Historias de cama - Juan Manuel Alsina Milanés - E-Book

Historias de cama E-Book

Juan Manuel Alsina Milanés

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Beschreibung

Con un estilo peculiar, y muy suyo, cargado de imágenes demoledoras, las trece historias de este volumen se construyen sobre cimientos en los que se funden el amor, el sexo, el deseo desmedido; pero también la violencia de sus personajes; cuyos destinos se saben inevitablemente marcados, en muchos casos, por la fatalidad, la decepción y el dolor. La combinación de tragedia y felicidad que el autor nos ofrece en estas páginas logran finas ironías que nos hacen padecer, emocionar o ser cómplices de Apolo, fray Orígenes, Lucía Fonseca, el soldado José Ángel, Serafín; Marcelino, Carmen o Sebastián; todos sumergidos en un mundo de dudas y sueños que Alsina Milanés logra recrear con el habla propia de sus personajes.

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Seitenzahl: 118

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Historias de cama

Juan M. Alsina Milanés

Marcos Antilla /Colección

Ediciones ORTO

2024

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España. Este y otros libros puede encontrarlos en ruthtienda.com

Edición: Ángel Larramendi Mecías

Corrección: Marlene Moreno Sosa

Diseño y programación: José Ángel Valdor Illana

Ilustración de cubierta: Nosotros dos, Eliott Prada González

Epub base 2.0

ISBN: 9789597238539

Ediciones Orto, 2025

Email: [email protected]

Índice de contenido
PALABRAS DEL LIBRO
APOLO
FRAY ORÍGENES
EDITH
EL FRANCOTIRADOR
LA SOSPECHA
LA INFIEL
EL INMOLADOR
EL ESCAPISTA
EL MÁRTIR
INTERCAMBIOS
VUELTA DE PÁGINA
MI AMIGO MARCELINO
LA VENGANZA
EL SEMBRADOR DE ROSAS
DATOS DE AUTOR
Notas al final

PALABRAS DEL LIBRO

Con un estilo peculiar, y muy suyo, cargado de imágenes demoledoras, las trece historias de este volumen se construyen sobre cimientos en los que se funden el amor, el sexo, el deseo desmedido; pero también la violencia de sus personajes; cuyos destinos se saben inevitablemente marcados, en muchos casos, por la fatalidad, la decepción y el dolor.

La combinación de tragedia y felicidad que el autor nos ofrece en estas páginas logran finas ironías que nos hacen padecer, emocionar o ser cómplices de Apolo, fray Orígenes, Lucía Fonseca, el soldado José Ángel, Serafín; Marcelino, Carmen o Sebastián; todos sumergidos en un mundo de dudas y sueños que Alsina Milanés logra recrear con el habla propia de sus personajes.

Escupe sobre su llaga, llaga ulcerada,

tu propia llaga, esa que escondes,

que disfrazas para no percibir el hedor que ella escupe,

para no sentirte sucio, en la fila contraria apartado;

porque la apariencia, bien lo sabes,

es el mejor escudo para vivir entre personas “normales”.

El que no tenga pecado lance la primera piedra.

JUAN 8,7

INMOLACIONES

He decidido girar el timón,

salirme del camino recto

que siempre fui conducido.

GERARDO FERNÁNDEZ, de La falacia

La mariposa revolotea sobre la humedad del charco

y no encuentra manera de beber.

El agua sufre la impotencia de carecer de cuenco.

La mariposa se regodea en la agonía

de contemplar el paso del espejo

y no poder atraparlo ni con su sombra.

JOSÉ LEZAMA LIMA

APOLO

Para Onell

Apolo lanza el guijarro al agua; el rostro muestra abulia, desgano, apatía. Con la veda del antílope la desidia cierra filas; siente el peso de las horas, el bochorno de la inactividad. A veces se llega al bar de los Titanes para emborracharse, fumar material y ver el show de “Calisto y sus Sirentranscon”. Es el día en que amanece en el bosque, tirado en los hierbajos, la cabeza dándole vueltas, el estómago revuelto y hediendo a vómito.

