Lo sublime y lo obsceno - Sandino Andrés Núñez - E-Book

Lo sublime y lo obsceno E-Book

Sandino Andrés Núñez

0,0
7,49 €

oder
-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Quizás el gran desafío político-intelectual de este tiempo, por lo menos en esta zona del mapa geopolítico, no sea ya pelear contra un poder despótico o tiránico, ni historizar los discursos para desnudar los juegos de poder que circulan por detrás de saberes y verdades. Quizás tampoco tenga que ver ya con la descentralización de las estructuras jerárquico-burocráticas ni con la deconstruccción de los centrismos. En la obscenidad del capitalismo integrado contemporáneo, ese desafío tiene más que ver con la creación de cortes en la circulación de mercancías, la circulación horizontal y asimbólica de palabras y cosas y en sus ciclos de inversión, reinversión y consumo. Y a su vez estos cortes tienen que ver con la construcción de nuevas subjetividades. Y se podría agregar, para no perder del todo el aire romántico: construcción no estatal de nuevas subjetividades. Va siendo tiempo de que la filosofía política de izquierda del Tercer Mundo, ya no distraída y atolondrada por la utopía democrática de fines del siglo XX, los multiculturalismos, el respeto a las identidades locales, la celebración de la diversidad (cada vez más orgánicamente ligables al capitalismo comunitario de consumo), se plantee nuevamente, en tanto anticuerpos a la circulación del capital, algunos aspectos de la educación subjetivante-humanizante, tan descalificada por no científica (anteayer) o por eurocentrista (ayer). Educar, gobernar, resistir a la obscenidad destructiva del capitalismo actual. Civilización o barbarie. La vieja consigna colonialista se carga de un nuevo sentido. Este libro se propone pensar, precisamente, sobre estos temas. Entre otras herramientas o posiciones, se propone una relectura estratégica de algunos aspectos del freudismo y el psicoanálisis, al que considera un fenómeno eminentemente político y no clínico: una máquina de gobierno que ha funcionado en condiciones especiales, heredero y no adversario de la problemática político-humanista clásica del sujeto conciencia y de los dualismos tradicionales.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB

Veröffentlichungsjahr: 2021

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Sandino Andrés Núñez

Lo sublime y lo obsceno

Geopolítica de la subjetividad

Núñez, Sandino Andrés

Lo sublime y lo obsceno : geopolítica de la subjetividad . - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Libros del Zorzal, 2014. - (Mirada atenta; 0)

E-Book.

ISBN 978-987-599-401-0

1. Ensayo Político. 2. Geopolítica. I. Título

CDD 327.101

Edición: Ixgal

Revisión: Daniela Molina Y Vedia

Diseño: Verónica Feinmann

© Libros del Zorzal, 2005

Buenos Aires, Argentina

Libros del Zorzal

Printed in Argentina

Hecho el depósito que previene la ley 11.723

Para sugerencias o comentarios acerca del contenido de Lo sublime y lo obsceno, escríbanos a: [email protected]

www.delzorzal.com.ar

Índice

Prólogo | 5

Justificación | 7

Primer corte Militares/educadores | 12

1. Objetivar/subjetivar | 12

2. Dos casos para Sigmund Freud | 29

Primer caso.Lectura / interpretación:los garabatos de Wittgenstein | 29

3. Dos casos para Sigmund Freud | 44

Segundo caso. Disciplina / gobierno. De cuando Freud le robó las mujeres a Charcot | 44

4. Apéndice. Militares /policías | 55

Segundo corte Políticos/burócratas | 58

1. Un tercer caso para Sigmund Freud: Freud contra Freud | 58

2. Breve tratado sobre la tecnología y el arte del gobierno | 68

3. Breve tratado sobre centro, periferia, Estado & margen | 80

4. Apéndice. Estado, gobierno, Estado | 95

Tercer corte Católicos/protestantes | 106

1. Sublime/ obsceno | 106

2. Geopolítica: identidad/subjetividad | 119

3. Crítica de la razón de la minoría | 148

4. Apéndice. Breve anexo sobre cortes | 183

Extrabonus Freddy vs. Jason. Dos variaciones sobre el tema guerra | 196

Prólogo

El esplendor del indisciplinamiento

Sólo conozco de Sandino Andrés Núñez algo de su escritura y algo de su voz. Las dos cosas llegaron hasta mí siempre mediadas por la virtualidad tecnológica. Probablemente lo mejor de aquellas intuiciones iniciales sea este libro que tengo hoy, ahora sí tangible, entre manos.

