con el pH bajo. Me dijeron que no tenía suficiente oxígeno y que había que sacarla ya. En la cesárea perdí mucha sangre y, en cuanto nació, se la llevaron para estabilizarla. A mí me ingresaron en la UCI, porque necesitaba una transfusión; estuve en reanimación durante tres días.
Este inicio de maternidad fue muy raro a la par que intenso. Me había preparado mentalmente para el mejor de los partos, había buscado opciones muy respetuosas como el parto bajo el agua, imaginaba la lactancia más larga que me pudiera permitir, tenía la bolsa del hospital preparada desde tres meses antes de su llegada... Pero, como pasa muchas veces en la vida, vivimos una historia diferente a la planificada, una llegada diferente.
Toda esta historia tuvo un inicio difícil, pero un final feliz.
Aun así, me siento totalmente agradecida. No me cansaré de dar las gracias a las enfermeras que me cuidaron en la UCI; a mi suegra, que fue muy paciente y me ayudó, tres días después del nacimiento de la bebé, a enganchar la teta por primera vez; a mi marido, también padre primerizo, por todo su apoyo y máxima implicación, y totalmente agradecida a mi madre, que me había criado para afrontar este momento de la mejor manera posible.
Lo que vino después tampoco fue tal como lo había imaginado.
Mi marido y yo empezamos a hacernos muchas preguntas sobre la forma de criar y educar, porque había muchas cosas que no nos cuadraban: ¿Por qué tenemos que dejarla llorar para que se duerma? ¿Por qué tenemos que gritarle cuando nos enfadamos, si es tan pequeña? ¿Por qué tiene tanta energía? ¿Por qué tenemos que dejarla en la guardería con solo cuatro meses de vida? Un cúmulo de preguntas y más preguntas.
No nos gustaban las respuestas. Algunas eran simplemente «porque es así», «porque se hace así y punto».
Esto ocurrió hace más de una década y, aunque hay cosas que han cambiado en la ciudad en la que vivo, otras siguen casi igual en muchos otros lugares.
Aquellas preguntas que nos hacíamos eran como ráfagas de luz para iluminar una forma distinta de criar. Y a continuación venía la madre de todas las preguntas: «¿Cómo lo hacemos? Si dicen que los niños vienen sin manual...».
Por eso considero este libro un manual de crianza, y espero de todo corazón que te ayude en el momento en el que te encuentres en tu maternidad, paternidad o proceso de acompañamiento.
Lo que leerás es el resultado de un camino de varios años de historias personales, profesionales y familiares. El resultado de muchas equivocaciones y aprendizajes.
Quiero destacar la importancia de que nos hiciéramos aquellas preguntas, de que nos preguntáramos si lo que habíamos vivido como hijos era suficiente o si debíamos conocer nuevas formas. Esa fue la semilla para hacer una pausa, para tomar lo que más nos valió en el inicio de nuestras vidas y añadir una nueva mirada.
Antes de continuar, no quiero dejarte con un mal sabor de boca por mi parto. Si estás esperando tu primer bebé, al segundo o al siguiente, quiero contarte que el nacimiento de mi segunda hija fue como un cuento: un parto natural después de una cesárea. El parto duró solo seis horas, incluyendo el contacto piel con piel que me había perdido la primera vez. Una bebé que llegó con la crianza positiva debajo del brazo.
Pero nosotros teníamos menos manos de las que necesitábamos y más demanda de la que nos habían contado; esa era la historia que estábamos a punto de iniciar con la llegada de nuestra segunda hija. Ahora bien, si echara la vista atrás hacia esta parte de mi vida, no cambiaría nada, lo dejaría todo igual, con sus puntos y sus comas, porque esas vivencias fueron la semilla de lo que somos hoy.
A ti te pasará igual, tendrás vivencias que en su momento no entenderás, te preguntarás «¿por qué a mí? Esto es injusto, no lo merezco». Espero de todo corazón que encuentres la enseñanza que te transmita esa situación; si no es el caso, ya la encontrarás.
