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Damián Ruiz había trabajado más de treinta años en diferentes fuerzas del orden. Ahora estaba retirado y poseía una agencia de investigaciones. Su vida transcurría tranquilamente hasta que un día recibió una llamada muy importante. Su sobrina Laura había desaparecido.Inmediatamente su instinto le dijo que ya era tarde, que la tragedia estaba por ingresar a sus vidas con una fuerza implacable.Por esto, emprende el difícil camino de encontrar y capturar a un ser cruel e inescrupuloso, tejiendo un rompecabezas lleno de enigmas y sorpresas, donde el pasado se mezcla con la realidad.Un camino donde no habrá piedad ni misericordia para el culpable, donde sólo la muerte podrá aplacar el odio que se le ha incrustado en lo más hondo de su corazón.
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Seitenzahl: 254
Veröffentlichungsjahr: 2019
Eguiazu, Jorge
Inocencia / Jorge Eguiazu. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2019.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: online
ISBN 978-987-87-0102-8
1. Narrativa Argentina. 2. Novela. I. Título.
CDD A863
Esto libro nace gracias a la idea de una propaganda de televisión.
La misma decía que toda persona debería en su vida hacer tres cosas. Plantar un árbol. Escribir un libro. Tener un hijo.
Lo primero es fácil. Lo segundo está aquí.Espero que algún día pueda concretar lo tercero.
Agradecimientos
A mi tía Lizzie E. y a mis primas Agustina y Lucila L. por realizar las correcciones y por darme el apoyo para seguir escribiendo y por creer en mí. Y principalmente a mi padre y madre por haberme dado la vida.
Nota del autor
Esta es una obra de ficción. Todos los personajes son imaginarios. Toda concordancia con la realidad es pura coincidencia. No existe en la obra ningún hecho sobrenatural, puede ser creíble como un hecho de la vida real.
Prólogo
Las letras y los números danzaban en su cabeza. Eran un torbellino de figuras indescifrables que se burlaban de ella y le generaban nauseas. Todo era su culpa. No había estudiado lo suficiente para aprobar el examen.
Laura López era una chica de dieciséis años nacida en una familia rica que vivía al sur de la ciudad de Córdoba. Su padre era un flamante abogado de una importante firma que se dedicaba exclusivamente a casos de divorcios. En ese entonces había más divorcios por día que accidentes automovilísticos.
Su madre había muerto al dar a luz a su hermana Clara de once años por lo que sus recuerdos hacia ella eran como pequeños haces de luz que se extinguen con el tiempo.
Ella era muy bonita, había heredado los rasgos de su madre, la cual en su juventud había sido modelo y posado para las más importantes revistas del mundo. Su pelo era de un color rojizo que atraía la atención a cualquier persona que lo viera y gracias a su forma ondulada daba la sensación de que éste estaba vivo y se parecía al fuego.
Su cuerpo estaba en buena forma, debido a las horas de gimnasia que su instructor le daba en una de las salas de la gran mansión que poseía su familia. Medía un metro setenta y poseía unas largas y delgadas piernas. En la cara tenía algunas pecas que le daban un cierto aire de sensualidad.
Siempre fue una buena chica, estudiaba mucho y se esforzaba por superarse siempre un poquito más. Iba a misa todos los domingos junto a su familia y ayudaba a la gente siempre que podía.
Un día conoció a Ariel. Era un chico que le presentaron en una fiesta de navidad en casa de sus tíos. Tenía dieciocho años y era uno de los mejores nadadores del equipo olímpico de su escuela, por lo que tenía buen físico e impresionaba a todas las chicas.
No se entendía bien la relación que existía entre ambos, pero Laura creía que estaba enamorada y se estaba preparando para perder la virginidad con él.
Pero el caso es que esto estaba estropeando sus notas en el colegio y por eso tenía esa sensación en el momento del examen.
Este hecho sería un problema con su papá y no sabría cómo explicarle la situación ya que él no estaba enterado de la relación que tenía con Ariel.
Los minutos pasaban y se acercaba el final del examen y Laura solo continuaba desorientada y pensando en alguna excusa para no preocupar a su padre. Pero era imposible, solo existía la posibilidad de contarle todo y pedirle perdón.
