La Galatea - Miguel Cervantes - E-Book

La Galatea E-Book

Miguel Cervantes

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Beschreibung

La Galatea suele considerarse como una novela pastoril. Es verdad que los personajes son pastores, pero la novela va mucho más allá, desarrolla un estudio psicológico del amor, siendo este el propósito de Cervantes al escribirla.La novela empezó a redactarse cuando Cervantes volvió de su cautiverio en Argel (diciembre de 1580). No tuvo mucho éxito en las librerías, en comparación con el enorme de la Diana de Montemayor y el grandísimo de la Diana enamorada de Gil Polo. Cervantes tuvo durante toda su vida un altísimo concepto de su novela y la intención de publicar la segunda parte, pero murió sin haberlo hecho.

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La Galatea

Miguel Cervantes

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Tasa

Yo, Miguel de Ondarza Zavala, escribano de Cámara de Su Majestad, de los que residen en el su Consejo, doy fe que, habiéndose visto por los dichos señores del Consejo un libro que con privilegio real imprimió Miguel de Cervantes, intitulado Los seis libros de Galatea, tasaron a tres maravedís el pliego escripto en molde, para que sin pena alguna se pueda vender. Y mandaron que esta tasa se ponga al principio de cada volumen de los que ansí fueren impresos, para que no se exceda dello; y, en fe dello, lo firmé de mi nombre. Fecha en Madrid, a trece días del mes de marzo de mil y quinientos y ochenta y cinco años.

 

Miguel de Ondarza Zavala.

Aprobación

Por mandado de los señores del Real Consejo, he visto este libro, intitulado Los seis libros de Galatea, y lo que me parece es que se puede y debe imprimir, atento a ser tratado apacible y de mucho ingenio, sin perjuicio de nadie, así la prosa como el verso; antes, por ser libro provechoso, de muy casto estilo, buen romance y galana invención, sin tener cosa malsonante, deshonesta ni contraria a buenas costumbres, se le puede dar al autor, en premio de su trabajo, el privilegio y licencia que pide.

Fecha en Madrid, a primero de febrero de MDLXXXIIII.
Lucas Gracián de Antisco.

 

El Rey

Por cuanto por parte de vos, Miguel de Cervantes, estante en nuestra Corte, nos ha sido hecha relación que vos habíades compuesto un libro intitulado Galatea, en verso y en prosa castellano, y que os había costado mu cho trabajo y estudio, por ser obra de mucho ingenio, suplicándonos os mandásemos dar licencia para lo poder imprimir, y privilegio por doce años, o como la nuestra merced fuese; lo cual visto por los del nuestro Consejo, y como por su mandado se hizo en el dicho libro la diligencia que la pregmática por nos ahora nuevamente hecha sobre ello dispone, fue acordado que debíamos mandar dar esta nuestra cédula para vos en la dicha razón, e nos tuvímoslo por bien, por to cual vos damos licencia y facultad para que, por tiempo de diez años primeros siguientes, que corren y se cuentan desde el día de la data della, vos, o la persona que vuestro poder hubiere, podáis imprinúr y vender el dicho libro, que desuso se hace mención, en estos nuestros reinos. Y por la presente damos licencia y facultad a cualquier impresor dellos que vos nombráredes para que por esta vez le pueda imprimir por el original que en el nuestro Consejo se vio, que van rubricadas las planas y firmado al fin dél de Miguel de Ondarza Zavala, nuestro escribano de Cámara de los que en el nuestro Consejo residen; y con que, antes que se venda, le traigáis al nuestro Consejo, juntamente con el original, para que se vea si la dicha impresión está conforme a él, o trayáis fe en pública forma en cómo por el corretor nombrado por nuestro mandado se vio y corrigió la dicha impresión con el original, y se imprimió conforme a él, y quedan asimismo impresas las erratas por él apuntadas para cada un libro de los que así fueren impresos; y tase el precio que por cada volumen hubiéredes de haber, so pena de caer a incurrir en las penas contenidas en la dicha pregmática y leyes de nuestros reinos. Y mandamos que, durante el dicho tiempo, persona alguna, sin vuestra licencia, no to pueda imprintir, so pena que el que le imprimiere o vendiere en estos nuestros reinos haya perdido y pierda todos y cualesquier libros y moldes que dél tuviere y vendiere; y más, incurra en pena de cincuenta mil maravedís: la tercera parte para el denunciador, y la otra tercera parte para la nuestra Cámara, y la otra tercera parte para el juez que lo sentenciare. Y mandamos a los del nuestro Consejo, presidentes, oidores de las nuestras audiencias, alcaldes, alguaciles de la nuestra Casa y Corte y chancillerías, y a todos los corregidores, asistentes, gobernadores, alcaldes mayores y ordinarios, y otros jueces y justicias cualesquier de todas las ciudades, villas y lugares de nuestros reinos y señoríos, así a los que ahora son como los que serán de aquí adelante, que vos guarden y cumplan esta cédula y merced que así vos hacemos, y contra el tenor y forma della no vayan ni pasen en manera alguna, so pena de la nuestra merced y de diez mil maravedís para la nuestra Cámara. Fecha en Madrid, a XXII días del mes de febrero de mil y quinientos y ochenta y cuatro años.
Yo el Rey.
Por mando de Su Majestad
Antonio de Eraso.