Su escritura se dice con esa voz. Grave sobresalto del que escribiendo provoca en el lector inquietud y sorpresa. El autor sabe que los tiempos de vulgata poestructuralista corren presuntuosos y arrogantes, pero tiene a bien avisarnos que podremos reconocerlos por la tinta azul lavable del escolar. Lo que escribe el filósofo, asombra y sorprende; se le nota la exhuberancia de una cultura viejísima, y a la vez una maravillosa capacidad para encajar, entre erudiciones, deliciosas sorpresas. Este libro tiene una originalidad increíble: no hay ninguna coincidencia entre la fecha de caducidad de sus palabras con la que indica su año de edición. Ya lo verán.

Un prólogo razonable daría pistas para la travesía de riesgo que supone lanzarse a leer Lo sublime y lo obsceno. Carezco por completo de esa clase de racionalidad. Y sin embargo aliento a cualquiera a recorrer el mapa geopolítico que desde su orilla rioplatense nos va trazando el autor. Filósofo que nos provoca a conversar, porque él ya sabe que tener razón es una actitud preñada de peligros.

Para aquel que decida seguir adelante, una justificación inaugura el texto, y es el espacio que el autor elige para mostrar las cartas con las que va a jugar. Lo hace porque sabe que la escritura tiene algo de prestidigitación, de ilusión, de encantamiento… y luego el entusiasmo y el querer saber nos hará más difícil —e innecesario— descubrir cada naipe. Se deja claro el punto de partida para después dedicarse a opacar la transparencia. Es necesario sino imprescindible abandonar definitivamente la tendencia maniática del pensamiento a controlar la realidad y hacer espacio a ciertas funciones nuñecianas de la filosofía: ya no tanto desnudar los juegos de poder que circulan detrás de saberes y verdades sino pensar la obscenidad destructiva del capitalismo, que podría atraparnos en el inútil combate contra un poder despótico o tiránico ya inexistente.

El autor propone el desafío político e intelectual de entender que desde la periferia de la periferia geopolítica nos queda el recurso de adentrarnos en las fallas del sistema o de crearlas, de adentrarnos en sus cortes para ir desanudando la trama con la que se teje la subjetividad, se piensa la educación y se crea la didáctica. La urdimbre donde el tejido descansa es la de las condiciones de gobernabilidad. Como lo dice el mismo autor: una máquina de gobierno se arma menos para pelear contra un poder despótico que para resistir en condiciones de ruina o devastación.

Y entonces, la lectura del libro, de lo obsceno y lo sublime, supone un itinerario de reconocimiento de estas máquinas, la religión, la militarización, el psicoanálisis. Es un extraordinario ejercicio de relectura, de pensamiento, de política. Una escritura impecable, certera y lúcida nos acompaña en el trayecto. Celebro, por indisciplinado, por riguroso, por alegre y por revolucionario, el libro de Sandino Andrés Núñez.

Daniela Molina y Vedia

Justificación

He querido aquí reflexionar sobre algunas urgencias políticas del mundo contemporáneo, y ensayar algunas críticas y correcciones a ciertas posturas intelectuales de izquierda desde ciertas posturas intelectuales de izquierda. Pero, sobre todo, he querido tratar de ser más rápido que mi propio hábito de intelectual periférico de dejarme llevar cómodamente, como quien sestea, por la verosimilitud de discusiones y críticas que empiezan y se resuelven en otros lados –más cerca de Dios. Mi condición geocultural de rioplatense me pone en una complicada situación política. La de alguien que ha crecido y se ha educado en una sociedad blanca europea (y pobre), clavada en un continente que se ha entendido y se entiende conquistado y alienado por la civilización blanca europea. No quiero explicitar histéricamente ese juego, exagerarlo (mi voz es la de un varón blanco europeo, intelectualizado e izquierdizado pero hispanoparlante pobre y periférico, sin prosapia ni parientes importantes). Quiero simplemente dejar anotada esa problematicidad para que quien lea este trabajo la considere una de sus posibles claves de lectura, o por lo menos, como un dato no trivial en el momento de entender ciertos argumentos, ciertas posiciones, ciertas tácticas.

