Las pequeñas palabras - Reinaldo Cedeño Pineda - E-Book

Las pequeñas palabras E-Book

Reinaldo Cedeño Pineda

0,0

Beschreibung

"Leer a Cedeño es un viaje emotivo y, a la vez, enriquecedor. Es adentrarse en un universo de recuerdos y saberes, de sentimientos e impresiones. Sus palabras son puertas a otras épocas, a infinidad de personajes, a nuevas perspectivas. No son gratuitas las acotaciones que distinguen a cada sección: retratos, diversidades y aproximaciones. Tales son los puntos cardinales de este volumen". (Eric Caraballoso Díaz).

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 202

Veröffentlichungsjahr: 2023

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.


Ähnliche


Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos,  www.cedro.org) o entre la web  www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Edición: Asela Suárez

Diseño: Sergio Rodríguez Caballero

Composición: Abel Sánchez Medina

Conversión a ebook: Madeline Martí del Sol

© Reinaldo Cedeño Pineda, 2019

© Sobre la presente edición:

Editorial Oriente, 2023

ISBN 9789591112682

INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO

EDITORIAL ORIENTE

J. Castillo Duany No. 356

Santiago de Cuba

[email protected]

editorialoriente.wordpress.com

www.facebook.com/editorialoriente.scu
Tabla de contenido
Pequeñas palabras,grandes seducciones
HAY APLAUSOS QUE NUNCA TERMINAN
Luis Carbonell: el artista total
El tiempo nos devora
La hija del poeta
El día que chiflé… a Mireya Luis
Annia Portuondo: una medalla partida en dos
2
Adela Legrá: la mirada que atrapóun país
Imagen del cine cubano
Nancy Morejón: palabra eternizada
Otra rosa de Francia
Que no me vea
En Cuba sobra c…
Pomares
Ado Sanz: adiós al príncipe de las palabras
Para despedir al caminante
Hay aplausos que nunca terminan
ABRAZOS
La tarde en que toqué el sol
Los ojos de Comala
Patricia: dolor ante el espejo
La bendecidora
Cuando Caridad lloró ante Caridad
2
3
Riquísimo
Maestra
Una nota demorada
Lo humano y lo divino
Road movie
Toma uno
Toma dos
Toma tres
Sagua: tendida sobre el metal
2
3
112 escalones
Porque soy como el árbol talado que retoño…
Un periodista detrás de un huracán
Reproche
Cuando una higuera se volvióun país
Sanchos
El hombre que peinó a la Virgen
2
Espejos
2
3
Abrazos
TRAIGO MI ISLA DEBAJO DEL BRAZO
La otra isla
Dulce María Loynaz y Alicia Alonso: el drama de la luz
De la Duncan a la Alonso
Muchacha de nombre Libertad
Eusebia Cosme: píntame angelitos negros
Un carácter continental
La dama y el conspirador
Joel James: de las letras y la estirpe
El crepúsculo de Christian Campbell
Solo de saxo de Leonardo Acosta
En defensa del patrimonio artístico
La visualidad oriental: memoria, conquista y prejuicio
¿Héroes o artistas?
Maestros
La imagen oriental
Traigo mi Isla debajo del brazo
Cronicar es salvar
De como Juan Carlos Roque pudo bailar con el Buena Vista Social Club
Martí frente al micrófono
El que siempre nos acompaña
Datos de autor

A Gilda Callejas, por abrirme las puertas del mundo

A Magaly Gutiérrez

A Lilian Cala

A Rosalía Arnáez

A Mirtha Clavería, por la rara joya de la lealtad

Propietario de la nada

artífice del idioma

son ascendiendo la loma

lirismo de la mirada.

Verso, en lugar de charada

conjuro y adivinanza

Mío Cid sin Sancho Panza

dramaturgia sorpresiva

jardín que va a la deriva

como un dios que no descansa.

“Cedeño”. Efraín Nadereau

Pequeñas palabras,grandes seducciones

He leído, o tal vez escuchado —hoy es tan difícil precisarlo—, que cada vez se lee más en el mundo. Que cada vez se lee más pero que, al mismo tiempo, cada vez se lee menos. No existe contradicción en ello y sí una gran paradoja. Ahora que vivimos en la era de Internet y los niveles educativos se han elevado en todo el planeta,los hombres y las mujeres leemos mucho más: en las pantallas delas computadoras y televisores, en las tabletas y teléfonos móviles, en las miles y miles de páginas web, en las vallas publicitarias, en los periódicos y revistas del corazón. Y, sin embargo —y al mismo tiempo—, leemos menos libros.

