La aventura de mi vida - Celso J. Panchin - E-Book

La aventura de mi vida E-Book

Celso J. Panchin

0,0
4,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

En una noche donde los festejos se vuelven una pesadilla a manos de una tormenta en el mar, Jason y sus amigos se verán obligados a sobrevivir en un desolado paraíso tropical, en el cual su valentía y amistad se pondrán a prueba a la hora de mantenerse con vida en esta atrapante aventura.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
MOBI

Seitenzahl: 141

Veröffentlichungsjahr: 2019

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.


Ähnliche


Panchin, Celso J.

La aventura de mi vida / Celso J. Panchin. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2019.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: online

ISBN 978-987-761-949-2

1. Narrativa Argentina Contemporánea. 2. Novela. I. Título.

CDD A863

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: [email protected]

Diseño de portada: Justo Echeverría

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

Hoy tuve una extraña sensación al despertar, una sensación que me decía: “si sales, te arrepentirás”. Normalmente soy algo paranoico así que simplemente no hice caso y comencé mi día de manera normal, aunque en el fondo sabía... que esta sensación era diferente.

Soy Jasón, tengo 20 años y soy de Los Ángeles, California, Estados Unidos; después de no darle importancia a esa extraña sensación, accedí a vestirme para ir a trabajar a mi taller de reparación de vehículos como todos los días, pero no sin antes hacer mi mochila con ropa de fiesta, ya que hoy es el cumpleaños de Stuart, uno de mis amigos más cercanos. Tengo un pequeño grupo de amigos desde la primaria: Lucy, Ailin, Daian, Cinthia y Elena, son mis únicas amigas mujeres, pero mis amigos no terminan ahí, ya que también están: Jacob, Stuart, Scott y Marc, ese es mi pequeño círculo de amigos. En fin, mi día fue totalmente normal, fue un día igual a cualquier otro, al menos en mi trabajo...

CAPÍTULO 1

LA ÚLTIMA FIESTA

Eran las 22:30 de la noche, me vestí para la fiesta y fui a casa de Stuart, ya que la fiesta estaba a punto de zarpar, sí, ¿no se los dije? La fiesta será en un lujoso yate, porque Stuart es hijo de una familia adinerada, sus padres son importantes empresarios o algo así. Bueno, al parecer yo fui el último en llegar, tuve problemas en el taller, pero mi verdadera demora fue el tráfico, ya me estaban esperando para irnos, la fiesta sería en medio del Pacífico, pero nunca imaginamos lo que acabaría ocurriendo. Desde que salimos del puerto esa extraña sensación que tuve en la mañana volvió, pero esta vez diciendo: “te lo advertí”.

La fiesta comenzó bien, buena música, alcohol y nuestro estilo fiestero a tope, luego de unas horas decidimos continuar la fiesta bajo la cubierta del yate, porque de repente comenzó a hacer mucho frío, fue como si la presión hubiese bajado, ya que se hacía más pesado respirar, pero yo supuse que sería un cambio breve por ser verano. Ya eran las 2:48 de la madrugada, la fiesta continuaba como si nunca fuera a terminar, ya todos estaban muy alcoholizados, no soy de beber en exceso así que yo al menos estaba bien, todo marchaba perfecto cuando de repente...

El yate comenzó a sacudirse, solo yo me di cuenta, así que fui a ver al capitán, era el Sr. Stefano, el tipo nunca me agradó, y jamás confié en él. Era un retirado de la marina norteamericana, los padres de Stuart lo contrataron hace un año y hace unos meses me di cuenta de que miraba de manera indebida a la madre de Stuart y ahora encontré una razón para seguir odiándolo por el resto de la vida. El muy maldito también había bebido, aun sabiendo que no debía porque se lo habíamos prohibido y se durmió en el timón llevándonos fuera de curso hacia quién sabe dónde, lo desperté de un golpe y comencé a gritarle, yo estaba furioso porque jamás debió haberlo hecho, por su culpa pudimos haber encallado o peor, pudimos haber dado la vuelta y estrellarnos contra algún muelle, incluso pudimos agotar el combustible y quedar varados en medio del océano, muchas cosas pasaron por mi mente en ese instante, pero, en ningún momento pensé que ocurriría lo que pasó a continuación...

