Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
La fe corrompida es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso a causa de celos que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo. -
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 108
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Lope de Vega
Saga
La fe rompidaCopyright © 1916, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726617566
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
(LUCINDA, de cazadora, con venablo, y ALBERTO, villano.)
LUCINDA
Si preguntare por mí,
Alberto amigo, dirás
que al monte subo, y no más.
ALBERTO
Riñiráme.
LUCINDA
¿Por qué a ti?
ALBERTO
5
Sabiendo que sola vas.
LUCINDA
Sola voy tan bien guardada
como de él acompañada;
que la vergüenza del ser,
en la que es noble mujer,
10
es la guarda más honrada.
ALBERTO
Verdad es, señora mía,
que tu varonil valor
te excusa de compañía.
A darla el Cielo a tu amor
15
se sirva y se llegue el día.
LUCINDA
Agora no lo deseo.
ALBERTO
Perdona, que no lo creo;
que la mujer sin varón
no alcanza tal perfección
20
como después del empleo.
Y esto echaráslo de ver
en el amor que al marido
cobra después la mujer,
no habiéndole conocido
25
hasta llegarle a tener.
LUCINDA
Este tiempo en que me veo
huye de que intento feo
mi casto ejercicio venza,
ni está bien a mi vergüenza
30
decirte que le deseo.
Y como sé que es la cosa
que mi padre menos piensa,
no me tiene cuidadosa.
ALBERTO
Hace a tu hermosura ofensa
35
y hasta la envidia celosa.
Pero quiérome partir.
LUCINDA
Esto le puedes decir.
ALBERTO
Líbrete Dios de las fieras.
(Vase ALBERTO.)
LUCINDA
Cuando de un hombre dijeras,
40
era más forzoso huir.
Flechas de Amor, de plomo y de oro puro,
arco trocado con la muerte fiera,
falsa imaginación, dulce quimera,
libro dorado y en la letra oscuro.
45
Blando, ofendido, y sin ofensa duro,
y castigado, convertido en cera;
Etna con fuego dentro y hielo fuera,
gigante, aunque rapaz, y dios perjuro.
Yo soy aquella que he tenido en poco
50
flechas, arco, quimera, Etna, gigante
con libre y arrogante pensamiento.
Amor, pues con injurias te provoco,
labra mi corazón como diamante;
pero no tienes sangre, que eres viento.
55
¿Qué gente es ésta que suena?
Pues ¿cómo en esta montaña
de tanta aspereza llena?
Pero paréceme extraña
y de mi ejercicio ajena.
60
Quiérome aquí retirar,
y, aunque no los oiga hablar,
ver el camino que llevan
entre estas peñas, que prueban
cubrir con su sombra el mar.
(Entren FELISARDO, padre de ARCADIA; TEBANO, ORANTEO, LIRENO, caballeros.)
FELISARDO
65
¡Que no parece un cazador siquiera!
TEBANO
Todos fueron, señor, en seguimiento
de aquella libre y perseguida fiera.
ORANTEO
Ellos la siguen y ella sigue al viento,
y el viento queda tan atrás del paso,
70
que le engendra mayor su movimiento.
FELISARDO
Pues ¿qué habemos de hacer? ¡Extraño caso!
LIRENO
Que aguardes mejor tiempo.
TEBANO
(Ya deseo
dejar de todo punto el campo raso.
LIRENO
No hay que aguardar; haz señas a Oranteo.
TEBANO
75
Ya me ha entendido.)
FELISARDO
¿Qué venís hablando,
que de saber lo que es traigo deseo?
Tanto me enoja el murmurar, que cuando
las fuentes veo enturbio sus corrientes
porque me pesa el verlas murmurando.
80
Ellas, entre las guijas transparentes,
suenan por las alhombras de estos prados,
y vosotros, hablando entre los dientes.
A no ser caballeros tan honrados,
y mis vasallos, como sois, tuviera
85
recelos, de sospechas engendrados.
TEBANO
Príncipe, el alma, que tu pecho altera
te ha dicho la verdad en profecía.
FELISARDO
¿Qué es eso? ¿Cómo habláis de esa manera?
Retiraos de mi lado y compañía.
90
Haceos allá, villanos atrevidos.
TEBANO
La espada empuña.
LIRENO
¡Loca valentía!
ORANTEO
Todos los tres estamos ofendidos
de tus injurias, Felisardo loco.
FELISARDO
Y todos sois traidores fementidos.
95
No porque solo estoy tengáis en poco
la sangre y el valor que me acompaña.
TEBANO
A más cólera y furia me provoco.
FELISARDO
¿Para aquesta traición a la montaña,
para matar, traéis a vuestro Rey, cobardes?
100
¿Y tú, primo, el autor de aquesta hazaña?
ORANTEO
Pásale el pecho, pásale, y no aguardes
sus vanas y fantásticas razones.
