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Este libro es una recopilación de los sermones que el autor, el Dr. Brian J. Bailey, le predicó a su congregación en sus últimos días de vida y antes de partir para estar con el Señor. Estos sermones conforman lo que él había considerado como las verdades de importancia particular que él quiso dejarle a su amada iglesia; y que concernían temas como el agradecimiento, la humildad, la fidelidad y la esperanza.
Es nuestra oración que estas verdades le animen, lo fortalezcan y lo bendigan.
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Veröffentlichungsjahr: 2025
Homilías Volumen I
Dr. Brian J. Bailey
Título original en inglés: “Homilías Volumen I”
©2013 Brian J. Bailey
Versión 1.0 en inglés
Título en español: “Homilías Volumen I”
©2025 Brian J. Bailey
Versión 1.0 en español
Traducción al castellano: Marlene Z., Honduras, 2025
Diseño portada frontal: © 2013 Zion Fellowship, Inc.
Imagen portada frontal usada con permiso © 2013 Marcos B.
Segunda impresión enero 2015 en los Estados Unidos de América
Todos los derechos reservados
Todas las citas bíblicas de este libro están tomadas de la versión Reina-Valera en su revisión de 1960 © Sociedades Bíblicas Unidas, a menos que se indique lo contrario.
Publicado en formato e-book en 2025
En los Estados Unidos de América.
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Zion Christian Publishers
Un ministerio de Zion Fellowship ®
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Waverly, New York 14892
Teléfono: 607-565-2801
Fax: 607-565-3329
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www.zionfellowship.org
ISBN versión electrónica (E-book) #979-8-89159-029-8
Quisiéramos extender nuestra gratitud al equipo editorialpor su diligencia, creatividad y excelencia en la compilación de este libro para la gloria de Dios—Carla B., Barbara F., Elizabeth H., Mary H., el pastor David K., Hannah S., Leslie S. y Suzanne Y.
La definición de homilía que el diccionario da es un sermón o discurso moral solemne. Se deriva del vocablo griego homolia, que significa “conversar o instrucción”. Es el desbordamiento del corazón del pastor hacia su congregación.
Este libro consiste básicamente de una colección de sermones que el autor, el Dr. Brian J. Bailey, le predicó a su congregación en sus últimos años de vida. Él predicó fielmente estos sermones desde su silla de ruedas cada domingo, hasta sus últimas semanas de vida. El autor partió a su hogar celestial el 11 de junio de 2012, para estar con el Señor, y es extrañado enormemente.
Este libro incluye algunos de los sermones finales del Dr. Brian J. Bailey, los cuales reflejan lo que él consideraba como verdades importantes que él le quería dejar, particularmente, a su amada iglesia. En estos sermones, él comparte su corazón acerca de lo que él sentía que Dios haría a través de las vidas de los creyentes. Nos hemos tomado la libertad de incluir también material de algunos de sus sermones anteriores, los cuales discurren acerca del mismo tema. Nuestra oración es que estas verdades prácticas preciosas sean de bendición a su vida.
Ciertamente la gratitud es una virtud muy importante. Había tres razones principales en el Antiguo Testamento del por qué se les exhortaba a los santos del Antiguo Testamento a que dieran gracias al Señor:
1. Porque Él es bueno
2. Porque Su misericordia es para siempre
3. Por la memoria de Su santidad
En 1 Crónicas 16:34 dice: “Aclamad a Jehová, porque él es bueno; Porque su misericordia es eterna”. Este pensamiento se repite en Esdras 3:11 durante el tiempo de la Era de la Restauración cuando el Señor provocó el regreso de los hijos de Israel del cautiverio de Babilonia: “Y cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y diciendo: Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo aclamaba con gran júbilo, alabando a Jehová porque se echaban los cimientos de la casa de Jehová”. El rey David vuelve a tomar el tema en los Salmos: “Alabad a Jehová, porque él es bueno, Porque para siempre es su misericordia” (Sal. 136:1).
