Jung y el Tarot - Sallie Nichols - E-Book

Jung y el Tarot E-Book

Sallie Nichols

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Beschreibung

He aquí un libro innovador que ofrece una detallada y penetrante interpretación del Tarot en términos de psicología junguiana. A través de la analogía con las humanidades, la mitología y las artes visuales, Sallie Nichols ayuda a que cada lector experimente de forma única y personal las intrigantes imágenes del Tarot. Considerando los arcanos mayores como un mapa que describe el viaje hacia la autorrealización, la autora nos ofrece diversas técnicas para utilizar las cartas y adquirir concienciamiento práctico en el camino. Russell A. Lockhart, reconocido analista junguiano, ha comentado sobre el libro: «Dos grandes tradiciones se casan en esta obra: el Tarot mágico e incontrolable y la psicología arquetípica de Jung. Esta boda, tan esperada como debida, ha sido posible no sólo por la habilidad y la sabiduría de S. Nichols, sino también por su amor y cuidado por las imágenes del Tarot. El resultado es un soberbio y significativo volumen que servirá de alimento a las mentes más críticas. Todo lector que sienta interés o fascinación con el poder de la imagen sobre la psique encontrará en Jung y el Tarot justamente eso: un viaje al reino donde la imagen, la psique y el alma encuentran su frente y su meta».

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Seitenzahl: 831

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Sallie Nichols

JUNG Y EL TAROT

Un viaje arquetípico

Prólogo de Mary K. Greer Introducción de Laurens van der Post

A Culver Nichols

Mi agradecimiento a los siguientes amigos que me ayudaron a emprender este Viaje y sin cuyo consejo y aliento nuestro barco nunca hubiera llegado a puerto: Janet Dallet, Rhoda Head, Ferne Jensen, James Kirsch, Rita Knipe, Claire Oksner, Win Sternlicht, William Walcott y Lore Zeller.

Título original: JUNG AND TAROT

Traducción: Pilar Basté

Traducción del Prólogo, Glosario y Agradecimientos: David González

© 1980, 2019 by Sallie Nichols

© Prólogo by Mary K. Greer

© de la edición española:

1988, 2020 by Editorial Kairós, S.A.

www.editorialkairos.com

Composición: Pablo Barrio

Primera edición en papel: Marzo 1989

Primera edición en digital: Septiembre 2022

ISBN-10: 84-7245-191-7

ISBN-13: 978-84-7245-191-9

ISBN epub: 978-84-1121-112-3

ISBN kindle: 978-84-1121-113-0

Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total ni parcial de este libro, ni la recopilación en un sistema informático, ni la transmisión por medios electrónicos, mecánicos, por fotocopias, por registro o por otros métodos, salvo de breves extractos a efectos de reseña, sin la autorización previa y por escrito del editor o el propietario del copyright.

ÍNDICE

Prólogo, de Mary K. GreerIntroducción, por Laurens van der Post1. Introducción al Tarot2. Mapa del viaje3. El Loco: En el Tarot y en nosotros4. El Mago: Creador y tramposo5. La Papisa: Sacerdotisa del Tarot6. La Emperatriz: Señora, Gran Madre y reina del cielo y la tierra7. El Emperador: Padre de la civilización8. El Papa: El rostro visible de Dios9. El Enamorado: Víctima del error dorado de Cupido10. El Carro: Nos lleva a casa11. La Justicia: ¿Existe?12. El Ermitaño: ¿Hay alguien ahí?13. La Rueda de la Fortuna: ¡Socorro!14. La Fuerza: ¿De quién?15. El Colgado: Intriga16. La Muerte: El enemigo17. La Templanza: Alquimia celestial18. El Diablo: Ángel oscuro19. La Torre de la Destrucción: El golpe de liberación20. La Estrella: Un rayo de esperanza21. La Luna: ¿Doncella o amenaza?22. El Sol: Centro radiante23. El Juicio: Una llamada24. El Mundo: Una ventana a la eternidad25. Sobre cómo echar las cartasGlosarioAgradecimientosReferenciasMapa de viaje en color

INTRODUCCIÓN

Una de las principales fuentes de dificultad que existe en comprender la naturaleza y magnitud de la contribución que Jung aportó a la vida de nuestro tiempo, se debe a que tanto sus seguidores como sus discípulos creen que el interés principal se halla en lo que llamó el «inconsciente colectivo» en el hombre. Es verdad que fue el primero en descubrir y explorar el inconsciente colectivo, y darle una importancia y un significado verdaderamente actuales. Pero, en última instancia, no fue el misterio de este inconsciente universal en la mente del hombre, sino un misterio mucho mayor, lo que obsesionaba a su espíritu y le condujo hacia esta investigación, y esto era el misterio de la consciencia y su relación con el gran inconsciente.

No es sorprendente, pues, que fuera él el primero en establecer la existencia de la mayor y más significativa de todas las paradojas: el consciente y el inconsciente existen en un estado de profunda interdependencia y el bienestar de uno es imposible sin el bienestar del otro. Si alguna vez la conexión entre estos dos grandes estados del ser se debilita o se desequilibra, el hombre enferma y su vida pierde significado. También, si se interrumpe el flujo de un estado a otro, el espíritu humano y la vida en la tierra caen en el caos y en la negra noche. Por lo tanto, para Jung la consciencia no es, como por ejemplo para los positivistas lógicos de nuestro tiempo, meramente un estado racional e intelectual de alma y del espíritu. No es algo que dependa solamente de la capacidad de articulación del hombre como sostienen algunas escuelas de filosofía moderna, hasta el extremo de pretender que lo que no se puede articular verbal y racionalmente, carece de significado y no merece ser expresado. Por el contrario, demostró empíricamente que la consciencia no es sólo un proceso racional y que el hombre moderno precisamente está enfermo y desprovisto de sentido, debido a que desde hace siglos, desde el Renacimiento, ha perseguido cada vez más un desarrollo equivocado, bajo el supuesto de que la consciencia y los poderes de la razón son una y la misma cosa. Y cualquiera que crea que esto es una exageración, que considere el «Pienso, luego existo» de Descartes y podrá identificar inmediatamente el caos que esto provocó en Europa, conduciéndola hasta la Revolución Francesa, cómo inició una monstruosa primavera en la Rusia soviética y promovió la sumisión del espíritu creativo del hombre en lo que una vez fueron las ciudadelas del significado de la vida, a saber: las iglesias, los templos, las universidades y las escuelas de todo el mundo.

