Las academias de Siam y otros cuentos - J. M. Machado de Assis - E-Book

Las academias de Siam y otros cuentos E-Book

J.M. Machado de Assis

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Beschreibung

Los cuentos de esta antología sorprenden por diversas razones: unos por su final inesperado; otros por las reflexiones del narrador en torno al oficio de escribir; otros por la fantasía que despliegan; la mayoría, por su humor, y todos, por su actualidad. Se trata de una muestra variada de los diferentes recursos que Machado de Assis (1839-1908) utilizó en distintas etapas de su vida creativa. La ironía y el juego con el lector son las constantes; los seis cuentos que componen este volumen son una invitación al goce, a la imaginación y a la reflexión.

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Fotografía de la portada:

H. T. COWLING(ca. 1919),

An Epic Drama

J. M. MACHADO DE ASSIS

Las academias de SiamY OTROS CUENTOS

BIBLIOTECA UNIVERSITARIA DE BOLSILLO

J. M. Machado de Assis

Las academias de Siam

Y OTROS CUENTOS

Selección, traducción y prólogo de FRANCISCO CERVANTES

Primera edición (Cuadernos de la Gaceta), 1986 Segunda edición (Biblioteca Universitaria de Bolsillo), 2006 Primera edición electrónica, 2013

D. R. © 2006, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-1675-3

Hecho en México - Made in Mexico

ÍNDICE

Machado de Assis: La materia humana su contemporánea

Miss Dollar

La cartomántica

La Iglesia del Diablo

Una noche de almirante

Las academias de Siam

Cuestión de vanidad

Cronología

MACHADO DE ASSIS: LA MATERIA HUMANA SU CONTEMPORÁNEA

Joaquim Maria Machado de Assis nació en Río de Janeiro en 1839 y murió en esta misma ciudad en 1908. Los cambios de ideas y las modas en ropas e ideologías, poco lo sorprendieron en estos casi tres cuartos de siglo. Fue niño pobre, aprendiz de tipógrafo, protegido de periodistas y él mismo redactor de periódicos. Hombre acostumbrado a observar detenidamente más allá de lo superficial, pudo entender lo que de semejante o sencillamente igual, pero disimulado sólo en la apariencia, hubo en todos esos cambios. De la monarquía liberal a un liberalismo republicano, pero todopoderoso y fatuo, poca diferencia hubo. En su obra uno no lo nota, como la realidad parece tampoco haberlo registrado.

Pero vayamos a su obra. Machado de Assis, que polemizó con Eça de Queiroz con bastante prepotencia, ya que se sabía el dueño de la más grande proporción de verdad en la discusión, tuvo, claro está, también algunos puntos —e importantes— en los que el portugués le era superior. Pero Machado no discutió en esos terrenos.

El motivo de la polémica había sido, como ya entonces se usaba, el “realismo”. Machado, mejor conocedor de la naturaleza humana, no se limitó a ganar la discusión; fue capaz de crear personajes de mayor profundidad, verdaderos caracteres literarios. Eça de Queiroz alcanzó otros y elevados niveles, pero aun sus más definidos personajes son un poco menos humanos. El genio portugués no desmerece ante el mulato brasileño, ya que en la pintura de ambientes y medios sociales resultó insuperable, incluso frente a Machado.

