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He aquí el legado de un libre pensador que, aunque emparentado con los antiguos sofistas griegos, ha nacido en nuestro siglo y vive entre nosotros como un perfecto desconocido. Enerbrijas, tal como él mismo soslayadamente se hace llamar, no es dueño de un método tradicional de escritura, sino que podemos encontrar entre sus obras, algunos ensayos, donde se deja al descubierto su ingenuidad pseudo filosófica, como así también narraciones sin rigor de veracidad, plagadas de absurdos e invenciones fantasiosas. Para no dejar inconcluso este compendio, hemos agregado pensamientos y frases recogidas de sus cuadernos y anotaciones informales. En ocasiones, Enerbrijas parece estar planteando sus temáticas con seriedad, y en otras, puede uno suponer que está tomando el pelo lisa y llanamente al lector. Lo triste aquí es que se hace realmente dificultoso desentrañar cuál de estas intenciones corresponde a cada trabajo, por lo que estamos ante la pista para sospechar los motivos por los que su obra ha sido ignorada por la crítica literaria. Así, con todo el material reunido podemos avizorar puntos de referencia que nos permitirán identificar un estilo típicamente Enerbrijano.
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Seitenzahl: 65
Veröffentlichungsjahr: 2014
Mercuri, Claudio Daniel
La aldea de Enebrijas. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2014.
E-Book.
ISBN 978-987-711-189-7
1. Narrativa Argentina. 2. Cuentos. I. Título
CDD A863
A los artistas que me han rodeado, desde mi admiración más sincera
José Luis Serrano, Marcelo Marqués, Fabián Medina, Pancho Mercuri, Luciano Levin, Martín Piotti, Andrea Sosa, David Gahan, Carlos Ardiles, Familia Taier, Pablo Fogos, Yolanda Marin, La Cruz – Calamuchita, Pichón Sosa, Elio Benhamú, Pablo Rivero, Martin Gore, Gustavo Bustamante, y a todos los que hacen feliz a Lautaro André
Claudio Mercuri, escritor cordobés nacido en el corazón de Villa el Libertador. Autor de los trabajos previos: “Narrador Público” (2005); y “7 Cuentos de Moda” (2008). Se redobla la apuesta por una narrativa con estilo propio, esta vez bajo un seudónimo que lo salvaguarde de una merecida golpiza.
Comentario Preliminar
He aquí el legado de un libre pensador que, aunque emparentado con los antiguos sofistas griegos, ha nacido en nuestro siglo y vive entre nosotros como un perfecto desconocido. Enerbrijas, tal como él mismo soslayadamente se hace llamar, no es dueño de un método tradicional de escritura, sino que podemos encontrar entre sus obras, algunos ensayos, donde se deja al descubierto su ingenuidad pseudo filosófica, como así también narraciones sin rigor de veracidad, plagadas de absurdos e invenciones fantasiosas. Para no dejar inconcluso este compendio, hemos agregado pensamientos y frases recogidas de sus cuadernos y anotaciones informales. En ocasiones, Enerbrijas parece estar planteando sus temáticas con seriedad, y en otras, puede uno suponer que está tomando el pelo lisa y llanamente al lector. Lo triste aquí es que se hace realmente dificultoso desentrañar cuál de estas intenciones corresponde a cada trabajo, por lo que estamos ante la pista para sospechar los motivos por los que su obra ha sido ignorada por la crítica literaria. Así, con todo el material reunido podemos avizorar puntos de referencia que nos permitirán identificar un estilo típicamente Enerbrijano.
Enerbrijas dice: No puedo resignarme a considerar el tiempo presente como un instante que se desintegra, que no nos da oportunidad de examinar sin que se torne en otra cosa. Por ello, he resuelto definir a mi presente como aquél que transcurre mientras dura el sentimiento que me aflige. Así, una ola aproximándose a la costa afecta mis pensamientos ahora mismo, una buena canción detiene mis relojes hasta que suena el último acorde, pero el mejor ejemplo es este beso que te doy, que no se convertirá en pasado hasta que volvamos a abrir los ojos.
Mi aldea es un lugar no demasiado llamativo en cuanto a su paisaje. Se encuentra a unos ciento ochenta kilómetros de la polis, los que hay que atravesar sin necesidad de hacer escala en otros pueblos. La ruta, puede decirse, es casi una línea recta trazada en el medio de una inmensa llanura de pastizales poblados por animales indiscretos.
Al acercarse a sus accesos ya se puede apreciar una atmosfera distinta, un aire limpio de contaminación sonora. Juraría que las señales satelitales pueden ser visualizadas al atravesar el cielo de mi aldea. Sería falso afirmar que un arco iris une los picos de los dos principales cerros de mi aldea, pero no miento al decir, cuando ansioso por llegar de regreso, dejo con gusto engañar mi vista con la presencia de esa imagen multicolor.
No son las características de su geografía lo que realmente distingue a mi aldea, por lo que un buen artista plástico, con seguridad, escogería algún otro poblado como objeto de su obra. Sin embargo, en mi aldea se pueden apreciar fenómenos singulares que no merece la pena pasar por alto, y son éstos los que han hecho de ella un acogedor refugio para aquellos que aún la habitamos. Como acto de justicia, se detallan a continuación algunas de las peculiaridades en cuestión.
En mi aldea, antes que la ira, preferimos la tristeza.
En ella no hay maestros de filosofía, de esos que prestan atención a sus peinados, en verdad, a estos lo único que les eleva son sus cabellos en punta. No señor, en mi aldea los sabios son hombres entrados en años, viejitos arrugados con la memoria en llamas, prestos a contar sus vivencias con soltura y con la autoridad impelida por los errores cometidos. Sus penas acumuladas son apreciadas en mi aldea con el valor de mil bibliotecas.
En mi aldea, no construimos templos, ni fabricamos imágenes. Para humillarnos ante el Dios nos sentamos en soledad a la orilla del río, y lanzando piedras al agua invocamos con cada círculo concéntrico al buen espíritu, quien acude infaltable a consolar nuestro ánimo, ése que en cuanto frágil, cada tanto, se deja afligir por la certeza de nuestros límites.
En mi aldea, los varones tenemos conciencia que, durante los momentos donde la parte salvaje de la sexualidad toma el comando total de nuestro comportamiento, se desactiva aquello que nos distingue del resto de las criaturas terrestres y nos hace aspirar a destinos supra mundo, al vernos como momentáneas bestias incapaces de discernir que, cada movimiento de cintura es el necesario para contribuir a la construcción de una nueva vida. Para compensar esta involución nosotros pensamos que existe el placer. El placer viene a ser el dulce engaño que nos hace tolerar nuestros lapsos de estupidez. A su vez, toda aquella señorita de mi aldea que intente conquistar a los hombres exhibiéndose exclusivamente como desesperado instrumento de placer, es considerada equivalentemente una idiota, por lo que ya casi no pueden encontrarse mujeres de ese tipo.