De su trabajo entre los así llamados «enfermos» y los cientos de «neuróticos» que acudían a él, Jung obtuvo pruebas de que la mayoría de estos desórdenes mentales los causaba un estrechamiento de la consciencia, y que cuanto más estrecha es y más racionalmente enfocada está la consciencia del hombre, mayor es el peligro de oponer entre sí a las fuerzas universales del inconsciente colectivo, hasta el punto de que se levanten, por así decirlo, en rebelión, e invadan los últimos vestigios de una consciencia tan dolorosamente adquirida por el ser humano. La respuesta para él era clara: sólo trabajando continuamente en el incremento de su consciencia hallaba el hombre su mayor significado, así como la realización de sus valores más altos. Jung estableció, volviendo a su paradoja original, que la consciencia es el más profundo sueño del inconsciente y que tan atrás como uno pueda llegar siguiendo la huella del espíritu del hombre, allá donde se desvanece en el último horizonte del mito y de la leyenda, el hombre ha luchado incesantemente para adquirir una consciencia cada vez más amplia, a la que él prefirió llamar «darse cuenta» (awareness). Este darse cuenta, para él tanto como para mí, incluía todo tipo de formas de percepción irracionales, tanto más preciosas en cuanto que son los puentes que unen la inagotable riqueza de significado aún desconocido del inconsciente colectivo, siempre dispuestas a aportar los refuerzos que amplíen y confirmen el conocimiento del hombre comprometido en una campaña sin fin contra las exigencias de la vida en el aquí y el ahora.

Ésta es, quizá, una de sus más importantes contribuciones para una nueva y mayor comprensión de la naturaleza de la consciencia; solamente podía ampliarse y renovarse a medida que la vida pidiera dicha renovación y ampliación; manteniendo sus líneas irracionales de comunicación con el inconsciente colectivo. Por eso tuvo en gran consideración todas las formas irracionales con que el hombre había tratado de explorar los misterios de la vida y había estimulado el conocimiento consciente del universo en expansión a su alrededor hacia nuevas áreas de conocimiento y de vida. Esto explica el interés que demostró, por ejemplo, por la astrología y el significado del Tarot.

Reconoció, como en muchos otros juegos y artes primordiales de adivinación de lo oculto y del futuro, que el Tarot tenía su origen y raíz en profundos modelos del inconsciente colectivo con acceso a potenciales de consciencia incrementada y que únicamente se adquirían cotejando estos modelos.

Este reconocimiento fue otro de estos puentes irracionales que permitieron llevar día y noche, a través de la aparente escisión entre consciente e inconsciente, lo que debiera ser una corriente creciente de tráfico entre la oscuridad y la luz.

Sallie Nichols, en su profunda investigación sobre el Tarot y en su acertada exégesis del mismo como modelo de un intento auténtico de ampliación de las posibilidades de la percepción humana, ha realizado un inmenso servicio a la psicología analítica, que necesariamente ha descrito de una forma supersimplificada. Su libro nos enriquece y nos ayuda a comprender las enormes responsabilidades que la consciencia nos impone.

Además, en su libro ha hecho algo que la gente que dice conocer la gran obra de Jung a menudo no consigue. Jung, como persona profundamente intuitiva que era, se vio impulsado por su visión demoníaca a no detenerse en ningún aspecto particular de su visión. Se requería todo lo que él tenía de razón y el método de un dedicado científico, como él lo era, para conseguir la voluntad necesaria que le permitiera permanecer el tiempo suficiente en un estadio particular de su obra, a fin de establecer empíricamente su validez. Una vez hecho esto, tuvo que, por así decirlo, desmontar su carpa intelectual y enviar la caravana mental hacia el siguiente estadio de su viaje sin fin... Su espíritu, como era inevitable en una época tan peligrosa como la nuestra (un alma intuitiva le exhortaba), se sentía desesperadamente apresurado. Como resultado, casi todo lo que trabajó requiere ampliación y Sallie Nichols, en este libro, ha prestado un inmenso servicio a la psicología junguiana y a todos los que intentan servirla por la manera en que ha ampliado nuestro conocimiento del rol de una importante fuente de consciencia irracional. Además lo ha hecho de una manera nada árida y académica, sino como un acto de conocimiento que se deriva de su propia experiencia del Tarot y de sus luces extrañamente trasparentes. Como resultado de todo ello, su libro no sólo vive, sino que infunde vida a quienes se ponen en contacto con él.

LAURENS VAN DER POST

1.INTRODUCCIÓN AL TAROT

El Tarot es un mazo de cartas de origen desconocido. Se le supone una edad aproximada de seis siglos y es el antecesor directo de nuestra baraja moderna. A través de las generaciones, estas figuras han disfrutado de muchas encarnaciones. Un testimonio de su vitalidad es que, a pesar de que hoy en día juguemos con las cartas que son sus hijas, el mazo paterno no se ha retirado todavía. En Europa central esta baraja se usa normalmente tanto para jugar como para practicar la adivinación. Hace pocos años que en América se ha cobrado conciencia de su interés, ya que, como las confusas imágenes que aparecen en nuestros sueños, los personajes del Tarot llaman constantemente nuestra atención. Cuando esto sucede, significa generalmente que hay aspectos de nuestra personalidad que quieren ser reconocidos. Sin duda alguna, los personajes del Tarot irrumpen en nuestra vida (al igual que lo hacen los personajes de nuestros sueños) para traernos mensajes de gran importancia, pero al hombre moderno, embarcado como está en una cultura de la palabra, le es difícil interpretar el lenguaje no verbal de estas imágenes. En los siguientes capítulos exploraremos juntos las vías de aproximación a estas misteriosas figuras en busca de chispas de luz que nos permitan entender su significado.