Contemplemos la bondad del Señor. Es importante estar conscientes de Su bondad. Queremos tener una sensibilidad santa que nos permita ver en cada ocasión la manifestación de la bondad de Dios. En caso contrario, iremos por la vida con ceguera espiritual, y sin darnos cuenta de lo que Dios está haciendo.
Si estamos alertas espiritualmente, no hay necesidad de mirar tan lejos para ver la bondad de Dios. Quizá, a manera de ejemplo, experimentamos Su poder guardándonos en algún accidente en la cocina o mientras conducíamos el vehículo. Desde la niñez se nos enseña a darle gracias al Señor al sentarnos a la mesa a comer. Para algunos, esta costumbre podría ser simplemente solo una ceremonia, y quizá solo por hábito oran antes de comer. Pero, cuando se han atravesado tiempos de escasez de alimentos, se comienza a agradecer mucho la provisión de Dios.
Jesús dijo en Mateo 5:43-48: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.
Hasta cierto punto, aquí podemos ver que Dios es bueno con los buenos y los malos. La bondad es como la luz que resplandece desde el Salvador. La luz toca a todos. De la misma manera, queremos que la bondad de Dios esté en nosotros para que, como una luz, resplandezca desde nosotros, tocando a los buenos y a los impíos.
Queremos estar continuamente agradecidos por la bondad de Dios. Si, espiritualmente, estamos más en sintonía, veremos Su bondad en operación, aun hasta de maneras insignificantes. No queremos estar enceguecidos a Su bondad; queremos reconocer Su bondad y devolverle gratitud. La gratitud regocija el corazón de Dios. Cuando Jesús sanó a los diez leprosos y solamente uno regresó para darle las gracias, Él dijo: “[…] ¿No son diez los que fueron limpiados? […]” (Lc. 17:17). Una clave para ser agradecidos es mirar la bondad de Dios.
La siguiente razón por la que se les exhortaba a los santos del Antiguo Testamento a darle gracias a Dios era porque Su misericordia es para siempre. Reconocemos que no somos perfectos en lo absoluto, y que tenemos que clamar a Dios por Su misericordia. Sabemos que fueron nuestros pecados los que provocaron las cicatrices de los clavos en Sus manos, y que separados de Él, nada que tenga valor eterno podemos hacer.
La misericordia es muy interesante. Es algo que no merecemos. A decir verdad, la misericordia es tan preciosa que, el ejercer misericordia (y, por lo tanto, revertir la ley), es una prerrogativa reservada para el jefe de estado{1}. Nadie puede cuestionar esa decisión. Yo recuerdo que cuando Hong Kong era una colonia británica, se sentenció a muerte a cierto individuo por homicidio. Su apelación contra esa sentencia fue denegada por la Corte de Apelación del Gobernador. No obstante, él apeló a la Reina, quien pensaba de manera diferente, y ella conmutó la sentencia impuesta. La misericordia le pertenece al jefe de estado.
El Señor dijo en Éxodo 33:19: “[…] Y [Yo] tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente”. Él no les muestra a todos misericordia. Podemos ver esto en la manera como Él trató con el rey Saúl y con el rey David. Dios eligió mostrarle misericordia a David, quien, quizá a los ojos del hombre mortal, cometió pecado de extrema gravedad, aún más que Saúl. En Su soberanía, Dios eligió mostrarle misericordia a David, porque él tenía un corazón en pos de Dios, y se mostró arrepentido verdaderamente.
En Salmos 136, tenemos todo un salmo dedicado a la acción de gracias por las misericordias de Dios. Proporciona muchas razones por las que deberíamos agradecer a Dios por Su misericordia, comenzando por la creación y enumerando algunos de los muchos tratos de Dios con los hijos de Israel. Aquí vemos actos específicos de la misericordia de Dios en los que Él destruyó a los enemigos de Israel. Cuando Dios pelea por nosotros en contra de nuestros enemigos, es un acto de misericordia. Él les muestra misericordia a los vasos demisericordia, y no a los vasos de ira.