Tanto el corte 1 de este libro, militares & educadores como el 2, educadores & burócratas, hacen referencia constante al problema freudiano. Me propuse una relectura estratégica de algunos aspectos del psicoanálisis, al que considero un fenómeno eminentemente político y no clínico: una máquina de gobierno que ha funcionado en condiciones especiales, heredero y no adversario de la problemática políticohumanista clásica del sujeto- conciencia y de los dualismos tradicionales. Quiero señalar que mi apelación a Freud, o al momento político freudiano, tiene, entre mil razones posibles, la de una actividad docente que me ha mantenido muy cerca de su figura y de su prédica. Agradezco a todos mis alumnos por mantenerme despierto –y, sobre todo, por mantenerse ellos mismos despiertos.

La vulgata posestructuralista nos familiarizó con las consignas historicistas y nos convenció de su potencia crítica. Historizar, arqueologizar, desnaturalizar una formación discursiva, arrancarla de su fueradeescena, traerla de la Verdad redonda y silenciosa desde la que ejerce su dictadura. Pongámoslo así. Por un tiempo, lo simbólico no fue sino algún registro discursivo que se había levantado por encima de los demás, gracias a la azarosa arquitectura de los privilegios sociales, inventando el derecho a juzgar, a leer y a traducir a los demás, al ejercer de hecho ese poder. Lo real fue ese mismo simbólico que, en su búsqueda de fundamento, de legitimidad y de justificación, se proyectaba en una extraterritorialidad fuera del alcance de la historia, de los conflictos sociales, de la geografía –más allá de toda contradicción, de toda ansiedad. Todo fluía, finalmente, a lo imaginario y se disolvía en él: lo simbólico no era otra cosa que imaginario solidificado, y lo real una proyección fantasmática de lo simbólico con un objetivo legitimante. Todo era ilusorio. No había fabulosas estructuras, edificios tridimensionales, jerarquías o pirámides: solamente líneas, dispersiones, rizoma: un punto era cualquier punto y todos los puntos. En su momento, en su enclave, esa violenta historización fue, quizás, útil, necesaria (o por lo menos, inevitable) y –quién lo pondría en duda– gloriosa. Pero hoy, y en ciertas zonas de la geografía política y cultural de occidente (insisto con el occidente pobre y satelital), estas consignas no parecen seguir siendo del todo útiles. Hay límites, y sobre todo límites tácticos, para ese furor historicista. Hay, es verdad, todo un juego histórico de privilegios sociales que sostienen la promoción de un registro imaginario (una voz) a la estatura de lo Simbólico (una Razón, un saber). Pero eso no es todo: una formación deviene simbólica únicamente cuando es capaz de teorizarse, cuando es capaz de metalenguaje o de autorreflexión: cuando es capaz de escritura. (Eso es lo que he buscado argumentar a lo largo de más de un trabajo en este volumen.) Esta ventaja está indudablemente ligada a privilegios sociales, pero se trata de una ventaja técnica: el metalenguaje y la autorreflexión (atributos de lo simbólico, comienzo de una civilización, de una cultura) si bien están ligados a clases dominantes no son en absoluto la ideologia de una clase dominante. No son sentido, son simplemente la posibilidad de que el sentido ocurra. Hasta cierto punto, diría, cierta operación crítica hoy exige invertir la máxima genealógica de Foucault. Dada una Verdad, la genealogía iba a la búsqueda de la voluntad histórica de verdad, de la arquitectura de poder que escondía. Se me antoja que ahora el trabajo consiste más bien en encontrar, a partir de una estructura de poder o de privilegio, la tecnología discursiva de Verdad que la sostiene, la promueve y en cierto modo la hace posible.

Un corolario. Dispersión, horizontalidad, inmanencia o fugas no son nociones que me resulten demasiado atractivas para articular (hoy y aquí por lo menos) una estrategia políticointelectual o (para decirlo en un lenguaje viejo pero eficaz) un pensamiento combativo. Indiferencia, réplica o ironía fueron piezas de artillería liviana contra la solemne maquinaria de las culturas oficiales. Ahora son engranajes de la obscenidad global del capitalismo contemporáneo. Antes que la proliferación de voces horizontales o que la atolondrada celebración de la inmanencia o de las diferencias, antes que los multiculturalismos o la apoteosis de las identidades locales, antes incluso que la carnavalización, la ironía o la exageración grotesca, prefiero discursos robustos, bien organizados, lúcidos, autocomprensivos. Antes que un discurso sin más mérito que el de ser respetuoso o el de habitar ingeniosa y prolijamente el lugar de la contracultura, la lucha política preferirá siempre un discurso crítico. La crítica no está ahí para refutar errores sino para denunciar engaños, mentiras o estafas. Es puro pathos. Siempre exagerada, se enciende en una épica, procede por golpes de efecto, se expone en parodias, en metáforas, en dramatizaciones, en ficciones y mitos.