El viaje a través de las cartas del Tarot, es básicamente un viaje a nuestra propia profundidad. Cualquier cosa que encontremos en este viaje es, en el fondo, un aspecto de nuestro más profundo yo. Dado que el origen de estas cartas data de un tiempo en el que lo misterioso y lo irracional eran más reales que hoy, nos servirán de puente para llevarnos en busca de la sabiduría ancestral que todavía en nuestro interior. Una sabiduría muy necesaria en la actualidad, tanto para resolver nuestros problemas personales como para encontrar respuestas creativas a las preguntas universales que nos conciernen a todos.

Como las barajas modernas, el Tarot se compone de cuatro palos que contienen diez cartas numeradas: bastos, copas, espadas y oros, de las que proceden las picas, corazones, tréboles y diamantes de la baraja francesa o internacional. En la baraja del Tarot, cada palo tiene cuatro figuras: Rey, Dama, Sota y Caballero. Este último, un joven montado en un corcel, ha desaparecido de la baraja francesa, aunque no de la española, en la cual ha desaparecido la Dama.

El grabado que ilustra la página siguiente pertenece a una baraja de transición austríaca, esto es, un diseño intermedio entre el Tarot original y nuestra baraja moderna. Se puede ver un joven caballero y nos llama la atención que, aunque sigue montado, su emblema ha cambiado de oros a diamantes sin que él se apeara del caballo.

Esta carta es el símbolo de la rectitud de intención, de la cortesía y del coraje, y su desaparición en la baraja internacional puede indicar quizá la escasez de estos valores en nuestra psicología actual. El Caballero es importante, ya que necesitaremos su valor y su espíritu inquisitivo si queremos tener éxito en este viaje.

Igualmente significativa y misteriosa es la desaparición en nuestras barajas de los Triunfos o Arcanos Mayores, serie de veintidós figuras que no pertenecen a ninguno de los palos anteriormente citados. Cada una tiene un nombre intrigante: El Mago, El Emperador, El Enamorado, La Justicia, El Colgado, La Luna, etc... y también están numeradas. Puestas en secuencia, estos Triunfos parecen relatarnos algo. El objetivo de este libro será examinar las veintidós cartas y descifrar lo que nos sugieren.

Al igual que el Mutus Liber alquimista (que aparecerá más tarde), los Triunfos pueden verse como una historia muda de las experiencias que se encuentran en el camino de la autorrealización. La razón de cómo y por qué este tema se encarnó en lo que era y es esencialmente un juego, es algo que intriga desde siglos a los estudiosos de las cartas. Sólo uno de los Triunfos ha perdurado hasta nuestras cartas modernas: el Comodín o Joker. Este sujeto que tiene una vida tan variada en cada baraja, es el descendiente directo del Triunfo del Tarot llamado El Loco, a quien conoceremos pronto.

Fig. 1. Rey de diamantes

Existen muchas y diversas teorías sobre el origen de este Loco y de sus veintiún compañeros. Algunos creen que estas cartas son los estadios secretos de algún ritual iniciático egipcio; otros mantienen, y quizá con más probabilidad, que su origen está en Occidente. De esta opinión son, entre otros, A. E. Waite y Heinrich Zimmer, quienes creen que fueron concebidos por los albigenses, una secta gnóstica que floreció en Provenza durante el siglo XII. Se cree que probablemente se introdujeron entre las cartas vulgares para comunicar ideas heréticas no acordes con la Iglesia establecida. El escritor contemporáneo Paul Huson piensa que originalmente era un signo mnemotécnico para la nigromancia y la brujería. Gertrude Moakley sostiene la ingeniosa idea de que los Arcanos Mayores tienen un origen esotérico y son solamente adaptaciones de las ilustraciones del libro de sonetos que Petrarca compuso para Laura; este libro se llamó I Trionfi, que se traduce por «los triunfos» o por «los engaños».

En los sonetos de Petrarca, cada uno de los personajes alegóricos lucha y triunfa sobre el anterior. Éste tema, muy popular durante el Renacimiento italiano, fue el argumento de muchas pinturas de la época. Estas figuras también se dramatizaron en procesiones que desfilaban por los castillos y pueblos en carretones acompañados por insignes caballeros. Estos carruseles son el origen de nuestros tiovivos y circos actuales, donde los niños juegan a caballeros montados en un maravilloso corcel, mientras los abuelos pueden hacerlo en un cómodo carro dorado.

La figura 2 nos presenta el número siete del Tarot, El Carro, en una baraja del siglo XV diseñada por el artista Bonifacio Bembo para la familia Sforza de Milán. Estas elegantes cartas pueden contemplarse hoy en la Biblioteca Pierpont Morgan de Nueva York. Sobre un fondo dorado aparece un carro de plata tirado por dos hermosos corceles. Cabe resaltar que estos coches triunfales son todavía parte importante de los festivales italianos y los corceles perduran en los caballitos de nuestros tiovivos.

De hecho, se sabe poco de la historia del Tarot o del origen y evolución de su denominación y el simbolismo de los veintidós Triunfos. Las innumerables hipótesis, visiones y revisiones no hacen otra cosa que confirmar una vez más su inmenso poder para activar la imaginación humana. Para el propósito de nuestro estudio, importa poco si se originaron por el amor a Dios de los albigenses o por la pasión de Petrarca por Laura; lo esencial de su importancia para nosotros es una emoción humana auténtica y transformadora. Parece ser que estas viejas cartas estaban inspiradas en la profundidad de la experiencia humana y en el nivel más profundo de la psique. A este nivel se dirige su discurso.

