La tempestad - William Shakespeare - E-Book

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William Shakespeare

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Beschreibung

"La tempestad" es un drama en cinco actos en verso y prosa escrito en 1611 por el maestro William Shakespeare y estrenado el mismo año.

"La tempestad" está considerada como la invención más sincera y original de Shakespeare. Es también la «summa» de su cultura acumulada a través de los años, y sobre todo de su experiencia teatral. Es ante todo un experimento en el ámbito del espectáculo: explota, deliberadamente, como ninguna otra obra precedente, los recursos y trucos de escena y hace del elemento musical y de todos los efectos sonoros una estructura que recorre la obra.
En este drama, compuesto al final de su carrera (y al igual que en "El sueño de una noche de verano", escrito al comienzo), Shakespeare introduce elementos sobrenaturales recurriendo al mundo maravilloso de los elfos y de las hadas, y funde admirablemente las acciones de estos seres fantásticos con las aventuras humanas, con lo que éstas últimas ganan en donosura y profundidad. 

Resumen
Una tormenta naufraga a Antonio, Alonso, el Rey de Nápoles, y su hijo Fernando en una isla cuando regresan de una boda. La tormenta fue causada por Prospero, un viejo hechicero que fue exiliado a la isla con su hija, Miranda, de Milán hace muchos años cuando sus hermanos lo traicionaron. Está decidido a vengarse de sus hermanos por su traición. Ferdinand está separado de su padre y cree que está muerto, pero se encuentra con Miranda y Prospero mientras se pasea por la isla. Inmediatamente se enamora de Miranda, que forma parte del plan de Prospero. En un principio finge oponerse al sindicato. El asistente sobrenatural de Prospero Ariel comienza a hacer trucos sobre el rey y sus hombres mientras vagan por la isla.

Prospero organiza un banquete fantasma para aparecer y desaparecer repentinamente delante de Alonso, Antonio y sus hombres. Ariel aparece como una arpía y declara que Alonso, Antonio y Sebastian han sido llevados a la isla para ser castigados por lo que le hicieron a Prospero. Los hombres quedan completamente asustados, y Prospero los aprisiona.

Prospero finalmente da su consentimiento para que Miranda y Fernando se casen. Entonces se siente mal por encarcelar a los hombres, así que le dice a Ariel que los traiga para que pueda realizar su hechizo final. Él revela su identidad. Alonso se disculpa, y se siente aliviado al descubrir que Ferdinand está vivo después de todo, y comprometido con Miranda. Prospero propone que todos regresen a Milán para la boda, donde también se retirará. El barco es mágicamente reparado, y Prospero pide a la audiencia que lo libere con sus aplausos.

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William Shakespeare

La tempestad

Tabla de contenidos

LA TEMPESTAD

Personajes

ACTO PRIMERO - Escena I

Escena II

ACTO SEGUNDO - Escena I

Escena II

ACTO TERCERO - Escena I

Escena II

Escena III

ACTO CUARTO - Escena única

ACTO QUINTO - Escena única

Epílogo

Notas

LA TEMPESTAD

William Shakespeare

Personajes

A LONSO, rey de Nápoles.

S EBASTIÁN, hermano suyo.

P RÓSPERO, duque legítimo de Milán.

A NTONIO, hermano del precedente y usurpador de su ducado.

F ERNANDO, hijo del rey de Nápoles.

G ONZALO, anciano consejero.

A DRIÁN, señor.

F RANCISCO, señor.

C ALIBÁN, esclavo salvaje y deforme.

T RÍNCULO, clown.

E STEBAN, despensero borracho.

U N CAPITÁN DE NAVÍO.

U N CONTRAMAESTRE.

M ARINEROS.

M IRANDA, hija deP RÓSPERO.

A RIEL, genio del Aire.

Representaciones de espíritus:

I RIS.

C ERES.

J UNO.

N INFAS.

S EGADORES.

OtrosE SPÍRITUSal servicio deP RÓSPERO.

ESCENA.— En el mar, a bordo de un navío. Después, en una isla

ACTO PRIMERO - Escena I

Sobre un navío, en el mar.— Óyese rumor tempestuoso de truenos y relámpagos.

Entran por diversos lados un C APITÁN DE NAVÍOy unC ONTRAMAESTRE

C APITÁN.— ¡Contramaestre!

C ONTRAMAESTRE.— ¡Presente, capitán! ¡A vuestras órdenes!

C APITÁN.— Bien. Hablad a los marineros. Maniobrad con pericia, o vamos a encallar. ¡Alerta! ¡Alerta! (Sale.)

Entran Marineros

C ONTRAMAESTRE.— ¡Valor, mis bravos! ¡Serenidad, serenidad, mis bravos! ¡Pronto! ¡Pronto! ¡Arriad la cofa de mesana! ¡Atención al silbato del capitán! ¡Y ahora, viento, sopla hasta reventar, si te place!

