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María Cambrils Sendra (el Cabañal, Valencia, 1877-Pego, Alicante, 1939), fue una mujer comprometida con el socialismo y un referente feminista en su época. Sin duda, una de las primeras y más significativas socialistas que, en los años veinte, analizó la especificidad de la problemática femenina y la subordinación de las mujeres. El título de su libro, Feminismo Socialista, es toda una declaración de principios, una propuesta de acción y de proyecto político, en el que la causa del feminismo se vincula al socialismo. Este volumen analiza la figura y la obra de Cambrils, uniendo el estudio de sus referentes biográficos, su pensamiento y sus propuestas discursivas, a la edición de la gran mayoría de sus escritos -sus artículos y su libro Feminismo Socialista-, reunidos por primera vez en una misma publicación.
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Seitenzahl: 816
Veröffentlichungsjahr: 2015
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© Los autores, 2015© Universitat de València, 2015www.uv.es/[email protected]
Maquetación: Inmaculada Mesa
Ilustración de la cubierta: Arxiu familiar
Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera
ISBN: 978-84-370-9777-0
En un tiempo fueron de carne y hueso; luego lo que quedó fueron memorias, retratos, escritos y su arte
NATALIE ZEMON DAVIS, Mujeres de los márgenes
ÍNDICE
PRÓLOGO, Carmen Alborch
INTRODUCCIÓN, Rosa Solbes, Ana Aguado y Joan Miquel Almela
1. MARÍA CAMBRILS Y JOSÉ ALARCÓN: LUCHA, REPRESIÓN, HISTORIA Y MEMORIA, Rosa Solbes y Joan Miquel Almela
Raíces pegolinas con destino al Cabanyal
Cambio de vida, cambio de ideas. María Cambrils conoce a José Alarcón
El socialismo en Pego y las influencias de Cambrils y Alarcón.
Trágico destino y olvido final
2. MARÍA CAMBRILS: SOCIALISMO ES IGUALDAD. CONTEX-TO HISTÓRICO, POLÍTICA Y ESCRITURA, Ana Aguado
Cultura política e ideología. Las culturas obreras del primer tercio del siglo XX: del socialismo al feminismo
Los contextos políticos. Dictadura de Primo de Rivera y Segunda República
Socialismo es igualdad. Ideología, propuestas discursivas y escritura de María Cambrils
«La capacidad femenina». Relaciones de género y subordinación femenina
«El feminismo ante un nuevo derecho matrimonial». Modelos normativos de familia, matrimonio y feminidad doméstica
«¡Despierta, mujer, despierta!». El concepto de feminismo
«Todo por el socialismo». El concepto de socialismo
«El voto femenino». República, sufragio y ciudadanía femenina.
3. A MODO DE CONCLUSIONES: «La razón del feminismo», Ana Aguado
ÁRBOL GENEALÓGICO Y RESIDENCIAS DE MARÍA CAMBRILS
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
EL LIBRO: FEMINISMO SOCIALISTA
ARTÍCULOS DE MARÍA CAMBRILS EN LA PRENSA
Artículos de prensa de María Cambrils por orden cronológico
Artículos publicados
El Socialista
El Obrero
El Obrero Balear
El Pueblo (Diario republicano de Valencia)
El Pueblo (Órgano de los Trabajadores de Salamanca)
Revista Popular
PRÓLOGO
Carmen Alborch
Después de leer con detenimiento esta monografía sobre María Cambrils, mi primera reacción es de extrañeza por el olvido en torno a esta importante figura del socialismo y el feminismo español. Sensación que se mezcla con la admiración hacia su persona, extensible a algunas mujeres coetáneas suyas, a las que en ocasiones se refiere. Algunas mucho más conocidas, como nuestra querida Clara Campoamor, que escribió el prólogo a su obra principal y única en formato libro: Feminismo Socialista.
Me ha parecido una idea excelente la publicación de este trabajo compuesto por la mayor parte de la obra de María Cambrils, acompañada por los estudios de tres especialistas en ámbitos distintos –la historia, el periodismo, la archivística– que nos aproximan a su vida, su entorno, sus afectos, los valores y principios por los que luchó. El libro incluye el análisis histórico de sus textos y el estudio de sus aportaciones al socialismo y al feminismo en el contexto nacional e internacional en el que se desarrollaron, especialmente durante el primer tercio del siglo XX. No ha resultado una tarea fácil reunir referencias biográficas de María Cambrils dadas las pocas huellas que permanecen, como muy bien ponen de manifiesto Rosa Solbes, Ana Aguado y Joan Miquel Almela, y no deja de resultar curioso que consideren un gran hallazgo descubrir una fotografía suya. Me sorprende también el escaso conocimiento general sobre su vida, y me pregunto cómo puede quedar en el olvido una persona que vertía su opinión constantemente en publicaciones periódicas sobre temas importantes y diversos, firmando con su propio nombre, demostrando capacidad para la polémica, constancia y una preparación poco usual en aquella época, con esa fuerza en el discurso derivada del compromiso con sus principios. Desde luego, en su momento fue conocida, pero también rápidamente olvidada: se borraron sus huellas.
