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En el mundo de hoy los abuelos están de regreso en la crianza, y así será en el futuro previsible, y este regreso —que debiera formar "parte de la solución" (el lugar natural de la armonía, de la alegría, del afecto y la ternura)— con cierta frecuencia se ha sumado para formar "parte del problema", en el que todos pierden, en el que no son extraños los desencuentros entre padres y abuelos en torno a la crianza de los niños. Los autores creemos que a esta dolorosa situación sí se le puede dar vuelta…
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Seitenzahl: 159
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Los nombres de los autores aparecen en orden alfabético.
Primera edición digital en Panamericana Editorial Ltda.,
mayo de 2020
Primera edición, julio de 2017
© 2017 Instituto Colombiano de Neurociencias
© 2017 Panamericana Editorial Ltda.
Calle 12 No. 34-30. Tel.: (57 1) 3649000
www.panamericanaeditorial.com
Tienda virtual: www.panamericana.com.co
Bogotá D. C., Colombia
Editor
Panamericana Editorial Ltda.
Textos
Jorge Eslava, Lyda Mejía, Neva Milicic
Ilustraciones
Kreesel
Diagramación
Martha Cadena
Producción libro electrónico
eLibros Editorial
ISBN 978-958-30-5597-3 (impreso)
ISBN 978-958-30-6108-0 (epub)
Hecho en Colombia -
A nuestros nietos y a sus padres que nos
han regalado una abuelitud maravillosa…
a la vida que nos ha dado tanto.
Prólogo
Preludio: El contexto
Capítulo I: Los hechos y sus causas
Capítulo II: La realidad
Capítulo III: El manual de convivencia
Capítulo IV: Contenidos del manual de convivencia
Capítulo V: Los aportes de la abuelitud
Capítulo VI: Abuela, léeme un cuento
Capítulo VII: Cae el telón
Epílogo: ¿Qué quedó de todo ello? El legado de los abuelos
Los autores
En buena hora llega este libro para avanzar en el propósito de que nuestra sociedad entienda que sí es posible una crianza sin maltrato, sin premios ni castigos y, en su lugar, con límites y amor. Esta crianza respetuosa y amorosa es un reto aún más difícil si no se cuenta con los abuelos, quienes, como lo plantea este libro, pueden ser los mejores aliados de los padres en esta maravillosa etapa.
Sin embargo, nadie nos enseñó a ser papás o mamás, y menos aún nos han enseñado a ser abuelos o abuelas. Además, los imaginarios de esta relación padres-abuelos-suegros —en general—, no contribuyen a la construcción de una buena relación que privilegie la crianza y la educación de los nietos. Este libro se convierte entonces en una valiosa guía para los que tienen la fortuna de ser abuelos y para prepararnos a quienes soñamos con serlo algún día. Pero de manera especial es una guía para que los papás y las mamás entendamos, cuidemos y aprovechemos con todo el respeto al mejor apoyo que podemos tener en la crianza, los abuelos.
Algo que vale la pena resaltar de este libro es la sensatez; aunque nada en él es obvio, con su lectura se hacen evidentes cosas que usualmente no vemos o sobre las que no reflexionamos. Una de estas cosas es que en la crianza el que está en el centro es el niño o la niña, y que tanto padres como abuelos estamos allí para ayudarlos a crecer día a día en autonomía, para cuando llegue el momento en que los veamos irse, con lágrimas en los ojos, seguramente, pero con la tranquilidad y la ilusión de seguir siendo testigos de una vida fructífera, autónoma e independiente.
Otro de los temas que nos plantea el libro es que los abuelos son un segundo anillo en el entorno protector que deben tener los niños, cuya labor es fundamentalmente cuidar y dar afecto. Para los abuelos, que están en la segunda línea, un gran reto es ser capaces de seguir y apoyar esa guía de los padres, mientras les brindan lo mejor de sí mismos.
Una de las tareas a la que, según los autores, ningún abuelo debería renunciar es a brindar memoria, tradición y herencia ética a sus nietos, algo que los papás y las mamás debemos entender y valorar.
Por último, pero no menos importante, los padres y los abuelos deben privilegiar el juego durante la crianza. Tenemos la oportunidad de volver a ser niños, de recordar o de aprender las canciones de la infancia, de usar títeres, de leer cuentos y mucho más; este libro nos da buenas ideas para hacerlo y, además, para disfrutarlo.
Los papás y las mamás, que tienen la primera responsabilidad en la crianza y la educación, deben recordar que también la tienen para hacer de esta relación padres-abuelos la más armónica, provechosa y respetuosa posible, para que cuando llegue el deterioro o la enfermedad del abuelo o la abuela nos quede la satisfacción de que nuestros hijos recibieron lo mejor de ellos. En ese momento los abuelos tendrán la certeza de haber dejado una huella indeleble que hará de sus nietos mejores personas, lo que los mantendrá vivos en la mente y en el corazón de ellos.