Se sienta en la orilla. La sombra de los sauces lo cubre. Tira otro guijarro. El pelo revuelto, entretejido con hierbas secas; suspira profundo, la cabeza hundida en los hombros, la viva pintura de la obstinación.

Tras el suceso con Dafne es presa de la melancolía. Dejó el trabajo como modelo en la Academia de Artes Plásticas para vender ropa reciclada. Él la amaba sin poder explicarse el por qué. De la noche a la mañana se propuso hacerla suya, pero le jodía la aversión de ella, que le huía como el fuego al agua, tal vez por su fama de picaflor, aunque no fuera para tanto.

Por un tiempo lo animó hacer un agujero en el árbol, penetrarlo sin importarle los rasguños en el pene, a pesar de la prohibición de su padre quien le decía se dejara de esas cochinadas, que era de enfermizos; que buscara una mujer de verdad y sentara cabeza. Mientras poseía al laurel, escuchaba los gemidos de este, similares a los de la mujer cuando pierde la virginidad, hecho para excitarlo y provocarle la eyaculación a borbotones. El árbol, apenas recibía la ofrenda, sangraba del orificio, dejando caer algunas hojas, Apolo las recogía, tejía una corona para cambiarla por vino barato en el bar de los Titanes. Nunca se explicó cuál era el misterio de encontrar el laurel intacto, sin ningún orificio y más reverdecido.

El ritual y las reprimendas de su viejo lo cansaron y optó por rascabuchar a las Náyades. Las putas se bañaban, soleaban y doraban en cueros. En cada ocasión elegía una diferente para dispararle y se escabullía con un blúmer para tener una segunda sección de lo que él llamaba acabarse la mente, las manos y el rabo. Allí también tuvo exhibición gratis de tortilla entre tres y más.

Esas son unas cabronas ninfómanas, le comentó Cupido refiriéndose a estas orgías; me comentaron que hacen videos de pellejos para Minerva y Diana, y estas los alquilan a los Cíclopes y vegetes del Olimpo. Prefiero ir al Café de los Faunos.

Apolo conoce de la pata que cojea Cupido. A ese la singueta le gusta más que la comida. Es maquero, virola y lengüilargo; pero tiene el pico de oro, ahí no hay quien le gane, se cuela por el ojo de una aguja. Siempre trae dinero, ropa de marca y el carcaj lleno de flechas de oro. Con él, hasta ahora, se ha portado franco. Es el que le tira un cabo cuando anda con los bolsillos huérfanos.

Los Faunos brindan buen vino y el mejor queso de todo esto de por aquí, aseguró Cupido; y agregó: son mis socios, consumo con rebajas. Embúllate. Pago la primera noche, le insinuó ayer.

A Zeus no le agrada la juntera con Cupido. Ese elemento no te conviene, la mala reputación le precede, es casquivano y enredador, ahorita andarás de boca en boca. Bastante tienes con lo de Dafne, me vas a matar de disgustos. Apolo hace oídos sordos. Por un socio tira pa´lante. Cupido se ha ganado ese lugar, es ocurrente, siempre con un chiste bajo la manga y la caneca llena en el bolsillo. El ron no le boquiña pero para matar la mona del aburrimiento hasta el casero le viene bien. Al menos logra espantar los demonios pajizos, porque últimamente hasta el culo de las palomas y las ovejas lo excitan. El tiempo de singar yeguas y chivas lo dejó atrás. ¿Y… si voy a lo de los Faunos? Así veo cómo es el ambiente. Quién sabe… A lo mejor…

Se desnuda, se mete al río; la tibieza del agua lo abraza, estimula. ¡Ay, ¡mis Náyades, si las cojo con este trozo!, piensa, la tortilla y el consolador se les va a olvidar. Cuando lo prueben va a hacer cola hasta por Plan Jaba y Discapacitados. Los Faunos tienen un concurso de vergas, le dijo Cupido cuando lo vio orinar la otra tarde, si compites te llevarás el premio, aseveró sin quitarle la vista al tasajo. “Dale alegría a tu rabo Macareno, que al rabo hay que darle alegría y culos buenos”, cantó entre risas.