Creo que la primera vez que tuve referencias de María Cambrils fue hace muchos años, cuando se constituyó en Valencia el grupo que llevaba su nombre, formado por personas vinculadas a la Universidad, al socialismo y al nacionalismo. Ha sido recientemente, a raíz de estos textos, cuando he percibido la intensidad y la firmeza de sus convicciones, su tenacidad, perseverancia, claridad, valentía, coherencia. Y obviamente, surge la pregunta: ¿cómo y por qué una mujer (destaco su condición) nacida en el Cabanyal en 1877, con unos orígenes y un entorno poco propicios, alcanza ese grado de formación y esa capacidad de reflexión? María fue autodidacta. Su iniciación en el compromiso político se debió, como ella misma confiesa, a su vecina y amiga Natividad y a su compañero José Alarcón:
primero por curiosidad, por interés después, quise conocer la filosofía socialista, la entraña de aquel ideal del que me hablabas. Tú me iniciaste y los libros me convencieron.
Leyó entre otros a Marx, Pablo Iglesias y a Bebel, que fue quien más la iluminó. José Alarcón fue un hombre apasionado por la política que, procedente del anarquismo, se comprometió posteriormente con el socialismo y el sindicalismo. Tuvo varios oficios y fue repartidor de periódicos y periodista. Entre otras responsabilidades ejerció de secretario general de la Casa del Pueblo de Pego. Encarcelado 21 veces (leía a los presos textos de Concepción Arenal), y fusilado en 1940. Este hombre de fuerte carácter y apasionado por la política se convirtió en su gran amor. «El amor libre –escribiría María– es lo más honrado y dignificante». Por coherencia nunca se casaron, porque como explicaba, «nosotras hemos procurado vivir de acuerdo con nuestro criterio acerca de todas las cuestiones de la vida». Ella, como hemos dicho, fue autodidacta, y parte de sus conocimientos los adquirió a través de la lectura en el convento en el que ingresó tras enviudar siendo muy joven. Sus lecturas de entonces y las posteriores están constantemente referenciadas en sus escritos: desde La Biblia, Santa Teresa, Sor Juana Inés, hasta Marx, Fourier, Kant, Mary Wollstonecraft, Alejandra Kollontai o Madame de Staël y muchos más. Como defensora de la ciudadanía de las mujeres también tuvo presente a Olympe de Gouges.
María Cambrils, activa militante, socialista integral, escribió más de cien artículos, aunque en su testamento se declararía viuda y sin profesión especial. En muchas ocasiones emociona y asombra por la firmeza de su discurso, y porque no elude la confrontación dialéctica, especialmente frente a los adversarios de la equidad. Clara Campoamor la define muy bien en el prólogo del libro Feminismo Socialista como una mujer singular, «que cree en la mujer porque cree en sí misma», y le atribuye en su reivindicación serenidad, y sencillez y sobriedad en la exposición. Es el libro, en su opinión, «fruto de un ardiente, sincero y vívido entusiasmo pleno de esperanzas en la colaboración social de la mujer». Reclama
aquiescencia y aplauso para su bien templado ánimo y su constante labor de línea recta, armónica, que, firme en la posesión de la verdad, no sufre un momento de flaqueza. Es la voz de una mujer que lucha, sufre y cree, que ejerce el buen periodismo con una cultura depurada sobre el tema, curiosidad infinita, voluntad templada.
María dedica el libro a Pablo Iglesias, manifestándole su gran admiración. En muchos textos se refiere a él como el «venerable maestro», «venerable abuelo», «incansable adalid del socialismo, integérrimo, que despierta admiración de amigos y adversarios por su constancia y austeridad». Y en su introducción, que titula «Cuatro palabras» resume el propósito del libro, y asume la aspiración de llegar lo más pronto posible a la igualdad de derechos para ambos sexos, reivindicación principalísima del feminismo socialista:
Nuestro libro –escribe– no es un pasatiempo, es un alegato contra la injusticia, la opresión, el matrimonio indisoluble y las violencias con las afecciones del corazón. En estas páginas solo se podrá apreciar la sinceridad de un espíritu ansioso de libertad, que habla cual su mejor amigo a las mujeres y a los hombres.
