La mujer lobo - Clemence Housman - E-Book

La mujer lobo E-Book

Clemence Housman

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Beschreibung

En algún lúgubre rincón escandinavo, dos hermanos gemelos pelean en cuerpo y alma a causa de una sensual mujer lobo a la que uno de ellos desea ardientemente. Más allá de su pasmosa facilidad para sugerir lo siniestro y articular una envolvente atmósfera fantástica, la autora se vale con tremenda habilidad de la simbología oculta de los personajes y aplica herramientas psicológicas y artificios estilísticos trasladándolos con maestría al universo del relato de horror. Desde su primera aparición, el éxito de La mujer lobo fue inmediato y el paso del tiempo no ha hecho sino consagrarla como una de las novelas fundamentales de la tradición gótica. La versión definitiva de La mujer lobo (1896, The Bodley Head) se publicó acompañada de las ilustraciones de Laurence Housman, hermano de Clemence. En su primera versión por entregas, en la revista Atalanta, el texto incluyó ilustraciones de Everard Hopkins. Laurence Housman y Hopkins crearon interpretaciones visuales de la historia marcadamente distintas: esta edición recoge ambas versiones de la mano de una esclarecedora nota de Melissa Purdue, a cuyo cargo estuvo también el prólogo de este volumen.  «Un exquisito poema en prosa narrado con un sentimiento tan poco común como hermoso.» Montague Summers «Housman captura la atmósfera del auténtico folclor en una narración tensa y macabra.» H.P. Lovecraft «Clemence Housman aborda los miedos sociales en torno al papel cambiante de la mujer y aboga por la liberación, tanto de hombres como de mujeres, de las restrictivas expectativas de género.» Melissa Purdue

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Seitenzahl: 126

Veröffentlichungsjahr: 2023

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La mujer lobo

Título original: The Werewolf

D. R. © 1896, Clemence Housman

D. R. © 2022, S.T. Joshi, por el prólogo

D. R. © 2022, Melissa Purdue, por el epílogo

D. R. © 2007, Gonzalo Quesada, por la traducción

D. R. © 2022, José Carlos Ramos Murguía, por la traducción del prólogo, el epílogo y las notas a las ilustraciones

D. R. © 1890, Everard Hopkins, por las ilustraciones

D. R. © 1896, Laurence Housman, por las ilustraciones

Ilustración de portada: Gabriel Pacheco

Primera edición: diciembre de 2022

D. R. © 2022, de la presente edición en castellano para todo el mundo:

Perla Ediciones ®, S.A. de C.V.

Venecia 84-504, colonia Clavería, alcaldía Azcapotzalco, C. P. 02080, Ciudad de México

www.perlaediciones.com / [email protected]

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

ISBN: 9786079952570

Conversión eBook:

Mutare, Procesos Editoriales y de Comunicación, S.A. de C.V.

ÍNDICE

Página de título

Página de créditos

Prólogo, por S. T. Joshi

La mujer lobo

Epílogo. La mujer lobo de Clemence Housman, un relato aleccionador para la nueva mujer progresista, por Melissa Purdue

Introducción a las ilustraciones de La mujer lobo

Bibliografía

Nota biográfica

Acerca de la autora

Acerca de este libro

PRÓLOGO

SI NO FUERA POR EL LIBRO Inseparable Siblings (2009),1 de Elizabeth Oakley, quizá no tendríamos la menor información sobre Clemence Housman, autora de La mujer lobo, una clásica aproximación a este venerable motivo de la ficción especulativa. De los tres hermanos de esta talentosa familia que alcanzaron la fama, Clemence fue la menos conocida en vida, pero por decisión propia: dedicó sólo unas dos décadas de su larga existencia a la escritura y, aunque se le reconoció su activismo social y político, su reputación palidecía frente a la de sus hermanos, A. E. y Laurence Housman. No obstante, en el campo de la ficción especulativa, es la más prominente de los tres.