Sonetos

De Luis Gálvez de Montalvo al autor

Mientra del yugo sarracino anduvotu cuello preso y tu cerviz domada,y allí tu alma, al de la fe amarrada,a más rigor, mayor firmeza tuvo,gozóse el cielo; mas la tierra estuvocasi viuda sin ti, y, desamparadade nuestras musas, la real moradatristeza, llanto, soledad mantuvo.Pero después que diste al patrio suelotu alma sana y tu garganta sueltadentre las fuerzas bárbaras confusas,descubre claro tu valor el cielo,gózase el mundo en tu felice vueltay cobra España las perdidas musas.

De don Luis de Vargas Manrique

Hicieron muestra en vos de su grandeza,gran Cervantes, los dioses celestiales,y, cual primera, dones inmortalessin tasa os repartió naturaleza.Jove su rayo os dio, que es la vivezade palabras que mueven pedernales;Dïana, en exceder a los mortalesen castidad de estilo con pureza;Mercurio, las historias marañadas;Marte, el fuerte vigor que el brazo os mueve;Cupido y Venus, todos sus amores;Apolo, las canciones concertadas;su sciencia, las hermanas todas nueve;y, al fin, el dios silvestre, sus pastores.

De López Maldonado

Salen del mar, y vuelven a sus senos,después de una veloz, larga carrera,como a su madre universal primera,los hijos della largo tiempo ajenos.Con su partida no la hacen menos,ni con su vuelta más soberbia y fiera,porque tiene, quedándose ella entera,de su humor siempre sus estanques llenos.La mar sois vos, ¡oh Galatea estremada!,los ríos, los loores, premio y frutocon que ensalzáis la más ilustre vida.Por más que deis, jamás seréis menguada,y menos cuando os den todos tributo,con él vendréis a veros más crescida.

Parte 1

Mientras que al triste, lamentable acento

del mal acorde son del canto mío,

en eco amarga de cansado aliento,

responde el monte, el prado, el llano, el río,

demos al sordo y presuroso viento

las quejas que del pecho ardiente y frío

salen a mi pesar, pidiendo en vano

ayuda al río, al monte, al prado, al llano.

Crece el humor de mis cansados ojos

las aguas deste río, y deste prado

las variadas flores son abrojos

y espinas que en el alma s’han entrado.

No escucha el alto monte mis enojos,

y el llano de escucharlos se ha cansado;

y así, un pequeño alivio al dolor mío

no hallo en monte, en llano, en prado, en río.