Busca la complicidad masculina y especialmente de sus compañeros socialistas en distintas ocasiones, y por ejemplo, en las páginas introductorias de Feminismo Socialista solicita:
Todo hombre que adquiera y lea este libro debe facilitar su lectura a las mujeres de su familia y de sus amistades, pues con ello contribuirá a la difusión de los principios que conviene conozca la mujer en bien de las libertades ciudadanas.
María Cambrils considera que el feminismo es una manifestación colectiva de disconformidad que aspira a que la sociedad humana se rija por normas de equidad, y confía en que la mujer española sea también socialista: «No puede ser otra cosa ni pensar de otro modo si de verdad se pretende su liberación». En su artículo «Remachando el clavo» se expresaba así: «las mujeres obreras españolas no podemos olvidar que la única fuerza política de solvencia moral francamente defensora del feminismo es el socialismo». También denuncia a los enemigos del feminismo y los adversarios de la equidad, afirmando que «la mujer moderna aspira a coparticipar del derecho y no a imponerse, como sostienen caprichosamente los enemigos del feminismo. No queremos piedad sino justicia».
Como se puede comprobar, no me he resistido a entresacar algunas de sus frases. Entre las ideas centrales de su discurso destacaría: la necesaria vinculación del feminismo y el socialismo, la definición de ambos conceptos y sus aportaciones en torno a los mismos, sus argumentos contra los adversarios de la igualdad, que intentan convencer con análisis pseudo-científicos la «natural inferioridad de la mujer», y perpetuar la sumisión y la subordinación. Sostiene con razón que si las mujeres recibiéramos la educación adecuada demostraríamos nuestra capacidad, como hemos hecho cuando hemos tenido la oportunidad. Como defensora del sufragio universal y de la ciudadanía plena de las mujeres considera necesaria su participación y su organización. Manifiesta su vocación internacional inspirándose en otros países y las organizaciones y movimientos internacionales. Y dice así:
Nosotras, partidarias de un feminismo razonable defensoras de nuestras libertades políticas y civiles detentadas contra toda justicia y todo derecho natural, creemos que una regular instrucción podría bastar para poner a la mujer en condiciones de intervenir, como el hombre, en todos los asuntos que afectan al interés general y a la vida social del conjunto.
Como vemos, insiste en la idea de que la educación es fundamental. Afirma que la diferencia de cultura y de mentalidad no se da en función del sexo, sino de la enseñanza recibida:
La historia de la humanidad no se podrá escribir en tanto la educación cultural de la mujer esté sujeta a restricciones, mientras no se le concedan, legal y humanamente, los mismos derechos que se reconocen para el hombre.
También ataca a Moebius y todos aquellos que propagan la «natural inferioridad» de la mujer. Y denuncia el antifeminismo disfrazado: «la exclusión de las mujeres de los trabajos intelectuales y profesiones liberales se debe al monopolio y egoísmo masculino». Sabido es que en esta cuestión, como en otras, avanzamos en la Segunda República y retrocedimos enormemente durante la dictadura.
Lamenta María Cambrils que el feminismo no haya progresado en España, y responsabiliza de ello y de la subordinación de las mujeres a la cantidad de hombres que se oponen, incluidos algunos «sabios», y a los prejuicios religiosos:
Veinte siglos de dominio románico sobre las conciencias, son tiempo más que suficiente para evidenciar el criterio cerrado que siempre tuvo la iglesia romana contra la libertad de las mujeres.
Invita a vencer los prejuicios porque
relegar a las mujeres a los simples menesteres de la aguja y a las funciones naturales de la maternidad, nos parece, no ya solo el colmo del egoísmo masculino, sí que también solemne estupidez, que merece toda la acritud de nuestro reproche.
Estima que los compañeros socialistas defienden las justas reivindicaciones femeninas, aunque hombres que se denominan socialistas se comportan con indiferencia e incluso hostilidad.
Repetidamente pone de manifiesto la necesidad de que las mujeres nos organicemos. En su artículo «Manos a la obra» y en otros textos considera que «para lograr la justicia social las mujeres debemos cooperar reforzando las Agrupaciones femeninas socialistas existentes y organizarlas donde no existan». En este y en otros textos trasmite una experiencia interesante de organización al referirse a las agrupaciones creadas en la primera década del siglo pasado, dentro de las cuales, dice, «caben todas las mujeres anhelosas de la reivindicación de sus derechos». Se refiere al apoyo mutuo, aunque se manifiesta en contra del feminismo catequista y de las propuestas católicas y neutras. En numerosas ocasiones plantea controversia con mujeres significativas o que considera representativas de un feminismo «amorfo» porque entiende que no defienden realmente los derechos de las mujeres. Denuncia la doble moral sexual, los matrimonios de conveniencia, causa de la discriminación, subordinación insoportable, y se refiere a todo lo que la mujer pierde con el matrimonio indisoluble, la manifestación más dramática de la desigualdad que denominamos violencia de género. Exige la investigación de la paternidad, y defiende una ley de divorcio que no se aprobó, como es sabido, hasta la Segunda República. Fue también defensora del sindicalismo de clase.