Este es un aporte muy valioso para que muchos más niños y niñas tengan la infancia maravillosa que los padres y los abuelos debemos brindarles.
A Neva, Lyda y Jorge, gracias por compartir tanto cariño y tanta sabiduría.
¡¡¡Qué afortunados son sus nietos!!!
Carolina Piñeros Ospina
Directora ejecutiva Red PaPaz
Bogotá
HORA: 5:30 p. m.
LUGAR: Consultorio de la profesional a quien se le ha consultado por las severas y reiteradas dificultades comportamentales del niño, que está lesionando a sus compañeros y maestros, y pone en riesgo su desempeño escolar y social.
EVENTO: La profesional acaba de compartir con los padres del niño las estrategias y las acciones que deben implementarse para ayudarlo a crecer en autorregulación y armonía. La sesión ha terminado y los padres están por abandonar el consultorio. En ese momento, uno de ellos se gira y…
TRAGEDIA: “Ayyyyyy, doctora, ¿cómo hacemos para que todo esto lo entienda la abuela? Porque es ella quien está normalmente con el niño y si viera usted…”. (Aquí toda una seguidilla de quejas en contra de la pobre abuela, de cómo lo malcría, de cómo no hace lo que debiera, de cómo es un desastre a la hora de ayudarle con los deberes, etc., etc., etc.).
EPÍLOGO: La profesional pregunta: “¿Dónde está la abuela?”. La respuesta es: “Afuera, esperándonos en el auto”.
El regreso de los abuelos a la crianza debería ser el lugar natural de la armonía, de la alegría, del compartir. Infortunadamente, suele ser lo opuesto: un espacio fragoroso y doloroso en donde todos sienten que reciben menos de lo que quisieran, resienten la actitud del otro y concluyen que “les toca resignarse a este mísero acuerdo porque no hay más remedio”. Un auténtico pierde-pierde en el lugar que por derecho propio debería ser un auténtico gana-gana. Los autores creemos que a esta dolorosa situación se le puede dar la vuelta. Acompáñennos por favor…
Creemos que debemos empezar por presentarnos. El tema de la crianza no es aséptico ni objetivo. Implica una toma de posiciones en la que están involucrados muchos factores, entre ellos —y de manera preponderante— los valores, los afectos y las emociones, y nada de ello es aséptico u objetivo. Por ello nos parece de elemental honestidad intelectual dar a conocer al lector quiénes somos los autores y desde dónde se origina nuestra mirada.
Somos tres abuelos. Por ello llevamos la voz de los abuelos. Pero también miramos de manera crítica a nuestros pares y a nosotros mismos, porque debe recordarse que no hay cuña que más apriete que la del propio palo. Registramos con amor la voz de los hijos, hoy convertidos en los padres contemporáneos. Sin embargo, también creemos —como es propio de los abuelos— tener la capacidad de tomar cierta distancia respecto de esas minúsculas tragedias cotidianas que con cierta frecuencia se agigantan frente a los padres contemporáneos y transforman la maravillosa aventura de la crianza en una caótica tormenta de desesperanza. También quisiéramos ser la voz de los niños. La voz explícita cuando quisieran expresar todo ese maravilloso torbellino de alegría y confusión que reina en sus cabecitas y no saben cómo hacerlo o encuentran que sus padres no saben entenderlo. Pero también la voz implícita cuando el estadio apenas incipiente de su desarrollo y de asomarse al mundo no les permite entender ciertas razones e imperativos que quisieran ignorar pero que deben reconocer y acatar.
Además de abuelos somos tres profesionales. ¿De qué? Quisiéramos autodenominarnos “profesionales de la infancia”: una psicóloga, una fonoaudióloga y un neurólogo infantil que hemos desarrollado toda nuestra historia laboral, académica, afectiva y misional en torno a los temas del desarrollo, el aprendizaje y la conducta de los niños, y en ello hemos descubierto un mundo maravilloso y la oportunidad de aportar a la construcción del mismo.
Hemos acompañado a familias que han conseguido con sabiduría, perseverancia y amor enfrentar situaciones complejas debido a dificultades del desarrollo de sus hijos, ocasionadas por circunstancias ambientales desfavorables o por cambios abruptos en sus condiciones de vida. De igual forma hemos sido testigos del goce compartido por padres y abuelos en la crianza, la transmisión generacional de costumbres y valores en ella, y la adopción por parte de los abuelos de conocimientos, tecnología y costumbres que la facilitan y enriquecen. Nos hemos enfrentado también a situaciones dolorosas, tanto más dolorosas en la medida en que convierten a unos seres maravillosos en impotentes actores de una tragicomedia de equivocaciones que con frecuencia marca con el sello del dolor su presente y su futuro, y arrastra en esa caída a muchos inocentes cuyo único pecado fue rodear a esos actores.
