La catedral sumergida - Enrique Papatino - E-Book

La catedral sumergida E-Book

Enrique Papatino

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Beschreibung

El texto de Papatino revela que en el teatro no existen las palabras "comunes y corrientes", y como conocedor de todos los secretos de la escritura para la escena, las dota de sugestión, sonoridad y significación, sin que esto signifique opacar el valor de una intriga que no sólo mantiene sino que acrecienta la atención del espectador. Esta historia trasciende su conflicto visible: el amor entre dos mujeres y un hombre. El autor plantea algo que lo amplía: la memoria, las lecturas y los recuerdos como archivo o como guía para emprender nuevos viajes como personas y como artistas. Papatino propone la escritura como viaje. Para el autor. También para el receptor. En este caso se trata de un hermoso, enriquecedor y asombroso viaje. Perla Zayas de Lima

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Seitenzahl: 56

Veröffentlichungsjahr: 2023

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Ähnliche


ENRIQUE PAPATINO

La catedral sumergida

Papatino, Enrique La catedral sumergida / Enrique Papatino. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-4188-8

1. Teatro. I. Título. CDD A862

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Ilustración original de portada: Marcelo Salvioli

Índice de contenido

PRÓLOGO

La catedral sumergida

Casa de Waldo

Bar

Casa de Waldo

Bar

Casa de Waldo

Bar

Casa de Waldo

Casa de Julia

Casa de Waldo

A Cecilia,

mi mitacita,

y la de esta obra.

PRÓLOGO

La escritura como viaje.

“Nada hay como volver a cantar cuando estabas mudo” (Ana)

“La catedral sumergida” nos permite aproximarnos a una escritura que, mientras potencia las posibilidades creativas de un director de escena, ofrece al lector la posibilidad de adentrarse en una red de ideas que, a partir de una posición autorreferencial, permite al autor ahondar en el sentido del término “creatividad”. 1

El resultado es un texto que, sin abandonar las tres formas aristotélicas de la mímesis (verosimilitud, diégesis y ficción), se atreve a transitar por caminos de representación no convencionales, sobre todo en el diseño del personaje masculino en su doble y conflictivo rol de editor y creador.

El protagonista de esta obra es prisionero de fuerzas diferentes y simultáneas que lo disputan. Como hombre, está entre la razón y la emoción, entre la vida y la muerte, entre el pasado y el futuro. Como escritor, entre la faena y la parálisis creativa, entre las ideas que son propias y las que ha heredado de los artistas del pasado (escritores, pintores, músicos). Como editor, entre el juez que decide quién es el elegido y el dador de fama.

Para la imagen, la representación y el contemplador, la música funciona como eje, no sólo por el deseo de un viaje en el tiempo para encontrarse con Mozart, Vivaldi y Beethoven, o la expresa referencia a la obra de Debussy2 y la leyenda en la que se inspira, sino en la organización misma de las acciones y espacios. Sergio Aschero sostenía que “al terminar de leer un texto uno guarda una idea, un sentimiento que lo resume”3. En mi puesta en escena interior, producto de una lectura silenciosa4, percibo en Papatino al músico escritor que descubre la sonoridad latente de las palabras y la organización rítmica de los espacios y situaciones.

Resultan fundamentales los contrapuntos. Contrapunto de los espacios de encuentro que se alternan: las casas y los bares. Contrapunto de personajes femeninos: el ser claro y el ser misterioso. Contrapunto entre las dos profesiones del protagonista: la de escritor y la de editor. Contrapunto entre sonido y silencio. Contrapunto entre la fragilidad y la energía durante el proceso creativo. Contrapunto entre tiempo cronológico y tiempo interior (disolverse en el tiempo, viajar en el tiempo, investigar la traslación cuántica). Contrapunto entre la percepción de un tiempo que se escurre (Ana, Waldo) y la necesidad de un anclaje temporal (Julia y su preferencia por Praga, ciudad en la que “no pasa el tiempo”). Contrapuntos de lecturas, la apuesta de Ana por Voltaire (la razonabilidad) y la de Waldo (la locura, los viajes, la agudeza); las preferencias de Ana por Raymond Chandler, (perteneciente a la escuela hard-boiled, a quien le importaba crear la emoción a través del diálogo y la descripción), y por la escritora de la Edad Dorada, Agatha Christie, asidua transgresora de las reglas del género, frente a la preferencia de Waldo por Joseph Conrad, del que el mismo Waldo podría ser un personaje por su vulnerabilidad e inestabilidad.

