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En este artículo la autora analiza la vigencia de los discursos proféticos y sapienciales utilizando al profeta Miqueas y al sabio Qohélet como ejemplos de denuncias a la corrupción. Ambos discursos aluden a una realidad donde los gobernantes, dirigentes y poderosos abusan de su posición «torciendo el derecho» para beneficio propio, con consecuencias deplorables para los pobres. Sin embargo, las propuestas para hacer frente a la corrupción divergen debido, no solo al género literario, sino al contexto socioeconómico. Su vigencia, por lo tanto, dependerá del contexto desde donde se leen los textos. Finalmente la autora analiza las categorías de pecado estructural y ley en la carta a los Romanos como plataformas propicias que explican la recurrencia y autovalidación de la corrupción.
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Seitenzahl: 66
Veröffentlichungsjahr: 2014
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Tamez, Elsa, «La vigencia de la tradición profética y sapiencial contra la corrupción, y el pecado estructural»,Concilium, noviembre 2014, nº 358, pp. 121-130.
Este artículo forma parte del nº 358 de la revista Concilium
UBICUIDAD DE LA CORRUPCIÓN
Regina Ammicht Quinn, Luiz Carlos Susin y Lisa Sowle Cahill (eds.)
Concilium se publica en coproducción por los siguientes editores: SCM-CANTERBURY PRESS/Londres-Inglaterra MATTHIAS-GRÜNEWALD-VERLAG/DER SCHWABENVERLAG/Ostfildern-Alemania EDITRICE QUERINIANA/Brescia-Italia EDITORA VOZES/Petrópolis-Brasil EX LIBRIS AND SYNOPSIS/Rijeka-Croacia
© INTERNATIONAL ASSOCIATION OF CONCILIAR THEOLOGY Y EDITORIAL VERBO DIVINO, 2008
ISBN (DE ESTE ARTÍCULO DIGITAL): 978-84-9073-088-1
Reservados todos los derechos. Nada de lo contenido en la presente publicación podrá ser difundido, reproducido y/o publicado mediante impresión, copia fotográfica o digital, microfilme, o en cualquier otra forma, sin el previo consentimiento por escrito de la International Association of Conciliar Theology, Madras (India) y de Editorial Verbo Divino.
Créditos
Elsa Tamez: La vigencia de la tradición profética y sapiencial contra la corrupción, y el pecado estructural
Anexos
Contenido de Concilium 358
Regina Ammicht Quinn, Luiz Carlos Susin y Lisa Sowle Cahill: Editorial
Foro teológico
Anthony Egan: ¿Qué habría faltado en mi vida y mi obra sin Mandela?
Sarojini Nadar: Intersección de libertades: reflexiones sobre el legado de Mandela
Maria Clara Bingemer: João Batista Libânio, S.J. (19/2/1932 – 30/1/2014)
Susan A. Ross: David Noel Power, O.M.I. (14/12/1932 – 19/06/2014)
Suscripción
En este artículo la autora analiza la vigencia de los discursos proféticos y sapienciales utilizando al profeta Miqueas y al sabio Qohélet como ejemplos de denuncias a la corrupción. Ambos discursos aluden a una realidad donde los gobernantes, dirigentes y poderosos abusan de su posición «torciendo el derecho» para beneficio propio, con consecuencias deplorables para los pobres. Sin embargo, las propuestas para hacer frente a la corrupción divergen debido, no solo al género literario, sino al contexto socioeconómico. Su vigencia, por lo tanto, dependerá del contexto desde donde se leen los textos. Finalmente la autora analiza las categorías de pecado estructural y ley en la carta a los Romanos como plataformas propicias que explican la recurrencia y autovalidación de la corrupción.
La corrupción, según Napoleón Saltos Galarza, «Es un sistema de comportamiento de una red en la que participan un agente (individual o social) con intereses particulares y con poder de influencia para garantizar condiciones de impunidad, a fin de lograr que un grupo investido de capacidad de decisión de funcionarios públicos o de personas particulares realicen actos ilegítimos que violan los valores éticos de honradez, probidad y justicia, y que pueden también ser actos ilícitos que violan normas legales, para obtener beneficios económicos o de posición política o social, en perjuicio del bien común»1.
En la Biblia encontramos varias tradiciones que atacan la corrupción. Las más recurrentes son la profética y la sapiencial; la tradición sacerdotal, con sus leyes, también la prohíbe al legislar, contra el soborno (Ex 23,8). La crítica la hacen de manera diferente, y en distintos momentos históricos.
Pero la corrupción no es un acto aislado de una persona malintencionada, la corrupción requiere de un contexto específico favorable, donde las instituciones y las leyes se presten para llevarla a cabo2. Pablo, en Romanos, logra captar la realidad compleja y las prácticas humanas de injusticia que proceden de la codicia. Estas construyen un sistema pecaminoso que se vuelve contra el mismo ser humano.
