La esfera de Eridu - Diana Lamkart - E-Book

La esfera de Eridu E-Book

Diana Lamkart

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Beschreibung

La esfera de Eridu es una envolvente novela que teje misterios y crímenes llevados a cabo en un cruel invierno en Villa La Angostura. Una turbada fiscal y un académico, experto en lenguas antiguas, se unen para descifrar las claves de un ancestral ritual sumerio. Con personajes complejos y una trama que cruza continentes, esta obra explora los límites entre el pasado y el presente, desafiando a sus personajes a enfrentarse a verdades ocultas y a la inmensidad de la historia humana.

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Seitenzahl: 386

Veröffentlichungsjahr: 2024

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DIANA LAMKART

La esfera de Eridu

Urushdaur en la Patagonia

Diana Lamkart La esfera de Eridu : Urushdaur en la Patagonia / Diana Lamkart. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-4901-3

1. Novelas. I. Título. CDD A860

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenido

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

A la memoria de mi madre

Elena Duckardt

Quiero expresar mi mayor gratitud, a mi esposo Alfredo, por alentarme y acompañarme en este sueño; y, a mi hijo Mauro, por su implicación en la edición de la portada y sus recomendaciones.

Sin ellos nada en mi vida tendría sentido, fueron mi mayor inspiración al escribir esta novela.

Capítulo 1

El tramo que une Villa La Angostura con San Martín de los Andes amaneció completamente blanco, las ramas de los cipreses llenas de nieve caen pesadas, indolentes ante su carga.

El camino pavimentado, serpentea y por momentos el bosque lo oculta en un túnel de vegetación, para luego abrirse a toda la belleza natural formada por espejos de agua helada, rodeados por majestuosas e imponentes montañas.

La joven pareja, dentro de un auto tan blanco como la nieve que lo rodea, conversa y sus espontáneas risas se mezclan con la música a todo volumen.

—¿No podemos ir más rápido?

—No, la ruta tiene hielo y puedo perder el control del auto.

—Pero, ¿le pusiste las cadenas?

—Si, pero igual hay que tener cuidado. Es tu primera vez en la nieve y no entendés cómo funciona esto, podemos tener un accidente si me apuro mucho.

Llegan a un cruce, doblan a la derecha y un enorme lago aparece ante sus ojos, luego continúan su travesía por la ruta 40, el tránsito está tranquilo a esas primeras horas de la tarde.

—Ya estamos en el Camino de los Siete Lagos.

—Mirame, –ella apunta la cámara de su teléfono– voy a sacar muchas selfies y ya mismo las subo para que los chicos las vean.

—Dejame ver... sí, estamos bien lindos. Ahora podés filmar un poco, esperá que voy a subir la música así se escucha en el vídeo.

Al llegar al lago Espejo estacionan, bajan del auto, miran las tranquilas y limpias aguas donde se reflejan los paisajes de sus orillas, haciendo honor a su nombre, como en un espejo. La chica corre hasta la playa de arena volcánica. Se sacan fotos y juguetean en la arena salpicada de nieve. Sus risas le ponen un poco de calor a la gélida tarde.

Continúan su viaje hasta el segundo lago, el Correntoso, desde donde pueden ver el Cerro Belvedere, bajan del auto para sacar más fotos.

Ella lo toma del cuello, le da un dulce beso que se prolonga un poco y luego sus miradas se cruzan profundamente antes de correr hasta el auto nuevamente.

Siguen camino, a la izquierda los espejos de agua y a la derecha las laderas cortadas de la montaña formando altas paredes verticales de piedra, sostenidas por una contención anti derrumbes.

Vuelven a detenerse, esta vez a orillas del lago Falkner, llegan hasta él y observan la unión con el lago Villarino, por una especie de pasadizo. En esas aguas se reflejan los cerros cercanos con sus laderas cargadas de nieve e iluminadas por el sol.

Posan y sonríen para la cámara envueltos en sus abrigos, coloridos gorros y manos enfundadas en guantes que dificultan el manejo de los celulares. Detrás de ellos, un fondo de singular belleza.

Ya en el auto de nuevo, se adentran por un camino secundario, desviándose de su recorrido inicial. Cuando se hace imposible seguir conduciendo por la densidad del bosque y por la gran cantidad de nieve acumulada, siguen de a pie entre los monumentales coihues. Caminan por quince minutos, el cielo empieza a mostrar algo de nubosidad que cubre parcialmente los cerros cercanos. El silencio reina en el bosque, los autos pasando por la ruta ya no se escuchan, solo las aves dejan oír sus cantos melodiosos.

—Hace mucho frío, mejor vámonos, volvamos al auto por favor. Yo le dije a mis viejos que íbamos a San Martín de los Andes –es el ruego de la joven a su novio con la respiración agitada y tiritando de frío.

—Ya te dije que conozco el lugar, el refugio está cerca y vamos a estar bien porque tiene calefacción. No te preocupes, es temprano, después vamos a San Martín.

La toma de la mano para ayudarle a caminar. El frío penetra en sus cuerpos, la nieve que se acumuló después de varios días de nevadas copiosas, les llega hasta las rodillas haciendo dificultosa la caminata, sus pies y piernas comienzan a entumecerse.

—Tengo mucho frío, no sabía que íbamos a andar por la nieve, no tengo ropa para esto, tengo los pies y los pantalones mojados.

—Ya sé mi vida, falta poco, te prometo que vamos a estar bien.

Al fin llegan a una pequeña casa en un claro del bosque, es de madera, algo despintada. No hay viviendas en los alrededores, está deshabitada desde hace tiempo, años atrás sirvió como refugio para las personas que se adentraban en el bosque, allí encontraban un lugar con provisiones, una estufa, camas y todo lo necesario para descansar y luego continuar una travesía por las montañas. Pero, ya casi no la utilizan porque hay caminos cercanos que hacen más fácil los itinerarios de los caminantes.