Conocido con justicia principalmente por una trilogía novelística integrada por Dom Casmurro, Quincas Borba y Memórias póstumas de Brás Cubas, conjunto fundamental para entender las letras iberoamericanas actuales, Machado de Assis tuvo la inevitable formación, la necesaria, indispensable escuela de la narración grande: el cuento. En este difícil género, que no por difícil deja de ser más frecuentado que Nôtre Dame de París, hizo sus más válidas armas el genio de Cosme Velho. La vida de aprendizaje le dio posibilidades de la observación desde los más humildes barrios de la capital carioca hasta los más elitistas de la corte imperial. Las diferencias lo llevaron a esa posición de novelista, fundada en los desprecios personales de que fue objeto. Casado con una mujer inteligente —fue la única— su escepticismo no hizo excepciones. Los hombres eran muñecos, las mujeres esclavas de las figuraciones sociales: imagen clara de la sociedad, no digamos capitalista, sino de cualquier sociedad humana, entendida y aceptada en sus cualidades y defectos con más compasión que burla. El sarcasmo que se le ha atribuido es más propio de quienes se lo señalan que de la obra en sí. ¿Cómo no entender las debilidades humanas cuando se las conoce tan a fondo? ¿Cómo entenderlas tan a fondo, sin disimulo ni ocultación alguna, si el propio autor se siente involucrado, aunque la mentira no se cuente entre sus posiciones? No hablemos de la verdad cruel ni de la mentira piadosa, que ambas son caras de la misma moneda de falsedad y teatralidad. Pero el amor no es ciego, sólo que el verdadero está hecho de comprensión y de mutualidad. No es cruel con Capitú, la heroína de DonCasmurro. Y el ser indiferente y duro no es ella sino ese Bentinho que propicia sus propios cuernos y luego no los disculpa, sino que los utiliza como disculpa ante su propia incapacidad. La Sofía de Quincas Borba, acaso el único ser femenino negativo en esta trilogía, sí es acomodaticia, pero bajo la mirada observadora del marido y de una sociedad que justifica el éxito a toda costa. En cambio, la Virgilia de las Memorias póstumas de Blas Cubas es generosa frente a la indecisión y la temprana torpeza de Cubas, quien no cree en nada y pasa por encima de todo, hasta de la amistad. La Kinnara de Las academias de Siam, ya entrando en los cuentos, es un mito: no el eterno femenino, sino sólo su mitad, la mala, la Mr. Hyde femenina que sólo puede entenderse junto a su Dr. Jekyll. ¿Es Yayá García esta última entre las Jekyll, dudosos espíritus femeninos que alientan en la obra machadiana? Resulta razonable que hacia el fin de su vida, en esa hermosa recapitulación del Memorial de Ayres, los seres no sean ni buenos ni malos, sino sólo humanos. Y no debería entenderse esto como una reconciliación, sino como la aceptación de la esencia vital cotidiana. Bueno, vayamos al rumbo, corrigiéndolo, de la narrativa breve, simplificada, hecha de anotaciones precisas, momentáneas: el cuento. Narraciones como “Miss Dollar”, “Las academias de Siam”, “La Iglesia del Diablo”, “Una noche de almirante”, “La cartomante”, son a veces opuestas y por lo mismo completantes de la personalidad variada y vasta que pudo expresarse en un solo estilo, hoy admirado y seguido de alguna otra manera, pero reconocido, heredado de ese Tristram Shandy que Carlos Fuentes reinauguró en castellano, hace poco menos de una década, pero cuya huella y permanencia se dan muy claramente en esas reflexiones que los héroes machadianos tienen, y que en él conversan con algunos miembros de su propio cuerpo.

El mundo machadiano, es cierto, se queda en la exposición de las vidas íntimas de seres humanos de la burguesía. El panorama social no está delineado, ni las sensaciones que experimentan los seres humanos ante las conmociones históricas. Pero el interior de sus personajes es nítido, inobjetable desde el punto de vista analítico, no el moral, pues Machado de Assis nunca pretendió ser moralista. Ignoramos cuáles fueron sus pretensiones; lo que sabemos está claro en su obra, se comunica, no es lo que deseamos nosotros sino lo que se propuso Machado y le permitieron los hados, acaso tan generosos con él como con Charlie Mears en El cuento más hermoso del mundo de Rudyard Kipling.

La ingenua forma de narrar en “Miss Dolar” va evolucionando en “Noche de almirante”, se detiene a justificarse en “La Iglesia del Diablo” y acaba por definirse en “Las academias de Siam”.