CAPÍTULO 2

LA TORMENTA DE LA PERDICIÓN

Entre la música, el agua golpeando el costado del yate y mis discusiones con el capitán, escuché algo que estuvo fuera de lugar entre lo que se oía, un fuerte estruendo resonó en la distancia, de inmediato salí a la cubierta para ver qué sucedía y fue cuando vi lo peor de la noche, lo que cambiaría nuestras vidas para siempre.

Una gran tormenta tropical se acercaba a gran velocidad hacia nosotros, decidí no perder ni un segundo y me puse manos a la obra, preparando los dos botes de emergencia y los chalecos salvavidas por si acaso, cuando quise ir a buscar a los demás, noté que un bote se había soltado, salté a él para recuperarlo, pero caí al agua, nadé hasta el bote y subí como pude, cuando intenté remar hasta el yate, porque aún no habían bajado los motores de los botes, la vi. Una enorme ola azotó la embarcación que no resistió tal brutalidad, me desesperé y remé con todas mis fuerzas, pero la ola me arrastró muy lejos de donde se encontraba el yate... de donde se encontraban mis amigos, de pronto noté que un pedazo de metal voló en dirección a mí y no recuerdo más nada desde entonces.

Desperté al amanecer en el bote, me dolía mucho la cabeza, estaba entre algunos pedazos del yate que flotaban a mi alrededor, no sabía qué estaba pasando, hasta que comencé a recordarlo todo como si fuera una horrible pesadilla. Miré a mi alrededor y solo había kilómetros y kilómetros de océano, entre llantos y desesperación solo gritaba: ¡¡amigos!!, ¡¡¿dónde están?!! y solo escuchaba silencio, un sombrío silencio que me enloquecía, llevando mi mente al límite de la cordura. Después de un rato asumí lo peor y decidí aceptarlo, entre rabia, dolor y tristeza, comencé a juntar lo que pudiera servirme para sobrevivir a mi naufragio. Afortunadamente, entre las cosas que estaban en ese pequeño bote, encontré mi mochila, la cual arrojé sin ver al subir al yate y afortunadamente cayó dentro del bote, recordé que después de salir del trabajo el día anterior, vi en la vidriera de una tienda junto a mi taller un cuchillo de caza que estaba en oferta y no dudé en comprarlo, también estaba mi ropa del taller y entre los bolsillos encontré algo de alambre que ni siquiera sabía por qué estaba ahí y algo de línea de pesca que un cliente había olvidado.

Tardé algunas horas en construir una especie de sombrilla con los restos del yate que flotaban a mi alrededor, colocando uno de los remos verticalmente para usarlo como soporte y el resto lo coloqué a su alrededor como una carpa cónica atando todo en la cima con alambre, para no sufrir insolación por el calor abrasador de los rayos del sol. Cada vez que me sumergía sabía que podía ser la última vez que lo hacía, porque esas aguas estaban plagadas de tiburones, aunque no me sorprendía, después de todo, era el maldito océano Pacífico donde me encontraba naufragando. Cuando terminé de recolectar cosas solo me quedaba sumergirme una última vez con mi cuchillo para buscar algún pez que pudiera comer y así recuperar algo de fuerzas y energía que estaba perdiendo. Sin importarme los tiburones que merodeaban, pude conseguir un pequeño pez que nadaba bajo la sombra del bote y sin más nada que esperar tras cortarle la cabeza y las aletas y quitarle las escamas, lo abrí para quitarle sus entrañas y me lo comí, sin darme cuenta de que la sangre del pez atraía a más tiburones y que ya estaba anocheciendo, veía cómo en esas tranquilas aguas se reflejaba el sol al caer lentamente sobre el horizonte, e irónicamente era una hermosa postal en una horrible pesadilla. No le di mucha importancia a los tiburones y me acomodé para pasar otra noche en el bote, me quité la ropa mojada para no morir de hipotermia esa misma noche y me puse la ropa del taller que estaba seca, creí que no podría dormirme, pero estaba agotado por nadar tanto para juntar cosas toda la tarde, y cuando menos lo imaginé, estando bajo las estrellas que se convertirían en mi techo, sobre el agua que mecía el bote como una madre meciendo la cuna de su pequeño hijo y con la compañía de la soledad que se volvía insoportable, la tristeza de estar lejos de todo y las incesantes lágrimas que recorrían mi rostro al recordar que ya no volvería a ver a mis amigos, que ya eran como una familia para mí, comencé a dormirme imaginando que jamás despertaría de esta interminable pesadilla.