En este artículo analizaremos algunos elementos de las tradiciones profética y sapiencial, con el fin de ver su vigencia para la lucha contra la corrupción que se ha convertido en una epidemia hoy. Los casos concretos los tomamos de Miqueas y Qohélet. Posteriormente analizaremos en la carta a los Romanos las categorías paulinas de pecado estructural y ley que explican teológicamente la recurrencia y autovalidación de la corrupción.
El profetismo bíblico surge con la monarquía, pero no del lado de ella, sino desde una perspectiva crítica. Los gobernantes buscaban el apoyo de los profetas para legitimar sus acciones, pero es evidente que los profetas enviados por Dios, que se contraponen ellos mismos a los llamados «falsos profetas», tuvieron siempre una posición crítica y libre ante las autoridades, y vivieron en permanente tensión con las instituciones políticas y religiosas3. Uno de los problemas mayores que atacaron fue la corrupción entre los gobernantes, jueces, sacerdotes, profetas asalariados y los ricos. Los elementos recurrentes que intervienen en la denuncia son justamente los subrayados en la definición de corrupción con la que iniciamos este artículo: líderes con influencia y poder se dejan guiar por intereses propios para obtener beneficios económicos; se alejan de los valores éticos de honradez y justicia; sus actos son ilegítimos porque violan las normas. Para los profetas, quienes salen afectados son generalmente los pobres.
Miqueas, profeta del siglo VIII, contemporáneo de Amós, Oseas e Isaías, exclama:
Sus jefes juzgan por soborno, sus sacerdotes enseñan por salario, sus profetas vaticinan por dinero, y se apoyan en Yahveh diciendo: «¿No está Yahveh en medio de nosotros? ¡No vendrá sobre nosotros ningún mal!» (Miq 3,11)4.
La codicia del dinero lleva fácilmente a la corrupción. Se espera que los dirigentes practiquen justicia, misericordia y humildad (6,8), pero lo que hacen es obtener riqueza mal habida (6,10), porque usan pesas falsas y balanzas adulteradas (6,11). Los corruptos son los que engañan y mienten (6,12; Sal 101,7). En Miq 7,3 se observa la red en este comportamiento corrupto. El texto hebreo presenta dificultades pero el sentido de perversión de valores es claro5. Las autoridades, como los jefes y los jueces, no hacen lo que les corresponde, es decir, actuar con justicia, sino que piden sobornos (šilûm), y las personas ricas y poderosas les dicen a las autoridades lo que su «alma» (nafšô) desea, y así todos juntos tejen (y‘abtûhạ) condiciones de complicidad para que se haga lo que los poderosos quieren. El profeta inicia el verso con un sarcasmo: «Son expertos en hacer el mal» (literalmente: «Sus dos manos están adiestradas para hacer el mal»). En Miq 3,9 el profeta utiliza el término y ‘aqišû para denunciar la desviación de las autoridades. El término implica distorsión, perversión, falta de integridad en cualquier cosa que se hace o se piensa6. Alude al corrupto que actúa de manera fraudulenta y deshonesta. Contrapone la corrupción con la justicia (mišpạṭ) en el sentido de «derecho», término que a menudo es intercambiable con zędęq, «justicia», desde la perspectiva ética. Con duras palabras dice que las autoridades detestan la justicia (mišpạṭ) y pervierten lo justo. Los profetas le echan en cara a las autoridades que se han apartado de la alianza. El derecho en la torah prohíbe el soborno: «No recibas regalos (en el sentido de sobornos, šoḩad), porque el regalo ciega a los perspicaces y pervierte las causas justas (zadîqîm)» (Ex 23,8). Pareciera que el movimiento que lleva al desastre y donde la corrupción tiene un rol fundamental es así: gente con poder codicia, después acepta sobornos y en consecuencia tuerce el derecho.
En Miqueas, las autoridades y las personas con influencia son los que codician tierras y casas, las roban y se las apropian con violencia y de manera ilegal (Miq 2,2; cf. 1 Sm 8,3), como en el caso del rey Acaz, que se apropió la viña de Nabot con medios ilegales, con causas y testigos falsos que llevaron a Nabot a la pena de muerte (1 Re 21,1-16). Las consecuencias del soborno recaen generalmente en los pobres y sin poder. En Isaías 1,23 leemos: «Tus jefes, revoltosos y aliados con bandidos. Cada cual ama el soborno y va tras los regalos. Al huérfano no hacen justicia, y el pleito de la viuda no llega hasta ellos». Lo mismo observamos en Ezequiel 22,12. Miqueas escribe también contra los representantes de la religión, como los sacerdotes y los profetas asalariados, pues estos no fueron capaces de enfrentar al Estado ni a las demás instituciones, ni a los ricos7