Cambrils nos invita a aproximarnos a otras mujeres dignas de consideración, refiriéndose a sus obras y a sus hechos. Algunas de ellas son bien conocidas y otras no tanto: María Carbonell, Ellen Kay, Ángela Santiago, María de Maeztu, Margarita Nelken, María Guerrero, Victoria Kent, Concepción Arenal, Federica Montseny, Emilia Pardo Bazán, Rosario de Acuña, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Ángela Grassi, entre otras muchas. Del archivo de su memoria extrae los nombres de algunas de las muchas mujeres ilustres que demostraron
en todos los ramos del saber humano poseer mentalidades superiores a los sabios de oropel que sostienen la inferioridad mental de la mujer, aduciendo solo razones científicas de la craneología comparada.
Junto a los valores positivos femeninos incluye un listado francamente interesante en el epígrafe «Mujeres de los tiempos heroicos extranjeras y española». Porque, como ella afirma, «una mujer bien instruida, culturalmente cultivada puede llegar a las cimas del saber humano con la misma facilidad y medios que llega el hombre que pasa por las aulas universitarias». Con entusiasmo y siempre construyendo dice que «el feminismo ha tenido en todas las épocas de la historia sus manifestaciones de vitalidad colectiva».
Llama a las mujeres a la participación en política: «Aspiramos a intervenir en todo cuanto se relacione con los intereses del país que son también los nuestros». Invita a las españolas a imitar a millones de mujeres que por la
virtualidad de las doctrinas socialistas se han agrupado en países como Alemania, Austria, Suecia, Dinamarca, Francia, Estados Unidos y que intervienen activamente en la vida administrativa de las ciudades y en los debates parlamentarios.
Y apela a las conclusiones del Congreso socialista de Marsella de 1925, entre las que se incluye la idea de que cada partido socialista deberá considerar la emancipación de la mujer como una de las tareas más importantes de su política.
Una época interesante y compleja en la que confluyen, especialmente a partir de la primera guerra mundial, las primeras y poquísimas mujeres universitarias (conviene recordar que en el año 2010 hemos celebrado el centenario del acceso de las mujeres a la Universidad española). Una presencia escasa pero cualitativamente importante, según señalan especialistas como Ana Aguado. María Cambrils se convierte en un verdadero referente porque analizó la realidad, denunció las injusticias y propuso alternativas políticas para el cambio. Muchas de sus reflexiones continúan teniendo vigencia, y de ellas podemos extraer experiencias y enseñanzas, aunque el tiempo no ha transcurrido en balde.
Una vez más comprobamos el esfuerzo que supone cada avance, y que sin el compromiso continuo de tantas mujeres no se hubieran conquistado muchos derechos y libertades. Urge afianzarlos, y para ello también es imprescindible que no haya lagunas tan enormes en el pasado, que se difunda una historia que visibilice las aportaciones de las mujeres, sus talentos, sus fortalezas, los logros. Por ello insistimos en que es preciso conocerlas, investigarlas desde el más alto nivel –la Universidad, centros de investigación–, y hacer pedagogía en todos los ámbitos. Incluir sus historias en los libros de texto implicaría en buena medida incorporar la historia de la igualdad. Cuanto más sabemos, más nos indignan estas ausencias, los silencios. Y más nos afianzamos en la idea de que es necesario hacer historia, memoria, tener memoria política. Incluir a las mujeres como sujetos de la historia, desvelar y publicitar en los espacios educativos y de divulgación, utilizando las redes y las nuevas tecnologías, también el patrimonio en femenino. Porque es patrimonio de la humanidad y como tal hay que conocerlo, reconocerlo, y conservarlo.
