La Delirios - Carmen Boullosa - E-Book

La Delirios E-Book

Carmen Boullosa

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Beschreibung

Poeta, dramaturga y narradora, Boullosa fundó el Taller Editorial Tres Sirenas; obtuvo las becas Salvador Novo, INBA, la del Centro Mexicano de Escritores y de la Fundación Guggenheim. Recibió el Premio Xavier Villaurrutia por su novela Antes en 1989. Ingresó al Sistema Nacional de Creadores en 1994. En La Delirios nos transporta por un itinerario en el que la voz poética se adueña de los designios de la historia para someterlos a su propio juicio.

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LA DELIRIOS

El delirio ignora el orden, vuelve oscuro el día y otorga el privilegio de la luz a la noche. No obedece a la botánica ni a la biología, desdice las ciencias, y suma y resta sin atender a la aritmética, obteniendo las cifras parábola que aconsejan la llegada del vértigo.

El delirio, tiránico e inflexible, somete a una voz; ella es La Delirios, implacable vi­gilante de la conducta demencial del Mundo que ha extraviado, junto con el poder de sus dioses, la cordura. El origen de la vida se convierte en otro. El delirio ha renovado el origen mítico de la mujer y el hombre. ¿Qué puede esperarse? Ahora será diferente todo comportamiento. Los seres fantásticos que respiran bajo tierra o comparten dos naturalezas reescribirán nuestra memoria.

La Delirios nos transporta por su itinerario. Se adueña de los designios de la historia, sometiéndolos al ojo sin arraigo de su dictador, y a sus juicios. El regazo de La Delirios no es tierno, cálido o maternal, sino el nido de los encantamientos y las subversiones.

El Fondo de Cultura Económica publicó de Carmen Boullosa (ciudad de México, 1954) La salvaja (Premio Xavier Villaurrutia 1989), selección de sus anteriores libros de poesía. La autora es también dramaturga: Cocinar hombres (1985), Mi versión de los hechos (1987), Teatro herético (1987), y novelista: Mejor desaparece (1987), Antes (1989), Son vacas, somos puercos (1991), El médico de los piratas (1992), Llanto (1992), La milagrosa (1993), Duerme (1994) y Cielos de la Tierra (1997).

CARMEN BOULLOSA

LA DELIRIOS

letras mexicanas

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Primera edición, 1998 Primera edición electrónica, 2014

D. R. © 1998, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-1935-8 (ePub)

Hecho en México - Made in Mexico

A JUAN PASCOE PIERCE

JARDÍN ELÍSEO

Para Juan García Ponce

SOY la guardiana del Jardín Elíseo.

Por cada dios que ha habido o habrá hay una muestra enjaulada, uno encerrado de cada uno,

un Ares, un Jehová, un Apolo en el rincón pitio.

Es el Parque Divino, el Jardín Teogónico.

Acá los dioses forman muestrario, son presos exhibidos.

Esto es como un zoológico, tiene jaulas y ejemplares.

Yo alimento a los dioses.

Algunos son peligrosos, debo dejar los platos sin entrar a sus jaulas para que no me muerdan, cuidar que estén en el otro extremo, alejándolos de mí con un látigo. O que duerman, que no me miren, que no puedan atacarme.

Otros son dóciles, como Venus que, tendida al fondo de su jaula, triste, cada día más triste, cambiaría su belleza por el par de zapatos que la caminaran para salir de aquí.

Otros no comen nunca, por la misma tristeza, ni aceptan el baño matinal, porque no hacen otra cosa que no sea soñar que no están aquí.

Lubia, la diosa del placer, tiene el aspecto de un bicho famélico y mojado. Da pasos indecisos al fondo de su jaula. Ni siquiera maúlla, pero abre la boca y hace gestos como si emitiera largos quejidos. En cuclillas, comparten su encierro Mens Bona, Sentia, la previsora, Venilia y Voluptia, igualmente inútiles. Y Príapo, insignificante, revisando por milésima vez las uñas de sus pies.

Otros son malignos. Entre ésos está Loki, el creador de dificultades, en la burla, pero el más soportable. Son temibles como viejas comadronas sin oficios.

Neptuno agradecido lame mi mano antes de hincar en su comida el diente. Me mira con ojos mansos, imbéciles. Sin agua ni sal, su piel se ha vuelto repugnante.

La de la falda de serpientes saca de mí la piedra de la cólera, me obliga a gritarle cuando, torpe, vacilante, vuelca el plato y pide ¡máááás! con acento meloso.

El demonio que habitó el sicotrópico se tumba a mi lado bocarriba, como el perro sometido.

Dionisios y Quetzalcóatl están cubiertos por los rayones que la estupidez marca en los encerrados, y están gordos, envejecidos.

La diosa luna oculta pudorosa su brillo, echa bajo sus faldas la menguada redondez brillante que traía en la corona, y grita para que su voz acapare la atención: “¡Ishtar!, ¡Ishtar!” (su nombre), mientras sangra impúdica sobre el piso de tierra de la jaula.

Cupido lanza su flecha. El cuerpo que hiere es blanco, parecido al de un pez, y al encajar la flecha no puede sujetarse: la carne se deshace, no tiene firmeza, es masa incoherente, grumosa. Miga vieja.

Eolo arrastra a cada rato la cobija del polvo, a un lado y al otro, y no hay quién pueda ver el suelo. Sopla, sopla, otra vez sopla. Su aliento no traspone el Jardín Elíseo.

Doy pasos largos para hacerme la ilusión de que no soy prisionera. El viento me ayuda, casi juego a casi volar.

Oigo arriba mío a los árboles apresurándose a hacer brotar en sus ramas nuevas hojas. Crecen tan rápido que truenan, crepitan. Si se descuidaran, el viento dejaría sus troncos mondos, pelados a fuerza de tanto soplar noche y día.

“—Clava en el árbol tu flecha, Cupido —le digo—, en el tronco sí se quedará encajada”.

Ahí está su arco, colgando de la rama, y Cupido solloza su impotencia. Ya no quiere intentar clavar la flecha. Tláloc, tirado a su lado, perdida toda arrogancia, parece una torta informe de lodo blanco que a veces se queja.

A un costado de las jaulas, por el andador que las bordea, doy pasos largos, corro mirando el cielo. El viento y la cercanía de los dioses evocan el mar.

Me finjo libre: Imito al Cristo judío sobre las aguas, a Buda en el monte Gaya, abismado bajo la higuera, al Profeta persuadiendo con sus grandes ojos rojizos.

Mi corazón late como un guerrero loco en mi frío pecho.

Mi ilusión me abandona.

Aquí estoy. Sangre y corazón quedaron fuera.

Soy la guardiana del Jardín Elíseo.

¿Por qué no dejo irse a los dioses, regresar a los Cielos, recorrer la Tierra, volar, ser divinos?

El llavero con que me invistieron es una piraña atrapada en un bloque de acrílico transparente. Pequeña, aún lleva en los afilados dientes el último trozo de su última víctima. El pez fiero, aterido, manda: la llave sabe abrir las puertas, pero no cómo dejar salir a los dioses.

Yo misma no puedo poner un pie afuera del Jardín Elíseo.

Esto es prisión tanto como un jardín zoológico con dioses,

porque hay aquí gran variedad de animales: