La muerte y el duelo a través de los cuentos - Carmen Moreno Lorite - E-Book

La muerte y el duelo a través de los cuentos E-Book

Carmen Moreno Lorite

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Beschreibung

Este libro nos puede ayudar a ser conscientes de los que supone la pérdida de un ser querido y cómo podemos ir caminando por el duelo y sus fases para salir transformados y crecer en el proceso como personas. Mirar a la muerte de frente nos puede llevar a darnos cuenta de que la vida es inmensamente importante y única en todos sus momentos, y que es posible vivir con más plenitud y felicidad. La maravillosa recopilación de cuentos de todas las culturas de este libro nos acompañará en el camino de descubrir que la vida no puede ser igual sin la muerte y que el dolor y el duelo tienen un profundo sentido transformador para el ser humano.

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La muerte y el duelo a través de los cuentos

Carmen Moreno Lorite

Título original: La muerte y el duelo a través de los cuentos

Primera edición: Octubre 2015

©2015 Editorial Kolima, Madrid

www.editorialkolima.com

Autor: Carmen Moreno Lorite

Maquetación de cubierta: Patricia Fuentes

Dirección editorial: Marta Prieto Asirón

Maquetación: Sergio Borras Martin

©sattva78/shutterstock

ISBN: 978-84-163644-4-2

Impreso en España

No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares de propiedad intelectual.

A mi padre, que me contaba cuentos y lo sigue haciendo con las historias de su vida.  A mi madre, por su humor y la energía que nos contagiaba. A Jose, por transmitirnos en el día a día su sabiduría andina y a nuestros tres hijos–Alberto, Olga y David–  con los que compartir cuentos, risas y descubrimientos se hace la aventura más emocionante de la vida

Si la muerte no fuera el preludio a otra vida,

la vida presente sería una burla cruel

Mahatma Gandhi

Introducción

Es muy importante que hagáis

lo que de verdad os importe…

Sólo así podréis bendecir la vida

cuando la muerte esté cerca.

Elisabeth Kübler-Ross

En este libro iremos recorriendo la muerte y el duelo a través de reflexiones y cuentos que nos ayudarán a mirar ambos procesos, y a entender y salir fortalecidos recorriendo todos los aspectos involucrados. Elegí realizar este libro porque es un tema que personalmente me atrae intensamente, aunque el proyecto no estaba exento de dificultades.

Recuerdo que de adolescente a una vecina se le murió su querido canario Pichi con el que cantaba a diario y pasaba muy buenos ratos. En una conversación con mi madre escuché que nuestra vecina afirmaba: «Nunca más voy a tener un canario, aunque me encanten, porque luego se mueren y lo pasas muy mal». En ese momento me impactó la frase –por eso la recuerdo hasta hoy– y no estuve en absoluto de acuerdo con ella pues ya con mi mentalidad de entonces, pensé: «¿Pero y todo el tiempo que habéis vivido juntos, eso no sirve para nada? Si uno no puede querer a alguien por miedo a que se muera, entonces, ¿para qué vivir?»

Pasado el tiempo he comprendido a mi vecina; la entiendo perfectamente ya que las pérdidas nos causan un tremendo dolor y vacío, pero creo que el miedo al dolor nos impide vivir. También he llegado a entender y a experimentar por mi misma que sí es posible atravesar el dolor, aunque a veces parezca imposible, y salir fortalecido de él en sensibilidad, en esencia, en conocimiento y gusto por vivir.

Años más tarde, andando ya por el mundo del counselling, el duelo y la biografía, he llegado a ver que, más técnicamente, esto se llama «elaboración del duelo».

En el capítulo 1 he buscado recoger algunas preguntas esenciales, algunas reflexiones que nos hacemos cuando la muerte se acerca a nosotros o a un ser querido nuestro. En ese momento nos volvemos más sabios y, con frecuencia, más luminosos. Iremos haciendo un repaso a las fases que describe la maravillosa psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross y, por supuesto, cuentos y anécdotas queridísimos nos acompañarán en cada fase, en cada momento, acunándonos para que la muerte no sea siempre esa fría oscuridad que nos causa pavor, sino una cálida compañera que nos acompaña y puede convertirse en nuestra gran maestra.