Ya te conté el origen de mi historia con la crianza positiva, lo que me movió a buscar algo distinto, pero permíteme que me detenga en los peldaños de la escalera que he ido subiendo hasta escribir este libro para ti.
Aunque me gradué como ingeniera informática, con la llegada de mi maternidad empecé a leer libros sobre crianza. Me llegaron libros adecuados y libros no adecuados, pero eso lo supe después. Recuerdo haber leído un libro sobre el sueño que proponía dejar a los bebés llorando; no lo recomiendo. En cambio, el libro de Carlos González sobre lactancia me encantó.
Como siempre me ha gustado estudiar, cuando mi hija mayor tenía dos años decidí apuntarme a un taller sobre la pedagogía Montessori; quería saber qué era. Leí que María Montessori había estudiado medicina y también se había sumergido en la antroposofía y la filosofía, algo nada habitual para su época; de hecho, fue una de las primeras médicas de Italia.
La vida de esta mujer fue increíble. Trabajando en psiquiátricos de Roma, decidió tratar a niños que no tenían buen rendimiento escolar. Investigó hasta desarrollar recursos para ayudarlos a aprender; de ahí surgieron los conocidos «materiales Montessori». Este mundo me pareció fascinante y abrió la puerta a un camino que aún sigo transitando.
Leer sobre la vida de Montessori me animó a cursar estudios universitarios de educación activa mientras seguía trabajando como ingeniera. Un día, una compañera me dijo que ese fin de semana iría a formarse en disciplina positiva. Al siguiente fin de semana de clases, me dijo que yo también debía hacerlo, porque estaba segura de que me gustaría. Acertó, y le agradezco enormemente su consejo.
Me formé en disciplina positiva como madre, para descubrir y aprender, pero el camino de la crianza y el paso de los años me abrieron una nueva ventana que trajo consigo nuevas formaciones. La disciplina positiva es muy conocida hoy en día, y se habla mucho de ella en las redes sociales. Yo misma imparto talleres para familias y acompañantes, y sé que cada día llega a más rincones del planeta. Es una gran noticia, pero no creas que con cinco consejos se puede cambiar la crianza, porque se necesita tiempo y presencia.
Llevada por mi hambre de conocimientos acerca de esta nueva forma de entender la infancia, no me conformé solo con conocer la pedagogía Montessori, sino que quise acercarme también a la pedagogía Waldorf, y me llevé una gran sorpresa. Recuerdo cuando asistí como alumna a una formación en una Escuela Waldorf y me llevé la impresión de que era como estar en la casa de una abuelita. También me sorprendió que los más mayores aprendieran matemáticas con el movimiento, haciendo multiplicaciones con las palmas de las manos y con algunos ritmos. Además, dedican tiempo a los oficios, como preparar pan, trabajar la madera, tejer... Todo con el objetivo de ir desarrollando destrezas para la vida, además de la conciencia del propio ser y de sus ciclos. Esta pedagogía basada en las investigaciones de Steiner, que planteaba una mirada holística del niño, era muy diferente a todo lo que conocía.
También me formé en Comunicación No Violenta (CNV), que fue una de mis llaves hacia la crianza positiva, y es un tema en el que no dejo de profundizar.
Unos años después, me fui a Italia, a Reggio Emilia, pueblo conocido por el enfoque que lleva su mismo nombre, para conocer de cerca cómo los niños desempeñan un papel activo en la construcción de su propio aprendizaje. El enfoque Reggio, asociado al uso de luces y espejos de colores, materiales como el papel y la piedra, y, sobre todo, el asombro del niño como motor y el ambiente como tercer maestro, abre un mundo de posibilidades para aprender con un programa muy alejado del currículum tradicional.
Como en la película El Mago de Oz, seguí caminado de la mano de los aprendizajes ya ganados, pero quise buscar una formación con evidencia científica, y así llegué a un taller introductorio sobre psicología adleriana,* la teoría de Alfred Adler con la que llevo trabajando varios años; de hecho, me formé a nivel universitario como asesora adleriana, profesión con la que sigo orientando a familias hoy en día.