Una de esas situaciones son los desencuentros entre padres y abuelos en torno a la crianza de los niños. Hace algunas décadas este era un tema inane por la sencilla razón de que los abuelos habían “desaparecido” de la crianza en la mayoría de las familias. Hoy, esos abuelos están de regreso en la crianza, y este regreso —lejos de formar “parte de la solución”— con cierta frecuencia se ha sumado para ser “parte del problema”. En una situación en la que todos pierden.
De ahí nace este libro.
Nace de nuestra convicción de que —como se mencionó arriba— a esta dolorosa situación se le puede dar la vuelta. Lo hemos visto una y otra vez en la práctica profesional cotidiana. Hay además abundante material teórico que soporta la validez de las premisas que lo fundamentan. Pero, por encima de todo, se ve en los ojos de los niños y las niñas, los padres y las madres, los abuelos y las abuelas cuando logran liberarse de esas ataduras de la incomprensión, la frustración y la desesperanza para encontrar la armonía que, por derecho propio, debería estar en el epicentro de las relaciones entre padres, abuelos y nietos.
Este libro —igual que otro de la misma serie— se basa en consideraciones científicas, pero no pretende ser un tratado científico o académico. Durante las últimas décadas hemos acumulado información valiosa y razonablemente sólida sobre el desarrollo infantil, la manera en la que los niños aprenden (aprenden en sentido amplio, esto es, aprendizaje académico, sí, pero también de actitudes, conductas, respuestas, en fin, para la vida), los factores que facilitan o entraban un aprendizaje sano, y los paradigmas a los que se enfrentan los padres contemporáneos, etc.
A partir de esos conocimientos científicos, la experiencia de más de tres décadas de práctica profesional ha ido moldeando unas posturas concretas frente a ese “matrimonio padres-abuelos para la crianza”. Las dificultades concretas de varios miles de niños, sus padres y sus abuelos, y los resultados de las estrategias de intervención implementadas, han ido dando cuerpo a esa postura y le han dado sentido de urgencia a la expresión abierta de esa postura. De allí nace este libro.
Por ello ya advertimos con anterioridad que, a pesar de que se basa en consideraciones científicas, este escrito no pretende ser un tratado científico o académico. Hemos abandonado por ello la pretensión de escribir en el formato usual de los textos académicos, para reflexionar sobre el “matrimonio padres-abuelos para la crianza” sin citas bibliográficas y en lenguaje llano, sin tecnicismos.
Bienvenidos, padres y abuelos.
Acompáñennos, por favor…
Los abuelos están de regreso en la crianza. Esa es una realidad contundente en el mundo contemporáneo y —a juzgar por las evidencias disponibles— lo será aún más en el futuro.
Por ejemplo, Jacqueline Balcells y Mónica Espinosa (2016), en su libro Abuela... ¿Yo? nos recuerdan que, en Estados Unidos, uno de cada catorce niños vive en un hogar sostenido por un abuelo.
La Universidad Católica de Chile, por su parte, documentó en 2013 que un 41 % de los adultos mayores viven al menos con un nieto.
En Colombia, de acuerdo con el censo de 2005, en el 15,5 % de los hogares en los que hay niños, el jefe del hogar es alguno de los abuelos.
Sin embargo, más allá de las frías cifras hay un hecho fácil de comprobar.
Vaya usted, amable lector, a cualquier escuela o jardín de infantes a la hora en la que los niños entran o salen y fíjese usted bien en quiénes están allí: los que están esperando en la puerta, en una muy alta proporción, son los abuelos, mas no los padres.
En los últimos cincuenta años, la expectativa de vida global ha aumentado de manera vigorosa.
En América Latina ha pasado de 52 años en 1950 a 73 años en la actualidad. Para Colombia, la expectativa de vida actual es de 74,8 años; para Chile, de 80,5 años.
Esto hace que los abuelos estén ahí presentes. Pero ¿dónde es ahí?
Ahí es en el hogar, en la familia, porque son esos, precisamente, los años en los que las personas terminan su ciclo laboral y, por ese motivo, están de regreso en la casa, en contacto estrecho y directo con los niños, es decir, con sus nietos.
Pero los abuelos contemporáneos no solo son más longevos, son también más vitales.