EntranA LONSO, S EBASTIÁN, A NTONIO, F ERNANDO, G ONZALOy otros

A LONSO.— ¡Buen contramaestre, cuidado! ¿Dónde está el capitán? ¡Conducíos como un hombre!

C ONTRAMAESTRE.— Os lo suplico, permaneced ahora abajo.

A NTONIO.— ¿Dónde está el capitán, maese?

C ONTRAMAESTRE.— ¿No lo habéis oído? Estorbáis nuestra labor. Permaneced en vuestros camarotes. Ayudáis a la obra de la tempestad.

G ONZALO.— ¡Ten paciencia, bravo!

C ONTRAMAESTRE.— Cuando la tenga el mar. ¡Fuera de aquí! ¿Qué importa a estas olas rugientes el nombre de un rey? ¡A vuestros camarotes! ¡Silencio! No nos perturbéis.

G ONZALO.— Bien; pero recuerda quién tienes a bordo.

C ONTRAMAESTRE.— Nadie a quien estime más que a mí mismo. Consejero sois; si podéis imponer silencio a estos elementos y restablecer en el acto la calma, no tendremos que tocar ni un cable. Usad de vuestra autoridad. Si no, felicitaos de haber vivido tanto tiempo y marchad inmediatamente a vuestro camarote para prepararos a afrontar el infortunio de la hora, si llega. ¡Ánimo, hijos míos! ¡Fuera de nuestro puesto, digo! (Sale.)

G ONZALO.— Tengo la mayor confianza en este compañero. No me parece que, por las trazas, haya de ahogarse. Su complexión es la de un perfecto ahorcado. ¡Vela, buena Fortuna, por su ahorcamiento! ¡Haz que sea nuestro cable la cuerda de su destino, pues el de nosotros no ofrece la menor ventaja! Si no ha nacido para ser ahorcado, nuestra situación es desastrosa. (Salen.)

Vuelve a entrar elC ONTRAMAESTRE

C ONTRAMAESTRE.— ¡Arriad la cofa de mesana! ¡Pronto! ¡Más abajo! ¡Más abajo! ¡Unid la vela con el palo mayor! (Gritos dentro.) ¡Mala peste a esos aulladores! Son más estrepitosos que el oleaje a nuestra maniobra.

Entran de nuevoS EBASTIÁN, A NTONIOyG ONZALO

¿Otra vez aún? ¿Qué hacéis aquí? ¿Queréis que lo abandonemos todo y nos ahoguemos? ¿Os gustaría ir al fondo?

S EBASTIÁN.— ¡Que la viruela os roa la garganta, rastreador, blasfemo, perro despiadado!

C ONTRAMAESTRE.— Maniobrad vos, entonces.

A NTONIO.— ¡A la horca, mastín, a la horca! ¡Hijo de puta! ¡Insolente alborotador! ¡Tenemos menos miedo que tú a ahogarnos!

G ONZALO.— No se ahogará él, os lo garantizo, aunque el buque fuera menos resistente que una cáscara de nuez o tan aguanoso como una muchacha lúbrica.

C ONTRAMAESTRE.— ¡Que marche a bordadas, a bordadas! ¡Desplegad las dos velas! ¡Virad de lado!

Entran Marineros, mojados

M ARINEROS.— ¡Todo está perdido! ¡A las plegarias! ¡A las plegarias! ¡Toda está perdido! (Salen.)

C ONTRAMAESTRE.— ¡Cómo! ¿Habrán de helarse nuestras bocas?

G ONZALO.— ¡El rey y el príncipe están orando! Asistámosles, pues nuestro caso es igual al suyo.

S EBASTIÁN.— Pierdo la paciencia.

A NTONIO.— ¡Perecemos, absolutamente por culpa de unos borrachos!… ¡Este miserable hablador!… ¡Que no estuvieras ahogado por el lavatorio de diez mareas!

G ONZALO.— ¡Será ahorcado, no obstante! ¡Aun cuando cada gota de agua se opusiera a ello y tratara de engullírselo! (Ruidos confusos en el interior.)

V ARIAS VOCES.— ¡Misericordia de nosotros! ¡Zozobramos, zozobramos! ¡Adiós, esposa! ¡Adiós, hijos! ¡Adiós, hermano! ¡Nos hundimos! ¡Nos hundimos!…

A NTONIO.— ¡Muramos todos con el rey! (Sale.)

S EBASTIÁN.— ¡Despidámonos de él! (Sale.)

G ONZALO.— ¡Diera ahora mil estadas de mar por un acre de tierra estéril; un extenso páramo, unos retamales espinosos, cualquier cosa! ¡Hágase la voluntad del Altísimo! ¡Pero hubiera preferido morir de muerte seca! (Sale.)