Luego de finalizado empezó a guardar sus cosas en la mochila, la cual había sido un regalo de su abuela. Se despidió de su maestra y sus compañeras y se dirigió al baño de mujeres.
Al entrar fue directamente a un cubículo y al cerrar la puerta pasó unos minutos sollozando hasta que no le quedaron más lágrimas.
Era hora de enfrentar la verdad con su padre. Se mojó la cara con agua y salió a la calle.
Su casa quedaba a unas ocho cuadras de la escuela por lo que siempre volvía caminando sola, a pesar de los intentos de su padre de querer enviar a un chofer a buscarla. Ella decía que ya era bastante grande y responsable para volver sola.
Para llegar a la casa había que cruzar un parque que poseía un pequeño lago en el medio. Éste estaba lleno de árboles y plantas cuidadosamente arregladas por varios jardineros y empleados de la municipalidad.
El día anterior unos vándalos habían roto casi todas las farolas del parque por lo que el lugar parecía algo tenebroso cuando empezaba a oscurecer y peor aún al caer la noche.
Eran las siete de la tarde y ya estaba oscureciendo. Empezó a caminar directo al lago para cruzar un pequeño puente de madera que servía de nexo entre las dos orillas del mismo. Aunque no era profundo daba la sensación de serlo porque era de un color azul muy intenso, casi negro, hasta parecía petróleo.
En ese momento no había ninguna persona a la vista, todo lo contrario que algunas horas antes cuando había ingresado al colegio, donde el parque parecía cobrar vida, lleno de chicos jugando por todos los lugares del mismo y alguna que otra persona mayor leyendo el diario o caminando de un lugar a otro.
Laura se estremeció, sintió una sensación de frío en su nuca que fue bajando por todo su cuerpo. Pensó que no debería haber ido a llorar al baño pero ahora no había vuelta atrás. Se había hecho muy tarde. Su padre estaría preocupado.
Caminaba dando pasos cortos y en silencio. Solo se escuchaba el ruido de los insectos y el de patos que nadaban en el lago.
Todo el lugar parecía quieto, como sacado de una foto antigua, de esas que están en blanco y negro. Se estremeció de nuevo, esta vez con más fuerza que antes.
De pronto Laura tuvo miedo, no sabía qué pero presentía que algo no encajaba, que algo andaba mal.
Creyó distinguir una sombra a su derecha escondida entre dos árboles detrás de unos arbustos, por lo que su miedo se acrecentó. El corazón le latía como si fuera una locomotora en su máxima velocidad.
— ¿Quién anda ahí?—preguntó Laura.
No hubo respuesta. Sólo siguió escuchando a los insectos, que a medida que se acercaba la noche parecía que se multiplicaban cada vez más.
Se dijo que tenía que calmarse, que había sido una ilusión, un espejismo, producido tal vez por los pensamientos hacia su padre, a lo mejor producto de su imaginación por tanto estrés que tenía en ese momento.
Se serenó un poco y siguió su camino, aunque seguía pensando, en su subconsciente, que sólo se calmaría cuando llegara a su casa, aunque ello significaba el encuentro con su padre.
De pronto oyó un ruido. Parecía como el de una ramita al quebrarse bajo un gran peso, como el de un ser humano.
Otra vez volvió el estremecimiento y sintió una gota de sudor frío que le recorría por la espalda. Esta vez puso todos sus sentidos alertas y apresuró el paso.
Llegó al puente y lo cruzó rápidamente, sintiéndose vulnerable al hacerlo, sintiendo que alguien la espiaba, que la acechaba, que corría peligro.
Al llegar al final del puente se paró en seco. Vislumbró un pequeño puntito de luz detrás de unos arbustos. Seguramente era un cigarrillo prendido, aunque el mismo desapareció en un instante.
Su cerebro pensaba muy rápidamente y decidió no cruzar el parque y volver por donde había venido, llamar a su padre desde una cabina telefónica para que la vaya a buscar y volver a su casa tranquilamente.
Dio media vuelta y empezó a caminar, pero la sensación no desapareció, sino que aumentó.
Tuvo la idea de mirar hacia atrás cuando estaba en el medio del puente, y su miedo se transformó en terror cuando vio a un hombre que la seguía.