Los avances de la medicina contemporánea, los mejores conocimientos sobre la salud, la prevención y la vida sana han conseguido añadir, no solamente más años a la vida, sino también más vida a los años: la mejor y más extensa conciencia sobre la importancia del ejercicio; la prevención del tabaquismo; los desarrollos en tecnología de apoyo visual, auditivo y motor; la aparición de medicamentos, terapias y otras acciones que disminuyen el impacto de las condiciones invalidantes de antaño (por ejemplo, la artritis reumatoide o la osteoporosis), etc., etc., etc., han confluido para hacer de los abuelos unas personas mucho más vitales, de mejor humor, más capaces y mejor dispuestas a ayudar en la fascinante aventura que es la crianza de los niños.
Una larga vida es también una larga oportunidad para llevar cicatrices: en el cuerpo, en el alma… y en el bolsillo. La mayoría (¿todos?) de los abuelos contemporáneos son sobrevivientes de grandes o pequeñas catástrofes financieras globales, locales o domésticas. Algunos lograron salvar algo del desastre —bien en capital acumulado o bien porque disfrutan de una pensión, con frecuencia magra—, pero, para muchos, el naufragio se lo llevó todo. En Colombia, por ejemplo, solo el 25 % de los ancianos tienen hoy derecho a pensión. Esta situación obliga al abuelo a buscar apoyo y refugio pecuniario, lo que con frecuencia implica regresar a casa de los hijos y los nietos. La consecuencia es obvia: el abuelo o la abuela están ahí, disponibles para apoyar en la crianza.
Cuando el abuelo o la abuela, que ha construido una muralla invencible de vínculos, afectos y certezas en torno a su relación de pareja, sufre esa catástrofe telúrica que lo(la) deja en la mitad de ninguna parte, solo(a), desvalido(a), temeroso(a), frágil, es apenas natural que busque refugio en sus anclajes naturales: hijos y nietos, y ello trae al abuelo o la abuela de vuelta a la crianza. Por otro lado, es cada vez más frecuente la separación y el divorcio entre ancianos —hecho que antes era virtualmente desconocido—, lo que también trae al abuelo o la abuela de regreso a la crianza.
Pero también pueden ser los padres quienes padecen apuros económicos y requieren el apoyo de los abuelos —si están estos en condiciones de ofrecerlo—, de modo que se juntan las familias y se pone de nuevo a los abuelos en situación de “disponibilidad obvia para apoyar en la crianza”.
Pero, sin duda, el principal factor que ha traído a los abuelos de vuelta a la crianza es la necesidad que tienen los padres de cuidadores para sus hijos. En la familia típica contemporánea, ambos padres trabajan, y su jornada laboral, sumada a los atascos de tránsito y otras arandelas de la vida cotidiana, obligan a disponer de adultos responsables que acompañen a los niños mientras sus padres no están en casa. A lo anterior se suma que el mundo de hoy ha añadido muchos frentes adicionales que deben ser atendidos: llevar al niño al odontólogo, a alguna actividad extracurricular, al parque o a la placita (las unidades de vivienda no tienen ya solares, jardines o espacios amplios para el disfrute de los niños y “jugar con los vecinos de la cuadra en la calle” ya no es una opción viable para la mayoría), atender las citaciones de la escuela, etc., etc. El panorama es aún más complejo cuando se recuerda que ese cuidador debe poseer altas cualidades académicas y culturales, pues debe ayudar a los niños a hacer sus tareas, a resolver sus interrogantes, además debe ser interlocutor válido de maestros, profesionales de la salud y autoridades, a tomar decisiones del día a día, etc. Finalmente, el panorama se hace aún más complejo cuando se recuerda que… ¡no hay presupuesto para atender estas necesidades! Por ello, ese cuidador debe ser… ¡gratuito! “¡Todos los caminos conducen a Roma!”. En efecto, la suma de las anteriores —y otras— consideraciones conducen a un solo desenlace: los cuidadores preferidos son los abuelos. Existen otras opciones, pero tanto desde el punto de vista “teórico” como desde lo que se observa en la cotidianidad, más allá del cuidado primario de los padres, los cuidadores por excelencia en el mundo contemporáneo y en el futuro previsible son —y serán— los abuelos.
¿Cuánta seguridad queremos para nuestros hijos? ¡TODA! Esto también conduce a elegir a los abuelos como la mejor opción, por encima de otras disponibles.
No obstante, creemos pertinente introducir aquí un llamado de atención.
Como bien han expuesto varios tratadistas —Steven Pinker entre ellos—, nunca antes en la historia había estado la humanidad más segura… y nunca antes se había sentido tan insegura. Dejamos a otros la explicación de este fenómeno, pero lo registramos con preocupación por las consecuencias nefastas que trae para todos. No obstante, en lo que aquí interesa, nos enfocaremos en los nietos y los abuelos.
Para los abuelos.