La calidez del agua le recuerda una vagina acariciándole el pene, frotándoselo. Se le endurece, el glande asoma por encima de la superficie, lo amasa en toda su extensión hasta terminar en los güevos, el pubis afeitado. Pero no voy a matarme, no, dice y a la memoria le llega la voz sonora de Cupido: a lo de los Faunos va gente discreta, hay confianza y seguridad. Tienen un salón de masajes que es lo máximo. Con probar nada se pierde. Apolo frunce el ceño, muestra inseguridad, la curiosidad socava. Sale del agua, se viste y echa a andar.

FRAY ORÍGENES

¿Qué te dirá fray Orígenes cuando le pidas cuentas?

Es fervoroso, de fe inquebrantable, letrado, dispuesto en todo momento a socorrer a quien lo necesite.

Míralo. En su habitual banco, el segundo a la izquierda como tu Hijo, delante del Sagrario, ante Ti, contrito, humilde. Conoces todos y cada uno de sus pecados, –por palabra, obra y omisión–, son rojos como la grana pero Tú los blanquearás y quedarán más blancos que la nieve[1]. Sin embargo, gustas escucharlo, verle rebajado a tan incómoda condición: sumiso, infeliz. Disfrutas al oírle pronunciar sus debilidades. Instauraste el dolor como camino hacia Ti. Tu Hijo mostró la senda, la transitó, se dejó clavar en la Cruz, le abrieran el costado, clamó, quiso sentirte cerca, verte. Es por ello te regodeas en el dolor ajeno, así te sientes centro, terrible guardián.

A fray Orígenes lo creaste concupiscente, desde el vientre de su madre conocías el abismo en el cual caería al primer tropiezo, pero no te importó, lo llamaste a tu servicio. La perfección solo está en ti. Es un fracaso, no te interesa, basta tenerlo en tus filas. Su vida parpadea igual a las velas que chisporrotean en la Capilla, el silencio magnifica el otro silencio: la Noche Obscura de San Juan de la Cruz, es en ella donde las sombras juegan con fray Orígenes. Él juega con el rosario entre los dedos. El rostro le tiembla, su llaga sangra. No tiene alivio. ¿Quién puede tener consuelo cuando se encuentra a mitad del infierno?

Si alguno quiere venir a mí, y no deja a un lado a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, y aun a su propia persona, no puede ser mi discípulo[2], dijiste. Él acudió a tu llamado. No tenía mujer, ni hijos, ni hermanos; tampoco padre. Sí una madre paralítica. PA-RA-LÍ-TI-CA. La abandonó a sabiendas de ser el único sustento económico de la casa. Tuvo cargo de conciencia y lo cubrió con tu elocuente discurso: Deja que los muertos entierren a sus muertos[3]. Lo enviaste lejos del hogar, prometiste cuidar de la madre. Confió. No cumpliste. Olvidaste el detalle. Ella se ocupó de ella misma, hasta donde las fuerzas le permitían, entre la orina, la mierda y comer en el mismo plato donde comía el gato enfermo y babeante. Ves, todos tenemos descuidos. Hasta Tú. ¿Quién perdonará a quién? Ella murió clamándolo, culpándote, renegando de Ti. Fue enterrada por extraños. Tú la enviaste al Seol. Ella es su Cruz. Nunca ha sanado la herida.

Observa cómo mira el Sagrario. Cree firmemente estar hablando contigo, cara a cara, como si moraras en esa casa de metal labrado, bruñido, amparado por ángeles de siete alas, que semejan al espía, dentro del escondite, acechando. El cuerpo empequeñece, se aparenta frágil, desvalido, como niño perdido en el Parque de Diversiones. Mírale, se seca el sudor de la frente. En el gesto va implícito desterrar ideas contra tu voluntad.