Quizá el gran desafío políticointelectual de este tiempo, por lo menos en esta zona del mapa geopolítico, no sea ya pelear contra un poder despótico o tiránico, ni historizar los discursos para desnudar los juegos de poder que circulan por detrás de saberes y verdades. Quizás tampoco tenga que ver ya con la descentralización de las estructuras jerárquicoburocráticas ni con la deconstruccción de los centrismos. En la obscenidad del capitalismo contemporáneo, quizás ese desafío tenga que ver con la creación de cortes en la circulación horizontal y asimbólica de mercancías y sus ciclos de inversión, reinversión y consumo. Quizás, a su vez, estos cortes tengan que ver con la construcción de nuevas subjetividades. Y se podría agregar, para no perder del todo el aire romántico: construcción no estatal de nuevas subjetividades. La construcción de subjetividades está ligada a la educación y a la didáctica. Ambas delimitan el perímetro de la gobernabilidad, una noción política fundamental para pensar la situación de algunos países sudamericanos después del derrumbe, a comienzos del siglo 21, del sueño del capitalismo liberal de hiperconsumo y su éxtasis multiculturalista, triunfales y gloriosos en la última década del siglo 20. Crear condiciones de gobernabilidad. Una máquina de gobierno se arma menos para pelear contra un poder despótico que para resistir en condiciones de ruina o devastación. Educar, gobernar, resistir a la obscenidad destructiva del capitalismo actual.

Militares/políticos, educar/adiestrar, educadores/burócratas, territorialidad militar/territorialidad policíaca, aparatos territoriales de Estado/aparatos parafrásticos de Estado, católicos/protestantes, instituciones/comunidades. En fin. Estos cortes son uno de esos efectos de eso que podríamos llamar retórica crítica. Organizar la reflexión en cortes supone o bien admitir de hecho la validez de cierta manera hegeliana de barajar y repartir las formas y las figuras elementales del sentido, o bien creer en la pertinencia de traer la estrategia Hegel de regreso al debate político contemporáneo. Me siento más cerca de la segunda alternativa, aunque confieso que con bastante frecuencia ambas se me desdibujan, se me solapan y se me mezclan.

Sandino Andrés Núñez Montevideo, mayo de 2004

Primer corte Militares/educadores

1. Objetivar/subjetivar

El alien es una aparición en bloque, un fenómeno1. Cada uno de sus saltos, psicopáticos y sangrientos, cuesta la vida de un tripulante del Nostromo y, antes que nada, verifica una especie de repliegue de toda racionalidad explicativa o justificatoria. El monstruo es un intruso, opaco, impenetrable, dañino. La descripción anatómica o biológica (ácido molecular en lugar de sangre, esqueleto externo, adaptabilidad casi milagrosa) no agrega –no puede agregar– nada. Ninguna lógica para su hostilidad aconflictiva, ninguna hipótesis para su destructividad explosiva, inmotivada y sin culpa. Ninguna psicología. El discurso de la ciencia natural es, también, el de la impotencia. Habla de la incapacidad radical de interpretarlo (e incluso de leerlo). Nunca se sabe bien cómo es su aspecto siquiera. Aparece y desaparece en los recovecos más góticos y oscuros de la nave, y sus apariciones son como ráfagas, manotazos mortales. Sucesivos planos muestran, invariablemente, pedazos, un collage: dientes, la punta de una cola, un chorro de baba, una prolongación ósea y dentada que salta, como accionada por un potentísimo resorte, para penetrar el cuerpo de la víctima. Un relámpago artificial lo ilumina durante un segundo o parte de un segundo; el relámpago siguiente solamente sirve para mostrar que eso ya no está ahí. El alien (con apetite) es un duende malo y enorme. Es un demonio (y este demonio tiene adeptos o sacerdotes: el cientistaautómata Ash (Ian Holm) es el protector y guardián del alien. Pero también es su poeta: recita, póstumamente, un entusiasta y nietzscheano Elogio del Psicópata, que es un elogio de la Vida, del trieb, de su falta de piedad cristiana).