María Cambrils fue una referente feminista para las mujeres en su época, no una desconocida. Una mujer comprometida que escribía periódicamente sobre temas de actualidad en diferentes publicaciones, entre ellas ElSocialista. Y como podemos comprobar, sus aportaciones contribuyeron a enriquecer al pensamiento socialista y feminista. Sin embargo, ni una calle lleva su nombre. Como hemos mantenido en otras ocasiones, las calles de las ciudades deberían hablarnos también de todas esas mujeres que son la mitad de su historia, su fuerza y su talento. Las calles de las ciudades deberían recordarnos que han existido mujeres que nos han aportado su pensamiento, su arte, su trabajo, mujeres que lucharon por la igualdad, la libertad y la justicia social, por unos ideales. Insisto: hay que hacer genealogía, nombrando y conociendo a las mujeres ilustres y ejemplares, protagonistas sujetos de la historia, recuperando a quienes con sus esfuerzos han contribuido al avance de la sociedad y reconocer el protagonismo de esa mitad de la humanidad tan injustamente silenciada. Lo dicen las especialistas, lo repetimos constantemente, lo reivindicamos porque somos conscientes de que solo así se dejará de considerarnos unas recién llegadas en los espacios públicos. Y porque queremos que se haga lo justo debemos situar a nuestras antepasadas en los libros y dando nombre a nuestros espacios públicos, para que sean conocidas las mujeres ilustres y las mujeres todavía anónimas que participaron en luchas y protagonizaron acontecimientos. Porque nombrar, dar a conocer, implica o es un paso importante para destruir o combatir la invisibilidad femenina y contribuir al avance social.
Conviene recordar que el feminismo sigue siendo imprescindible. La desigualdad (y la invisibilidad es una manifestación de ella) es un grave déficit democrático. El feminismo, las mujeres feministas, han contribuido notablemente a mejorar las condiciones de vida de la humanidad. Por eso hay que conocer sus contenidos y reivindicar a quienes han contribuido a ese pensamiento, compromiso, filosofía, cultura, movimiento, que nos da claves para interpretar el mundo.
Afortunadamente vamos avanzando en el conocimiento de mujeres como María Cambrils y sus escritos, aunque con más lentitud de la deseada. Por fin sabremos más de su vida y obra como socialista feminista, defensora ferviente de la ciudadanía plena de las mujeres, gracias al compromiso, el saber y el esfuerzo de Rosa Solbes, Ana Aguado, Joan Miquel Almela, y la presente publicación de la Universitat de València. Con su empeño han conseguido dar un paso decisivo para dar a conocer y difundir ampliamente la figura de María Cambrils e incorporarla a nuestra historia.
En la conmemoración del centenario de la Internacional Socialista de Mujeres en 2007 se concluía:
Hace 100 años un grupo de cincuenta y ocho delegadas tuvo una visión de un mundo en el que la mujer y el hombre pueden ser iguales. Eran mujeres valientes, con unas convicciones que sostenían con pasión; son para nosotras una inspiración (…) Es nuestro deber hacia ellas terminar la labor que empezaron y hacer frente a los nuevos retos que nos esperan.
Ahora que las mujeres somos más protagonistas y anhelamos más y mejor democracia, ahora que se está debatiendo en nuestro país la reforma de la Constitución, queremos tener protagonismo en ella para garantizar a primer nivel los derechos y libertades por lo que hemos venido luchando.
Admiro el entusiasmo de María Cambrils, y quisiera que hiciéramos nuestra una frase suya escrita en su artículo «Fe en el porvenir»: «Ante las adversidades, que constriñen nuestra acción serena, razonable y legitima, no debemos desmayar jamás».
INTRODUCCIÓN
Rosa SolbesAna AguadoJoan Miquel Almela
Esta es la historia, la biografía, el pensamiento y los escritos de María Cambrils Sendra (el Cabanyal, Valencia, 1877 – Pego, Alicante, 1939), una relevante socialista valenciana, y sin embargo, desconocida para el gran público. Y en relación con ella, la historia de su también olvidado compañero, José Alarcón Herrero. La constatación de una paradoja que, por otra parte, afectó a tantas víctimas de la guerra y del franquismo.
El libro que presentamos es un estudio monográfico sobre esta socialista feminista, o en orden inverso, de esta feminista socialista, pues fue ambas cosas a la vez. ¿Por qué realizar una monografía sobre su vida, su pensamiento y sus escritos? ¿Cuál es la singularidad de este personaje? Entre las distintas respuestas posibles, podríamos decir que María Cambrils fue la mujer que más y mejor desarrolló el pensamiento y las alternativas feministas en el seno del socialismo español de los años veinte e inicios de los treinta, tanto en su libro Feminismo Socialista (Valencia, 1925) como en los más de cien artículos publicados en El Socialista y otros periódicos obreros.1 Precisamente en 2015 se cumplen noventa años de la publicación de su libro, y la importancia de la fecha es un motivo más para dedicar a María Cambrils una monografía que recopile su historia y sus escritos. Porque su vida y su obra son, o deben ser, referentes fundamentales para el análisis histórico de la cultura socialista, de la cultura feminista, o más ampliamente, sobre la historia de los socialismos y de los feminismos, en plural.