Y me atrevería a sugerir que el propio Papatino se aproxima a Conrad por su escritura poética en prosa, y su cercanía con el simbolismo. T.E. Lawrence5 reconocía en el novelista polaco párrafos que resonaban en ondas como la nota de una campana que era capaz de vibrar aún después de haberse detenido su balanceo. Esto es lo que precisamente nuestro dramaturgo genera en el desenlace de su pieza.

La actividad académica de Julia y la doble profesión del protagonista (escritor y editor) le permiten a Papatino reflexionar sobre el poder de las palabras, la necesidad de elegirlas cuidadosamente (en la literatura y en la vida): sortear las palabras como si se anduviese en “un campo minado”(pag. 39), deslizar las palabras como “si las asaran a fuego lento”(pag. 50).

Dotado para la música y la poesía, Papatino es un hábil dramaturgo que sabe dosificar la intriga con el aporte de indicios ofrecidos en las acotaciones y en los diálogos, y que el lector es capaz de reconocer y asociar. En sus diálogos apela a la utilización de lo que Doris Humphrey denominaba “ritmo emocional”6, el arrebato y la declinación del sentimiento, con acentos que no solo ofrecen fuertes pautas rítmicas, sino que sirven de base para juzgar los ritmos emocionales de los demás.

Cada uno de estos personajes componen una trinidad laica, se conectan por su relación con la lectura y se diferencian por los escritores que citan; proponen símbolos que diseñan por momentos contornos difusos, donde lo real, lo imaginario y lo simbólico conforman una parte decisiva de la creación.

La mujer ahogada (personaje de la novela), la mujer que bucea en las profundidades (Ana), la catedral sumergida (leyenda)7, reúnen “el doble sentido de disolución pero también de renacimiento y nueva circulación, pues la inmersión multiplica el potencial de la vida”.8 En este último caso aparece conectado otro símbolo, el de la campana, cuyo sonido remite en casi todas las culturas al poder creador.

Para el dramaturgo no hay silencios absolutos, sólo depende del modo de escuchar. Por eso Ana puede escuchar esas campanas sumergidas con sólo mirar la superficie, y no le parece inverosímil que se pueda cantar bajo el agua. Generar asombro es cualidad del arte, y sólo si acepta este desafío el artista podrá realmente crear.

Finalmente, como hombre de teatro, Papatino sabe de la importancia de lo “no dicho”, de lo que se presenta fragmentariamente, de lo que es eco, de los significados polivalentes, de ese revés de la trama que permite a directores y actores generar diferentes lecturas creativas a partir de su texto, y así lo demostraron aquellos artistas que, en diferentes lugares de nuestro país, lo pusieron exitosamente en escena.

Papatino propone la escritura como viaje. Para el autor. También para el receptor.

En este caso se trata de un hermoso, enriquecedor y asombroso viaje.

Perla Zayas de Lima.

Para cualquier tipo de representación de esta obra, ya sea teatral, cinematográfica, televisiva, por internet o cualquier forma de exhibición existente o por existir, sea en versión original, en adaptaciones, en versiones libres o mero uso de personajes, se necesitará autorización expresa del autor, la que deberá ser solicitada a través de ARGENTORES, Sociedad General de Autores de la Argentina, Pacheco de Melo 1820 - (CP 1126) Ciudad de Buenos Aires, Argentina (argentores.org.ar).

“La catedral sumergida”