Dado que el propósito de este libro es el de aprender a usar las cartas del Tarot para contactar con este nivel de la psique, hemos escogido, para hacerlo, el Tarot más antiguo de los conocidos, el de Marsella. Puesto que los juegos de cartas son perecederos, el Tarot «original» ya no existe y los pocos remanentes de antiguas barajas que se guardan en museos no se corresponden con las actuales. Ningún Tarot contemporáneo puede por lo tanto considerarse auténtico. Sin embargo, la versión del Tarot de Marsella conserva, en general, el sentimiento y estilo de algunos de los diseños más antiguos. Hay otras razones para escoger el Tarot de Marsella; en primer lugar, el dibujo trasciende lo personal, no hay evidencia de que fuese creado por un individuo, como lo son la mayoría de nuestras barajas contemporáneas; en segundo lugar, y otra vez a diferencia de la mayoría de Tarots modernos, nos llega sin libro de instrucciones, simplemente nos ofrece una historia en dibujos, una canción sin palabras que nos ronda como un viejo estribillo, evocando recuerdos enterrados.

Fig. 2. El Carro (Tarot Sforza)

No sucede así con las barajas modernas de Tarot, muchas de las cuales han sido pintadas por personas o grupos conocidos y suelen ir acompañadas por un libro de instrucciones en el que el autor trata de mostrarnos con palabras lo que no hayamos captado en las imágenes. Éste es el caso de los Tarots de A. E. Waite, Aleister Crowley, «Zain» y Paul Foster Case.

Aunque estos textos suelen presentarse como una aclaración de los símbolos de las cartas, su efecto real supera el de un libro ilustrado. Parece como si las cartas del Tarot fueran concebidas a modo de ilustración para ciertos conceptos verbales, en vez de mostrar cómo irrumpieron espontáneamente las cartas primero y el texto se inspiró en ellas después. En consecuencia, los personajes y dibujos de estas cartas parecen más alegóricos que simbólicos; el dibujo aparece como ilustración de conceptos verbalizados más que como sentimientos sugerentes e interiorizaciones (insights) que están más allá de las palabras.

La diferencia entre una baraja de Tarot a la que acompaña un texto y el Tarot de Marsella es sutil; pero es importante para nuestra aproximación al Tarot. A nuestro modo de ver, es la misma diferencia que existe entre leer un libro ilustrado y pasear por una galería de arte. Ambas son experiencias llenas de valor, pero de un efecto muy distinto; mientras el libro ilustrado estimula nuestro intelecto y nuestra capacidad de empatía conectándonos con los sentimientos y modos de ver de otro, el paseo por la galería de arte estimula nuestra imaginación forzando nuestra creatividad para ampliar nuestra comprensión.

Otra dificultad que presentaría el estudio con otra baraja es que a algunas de ellas se les han añadido extraños símbolos prestados de otros sistemas, lo que supone una correspondencia exacta entre los Triunfos y otras teorías teológicas y filosóficas. Por ejemplo, en algunas barajas cada carta tiene asignada una letra del alfabeto hebreo, con la intención de conectar simbólicamente cada Arcano con uno de los veintidós senderos del Árbol de la Vida cabalístico. Y sin embargo no existe consenso acerca de qué letras hebreas pertenecen a cada Arcano. También se han añadido símbolos rosacruces, alquímicos y astrológicos. El nivel de conclusión reinante puede verse si contrastamos las ideas de Case, «Zain», Papus y Hall.

Como todo el material simbólico deriva de un nivel de experiencia común a toda la humanidad, es verdad que se pueden relacionar algunos de los símbolos del Tarot con otros de sistemas distintos. Pero eso que yace en lo más profundo de la psique y que C. G. Jung llamó el «inconsciente» es, como su nombre indica, no-consciente. Las imágenes no derivan de nuestro ordenado intelecto sino más bien a pesar de él, ya que se nos presentan de una manera carente de lógica.

Todo sistema filosófico es tan sólo un intento de crear un orden lógico para calmar el caos que procede del inconsciente, un intento de sistematizar las experiencias de este mundo no verbal. Es un enrejado, superpuesto si se prefiere, con el que pretendemos entender las crudas experiencias de nuestra más profunda naturaleza. Todos estos sistemas son útiles y, en este sentido, cada uno de ellos es «verdadero», pero único. Considerados de uno en uno, nos ofrecen la posibilidad de encasillar experiencias psíquicas, pero superponer los enrejados simplemente distorsionaría sus simetrías y su utilidad. Además de colaborar en la confusión, perderíamos nuestra indagación en los Arcanos, y no pretendemos en este libro correlacionar el simbolismo del Tarot con el de otras disciplinas. Vamos a ceñir nuestro estudio a los Arcanos tal y como aparecen en el Tarot de Marsella y solamente haremos mención de otras ideas si su estudio va a enriquecer nuestro entendimiento. Como lo hizo Jung, empezaremos por analogía, dejando siempre el significado del simbolismo libre e ilimitado.

Para definir el ámbito de un símbolo, Jung siempre señaló la diferencia existente entre un símbolo y un signo. Decía que un signo denota un objeto específico o una idea que se puede traducir en palabras (una cruz roja denota un puesto de auxilio o farmacia, una humareda, la existencia de fuego). Por el contrario, un símbolo no puede ser presentado de ninguna otra manera y su significado trasciende lo meramente dibujado; por ejemplo, la Esfinge, la Cruz.

Los dibujos de las cartas del Tarot cuentan una historia simbólica. Como nuestros sueños, nos llegan desde más allá del nivel de la consciencia y están lejos de ser comprendidos por nuestra inteligencia. Parece apropiado, pues, colocarnos ante estas cartas como si se tratara de algo que se nos hubiera aparecido en sueños y nos hablara de un país lejano y habitado por desconocidos. Con los sueños, las asociaciones personales son de valor limitado. Podemos conectar mejor con su significado a través de la analogía con mitos, cuentos de hadas, pinturas, hechos históricos o cualquier otro motivo similar que evoque grupos de sentimientos, intuiciones, pensamientos o sensaciones.

