Lo letal es invisible a los ojos - Marcelo Mario Miguel - E-Book

Lo letal es invisible a los ojos E-Book

Marcelo Mario Miguel

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Beschreibung

Este libro, cuyo título "Lo letal es invisible a los ojos", alude de manera oscura y deformada –en intenciones– a la famosa frase de Antoine de Saint-Exupéry en "El Principito" en donde se afirma "Lo esencial es invisible a los ojos". El subtítulo "Cuentos de terror en cuarentena" ubica de ex profeso, procesamientos e incrustaciones simbólicas de la metáfora de la peste a lo largo de la historia y de las geografías; muy vigentes y latentes en tiempos de pandemias –o pospandemias–. La obra se cimienta en un terror lúcido, colmado de datos atenazados con fantasías sombrías y desquicios de morbo, con toques de comedia y complicidad, que se entrelazan y se combinan como acordes de una armonía musical, logrando un delgado equilibrio entre las sensaciones de relajación o reposo y de tensión o desasosiego.  Son nueve historias que tienen como hilo conductor a lo siniestro y a las miserias que los humanos – muchas veces– con hipocresía denostamos.

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Seitenzahl: 72

Veröffentlichungsjahr: 2022

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MARCELO MARIO MIGUEL

Lo letal es invisible a los ojos

Cuentos de terror en cuarentena

Miguel, Marcelo Mario Lo letal es invisible a los ojos : cuentos de terror en cuarentena / Marcelo Mario Miguel. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-2757-8

1. Narrativa Argentina. 2. Cuentos. I. Título.CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Dibujo de tapa: “Incrustaciones”, Osvaldo Gil

A todas aquellas personas que reconocen su lado oscuro, aunque sea por un instante.

Tabla de contenidos

Cien pesos

El médico de la peste

La jauría

Una profesión altruista

La cura social

El origen

La bolsa

El cuerpo ausente

Lunes otra vez...

Landmarks

Table of Contents

“El poeta es un fingidor

finge tan completamente

que llega a fingir que es dolor

el dolor que de veras siente”

–Fernando Pessoa / 2006

Hacia fines de 2021, Marcelo Mario Miguel, camarada artista y promotor asiduo de ideas extravagantes y refulgentes, me convoca para una reunión después de un cuarentime de senda desvinculación y reconfiguración. A propósito, creo que uno de los aspectos importantes, controversiales y trascendentes de lo que se llamó pandemia ha sido ese vector de un “estate quieto” transversal que habilitó pánicos, preguntas, reflexiones, insights, abstracciones y disoluciones del pre-mundo actual.

En este nuevo avistamiento de nuestros seres, además de ponernos al día y compartirnos las ingeniosidades del bucle temporal de estos años, me aborda él con una proposición cortés y halagador a la vez que desafiante y en tensión al semblante del otrx.

El semblante es –en praxis– tratamiento de lo real por lo simbólico. Una época –el tiempo que nos atraviesa– marca en su devenir una novedad permanente que envejece al instante. Habla de ese otrx que no-existe, visibilizando una dinámica contemporánea marcada por la irrealidad de ser sólo un semblante, la construcción de un vacío, el nodo que articula una posibilidad. Lo real de la virtualidad despeja el punto de este aspecto inexistente de lo existente, y ahí quizá este semblante en tensión al otrx de la demanda.

Luego de explicaciones y diálogos conscientes e inconscientes acerca del porqué de semejante ocurrencia logramos una convergencia. Y digo así porque para mí recibir esta solicitud implicó también el encuentro con el fantasma: el fundamental y psicoanalítico y aquel otro -del estilo funcional- considerablemente montado por las fases, operativos, lenguajes experimentales y sanitaristas de una época (el tiempo que nos atraviesa) “signada” por la enfermedad floreciente del morbo. Del morbo semejante. Es decir –y, en definitiva– la cosa iba de que el colega creativo estaba pidiéndome que pudiera prologar este libro de cuentos; escrituras de relatos lúcidos, meticulosos y desorbitantes que llevan por título general: “Lo Letal es Invisible a Los Ojos”.

¿Qué título es este? ¿Qué subyace en una invitación a presentar y decir –escribir– sobre algo que si no fuese metáfora escrita habitaría el punto sórdido de lo real del cuerpo y su calidad de goce?

Calculo que: “inmensa tramitación es siempre la escritura”. Esa abertura en la falta que nos habilita tomar algo del resto, de lo que queda, de aquello que no podemos nombrar, para “transformarlo”. Y ahí en esa operación, el pasaje al cuestionamiento propio sobre la atribución de sentido personal que el deseo siempre filtra e interpela.

Dadas las despedidas del caso y aquel encuentro, subí al auto con un par de libros en la mano y una demanda que alojar. Tener-que-alojar para que sea algo, un sentido, un nuevo bucle temporal y de avanzadas sobre aquello que como dijimos, es “un nuevo permanente que envejece al instante”.