Clemence Housman, la tercera hija de Edward Housman y Sarah Jane Williams, nació el 23 de noviembre de 1861. Edward era hijo de un párroco, y Sarah Jane era hija del reverendo John Williams, lo que explica por qué la ferviente fe cristiana fue parte central de la vida y el imaginario de la familia en­tera, en especial de Clemence. Antes que ella nacieron Alfred Edward (1859) y Robert (1860), y después vinieron Katherine (1862), Basil (1864), Laurence (1865) y George (1869). Durante gran parte de ese periodo, la familia vivió en Perry Hall, en el poblado de Bromsgrove, Worcestershire, al oeste de Ingla­terra, cerca de la frontera con Gales. La familia atravesó una serie de problemas de salud en la década de 1860; Sarah Jane, debilitada por los constantes embarazos, murió el 26 de marzo de 1871. La muerte de la madre afectó de manera particular a Alfred y Clemence; sin embargo, mientras que Alfred terminó por renunciar a su fe cristiana (como queda de manifiesto en su poesía parca y pesimista), la fe de Clemence se agudizó, y la joven se tomó muy en serio el deseo que le expresó su madre antes de morir: que cuidara a Laurence, su hermano menor. Por lo tanto, pasó el resto de su vida cumpliendo aquella solemne promesa.

Edward, que era abogado, tuvo algunos contratiempos profesionales que, en 1872, lo obligaron a mudar a su familia de Perry Hall a una residencia cercana, llamada la Torre del Reloj, una casa solariega del siglo XVII, propiedad de otro de sus familiares. La familia volvió a Perry Hall en 1878, después de que Joseph, el hermano de Edward, lo rescatara de sus dificultades financieras. Luego, en 1873, Edward se casó con su prima hermana, Lucy Housman, quien se convertiría en la amada madrastra de sus siete hijos. A los varones de esa familia los enviaron a la Escuela de Bromsgrove; las dos niñas, por su parte, no recibieron educación formal, aunque Lucy les leía con frecuencia, y ellas leían bastante por cuenta propia. Clemence confesaría después que una de sus influencias literarias más profundas fue el libro infantil de Charles Kingsley Los héroes (1855), que consiste en una serie de emotivos relatos de héroes (del sexo masculino) de la mitología griega. Su hermano Laurence sostenía que Clemence “tenía un apetito innato, que jamás perdió, por historias de héroes y heroínas que sufren por los pecados ajenos” (Oakley, p. 20), una descripción par­ticularmente precisa del eje rector de su obra literaria.

Pero a Clemence también le atraía el mundo del arte. Le gustaban los grabados en madera (un proceso distinto a la xilografía) que aparecían en Graphic, una popular revista londinense. En 1878, Clemence y Katherine comenzaron a asistir a la Escuela de Arte de Bromsgrove, una de muchas instituciones de esa índole que existían a lo largo del Reino Unido para promover la creación de arte y diseño a nivel local. Al año siguiente, Clemence ganó un premio en geometría y empezó a ayudar a su padre en su despacho legal, con lo que obtuvo valiosos conocimientos sobre derecho e impuestos a los que daría un uso poco convencional más adelante en su vida.

A pesar de que en 1881 el mayor de la familia, Alfred Edward, reprobó inesperadamente sus exámenes en Oxford, más tarde se convirtió en un distinguido profesor de latín en Cambridge. Y, más allá de la fama de su poesía posterior, es uno de los clasicistas más importantes de su época y de cualquier otra. Laurence, quien también demostró aptitudes tanto en el arte como la literatura, se mudó a Londres en 1883 para dedicarse al arte comercial. Clemence, que estaba em­peñada en cumplir su meta profesional de ser gra­badora de madera, lo acompañó. Al principio vivieron con Alfred, pero tenían muy poco en común con él (en ese tiempo, Alfred entabló una relación romántica con un hombre y les reveló a sus hermanos su orientación sexual por primera vez; Laurence revelaría después que también era homosexual).

Clemence tomó cursos especializados en grabado de madera en dos instituciones distintas: la Escuela de Artes de Kennington y la Escuela de South Lambeth. A partir de entonces empezó a vender sus grabados a diversas revistas, entre ellas Graphic, la misma publicación que la había inspirado una década antes. Por desgracia, los avances tecnológicos de los años pos­teriores hicieron que el arte del grabado de madera se volviera una actividad comercial casi obsoleta, pero Cle­mence siguió practicándolo por cuenta propia e ilustró algunos de los primeros libros de Laurence.

No obstante, una parte de ella nunca dejó de pensar en escribir. En 1890 publicó La mujer lobo en el número navideño de Atalanta, una revista para jovencitas. John Lane (de la editorial The Bodley Head) publicó el texto como libro en 1896, después de que Laurence lo alentara a emprender el proyecto. Ese año fue una suerte de annus mirabilis para los hermanos Housman, pues apareció la primera edición de A Shropshire Lad, de Alfred Edward, así como un volumen de poemas de Laurence, Green Arras. El ciclo poético de A. E. de inmediato fue aclamado como un triunfo literario; los otros dos volúmenes no despertaron tanta atención, aunque el libro de Clemence sí recibió reseñas favorables.