Dado que los símbolos mostrados en el Tarot son omnipresentes y perennes, la utilidad de esta amplificación no va a quedar confinada en este libro. Las figuras del Tarot están siempre presentes, de diversas maneras, en nuestras vidas. Por la noche aparecen en nuestros sueños para dejarnos perplejos y asombrados. Durante el día nos inspiran acciones creativas o nos hacen jugarretas con nuestros planes lógicos. Espero que los materiales presentados aquí nos ayuden a conectar con nuestros sueños, no sólo con aquellos que se nos presentan por la noche, sino con aquellos sueños y deseos que nos acompañan durante la vigilia.

Fig. 3. Mapa del viaje

(Nota: un Mapa del Viaje en color aparece al final de este libro)

2.MAPA DEL VIAJE

Antes de empezar un viaje, es una buena idea tener un mapa. La figura 3 es este mapa. Nos muestra el terreno que vamos a recorrer en este libro. Aparecen representados los veintidós Arcanos del Tarot de Marsella que, como ya indiqué anteriormente, se basa en algunos de los dibujos más antiguos que han sobrevivido. La forma en que se encuentran distribuidas las cartas en este mapa nos da una perspectiva preliminar del tipo de experiencias que podemos esperar en el camino.

La mejor manera de llegar al significado personal de estas cartas para cada uno de nosotros, es observarlas directamente, como lo haríamos con los cuadros de una galería de arte. Como las pinturas, estos Triunfos son cada uno de ellos portadores de proyecciones, lo que significa simplemente que son cebos para cazar a la imaginación. Hablando psicológicamente, proyección es un proceso inconsciente y autónomo por el cual vemos en primer lugar en la persona, objeto o sucesos de nuestro alrededor, esas tendencias, características, potencias y deficiencias que realmente nos pertenecen. Poblamos el mundo exterior con todas las hadas, brujas, princesas, demonios y héroes del drama enterrado en nuestra propia profundidad.

Proyectar nuestro mundo interior hacia afuera es algo que hacemos sin querer; simplemente es la manera de funcionar de la psique. De hecho, proyectamos tan continua e inconscientemente que no solemos enterarnos de lo que está sucediendo. Sin embargo, estas proyecciones son herramientas útiles para adquirir autoconocimiento. Por el hecho de ver las imágenes que lanzamos al exterior, como los reflejos de un espejo de nuestra realidad interior, llegamos a conocernos a nosotros mismos.

En nuestro viaje a través de los Arcanos del Tarot, usaremos las cartas como soporte de proyecciones. Para esto son ideales, ya que representan simbólicamente aquellas fuerzas instintivas que operan de forma autónoma en la profundidad de la psique humana y a las que Jung llamó arquetipos. Estos arquetipos funcionan en la psique de la misma manera que los instintos en el cuerpo. Así, como un recién nacido sano llega con el instinto de chupar o espantarse ante un ruido desconocido, así su psique también muestra unas tendencias heredadas cuyos efectos pueden ser igualmente observados. Por supuesto que no podemos ver estas fuerzas arquetípicas, lo mismo que no podemos ver los instintos, pero los experimentamos en nuestros sueños, visiones y pensamientos, en los que aparecen como imágenes.

Aunque la forma específica de estas imágenes puede variar de una cultura o persona a otra, su carácter esencial es sin embargo universal. Gentes de todas las edades y culturas han soñado, hecho historias y cantado acerca del arquetipo del Padre, de la Madre, del Héroe, del Amante, del Loco, del Mago, del Diablo, del Salvador y del Sabio. Dado que los Arcanos del Tarot representan a todas estas imágenes arquetípicas, echemos una ojeada rápida a algunos de ellos tal y como aparecen en nuestro mapa. Al hacerlo, podremos empezar a familiarizarnos con las cartas y demostrar cuán poderosamente actúan estos símbolos en todos nosotros.

En nuestro mapa, los Arcanos, desde el número uno hasta el veintiuno, están dispuestos en secuencias de tres filas horizontales de siete cartas cada una. El Loco, cuyo número es cero, no tiene posición fija. Se pasea por encima mirando hacia abajo a las otras cartas. Dado que no tiene casilla, El Loco es libre de espiar a todos los otros tipos y puede irrumpir inesperadamente en nuestras vidas con el resultado de que, a pesar de toda intención consciente, acabamos actuando como locos.

Este Vagabundo arquetípico, con su fardo y su báculo, es muy visible en nuestra cultura actual. Pero, siendo un producto de nuestra cultura mecanizada, prefiere cabalgar a caminar. Podemos verlo en su versión actual con barba y saco de dormir en los arcenes de las carreteras, sonriendo mientras nos hace un gesto con el pulgar en el sentido de nuestra marcha. Y si este carácter representa un aspecto inconsciente de nosotros mismos, nos sentiremos inclinados a reaccionar emocionalmente hacia él, de una manera u otra. Algunos se sentirán al instante obligados a parar y a dejar subir a este autostopista recordando que ellos en su juventud disfrutaron también de un período de descuidado deambular antes de asentarse y adoptar una forma estable de vida. Otros, que jamás en la vida hicieron el loco durante su juventud, acogerán al vagabundo ya que representa un aspecto de la vida no experimentado por ellos y hacia el cual se sienten atraídos inconscientemente.