Pero eso no fue lo que más la preocupó, ya que la mirada de aquella persona estaba cargada de un odio sin límites, sus ojos rojos de ira parecían los de un drogadicto en su más alta agonía.
Sin pensarlo dos veces giró y empezó a correr.
—Me ha descubierto—pensó el hombre—pero no se me escapará.
Laura corría con todas sus fuerzas, produciendo un ruido fuerte sobre el puente de madera, provocando alteración en el hábitat de los patos que nadaban plácidamente.
Al llegar al final del puente se oyó un ruido, parecido al de un silbido, y sintió un leve pinchazo en el muslo posterior de su pierna derecha, pero Laura ni se dio cuenta, sólo siguió corriendo, pensando únicamente en salir del parque.
Luego de tres o cuatro pasos empezó a perder las fuerzas, sentía que le fallaban sus piernas, se dio cuenta de que no habría forma de escapar de aquel hombre.
Empezó a tropezar hasta caerse. Todo su mundo se estaba oscureciendo. Lo último que vio fueron esos ojos rojos llenos de ira y en ese último segundo pensó en que le depararía el destino y en su padre.
Capítulo Primero
El Cuerpo
1
Estaba perdiendo la paciencia. La preocupación aparecía en su cara como nunca antes lo había hecho. Ni siquiera cuando desarrollaba un caso muy importante como el de la semana anterior.
Mariano López estaba desesperado, algo en su interior le decía que había ocurrido algo fuera de lo normal. Su instinto le indicaba que era así, y eso era mucho, ya que los largos años de experiencia le habían ayudado a desarrollarlo de una manera sorprendente.
Tenía que tranquilizarse, sólo habían pasado tres horas desde la finalización del horario escolar y Laura no había vuelto a casa.
Si no fuera por Clara que lo convenció de que era muy pronto para llamar a la policía ya lo hubiera hecho.
Decidió esperar una o dos horas más, sabiendo que serían interminables y sintiendo que eran una pérdida de tiempo.
Debería haber insistido en que dejara que la vaya a buscar Pedro — dijo Mariano — para eso se le paga al chofer.
Clara lo miraba, nunca había visto así a su padre.
Vamos a llamar a sus amigas para averiguar si está en alguna casa o si la vieron por algún lugar—declaró Mariano.
Clara, en silencio, buscó la libretita donde figuraban los teléfonos de todos los conocidos de la mansión y empezó a discar y a preguntar. Lo hacía de forma discreta, de manera de no llamar la atención y perder tiempo dando excusas o explicaciones.
Luego de casi veinte minutos de intentos la lista telefónica se redujo a cero.
Mariano caminaba de un lugar a otro dentro del gran salón de la planta baja de la mansión. Por los amplios ventanales se observaba como la noche engullía el paisaje. Ya era muy tarde y la preocupación iba en aumento de una forma muy acelerada.
—Lo siento, papá. No he tenido suerte con los llamados. No ha estado en ninguna de las casas de sus amigas y ninguna la ha visto, aunque mencionaron que se veía algo rara en el examen de hoy.
Al escuchar esto, Mariano no aguantó más y tomó el teléfono. Después de varios tonos una voz se comunicó con él.
—Departamento de policía. Habla el oficial Pérez. ¿En que lo puedo ayudar?
2
Ya habían pasado dos días desde la desaparición de Laura y aún no había ninguna pista sobre su paradero. La policía estaba investigando el hecho y todavía estaban a la deriva.
Creían que la chica se había escapado con algún noviecito o algo por el estilo. Se basaban en que era como la moda del momento de los adolescentes, que creían que ya eran mayores y estaban preparados para enfrentar el mundo. El noventa y cinco por ciento volvían a casa luego de tres o cuatro días implorando perdón y asegurando que no lo volverán a hacer.
Mariano no creía en esto, conocía a su hija como si él mismo la hubiera parido, en especial teniendo en cuenta que había sido padre y madre desde que ella tenía cinco años.
Su deber de padre le decía que tenía que hacer algo. No debía esperar que la policía lo haga. Siempre estaban ocupados. Éste pensamiento se debía a que siempre escuchaba historias de sus colegas de la firma de abogados sobre casos de ineficiencia policíaca o historias de casos cerrados por falta de pruebas o por hechos que no tenían sentido.