En el prólogo del libro La muerte íntima de Marié de Hennenzel, Francois Miterrand hace una interesante reflexión:

«En estos momentos parece que no hay lugar para la muerte. La cubrimos como si se tratase de algo sucio y vergonzoso. No vemos en ella más que el horror, el absurdo, un sufrimiento inútil y penoso, algo escandaloso e insoportable, cuando en realidad es el momento culminante de nuestra vida, su coronación, aquello que le confiere valor y sentido.

No por ello la muerte deja de ser un misterio insondable, un gran signo de interrogación que llevamos en lo más íntimo de nuestro ser. Sé que tengo que morir algún día, aunque no sepa cómo ni cuándo. Hay un rincón dentro de mí que conoce esta verdad. Sé que un día deberé decir adiós a los míos, salvo que sean ellos los que se vayan primero. Esta certeza, la más íntima y profunda que poseo, es paradójicamente aquello que tengo en común con el resto de los seres humanos. Es lo que hace que la muerte del prójimo me afecte y lo que me permite penetrar hasta el corazón de la única y verdadera pregunta: ¿qué sentido tiene mi vida?»

Tranquilo, no hace falta que contestes ahora, deja que vivan en ti las preguntas… como muy bellamente lo expresa Rainer María Rilke:

Ten paciencia con todo aquello

que no está resuelto en tu corazón

e intenta amar las preguntas mismas,

como cuartos cerrados y libros escritos

en un idioma muy extraño.

No busques ahora las respuestas,

que no se te pueden dar

porque no podrías vivirlas.

Y se trata de vivirlo todo.

Vive ahora las preguntas.

En el capítulo 2 transitaremos por el duelo y los cuentos. Hay mucha bibliografía y muy buena relacionada con el tema. También hay muchos cuentos referidos a esto. Este libro no pretende ser exhaustivo ni abarcar demasiado, pero sí dar unas pinceladas en el gran lienzo de la vida, la muerte y el duelo. De cada una de nuestras vidas.

Del duelo como de la muerte quisiéramos salir corriendo, pero es mejor mirarlos cara a cara que intentar escapar de nosotros mismos.

El duelo es esa experiencia de dolor, lástima, aflicción o resentimiento que se manifiesta de diferentes maneras cuando perdemos a alguien o algo significativo para nosotros.

Es decir, mejor llevarnos bien con él, porque la vida es cambio y los cambios siempre van acompañados de pérdidas. No se puede amar y pretender que no nos duela perder a quien queremos. O nos pierden o perdemos, o les duele o nos duele. Pero también ahí hay espacio para sonreír o volver a reír.

En este capítulo, de la mano de los cuentos y de explicaciones que nos faciliten la tarea, caminaremos por las tareas que nos propone el psicólogo William Worden y por otros aspectos de mi propia cosecha. El libro también está pensado para que sea útil a personas que están atravesando la cercanía de la muerte o el duelo y a quienes queremos ayudar y acompañar.

Gran parte de los relatos que aparecen en este libro son cuentos populares o cuentos de hadas de diferentes tradiciones y lugares del mundo. Otros son cuentos, historias o anécdotas actuales. Todos ellos se han seleccionado por las enseñanzas esenciales que nos trasmiten. Nos hablan en un lenguaje que va más allá y de forma más profunda que nuestra razón; dejémonos llevar por ellos para que nos lleguen y nos acaricien como una cálida brisa reconfortante, sin más, sin buscar explicaciones, simplemente viviéndolos, y por supuesto, contándolos. Leámoselos a nuestros niños, ya sean nuestros alumnos, hijos, nietos, sobrinos, amigos o vecinos. Será un momento de silencio en el alma entre el ruido cotidiano, en el que nuestro espíritu sonreirá y nos sentiremos un poquito mejor. Leamos éstos y otros cuentos, pues son un baño limpio de sabiduría.