Puede suceder también que otro manifieste una reacción negativa hacia este sujeto y reaccione instantánea y violentamente, y que de repente se encuentre virtualmente temblando de cólera. En este caso, el conductor presionará con rabia el acelerador a fondo, apretando los dientes y huirá literalmente de este inocente mirón murmurando imprecaciones sobre su «aspecto desaliñado». Lo que le gustaría es tomar por la mano a ese «joven loco», cortarle el pelo y darle un buen baño, un afeitado y colocarle en la semana de cuarenta horas, «donde debiera estar». «Tal irresponsabilidad me enferma» murmurará... De hecho, su hostilidad hacia este sujeto es tan arrolladora que puede llegar a sentirse mal. Cuando llegue a su casa se encontrará exhausto e inexplicablemente triste. Pero, al día siguiente, cuando la obsesiva visión haya sido barrida (si lo es), se abrirá dentro de él un espacio para la pregunta: ¿por qué no podría vagabundear ese sujeto a su placer si le gusta?, ¿qué daño hace? Pero el «daño» al observador ya se le ha hecho. La simple visión de este compadre ha abierto una lata llena de gusanos. Y éstos salen saltando y retorciéndose como una docena de preguntas, cada una pidiendo una respuesta. ¿A qué se parecería vivir como ese sujeto? ¿Qué sería mi vida si tirara a la basura mi despertador, mis pertenencias y me pasara toda la primavera y el verano paseando bajo los cielos azules, etc...?

Como no hay manera de volver a meter esos gusanos en la lata, nuestro conductor se encontrará inmovilizado en casa, tratando de dar respuesta a todas estas preguntas y soñando sueños imposibles. Quizá, con suerte, consiga llevar a término alguno de estos sueños. Cosas muy extrañas pueden pasar cuando uno se enfrenta con un arquetipo.

Las reacciones hacia el Loco pueden ser tan diversas y variadas como las personalidades y experiencias de la vida de aquellos que lo enfrenten. Lo cierto es que el contacto con un arquetipo evoca siempre una reacción emotiva de algún tipo. Explorando estas reacciones inconscientes podremos descubrir al arquetipo que nos está manipulado, liberarnos de él y de alguna manera de su coacción. Así, la próxima vez que nos enfrentemos a esta figura arquetípica en la vida exterior, la respuesta no será necesariamente tan irracional y automática como la descrita anteriormente.

En el ejemplo anterior, la perturbación emocional que la visión de «el loco» ocasionó y el autoexamen consiguiente puede no haber conducido a ningún cambio radical en el estilo de vida de la persona en cuestión. Después de considerar seriamente otras posibilidades puede llegar a la conclusión de que la vida del vagabundo no es para él. Puede concluir que, a pesar de todas las consideraciones, él prefiere la estabilidad de una casa, le gusta el coche y otras posesiones lo suficiente como para trabajar duramente en la oficina y poder comprarlo. Pero después de examinar otras posibilidades podrá llegar a elegir de forma más consciente su estilo de vida; habrá hecho amistad con su oculto deseo de ser por un rato el loco, quizás encuentre los caminos para expresar esta necesidad dentro del contexto de su vida presente.

En cualquier caso, la próxima vez que vea a un vagabundo en la carretera, sentirá hacia él más simpatía. Habiendo escogido ahora su vida, será más capaz de dejar a los demás que escojan la suya. Habiendo hecho las paces con el desertor en la realidad interior, no se sentirá tan hostil y a la defensiva cuando una figura semejante se presente en la realidad exterior. Pero lo más importante de todo es que habrá experimentado el poder de un arquetipo. La próxima vez, cuando conduzca sentado al volante, sabrá que no está solo en el asiento del conductor. Sabrá que unas fuerzas misteriosas están dentro de él y que pueden guiar su destino y absorber sus energías de manera invisible. Estará, pues, sobre aviso. El Loco es un arquetipo coactivo y, como vimos, muy actual además. Pero todas las figuras del Tarot tienen su propio tipo de energía y, dado que no tienen edad, están todavía activas en nosotros y en nuestra sociedad. A modo de ilustración veamos los siete Arcanos representados en la fila superior de nuestro mapa.

El Mago, el primero de ellos, representa un mago a punto de hacer unos trucos. Él los llama trucos y eso es exactamente lo que son. Se está preparando para engañarnos.

Su magia funciona a base de espejos, cartas especialmente diseñadas, sombreros de copa con doble fondo y con la rapidez de las manos. Sabemos de antemano que es así y nuestro intelecto se enreda con epítetos como «charlatán» y etiquetas como «tramposo». Pero sin darnos cuenta observamos que el resto de nuestro cuerpo se siente atraído hacia este mago y que nuestra mano se encuentra dentro del bolsillo buscando disimuladamente una moneda para ser admitidos en su espectáculo. Está robando nuestro dinero para someternos a engaño.

Más tarde, cuando estemos sentados entre el auditorio esperando que el espectáculo empiece, nos encontraremos con que nuestro corazón late más deprisa que de costumbre y que contenemos la respiración. A pesar de que nuestra mente sepa que lo que va a ver no es más que una demostración de habilidad manual y destreza, el resto de nosotros se comporta como si algo realmente milagroso fuera a pasar. Nos comportamos de esta manera puesto que en los niveles más profundos de nuestro ser aún existe un mundo lleno de misterio y admiración; un mundo que opera más allá de los límites del espacio y el tiempo y más allá también de la lógica y la causalidad. Nos vemos atraídos hacia este mago exterior de una manera irracional y compulsiva pues dentro de nosotros existe un mago arquetípico, que es incluso más atractivo y convincente que el que tenemos delante, dispuesto a demostrarnos que existe una realidad milagrosa dentro de nosotros mismos en cuanto nos sintamos realmente dispuestos a dirigir nuestra atención en su dirección.

No es de extrañar, pues, que nuestro intelecto se proteja y ponga freno a la sola idea de magia. Si nuestra mente admitiera este tipo de realidad, correría el riesgo de perder el imperio que su razón ha construido ladrillo a ladrillo durante siglos. Aun así, la coacción del Mago es hoy tan fuerte en nuestra cultura que empiezan a construirse muchos puentes entre su mundo y el nuestro, sobre los que la razón puede caminar con firmeza. Algunos fenómenos parapsicológicos se examinan ahora bajo condiciones científicas controladas. La meditación trascendental atrae a cientos de seguidores al ofrecer pruebas objetivas de su efecto saludable en la presión sanguínea y sobre los estados de ansiedad. Con el uso de máquinas de biofeedback y otros inventos, se están estudiando diversos tipos de meditación y avanzamos en las investigaciones de los efectos que la meditación tiene sobre el cáncer. Parece ser que, en nuestro siglo, las palabras «magia» y «realidad» vayan a convertirse en una sola. Quizá estudiando al Mago podamos alcanzar una nueva unidad dentro de nosotros mismos.