Entran por una puerta de madera que no tiene llave, algo de nieve se escabulle con ellos hacia el interior. El lugar es pequeño, oscuro, los ventanales no alcanzan para que, entre la luz del sol, que apenas puede atravesar la copa de los árboles.

El joven abraza a su compañera al verla temblar de frío, intenta besarla, pero la chica se resiste.

—Quiero tomar algo caliente primero, me dijiste que acá hay de todo.

—Bueno, está bien, voy a ver si consigo leña para prender la estufa y vos buscá en la cocina a ver qué encontrás.

La cabaña está equipada con un anafe, una estufa a leña, alacenas con algunos alimentos (la mayoría ya vencidos), una mesa redonda y dos sillas. También hay un pequeño baño y una habitación con dos camas cucheta, en un placard se puede encontrar varias frazadas viejas y polvorientas.

Él va en búsqueda de algunos troncos que están apilados en un galponcito a treinta metros de la cabaña, mientras tanto ella lo espera dentro de la casa, tratando de encender con manos temblorosas, una de las hornallas para calentar agua y tomar una infusión que encuentra en las alacenas. Todavía faltan varias horas para la noche, pero el cielo se oscurece por momentos.

El acceso a los troncos es complicado por la acumulación de nieve, el chico da todo un rodeo para llegar, es así como algo llama su atención, mientras todo está tapado de nieve observa un sector de unos tres por tres metros, totalmente limpio y con la tierra floja, debajo de la copa de un gran coihue, del cual se han quebrado algunas ramas por el peso de la nieve, allí se ve la tierra oscura y algunas huellas, «¿qué es esto, parece que alguien anduvo por acá, habrá enterrado un animal?», piensa el joven.

Como su novio tarda mucho, la chica decide ir por él, le asusta quedarse sola en ese lugar frío, aunque no parece abandonado ni sucio, es más, se ve como si alguien hubiera limpiado hace poco el piso que huele a cloro. Pero siente miedo de quedarse en esa cocina helada y solitaria. Al salir, llama a su novio.

—¿Qué pasa mi amor?

—Me asusté mucho, no sé por qué, está todo muy silencioso y vos que me dejaste ahí sola.

—Estoy buscando leña, pero hay algo raro, quiero que lo veas.

Entre los dos inspeccionan ese montículo de tierra debajo del enorme árbol.

—¡Dejemos todo esto, por favor! ¡No me gusta, me quiero ir! ¡Vamos a San Martín como habíamos dicho!

—¿No te intriga saber que hay ahí? Es emocionante, después te prometo que seguimos viaje.

Un brillo especial en los ojos de su novio le dice a ella que no va a abandonar aquella idea, así que con tal de irse cuanto antes, decide ayudarle. Excavan con una pala que encuentran en el galpón.

A las pocas paladas, un brazo humano asoma por entre la tierra húmeda. Las montañas vibran con el eco de sus gritos de horror.

Los agentes de policía tardan casi una hora en llegar después de que los jóvenes llaman a emergencias y también a sus padres.

Los efectivos, rápidamente cercan la zona y esperan a que llegue el fiscal. Los curiosos novios son atendidos por un médico, les dan una bebida caliente y mantas para el frío.

Capítulo 2

Le pone azúcar al café, la cucharita da vueltas y vueltas dentro del líquido oscuro mientras mira distraído por el ventanal del comedor, pasa sus ojos por la arquitectura de la ciudad, altos y vidriados edificios en el centro y en los alrededores el “Barrio Viejo”, uno de los vecindarios con más historia de Arizona.

Más lejos, el desierto de Sonora y más allá, las montañas que rodean la urbe. Dante se ve atraído por una en particular, la sierra Santa Catalina, en cuyas laderas se adivinan extrañas formas según como le dan las sombras en aquel caluroso día.

El aire desprovisto de humedad y el calor agobiante hacen que la garganta, la piel y todo el cuerpo se reseque. La gran ciudad comienza a despertar de a poco.

—¿Quiere más café señor Serra? –pregunta el joven mozo del hotel.

—No, gracias.

Dante esboza una leve sonrisa mientras vuelve a su quimera.

El comedor del hotel Tucson Carolina Park, brinda una hermosa vista a los cerros, es espacioso, moderno y muy luminoso, en él hay varias personas disfrutando de su desayuno, Dante repasa con la mirada las mesas, justo delante tiene una pareja joven tomados de la mano y mirándose a los ojos como si el resto del mundo no existiera, “lunamieleros” piensa. En otra mesa, en diagonal hacia el centro del comedor, hay tres chicas con rasgos orientales, riendo sonoramente mientras miran fotos en sus teléfonos y cámaras. Detrás de él, en una mesa más grande hay hombres y mujeres de negocios con sus notebook y carpetas, conversando frenéticamente mientras consumen café.

La razón principal por la cual eligió ese hotel es su cercanía a la Universidad de Arizona, donde dará una conferencia en unas horas.

Vuelve a mirar por el ventanal, mientras saborea su café con tostadas y repasa mentalmente el contenido de su ponencia.

El rector de la Universidad de Arizona, Robert Sanders, lo contactó personalmente por sus amplios conocimientos en Historia Antigua y soportes de escritura, Dante no dudó en aceptar, conoce a Robert desde hace varios años y siempre es placentero volver a verlo, así que, prontamente preparó su viaje, desde la Patagonia Argentina donde tiene su hogar, hasta Arizona.

Aunque ya tiene muy claro el tema que tratará en su conferencia, necesita que todo esté en orden. Luego de un rato, vuelve a su ensueño, su mente discurre por su pasado, cuando visitó esa misma ciudad con Cintia, su flamante esposa en aquel momento, parece que fue ayer cuando caminaron por las mismas calles que ahora está mirando.

Dante se llena de estas imágenes mentales, cuando las risas de las turistas orientales lo devuelven al presente de un sobresalto.