Clemence escribiría después la sutilmente extraña novela The Unknown Sea, publicada por Duckworth en 1898. Ese libro no tuvo tan buena recepción entre los críticos, pues varios se quejaron de que el lenguaje barroco empleado por Clemence hacía que algunos pasajes del texto fueran impenetrables. No obstante, es sin duda una obra poderosa que conjuga lo sobrenatural con el cristianismo y que merece un público de mente más amplia.

Elizabeth Oakley (p. 60) cuenta que Clemence pasó catorce años trabajando en su segunda novela, The Life of Sir Aglovale de Galis (1905), lo que significa que debió haber comenzado a escribirla al mismo tiempo que La mujer lobo. Esta extensa elaboración de un episodio menor de Le Morte d’Arthur de Thomas Malory no fue bien recibida, y quizás esa reacción hostil contribuyó a que Clemence abandonara la escritura por el resto de su vida. Además, al igual que su hermano Laurence, había encontrado un nuevo interés al que dedicó gran parte de su tiempo durante la siguiente década y un poco más: el voto femenino. La lucha por que se les otorgara el derecho al voto a las mujeres comenzó de facto tras la promulgación de la Primera Acta de Reforma en 1832, cuando se les prohibió explícitamente votar. La campaña enfrentó todo tipo de tropezones y oposición por parte de políticos conservadores y de la población general (tanto hombres como mujeres), pero sus defensoras eran implacables. Clemence incluso participó en un intento fallido por entregarle a la Cámara de los Comunes una resolución sobre el tema el 30 de junio de 1908. Tanto ella como Laurence bordaron enormes pancartas para apoyar la causa.

En esos días, el movimiento sufragista estaba dividido en dos facciones: un grupo más moderado que abogaba por la persuasión pacífica y un grupo más radical (encabezado por Emmeline Pankhurst y sus dos hijas) que creía que la violencia era el único medio para conmocionar al sistema, aun si eso significaba desprestigiar a la causa en el corto plazo. Clemence y Laurence se identificaban con el primer grupo, y fundaron y dirigieron una organización llamada Suffrage Atelier. Clemence, con un poco más de osadía, ayudó a fundar la Liga de Mujeres de la Resistencia Fiscal en 1909; el principio de negarse a pagar impuestos, ya que las mujeres no estaban “representadas” en el Parlamento, se inspiró directamente en la famosa consigna “no hay tributación sin representación” de la independencia estadounidense y era también una ingeniosa forma de avergonzar al gobierno, pues los reportajes del encarcelamiento de mujeres respetables de clase media acarreaban mucha publicidad negativa. Clemence misma pasó cinco días en la cárcel en 1911 por no pagar impuestos. Una vez que la liberaron, el gobierno desestimó su caso sin mucha publicidad.

Clemence —financiada en gran parte por Lau­rence, gracias a su trabajo fijo como crítico de arte del Manchester Guardian (1895-1914), así como por las ventas de sus libros más populares— renunció a la Liga de Mujeres de la Resistencia Fiscal en 1914, poco después del estallido de la Primera Guerra Mundial. El movimiento sufragista pasó a segundo plano, pues la atención del público y del gobierno estaba puesta en ganar el conflicto. Por lo demás, la vida de Laurence y Clemence en Londres era satisfactoria; Clemence se aficionó a la jardinería, el piano y la cocina. Su temperamento era sereno y apacible, pero su activismo por el voto de la mujer era muestra de que se apasionaba cuando algo le importaba. La causa triunfó al fin el 18 de enero de 1918, cuando el Parlamento aprobó un acto limitado de sufragio para la mujer que se expandiría en años posteriores.

En esas fechas, Clemence y Laurence abandonaron Londres al fin para instalarse en una casa en New Milton, Hampshire. Luego, en 1924, se mudaron al pueblito de Street, Somerset, en el suroeste de Inglaterra. Laurence diseñó la casa y Clemence se dedicó sin parar a los jardines. Poco antes de esa mudanza, Clemence publicó su última obra, el cuento “The Drawn Arrow”, que apareció en una antología de 1923, pero al parecer había sido escrito años antes y publicado en una revista, misma que a la fecha es imposible de localizar. Los hermanos llevaron una vida acomodada, en especial durante los años treinta, cuando una serie de obras de teatro que escribió Laurence sobre la reina Victoria resultó ser sumamente popular y lucrativa.