El capítulo 3 está dedicado a la muerte, el duelo y los niños. El tema en niños es complejo porque su manera de elaborar el duelo está en relación con la manera de educar a ese niño para la vida. Es necesario y urgente abordar la vida. Enseñar al niño a perder y a ganar, a renunciar y a poseer, a tener y a ceder, como un aprendizaje previo para que, cuando llegue la realidad doliente de la pérdida de un ser querido, sepa, por extensión, renunciar y aceptar la situación.

Así que, junto a los cuentos que nos acompañan y nos habitan a lo largo del libro, también habrá una exposición de aspectos que nos pueden ayudar a preparar a nuestros niños para el duelo, es decir, a prepararlos para vivir.

Mi padre nos contaba cuentos cuando éramos pequeños. Me fascinaba ese momento en el que el príncipe luchaba contra la serpiente de siete cabezas intentando superar el tremendo peligro en el que se encontraba. Muchos años después he tenido la suerte de recuperar este hábito con mis hijos y seguir dejándome llevar por la magia que transmiten los grandes cuentos.

Y es que los cuentos de hadas hacen que los niños ansíen lo bueno y lo hermoso –¡sin tener jamás que sermonearles!– puesto que todos los niños aman siempre a los buenos espontáneamente y desearían ser como ellos, mientras que las brujas y los ogros les caen pésimamente. Además, los cuentos de hadas nos obsequian con otro precioso regalo que necesitamos muchísimo en nuestro paso por la vida: la fe inquebrantable en el poder de la transformación[1].

Y ahora quiero empezar este libro con un cuento que me recomendó mi hijo mayor y que creo que nos viene bien escuchar bajito y con calma.

B

El mensaje del anillo[2]

Érase una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:

–He encargado que me fabriquen un precioso anillo, para el que he conseguido uno de los mejores diamantes del mundo. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude también a mis herederos y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje breve, de manera que quepa debajo del diamante.

Todos los que escuchaban eran instruidos, grandes eruditos: podrían haber escrito grandes tratados, pero no un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudiera ayudar en momentos de desesperación total… Reflexionaron y buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada.

El rey tenía un anciano sirviente que lo había sido también de su padre. La madre del rey había muerto de joven, y fue este sirviente el que cuidó de él. Por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo:

–No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje que tienes que llevar en el anillo. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión conocí a un místico. Era invitado de tu padre, y mientras estuvo en palacio, me pusieron a su servicio. Antes de marcharse, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje –el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey–. Pero no lo leas ahora –le dijo–, manténlo escondido en el anillo. Léelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a una situación.

Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido, y el rey perdió su reino y emprendió la huida en su caballo para salvar la vida mientras sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: delante de él se abría un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trote de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino…

De repente se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso. Simplemente decía: «Esto también pasará».

Mientras leía «Esto también pasará», sintió que se hacía a su alrededor un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o tal vez se hubieran equivocado de camino, pero lo cierto es que, poco a poco, dejó de escuchar el trote de los caballos.

El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido.

Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día en que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música y bailes… y él se sentía muy orgulloso de sí mismo.

El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo:

–Este momento también es adecuado: vuelve a leer el mensaje.

–¿Qué quieres decir? –preguntó el rey–. Ahora he vencido, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado y no me encuentro en una situación sin salida.

–Escucha –dijo el anciano–, este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero.

El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: «Esto también pasará», y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba; pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado.

Entonces el anciano le dijo:

–Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción es permanente. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la Naturaleza, porque son la naturaleza misma de las cosas.

B

Sin más, te presento el primer capítulo sobre la muerte y los cuentos.

Capítulo 1 La muerte y los cuentos

Así como una jornada bien empleada

produce un dulce sueño,

así una vida bien usada

causa una dulce muerte.