Observa su reloj, ya es tiempo, termina su café y va hasta su habitación, al entrar lo invade el suave aire que entra por la ventana abierta, siente por un momento esa agradable sensación y los sonidos de la calle, luego, cierra lentamente la ventana y corre las sobrias cortinas. Busca en el amplio placard de estilo nórdico, su saco. En la cama encuentra la camisa que tiene preparada. Se mira al espejo, su traje color verde seco y camisa al tono le sientan bien, hacen juego con sus ojos castaños verdosos. Toma el maletín con los apuntes y su notebook. Al salir a la calle, pide un taxi para ir hasta la Universidad de Arizona. El trayecto es corto pero muy agradable, construcciones color ladrillo, algunos edificios grises, plateados y vidriados, veredas anchas, mucha vegetación que brinda sombra y algo de aire fresco. El cielo celeste con un sol abrasador, ya a esas horas de la mañana, son el preludio de un día muy caluroso.

Desde lejos, se puede divisar la fachada color ladrillo de la hermosa construcción de la Universidad de Arizona, rodeada por desierto y montañas.

Dante se baja del taxi y atraviesa el campus repleto de jóvenes que conversan con soltura, alegres, ruidosos, ataviados con ropa cómoda y ligera. Pasa por los hermosos jardines, floridos algunos y otros con espinosas. Para mitigar los rayos del sol, camina a la sombra de las palmeras que bordean las calles internas y le infunden un aire de sofisticación a todo el lugar.

Hace su entrada por el antiguo edificio principal, subiendo la escalinata hacia una imponente puerta. Se presenta ante Robert, el rector, quien lo saluda muy calurosamente.

—¡Dante Serra! ¡Qué placer tenerte nuevamente en nuestra institución! agradezco inmensamente que aceptaras nuestra invitación.

Sanders le da un fuerte apretón de manos y con marcado acento inglés, tutea a Dante según los modismos de Argentina. Se trata de un hombre muy alto, de anchas espaldas y sonrisa amplia.

—Muchas gracias Robert, para mí siempre es un placer volver a esta hermosa institución.

—¿Cómo ha sido tu viaje?

—Muy bien, me gusta volar, lo disfruto mucho.

—Me alegra oír eso. Yo en cambio, no la paso nada bien cuando vuelo. Siempre tengo que tomar algo para tranquilizarme, sino mi ansiedad escala más alto que las nubes –los dos hombres ríen con ganas.

—Bueno Dante, tu conferencia es en media hora. Hay una gran expectativa por tu presentación, los estudiantes conocen muy bien tu reputación, son en su mayoría de las carreras de Historia y algunos de Arqueología.

—¿Y los otros disertantes, qué temas desarrollarán?

—Todos tratarán temas relacionados con Historia y Arqueología del antiguo cristianismo, pero desde diferentes puntos de vista.

—Gracias por la confianza que depositás en mí Robert.

—Tus conferencias siempre son grandiosas, tu experticia es muy valorada por los estudiantes, ya te has hecho un nombre aquí.

—Bueno, que decir, me siento muy halagado por tus palabras.

Luego, Robert le cuenta quienes son los otros eruditos que lo acompañarán en esta serie de conferencias: el arqueólogo Bruno Esposito de España, el restaurador de obras Dionisio Martin de Uruguay, la experta en civilizaciones antiguas Consuelo de la Torre también de España, el documentalista Alfredo Fassio que viene de Italia y el geógrafo Antonio de Antillón de Ecuador.

—Como verás, son todos de habla hispana, tres de Latinoamérica y tres de Europa.

—Mencionaste a Bruno Esposito, ¿verdad? ¿de España?

—Si, así es, ¡no me digas que lo conoces!

—Estudiamos juntos en la Universidad Complutense de Madrid. Hace años que no lo veo, es una agradable casualidad encontrarlo acá. Compartimos un seminario hace unos tres años en París, esa fue la última vez que nos vimos.

—Creo que es un buen augurio, seguro harán un gran trabajo.

El rector hace que acompañen a Dante hasta la sala de conferencias, donde a las diez hará su ponencia.

Las conferencias se desarrollarán durante dos días seguidos. El último día, además, se hará una disertación con todos los profesionales convocados, en ese momento, los estudiantes podrán hacer preguntas e intercambiar opiniones con los expertos. Por lo tanto, Dante deberá quedarse al menos tres días en Tucson.

Por más veces que atraviese por estas situaciones, siempre le generan algo de ansiedad. Al esperar su turno, realiza algunas profundas respiraciones para relajarse.

Cuando escucha su nombre, acude a la sala con paso seguro. Hay un buen número de jóvenes esperando su ponencia. El recibimiento es caluroso, lo presentan dando a conocer su curriculum.

—“Le damos la bienvenida al profesor Dante Serra, quien estudió doctorado en Historia y Paleografía en la Universidad Complutense de Madrid, ha trabajado en diversas investigaciones referidas a hallazgos de documentos y escrituras antiguos... En estos momentos vive en Villa La Angostura, Neuquén, Argentina, donde trabaja en la Universidad del Comahue de Neuquén como catedrático de la carrera de Historiografía. También dicta clases en el Centro Regional Universitario Bariloche.... Ha escrito varios documentos científicos, entre ellos... Su gran potencial le permite hablar siete idiomas: español, inglés, francés, alemán, portugués, ruso e italiano, tres lenguas antiguas: hebreo, latín y griego, con fluidez. Además, puede traducir lenguas extintas. Por lo cual, es consultado por museos y universidades de todo el mundo...”.

Un aplauso interminable se escucha luego de la lectura de su extenso currículum.

La temática que desarrolla está relacionada con la escritura en el cristianismo primigenio y los manuscritos de Qumrán o también conocidos como Rollos del Mar Muerto.

Su conferencia dura más de dos horas en este primer día. Proyecta imágenes de los mencionados manuscritos encontrados por pastores beduinos en las costas del Mar Muerto, hace más de sesenta años.