No sé cuán cierto pueda ser el dato, o si solo será válido para determinado tipo de literatura, pero lo que sí parece incuestionable es que el desarrollo tecnológico ha venido imponiendo un cambio de paradigma cultural, de consumos culturales, y ha fomentado la paradoja que mencionaba en el párrafo anterior: la de una humanidad más informada pero menos ilustrada, más dispuesta al entretenimiento y la frivolidad y menos deseosa —o quizás menos apta— para aquello que invite a un conocimiento más profundo, a una recreación menos superficial.

Los lectores están, no hay que engañarse, solo han ido cambiando sus prácticas de lectura y, en alguna medida, sus intereses. Y con ello, se han ido transformando también las prácticas e intereses de los que escriben y publican. El reto, no obstante, es en esencia el mismo: seducirlos, atraparlos desde la primera línea, mantener su atención en un mundo marcado por la premura, la competitividad, la democratización del acceso a la información y la multiplicidad de propuestas de consumo. La pregunta, entonces, sigue siendo cómo hacerlo.

No creo que haya una fórmula única, como tampoco hay un gusto único entre los presumibles lectores. Pero entre los varios caminos posibles, el que propone un libro comoLas pequeñas palabrases, sin dudas, valioso, seductor. Lo digo no como un elogio obligado de prologuista, o por la comprometida alabanza que se dispensa al trabajo de un amigo. No. Lo digo con el convencimiento de que quien se adentre en estas páginas hallará muchas y apreciables razones para culminar su lectura. O mejor aún, para el agradecimiento. Me explico.

Las pequeñas palabrases, ante todo, un libro hermoso. Para quien conoce la obra anterior de Reinaldo Cedeño esto no puede resultar una sorpresa. Cedeño es un orfebre, un domador de palabras, un poeta. Lleva el oficio de periodista bien adentro y sabe que la vida, por ruda que sea, no está exenta nunca de la belleza. Donde otros no ven sino cenizas, logra él descubrir el diamante y situarlo ante los ojos del lector. Sale entonces a relucir toda su sensibilidad, toda su experiencia. Bruñe y bruñe el texto, revisa una y otra vez buscando el adjetivo preciso, la frase iluminadora. Pero no hay artesanía rutinaria en ello, hay inspiración.

Leer a Cedeño es un viaje emotivo y, a la vez, enriquecedor. Es adentrarse en un universo de recuerdos y saberes, de sentimientos e impresiones. Sus palabras son puertas a otras épocas, a infinidad de personajes, a nuevas perspectivas. Puede que los hechos y lugares que describa sean de dominio público, que los caracteres que dibuje vivan ya en nuestra memoria colectiva, pero aun así sabrá conducirnos más allá del umbral de lo conocido, de lo dicho y vuelto a decir. “Los cronistas y los poetas songente de atrapar instantes, de renombrar las cosas. Ora miran desde una colina, ora desde el hueso”. Así dice el autor al hablar del entrañable Jesús CosCausse. Así pudiera decirse de él mismo.

Y es que, además de poeta, Reinaldo Cedeño es un cronista natural. Su obra —no solo la que aparece en este libro— demuestra que ambos términos no son excluyentes, que incluso bien pueden fundirse en uno solo. Cronistas y poetas, poetas y cronistas, asumen la vida desde el prisma de lo personal; hacen de la realidad una nueva materia, construida de palabras y emociones, pero no para dar forma a un agujero sin sentido, a un edificio fatuo y vacío que solo pretende encandilar con sus neones, sino a un retrato íntimo, humano, de lo que los rodea y lo que son, de lo que los sobrecoge y apasiona.