La pegunta era — ¿Qué podía hacer?
Su cerebro buscaba con locura una respuesta hasta que por fin se le ocurrió algo.
La respuesta era simple. Debía llamar a Damián.
Damián era su medio hermano. Él era hijo de la madre de Mariano pero no era hijo del mismo padre. Vivía en Buenos aires y tenía una pequeña agencia de investigación.
En sus tiempos había trabajado para el gobierno pero ahora estaba retirado y se dedicaba exclusivamente a la investigación privada. Todavía tenía contactos por todo el país por lo que sería útil para encontrar a Laura.
Sin pensarlo dos veces cogió el teléfono y marcó a larga distancia y pidió que le comunicaran con Damián. Después de unos segundos se oyó una voz ronca, cargada con años de fumar cigarrillos Philip Morris.
—Habla el detective Damián. ¿Quién me busca?
—Damián, soy yo, Mariano, te necesito, Laura desapareció y la policía no hace nada para encontrarla y mi instinto me dice que pasó algo malo.
—No te preocupes. Tomo un avión y voy para allá lo más rápido que pueda. La encontraremos. —Y Damián cortó la comunicación.—
Mariano hizo lo mismo y sintió que empezaba a tener esperanzas pero en el fondo de su ser presentía que ya era muy tarde.
3
El avión de pasajeros aterrizó sin problemas en el aeropuerto de Córdoba. El viaje que realizó Damián fue muy placentero, incluso logró sacarle el número telefónico a una azafata rubia que no dejaba de mirarlo.
Aunque era un agente muy responsable y no dejaba que otros asuntos se mezclaran con su trabajo poseía una debilidad muy peculiar. Era bastante mujeriego, por lo que en su vida nunca tuvo una relación firme con alguna mujer. Todas eran pasajeras, del momento.
Tenía casi cincuenta años. Su pelo ya vislumbraba pequeños mechones de color blanco plateado.
Estaba en muy buena forma gracias al tedioso ritual de tres horas de ejercicios aeróbicos y pesas que realizaba cuatro días a la semana por la mañana, si es que no estaba de viaje.
Hacía como dos años que no veía a Mariano, aunque de vez en cuando hablaban por teléfono. Además se enteraba de cosas de él cuando aparecía un artículo en el diario que hablaba de sus logros como abogado.
Damián era el padrino de Laura por la que sentía un profundo cariño, en especial porque ella siempre le decía que era el mejor tío del mundo y que lo quería muchísimo.
Cuando sus pies tocaron el suelo del aeropuerto sintió que extrañaba la ciudad, que había pasado mucho tiempo desde la última vez que había venido, justamente cuando era el cumpleaños de Laura. Le había regalado una cadenita de oro con la cruz de Dios que había comprado en una joyería de Madrid.
Sus pensamientos dieron un vuelco grande ya que desde la llamada de Mariano no había pensado que el tema podría ser muy serio y se juró a si mismo que si le había pasado algo a su sobrina alguien la pagaría muy caro.
Luego de pasar los controles rutinarios del aeropuerto se dirigió a la calle y pidió un taxi. Le dio la dirección de la mansión al chofer y esperó a que llegara a la misma.
4
La mansión era una casa majestuosa, digna de envidiar. Tenía un jardín inmenso delante de la casa lleno de todo tipo de flores, de todos los colores, dando la sensación de vida, de alegría.
En el centro estaba construida una fuente de agua con una estatua de un angelito desnudo que derramaba el líquido de un jarrón en sus manos.
La mansión era una casa de tres plantas, cuidada por seis criadas. Demasiada grande para un padre y sus dos hijas, decía la gente, pero Mariano decía que al seguir viviendo en la misma todavía sentía a su esposa deambular por todos los rincones del hogar.
Damián le pagó al taxista y le dio una buena propina, luego se bajó del vehículo y se dirigió a la casilla de entrada de la casa custodiada por un guardia de seguridad.
—Le podría decir al Señor Mariano que está aquí su hermano Damián, por favor.
El guardia de seguridad se introdujo en la casilla y por el vidrio de la ventana Damián observó como éste hablaba por un teléfono portátil.