Matices más profundos de estas definiciones se darán en “La cartomántica” y las otras historias. Pero es indudable que la materia humana, su contemporánea, la precursora y posterior a su vida, encuentra un reflejo —o muy abundantes reflejos— en casi toda la escritura de Joaquim Maria Machado de Assis como cuentista. Su obra novelística es aparte, aunque no se encuentra divorciada, y muchos de sus cuentos le sirven de partida para el desarrollo de la hermana mayor de la narrativa, donde fue un maestro, también de enormes dimensiones. ¿Cómo no recordar, como ejemplo muy posterior de esto, a Evelyn Waugh en esa narración que fue notoria sola, no obstante que más tarde se desarrolló ampliamente en Un puñado de polvo? Porque no cabe duda de que si Tristram Shandy y su autor fueron básicos para Machado, también los personajes del carioca, con sus características británicas de época, son base, desarrollada muy personalmente, en la obra del autor de BridesheadRevisited. Afortunadamente para Machado, la polémica realista-fantástica no le alcanzó, aunque estuvo a punto y él pudo crear su obra, hoy, y por el tiempo de la existencia del hombre sobre la tierra, verdaderamente ejemplar.

Ya los socialistas le reprochan demasiadas cosas como para no darse por enterados de la importancia de su extensión e irradiación hacia todos los ámbitos de la creación literaria.

Aunque Machado cultivó la poesía (recuérdese Crysalidas), el teatro, la traducción, el artículo precursor del ensayo, es evidente que su mayor fuerza está en la narración, y hasta la fecha tanto la cuentística como la novelística dan fe de su maestría. Su oficio periodístico no es sólo en los artículos donde sobresale. Porque la mayor parte de sus cuentos fueron escritos con la prisa que marca el “jornal”, e incluso sus novelas, las cuales muchas veces —si no siempre— se publicaron por entregas. No sabemos qué hubiera pasado de disponer Machado del tiempo suficiente para corregir, tachar y revisar sin prisas. Por lo general se suele pensar que el genio de la rapidez es improvisado y que ante la calma y la disponibilidad del tiempo se llega a la inacción y al rebuscamiento banalizante. Algunas pequeñas muestras, y sólo eso, pequeñas muestras, nos permiten entender que la profundidad machadiana hubiera sido si no más honda, sí más extensa: hubiera abarcado más amplias capas sociales, mayores panoramas geográficos.

Pero todo esto es especulación, que el lector podrá disculparnos, ya que aquí le ofrecemos una muestra completa de esas cualidades y características de Machado, a quien el pasado boom debió tanto; ninguno de quienes integraron esta generación estuvo lejos de él, aunque la influencia machadiana operara en las mayores ocasiones como trasfondo y lección tan bien aprendida que jamás era notoria.

Lírico más en cuentos y novelas que en sus poesías, dramático también en éstas más que en las piezas para la escena Machado de Assis nos hace pensar en ese autor que ha liquidado sus deudas con el resentimiento y se dispone a contarnos la “Historia de los suburbios” en las últimas páginas de Don Casmurro.

¿Es necesario recordar que el sueño de las Memorias póstumas de Blas Cubas en los lomos de un rinoceronte, escrito y publicado antes de la aparición no sólo del surrealismo, sino aun antes del futurismo, augura la rebelión del inconsciente en el universo de la creación y de las relaciones humanas que sólo algunos años o décadas posteriores haría su aparición sobre la tierra, aunque ésta fuera sorpresiva, acaso mucho más por la intensidad de su necesariedad?

A todas estas actitudes precursoras obedece la obra de Machado de Assis y al preceder a tales movimientos, una vez que éstos han dejado su estela y enseñanzas, sigue adelante su obra, como si no hubieran sido superadas dichas escuelas, aunque lo cierto es que escuela alguna es superada; lo son sus más superficiales mensajes, el aprovechamiento comercial de sus enunciados y su verdadera esencia ignorada, por eso su validez secreta y su fluir constante. El hombre tiene modas, las escuelas verdaderas de arte son eternas, más allá de su inmediata acción y de sus concreciones en determinadas obras: poemas, pinturas, música, arquitectura, comunicación, filosofía.