Pasiones y sobrecogimientos no faltan enLas pequeñas palabras. Pasiones y sobrecogimientos que revelan al cronista, al poeta, al hijo, al ser humano. Como antes sucediera enEl hueso en el papel(Editorial Oriente, 2011), en su blogLa isla y la espina, en sus libros de poemas y en sus trabajos para diversos medios ysitios digitales, afloran aquí sus obsesiones y vivencias, sus des-garramientos y alegrías, y también —llegado el caso— sus atinados puntos de vista.

No hay un entorno único en este volumen. Predominan, sí, los temas y personajes de Santiago, los del mundo del arte y la literatura. Son estos los escenarios habituales de Cedeño, sus parcelas de vida y de trabajo y, por ello, sus más raigales fuentes de inspiración. Un repaso por estas páginas nos lleva de la mano hasta figuras imprescindibles de la cultura cubana: el artista total que fue Luis Carbonell, Nancy Morejón y su poesía eternizada, Leonardo Acosta entre el jazz y la escritura, esa gran dama omnipresente que es Dulce María Loynaz. También a grandes del deporte como Mireya Luis o Annia Portuondo.

Para Santiago guarda el autor momentos memorables. Nos descubre la poesía trunca y aun así luminosa de Libertad Dearriba, el doloroso silencio de Ado Sanz, el príncipe de las palabras... Otrascrónicas tienen la gracia y el calor de la ciudad, el fragoroso murmullo de sus calles, sus hallazgos y tempestades. Atrapa la imagen de Zenón Vizarro San Miguel mientras peina a la Virgen del Cobre, conmocionan las memorias personales tras el paso del huracán Sandy. Este libro tiene tanto que contar.

Dos textos bastan como evidencia de la pericia de Cedeño paramostrar el carácter de sus personajes, para tensar las cuerdas de lahistoria y conducir a los lectores paso a paso hasta su clímax. La primera, “Que no me vea”, revela de manera diáfana y jocosa la personalidad del ya desaparecido locutor Julián Ercilio Navarro Coello. Toda la gravedad de su voz, toda la trascendencia de sus palabras, están allí, en unas líneas breves y veloces como el paso apurado del periodista que las narra.

La segunda historia es todo dramatismo, está dibujada entre el peligro y la fe. Un niño, inocente, se traga un sello metálico con la imagen de Lenin. La familia corre, los médicos se movilizan, a tres milímetros está la aguja del sello de atravesar un órgano vital. La madre, desesperada, pide a la Virgen de la Caridad por la vida de su hijo. Ocurre el milagro. Y una vez salvado el niño, cumple su promesa. Al santuario de El Cobre llega sangrante. El amor, nos dice el cronista, es, a veces, dolor. Pero aún falta al lector descubrir a los protagonistas.

Hay más enLas pequeñas palabras, más que historias personales y desgarramientos. Hay también reflexión certera, textos de aliento ensayístico para una lectura más reposada y sugerente. Llegan así acercamientos al libro, a la poesía, a la visualidad oriental en los medios, a la crónica. El autor los ha reunido en un último bloque con toda intención, con el mismo tino y exactitud con que está armado todo el libro. Cierra con ellos una obra redonda en organización y propósitos. Cada una de las partes define desde el título su tono y objetivo. No son gratuitas las acotaciones que distinguen a cada sección en el índice: retratos, diversidades y aproximaciones. Tales son los puntos cardinales de este volumen.

Esta variedad de tonos y sentidos —que también se refleja, de alguna manera, en los formatos— es otro acierto de Cedeño. ¿Por qué entender un libro como una línea recta cuando tiene la capacidad de ser un mandala? ¿Para qué empeñarse en un color único, cuando hay toda una paleta por exhibir? El público tiene entonces ante sí varias propuestas en una sola, varias posibilidades de ser cautivado, varias vías para emocionarse y/o aprender. Solo tiene que abrir sus páginas y leer.Las pequeñas palabrasatesoran en realidad grandes seducciones.

Al comienzo de este prólogo comentaba sobre los cambios experimentados hoy en los hábitos de lectura, en los paradigmas y consumos culturales. Los lectores, decía entonces, sí están; solo hay que hallar cómo atraparlos, cómo mantener su atención desde la primera línea. Reinaldo Cedeño sabe cómo hacerlo. En esta aventura y este afán lleva ya no pocos años, no pocas satisfacciones y desvelos. Cuando la página impresa no le pareció suficiente se lanzó sin temor por las profusas aguas de Internet. Ahora regresa al libro como luz y génesis, pero también como una forma de cerrar el círculo. Los lectores, estoy seguro, lo seguirán acompañando, seducidos.