Habla con otro tiempo en sus alardes.
TEBANO
Pues aquí no le guardan escuadrones,
105
por su estipendio y paga conducidos,
para que diga retos y blasones.
FELISARDO
Tener las armas ciegas y, advertidos,
pensad en lo que hacéis, y juntamente
decidme por qué estáis de mí ofendidos.
ORANTEO
110
Historias pide agora que le cuente.
Calla ya, Tebano.
TEBANO
¡Muera!
LIRENO
¡Muera!
(LUCINDA llegue con el venablo.)
LUCINDA
¡Oh, vil, cobarde y mal nacida gente!
ORANTEO
¿Qué es esto, cielos? ¿Esn mujer o fiera?
LUCINDA
¡Fueran, villanos!
LIRENO
¿Si es favor del Cielo?
TEBANO
115
Ya no puedo esperar.
LUCINDA
¿Huís? Espera.
FELISARDO
Herido me han, y a no venir, recelo
que me dieran la muerte, que, tres hombres,
era forzoso en un desierto suelo.
LUCINDA
¡Huid, cobardes!
FELISARDO
Déjalos, no asombres
120
sus pechos viles con tu voz divina;
y porque sólo aguardo que te nombres,
no te adoro por diosa, aunque se inclina
a tu valor mi pecho, y, por el suelo,
besar tus pies mi boca determina.
125
Si eres Diana, que la adora Delo,
o la guerrera Palas, dime agora
cómo bajaste de tu esfera y cielo.
LUCINDA
Ése, gentil mancebo, sólo adora;
ése te dio la vida que agradeces
130
a aquesta humana y pobre cazadora.
Porque debe de ser que lo mereces
de tal manera, que guardó tu vida.
FELISARDO
Si al Cielo he de adorar, cielo pareces.
Dame esas manos, que es razón que pida
135
manos que me han librado de la muerte,
obligación y deuda conocida.
Y no quieras que esté sin conocerte
tanto tiempo, señora, y sin pagarte.
Dime quién eres; tu valor me advierte.
LUCINDA
140
¿Qué te aprietas el brazo?
FELISARDO
En esta parte
pienso que tengo una pequeña herida.
LUCINDA
¡No lo supiera entonces, que, por Marte,
que los siguiera hasta quitar la vida!
Pero podré curarte. Ven conmigo.
FELISARDO
145
No te canses, señora, que te pida
que me digas quién eres mientras sigo
el resplandor de aquellos ojos bellos
si, como dices, tengo de ir contigo,
porque ya en la prisión de tus cabellos
150
me lleva Amor y obligación atado,
y, aunque de voluntad, me voy con ellos.
LUCINDA
Pues mientras que salimos de este prado,
oye quién soy; pero con un concierto:
que a lo mismo te juzgues obligado.
FELISARDO
155
Soy muy contento.
LUCINDA
Pues advierte.
FELISARDO
Advierto.
LUCINDA
Sobre estas altas montañas,
las plantas de cuyos riscos
lavan Ladón y Primanto,
claros y apacibles ríos;
160
éstas que ves coronadas
de verdes hayas y pinos,
pálidos bojes y fresnos,
cornicabras y quejigos,
donde sombrosos castaños
165
y poco ojosos membrillos
cubren aquel manso arroyo
que cercan juncos y lirios,
estánn, caballero noble,
en el más alegre sitio
170
unas casas, aunque viejas,
sobre cimientos antiguos.
Es dueño de ellas un hombre
no tan noble como rico,
porque en esto se aventaja
175
a todos los de su oficio.
No es tan rudo que la mano
pone al arado ni al trillo,
ni tiene callos en ellas
de su rústico ejercicio,
180
porque sustenta cien hombres
que en todo este gran distrito
le sirven y llaman dueño,
de su sueldo entretenidos.
Estos llevan los ganados
185
de sus vacas y novillos
por esas dehesas verdes,
con las hondas y los silbos.
Aquéllos van por los montes
con el manchado cabrío,
190
que, trepando por las peñas,
hacen más altos sus picos;
las cabras verás colgando
de los cogullos de espinos,
y también, por otra parte,
195
de sus tetas los cabritos.
Otros llevan las ovejas
por romeros y tomillos,
y otros el negro ganado
que abre el suelo con su hocico.
200
Estos siembran, éstos aran
entre el otoño y estío;
éstos derriban la fruta
por los árboles subidos,
desnudas hasta las hojas,
205
peros, cermeñas, membrillos,
guindos, cerezos, manzanos,
serbas, albérchigos, priscos.
¿Qué dirás de lo que cogen
al tiempo que reina Virgo
210
de pan, que cubre esas eras,
y grandes trojes de trigo?
Otros, en anchos lagares,
de los preñados racimos
pisando mil uvasn hinchen
215
cubas de oloroso vino.