Por desgracia, la tragedia se cernió sobre la familia. George Housman había muerto en 1901, durante su servicio en la Segunda Guerra Bóer. Roger, por su parte, murió en 1905. A. E. Housman falleció en 1936, y Laurence se convirtió en su albacea literario. La vida de los hermanos restantes se vio trastornada por el estallido de la Segunda Guerra Mundial: Laurence, aunque detestaba a Hitler y Mussolini, continuó abogando por el pacifismo, como hizo en la guerra anterior; Clemence, en cambio, no se mostró tan fervorosa durante este conflicto. En 1944 sufrió un derrame que requirió asistencia de una enfermera durante una temporada, pero logró recuperarse por completo. Sin embargo, su hermana Katherine (Kate) murió en 1945. En 1953, Clemence tuvo un derrame mucho más fuerte que el primero, mismo que la incapacitó casi por completo, tanto que no pudo apreciar la reimpresión de Sir Aglovale procurada por Laurence que realizó la editorial Jonathan Cape en 1954. Finalmente, murió el 6 de diciembre de 1955; Laurence le siguió, el 20 de febrero de 1959.

La mujer lobo es una noveleta sobresaliente bajo cualquier óptica. Los orígenes del motivo del licántropo se pueden rastrear hasta la antigüedad clásica: hay alusiones breves al mito en las Églogas de Virgilio (39 a. C.) y Las metamorfosis de Ovidio (circa 2-17 d. C.), y el pasaje más famoso relacionado con esta imagen es un episodio del Satiricón de Petronio (circa 55 d. C.). Aunque, como ha apuntado Stefan Dziemianowicz,2 existen algunas otras instancias en la literatura medieval, dentro de la ficción especulativa moderna hay que prestar atención a dos relatos que aparecieron en un breve intervalo: “Hugues, the Wer-Wolf” (1838), de Sutherland Menzies, y “El hombre lobo”, de Frederick Marryat, un capítulo de su novela El buque fantasma (1839) que con frecuencia se ha reeditado como narrativa independiente. En ese mismo periodo, el tratado más extenso de esta figura fue Wagner, the Wehr-Wolf (1846), de George W. M. Reynolds.

Lo que distingue a la noveleta de Clemence Housman, por supuesto, es que este hombre lobo en realidad es una mujer. Es cierto que el lobo en el texto de Marryat también es mujer —llamada Christina, cabe apuntar—, pero es poco probable que la historia haya tenido alguna influencia considerable en el trabajo de Housman. Su mujer lobo se llama Piel Blanca, indicativo tanto de su complexión nívea como de su naturaleza torva: el arcaico adjetivo “fell” —del nombre White Fell en inglés— significa “salvaje” o “destructivo”, una definición que sin duda aplica a Piel Blanca. Esto lleva a que el protagonista se refiera a ella como una “cosa horrible”, “temible”, “pavorosa”, “letal” y “malvada”. El nombre del héroe, Christian, no puede ser una coincidencia; como eco consciente del héroe alegórico de El progreso del peregrino (1678) de John Bunyan, Christian debe sacrificarse para salvar la vida de su hermano, Sweyn (quien, en efecto, se conviert­e en un “enamorado”3 que corteja con avidez a la cautivadora Piel Blanca, sin prestar atención a las claras señales de sus siniestros poderes sobrenaturales). Es aquí que, como Housman deja quizá demasiado claro al final, Christian demuestra que “había sido como Cristo y había sufrido y muerto para salvarlo de sus pecados”. Como Cristo, Christian es el chivo expiatorio prototípico, un alma inocente que carga consigo los pecados de otros para preservar su pureza moral.

La resurrección de la obra de Clemence Housman comenzó cuando el editor Alden H. Norton republicó La mujer lobo en su antología Masters of Horror (1968).4 Desde entonces se ha reimpreso en diversas ocasiones, pero casi nunca con las ilustraciones de Laurence Housman que su hermana luego sumó al texto. Es momento de que esta heredera de Ann Radcliffe, Mary Shelley, Rhoda Broughton, Amelia B. Edwards y tantas otras escritoras de ficción gótica reciba el crédito que le corresponde como pionera del género.

S. T. JOSHI

1 Elizabeth Oakley, Inseparable Siblings: A Portrait of Clemence and Laurence Housman (Studley, Reino Unido: Brewin Books, 2009).

2 Stefan Dziemianowicz, “The Werewolf”, en S. T. Joshi, ed., Icons of Horror and the Supernatural: An Encyclopedia of Our Worst Nightmares