Se solía hablar del resentimiento racial de Machado de Assis, ya que ser mulato le valió a Joaquim Maria una serie de obstáculos y dificultades. Había quienes atribuían a la superación de estas trabas la genialidad de sus planteamientos y la lucidez de sus soluciones y resoluciones. Sin que ninguna de estas aseveraciones sea del todo cierta, la segunda se encuentra más cerca de la obra y de su gestación interna, aunque el establecimiento de su calidad de indispensable se lo debamos a muchos herederos, precursores nuestros y contemporáneos.

En la muestra aquí presentada vemos, en “Miss Dollar”, notorios algunos descuidos de redacción, que de cualquier manera nunca fue grandemente elaborada, aunque sí con esa apariencia de desenfado y coloquialidad, hoy tan en boga.

Obras como Macunaíma, Gran sertón: veredas, La pasión según G. H., Vidas secas, La guerra conyugal, con ser tan disímiles, se llegan a tocar con la Crónica de la casa asesinada u otras obras de la narrativa en lengua portuguesa o de lengua española, y en cambio no afectan a otras lenguas, que razonablemente se encuentran casi en silencio (no sabemos si hoy se está gestando en inglés o francés una corriente de obras señaladas que marcarán un futuro, si es que lo va a haber). Lo evidente es que tanto los cuentos como las novelas machadianas cumplieron un fin y están ya asimiladas como lección en todas sus obras; pero una mayor muestra de su grandeza está en que siguen siendo independientes y se impone su lectura como obra de creación y monumento vivo, inquietante de un alma, una época, una raza.

Los personajes ocultan su vergüenza a veces a otros personajes dentro de estas narraciones, pero el lector debe sentir piedad y sonreír, mirando hacia otra parte cuando siente sus debilidades y bajezas, si bien que sus noblezas y fortunas le son propias.

En “Miss Dollar” aparece un recargado número de menciones y citas de clásicos y mitologías, que sin desaparecer, con los años se irán reduciendo hasta casi borrarse, pero nunca del todo hacia la obra final, en la que han sido asimiladas y las pasiones encajan perfectamente, contempladas por ese Ayres, desde su retiro real, aunque su simbolismo perdure.

La burla o crítica de los ambientes literarios asoma siempre en toda su narrativa, porque Machado nunca creyó que el solo prestigio y el compadrazgo hicieran nada por el talento y la creación; aunque él mismo se uniera a veces al coro de alabanzas, sí habrá de reconocer, con él, que muchas de las alabanzas concedidas eran justas, comenzando por aquellas de las que fue objeto el propio Machado de Assis.

Hoy vemos que su secreto no se fue a la tumba con él. Jamás la alquimia de la creación se va a la tumba, porque queda en la obra y en la comparación de los borradores primerizos con los más depurados o últimos. Lo que sí se va a la tumba con el autor es una visión conformada de un tiempo y una experiencia que, ya sea afortunada o infelizmente, no puede repetirse.

Los hijos de la imaginación no acuden a nosotros como en la gran pieza pirandelliana Sei personaggi in cerca d’autore, pero reclaman su autonomía y la conquistan desde que llegan a la mente de quienes verdaderamente los dotan de vida: los lectores, aunque para desencanto de todos, ni así tampoco serán libres ellos.

Pero digresiones más o digresiones menos, los personajes machadianos no sólo han dejado su honda huella, sino que han desarrollado verdaderas filosofías. Rubião ha escuchado de Quincas Borba la célebre fórmula: “Al vencedor, las patatas”, que ataca sarcásticamente una teoría como la de Malthus. Blas Cubas parecería la encarnación de la áurea mediocridad si no fuera su condenación y, en último caso, un alter ego del propio autor, que desahoga su insatisfacción exhibiendo la realidad de una sociedad y por lo mismo del mundo; actitudes más, actitudes menos, todos esos deshuesaderos ideológicos en que se convierte toda idea aplicada (pero, ¿las ideas sociales tienen sentido cuando sólo sirven de bandera a simples fingidores políticos?).

Memories of a Winner bautizó el traductor al inglés a las Memorias póstumas. Bien es verdad que la victoria humana sólo llega a alcanzar tan miserandos niveles, el título conserva ese aire machadiano que seguramente él hubiera aprobado, aunque sin exagerado entusiasmo.