La segunda carta de la fila es La Papisa, nuestra Señora Papisa, llamada a veces la Suma Sacerdotisa. Simboliza el arquetipo de la Virgen, familiar tal y como aparece en los mitos y escrituras sagradas de diversas culturas. La aparición de una virgen es un motivo que se observa tan frecuentemente entre los credos de muchos pueblos, separados tanto en el tiempo como por la geografía, que su origen sólo puede explicarse como un modelo arquetípico inherente a la psique humana.

El arquetipo de la Virgen celebra una humilde receptividad hacia el Espíritu Santo y una dedicación a su encarnación en una nueva realidad como el Hijo Divino o el Salvador. En nuestra cultura, el relato bíblico de la Virgen María representa este arquetipo. La Papisa es de alguna manera la representación de la Virgen de la Anunciación como se conoce en el arte católico. A menudo aparece sentada y con el Libro de los Profetas abierto delante de ella, igual que en el Tarot.

El arquetipo de la Virgen cautivó a pintores y escultores durante siglos y para cada mujer el hecho del embarazo la erige como la elegida para ser la portadora de un nuevo espíritu. Hoy se ha vuelto activa de otra manera, pues parece ser que es la Virgen la que ha inspirado lo que es más auténticamente femenino y animoso en el movimiento de liberación de la mujer.

Así como se escogió a la Virgen María para un destino único para el que «no había lugar en la posada», la mujer de hoy está llamada a realizarse a sí misma por caminos para los que nuestra sociedad colectiva de hoy aún le cierra las puertas. Así como la Virgen se vio forzada por su vocación a abandonar el cómodo anonimato y la seguridad de la tradicional vida familiar, portando sola su carga y alumbrando su nuevo espíritu en la más humilde de las circunstancias, las mujeres de hoy, para las cuales ha sonado claramente la nueva anunciación, tienen que sacrificar su seguridad y soportar la soledad y la humillación (a veces en circunstancias más pesadas que la rutina del ama de casa y de la madre de familia) para traer a la realidad el nuevo espíritu que se agita dentro de ellas. En este esfuerzo habría que dedicarle una hornacina especial a la Virgen para su veneración, ya que sigue mostrándose como único símbolo de la fuerza pasiva del principio femenino. Aunque dedicada al servicio del espíritu, la Virgen nunca perdió el contacto con su propia feminidad. Parece significativo que María, una de las figuras más poderosas de nuestra tradición judeocristiana, haya permanecido en nuestra cultura como un paradigma de la mujer femenina a ultranza.

Las dos cartas siguientes, La Emperatriz y El Emperador, simbolizan los arquetipos a gran escala del Padre y de la Madre. Poco hace falta decir a propósito del poder de estos dos arquetipos, ya que todos lo hemos experimentado en relación con nuestros padres y madres personales o con otros seres humanos que tuviéramos como tutores. En la niñez, probablemente, vimos a nuestros padres entronizados como la «buena», «nutricia» y «protectora» madre y el «omnisciente», «poderoso» y «valiente» padre. Cuando, como seres humanos que son, fallaron al representar estos papeles de acuerdo con nuestro guión, a menudo sentimos a nuestra madre como la Madrastra mala, o la Bruja Negra, y como el Diablo Rojo, el Cruel Tirano, si se trató del padre. Pasaron muchos años de ridículas proyecciones antes de que pudiéramos ver finalmente a nuestros padres como seres humanos que, como nosotros, poseen el potencial para el bien y para el mal.

Aun siendo adultos, si nuestros padres viven todavía podremos descubrir algunas áreas en las que regresamos a esquemas de costumbres propias de la juventud y nos sentimos «niños» ante su paternidad de diferentes maneras. Cuando esto sucede, podemos sentir que querríamos «romper» con ellos si fuera posible. Pero desde el punto de vista junguiano esta supuesta confrontación con los padres, aunque posible, no es necesariamente el primer paso para aclarar nuestro problema, puesto que aquí (como en el caso precedente del conductor y el autostopista) son los arquetipos los que están trabajando. Sea cual fuere la personalidad y la acción de nuestros padres (por limitados o inconscientes que sean), tendríamos problemas semejantes con quienquiera que estuviese en su lugar siempre que no hubiéramos llegado a un acuerdo con el arquetipo del Padre o de la Madre que cada uno de nosotros lleva dentro de sí. La suerte es que tanto nosotros como nuestros padres somos marionetas de un drama arquetípico manejadas desde atrás por figuras gigantescas; desde más allá de nuestra consciencia.

Mientras esto suceda, ya puede haber buena voluntad, determinación, dedicación o lo que sea, que el resultado de la confrontación de las marionetas entre sí sólo será un enredo mayor entre los hilos. Obviamente, lo primero que hay que hacer es darse la vuelta y mirar de cara al titiritero para poder ver lo que hay arriba y, si es posible, desatar o soltar alguno de estos hilos. En futuros capítulos enfrentaremos a la Emperatriz y al Emperador, y sugeriremos algunas técnicas para liberarnos de los hilos invisibles de estos maestros manipuladores. Una de las mayores contribuciones de Jung a la psicología es el descubrimiento de esta capa del inconsciente así como de técnicas para su confrontación, pues sin el concepto de arquetipo estaríamos atrapados para siempre jamás en un interminable baile circular con personas de una realidad ulterior. Sin estas técnicas para separar lo personal de lo impersonal, proyectaríamos sin fin en nuestros padres o las gentes de nuestro alrededor unos modelos de comportamiento arquetípico que posiblemente ningún ser humano puede encarnar.