Creí que el fuego que en el alma enciende

el niño alado, el lazo con que aprieta,

la red sotil con que a los dioses prende,

y la furia y rigor de su saeta,

que así ofendiera como a mí me ofende

al subjeto sin par que me subjeta;

mas contra un alma que es de mármol hecha,

la red no puede, el fuego, el lazo y flecha.

Yo sí que al fuego me consumo y quemo,

y al lazo pongo humilde la garganta,

y a la red invisible poco temo,

y el rigor de la flecha no me espanta.

Por esto soy llegado a tal estremo,

a tanto daño, a desventura tanta,

que tengo por mi gloria y mi sosiego

la saeta, la red, el lazo, el fuego.

Esto cantaba Elicio, pastor en las riberas de Tajo, con quien naturaleza se mostró tan liberal, cuanto la fortuna y el amor escasos, aunque los discursos del tiempo, consumidor y renovador de las humanas obras, le trujeron a términos que tuvo por dichosos los infinitos y desdichados en que se había visto, y en los que su deseo le había puesto, por la incomparable belleza de la sin par Galatea, pastora en las mesmas riberas nacida; y, aunque en el pastoral y rústico ejercicio criada, fue de tan alto y subido entendimiento, que las discretas damas, en los reales palacios crescidas y al discreto tracto de la corte acostumbradas, se tuvieran por dichosas de parescerla en algo, así en la discreción como en la hermosura. Por los infinitos y ricos dones con que el cielo a Galatea había adornado, fue querida, y con entrañable ahínco amada, de muchos pastores y ganaderos que por las riberas de Tajo su ganado apascentaban; entre los cuales se atrevió a quererla el gallardo Elicio, con tan puro y sincero amor cuanto la virtud y honestidad de Galatea permitía.

De Galatea no se entiende que aborresciese a Elicio, ni menos que le amase; porque a veces, casi como convencida y obligada a los muchos servicios de Elicio, con algún honesto favor le subía al cielo; y otras veces, sin tener cuenta con esto, de tal manera le desdeñaba que el enamorado pastor la suerte de su estado apenas conoscía. No eran las buenas partes y virtudes de Elicio para aborrecerse, ni la hermosura, gracia y bondad de Galatea para no amarse. Por lo uno, Galatea no desechaba de todo punto a Elicio; por lo otro, Elicio no podía, ni debía, ni quería olvidar a Galatea. Parescíale a Galatea que, pues Elicio con tanto miramiento de su honra la amaba, que sería demasiada ingratitud no pagarle con algún honesto favor sus honestos pensamientos. Imaginábase Elicio que, pues Galatea no desdeñaba sus servicios, que tendrían buen suceso sus deseos. Y cuando estas imaginaciones le aviva[ba]n la esperanza, hallábase tan contento y atrevido, que mil veces quiso descubrir a Galatea lo que con tanta dificultad encubría. Pero la discreción de Galatea conoscía bien, en los movimientos del rostro, lo que Elicio en el alma traía; y tal el suyo mostraba, que al enamorado pastor se le helaban las palabras en la boca, y quedábase solamente con el gusto de aquel primer movimiento, por parescerle que a la honestidad de Galatea se le hacía agravio en tratarle de cosas que en alguna manera pudiesen tener sombra de no ser tan honestas que la misma honestidad en ella[s] se transformase.

Con estos altibajos de su vida, la pasaba el pastor tan mala que a veces tuviera por bien el mal de perderla, a trueco de no sentir el que le causaba no acabarla. Y así, un día, puesta la consideración en la variedad de sus pensamientos, hallándose en medio de un deleitoso prado, convidado de la soledad y del murmurio de un deleitoso arroyuelo que por el llano corría, sacando de su zurrón un polido rabel, al son del cual sus querellas con el cielo cantando comunicaba, con voz en estremo buena, cantó los siguientes versos:

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