—Lo está esperando, Señor Damián. —Dijo el guardia—Puede pasar.
5
El pensamiento de Damián fue que Mariano había envejecido demasiado teniendo en cuenta lo poco que lo había hecho él mismo. Igualmente lo reconoció enseguida y le propinó un fuerte abrazo.
—Vine tan pronto como pude—dijo Damián—Cuéntame lo que ha pasado.
—Laura desapareció hace dos días y no sé dónde está—respondió Mariano. Mi instinto me dice que sucedió algo grave.
—No te preocupes, la vamos a encontrar—afirmó.
—Eso espero, estoy muy preocupado, y no quiero que esto afecte a Clara.
Luego de pedirle a Carmen, una de sus sirvientas, unos bocadillos de carne y algunas cervezas fueron juntos a la biblioteca de la casa a charlar sobre el incidente.
Mariano le contó toda la historia, con la mayor precisión y la mayor cantidad de detalles que pudo mientras devoraban los bocadillos y los bajaban con la cerveza.
Damián escuchó con atención y sintió que algo no cerraba en la historia, sobre todo teniendo en cuenta que Laura era una muchacha muy responsable, inteligente y social. Lo que le tenía intrigado es el comentario de que ella estaba rara en el examen de ese día.
—Dada tu situación económica puede ser que esto fuera un secuestro, aunque es anormal que todavía no hayan pedido un rescate—señaló Damián—. ¿Cómo no pensó en esto la policía?, no me explico—siguió diciendo.
—De ser así pagaré lo que sea, con tal de ver a mi hija a salvo—exclamó Mariano.
—No nos apresuremos a sacar conclusiones, todavía no debemos descartar ninguna posibilidad, inclusive y aunque duela puede ser que haya sido golpeada, maltratada, violada o asesinada.
—No, no, por favor, ni lo digas, ni lo quiero pensar o me voy a volver loco—expresó Mariano.
—Está bien, no te preocupes—dijo Damián—. Ahora mismo empiezo a investigar.
Se levantó del sillón y Mariano lo imitó. Fueron juntos a la puerta de la casa donde le ofreció las llaves del BMW azul que estaba en el garaje de la mansión junto a tres autos más.
—Toma las llaves del auto, lo necesitarás para moverte por la ciudad—dijo Mariano.
—Gracias hermano, cualquier cosa que sepa te llamo.
Se dieron un gran abrazo y se despidieron.
Mariano se dirigió a su habitación a repasar en lo que le dijo su hermano y se puso a llorar al pensar en lo peor.
Damián encendió el potente motor del auto y salió de la mansión pensando en cuál iba a ser su primer paso y decidió ir directamente a las oficinas de la policía.
6
El edificio de la policía era de dos pisos y estaba bastante maltrecho. Necesitaba por lo menos una mano de pintura.
Dentro del mismo trabajaba Julia. Ella era una muchacha bonita del sur de San Luis. Damián la conoció en una investigación de un caso de drogas y estableció una relación amorosa que duró poco más de dos meses ya que ella quería una relación más formal y él no. Pero igualmente seguían siendo amigos y se llevaban bien.
Aunque había pasado mucho tiempo desde su último encuentro, Julia lo reconoció de inmediato y fue casi corriendo a su encuentro.
Damián también la reconoció rápidamente. Los anteojos negros que llevaba puestos desde hacía ya mucho tiempo eran inconfundibles. Además todavía poseía esa carita de ejecutiva inocente que llamaba mucho la atención.
—Hola Damián, tanto tiempo—exclamó Julia— ¡Qué gusto de verte!
—Hola linda, todavía pareces una dulce muñequita, ¿cómo estás?—preguntó.
—Vamos a tomar un café acá a la vuelta así hablamos. Tengo que salir de acá, aunque sea por un rato.
Se dirigieron al bar de la esquina y pidieron café, aunque el de Damián lo pidió con coñac.
— ¿Qué te trae por estos lugares, Damián? ¿O es que andas de vacaciones y me vienes a buscar para pasar un buen rato como en los viejos tiempos?—dijo Julia.
—Te voy a ser sincero. Estoy investigando la desaparición de mi sobrina. Es la hija del abogado López, Laura López. —respondió. Quisiera que me digas todo lo que sabes, todo lo que me ayude a saber su paradero.