Estas líneas pretenden ser una introducción a la lectura de algunos cuentos de Machado de Assis, no un catálogo razonado de sus obras, que son muchas, aunque menos de lo deseable para un talento de semejantes proporciones. La selección fue hecha buscando siempre muestras de los diferentes momentos de la producción en sus más altas expresiones. Y curiosamente, coincide un poco con alguna otra que ha circulado por ahí recientemente, aunque los títulos de donde proceden casi son los mismos: Contos fluminenses, Histórias sem data, Histórias románticas. Vaya una última aclaración: los héroes femeninos en Machado, sobre todo los ya famosos, pueden ser contemplados a la luz de las redondillas de sor Juana o parecer perversos, pero eso siempre será responsabilidad del lector.

MISS DOLLAR

I

Sería conveniente para la novela que el lector permaneciera por mucho tiempo sin saber quién es Miss Dollar. Pero, por otra parte, sin la presentación de Miss Dollar el autor se vería obligado a hacer largas digresiones, que llenarían el papel sin adelantar en la acción. No hay duda posible: voy a presentarles a Miss Dollar.

Si el lector es un joven dado al genio melancólico, se imagina que Miss Dollar es una inglesa pálida y delgada, escasa de carnes y de sangre, abriendo en la flor de la cara dos grandes ojos azules y sacudiéndose al viento unas largas trenzas rubias. La muchacha en cuestión debe ser vaporosa e ideal como una creación de Shakespeare; debe ser el contraste del rostbeef británico, con el que se alimenta la libertad del Reino Unido. Una tal Miss Dollar debió tener el poeta Tennyson en el corazón y leer a Lamartine en el original; si supiera portugués, debería encantarse con la lectura de los sonetos de Camões o los Cantos de Gonçalves Dias. El té y la leche deben ser la alimentación de semejante creatura, agregándole algunos confites y bizcochos, para acudir a las urgencias del estómago. Su habla debe ser un murmullo de arpa eolia; su amor un desmayo, su vida una contemplación, su muerte un suspiro.

La figura es poética, pero no corresponde a la heroína de la novela.

Supongamos que el lector no es dado a estos devaneos y melancolías; en ese caso se imagina una Miss Dollar completamente diferente de la otra. En esta ocasión será una robusta americana, con las mejillas rojas por su sangre, formas redondeadas, ojos vivos y ardientes, mujer hecha, rehecha y perfecta. Amiga de la buena mesa y del buen beber, esta Miss Dollar preferirá una costilla de carnero a una página de Longfellow, cosa naturalísima cuando el estómago lo reclama, y nunca llegará a comprender la poesía de un crepúsculo. Será una buena madre de familia, según la doctrina de algunos padres maestros en civilización, esto es, fecunda e ignorante.

Ya no será del mismo sentimiento el lector que haya pasado de la segunda juventud y que ve venir a una vejez sin recurso. Para ése, la Miss Dollar verdaderamente digna de ser contada en algunas páginas, sería una buena inglesa de cincuenta años, dotada con algo más de mil libras esterlinas, y que llegando al Brasil en busca de un asunto para escribir una novela, realizara una novela verdadera, casándose con el lector aludido. Una Miss Dollar así sería incompleta si no tuviera anteojos verdes y un gran racimo gris en cada lado de la frente. Guantes de encaje blanco y sombrero de lino en forma de calabaza serían el último gusto de este magnífico espécimen ultramarino.

Más vivo que otros, acude un lector afirmando que la heroína de la novela no es ni fue inglesa, sino brasileña por los cuatro costados, y que el nombre de Miss Dollar quiere decir sencillamente que la chica es rica.