Leonardo Da Vinci

No hace mucho tiempo, los hombres y las mujeres celebraban la muerte tanto como la vida. Cuando un niño nacía, se le vestía con un trajecito y se mostraba a la comunidad; cuando un anciano moría, se le vestía con su mejor traje y se mostraba a la comunidad. En su primera noche de muerto se le acompañaba para que no estuviera solo; también se acompañaba a sus familiares. «Te acompaño en el sentimiento», se decía a quienes lloraban la pérdida en los velatorios (que así se llamaban porque todos los que allí estaban velaban, es decir, permanecían despiertos, acompañándose). En esos velatorios, a veces las mujeres mayores, las viejas, contaban cuentos de risa, «consejas» se llamaban. De ahí la expresión «de la vieja la conseja», que no es un consejo como tanta gente cree, sino un «cuento»[3].

No hay que irse tan lejos en el tiempo ni en el espacio. Mi padre, que ha cumplido 88 años, nos cuenta con mucha gracia una experiencia suya relacionada con la muerte que tuvo cuando era niño en un pueblo de Jaén.

Todo fue por unas entradas al cine que gané. Mi maestro normalmente no me metía en la rueda de preguntas para ganar las entradas, pero ese día yo sabía la respuesta a la pregunta que había hecho y estaba muy nervioso porque los demás niños decían provincias que no eran. Así que el maestro me dijo:

–A ver tú que parece que tienes azogue y no paras. ¿Qué capital de provincias tiene más vocales «a»?

–Guadalajara –le dije.

–Muy bien –me dijo mi maestro.

Y entonces me dio una entrada para el cine, no para ese día sino para el día siguiente que era domingo, ya que entonces íbamos al colegio los sábados por la mañana.

Fui a casa de mi abuela materna, con la que viví pues mi mamá estuvo varios años en el hospital en Jaén donde estuvo ingresado mi papá hasta que murió, y le dije:

–¡¡Madre, madre, que me he ganado una entrada para ir al cine!! –Y es que llamábamos madre a la abuela y mamá a nuestra madre.

Y una vecina que estaba allí me dijo:

–Tu mamá está en casa de tu abuela Gabriela, que tu abuelo Felipe se ha muerto.

Yo me fui a casa de mi abuelo Felipe y cuando llegué allí estaba ya mi abuelo paterno muerto y amortajado. Yo me acerqué a mi mamá y le dije:

–Mamá, me he ganado una entrada para el cine para mañana.

Y ella me dijo:

–Dásela a tu primo José o a tu primo Antonio para que vayan pues tú no puedes ir porque mañana se entierra a tu abuelo, que está de cuerpo presente.

Pero yo no se la di a nadie y al día siguiente en el velatorio antes del entierro yo iba, entraba, besaba a mi abuelo, miraba a mi mamá y ella movía la cabeza; sin hablar me decía que no. Y cuando decía que no a mí me daba pena y me ponía a llorar y salía corriendo.

Estaba un rato en la calle, miraba al sol a ver cómo avanzaba la sombra. Cuando la sombra llegaba a la mitad de la calle había que irse al cine para llegar a tiempo porque sino llegabas tarde.

Y venga una y otra vez, entraba a besar a mi abuelo, miraba a mi mamá a ver si me dejaba ir al cine, ella me decía que no con la cabeza y yo me echaba a llorar.

¡Y a mí me dio aquello una fama! Las señoras que estaban allí –porque se acostumbraba a poner cosas de comer y beber–, decían: «¡Cómo quiere a su abuelo!» Y es que ningún primo ni nieto lloraba al abuelo. Y otras decían: «Claro, es que lleva su nombre»; «sí, pero hay otros tres primos Felipes y no lloran al abuelo».

Y durante mucho tiempo las señoras decían: «¡Ay, que niño más bueno! ¡Ay que chiquillo, cómo quería a su abuelo!» Y me daban unos besos…

B