El alien es animal y no humano. Y si bien es otro hijodelhombre, este rasgo, que podría haberse dramatizado, se cancela rápidamente y no prospera: la madre varón, la primera víctima del monstruo, muere de parto, cerrando a priori todo drama, toda culpa, todo Edipo, toda psicología2. El alien no tiene interioridad ni espesor dramático. Le pertenece más a la biología que a la literatura. Conocerlo es vigilarlo, seguirlo, diagramar su arquitectura biológica, estudiar sus hábitos. La etología y la ciencia natural son discursos defensivos, militares, paranoicos. Debo defender mi vida y la de los míos, debo prever su próximo golpe, debo organizar con tiempo y eficacia mi defensa. El alien es un predador, una máquina de matar. Bicho psicopático, parece sacado de lo imaginario más crudo: nada para decir, excepto eso no es yo, eso es feo, eso destruye.

RoboCop, en cambio, habla3. Habla de conexiones y ensamblajes problemáticos, de prótesis eléctricas y mecánicas detrás de las cuales algo, irreductiblemente humano, no descansa, no puede descansar. Es el alma. El alma inmortal, narcisista, doliente, encerrada en la cárcel técnica y en su deslumbrante arte metalúrgica y eléctrica, incapaz de desaparecer. Convertirse en policía es, rigurosamente, dejar de ser humano. La intervención de una estética militar o policial sobre el cuerpo reventado del oficial Murphy4es radical, tecnoquirúrgica (metáfora grotesca y terminal de la disciplina, la gimnasia, la obediencia). El cuerpo se acoraza y se llena de una musculatura metálica. Una especie de coreografía mecánica más una solemnidad ingenua se subrayan como aquelloquehasidoacopladoa-unhumano, y le conceden cierto aire que resulta conmovedor –por cómico y penoso. El ojo se prolonga y multiplica en una compleja prótesis ópticoeléctrica, y una pantalla es ahora la nueva forma del campo visual. Un campo ansioso y alerta, atravesado, graficado y cuadriculado, escrito y sobreescrito: searching, target, zoom mode (o también, irónicamente, campo ya no visual sino práxico, arrest mode).

Detrás de todo esto, algo, o mejor, alguien, está leyendo e interpretando los mensajes de la pantalla –pues se supone que la pantalla, detalle aparentemente trivial, siempre está escrita para que alguien, detrás, la lea.5Las viejas formas biológicas, molestas moscas, interfieren permanentemente el funcionamiento de la máquina. Un electroencefalógrafo enloquece durante una pesadilla. La vieja memoria humana, intrusiva y molesta, provoca verdaderos relámpagos alucinatorios (síntomas) en los que puede ver a su hijo, a su mujer, a su casa (conflicto: la novela familiar). Un inexplicable empuje (síntoma) lo arrastra a investigar y a combatir al asesino de Murphy (conflicto: traición, engaño, vengar al Otro), a quien RoboCop no debería reconocer.

RoboCop se ofrece en todo el esplendor de la hermenéutica del yo: resulta ser, propiamente, un neurótico transferencial. Detrás de artefactos y prótesis hay un conflicto humano. Algo hace que ese monstruo, ese monumento cromado a la eficacia y a la obediencia, se parezca, o no deje de parecerse, a un humano. El drama de RoboCop no es solamente ser un ensamblaje o una sumatoria, sino también, y sobre todo, saberlo o adivinarlo. El drama de RoboCop –conviene saberlo– es menos el de haberse convertido en un monstruo que el de seguir siendo humano6.

Tenemos entonces dos monstruos. Uno inhumano, animal, biológico, psicopático (digamos: el alien, los predadores, las invasiones, las hordas bárbaras). Otro demasiado humano, gótico, conflictuado, neurótico (digamos: el Vampiro, la criatura de Frankenstein, RoboCop). Estos dos monstruos dicen cosas de la cultura occidental moderna. Lo pongo en frases un poco groseras. Son dos distintas formas en que las administraciones centrales occidentales7se han relacionado histórica y geográficamente con su otro. Son dos modos en que esas administraciones han concebido, imaginado o inventado a su otro (aquello sobre lo cual o aquel sobre el cual el poder se ejerce). Y, en fin, lo más importante: los dos monstruos remiten a dos tipos de tecnologías, bien diferentes, que se han concedido estas administraciones para regular a las poblaciones civiles.