CAPÍTULO 3

MI LLEGADA A LA ISLA

Al despertar, antes de abrir mis ojos, sentía que el bote no se movía, escuchaba el incesante canto de muchas aves, una cálida sombra moviéndose sobre mi rostro que no era de los restos que utilicé y fue ahí cuando abrí los ojos, miré hacia adelante y solo vi el océano, comencé a sentir una gran desilusión nuevamente, hasta que volteé la vista a mi derecha y vi arena. “Debo estar soñando”, fue lo que pensé en ese momento, cuando bajé del bote y me quemé los pies con la arena me di cuenta de que no lo estaba. Me di la vuelta nuevamente y vi que no estaba en la playa de alguna ciudad o pueblo costero, estaba en una isla del Pacífico o al menos eso pensaba por el océano donde naufragué, volví a subir al bote para ponerme mis zapatillas que ya estaban secas, puse todas las cosas que pudieran servirme en la mochila y salí a explorar en busca de algo que comer y agua dulce porque ya estaba sediento y no quería morir deshidratado en una isla donde nadie me encontraría. En lugar de recorrer la playa, me adentré en la espesa selva que había en la isla, no pasó mucho tiempo hasta que encontré un cocotero con muchos cocos ya maduros y comencé a arrojar cosas para tirar los que pudiera, cayeron varios, al menos los suficientes como para no morir de sed, los puse en la mochila y volví al bote, lo arrastré más cerca de la selva, por la playa, para no perderlo cuando subiera la marea, y lo amarré a un árbol por si acaso, ya que ese sería mi refugio ahora. Después de hidratarme comencé a escribir una señal de auxilio en la arena, lo más grande y visible que pudiera, escribiendo un gran SOS con hojas de palmera y algunas ramas grandes y solo me quedaba esperar a que alguien lo viera.

Cuando llegué a esta isla no creí que pasaría tanto tiempo en ella, pero ya pasó una semana y aún no veo nada, ni aviones, ni barcos, ni nada, no tengo idea de si enviaron ayuda desde tierra o no, lo único que sé es que yo aún sigo varado y solo en esta isla. El aburrimiento me desbordaba, así que me adentré más aún en la selva solo para ver qué podía encontrar, llegué después de una larga caminata a un río de agua cristalina que venía de una pequeña cascada, no lo dudé ni un segundo y la probé, me quedé maravillado al darme cuenta de que era el agua más dulce y pura que jamás había probado, me asomé a la cascada para refrescarme y vi que detrás de ella se encontraba una cueva, me adentré en ella y no parecía muy grande. Podía estar parado en su interior a pocos centímetros del techo y estirar mis brazos para tocar las paredes con las puntas de mis dedos, no había insectos ni animales dentro, eso me sorprendió, pero me gustaba, la cueva parecía hacerse más grande al adentrarme más, pero solo había una pared de rocas más adelante, así que solo había una entrada y una salida. Volví a caminar sobre mis pasos siguiendo el rastro de marcas que dejé en el camino para no perderme y caminar más de lo necesario, cuando llegué al bote que estaba en la playa vi que sobre el océano se asomaba una enorme tormenta.