Eric Caraballoso Díaz

 

 

 

 

 

 

 

 

HAY APLAUSOS QUE NUNCA TERMINAN

(Retratos)

Donde no puedas amar, no te demores

Frida Khalo

 

Luis Carbonell: el artista total

Si pudiera decirles quién fue Luis Carbonell, pero ni él mismo lo sabía. No ando buscando palabras. Una madrugada irrepetible en el salón del aeropuerto, me confesó: “Yo no conozco a Luis Carbonell, yo aprendo con él, me sorprendo, lo ando descubriendo todavía”.

No vengo a repetir la biografía de este hombre nacidoun 26 de julio, en 1923, en estas calles. Me conmovió—me conmueve aún— su declaración de que “primero santiaguero y después cubano”. No lo expresó una, sino muchas veces. La patria antes de ser conciencia, asoma por el pequeño pedazo bajo el sol.

Permítaseme un salto. Después que la ciudad fuera arrasada por el huracán Sandy, vino hasta aquí para estrenar una estampa de Santiago Carnago. Se necesitaban todas las voces, todas las manos. El artista estaba dispuesto a recoger piedras si era preciso, y así lo hizo saber a las máximas autoridades del territorio. De ese tamaño era su desprendimiento de cualquier fatuidad.

Si me dieran a escoger un rasgo de su estirpe, tomaríaun suceso antológico de la discografía cubana. Cuandoen 1955 se grabaEsther Borja canta a dos, tres y cuatro voces, no se hablaba de pistas, mucho menos de digitalización. Se necesitaba una disciplina inquebrantable, un nivel de detalle milimétrico. Ambas cosas las tenía Luis y las tenía la intérprete. Era un tributo a la amistad, sin que olvidemos la hazaña, la brujería (casi) del grabador Medardo Montero.

Acometió los arreglos musicales para la ocasión, el montaje de las voces, el acompañamiento pianístico (junto a Numidia Vaillant) y la redacción de las notas. Un artista total. Años después participó en la formación del Cuarteto del Rey —con el que debutara Pablo Milanés—, en el de Los Bucaneros, Los Cañas. Muchas agrupaciones siguieron consultándole en las décadas siguientes.

Luis nació para enseñar, aunque no fuese Derecho ni Medicina como quería su madre. Y en ese camino no solo escaló, sino que supo espantar una montaña de prejuicios.

¿Cómo logró aprenderse la monumental “Elegía a Jesús Menéndez” de Nicolás Guillén? ¿Cómo seguir al Capitán Muerte? ¿Cómo decirJesús / caña / Manzanillo / ejército? También se lo pregunté. “Estudiar”, fue su lacónica respuesta. Algo debió notar en mi rostro, alguna sombra, cuando decidió agregar. “En realidad, son tres cosas: estudiar, estudiar y estudiar”.

Vivió de la poesía, lo que no puede decirse de nadie, de casi nadie. Y lo mejor, nos hizo vivir con ella. Le extrajo el zumo a cada frase, llevó cada palabra al límite. De la cáscara a la médula descarnó el poema, y luego lo vistió, capa por capa, dando la gentil impresión de no haberlo tocado nunca.

Pepe Biondi, el artista argentino, le confesó un día: “Usted no recita. Usted dibuja los versos, los pinta. Usted es un acuarelista de la poesía”. Y aquel bautismo, con el aderezo antillano, lo acompañó para siempre en escenarios del Caribe, América del Sur, Estados Unidos, Europa.

Hizo a Lorca y a Camín, a Palés Matos y a Eloy Blanco, a Tallet y a Ballagas, aArturo Liendo y a Félix B. Caignet. Hizo grandes poemas y grandes autores, aunque también insufló vida a obras que no parecían mucho. Las hizo levitar.

Se empeñó en decir que no escribió poesía, intentó demostrárnoslo; pero ya sabemos que la palabra rodaba por la punta de sus dedos, nos recorría, nos trajinaba, nos llevaba donde quería y luego... le bastaba halar el cordel.