—“...los pergaminos, en su mayoría, tratan de festividades que celebraban los esenios, así como tradiciones relacionadas con la vida en esas comunidades. Se encontraron en 1947, por casualidad, en cuevas de Qumrán, donde se hallaron otros pergaminos unos años después, en la misma zona. Son más de novecientos documentos y cincuenta mil fragmentos, muchos de ellos muy deteriorados por el paso del tiempo, hay que tener en cuenta que datan de hace más de dos mil años. Los investigadores, tardaron años en unir los pequeños fragmentos, para luego lograr interpretarlos, es más, aún se están investigando y cada tanto salen nuevas revelaciones...”.

Muestra a los estudiantes material para que los examinen por sí mismos. A sus espaldas, una gran pantalla proyecta imágenes de las cuevas y las tinajas, así como las condiciones en las que fueron encontrados los rollos. Mientras Dante continúa con su relato:

—“...la importancia de estos manuscritos, radica en que son más antiguos que la Biblia cristiana, entonces, ¿se podría tratar de los originales?, ¿la versión actual de la Biblia los tiene en cuenta, o los desconoce?, ¿habrá otros textos parecidos que se han incluido en la Biblia moderna?; son algunas de las preguntas que nos podemos hacer y seguro ustedes se harán muchas más, en todo caso, estos manuscritos son la versión más antigua encontrada hasta hoy. Incluyen textos apócrifos, o sea que no forman parte de la Biblia. Algunos de estos pergaminos, hacen revelaciones que hacen temblar lo que se creía hasta ahora sobre los primeros cristianos, modificando la Biblia y poniendo, muchas veces, en tela de juicio al Vaticano, por eso son tan polémicos...”

Luego, realiza un análisis extenso de la escritura en sí, los caracteres, el vocabulario y los elementos de escritura utilizados.

Pasados los noventa minutos aproximadamente, permite que le hagan preguntas.

—La mayoría se encuentran en el Museo de Israel, –responde a una– aunque, no siempre tiene acceso el público, por una cuestión de cuidados y preservación, estos materiales necesitan una temperatura y luz adecuadas para conservarlos y eso no es fácil de conseguir.

—Usted dijo que entre ese conjunto de pergaminos hay algunos apócrifos, ¿puede decirnos cuáles?

—El libro de Enoc, por ejemplo, no está reconocido por la Iglesia. Describe las revelaciones de este personaje, el bisabuelo de Noé, en forma de visiones o sueños, es un texto apocalíptico del que se encontraron algunos fragmentos. También, está el Génesis apócrifo, está narrado por el propio Noé, o sea en primera persona, en él se habla de Noé y de Abraham, pero es una historia algo diferente a la de la Biblia, abarca del capítulo cinco al quince del Génesis. Además, se hallaron algunos fragmentos del libro de Ezequiel, escritos con tinta a base de carbono, y otros que son invisibles a simple vista, pero que se pueden leer por medio de imágenes multiespectrales, una técnica que usa diferentes ondas del espectro electromagnético.

—¿Qué opina sobre la teoría que dice que en realidad la Biblia fue escrita copiando textos babilónicos o acadios, mucho más antiguos?

—Bueno, eso es muy posible, porque en tablillas acadias e incluso otras más antiguas, como las sumerias, ya se menciona el diluvio, y personajes como Utnapishtim, Ziusudra y Atrahasis, que serían los mismos que Noé, siendo el mismo relato, pero miles de años antes. El orden sería ese, Sumeria, Acadia, Babilonia y por último el relato de la Biblia. El texto sumerio, por ejemplo, relatado en tablillas de arcilla, menciona que el dios Enki, protector del hombre, manda a Utnapishtim a construir un arca para salvar a la humanidad de un diluvio, que se produciría por mandato de otros dioses, a los cuales les molestaba el ruido que hacían los hombres. Así que, mi opinión es que los relatos de la Biblia, están basados en otros mucho más antiguos.

—¿Si es verdad que estos rollos son versiones de historias más antiguas, podrían tener algo que ver con las teorías que hablan de que en un pasado muy lejano nos visitaron extraterrestres, y los dioses a los que se refieren son en realidad alienígenas?

—¡Guau! ¡Qué pregunta! Bueno, yo soy bastante flexible y si esas teorías pueden mostrar pruebas fehacientes, no tendría problema en aceptarlas e incluso me encantaría investigarlas. Pero, por el momento no puedo decir ni que sí ni que no, ya que, si bien en la historia y arqueología hay baches y algo de especulación tratando de tapar esos baches, siempre se basan en pruebas reales y hasta ahora las pruebas escritas y materiales, que son muchas, reflejan creencias en dioses para explicar hechos que no se podían explicar de otra forma, y creo que eso es muy coherente.

Cuando termina, se dirige al comedor, pide un bistec a la parrilla con ensaladas y papas como almuerzo.

Se acerca Consuelo de la Torre, la única mujer disertante, que luego de un breve momento de vacilación, decide presentarse al profesor.

Se sienta a la mesa y Dante no puede evitar mirar los ojos negros que relucen bajo largas pestañas.

Almuerzan juntos, luego se quedan conversando en un espacio con sillones, mientras esperan que se haga la hora del final de las conferencias de ese día, cuando todos deben acudir para cerrar con un breve repaso por los temas tratados y dar un pantallazo de lo que va a pasar al día siguiente.

De pronto escuchan:

—Dan, Dan, ¿eres tú?

Cómo nadie lo llama Dan desde hace mucho tiempo no presta atención.

El otro insiste, ahora ya a su lado.

—Dan, amigo –lo toma por el hombro.

Dante se da vuelta y reconoce a Bruno Esposito.

—¡Qué alegría verte Bruno! –se dan un afectuoso abrazo.

—¡Igual digo colega! ¡Qué bien te ves chaval!

—Gracias, vos también te ves muy bien. ¿Cuándo llegaste?