A pesar del miedo que se disparaba en mi interior por ser la primera tormenta que pasaría en esta isla desde que yo estaba ahí, me quedé totalmente asombrado, porque jamás había visto un tornado de agua saliendo del océano, fue cuando me percaté de que esta intensa y destructiva tormenta venía hacia mí. Tomé todo lo que pude del bote, lo volteé para que no saliera volando y me dirigí a la cueva que encontré tras la cascada. Fue el único lugar seguro que llegó a mi mente en ese momento, corrí lo más rápido que pude para llegar a la cueva antes que la tormenta a mí, cuando entré, sentí el estruendo del tornado tocando la playa. Yo estaba muy asustado y solo cerré los ojos y cubrí mis oídos como un niño pequeño que le teme a lo que se esconde en la oscuridad de su habitación, esperé a que pase la tormenta, pero parecía no acabar nunca, hasta que por fin el silencio y la calma se apoderaron del lugar. Esperé un momento antes de salir por miedo a que un árbol me cayera encima, cuando salí vi la destrucción que esta tormenta había dejado a su paso y en mi mente solo decía: “¿cuánto más de esto podré soportar?”.

Fue así como el tiempo pasó, dos semanas, tres semanas, un mes, y yo seguía en esta isla, esta isla que ya era tanto mi salvación como mi perdición, apenas podía soportarlo. Recorrí muchas veces la isla en su interior, encontrando muchas formas de vida, tanto de fauna como de flora y solo ellos eran mi compañía, ya me había mudado al interior de la cueva porque a pesar de estar tras una cascada su interior era seco. Era ahí donde hacía fuego para mantener mi calor por las noches, para cocinar lo que cazara, ya que había aprendido a encenderlo probando rocas con mi cuchillo, al que podía usar como un pedernal improvisado, era esa cueva donde llevaba registro de los días que pasaban, hasta que un día recordé que faltaba una semana para mi cumpleaños. Comencé a llorar porque me di cuenta de que pasaría mi cumpleaños solo en esta maldita roca flotante con vida, ya no podía resistirlo más, los días pasaron, ya faltaba un día para mi cumpleaños y me di por vencido, mis esperanzas de que alguien me rescate ya estaban destrozadas, así que ya no quería vivir más.

CAPÍTULO 4

MI ÚLTIMA GRAN CENA

El día al fin había llegado, desperté temprano, ya desbordado por la locura me dije a mí mismo: “¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS, JASÓN!!, hoy te espera un gran día”. Salí de la cueva solo para recolectar comida, más de la que comería, pero yo quería un festín, un gran banquete digno para el rey de la isla, comencé a recolectar frutas, ya que abundaban en la isla, mangos, bananas, incluso naranjas silvestres y muchos cocos. Eran mis recipientes para el agua y también mis platos, corté ramas y varas para fabricarme una mesa y hojas de palmeras para usarlas de mantel, me adentré al agua para buscar peces, pero con solo peces no me bastaba, yo quería un tiburón para comer, las cálidas aguas poco profundas estaban plagadas de ellos, así que no sería muy difícil atrapar a uno de los peces de los que más me alejaba, porque siempre temí que uno de ellos me hiriera y mi sangre atraiga a más para devorarme, como pirañas. Debido a que aprendí a cazar con arco y flecha y a pescar con un arpón, improvisado pero “seguro”, que yo mismo creé con un palo firme, los cordones de mis botas del taller y mi cuchillo en la punta, era muy fácil pescar, ya lo había hecho muchas veces antes. Con una liana fuertemente atada a la punta trasera del arpón esta vez, así traería al fuerte tiburón hacia la playa para matarlo, lo intenté muchas veces sin éxito por horas, hasta que al fin atrapé uno, me costó bastante arrastrarlo hasta la playa, ya que era un tiburón muy fuerte, pero al final conseguí hacerlo. Al conseguir atraparlo até el otro extremo de la liana a un árbol cercano y mientras más lograba traer al tiburón a la playa más de la liana ataba al árbol para que no pudiera zafarse y finalmente se rindiera. Cuando el tiburón ya estaba en la playa, me tomé mi tiempo para observarlo y ver qué tan lejos me había llevado mi locura, pero no me importó, comencé a reír y luego solo lo maté.

Solo me faltaba un último platillo para esta cena, durante un tiempo estuve observando un grupo de monos liderados por un macho alfa y es a él a quien cazaría para completar mi última gran cena antes de morir. Prepar