El arcano número cinco es El Papa. En el dogma de la Iglesia el papa es el representante de Dios en la Tierra y, como tal, es infalible. Él representa una figura arquetípica de la autoridad, cuyo poder sobrepasa el del padre y el del Emperador. En términos junguianos, representa la figura del Hombre Sabio. Obviamente, proyectar esa infalibilidad y sabiduría sobrehumana en un ser humano (incluso el mismo papa) resulta discutible.

El arquetipo del Viejo Sabio que en la Biblia fue representado por los Profetas hebreos y los Santos cristianos, es algo muy vivo hoy. Aparece a menudo en nuestra sociedad como un gurú con turbante o como un anciano vagabundo con barba, vestido con túnica blanca y sandalias. A veces se ha sometido a alguna disciplina espiritual, sea oriental u occidental, y en ocasiones, incluso se nos aparece sin cartera. Si topamos con una presencia de este tipo y nos sentimos inclinados a adularle con devoción o bien le damos la espalda con rechazo instantáneo, podemos estar seguros de que el arquetipo está actuando. Pero si llegamos a conocerle en tanto que ser humano, puede ayudarnos a constatar que la iluminación es, después de todo, una cuestión personal más que institucional.

Como el mismo Tarot es a la vez sabio y viejo, nos ha pintado el arquetipo del Viejo Sabio de dos maneras. El Papa de la carta número cinco nos lo muestra según su aspecto más institucionalizado. El Ermitaño de la carta número nueve nos lo enseña como un fraile mendicante. Cuando lleguemos a estudiar estas dos cartas, tendremos la ocasión de contactar estas figuras como fuerzas dentro de nosotros. Conocer estos arquetipos nos ayudará a determinar hasta qué punto las cualidades que simbolizan están encarnadas en nosotros o en las personas que nos rodean.

La carta que sigue al Papa se llama El Enamorado. Aquí hallamos a un joven de pie entre dos mujeres; cada una de ellas parece reclamar su atención, si no toda su alma. Seguramente, el eterno triángulo es una situación arquetípica viva en nuestra experiencia personal. La intriga descrita en El Enamorado no requiere mayor desarrollo aquí, ya que refleja la base del noventa por ciento aproximado de la literatura y de los dramas del mundo actual. Quien desee refrescar su memoria a este respecto no tiene más que encender su televisor de vez en cuando.

En el cielo, sobre y tras El Enamorado, encontramos un dios con arco y flecha que está a punto de producir una herida mortal que puede resolver el conflicto del joven. Se trata del pequeño dios Eros, quien es, por supuesto, una figura arquetípica, así como también lo es el joven. Personifica un ego lleno de juventud. El ego se define técnicamente como el centro de la conciencia. Es aquel que habla en nosotros y piensa de sí mismo como «yo». En El Enamorado, este joven ego, que se había liberado de alguna manera de la influencia coactiva de los arquetipos paternos, es capaz ahora de mantenerse en pie por sí mismo. Pero todavía no es dueño de sí, pues, como podemos ver, está atrapado entre dos mujeres. Es incapaz de moverse. La acción principal de esta escena ocurre en el reino del inconsciente de los arquetipos ocultos a su conciencia actual.

Quizá la flecha envenenada del cielo encenderá el fuego que le ponga en marcha. Si es así, tendremos que observar atentamente lo que sucede a continuación puesto que, de aquí en adelante en nuestra serie de cartas, este joven ego será el protagonista del drama del Tarot. En este sentido, a menudo nos referiremos a él como «el héroe», puesto que lo que seguiremos es su viaje a través del camino de la autorrealización.

En la séptima carta, llamada El Carro, vemos que el héroe ha encontrado un vehículo que le conducirá en su viaje y que lo maneja un joven rey. Siempre que aparece un joven rey en escena, tanto en sueños como en mitos, simboliza generalmente que un nuevo principio de conducta emerge. En la cuarta carta, El Emperador aparece como la imagen de la autoridad. Es una persona mayor, sentada, dibujada en tamaño grande de modo que ocupa la totalidad de la carta. En El Carro, el nuevo gobernante está en movimiento y dibujado a escala humana, lo que significa que está actuando y que es más accesible que un emperador. Más importante que esto, es que no está solo. Se le ve actuando como parte de una totalidad con la que el héroe empieza a conectar.

El rey dibujado en esta carta es tan joven e inexperto como el mismo héroe. Si nuestro protagonista ha coronado su ego y lo ha puesto al mando de su destino, lo que queda del viaje no va a ser fácil.

Con El Carro llegamos a la última carta de la fila superior de nuestro mapa. A esta fila la llamaremos el Reino de los Dioses, pues se representan muchos de los personajes más importantes entronizados en la constelación celeste de los arquetipos. Ahora, el carro del héroe le conducirá a la fila inferior, a la que llamaremos el Reino de la Realidad Terrestre y de la Consciencia del Ego, puesto que aquí el joven empieza a buscar su fortuna y a establecer su identidad en el mundo exterior. Liberándose cada vez más de los lazos que le ataban a la «familia» arquetípica dibujada en la fila superior, intenta hallar su vocación, establecer su propia familia y asumir su lugar en el orden social.

Habiendo estudiado «los dioses» de la fila superior, recorreremos de una manera más rápida las cartas de las siguientes filas para obtener una visión amplia de cómo se desarrolla el argumento. La primera carta de la segunda fila es La Justicia. Aquí el héroe debe evaluar los problemas morales por sí mismo. Necesitará la ayuda de ésta para medir y sopesar los asuntos difíciles. Después viene El Ermitaño, que lleva una linterna. Si el héroe o protagonista no encuentra la luz que necesita en una religión establecida, este fraile puede ayudarle a encontrar una luz más individual.