La conducta de la vida - Ralph Waldo Emerson - E-Book

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Ralph Waldo Emerson

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Beschreibung

Los estudios emersonianos, desde William James a Stanley Cavell, han mantenido viva la provocación del "scholar" por antonomasia. La conducta de la vida brinda la oportunidad de corroborar este interés.

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Ralph Waldo Emerson (1803-1882), fundador del trascendentalismo americano, publicó La conducta de la vida en 1860, año en que Abraham Lincoln fue elegido presidente de los Estados Unidos. La filosofía de Emerson, que había sido autor de Naturaleza (1836) y dos series de Ensayos (1841, 1844), llegó a la madurez en vísperas del conflicto que pondría a prueba la Unión. No es un azar que la transformación de la república debiera encontrar entre lo fatal y lo ilusorio (los términos de este libro) su símbolo apropiado. El pensamiento de Emerson, sin embargo, convoca a los lectores de todas las épocas y alcanza en esta obra la indestructible apariencia que le permite afirmar su lema —«La vida es un éxtasis»— sucesivamente como señal de júbilo y como advertencia. Los estudios emersonianos, desde William James a Stanley Cavell, han mantenido viva la provocación del «scholar» por antonomasia. La conducta de la vida brinda la oportunidad de corroborar este interés.

Ralph Waldo Emerson

La conducta de la vida

INTRODUCCIÓN

For we transcend the circumstance continually,

and taste the real quality of existence.

RALPH WALDO EMERSON

Emerson publicó The Conduct of Life (La conducta de la vida) en diciembre de 1860, tras una década anotando en su diario y leyendo, como solía hacer, cada uno de sus capítulos como conferencias y un mes después de la elección de Abraham Lincoln como decimosexto presidente de los Estados Unidos de América. En su primer discurso inaugural, pronunciado en marzo del año siguiente, Lincoln corroboraría la impresión de que «la teoría de la época» a la que Emerson se refería al comenzar su libro tenía un acentuado carácter retrospectivo; en comparación con lo que Lincoln llamaba «el amplio alcance de los precedentes», el plazo constitucional de cuatro años que tenía por delante parecía breve y, de hecho, sería trágicamente interrumpido: «La Unión», dijo Lincoln en vísperas de la secesión, «es mucho más antigua que la Constitución»[1]. En diez años, desde el Compromiso de 1850 sobre la extensión de la esclavitud en los nuevos estados y la Convención de Nashville que había «dividido la casa» y propagado la idea de la separación hasta la adquisición de la fuerza política de los inmigrantes, los Estados Unidos habían cambiado o envejecido y Emerson advertía a la nueva administración que «lo que ayer estaba por delante es hoy el trasfondo». En julio de 1867, acabada la guerra civil que había amenazado (y, en muchos aspectos, destruido para siempre) la existencia nacional y casi treinta años después de que fuera vetado en la Universidad de Harvard por su separación del credo unitario, Emerson retomaría la palabra para fijar, ante un auditorio de supervivientes, los términos reales del «progreso de la cultura» constitucional: «No diré que las instituciones americanas hayan definido nuestra idea del hombre completo, sino que han añadido importantes rasgos al esbozo»[2]. Sin embargo, ni Henry David Thoreau ni Nathaniel Hawthorne ni el propio Lincoln —a quienes Emerson había considerado por su integridad, su percepción de la depravación humana o su rudeza política los verdaderos hombres representativos, o completos, de América— se contaban ya entre los «idealistas» a los que ahora se dirigía. En realidad, «la marcada cualidad ética» que Emerson observaba en las medidas legislativas adoptadas durante la guerra y en los primeros momentos de la reconstrucción de un país devastado material y moralmente de norte a sur —los principios, había dicho Lincoln, debían ser inflexibles— empezaría a difuminarse enseguida: apenas un año después de la conferencia de Emerson, la administración de Andrew Johnson, sucesor de Lincoln y el primer presidente destituido por el Congreso, obligaría a adoptar otra actitud. La conducta de la vida de Emerson sería, en opinión de la generación más joven, naïf[3].