—Lo único que sé es que la policía que trabaja en este departamento es la más corrupta e ineficiente que haya visto jamás. No trabajan nunca, los peritajes los hacen de mala gana y encima mal. Destruyen pruebas sin importarles y dan excusas a los que necesitan su ayuda con tal de no mover un dedo. —confesó Julia.
—O sea que no hay pruebas, no hay sospechosos, ni siquiera hay gente investigando el caso—casi gritó Damián—Esto es un asco, que hijos de putas que son.
—Así es, pero no se puede hacer nada por ahora. Te recomiendo que busques tú solo a tu sobrina y te deseo la mejor de las suertes.
Después de esto charlaron unos minutos sobre el pasado y el futuro y prometieron volver a verse algún día.
Julia regresó a su oficina y Damián se dirigió a la escuela de Laura. Debía realizar algunas averiguaciones adicionales.
7
La escuela de Laura era la misma donde Damián había realizado sus estudios. La recordaba como un sitio agradable y ameno donde los chicos estudiaban y jugaban en su tiempo libre.
Allí había conocido a su primer amor. Era compañera del curso y estaba fascinado por su belleza, pero como siempre, lo arruinó todo cuando lo encontraron con otra chica en un rincón del cine.
La fachada de la escuela era la misma, con leves cambios debido al correr del tiempo y al deterioro de los materiales de construcción.
Le asaltaron muchos recuerdos de su infancia y se preguntó si todavía estaría la malvada directora que siempre lo retaba por andar rompiendo ventanas con su pelota.
Se introdujo dentro del recinto y fue directamente a la dirección, donde muchas veces, siendo un joven todavía, lo habían mandado por castigo a hablar con la directora.
Después de casi una hora se marchó del lugar. Sólo había averiguado que Laura había empezado a decaer en sus notas escolares y que en su último examen la hoja del mismo estaba en blanco. Además, la maestra de Laura le dijo que parecía muy nerviosa en el momento de la prueba, como si estuviera ausente, como si estuviera pensando en otra cosa.
Al preguntar a las amigas si sabían algo o si la habían visto todas negaron con firmeza y declararon que a ellas también les había parecido que había estado un poco rara últimamente.
Cecilia, quien decía ser la mejor amiga de Laura, le reveló algo que Damián no sabía, que Laura estaba saliendo con un chico muy lindo y musculoso de otra escuela, pero que no sabía su nombre.
Damián empezó a pensar que la posibilidad de que su sobrina se haya escapado de su casa en busca de un romance comenzaba a tener más probabilidades en comparación con las demás alternativas.
Debería investigar si existe un chico en realidad y averiguar su nombre y dirección.
Mientras más pronto se descarten las posibilidades, más fácil y rápido se aclararía la verdad.
8
Damián volvió a la mansión. Mariano no estaba. Había ido de urgencia a una reunión de gabinete sobre un caso de divorcio de un político muy importante.
No importaba, ya que el objetivo de su visita no era Mariano sino hacerle algunas preguntas a Clara.
Clara estaba en su habitación haciendo la tarea del colegio. La sirvienta le dijo a Damián que ella bajaría en un momento, que se pusiera cómodo y que se sintiera como en su casa.
Al poco tiempo Clara bajó, dio un abrazo a su tío y le preguntó que necesitaba.
—Clara, necesito que me digas si le pasaba algo raro a tu hermana—dijo el detective.
—Yo creo que no, tío—contestó.
— ¿Sabes si ella estaba saliendo con alguien?
—Ella es muy reservada en esos temas, pero una vez la vi con un chico tomada de la mano en el parque, hará hace unos cinco días—respondió.
—Entonces no tienes idea de cómo se llama este chico—objetó Damián.
—Eso no es del todo cierto. Ya lo había visto antes en casa de la tía Judith. Es rubio y atlético y creo que se llama Ariel, pero no estoy segura—aclaró Clara.
—Bueno, creo que eso es todo. No le digas a tu padre que te hice estas preguntas. No quiero que se ponga más nervioso de lo que está.
—No te preocupes, tío, no le diré nada. Sólo encuentra a mi hermana.