¿Cómo nos convertimos en un vaso de misericordia? Romanos 9:23 habla acerca de los vasos de misericordia que son preparados por Dios para gloria. El recibir misericordia puede ser un asunto de cosechar lo que sembramos. Jesús dijo: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt. 5:7). En cambio, Faraón fue establecido como un vaso de ira, porque continuó endureciendo su corazón. (También ver Mt. 18:23-35 en la parábola del siervo que no perdonaba). ¡Cuán importante es ser un recipiente de la misericordia de Dios! En situaciones que son enormes para nosotros, podemos clamar a Dios para recibir de Su misericordia, y pedirle que se haga cargo de nuestros enemigos o de nuestras circunstancias.
Otra ocasión en la que necesitamos la misericordia de Dios es cuando fracasamos. No tenemos ningún “derecho” de recibir nada de parte de Dios, y solamente podemos clamarle para recibir de Su misericordia. También Dios nos revela Su misericordia cuando nos mantiene en Su senda. Cuando considero los años que han pasado y a la gente que yo conocía o de la cual yo sabía, y al ver cuántos se han desviado, se han detenido o retrocedieron en su caminata con Dios, y empero que yo los consideraba como mejores que yo; pero, estoy agradecido con Dios por la misericordia con la que Él me ha guardado.
Queremos caminar en una actitud de humildad, clamándole a Dios por misericordia, y agradeciéndole por esa misericordia. En lo natural, cuando un niño nos agradece por algo que le hemos dado, lo que se quiere es darle alguna otra cosa más. Asimismo es cómo Dios se siente. Aquel leproso que regresó para agradecerle recibió una bendición adicional; fue restaurado completamente: “Y [Jesús] le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado” (Lc. 17:19). El agradecerle a Dios por cosas que Él ha hecho por nosotros, abre Su corazón y Su mano para volvernos a bendecir.
La tercera razón por la que se les dijo a los israelitas de antaño que alabaran y agradecieran a Dios fue por la memoria de Su santidad. Salmos 30:4 dice: “Cantad a Jehová, vosotros sus santos, Y celebrad la memoria de su santidad”.
Vivimos en un tiempo cuando el Mal a nuestro alrededor va aumentando. Muchas naciones le han dado la espalda a Dios, incluso han cambiado sus leyes, las cuales están en contradicción a las leyes de Dios. El Señor me dio una visión en la que me mostró que se acercaba una inmensa ola de color dorado; era una ola de justicia. Se levantaba a contrarrestarla una ola negra de impiedad. En la visión, vi que las dos olas se encontraban. El Señor dijo: “Esto está sucediendo a nivel mundial. El Mal se está levantando para resistir la ola dorada que trae el avivamiento”. Es importante que oremos porque haya avivamiento en estos tiempos.
Entre tanto todo esto sucede, podemos agradecerle a Dios que Él es santo, que Él es separado del pecado, que es diferente al impío. También, Él traerá justicia. El apóstol Pedro vivía durante el tiempo del Imperio romano, cuando los emperadores en su mayoría eran hombres impíos. Sin embargo, así como Abraham que: “[…] Esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios […]”, Pedro dijo: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”. (Ver He. 11:10 y 2 P. 3:13).
Veremos que en el Nuevo Testamento la acción de gracias es elevada de nivel. Existe una diferencia entre la acción de gracias en el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. En el Nuevo Testamento la acción de gracias es más personal, ya es un asunto del corazón.
Primera de Tesalonicenses 5:18 dice: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”. Esta es una etapa del desarrollo espiritual en la que agradecemos a Dios por todas las cosas que están sucediendo en nuestras vidas, sean buenas o malas. Cuán a menudo, cuando las cosas no van saliendo según nuestra voluntad, nos podemos sentir tentados a quejarnos. En cada circunstancia difícil tenemos la elección de quejarnos o agradecer a Dios. En lo natural, los bebés lloran y ejercitan sus pulmones; desafortunadamente, eso también es cierto en lo espiritual. En 1 Corintios 3:1 se nos habla de niños en Cristo que se quejan, lloran y murmuran. No obstante, a medida que avanzamos en nuestra vida espiritual, nos damos cuenta de que debemos agradecer a Dios en todas las cosas.