—Anoche –responde Bruno– ¿y tú?

—Yo llegué ayer por la tarde.

Los tres profesionales conversan con entusiasmo, hasta que los llaman para terminar la jornada.

Al volver a su hotel, lo primero que hace Dante es cambiarse de ropa e ir al gimnasio para quitarse las tensiones del día. Utiliza la cinta y luego levanta algo de peso. Uno de los asistentes del hotel se le acerca.

—Si quiere puede usar la pileta, sería un complemento genial para su rutina.

—No, gracias, con esto está bien.

Dante no lo quiere decir, pero la verdadera razón por la cual no quiere usar la pileta es por su fobia al agua.

Por la noche, Dante y Alfredo Fassio, el documentalista italiano, van a la casa de Robert Sanders, quien los ha invitado a cenar. Los conoce a los dos de anteriores eventos. Dante, además, conoce a su esposa, Margaret, quien lo recibe con gran cordialidad.

Durante la velada, comen pollo asado con verduras y vino blanco. Conversan sobre temas diversos, relacionados no solo con sus profesiones, sino también, sobre cuestiones más personales. Alfredo, cuenta una experiencia muy graciosa que vivió con su esposa e hija. Luego lanza una pregunta:

—Y tú Dante, ¿estás casado?

Se produce cierto silencio incómodo, hasta que Dante contesta.

—No. Pero lo estuve –dice tratando de parecer indiferente, mientras se lleva a la boca su copa con vino.

Margaret, acude en su ayuda, relatando brevemente la historia.

—Yo fui muy amiga de la esposa de Dante, se llamaba Cintia –refiere con dulzura–. Era hermosa y tenían una linda familia. Pero, Ezequiel, su pequeño hijo de cinco años estaba enfermo, no pudieron salvarlo. Un año después, Cintia, al no poder superarlo y presa de una profunda depresión, se quita la vida.

—¡Scusami per favore! –se disculpa Alfredo, visiblemente avergonzado.

—Fue hace mucho de eso, quince años ya, no tenías idea.

Robert, se apresura a ofrecer unos tragos de licor o whisky, según los gustos de sus invitados, mientras los conduce a la sala. Allí, conversan sobre las oportunidades que ofrece la Universidad a los jóvenes hispanos y la gran diversidad de relaciones que se generan gracias a ello.

—Nuestra institución ofrece una educación integral, involucrando a los estudiantes en el descubrimiento, la investigación y un estudio de amplia base –explica Robert.

—¿La oferta académica es muy amplia verdad? –pregunta Alfredo.

—Si claro, la oferta es muy diversa, abarca desde astronomía hasta formación empresarial. Cursos de pregrado, postgrado, maestrías y doctorados. Pero también carreras cortas, como tecnicaturas.

—¿Tienen muchos estudiantes? –es el interés de Dante.

—Tenemos más de veintinueve mil alumnos de pregrado y más de ocho mil profesionales cursando programas de posgrado. Se trata de una Universidad antigua, fue creada en 1885, con un gran prestigio en el mundo.

—Escuché que ha tenido distinciones de la Nasa, ¿esto es así?

—Así es, en 2008, porque la Universidad actuó como sede del centro de control de la Misión Phoenix, dedicada a la exploración de Marte para la búsqueda de agua.

La conversación se extiende hasta las diez, tragos mediante. Luego, se despiden hasta el próximo día.

Esa parte de EEUU, tiene los mejores cielos nocturnos. Dante camina lentamente hasta su hotel, al mirar al cielo puede ver la increíble franja de la Vía Láctea sobre su cabeza, con una gran multitud de estrellas. Divisa la Osa Mayor, que cuelga vertical. También, ve el Triángulo de Verano: Deneb, Altair y Vega. Más alejadas, las Pléyades algo difusas. La atmósfera cálida de agosto, se siente incluso por la noche.

Ya en su habitación, se pone en contacto con Sebastián Motte, su ayudante de cátedra, que también le hace de secretario, se recibió el año anterior de profesor de historia e inmediatamente concursó para el cargo de ayudante de cátedra. Dante lo instó a hacerlo, como su profesor en el último año de la carrera, sabía perfectamente de las capacidades de Sebastián, no necesitaba hacer ningún esfuerzo para ser el mejor de la clase, así que, no dudó en hacerlo su ayudante y su secretario, y no se equivocó, Sebastián se desempeña con gran compromiso como profesor, a pesar de la escasa experiencia. Tiene un trato natural y ameno con los estudiantes y Dante sabe cómo aprovechar esa capacidad de su ayudante para llegar a los alumnos.

Dante le hace algunas indicaciones relacionadas con la labor del día siguiente. Se quiere despedir, pero el joven le comenta que ha ocurrido un evento inusual en Villa La Angostura.

—Encontraron una chica enterrada en una propiedad en las montañas. Todavía no saben quién es, pero hay rumores de que se podría tratar de aquella piba que desapareció en Neuquén hace varios meses, ¿te acordás? la estudiante de la Universidad del Comahue.

—Si, como no me voy a acordar. Fue un revuelo en aquel momento.

Dante, se siente afectado, conoció a la chica en una mesa de examen a la que se presentó. Llamó la atención en toda la zona la desaparición de la joven en aquel momento. Se dijo luego, que se había fugado con un hombre que conoció. Nunca se supo más nada de ella, y ahora, este hallazgo macabro.

Capítulo 3

La alarma del reloj la despierta de repente y se siente desorientada por un momento, el intenso sonido parece vibrar en todo su cuerpo. Sin abrir los ojos, busca cómo apagar el insistente aparato y al lograrlo, se queda unos minutos más en la cama. ¡Necesita esos minutos!

Hay gran desorden en la habitación: ropa tirada, varios pares de zapatos desperdigados, accesorios y carteras ocupando los muebles.

Al lado de la cama, una botella de licor vacía y una copa tirada en la alfombra color café. El olor a alcohol se apoderó de toda la habitación.