La ingenuidad de Emerson o su discutida incapacidad para imaginar el mal constituyen las acusaciones más frecuentemente repetidas, desde que las formulara Herman Melville, contra el autor de Nature (Naturaleza, 1836) o los Essays (Ensayos, 1841-1844). La lectura de La conducta de la vida, sin embargo, debería imponer cierta cautela en la interpretación de una obra que alcanzó con este libro su madurez —o la mayor imaginación posible del bien— y obligar a leerla de nuevo, al menos, como el autor la escribió. La conducta de la vida es, por sí mismo, un escrupuloso y conmovedor trabajo de lectura, previo y paralelo al trabajo de escritura que le daría la forma última de libro. Leer su propia obra y seguir escribiéndola incoaría, para Emerson, el expediente del examen de conciencia de la memoria personal y nacional que las menciones de sus contemporáneos y sucesores —de Hawthorne a Henry Adams— ayudan a situar en su contexto: si, como Lincoln había advertido con su peculiar modo de expresión, la «idea central de la secesión era la esencia de la anarquía», la coherencia de La conducta de la vida ponía de relieve un reconocimiento común de las consecuencias de la eterna serie de causas sucesivas que «Hado», el primero de los capítulos del libro, trataría de practicar y una revocación de los medios convertidos en fines de la revolución americana, entendida en toda la extensión del término, que «Ilusiones», el último de los capítulos y el único que no había sido leído nunca en público, llevaría a cabo. Sólo por este ejercicio de lectura habría que recapacitar sobre la pretendida ausencia del mal en Emerson: la relación original con el universo y la independencia de la historia que el joven escolar[4] americano preconizaba en sus primeros ensayos se enfrentaba ahora a una determinación dramática e inexorable. «En este reino de ilusiones», escribió Emerson hacia el final de La conducta de la vida, «andamos a tientas, afanosamente, en busca de apoyo y fundamento, pero no hay otro que un estricto y fiel trato doméstico que cierre la puerta a la duplicidad o ilusión». Emerson no abandonaría nunca la convicción expresada en 1837, en «El escolar americano», de que la revolución americana significaba la domesticación de la idea de cultura y de que ese significado era, en efecto, mucho más antiguo que la Constitución y permitía una segunda —o una infinita— escritura constitucional: las tres enmiendas posteriores a la guerra civil serían una dolorosa demostración de vitalidad política. La Constitución americana no lo había dicho todo en 1787. Emerson aludía a ello al decir, en su conferencia de reconstrucción, que había una reserva de jovialidad: «But Jove is in his reserves». La autoridad americana era reticente.