El descubrimiento sería excelente si fuera exacto; desgraciadamente ni ésta ni las otras son exactas. La Miss Dollar de la novela no es una niña romántica, ni la mujer robusta, ni la vieja literata ni la brasileña rica. Esta vez falla la proverbial perspicacia de los lectores: Miss Dollar es una perrita galgo. Para algunas personas, la calidad de la heroína les hará perder el interés por la novela. Error manifiesto. Miss Dollar, a pesar de no ser más que una perrita galgo, tuvo el honor de ver su nombre en diarios antes de entrar en este libro. El Jornal do Comercio y el Correio Mercantil publicaron en las columnas de anuncios las siguientes líneas, refulgentes de promesas:

Se perdió una perrita galgo, la noche de ayer, 30. Atiende al nombre de Miss Dollar. Quien la haya encontrado y quiera llevarla a la calle de Matacavallos núm. … recibirá doscientos mil réis de recompensa. Miss Dollar lleva un collar en el cuello cerrado con un candado en el que se leen las siguientes palabras: De tout mon coeur.

Todas las personas que tenían necesidad urgente de doscientos mil réis y tuvieron la suerte de leer aquel anuncio, anduvieron ese día con extremo cuidado por las calles de Río de Janeiro, a ver si localizaban a la fugitiva Miss Dollar. Galgo que aparecía a lo lejos era perseguido con tenacidad hasta que se comprobaba que no era el animal buscado. Pero toda esta cacería de los doscientos mil réis era completamente inútil, visto que el día que apareció el anuncio ya Miss Dollar estaba aposentada en la casa de un individuo que vivía en los Cajueiros y que coleccionaba perros.

II

Cuáles eran las razones que habían llevado al doctor Mendoza a tener una colección de perros es algo que nadie podría decir; unos querían que simplemente fuera una pasión por ese símbolo de la felicidad o del servilismo; otros pensaban antes que, lleno de profunda desilusión ante los seres humanos, Mendoza había encontrado que era buena guerra querer a los perros.

Fueran las que fueran sus razones, lo cierto es que nadie tenía una más bonita y variada colección que él. Los tenía de todas las razas, tamaños y colores. Cuidaba de ellos como si fueran sus hijos; si alguno se le moría se ponía melancólico. Casi se podría decir que en el espíritu de Mendoza el perro pesaba tanto como el amor, según una expresión célebre: quitad del mundo al perro y el mundo será un desierto.

El lector superficial concluye de aquí que nuestro Mendoza era un hombre excéntrico. No lo era. Mendoza era un hombre como los demás; le gustaban los perros como a otros les gustan las flores. Los perros eran sus rosas y sus violetas; los cultivaba con el mismo esmero. Le gustaban las flores también; pero le gustaban donde nacían: cortar un jazmín o cazar un canario le parecía un atentado igual.

El doctor Mendoza era un hombre de unos treinta y cuatro años, bien presentado, de maneras francas y distinguidas. Habíase recibido en medicina y durante algún tiempo había tratado enfermos; la clínica estaba ya asentada cuando sobrevino una epidemia en la capital: el doctor Mendoza inventó un elíxir contra la enfermedad, y fue tan bueno el elíxir que su creador se ganó sus buenos miles de réis. Ahora ejercía la medicina como aficionado. Tenía cuanto necesitaba para sí y su familia. La familia estaba integrada por los animales ya mencionados. En la noche memorable en que se perdió Miss Dollar, Mendoza regresaba a casa cuando tuvo la suerte de encontrarse a la fugitiva en el Rocío. La perrita se acercó a acompañarlo, y él, notando que era un animal sin dueño a la vista, se la llevó consigo a Cajueiros.

Apenas entró en su casa, examinó cuidadosamente a la perrita. Miss Dollar era realmente un encanto; tenía las formas delgadas y graciosas de su hidalga raza; los ojos castaños y aterciopelados parecían expresar la más completa felicidad de este mundo, tan alegres y serenos eran. Mendoza la contempló y la examinó cuidadosamente. Leyó el dístico del candado que cerraba el collar y se convenció finalmente de que la perrita era un animal muy querido por parte de quien fuera su dueño.

—Si no aparece el dueño, te quedas conmigo —dijo él, entregando Miss Dollar al mulato encargado de los perros.

El mulato trató de darle de comer a Miss Dollar, mientras que Mendoza planeaba un buen futuro para su nueva huésped, cuya familia debía perpetuarse en la casa.