Trina abre sus ojos a duras penas. El “ladrillo” en el que apoya su cabeza hace que ésta palpite al ritmo del corazón, cada vez más fuerte.

«¿Qué pasó anoche?» se pregunta. Algunas veces, tomar una copa le ayuda a dormir cuando acecha el insomnio, pero en ocasiones, surge la necesidad de seguir tomando hasta que ya no piensa más en nada.

Hace un esfuerzo por salir de la cama, se tambalea un poco al dirigirse al baño. Se quita el pijama y lo tira en el canasto de la ropa sucia. La ducha le parece un elixir maravilloso, se queda unos minutos dejando correr el agua caliente por su cuerpo, arrasando la resaca y el mal recuerdo de esa noche.

Se viste. El rosa le sienta bien, cada vez que necesita un aliciente, se viste de rosa. Se mira en el gran espejo que cuelga en la pared de su habitación, mira su esbelta y atlética figura, con largas extremidades, el cabello corto, rubio, con unos mechones que le rozan los pómulos muy bien definidos y que realzan las facciones de su rostro de azules ojos y finos labios.

«No está nada mal para una mujer de treinta y siete» se dice a sí misma mientras se pone de perfil sacando pecho y admirándose. El traje de pantalón de franela y saco, todo en rosa muy pálido, con una camisa color lila, definen aún más su elegancia.

Inmediatamente, vienen las dudas, los reproches, «si hubiera actuado diferente, tal vez si hubiera estado más presente, si me hubiera dado cuenta antes». Se sacude para ahuyentar los malos pensamientos, algo de maquillaje y dos aspirinas, ya está lista para arrancar el día. Antes de salir, se pone un largo abrigo, gorro y guantes en tonos pastel.

Afuera, reina el hielo. El frío la abraza con fiereza, aferrándose a su cuerpo. Conduce su Ford Ka hasta la Fiscalía en la calle Pascotto, tarda más de lo habitual, tiene que manejar muy despacio por el hielo que cubre las calles.

Su trabajo es un gran escape, le apasiona, la absorbe por completo, prácticamente no tiene tiempo para otra cosa.

—Buenos días doctora Bremen –saluda su asistente Letizia al verla entrar a la oficina.

—Si..., buenos días, Lety. ¿Ya desayunaron?

—Si, Mauro y yo desayunamos.

—Bueno, ¿me harías el favor de llamar a la cafetería y pedirme un café bien cargado y tres medialunas?

—Si claro.

Letizia sale apresurada de la oficina, se cruza en el pasillo con Mauro, el otro asistente de la fiscal, y le hace un gesto con las cejas expresando el humor de su “jefa”. El muchacho se asoma apenas por la puerta, lanza una mirada rápida dentro, Trina está en su escritorio con la cabeza entre sus manos. Luego, Mauro se dirige a su escritorio en el salón exterior.

La fiscal, posee una pequeña oficina para ella sola. Los asistentes y secretarios de las fiscalías, están en un salón común.

Durante la mañana, Trina se dedica a repasar los casos que tiene a su cargo, (la mayoría son delitos menores) y hace indicaciones a sus asistentes para las investigaciones de los mismos.

Al llegar el mediodía, toma un frugal almuerzo en la oficina de su amiga y colega Perla, con quien puede abrir su corazón cada vez que se siente tan triste como esa mañana.

—No podés seguir así, tenés que terminar con eso o pedir ayuda.

—Hablar con vos me ayuda Perla, ya sé que tengo que terminar con esta pesadilla, pero es difícil. Hace unos días volví a llamar a Maia, adiviná lo que pasó, –sin esperar respuesta– no me quiso atender.

—Bueno, pero la bebida no te va a ayudar, al contrario, lo complicás más todavía. Ya te dije, cuando te sientas así llamáme, yo voy enseguida.

—No, olvidate, vos tenés a tus hijos y a tu mamá, no voy a ser una carga para nadie, ¿qué vas a decir?, ¿mi amiga la borracha me necesita?

—No seas cruel con vos misma Trina, no te hagas esto. Necesitás salir adelante, Maia es tu hija, ya se va a dar cuenta de lo que te está haciendo.

—No estoy tan segura, Gustavo la tiene bien adiestrada.

—¡Ese idiota! No entiendo qué le viste para casarte con él.

A Trina le causa gracia el comentario de su amiga. En ese momento, Letizia golpea la puerta buscando a la fiscal.

—Trina, tiene un llamado, parece urgente.

Se despide de su amiga y va rápidamente hasta su despacho.

—Hola, si... Bien, me apersonare de inmediato.

—¿Está todo bien? –pregunta Letizia.

—No, no está nada bien, voy a necesitar más café, –se toma la cabeza– hubo un homicidio. Así que, después los voy a requerir a los dos, avisale a Mauro.

Son las tres de la tarde, comienza a nublarse. La zona tiene mucha nieve y las rutas han aumentado la peligrosidad, por lo tanto, no podrán mover el cuerpo hasta el próximo día.

Como no entra ningún vehículo hasta el lugar del hallazgo, tendrán que llevarlo a pie durante la siguiente mañana, entre los bosques de añosas lengas, coihues, raíces y terreno irregular con mucha nieve acumulada.

—“Se realiza el análisis tanatológico en el cadáver...” –comienza a grabar el forense –“se trata de una mujer joven, el cuerpo permanece semienterrado, quienes lo encontraron escarbaron en el lugar, está envuelto en una manta. Se observan múltiples lesiones y golpes en cara y manos, algunas de estas heridas parecen haber sanado y otras serían más recientes. Hay marcas que podrían ser de ataduras, en muñecas y tobillos. La muerte parece haberse producido hace varios días. Teniendo en cuenta el frío y la descomposición del cuerpo...”