Pocos días antes del citado discurso en la Universidad de Harvard, Emerson anotó en su diario: «Creo que cualquier viejo escolar habrá tenido la experiencia de leer en un libro algo significativo para él y que nunca ha vuelto a encontrar; está seguro de haberlo leído, pero nadie más lo ha hecho y él mismo no puede encontrarlo aunque rebusque en cada página»[5]. Esta entrada podría proporcionarnos, a pesar de la impotencia aparente que manifiesta, el procedimiento de lectura y escritura de La conducta de la vida que probablemente Emerson tuvo en cuenta y que cualquier lector habría de seguir en la actualidad. «Algo significativo» o el sentido tal vez irrecuperable, pero inspirador, de toda una obra —que Emerson no llegara nunca a adquirir una forma es la otra gran objeción planteada a una escritura que encontraría la belleza, precisamente, en los momentos de transición del pensamiento a las palabras— suponían una vuelta a la petición de principio en que Emerson había incurrido en 1838: en su discurso sobre la «Ética literaria» anunció que «la literatura aún está por escribir»[6]. Conforme se fuera escribiendo la literatura (y la Constitución) o fueran suyos los libros donde algo significativo pudiera ser leído (o perdido en lugar de ser domesticado), Emerson habría ido acercándose al momento en que, en efecto, cualquiera de los sentidos que pudiera darle al pasado sería «más antiguo que la Constitución» o acabaría cobrando el aspecto imponente de «los señores de la vida» eme Emerson describió en el poema que encabezaba «Experience». (Experiencia), en la segunda serie de los Ensayos: la costumbre y la sorpresa, la superficie y el sueño, la sucesión y el error… La segunda serie de los Ensayos, mucho más elaborada literariamente que la primera, se publicó en 1844, dos años después de la muerte de Waldo. el primer hijo de Emerson, en enero de 1842[7]. «Experiencia» (que iba a llamarse «Vida»), y luego el poema «Treno», fueron en cierto modo retractaciones o lecturas de la escritura inicial de Emerson de las que saldría la palabra con la que nombrar al «inventor del juego, omnipresente», como decía el poema que servía de prólogo al ensayo, «y sin nombre». En su elegía, Emerson escribió que el «hado» había dejado caer a Waldo, sin que pudiera ayudarle a incorporarse de nuevo, y unía la palabra terrible a la primera palabra de su escritura: «La naturaleza, el hado y los hombres lo buscan en vano». El libro de la naturaleza era el libro del hado. En la primera mención del hado en La conducta de la vida, Emerson deduciría el término de la generación de los hijos: «Tendríamos que empezar nuestra reforma mucho antes, en la generación». Sin embargo, si lo único que el dolor por la muerte de su hijo podía enseñarle a Emerson era lo superficial que resultaba, el significado del hado, como los significados de la naturaleza, tenía que ser más profundo o susceptible de ser expresado. Ser una víctima de la expresión, como Emerson definía al escolar en «Experiencia», suponía negar la tragedia de la cultura o la ausencia de significado, pero no ser incapaz de imaginar el mal o la muerte. En La conducta de la vida, la tiranía del hado alcanzaría los límites de la escritura de Emerson: «Hemos de aceptar», así empieza La conducta de la vida, «un dictado irresistible».

El dictado irresistible o la teoría de la época que tenía que resolverse en la cuestión práctica de la conducta de la vida («¿Cómo he de vivir?») remitía a la serie de conferencias que Emerson había dado a finales de la década de 1830 —y con las que había ido sustituyendo paulatinamente a los sermones conforme el escolar se apropiaba del estado de ánimo del clérigo— con el título de «The Present Age». (La época actual), resumidas en la conferencia «On the Times». (Sobre el tiempo) impartida en 1841 y publicada en 1849, junto a Naturaleza y otros discursos, poco antes de empezar a impartir las conferencias sobre «La conducta de la vida» y de que se publicara Representative Men (Hombres representativos). Con esta perspectiva, el volumen de 1849 ofrecía una peculiaridad llena de sentido: el nombre de Emerson aparecía en la portada, corrigiendo de esta manera la primera edición anónima de Naturaleza en 1836, año de nacimiento de Waldo. Para entonces, Emerson ya se había convertido en el inventor del juego trascendentalista de la literatura y la filosofía en América: «El espíritu de esta época», decía en 1841, «es más filosófico que el de ninguna otra». El inconformista, el disidente, el teórico, el aspirante, el conservador, el trascendentalista, el joven americano representarían simultáneamente al escolar emersoniano hasta 1850: la lectura, la especulación, el experimento de la época eran todos osados y el método de la naturaleza equivalía a la acción y el descubrimiento. Retrospectivamente, la época era también espléndida y Emerson se referiría a los avances científicos que había podido conocer durante su vida como «milagros» de la comunicación y de la conservación: el ferrocarril y el vapor y el globo aerostático, el telégrafo, la fotografía, la anestesia, la predicción meteorológica… Tras su visita a la industrializada Inglaterra de 1848, describió el país como «un rugiente volcán de hado, de valores materiales». La conducta de la vida tendría que obedecer a la necesidad de convenir las exigencias del hado en oportunidades de libertad. Si el libro de la naturaleza era el libro del hado, el giro emersoniano del argumento radicaría en la aseveración de que «hay algo más que historia natural». La inteligencia abría la vía de la metamorfosis.