Si pudiera decirles quién fue Luis Carbonell, pero no hará falta. Véanle cruzar los brazos y mecer al bebé... “diente de merengue, bemba de caimito...”. Mirad como sube el olor de la madera, el olor a hembra, a macho, a rústico barracón... como se dibuja el aire, como un llamado elástico hace el milagro: “Fulóooo”. Y como llega aquel Niño, “con guantes y to, Cheché”; como aplaude, como grita, como pronuncia su nombre, “igual que el niño Valdés”.1

1El presente trabajo fue ganador del X Concurso Nacional de la Crónica Miguel Ángel de la Torre efectuado en Cienfuegos en 2015. 

El tiempo nos devora

Un poema. Fue un poema. Asomaba en mi libro de secundaria, en las últimas páginas. Un poema como un rayo, como una pedrada. Abel y sus cuatro letras bíblicas. Abel y su mirada fuera de las órbitas. Abel Santamaría.

Un parque. Hay un parque frente al Cuartel Moncada. Hay un parque en el antiguo Hospital Saturnino Lora, donde buscaron refugio los asaltantes al cuartel. Hay una fuente con la efigie de Abel y de Martí, en Santiago de Cuba. Ese parque y ese poema, me persiguen.

“Cuando me arrancaron los ojos/la voz de mi madre comenzó a confundirse con la pólvora del combate/las palomas volaron asustadas y el barquito de papel/se rompió con la caída de la sangre/yo fui un niño y tuve una canción”.2

2“Abel”, enLa violenta música de la libertad: Antología poética de la Revolución cubana, Editorial José Martí, La Habana, 1999, p. 121.

Cuando entro a la Casa del Caribe, el poeta se me abalanza detenido. Su fina barba de metal, tiembla: “El tiempo nos devora/Hasta el taburete de abuela se hizo cenizas [...]/Eltiempo se las trae./¿A do fueron a parar tantas cosas, a do fueron?”.3

3“De antaño”, enJesús Cos Causse: los años, los sueños. Edición, selección y prólogo de Pedro Correa Vázquez, Ediciones de la RevistaLittera, Panamá, 1995, p. 20.

 

Hayun cimarrón que se ahorcó en el árbol más hermoso de la tierra. Hay un perro que sueña con tajadas de aire, hay un niño que sueña con tajadas de perro. Y está Dios, creador del mar; y el poeta, creador de los caracoles. Jesús es el culpable, Jesús Cos Causse.

La poesía le llegó por los boleros y las vitrolas, antes que por los libros. Sus metáforas surgen desde el fondo, con fuerza mineral. Algunas de sus crónicas las tuve en mis manos antes de ir a la imprenta. Me quemaban. Nunca supe con cuál quedarme, si con el encuentro entre el poeta y Bob Marley, sereno como un rey, camino a la leyenda; con las montañas azules de Kingston o con Belice, “donde llueve como cuando un hombre está enamorado y no tiene paraguas”. No supe si cantar una canción de Marta Jean Claude, o danzar con Bartolo —el caballito del barrio—, negro como el carbón.

Los cronistas y los poetas son gente de atrapar instantes, de renombrar las cosas. Ora miran desde una colina, ora desde el hueso. Así era Cos. Natural y encendido, como flor de framboyán.

No hubo mucho de imaginación en el bautizo de Quijote Negro. Solo había que mirarle las camisas que apenas se le sostenían en el esqueleto, que iban a rodar en cualquier momento. Una tarde le obligué a ir más allá del verso y de la crónica:

Sé del desgarramiento y la alegría de escribir un poema. Heredia, Whitman, Casal, Javier Heraud, la Avellaneda... se pasaron su existencia, como dijo Rimbaud, tratando de cambiar la vida, y por ello no merecen el olvido. Recordarlos es una forma de darse fuerza a unomismo.

La poesíaes un misterio del hombre. Creo, que afortunadamente nadie, ni los mismos poetas saben qué cosa es. Quizás el día que se sepa, comience el fin. Uno tiene que explicarse de alguna forma el mundo y todos buscan una definición para justificar la propia existencia.