Trina inspecciona el terreno con un frío insoportable, las lágrimas se les congelan en las comisuras de los ojos. Antes de ir a la cabaña, pasó por su casa a vestirse con algo más cómodo, pero a pesar de la ropa térmica, guantes para hielo, gorro con piel, chaqueta impermeable con capucha a prueba de viento Amazon, y las botas Salomón, sus manos están rígidas y le duelen los dedos, al igual que sus pies. «Esa ensalada de mierda que comí al mediodía» piensa con bronca, el estómago le ruge, se imagina algo sólido con una bebida caliente, «que bien me vendrían un chocolate caliente y unas medialunas».

En los alrededores, se pueden apreciar algunas huellas que la fiscal trata de conservar para que no se borren, solicitando que las marquen y cerquen, aunque los chicos que encontraron el cuerpo pisotearon todo ese lugar y podrían haber estropeado las escasas pruebas que tienen. Además, pide que saquen fotos a las huellas y que luego las tapen con nylon, por si vuelve a nevar y así conservarlas un poco más de tiempo.

Todas las huellas se pierden a los pocos metros, la nieve ya hizo lo suyo. Tampoco se pueden observar rastros de vehículos teniendo en cuenta que ha nevado mucho los últimos días.

La policía trata de recoger testimonios de vecinos. El camping cercano estuvo cerrado toda la semana por las intensas tormentas de nieve. Otros vecinos están muy lejos, pero, a pesar de ello se los contacta.

Hablan con los novios que encontraron el cuerpo para que den su testimonio. Están muy asustados, sus padres refieren que los jóvenes se dirigían por la ruta de los Siete Lagos a San Martín de los Andes, para pasar la tarde. Al menos, eso fue lo que les dijeron a ellos antes de salir, no entienden cómo llegaron hasta esa cabaña.

Los novios relatan lo que vieron, se redacta el acta correspondiente, luego se los deja ir con el aviso de que se los podría volver a contactar.

Terminan muy tarde, ya de noche, Trina indica que el cuerpo sea cubierto con lonas para preservarlo y que quede una guardia policial en el lugar. Los agentes pueden guarecerse en la propiedad, luego de que los peritos hagan su trabajo.

Al volver a La Angostura, Trina pasa por el natatorio en la avenida Pascotto donde concurre casi todos los días de la semana, sobre todo aquellos en los que sale temprano de su trabajo o cuando se siente muy estresada, como en esos momentos.

Su cuerpo se desliza con facilidad por el agua, con cada brazada siente que deja atrás sus remordimientos y frustración. Nada por cuarenta y cinco minutos. Luego de su rutina, se siente más feliz y satisfecha, al salir del agua percibe la liviandad en su cuerpo.

Busca su Ford Ka que está a pocas cuadras, frente a la Fiscalía, el frío la invade, se cubre con la capucha de su abrigo. Al entrar al auto, pone un disco de John Coltrane, la sonoridad del saxofón la envuelve. Llega a su casa con ansias de cenar y descansar confortablemente. Su hogar luce ordenado, cálido, relajante, y al abrir la heladera encuentra todo lo que le había encargado a su empleada Raquel.

Capítulo 4

En su segundo día de conferencias, Dante se dirige a una entrevista en la radio de la Universidad, donde responde preguntas y habla de sus últimos trabajos relacionados con el estudio de idiomas antiguos. Por la tarde, después de una nueva ponencia, participa de una conferencia de prensa para varios canales televisivos.

Los seis profesionales acuerdan reunirse a las siete para cenar en el restaurante mexicano El Charro, ubicado al 311 de N. Court Ave.

Dante llega puntualmente, y de a poco van cayendo los demás. Ya conoce a Alfredo el italiano; a Consuelo, la chica simpática con la que compartió el almuerzo la tarde anterior y a Bruno, su antiguo compañero. Se presenta formalmente ante los otros dos.

Todos están casados, excepto Dante y la mujer del grupo que se ubican uno al lado del otro, cruzan varias palabras, a Dante le siguen impactando sus grandes ojos negros, es delgada, con buenas curvas, cabello corto y moreno, «tendrá unos veintiocho... treinta años», piensa. Consuelo le lanza miradas furtivas, es algo chispeante, alegre y él se siente raro, le gusta su flirteo, pero a la vez no está seguro si responder o no.

La conversación entre los seis profesionales pasa por diferentes cuestiones, recuerdos de la adolescencia, de cuando eran estudiantes, Dante y Bruno rememoran varias anécdotas de su época de estudiantes, haciendo que el grupo estalle en risas varias veces.

A medida que avanza la cena, la conversación es más acalorada, tanto por los temas que tocan, como por la comida, incluso por la temperatura de treinta y cuatro grados a esa hora.

Dionisio comenta sobre una obra que restauró en Egipto, brindando algunos detalles sobre el trabajo que realizó en ella.

—Es increíble la cultura egipcia, ¿no creen? Su arte data desde el Neolítico, y ya desde esa época asombra la perfección de sus obras, la delicadeza y el estilo único que aún hoy, permanece casi inalterado. Sin duda, es una de mis civilizaciones preferidas.

—Hay muchas culturas affascinante, que a veces desafían el razonamiento –dice Alfredo–, a mí las que más me gustan son la egipcia, coincidiendo contigo Dionisio, pero también los Vedas en la India; la cultura de Tiahuanaco en Bolivia; los Rapanui de la Isla de Pascua. ¡Ci sono cosi tanti!

—A mí me intrigan todas, es muy llamativo cómo se parecen los sistemas de escritura de varias de ellas, aun cuando estaban muy alejadas entre sí –resalta Dante.

Se desarrolla cierta discusión al respecto. Los tragos han hecho que algunos estén más efusivos.

—Hay varias teorías que explican el nacimiento de civilizaciones antiguas —manifiesta Alfredo–, están las convenzionale que no logran explicarlo todo, pero también hay otras teorías más desconocidas, yo estoy abierto a diferentes hipótesis, mente aperta –expresa con los brazos abiertos–. Personalmente, creo que hay otras explicaciones, que no son reconocidas por científicos, pero que están cobrando cada vez más fuerza.