La serie de conferencias de 1841 y 1842, dictadas mientras preparaba la edición de la primera serie de los Ensayos, antes y después de la muerte de Waldo, reflejaría, sin embargo, las vacilaciones de Emerson ante la trascendencia de la escritura: la aparición de la revista The Dial (La Esfera), donde Emerson publicaría primeras versiones de sus ensayos y conferencias y su influencia inspiraría a escritores de índole diversa como Margaret Fuller, Amos Bronson Alcott, Theodore Parker o George Ripley; la organización de los experimentos comunistas de Brook Farm o Fruitlands y, sobre todo, la emulación de Thoreau —que llegaría a vivir en su casa en periodos más o menos largos, en ocasiones en ausencia del propio Emerson, y que ocuparía en cierto modo el lugar de Waldo hasta su muerte en 1862— suscitarían una «doble conciencia» en el escritor y la impresión de llevar dos vidas apenas relacionadas entre sí ni dispuestas a reconciliarse, como la conferencia sobre «The Trascendentalist». (El trascendentalista, 1842) —uno de los escritos más esotéricos de Emerson— indicaba. La muerte de Waldo destruiría para siempre el privilegio de la experiencia de Emerson como padre o precursor: los múltiples sentidos de la experiencia podían ser una representación del conocimiento en su lucha contra el escepticismo, pero no podrían ayudar a establecer una autoridad duradera o que ya no tuviera nada más que decir, Emerson y Thoreau serían los primeros en advertir cuáles eran los términos de la ética de su amistad. En 1859, poco antes de la publicación de La conducta de la vida, Emerson anotaría en su diario lo que significaban la muerte o la trascendencia de Waldo en relación con sus lectores: «Durante veinticinco o treinta años he estado escribiendo y diciendo lo que una vez fueron novedades y ahora no tengo ningún discípulo. ¿Por qué? No es que lo que yo decía no fuera cieno o que no haya habido receptores inteligentes, sino que no había deseo alguno en mí de atraer a los demás hacía mí en lugar de llevarlos hacia sí mismos. Me enorgullezco de no tener escuela ni seguidores. Creo que sería impura cualquier intuición que no creara independencia». Independencia, libertad o —como las llamaría sucesivamente Emerson en La conducta de la vida— «poder» o «cultura» serían las palabras de acción que contrarrestaran la necesidad y el hado.

El hado también tiene su señor y, de hecho, supone la mejora. Hacia el final de «Hado». Emerson incluye una paráfrasis —el reverso del texto esotérico— del motivo de la doble conciencia expuesto en la conferencia sobre «El trascendentalista» al que ya hemos aludido. En su última modificación, Emerson propone la doble conciencia como solución a «los misterios de la condición humana… de los viejos nudos del hado, la libertad y la previsión». En adelante, la pauta de la escritura del libro revela la pauta de la escritura de toda la obra emersoniana: montar alternativamente en los caballos de la naturaleza pública y la privada. La escritura particular del diario, la lectura multitudinaria de las conferencias y la escritura abierta del libro se habían sucedido hasta alcanzar con La conducta de la vida la oportunidad histórica de la experiencia emersoniana. Todo el libro, y no sólo el capítulo séptimo, es, en realidad, una «consideración tempestiva», el pensamiento adecuado a una época en que la vida busca el poder y se hacen necesarias, como frenos y contrapesos constitucionales que dividan el poder alcanzado, la creencia en la compensación y la concepción de la confianza en sí mismo —los viejos recursos de los Ensayos que reaparecen significativamente en el capítulo sobre el «poder» y esporádicamente a lo largo de toda la argumentación— como acción original[8]. Lincoln, en un momento emersoniano que corregiría la expresión fúnebre del discurso de Gettysburg, bautizaría este «nuevo nacimiento de la libertad». La conducta de la vida tenía que descubrir el sentido del pasado que la década de 1860 rememoraría. Waldo sería así domesticado y trascendido: pertenecería en el futuro, como los miles de muertos de la guerra civil, a la raza pretérita de los señores de la vida.