Recuerdo una anécdota que sucedió con Nicolás Guillén en 1974, en Jamaica. Allí dijo el poema “Sensemayá”.Muy pocos hablaban español, pero todos le entendieron. ¿Por la música del texto, por la sugerencia de su voz, por la comunicación humana que portaba? ¿Cómo explicarlo? Entonces, ¿qué cosa es la poesía?

Como en un juego de espejos, Cos me devolvía la pregunta, pero no le permití cambiar los roles. No. Las preguntas eran mías. Ahora debía tocar con palabras un espacio que tanto había desandado: el Caribe...

Es una forma de ser. Esta parte del mundo tiene un sentido distinto que no tiene que ver con tambores y mulatas. Es un asunto sanguíneo, y es, ante todo, la historia que nos define. Esa es la raíz secreta que nos comunica más allá de idiomas y razas. Esa es la identidad que une a un cartaginés, un barbadense, un jamaicano, un panameño, un guyanés...

Mi abuelo vino de Haití. ¿No soy entonces un poco haitiano? De Jamaica me traje la presencia de Marcus Garvey, la influencia musical y social de Bob Marley. ¿Acaso no soy también un poco jamaicano?

Jesús Cos Causse se estrenó en la poesía con el libroCon el mismo violín(1970) y nunca más dejóde escribir.Balada de un tambor y otros poemas,Las islas y las luciérnagas,Concierto de jazz,La rebelión de la alborada….

El Taller de Poesía el Caribe y el Mundo es uno de los espacios más reconocidos dentro de la Fiesta del Fuego. Durante años giró en torno a su figura, a su carácter abierto, a su mística. Cada julio nos cobijamos bajo su nombre.

Hoy he vuelto a la Casa del Caribe. Ya no hay cuerpo, Cos, ya no hay manos, ya ni siquiera hay un trago, pero el verso está aquí, fiel, obstinado, libre: “Yo solamente quiero decirle / que la poesía es la lámpara del mundo / y que muchas gracias por haberla encendido”.4

4Poema “Re-creación”, enJesús Cos Causse: los años...,p. 62.

La hija del poeta

Me dijo que no tres veces, pero a la cuarta fue la vencida. No siempre los refranes son evangelios. Toqué a su puerta, con arrestos, con carácter. Ese domingo traspasé el umbral... y nunca más he podido salir.

Como poeta escogido, Regino E. Boti (1878-1958) definió a Guantánamo en unos trazos: “Aldea, mi aldea, / mi natal aldea... / Amo tu parquedad catalana / y tus calles rectas”. El tiempo ha sancionado esas palabras como símbolo de la ciudad.

Con unos versos, calibró el espíritu de la creación. El poema “Luz” es un auto de fe: “Yo tallo mi diamante, / yo soy mi diamante. / Mientras otros gritan / yo enmudezco, yo corto, yo tallo; / hago arte en silencio”. Como una clarinada, como una sombra, esa sensación de aldea, ese diamantino silencio ha acompañado a Guantánamo en los años siguientes.

Regino E. Boti conArabescos mentales(1913) devolvió el abolengo a las letras cubanas tras la muerte de Julián del Casal y de José Martí. Su libroEl mar y montaña(1921) lo convirtió en un clásico. Junto a José Manuel Poveda (1888-1926)y Agustín Acosta (1886-1979), tantas veces olvidado, formó el triunvirato de vanguardia de la literatura nacional en las primeras décadas de la República. El narrador y ensayista José M. Fernández Pequeño ha dicho que Boti es el más universal provinciano de nuestra literatura.

Poco a poco, el imberbe periodista y la abogada, la albacea, la hija del poeta, Florentina Regis Boti León (1928-2005) se convirtieron en amigos.

Guantánamo me nació allí, desde su mecedora, desde sus fundaciones. Nunca ha sido igual después que ella se fue.

Una mañana escuché vocear el periódico localVenceremoscon la entrevista que durante semanas habíamos bordado: “¡Mira, mira lo que dice la hija de Boti, entérateee!”. Es difícil explicar una emoción como aquella, con algo de ingenuidad, de surrealismo.

Florentina me abrió el armario donde había seleccionado la obra dispersa de su padre, más allá de los libros publicados. Sin ordenador, sin software, hizo una impecable labor de catalogación y rescate que su hijo Regino Gaudencio Rodríguez Boti (Piti), en otras circunstancias, ha continuado.