En Efesios 5:20 tenemos un paso todavía más elevado, cuando Pablo dice: “Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. Nosotros podemos agradecerle a Dios en la circunstancia, pero, ¿podemos ir más allá y agradecerle a Dios por la circunstancia, incluso si es algo que no hubiéramos escogido? Allí hay una gran diferencia. Podemos hacerlo porque sabemos que todas las cosas les ayudan a bien a aquellos que conforme a Su propósito son llamados (Ro. 8:28){2}. Por tanto, podemos agradecerle a Dios por el dolor, el sufrimiento y los conflictos. Hasta podemos estar agradecidos por las personas, aunque eso puede ser un desafío en algunas ocasiones. Si miramos en la Palabra de Dios podemos ver que el apóstol Pablo tuvo una victoria tremenda en esta área. Él le agradeció a Dios por cada miembro de la iglesia en Roma: “Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo” (Ro. 1:8). En Filipenses 1:3, él dijo: “Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros”. En 1 Tesalonicenses 3:9, él dijo nuevamente: “Por lo cual, ¿qué acción de gracias podremos dar a Dios por vosotros, por todo el gozo con que nos gozamos a causa de vosotros delante de nuestro Dios”.
Podemos agradecer a Dios en las circunstancias y por las circunstancias. Agradecer a Dios por los santos piadosos es fácil, pero, es otra cosa agradecer a Dios por los cristianos difíciles. Recuerdo que me estaba quedando en un recinto en donde todo iba de maravilla, excepto por una persona. Todos los demás estaban de acuerdo también con que esta persona era problemática. Así que, conscientes de que era lo que debíamos hacer, todos comenzamos a orar para que el Señor sacara a esa persona. Sin embargo, el Señor dijo: “No; no voy a hacer eso. Él está obrando en ti más que los santos piadosos a tu alrededor”. Yo tuve que reconocer que esto era cierto. Tenía que ver a esta persona dos veces por semana, y antes de hacerlo, debía estar “bien orado” para que mi espíritu no fuera provocado. Por esta razón es que podemos ascender al nivel más elevado de agradecerle a Dios por las personas difíciles en una congregación
El apóstol Pablo le dio gracias a Dios por todos los miembros en la iglesia, no solamente por algunos de ellos. Es muy cierto que es Dios Quien le da la congregación al pastor, y a la congregación le da su pastor. Hubo un pastor que clamaba a Dios: “Llénanos de amor”. Luego, el domingo siguiente, cierto individuo asistió a la iglesia. El pastor sintió que esta persona no iba a ser de bien para la iglesia; entonces, iba a dirigirlo hacia otra iglesia.
Pero, esa persona insistió en asistir a esa iglesia. Dicho y hecho, el individuo ocasionó muchos problemas. El pastor le pidió al Señor que lo sacara, pero el Señor dijo: “No. Él producirá en ti un amor verdadero. Es fácil amar al que es agradable, pero ¿qué del que es desagradable?”. Tenemos que darnos cuenta de que Dios coloca a personas en nuestra senda, y que quizá, estas no tienen las mismas actitudes que nosotros; que quizá son bebés en Cristo, y que siempre están teniendo problemas emocionales y quejándose. Pero, podemos darle gracias a Dios porque están desarrollando nuestra vida de oración y realizando una obra en nosotros.
Ahora bien, hay otro nivel de acción de gracias que el apóstol Pablo resalta en 1 Timoteo 2:1-3: “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador”. Para apreciar completamente lo que Pablo está diciendo, debemos comprender los días en los que él estaba viviendo. Él escribía durante la época del Imperio romano; cuyos gobernantes, lo menos que eran era ser piadosos. A decir verdad, eran paganos. Practicaban hechicería, y eran de una moral terrible. Se nos exhorta a dar gracias por todos y en todas partes. Esto incluye a aquellos que no son de la iglesia; aquellos con quienes nos relacionamos cada día. Por ejemplo, podríamos tener que toparnos con un cartero enojado o pueda que tengamos que bregar con un oficial que, lo menos que es, es ser agradable. Pero, debemos dar gracias por todos ellos.