Feminismo y socialismo son conceptos fundamentalmente históricos, cuyo significado se ha ido redefiniendo en diferentes contextos, incorporando componentes políticos, sociales, igualitarios y de género; y en este sentido, su historicidad centra algunos de los debates más destacados en las últimas décadas tanto en la historiografía española como en la internacional. Por ello, analizar su construcción discursiva, tal como la realizaron mujeres como María Cambrils, y vincularla a su vida, a sus acciones, a sus textos y a su biografía, resulta un trabajo histórico de indudable interés.2
Pero María Cambrils, que tanto había significado en el feminismo y en el socialismo de su tiempo, acabaría borrada de la historia y de la memoria oficial a lo largo de toda la dictadura franquista. Ella y su compañero José Alarcón son un claro ejemplo de lo fácil que resulta para los vencedores construir la desmemoria, y también, de las dificultades y la necesidad de recuperar la historia de muchas mujeres y hombres, sepultados por el franquismo. Hombres y mujeres que también fueron borrados de la memoria colectiva, y fueron desterrados para siempre del acuerdo y la justicia.
Ciertamente, tras la transición a la democracia, y con el desarrollo en la Universidad española de la historia de las mujeres y de los estudios de género desde finales de los años setenta e inicios de los ochenta del pasado siglo, algunas historiadoras comenzaron a investigar y valorar la obra de esta mujer autodidacta. Así por ejemplo, entre otras, Mary Nash ya analizó en su tesis doctoral a María Cambrils y su pensamiento en el conjunto de propuestas feministas del movimiento socialista, comparando los planteamientos de su libro Feminismo Socialista con los de otras socialistas como Virginia González o Margarita Nelken.3 Pero tales investigaciones, desarrolladas en el marco académico, no llegaron a otros ámbitos sociales o culturales.
Así, en Pego y Valencia, lugares donde vivió, luchó y murió la pareja formada por María Cambrils y José Alarcón, no quedaba ni rastro de ellos, ningún recuerdo, ninguna memoria. Baste con decir que a principios de los noventa, cuando la Asociación Clara Campoamor de Bilbao se propuso reeditar el libro de Cambrils Feminismo Socialista –con la intención también de dar a conocer el muy interesante prólogo de la abogada y diputada sufragista– no pudieron localizar a nadie en Valencia que les diera cuenta sobre la persona de la autora, ni si había descendientes que pudieran detentar derechos de autor. En círculos socialistas madrileños les llegaron a insinuar que quizá María Cambrils había sido en realidad un hombre, y de hecho en los archivos de la Fundación Pablo Iglesias ciertos documentos podían inducir a esta confusión. Tengamos en cuenta que algunas fuentes documentales probablemente desaparecieran durante o después de la guerra civil. Así, en los archivos de la Fundación Pablo Iglesias que se guardan en Alcalá de Henares, entre los muchos escritos del dirigente socialista Evaristo Jorge Moreno –otro personaje a rescatar– hay uno especialmente significativo. Es la relación de los veteranos militantes valencianos del PSOE, entre los que se incluye a José Alarcón con esta referencia añadida: («María Cambrils»), escritor. Sic. Ningún detalle más. Lo que pudo dar lugar a la errónea hipótesis que afirmaba que María Cambrils era solo un nombre –un pseudónimo– con el que firmar una obra que parecía haberse convertido en la biblia de la vindicación de la mujer obrera, tal como comenzaban a mostrar las historiadoras del feminismo.
Pero… ¿un varón feminista firmando como mujer, al contrario de lo que había sido tan habitual, para dar más fuerza a sus alegatos en favor de la igualdad? No parecía en absoluto creíble que una persona como Clara Campoamor, que en el prólogo que escribió para su libro Feminismo Socialista se refiere a María en términos inequívocos, se prestara a tal engaño.
Por otro lado, muy significativamente, el nombre de María Cambrils serviría en Valencia, en los años de la transición a la democracia, para bautizar un efímero grupo «d’estudis i acció» de Convergència Socialista del País Valencià, grupo socialista y nacionalista que acabaría integrado en el PSPV-PSOE.4 Lo formaban docentes de la Universidad de Valencia, como Ernest Lluch, Dolors Bramon, Jordi Palafox, Teresa Carnero y Marius García Bonafé. Aunque el colectivo no tuvo gran presencia pública, en el año 1976 firmaron algunos artículos en el semanario Dos y dos sobre el tema de la mujer en el contexto económico de la época. Sus tesis respecto a la necesaria simultaneidad en la acción feminista y socialista –tal como defendió María Cambrils en su tiempo– fue contestada por algún sector del feminismo radical que entonces se empezaba a organizar.5
Por otro lado, tampoco se recogió más información sobre María Cambrils en la exposición itinerante organizada a principios de los años noventa por el Instituto de la Mujer mostrando cien paneles sobre las cien mujeres más emblemáticas del siglo XX. En ella tan sólo había una reproducción de la modesta portada del libro de 1925, en lugar de la imagen entonces desconocida de María. Y un texto que decía: «A pesar de la importancia de su trabajo, apenas sabemos nada de su vida, y no se conoce ninguna fotografía que la represente».