Quizá como la comprensión de la vida yéndose del médico sin máscara de pico de pájaro en la secuencia final de “El Médico de la Peste” o como llevarse el infierno a alguien y poder agradecerlo como lo logra Marita en “Cien Pesos” y también -seguramente- como el anciano que despierta como un monstruo deforme que adviene de ninguna parte en “El cuerpo Ausente” este libro de Cuentos de terror en cuarentena se quedó entre mis cosas y ha permanecido como real hasta un nuevo tiempo –alter tiempo– con otros procesamientos e incrustaciones simbólicas en mi interpretación hasta aparecer aquí y ahora texto.

Y otra vez texto al lado del texto, señalando en la escritura, la de Marcelo Mario Miguel en las narraciones y la mía en esta antesala de acogida, la única modalidad tributaria de “ser sujeto”, sujeto del deseo pulsátil de un eros que triunfe en la metáfora, aconteciendo entonces los artilugios de una transformación.

Dar forma a los acontecimientos de una cuarentena cuando ya están caducos –al tiempo que proliferan y son– es una tarea de segunda, diríamos. Porque mientras: el amigo querido ha muerto con una escafandra-de-paracetamol en la cabeza, la prima de la amiga es enviada en una ambulancia-sin-rumbo, los vecinxs sin parientes o cercanxs están aisladxs a merced de la nada y tu novio y vos -sin registro- comienzan a compartir el hábitat confinado, la tarea -posta- de primera estaría siendo la incertidumbre habitus en un interrogante: yo, ¿sobreviviré? y si sobrevivo, ¿qué será de todxs y de esta época-de-terror?

Escribir es en Marcelo Mario Miguel una labor de segunda instancia puntual, un silogismo clave que, entre el “estar siendo”poeta/escritor –como el decir de Pessoa– y lo que las letras consiguen procesar, traducir, deglutir, poner en significación, acontece ahí un salvoconducto sublime al cuarentime.

“Lo Letal es Invisible a Los Ojos” va describiéndose a sí mismo: ya desde el título, ya desde el entremés incómodo, heavy y pertinaz de sus historias, ya desde la proposición misma de querer ir al más-allá-de-la-época entre otros relatos, versos, noticias y comunicaciones de una experiencia de pandemia global. Esta pieza en tanto libro de cuentos situado en el terror como género, faculta el caos –donde Thánatos emerge hundiéndose– mientras coagula en sus líneas los efectos concretos y porfiados del cuerpo social ceñido por la perversión de un “todos todo” en la “nueva normalidad”.

¿Cómo puede lo invisible revelarse sino es siendo en sí mismo invisible?

¿Cómo puede lo letal volverse un protocolo instructivo de lo real del cuerpo?

Transitar las páginas de estos escritos será para quien lea un“manierismo” aventurado, una deconstrucción activa de aquello que se muestra como “morboso”. Es decir, el ardid referido al cuerpo extinguible y a la alienación de la mente están puestos aquí en juego. Un encuentro que enuncia el desencuentro con lo que nos escapa de la vista y que en “Lo Letal...” aparece colocado en la mesa principal para ser devorado, adquirido, incorporado cual potencial elemento de abordaje ante las emergencias.

Todxs bienvenidxs ¡bonne appétit!

Martín Denegro (Martín Saavedra Albrieu)PsicólogxDiseñador performer Productor culturalActivista LGBTIQ+

Cien pesos

Estoy harto de la cuarentena y de seguir encerrado. Quiero jugar a la pelota. Hace mucho que vengo planeando mandarme a mudar. A la tarde, con el viento Zonda, la gente se mete adentro. Es la mejor hora para escaparse.

A pesar de que el sol arrecia sin piedad, en casa continúan los quehaceres, como si nada. El gato pulgoso de mi hermana pasó derechito a echarse debajo del árbol.Ya no aguanto más. Le mandé un mensajito a Juan y me contestó que me espera en la plaza, detrás de la palmera gigante. Los flejes de la cama ya no chirrían, es el indicador preciso de que papá, chumao sin duda, duerme la siesta. Mi mama ya está prendida en Nelix, husmeando las novedades para olvidarse de las riñas con mi viejo.

Mi hermana discute con el novio, como de costumbre.

–Siempre la misma historia, a vos te gusta esa puta. Antes te buscaba a la salida de la escuela y ahora, con el pretexto del aislamiento, te manda un guasap tras otro. No podés seguir mintiendo, bla, bla, bla… –le recrimina, con un discurso repetido y hartante.

Es el momento de picárselas. Abro el portón sin hacer ruido. Asomo la trompa: tan solo veo un choco comiendo de la basura. Me envalentono y rajo. El corazón me late tan rápido como el Zonda. No tardo más de un minuto en aterrizar en la esquina del parque de cemento. No hay un alma.

Mi papá hubiera dicho:

–Parece el desierto del Sa’ara, sin nadie en los alrededores, y menos con esto de la pandemia.

Cuando descubro al güenazo del Juan, medio escondido detrás de la palmera, me acomodo en un banco y le grito:

–¿Dónde te metiste, chango? Soy yo, el Cachi…

Él ofrece su sonrisa de escasos dientes.

–No trajiste el barbijo, carajo, si alguien merodea nos va a denunciar –