El primero se asocia con ejércitos de ocupación, con funciones policíacas de confinamiento y control, con el establecimiento de guetos, con la conquista entendida como un problema estrictamente militar –quiero decir: territorial. Pienso en toda forma de paranoia segregacionista o de xenofobia. Pienso en el apartheid ejercido por minorías blancas. Pienso en dos artefactos muy vinculados al protestantismo: el ejército imperial inglés, y ese fenómeno cultural, económico y militar llamado imperio norteamericano (ambos se repartieron el protagonismo imperial de los siglos 19 y 20 respectivamente). Este poder paranoico, controlador y vigilante, suele provocar revueltas de liberación, cuestiones militares de supervivencia y defensa, movimientos de acción antisegregacionista. Produce aliens, monstruos irruptivos y psicopáticos, predadores, guerrilleros y emboscadores: otros absolutos, aterrorizantes.

El segundo se asocia con prácticas coloniales de educación y evangelización, con la conquista a través de la enseñanza de la lengua y la cultura, con la gramática, la administración y la jurisprudencia. Con esta tecnología se habían expandido el Imperio Romano y el Sacro Imperio. La misma técnica es usada, más tarde, por la Iglesia Católica en las colonias españolas de ultramar. Este tipo de tecnología, a la que llamaremos, provisoriamente, gobierno, suele provocar guerras independentistas, declaraciones constitucionales, cuestiones filosóficas de soberanía e identidad, debates, discursividad reflexiva. En otras palabras, genera monstruos románticos, incompletos, que quieren decir yo, como el antropoide de Frankestein (y en esa trampa reside su inusitada fuerza: la revuelta es decir yo y decir yo es ser gobernado).

2.

¿Cómo podríamos rastrear estas tecnologías? ¿Cómo seguir el itinerario de eso que podríamos llamar tecnologías de regulación de las personas en la modernidad occidental?

Para empezar, tracemos una línea grosera8. La línea comenzaría en el siglo 16 –y este comienzo no es en absoluto arbitrario. En este siglo da comienzo lo que podríamos llamar primera modernidad europea: un poder singular, solo, separado de aquello sobre lo que se ejerce, más un saber centralizado y metódico que todo mira y todo mide –nacido de las grandes empresas militares y los grandes viajes– comienzan a ejercerse científicamente sobre los territorios (me refiero, literalmente, a extensiones territoriales: feudos, dominios, regiones (reinos), principados, provincias) y sobre las cosas, vivas o no, que están sobre ellos. La primera modernidad o modernidad militar nace y progresa en la era de las grandes empresas europeas de conquista, colonización y territorialización. Basta mencionar únicamente una empresa: la conquista de América. Ésta marcó el siglo 16 y desató toda la vasta aventura moderna europea: expansión militar, imperial y colonial.

Las empresas militares van creando por fuerza una escritura objetal que está destinada básicamente a reticular y medir el espacio, a calcular las distancias y los tiempos, a trazar cartas y mapas, a diseñar rutas e itinerarios de viaje, a desarrollar el arte de orientarse por los astros, a resolver problemas de balística. Viajan a mar abierto: necesitan por tanto técnicas e instrumentos de orientación. Conquistan territorios y someten poblaciones: necesitan solucionar problemas logísticos de desplazamiento de hombres armados, problemas de balística, problemas geoestratégicos, cuestiones de medición y geometría, mapas y planos.

El siglo 16 es el siglo de la conquista, del avasallante desarrollo de la tecnología óptica9, de la pintura de caballete, del despegue de la perspectiva de Bruneleschi o Alberti, de la representación planar del espacio: paisajes, diagramas, planos y mapas. El ambiente, esa envoltura hecha de sonidos, olores e iluminación cambiante, se planta, se plasma, se imprime, en el paisaje, esa representación o analogon bidimensional, separado del (rechazado por) el ojo que lo mira, lejano, helado, dócil. Es el siglo de la escrituranotación, una escrituraregistro que consigna información y datos de importancia estratégica en bitácoras y cuadernos de viaje. Es el siglo de la ciencia, de las mediciones y de la precisión en las mediciones. El siglo de Telesio, Giordano Bruno, Galileo, Durero, Campanella. Es el siglo en el que despega toda esa cultura mecánica y fundamentalmente óptica, visual, positiva, objetiva y objetivante, que todavía hoy en gran medida nos domina y nos determina.