Sin embargo, en esos años localizamos a una persona que sí que había conocido personalmente a Cambrils, el veterano cenetista Leonardo Hernández, quien recordaba haber asistido a una conferencia suya (por supuesto, disertando sobre feminismo) en el Ateneo de Pellicers en Valencia, en los años treinta, y que la describía como «una mujer madura, regordeta».
Para seguir los rastros e indicios de su biografía, contábamos con su domicilio impreso en el libro, que nos llevaría al Padrón de habitantes de Valencia. También, con algunas notas sobre donaciones de la pareja, un suelto en El Socialista comunicando el traslado de domicilio a Pego, y finalmente el rastro familiar en el pueblo. Allí también se lograría localizar a Juan Bautista Pons, guardia de asalto durante la Segunda República, quien recordaba su trato con José Alarcón y con María Cambrils comentando cómo ella acompañaba a menudo a Alarcón, «aunque era menos activista, más intelectual». Y finalmente, el gran hallazgo: una preciosa fotografía en el cajón del olvido de una mesilla de noche (esos rincones donde el miedo a la dictadura había tenido que sellar parte del pasado). Era el típico retrato de estudio de una mujer sentada, peinada a conciencia y con ropas oscuras sencillas. Mira a cámara mientras mantiene en sus manos un libro abierto donde se lee claramente Feminismo Socialista. La única imagen por el momento, que publicaría por primera vez en 2004 Elvira Cambrils y después en 2006 Rosa Solbes, en un libro coordinado por Joan Miquel Almela.6
En las investigaciones históricas académicas y en referencias políticas, como hemos visto, se ha estudiado y citado a María Cambrils y sus escritos, pero no puede decirse que haya recibido muchos honores y reconocimientos en su tierra. Alguna conferencia, los artículos de Joan Miquel Almela como archivero de Pego y de Elvira Cambrils, la inclusión de su retrato y breves notas biográficas en alguna exposición… Poco más. Pego aprobó en su momento dedicarle una calle que ni siquiera existe aún. En Bilbao, sin embargo, se dio su nombre al Centro de Información Infancia, Juventud y Mujer de Euskadi.
Partiendo de estos imprescindibles e importantes referentes anteriores, el presente trabajo monográfico pretende realizar una nueva contribución al conocimiento de María Cambrils, profundizando en los diferentes aspectos de su vida, de sus escritos y de su contexto. Con este objetivo global, los apartados temáticos que estructuran sus capítulos incorporaran los diversos enfoques de las tres personas que hemos realizado el presente libro. Hemos aportado a él diferentes perspectivas, y sumado nuestras respectivas especializaciones –el trabajo histórico, el trabajo periodístico y el trabajo archivístico– para conseguir un resultado que sintetiza diferentes miradas y distintas vertientes de María Cambrils.
Así, en los diferentes capítulos y textos recogidos en el presente libro se realiza, en primer lugar, una aproximación a sus referentes biográficos como socialista valenciana de los años veinte y treinta del siglo XX; en segundo lugar, se analiza históricamente su pensamiento, sus textos y sus propuestas socialistas y feministas. Y en tercer y último lugar, hemos considerado imprescindible la recopilación y edición de la mayor parte de su obra escrita. Por un lado, la reedición del libro Feminismo Socialista, porque tras la publicación original de 1925 realizada en Valencia se había reeditado únicamente en el año 1992 por la Asociación Clara Campoamor de Bilbao, y esta reedición está prácticamente agotada en estos momentos. Por otro lado, hemos recopilado en el presente libro la gran mayoría de sus artículos periodísticos, ordenados cronológicamente, y que vieron la luz sobre todo en el periódico El Socialista, pero también en otras publicaciones socialistas de la época –como El Obrero Balear, El Popular, El Obrero, etc.