La conducta de la vida surgiría, entonces, en primera instancia, de una serie de conferencias homónima. Emerson usaba el tópico desde 1848 y había aparecido en dos pasajes de Hombres representativos. En marzo de 1851, dictó en Pittsburgh una serie de conferencias que empezaban con «Inglaterra» y continuaban con «Leyes del éxito», «Riqueza», «Economía», «Cultura» y «Culto»; en octubre revisó el conjunto y añadió textos nuevos y en diciembre, en Boston, lo presentó ya como «La conducta de la vida», tras reemplazar «Inglaterra» y «Leyes del éxito» con «Hado» y «Poder», y con nuevas versiones de las demás. Las conferencias tratarían del hado en oposición polar a la libertad, pero también al poder, ya que evaluaban la conducta de los hombres que se oponían al hado desde ascendentes plataformas de poder. El movimiento progresivo abarcaba en la serie desde «Riqueza» y «Economía» hasta las cimas de «Cultura» y «Culto». El concepto de hado estaba prefigurado en la conferencia «Tragedia» de la serie sobre la «Vida humana» de 1838-1839, donde identificaba las «leyes del mundo» como una especie de hado y distinguía la idea de hado de la «doctrina de la necesidad filosófica». Entonces Emerson recomendaba que se adoptara ante la desgracia una actitud «fría y distante» y al escribir el texto para La Esfera afirmaría que la inteligencia es «el consuelo que dispensa un intervalo entre el hombre y su fortuna y convierte así al sufridor en un espectador y su dolor en poesía». Desde la infinitud de la confianza en sí mismo, el pensamiento de Emerson había ponderado en «Experiencia» la «mezcla de poder y forma» que no permite el exceso de ninguno y anticipaba la compensación de hado y poder de La conducta de la vida.

El poder o el espíritu contrapuesto al hado serviría además para valorar el relieve del «momento de transición» de la «fuerza pelásgica» al estado de «civilidad». Tal como había escrito en «Experiencia», había en la vida humana dos elementos, el poder y la forma, que debían resultar proporcionados. La proporción o equilibrio se habría dado en Platón, el primero de los hombres representativos, pero los grandes hombres del siglo XIX habrían incurrido en los extremos de la fuerza (Napoleón o el hombre de mundo) y la forma (Goethe o el hombre de letras). En «Belleza» —el capítulo de La conducta de la vida más cercano al tono del diálogo—, Emerson postularía la unión de lo intelectual y lo moral con una alusión final a la «percepción de Platón» que conectaba con el principio de «Ilusiones»: la visita a la cueva de Mammoth, en Kentucky, que podía leerse como una reescritura del mito (o una salida) de la caverna. La tarea de Emerson sería, por tanto, la educación de sus compatriotas por medio de una escala que conducía del «Poder» al «Culto». La fuerza y la búsqueda de poder habían de ser moderadas, sin embargo, por la «Cultura», que, una vez abiertas las vías de la «Riqueza», corregiría el sentido del éxito. Emerson recuperó los conceptos de las conferencias sobre «Cultura humana» en que exponía la doctrina del individuo que confía en sí mismo. La cultura permitiría así combatir las restricciones que afligen al individuo. En la serie de La conducta de la vida, «Culto» avanzaría hasta el concepto de «sentimiento moral», incorporando entradas del diario de 1847 y enfatizando «el tópico cardinal de la naturaleza moral»[9].