Este, en efecto, es mi padre,
no por la riqueza altivo,
sino humilde labrador
en traje compuesto y limpio.
220
Es cuerdo, honrado y brioso
y liberal con amigos;
que, como el rey en su casa,
es en la suya servido.
No ha hecho otra cosa mala
225
si no es a mí, porque os digo:
esto y el tenerme amor
es en mi padre delito.
Este me tiene de suerte
que no hay gala ni vestido
230
en la invención de la corte
que no rompa en mi cortijo.
Con sedas, telas y perlas
piso los bosques sombríos,
porque, como aquí me veis,
235
la caza y las fieras sigo.
La saya a la media pierna,
para correr suelta, visto,
y esta montera en la frente,
dejando fuera estos rizos.
240
Este vaquero que veis
con esta pretina ciño;
algunas veces con daga
y otras veces con cuchillo.
Soy, por deciros verdad,
245
reina de este paraíso,
porque aquestos verdes campos
son más que campos Elíseos.
Tráenme los labradores
la fruta en blancos cestillos,
250
las almendras en sus ramas,
los pájaros en sus nidos;
avellanas en sus hojas,
castañas en sus erizos;
hasta las liebres pequeñas
255
y los conejuelos, vivos.
Suelo salir cuando el alba
de aljofarado rocío
ensarta en las piedras perlas,
que abrasa de envidia Cintio,
260
y volver cuando se ausenta
el rostro descolorido
entre nubes, que parecen
cornerinas y zafiros.
Traigo a veces, con mi gente,
265
muerto el ciervo fugitivo,
el jabalí colmilludo
y el oso, que al oso embisto.
Yo os doy palabra, señor,
que, después que sé que vivo,
270
no he dicho tales palabras
a ningún hombre nacido.
No quiero que agradezcáis
lo hecho, sino lo dicho,
y, porque aquesta es mi casa,
275
perdonad si no prosigo.
FELISARDO
Huélgome de conoceros,
y estimo el haber mostrado
de hacerme merced cuidado;
pero de satisfaceros
280
no hay tiempo, habiendo llegado.
Después os diré quién soy.
LUCINDA
Bien está. Curaros quiero.
FELISARDO
Mil gracias por ello os doy.
(AURELIO, padre de LUCINDA, ALBERTO y otros.)
AURELIO
(¿Lucinda y un caballero?
285
A darle mis brazos voy.)
FELISARDO
(¿Este es tu padre?
LUCINDA
Sí, él es.)
AURELIO
¡Hija!
LUCINDA
Mi padre y señor,
aqueste hidalgo que ves
es perdido, y cazador.
FELISARDO
290
Dadme, señor, esos pies.
AURELIO
Alzaos, hijo, y en buen hora
seáis venido a esta casa,
que ya es vuestra desde ahora,
donde, aunque es pobre y escasa,
295
una alma espléndida mora.
¿Sois de la ciudad?
FELISARDO
Sí soy.
AURELIO
¿Cazando, en fin, os perdistes?
FELISARDO
Y ahora también lo voy,
que a la merced que me hicistes
300
aqueste nombre le doy;
porque truje voluntad
y por ser agradecido
a vuestra mucha piedad,
con el alma la he perdido,
305
ganando vuestra amistad.
AURELIO
¡Qué cortesano! ¡Qué honrado!
LUCINDA
Viene herido, padre mío.
AURELIO
¿Herido?
FELISARDO
No os dé cuidado.
Pensélo, y fue desvarío.
310
Basta aqueste lienzo atado.
AURELIO
¿Hola?
ALBERTO
¿Señor?
AURELIO
Partid luego
y aderezad una cama.
FELISARDO
Que no lo mandéis os ruego.
AURELIO
Haced oficio de dama,
315
hija, y pedildo.
FELISARDO
(Estoy ciego.)
LUCINDA
Suplícoos, señor, que entréis
a descansar y curaros.
FELISARDO
Basta que vos lo mandéis,
que debo a esos ojos claros
320
la vida que ya sabéis.
(¿Esto hay en una montaña
a diez leguas de mi corte?
¡Cosa, por el Cielo, extraña!
Mas es muy conforme al norte
325
y estrella que me acompaña.
Antojado estoy, por Dios,
de la bella cazadora.
¿Qué es lo que hablarán los dos?)
LUCINDA
(Es la más sabia pastora.
330
Mi padre, llamadla vos,
que tiene aceites y ungüentos
y hierbas de gran virtud.
AURELIO
Digo que voy por los vientos.)
FELISARDO
¿Qué es esto?
LUCINDA
Vuestra salud
335
y mis nuevos pensamientos.
FELISARDO
¿Fuese vuestro padre?
LUCINDA
Fuese
a llamar a quien os cure.
FELISARDO
¡Que tal merced mereciese!
LUCINDA
Que la vida me procure
340
no es mucho, cuando lo hiciese.