—¿Te referís a los que hablan de ciudades avanzadas en la prehistoria y todo eso? –comenta Dante.

—Si, específicamente las antediluvianas. Hay muchas evidencias... ¿come si dice?... ignorato por los científicos, de que hubo culturas avanzadas mucho antes de lo que se reconoce por la ciencia más ortodoxa y descubrimientos incómodos para la ciencia, porque no los puede explicar.

—¡Esas son pavadas! –manifiesta Bruno con el rostro casi morado por el tequila y la michelada–, todo puede ser explicado por la ciencia, lo que aún no se sabe es materia de nuevas investigaciones, eso no significa que haya que llenar esos vacíos con cualquier cosa.

—¿No piensas que pueda haber algo aún no descubierto, sconosciuto, todos los días aparecen cosas nuevas, podría ser que hubo algo en la antigüedad que recién ahora empieza a salir a la luz? –le pregunta Alfredo, con una media sonrisa, desafiando al arqueólogo.

—Por supuesto que lo pienso, os acabo de decir que aún quedan cosas por descubrir. Pero no por eso, voy a inventar o imaginar teorías, hay que buscar pruebas –refuta Bruno de mal humor.

—Yo, hasta cierto punto acuerdo con Bruno –expresa Dante–, hay que reconocer que algunos descubrimientos nos interpelan, nos desconciertan, y a mí en lo personal me generan dudas, pero siempre hay que investigar y buscar pruebas antes que tirar hipótesis de la nada o adherirse a teorías de moda.

—A mí me gusta incursionar en diferentes probabilidades, indago. Me atrae explorar lo misterioso y escucho a otros, a los non convencionale –agrega Alfredo realizando ademanes con sus manos y gesticulando mientras se toma otro trago de tequila.

—Lo cierto es que hay museos que tienen sótanos repletos de documentos sin descifrar o elementos que no concuerdan con lo aportado por la historia –expresa tímidamente Dionisio apoyando a Alfredo.

—Sí, eso es verdad –agrega Antonio que apenas puede abrir los ojos–, hay objetos, tablillas, rollos y estatuillas que se pudren durante años en los depósitos porque no encajan en las versiones oficiales, son los llamados ooparts.

—¿Cómo se llaman? –pregunta Bruno en tono de burla.

—Ooparts, en inglés sería out of place artifact. Y en español, objetos fuera de tiempo o de lugar, son artefactos encontrados que no deberían existir según su contexto histórico.

—A mí me gustaría tener acceso a esas cosas para poder estudiarlas, sería como mirar por la cerradura del tiempo. Tal vez algún día pueda hacerlo con mayor dedicación y tal vez desvelar el misterio –aporta Dante.

—Para mí es una falacia, tiene que haber un error, yo no creo en esas ideas locas –dice Bruno cada vez más eufórico.

Antonio observa su reloj y expresa que se va a retirar por estar algo mareado. Lo sigue Bruno, quien refiere que su avión sale temprano, pero la realidad es que se siente molesto con el matiz de la conversación.

Dante no quiere irse, la mirada de Consuelo lo tiene atrapado, y al parecer ella tampoco muestra intenciones de retirarse, hay cierta atmósfera sensual entre los dos, por momentos Dante se pierde en su ensimismamiento, siente emociones encontradas que lo inquietan. No suele salir con mujeres desde que Cintia murió, no se siente cómodo en encuentros románticos, pero Consuelo es tan fresca, tan auténtica.

Los otros dos continúan con la conversación.

—Lo que pasa es que hay muchas cosas que se mantienen en secreto –expresa Dionisio–, no sé por qué, eso no está bien, deberían estar a la mano de científicos para que se las pueda estudiar –golpea la mesa mientras arrastra las palabras–, hay censura para tapar los hallazgos arqueológicos que contradicen los libros de historia, por nombrar un ejemplo, Gobekli Tepe, la fecha de datación es de más de doce mil años y desafía todas las teorías que dicen que la civilización nació en Sumeria hace seis mil años, luego de que el hombre se adaptara a los cambios climáticos.

—Sobre eso hay muchas teorías e investigaciones y no todas coinciden –expresa Dante.

Alfredo dirige la conversación otra vez hacia los hallazgos encontrados.

—Todas esas teorías de civilizaciones antiguas, también están relacionadas con objetos que, al fecharlos con los test de rigor, no essere d’accordo con la historia que cuentan los científicos –dice muy convencido– y muchos han sido construidos con tecnología que no corresponde a la época, por ejemplo, el mecanismo de Anticitera, que parece ser una antigua computadora analógica. O la fuente Magna de origen protosumerio, pero fue encontrada en Tiahuanaco, tiene inscripciones en varios lenguajes y la ciencia no ha querido saber nada de este objeto, pero la fuente está ahí, es real.

—En relación a esa vasija –interviene Dante– Cleit Hamer Winters descifró los caracteres del alfabeto kelca de la antigua y perdida civilización Pucara del altiplano, en la fuente, además, hay caracteres sumerios, es por eso que es tan extraño, ¿qué hace un objeto con inscripciones sumerias y kelca a la vez, dos civilizaciones separadas por miles de kilómetros?

—Por eso la comunidad científica se niega a revisar estos hallazgos, porque hacerlo implicaría admitir que lo que nos cuentan no encaja –dice Dionisio.

—Eso es así. Otros elementos extraños son las esferas. Yo pude ver unas en el Museo de Klerksdorp en África, que aún están en estudio, son más de doscientas con unos surcos perfectamente tallados, y les puedo asegurar que no se hicieron con una piedra, se hicieron con tecnología –enfatiza Alfredo golpeando la mesa con la palma de la mano–. Pero, lo más increíble es que datan del Precámbrico, hace dos mil ochocientos millones de años.