Este saber de conquista también se aplica en la vigilancia y el control territorial de poblaciones, cuerpos y fuerza de trabajo. El control de las poblaciones vivas se hace siguiendo el modelo del control territorial: controlo gente tal como controlo territorios. Mido, mapeo y cuento cosas, objetos o cuerpos que están sobre el territorio. Clasifico, divido, ordeno. Controlo. Es más barato: la maquinaria ya está aceitada y en funcionamiento, y además, porque utiliza hacia afuera (poblaciones de los territorios ocupados) las técnicas de control que fueron presumiblemente creadas hacia la interna del ejército (control de mis propios hombres armados, que no debe haber sido un problema menor). Estas técnicas alimentan todavía hoy la utopía urbana de la gran visibilidad: los sueños de un poder centralizado que todo lo ve gracias a un complejo arte óptico y a tecnologías de la correcta iluminación.

Es una cultura panóptica y una escritura de la tercera persona. La filosofía, la ciencia y la epistemología armarán, sobre este suelo tecnológico, la metafísica fantasmal del racionalismo clásico: una entidad aconflictiva llamada ojo, a través de una entidad transparente llamada lenguaje, trata con entidades positivas sólidas llamadas objetos o cosas. La ciencia y su escritura ópticoobjetal (tercera persona), ese gran tratado acerca del universo físico y del comportamiento de los objetos sólidos en un universo físico: una tecnología militar para la conquista del espacio. El siglo 16 es el siglo del nacimiento de la historia natural, de las ciencias naturales, de la metodología visual de la verdad y de la irreductible objetividad del universo físico. El ojo que todo lo ve no se ve a sí mismo; no se tematiza ni se reflexiona. No puede. La autocomprensión de ese ojo implicaría o supondría ciertos problemas políticos que todavía no han aparecido en las necesidades culturales y económicas de la Europa del siglo 16.

Es un lugar común de la historiografía interrogarse sobre el Renacimiento. ¿A qué se debe el extraordinario giro de la cultura europea en el siglo 16? ¿Por qué se saltó desde un dogma cristiano encerrado en su fatal esterilidad, con sus formas catatónicas de respeto sagrado por la tradición, por mayores y preceptores, a una guerra a veces declarada al pasado medieval cristiano, a la zambullida en las profundidades inmemoriales de la antigüedad pagana, a las búsquedas en el pensamiento griego, la filosofía, la matemáticas, la racionalidad, el filohelenismo de los hombres del Renacimiento? ¿Por qué de un momento a otro todo un mundo dejaba de funcionar y un enorme empuje antidogmático de más de cien años atrás parecía aún ser un pretexto para el grito de arrogante rebeldía de Descartes, con el que cerraba su Discurso del Método: “si yo escribo en francés, que es la lengua de mi país, y no en latín, que es la de mis preceptores, se debe a que espero que los que hagan uso de su razón natural pura juzgarán mejor mis opiniones que aquellos que sólo creen en libros antiguos”? ¿Qué es esa razón natural pura? O en una frase: ¿por qué la ciencia moderna –que en definitiva es la institución discursiva que parece sintetizar bien el espíritu de la época? ¿por qué la búsqueda del espíritu o de la esencia no en lo superior ni en lo divino ni en la fe sino en el seno mismo de la naturaleza? Si la invalorable creatividad de la antigüedad griega nos había dado la geometría euclideana, la mecánica de Arquímedes, la medicina hipocrática, la historia natural aristotélica, esos cuerpos y tesoros de sabiduría y conocimiento se habían perdido en un profundo sueño comatoso, hasta que a fines del siglo 15 despiertan en Giordano Bruno, en Copérnico, en Galileo, en Kepler, en Vesalio. Qué novela, qué romance. Entonces: ¿por qué el 16 es el siglo del renacimiento de la ciencia y de la estética, del sentido de la proporción y del equilibrio, de la ontología positiva, de las formas clásicas del racionalismo? “Es que los hombres de aquel tiempo –dice Lucien Febvre– centraban su mayor ambición en rendir tributo a los griegos y a los romanos”10. Pero ¿por qué? Ese profundo misterio, ese enigma, eso que rara vez los historiadores explican en forma verosímil, tiene una respuesta tan simple como sorprendente: porque es el siglo de la conquista, es un siglo territorial y profundamente militar. El 16 es el siglo militar de la historia del capitalismo occidental moderno. La conquista y el despliegue del poder militar no son “el lado oscuro del Renacimiento”11(uso una frase de Mignolo) –son el Renacimiento.