9
Con solo un llamado a la casa de Judith, Damián averiguó el nombre del chico y una dirección.
Se llama Ariel Díaz. Es hijo de un adinerado banquero de la ciudad. Vive en una casa a dos kilómetros de la mansión, es campeón de nado en el equipo olímpico de la ciudad y está por entrar a competir en el mundial olímpico junto al resto del equipo de la selección nacional.
Todavía faltaban unas dos horas para que se haga de noche, por lo que decidió hacerle una visita a Ariel y tratar de averiguar lo que más podía.
Tal vez, incluso descubriese que él también había desaparecido, en cuyo caso sería obvio que los dos se escaparon en busca de un romance, tal como suponía la ineficiente policía de la ciudad.
Se subió al BMW azul y tomó rumbo a la casa del chico.
10
Delante de la casa se encontraba un chico lavando un Mercedes Benz AMG GTR color amarillo. Dadas las descripciones y características que había averiguado éste podría llegar a ser Ariel.
Cuando Damián se acercó a la reja de la casa el muchacho preguntó que necesitaba.
—Necesito hablar con Ariel Díaz. —Dijo Damián—. Soy investigador privado y necesito hacerle unas preguntas. Tras lo cual mostró su placa de identificación.
—Yo soy Ariel—respondió—. ¿Quiere pasar?
Pasaron a una sala en la planta baja de la casa. Dentro había demasiados lujos, lo que demostraba que era una familia rica.
—Voy a ir directo al grano—dijo Damián—. Hace dos días que Laura López no regresa a su casa y tengo entendido que usted se relacionaba con ella. Necesito saber ¿cuál es su relación con ella? y ¿cuándo fue la última vez que la vio?
—Ella creía que somos novios, pero yo no soy de esas personas que tienen una relación estable, tengo muy buen físico y atraigo a todas las mujeres que quiero y también a las que no quiero. Además uno no es de fierro y la tentación de la carne es fuerte. Cuando salía con Laura estaba además con dos chicas más. —respondió.
—En cuanto a su otra pregunta, la vi la mañana que usted dice que desapareció, justo antes de entrar a la escuela, y ahora que lo dice estaba bastante nerviosa pero era porque no había estudiado para el examen. Creía que su padre la castigaría, y entonces ella le contaría que estaba saliendo con un chico para explicarle lo de sus notas, aunque yo le imploré que no le contara nada.
Sin tener más preguntas que hacerle, Damián se despidió del chico y le dio su tarjeta por si se acordaba de algo que podría serle de utilidad en el caso.
Tenía la impresión de que Ariel tenía algo que ver con la desaparición de Laura pero no encontraba un nexo. Por lo menos por ahora.
Lo que sí sabía ahora con certeza es que Laura no se había escapado en busca de un romance prematuro, por lo menos no con Ariel.
Cuando salió a la calle ya había oscurecido por lo que decidió que era muy tarde para revisar el parque en busca de pistas, debido a que Laura siempre cruzaba el mismo para volver a su casa.
Puso en marcha el motor del auto y se dirigió a dormir en la mansión, cortesía de su hermano.
Cuando llegó le contó lo que había descubierto a Mariano, comió una sencilla cena fría que le prepararon y después de una ducha se fue a dormir.
Mañana sería un largo día y había que estar lo más descansado que se podía.
11
Cuando se levantó estaba saliendo el sol por el horizonte. Desayunó huevos revueltos con jamón y galletitas de agua, además de una abundante taza de café negro bien fuerte.
En un kiosco cercano compró cigarrillos y algunas golosinas. La experiencia le decía que era la mejor forma de comprar información a los chicos que vivían en las calles.
Fue caminando hasta el parque. Recordaba cuando iba con chicas a los bancos que había allí y se pasaba horas besándolas y tocándolas en sus lugares privados.
Lo primero que hizo fue hablar con el cuidador del parque que estaba dando de comer a los patos del lago.
—Discúlpeme, señor. Soy el detective privado Damián Ruiz y necesito hacerle algunas preguntas—y le mostró su placa.
—Pregunte no más— dijo el encargado del parque.
—Quisiera saber si ¿encontró, vio o escuchó algo raro hace tres noches?
—Recuerdo que esa noche no había casi luz en el parque porque unos vándalos habí