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En "Los ojos de Kora", Abraham Schweizer nos sumerge en una narración que entrelaza el destino de una gata enigmática y la complejidad de las emociones humanas. A través de reflexiones íntimas, un narrador aborda la ausencia, el amor y las heridas invisibles que moldean nuestras vidas. En un juego de espejos entre Kora, la gata de mirada penetrante, y Cora, una mujer con cicatrices del pasado, esta obra explora los vínculos entre humanos y animales, y cómo ambos pueden sanar, proteger y desentrañar los misterios de la existencia. Una novela que invita a descubrir cuántas vidas caben en una sola.
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Seitenzahl: 40
Veröffentlichungsjahr: 2025
ABRAHAM SCHWEIZER
Schweizer, AbrahamLos ojos de Kora / Abraham Schweizer. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-6001-8
1. Novelas. I. Título.CDD A860
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
1
Los ojos de Kora
2
Cora no vendrá
3
Carta a Cora
4
Respuesta de Cora
5
Policiales
6
Cora Cordis
7
La vida de Kora
8
Poema a Kora
9
Reencuentro
A mis seres queridos,
a los amigos lectores
y a los lectores amigos.
Aquella noche de grises pensamientos, de nubes negras envolviendo mi cielo. Aquella noche, no vendrías. No vendrías por mí, esta vez no te escaparías. Esta vez, no habría encuentro furtivo y estarías faltando al compromiso tácito y taciturno que sellamos con nuestras miradas sin mediar palabras. Supimos de antemano, o lo presentimos, o lo inventamos, ese otro lenguaje, el de la reciprocidad, el de estar allí para el otro, en silencio, descifrando ese código íntimo que nos une y nos unirá para siempre aunque no hayas venido a consentirme con tus caricias de garras, con tus actitudes felinas, con tus ojos de gata. Parece ser que ahora mis manos no son dignas de poseerte y se entumecen en el frío mármol del banco en el que estoy sentado. Una parte de mí no quiere convencerse de lo que ha pasado, no lo acepta; y la otra, sonríe, quizá confundida o desconcertada pero muy en lo hondo sabe que es el resultado del amor que construimos, y tu ausencia, son las alas de la libertad.
¿Por qué no te llevé conmigo? Ahora sólo me dejaste la incertidumbre de la sombra de tu silueta en mi regazo. Sólo tengo la profundidad de tus verdes ojos diáfanos, los únicos que sabían decirme la verdad. ¡Ay, Kora! Sólo vos me relamías y curabas las heridas. Otras veces, me pedías que te acariciara pero tu anarquía saltaba de soledad en soledad hasta que volvías a enrollarte entre mis piernas. Siempre tenías el control.
¿Y te acordás, cuando tontamente intenté seguirte por los árboles y techos en tu regreso a casa? La alborada vislumbraba en el horizonte mientras vos te difuminabas entre saltos y piruetas porque tu humano se percataría de tu ausencia antes de partir al trabajo. Como de costumbre te dejaría todo listo, el agua para que bebas, tu alimento balanceado, las piedritas para tu sanitario, no te faltaría nada. En cambio yo, nunca podría darte ni la mitad de lo que te han dado, excepto la compañía. Sabes bien que en algo nos parecemos y por eso nos necesitamos. Nuestras almas son noctámbulas. Somos las vidas que las personas no viven. Somos la curiosidad que nos mata.
El ventiluz del lavadero estaba cerrado. Recorrí toda la casa y no conseguí salir. Fui a la cocina, salté sobre la mesada y la ventanilla estaba con trabas. Descendí y fui al baño. Era mi noche de suerte, la ventana estaba entreabierta. Sólo tendría que tomar carrera, subir veloz por los azulejos de la pared, sostenerme en una pata sobre el borde de la abertura y con la otra quitar la traba. Y fue así que me las ingenié para salir esa noche.
La penumbra con su disfraz entristeció las estrellas y se ocultaron. Alguna vez dijeron que sus antepasados fueron panteras, y agazapada salió al acecho en la oscuridad, la luz estaría esperándola con sus cálidas manos en los fríos mármoles de la plaza.
A cientos de metros yo podía sentir su olor, escuchar su respiración inalterable, descifrar su mirada y contemplar el silencio. Las calles deshabitadas de humanos, los árboles como enfermos susurraban desvaríos, una lechuza perdida auguraba el vaticinio final. Ladridos y aullidos como ecos. No me atraparán.
Kora, distraída y cautivada por tantos mensajes incomprensibles para ella, continuó de rama en rama con sus saltos, llegaría a la copa del último álamo de la esquina y terminaría con las predicciones. El ave, un segundo antes de ser depredado, voló. La rama del árbol de la curiosidad se quebró. En la caída, tras varios giros vertiginosos en el aire, intentó aferrarse a cuantos gajos hubiera. Y no pudo. No alcanzó a apoyar completamente sus extremidades. Se rompió las costillas. Intentó un maullido de auxilio. De inmediato, una mandíbula furiosa le ahorró el dolor.
—¿Vos sabías que cuando reímos se activan muchos músculos del cuerpo?