En resumen. Podemos caracterizar el comienzo de esa línea cuyo trazado nos propusimos para intuir el itinerario de las tecnologías de regulación de las personas en la modernidad occidental, como tecnologías de expulsión y discontinuidad. La llamaremos Primera Modernidad, Modernidad Militar o Poder Clásico.

* * *

[Es claro que lo que los historiadores llaman habitualmente Revolución del Humanismo no es un fenómeno cultural que le pertenezca al siglo 16 o al Renacimiento. Algunos entendidos opinan que el humanismo y la ciencia natural se desarrollaron en escenarios separados y sin influirse recíprocamente. Me parece muy razonable –aunque existan los notorios antecedentes de Erasmo o Giordano Bruno. Para Bruno la extrema locura a la que se entregaban los españoles en América era uno de los efectos trágicos de la stultitia europea. Pero tampoco ignoraban los humanistas que esa locura, ese descontrol y esa desmesura solamente podía desplegarse sobre un escenario (o por lo menos sobre la posibilidad de un escenario) helado, apolíneo y armónico, un escenario compuesto por una racionalidad meticulosamente visual, geométrica y (en ese sentido) profundamente estetizada. En definitiva: un escenario militar, de mapas, de cálculos y de vigilancia. Insisto: la carnicería española en América no era simplemente el desborde, el enloquecimiento o el lado oscuro de una cultura: era su insumo, e incluso, llegado el momento, su motor. Quiero volver a mencionar un ejemplo. Es muy probable que las tecnologías territoriales para la regulación de las poblaciones (v.gr. visibilidad, vigilancia, disciplina, control, orden) y todo el inmenso continente de saber que deriva de ahí, hubieran sido pensadas especialmente para el control interno de los hombres armados: pasaje de hombres de armas a soldados, de mercenarios a miembros de una fuerza al servicio de un poder administrativo centralizado de tipo estatal, constucción de un ejército regular, etc. Es decir, para controlar las “locuras”: las torturas, las matanzas y los saqueos. El humanismo de Erasmo (en su Enchiridion o su Paraclesis) tiene mucho que ver precisamente con esa sospecha: en el siglo 16 hay menos locura que método y tecnología imperial12–un cristianismo que se está dejando invadir demasiado por el antihumanismo técnico del pitagorismo, el academicismo o el estoicismo.13]

3.

En el siglo 18 ha ocurrido ya una gran mutación. La podemos bautizar, ampliamente, como Segunda Modernidad (para retomar la expresión de Giddens), Modernidad Política o Gobernabilidad. Las tecnologías verticales de reyección que expusimos en el punto anterior han dado paso a tecnologías de proyección y anexión. Ya no la singularidad superior y despegada del poder sino la diversidad y la proliferación de las estrategias. Ya no poder sino relaciones de poder –en una frase en la que la palabra “relaciones” es, paradójicamente, más importante que la palabra “poder”. Ya no control, vigilancia y adiestramiento de territorios y cuerpos, sino técnicas subjetivantes sobre poblaciones y almas.

El nacimiento de la moderna gobernabilidad ocurre cuando se advierte que es mucho más económico educar que vigilar. En el arte de gobernar a las poblaciones, la escritura del poder comienza a pasar, muy lenta y contradictoriamente, desde un registro descriptivovisual (tercera persona) a una hermenéutica didáctica del yo, y de una escrituraregistro, secreta y retentiva, a una escritura que se enseña y se negocia. En resumen: la gente comienza a hablar, es decir, comienza a ser escolarizada, aprende a leer y a escribir, comienza a adquirir la titularidad de un discurso o de una voz, se problematiza y se abisma en una interioridad, responde a las interpelaciones civiles, se hace crítica y autorreflexiva. El individuo se vuelve sujeto: sujeto cívico, sujeto de discurso, sujeto de derecho. Aprende a hablar, a decir yo.