¿Castigarás su olvido con la hija de Sonia Ruiz Lamartine? La niña sentada en sus piernas, bonita, cándida e inocente como la madre. Esa madre de senos grandes, apretados, intentando salírseles por el escote, y de cuerpo voluptuoso como Pamela Anderson. La niña inquieta, bañada con el mismo perfume de la madre, intranquila, moviéndose; las nalguitas tocando, restregando lo predecible. Por minutos olvidó era una niña, figuró tener a la madre sentada, libidinosa, provocativa, bella, sonriendo, excitándolo. Le despertó la entrepierna. Nadie supo de la erección. Ni siquiera la niña bonita, cándida e inocente como su madre, Sonia Ruiz Lamartine. El hábito ayudó a ocultar la tumescencia. Se arrepintió, pidió perdón, misericordia, rezó tres rosarios y la Novena a Francisco de Asís. No ha renegado, confía en Ti porque prometiste sostenerlo en las tribulaciones, alejarlo de las tentaciones y cada vez que llegan como el ladrón en la noche, lo abandonas a su propia suerte; de igual forma abandonaste a Jesús en la Cruz.

Virgilio Pérez Cancio, hoy fray Orígenes, desde niño fue víctima de la lujuria. La madre tuvo la culpa. Tenía la cabrona costumbre de dejar la puerta del cuarto abierta mientras gozaba con hombres que no eran su esposo. Virgilito los veía, deseaba experimentar la alegría de la cópula. Él a ciencias cierta no sabía nada; solo ansiaba experimentar. Los niños son curiosos, adoran imitar a los mayores. Se las apañó para robar muñecas de las tiendas. No se puede negar lo hacía con maestría y agilidad. Hasta podría llamarse émulo de Alí Babá, de Caco, de Prometeo. Luego encerrándose en el cuarto fornicaba con las mujercitas de plástico, de goma; imitando a los hombres, sus gestos, sus gritos, sus groserías, sin obtener el resultado deseado. Se decepcionó. Tuviste parte de culpa. Odió a la madre y sus singantes. Lo contó a su padre y este lo premió con la paliza del siglo. Tuviste la culpa por no sellar sus labios.

Tú y su padre tenían conocimiento del proceder de la madre. El padre era proxeneta y marihuanero. Contrataba a los amantes para obtener el dinero de la comida y el vicio. ¿Recuerdas siendo Virgilito adolescente le gritó: Tenías que haber nacido hembra para meterte al negocio, golpeándolo hasta hacerle sangrar por la nariz y la boca ? Esa imagen la tiene grabada. Mira con que furia revienta el rosario, mira cómo seca el sudor de las manos temblorosas, mira el ceño fruncido. ¿Es pecado alegrarse por la muerte de alguien que uno odia? Fray Orígenes se regocijó al recibir la noticia del deceso del progenitor, aun así, lo expuso en su primera confesión.

De olvidos e infracciones se construye la vida, bien lo sabes. Olvidaste darle firmeza para no sucumbir en el onanismo. Su temor e introversión lo convirtieron en un pajoso indisoluto. Temió hacer el ridículo con las chicas del barrio, además, ninguna superaba la belleza de las artistas de Hustler, Triple X y Playboy. ¿Dónde estabas en la época de seminarista? En las clases de Biblia Comparada se masturbaba a costa de la profesora, sor Ángela del Socorro, mujer hermosa, madura, de hábito impecable que le recordaba a Jenna Jameson, Belladonna, Tera Patrick. No fue una vez, sino siete veces setenta. Dejaste a Minos tirarlo al cieno, revolcarse con Francisca de Rímini, Cleopatra, Dido y Lanceloto. Mejor matarme a pajas que estar cogiendo culos de seminaristas, fue su máxima. El pecado de abusar del sexo en solitario es más benigno que en compañía, con hombres, seminaristas, ¿verdad? No puedes negarle esa medalla. Nunca cedió a la sodomía.