La búsqueda del poder, la reunión de grandes cantidades de vida con sus propios ritos de purificación o el mantenimiento de las posiciones conquistadas —que eran las circunstancias que rodearían el estallido de la guerra civil— tendrían que ser compatibles con las leyes morales y el sentido de la belleza, con la proporción debida a los tiempos; esa era la intención emersoniana que se proyectaba hacia el primer plano de la historia. El capítulo sobre la Riqueza resultaba, con esa perspectiva, el más controvertido y comprometido. La crítica a la economía de Thoreau en Walden no podía ser dolorosa si no quería ser superficial y si el consumidor y productor emersoniano debía pagar la deuda contraída con el mundo: lo que cada hombre costara, según Emerson, debía pagarlo su carácter[10]. La riqueza, en realidad, dependía de la cultura o adaptación al mundo y, en ese terreno —el terreno de la domesticación donde el trascendentalista Emerson podía apoyarse—, poder y riqueza, política y economía, cobraban un significado prestado por la cultura: «La palabra de ambición en nuestros días es cultura». Si el hado implica mejora, como afirmaba Emerson, sería inconstitucional no depositar la confianza en el poder de la educación. El secreto de la cultura —de acuerdo con la escritura emersoniana— consistiría, entonces, en interesar a los hombres más por sus cualidades públicas que por las privadas o en considerar que las cualidades privadas están menos expuestas a perderse que las públicas. «Cultura», en La conducta de la vida, tiene un significado equivalente a «Constitución» y, de hecho, el empleo de los términos constitucionales, en vísperas de la secesión, sustituye en el libro al de «revolución»: la cultura o la constitución tendrían que poder absorber «el caos y la gehena» que se aproximaban o ayudar a que los hombres conservaran sus ganancias en la vida y sus posesiones, mucho menos materiales que dotadas de significado o amenazadas de perderlo irremisiblemente. Cultura es constitución o «conversación» o «amistad». Por sí misma, la «vida expresa» y la comunicación entre los hombres tendría que confirmar esa expresión: «El secreto de la cultura», dirá Emerson en la última de las «Consideraciones tempestivas», «es aprender que unas cuantas cuestiones reaparecen con firmeza, tanto en la pobreza de la granja más oscura como en medio de la vida metropolitana, y que son las únicas que han de ser consideradas: escapar de cualquier vínculo falso; el coraje para ser lo que somos y el amor por lo simple y bello; la independencia y unas relaciones alegres. Esto es lo esencial, junto al deseo de servir, de añadir algo al bienestar de los hombres».

«Nuestra época es retrospectiva y erige los sepulcros de los padres». Emerson había empezado así Naturaleza, su primer libro, publicado anónimamente en 1836 —el año de nacimiento de Waldo— y había repetido la frase con su nombre en 1849. En la década siguiente y durante la guerra civil, la teoría de la época se iría haciendo dramáticamente retrospectiva y Emerson tendría que erigir el sepulcro de su hijo y de los hombres representativos de su tiempo: a su muerte, Whitman y Melville encarnarían la doble conciencia del escritor. En La conducta de la vida, Emerson pondría término también a la más profunda secesión de su vida. Henry Adams y Henry James juzgaron ingenuo a Emerson, precisamente, en el terreno religioso, pero fue en ese terreno donde el significado de la revolución americana como domesticación de la idea de cultura fue más sincero: el culto era más antiguo que la cultura. Aún en 1875, con ocasión de la publicación de su último libro, Cartas y propósitos sociales, cuando ya había dejado de escribir en su diario y de pronunciar conferencias, Emerson se referiría a la «revolución» que supuso la separación del calvinismo y del credo unitario y la confirmación moral de la inmortalidad sobre la que luego el pragmatismo edificaría toda una filosofía[11]. En su diario, tras el «Discurso a la Facultad de Teología» de Harvard que supondría su veto en la universidad, Emerson había anotado casi treinta años antes que «un verdadero escolar debía tener una libertad perfecta» y profetizó que los «murmuradores llenos de odio y vileza» que le impedían ejercer el derecho a la libertad de expresión se transformarían en el futuro en las multitudes que le oirían y leerían. En «Culto» —el menos esotérico de sus escritos y su retractación o enmienda constitucional en materia de teología—, Emerson declararía que la conducta de su vida no carecía de fe: «Hemos nacido leales… hemos nacido creyentes». Quien es leal a sí mismo y cree en la inmortalidad de la conducta de su vida tiene derecho a pensar que ninguna época es sólo retrospectiva y que «todo es prospectivo». En realidad, nosotros, los lectores de Emerson, trascendemos continuamente las circunstancias y probamos el verdadero sabor de la existencia.

CRONOLOGÍA

1803

Ralph Waldo Emerson nace el 25 de mayo en Boston (Massachusetts), cuarto hijo de William Emerson, pastor de la Primera Iglesia de Boston y descendiente de una estirpe de clérigos puritanos, y Ruth Haskins, de religión anglicana.

Administración de Thomas Jefferson (1801-1808).

1811

Muere su padre a los cuarenta y dos años. Emerson y sus hermanos quedan a cargo de su madre y de su tía Mary Moody Emerson, que ejercerá una duradera influencia sobre el futuro escritor. En 1812, Emerson ingresa en la Escuela de Latín de Boston y comienza a escribir poesía.

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