El camino formativo que inicié para crecer como madre me llevó a crear mi propia empresa, mi tercer hijo, que quizá conozcas con el nombre de Babytribu, el espacio que me ha permitido llevar el mensaje de la crianza positiva a miles de familias de más de diecisiete países con ganas de aprender y mejorar la relación con sus hijos.
Permíteme que a partir de este momento empiece a hablarte de la crianza positiva y realista. Una crianza para la vida.
La mayoría de los padres que se interesan por estos enfoques suelen confundir estos dos conceptos, así que vamos a aclararlos rápidamente. La disciplina positiva se nutre principalmente de la psicología adleriana y ha ido creciendo de la mano de Jane Nelsen y Lyn Lott, mientras que la crianza positiva, además de nutrirse de la psicología adleriana, también lo hace de la teoría del apego, de la Comunicación No Violenta de Marshall Rosenberg y de la mirada de las distintas pedagogías que conforman la educación activa, como la pedagogía Montessori, la pedagogía Waldorf y el enfoque Reggio Emilia, entre otros. La crianza positiva es un enfoque más amplio.
La crianza positiva se sustenta en la psicología adleriana, así que en el capítulo siguiente nos adentraremos en ella.
Imagínate una cuerda fina y pequeña, como el cordón de un zapato. Si puedes ir a buscar una cuerda real, mejor. Tanto si tienes la cuerda como si te la estás imaginando, sujétala con las dos manos. Junta las manos todo lo que puedas, casi sin dejar espacio entre ellas. Los dos puntos de sujeción están casi juntos.
Esta visualización representa el inicio de la crianza: juntos, muy juntos.
Ahora, mantén una de tus manos fija en el mismo punto mientras empiezas a alejar la otra mano poco a poco. Al principio, este movimiento será casi imperceptible, pero una de las manos se estará alejando de la otra cada vez más, hasta llegar a un punto en que ambas manos seguirán sujetando la cuerda, pero ya estarán más separadas.
Este será el camino natural de la crianza: ir soltando poco a poco.
Cuando hablo con las familias sobre este tema, si tienen niños pequeños, eso de soltar lo ven como algo muy lejano. La crianza en edades tempranas suele ser intensa, parece que falta mucho tiempo para que llegue el momento en que los hijos hagan cosas solos, pero un buen día se prepararán ellos mismos el desayuno, nadarán en una piscina grande y profunda, bajarán solos a la calle o se irán de fiesta con sus amigos. Todo llega.
Al inicio de la crianza, los padres y las madres vemos eso como si faltaran años luz, pero no es así. El tiempo pasa muy rápido, y cada minuto con ellos es una oportunidad para capacitarlos para futuros retos. Con cada cosa que hacemos, con cada paso de crianza positiva que aplicamos, estamos preparando a nuestros hijos para lo que está por venir.
No te asustes, esta es la línea natural y, si sigues las pautas de la crianza positiva, puede que los resultados te sorprendan muy gratamente.
Una pauta general de la crianza positiva es que los padres actuamos como lo haría un entrenador deportivo, que anima, motiva, fija los límites y conduce a objetivos y metas. Como padre o madre, eres el entrenador, pero a la vez eres quien se ejercita en el gimnasio: tienes que dedicarle tiempo e implicación, debes ir con frecuencia, seguir una rutina de ejercicios, no desanimarte si los resultados no llegan tan rápido como esperabas... Hasta que un día, cuando llevas mucho tiempo entrenando, la práctica te cuesta menos y te empieza a salir sola.
¡Qué difícil es la práctica! Muchas familias me dicen: «Conozco la teoría, pero quiero que me salga automáticamente». Aquí mi respuesta siempre es la misma: debes ser persistente y practicar.
Alfred Adler nació en Viena en 1870. De origen judío, fue el segundo de seis hermanos. Era un niño enfermizo. A los cinco años sufrió una neumonía y escuchó que un médico le decía a su padre que pronto moriría; sin embargo, recibió el tratamiento de otro médico y se curó. Justo dos años antes, su hermano menor, con quien compartía cama, había muerto. A ello hay que añadir que fue atropellado dos veces y que también tenía dificultades académicas.