Eso tuvo que haber sido algo difícil, en particular, durante el tiempo de la opresión de los nazis, cuando cristianos como Corrie Ten Boom fueron encarcelados en campos de concentración, y fueron sometidos a toda clase de trato indigno. Ellos debían agradecerle a Dios por sus guardias. Después que la guerra acabó, porque Dios así lo requirió, Corrie Ten Boom tuvo que estar cara a cara con el encargado de esa prisión en particular en donde ella fue encarcelada. Ella pudo haber interpuesto una denuncia contra él, provocando que fuera encarcelado por crímenes de guerra, pero, ella lo perdonó, y le habló acerca de Jesús. Se puede leer un relato conmovedor acerca de su encuentro en su libro: El Refugio Secreto:
“Él extendió apresuradamente su mano para estrechar mi mano. Yo, que en muchas ocasiones le había predicado a la gente en Bloemendaal acerca de la necesidad de perdonar, ahora mantenía mi mano junto a mi costado. A medida que los pensamientos ardían en mí con ira y venganza, pude ver el pecado en ellos. Jesucristo había muerto por este hombre, ¿pediría yo otra cosa más? Señor Jesús, oré, perdóname y ayúdame a perdonarlo.
Traté de sonreír, y luché para levantar mi mano. No podía. No podía sentir nada, ni la más pequeña chispa de caridad o calidez. Entonces, otra vez, entre mi respiración hice una oración en silencio. Jesús, yo no puedo perdonarlo. Dame Tu perdón. Al tomar la mano de este hombre, algo increíble sucedió. Desde mi hombre, una corriente recorrió por todo mi brazo y mi mano, y parecía que pasaba hacia él, y mientras tanto, en mi corazón brotaba un amor por este extraño que casi me abrumaba.
Descubrí que la sanidad del mundo no gira en torno a nuestro perdón o nuestra bondad, sino en la bondad y el perdón de Él. Cuando Él nos dice que amemos a nuestros enemigos, Él nos da junto con el mandato el amor mismo” (Ten Boom, 1971, pp. 261-261).
Dios está requiriendo de nosotros un grado alto de acción de gracias. El que seamos agradecidos nos habilita para cumplir el onceavo mandamiento de amarnos unos a otros. Si agradecemos a Dios por algo, fluirá fácilmente el amor. La gratitud desarrolla el amor. En el Cielo, estaremos alabando y agradeciendo a Dios por toda la eternidad. Pero a la manera que yo lo entiendo, la acción de gracias y las alabanzas mientras estamos aquí en la Tierra tienen mucho mayor valor a los ojos de Dios que las alabanzas y gratitud que le daremos a Él en el Cielo. Y esto es porque en el Cielo esto no involucra ningún sacrificio. Aquí en la Tierra, esto es un sacrificio, y esos sacrificios son muy agradables delante de Dios.
Por tanto, queremos ser personas agradecidas, y elevar ofrenda de sacrificios de alabanza y acción de gracias en medio de toda aflicción y enfermedad. Cuando yo estoy en medio de dolor, pienso en cómo otros están sufriendo peor que yo; y le doy gracias a Dios por haberme bendecido al no sufrir como otros. A decir verdad, en un hospital, estaba en tanto dolor que apenas podía soportarlo. Le dije al Señor: “Puedo soportar tener que estar en el hospital, pero este dolor es insoportable. ¿Lo puedes quitar?”. Luego, al abrir mis ojos, vi Su mano extendiéndose, y al tocar Su mano, Él me quitó el dolor. Pero hay otros que no tienen el privilegio de conocer al Señor, y no pueden pedirle que les quite el dolor. Pero el Señor fue misericordioso conmigo, y le estoy agradecido. Puedo tener una enfermedad terminal y estar muy limitado, pero quiero que usted sepa que soy un hombre muy contento y agradecido. La gratitud me ha capacitado para triunfar en esta situación.
Ser agradecidos por las cosas que damos por hecho
