La obra maestra desconocida - Honoré de Balzac - E-Book

La obra maestra desconocida E-Book

Honore de Balzac

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Beschreibung

"Tu creación está incompleta. No has podido insuflar más que una porción de tu alma a tu querida obra. La antorcha de Prometeo se ha apagado más de una vez en tus manos, y muchos sitios de tu cuadro no han sido tocados por la llama celeste." Pourbus y Nicolás Poussin visitan al pintor Frenhofer, quien desde hace 7 años se esfuerza por dibujar a una mujer imaginaria, llamada primero la Belle Noiseuse –una célebre cortesana– y luego, en la versión definitiva, Catherine Lescault, una virgen maravillosa. Cuento fantástico a la manera de Hoffman al principio, La obra maestra desconocida consigue, poco a poco, desprenderse de las primeras apariencias. Con la puesta de relieve de su dimensión filosófica, se impone como uno de los textos esenciales de Balzac sobre el arte, el artista y la creación.

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Honoré de Balzac

La obra maestradesconocida

Traducción: Iair Kon

© 2022. Senda florida

España

ISBN 978-84-19596-29-1

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización previa de la editorial o de los titulares de los derechos.

Impreso en España / Printed in Spain

Índice

Prólogo | 5

1. Gillette | 8

2. Catherine Lescault | 31

Prólogo

En la fachada del número 7 de la Rue des Grands Augustins, en París, puede leerse la siguiente inscripción: “Pablo Picasso vivió en este inmueble desde 1936 hasta 1955. Es en este taller en el que pintó el ‘Guernica’, en 1937; es también aquí en donde Balzac sitúa la acción de su relato ‘La obra maestra desconocida’”. Cuenta la leyenda que, mientras componía su gran obra, Picasso sintió la presencia de Balzac y del protagonista de su cuento, el maestro Frenhofer. Algunos años antes, el editor Amboise Vollard había encargado al célebre pintor malagueño una serie de grabados para ilustrar una edición especial del cuento de Balzac, con motivo del centenario de su primera publicación, en 1831. Las ilustraciones de Picasso representan el trabajo del artista, su búsqueda obsesiva del ideal de arte, su entramado de líneas en apariencia confusas que lo conducen a la gran obra, a la obra. Picasso, como Cézanne –quien dijo “Frenhofer soy yo”–, Kandinsy, Giacometti, Schoëmberg y tantos otros, encontró en el relato balzaciano la pregunta sobre la creación artística, esa

pregunta en la que creación y representación se disputan la mano y el corazón del artista. Como en el Paolo Uccello de Marcel Schwob, en La obra maestra desconocida Balzac bosqueja la dimensión filosófica del arte en una suerte de Banquete que opone a tres generaciones de artistas: el iniciado, el maduro y el consagrado. Y, como en Platón, se plantea el gran debate de la filosofía, el interrogante sobre el ideal, ese tortuoso cuestionamiento que es condición inequívoca del artista y que forma parte igualmente de la comedia humana.

Iair Kon

A un Lord

1. Gillette

Hacia fines del año 1612, en una fría mañana de diciembre, un muchacho con vestimentas de aspecto muy pobre caminaba frente a la puerta de una casa ubicada en la Rue des Grands Augustins, en París. Luego de haber transitado durante largo tiempo por esa calle con la indecisión de un enamorado que no se atreve a presentarse en lo de su primera amante, por accesible que ella sea, terminó por franquear el umbral de esa puerta y preguntó si el maestro François Pourbus se encontraba en su casa. Ante la respuesta afirmativa que le dio una vieja mujer ocupada en barrer un vestíbulo, el muchacho subió lentamente las gradas y se detuvo en cada peldaño, como un cortesano novato preocupado por el recibimiento que le dispensará el rey. Al llegar a lo alto de la escalera de caracol, se detuvo un momento sobre el rellano, inseguro de hacer sonar la grotesca aldaba que adornaba la puerta del taller en el que sin dudas trabajaba el pintor de Enrique IV, al que María de Médicis había abandonado por Rubens. El muchacho experimentaba esa profunda sensación que ha debido hacer vibrar el corazón de los grandes artistas cuando, en la cresta de la juventud y de su amor por el arte, han abordado a un hombre genial o a alguna obra maestra. Existe en todo sentimiento humano una flor primitiva, engendrada por un noble entusiasmo que va debilitándose poco a poco hasta que la felicidad se reduce a un recuerdo y la gloria a una mentira. Entre esas frágiles emociones, nada se parece al amor como la joven pasión de un artista que comienza el delicioso suplicio de su destino de gloria y de infelicidad, pasión plena de audacia y de timidez, de creencias vagas y de seguros desalientos. Aquél que escaso de dinero, de genio adolescente, no haya palpitado intensamente presentándose ante un maestro, carecerá por siempre de una fibra en el corazón, de un toque de pincel indefinible, de un sentimiento en la obra, de una cierta expresión de poesía. Aquellos fanfarrones pagados de sí mismos que creen demasiado temprano en el porvenir sólo son gente inteligente para los necios. Al respecto, el joven desconocido parecía tener un verdadero mérito, si debe medirse el talento sobre esa primera timidez, sobre ese pudor indefinible que la gente destinada a la gloria sabe perder en el ejercicio de su arte, como las mujeres hermosas pierden el suyo en el juego de la coquetería. El hábito del triunfo disminuye la duda, y el pudor es, quizás, una duda.

Abrumado por la miseria y sorprendido en ese momento por su propia impertinencia, el pobre neófito no habría entrado en lo del pintor al que debemos el admirable retrato de Enrique IV sin la ayuda extraordinaria que le deparó el azar. Un anciano comenzó a subir la escalera. Por la extravagancia de su traje, la magnificencia de su cuello de encaje, la prepotente seguridad de su andar, el muchacho supuso en ese personaje al protector o al amigo del pintor; se replegó sobre el rellano para darle paso y lo examinó con curiosidad, esperando encontrar en él la naturaleza de un artista o el carácter complaciente de los que aman las artes; pero percibió algo diabólico en aquella cara, y sobre todo ese no sé qué