Desde hace años, nos habíamos interesado por María Cambrils por distintas razones, y desde nuestro terreno profesional respectivo. Y finalmente hemos conseguido articular conjuntamente este interés en el presente libro. El resultado es la monografía que presentamos dedicada a la vida, la obra y la escritura de María Cambrils, como mujer socialista y feminista. Y dedicada también a su pensamiento y a sus propuestas discursivas, que deben situarse en el marco de los debates historiográficos sobre discursos y prácticas de clase y de género; e insertarse en la historia de la democratización y de la ciudadanía femenina en la España del siglo XX.7
En definitiva, el propósito del presente libro es la visibilización y la puesta en valor de María Cambrils, dar a conocer el conjunto de sus escritos, y situar su nombre, su historia y su memoria en el lugar que le corresponde en la historia de la cultura socialista, de la acción colectiva femenina y de los feminismos en la España del siglo XX.
1María Cambrils: Feminismo Socialista, Valencia, Las Artes, 1925. Primera Edición. (Reedición: Bilbao, Asociación Clara Campoamor, 1992).
2Ana Aguado: «Feminismo socialista y/o socialismo feminista: María Cambrils», Arenal, 10, 2, 2003, pp. 243-254.
3Mary Nash: Mujer y movimiento obrero en España, 1931-1939, Barcelona, Fontamara, 1981, pp. 140-143.
4Rosa Solbes: «María Cambrils, la famosa desconocida», El País (9 de febrero de2003).
5Rosa Solbes: Dones Valencianes, entre el voler i el poder, Valencia, Difusora de Cultura Valenciana, 1992.
6Elvira Cambrils: «Maria Cambrils, pionera del feminisme del segle XX», en Llibre de Festes de Pego, 2004, s/p. Rosa Solbes: «Els presente a Maria Cambrils. La feminista socialista dels anys 20 ja té identitat», en Actas de las I Jornades d’Estudis Carmel Giner Bolufer de Pego i Les Valls, Pego, Ajuntament de Pego, 2006, pp. 181-193. Cabe decir que la fotografía de María Cambrils fue encontrada gracias al esfuerzo personal de Fernando Sanchis Alentado, quien se encargó de que sus familiares la sacaran del cajón del olvido.
7Katleen Canning: «La història feminista després del gir lingüístic. Historiar el discurs i l’experiència», en Ana Aguado (coord.): Les dones i la història. Afers, 33/34 (1999), pp. 303-342; Ana Aguado y Luz Sanfeliu (eds.): Caminos de democracia. Ciudadanías y culturas democráticas en la España del siglo XX, Granada, Comares, 2014; Aurora Bosch, Teresa Carnero y Sergio Valero (eds.): Entre la reforma y la revolución. La construcción de la democracia desde la izquierda, Granada, Comares, 2013; Teresa Carnero: «El lento avance de la democracia», en M.ª Cruz Romeo e Ismael Saz (eds.): El siglo XX. Historiografía e Historia, Valencia, PUV, 2002, pp. 167-196.
1. MARÍA CAMBRILS Y JOSÉ ALARCÓN: LUCHA, REPRESIÓN, HISTORIA Y MEMORIA
Rosa SolbesPeriodistaJoan Miquel AlmelaArxiu Municipal de Pego
RAÍCES PEGOLINAS CON DESTINO AL CABANYAL
Podría decirse que todo empezó en Pego, porque de allí eran naturales los padres de María Cambrils Sendra.
Situado al límite de las provincias de Alicante y Valencia, Pego era cabeza de distrito y municipio eminentemente agrícola. Su economía se basaba en el cultivo del arroz, y se comenzaba a explorar el de la naranja a partir de 1870, tras la crisis de la industria de la seda que había sido la principal fuente económica de la población hasta esa fecha. La política local estaba controlada por los conservadores dirigidos por Pedro Sala Ciscar. Atrás habían quedado los intentos progresistas de Joaquín Antonio Cendra, conocido como El Mayorazgo, y lejos de cualquier esfera de poder quedaba el republicanismo de Camilo Pérez Pastor. La dualidad política de conservadores y liberales tomó en Pego un matiz más que violento, formándose dos bandos que sembraron de sangre sus calles. Por tanto, nos encontramos con un ambiente político mezcla de conservadurismo profundo y de carlismo militante. Ningún atisbo de movimiento obrero, y una escasa presencia liberal caracterizan el período de la Restauración en el Pego de finales del siglo XIX.
Hacia 1876, Daniel Cambrils Moncho, soguero de oficio como su padre, quedaba viudo por segunda vez. Pertenecía a una familia numerosa –eran ocho hermanos– y modesta, de la cual sólo destacaba su hermano Fernando, quien llegó a ser un famoso modisto en Madrid, sastre de la reina Isabel II y protegido de la duquesa de la Torre. La familia era profundamente católica y afín a las ideologías carlistas del pueblo. De su primer matrimonio con Ramona Pastor había tenido cuatro hijos, y del segundo con Ramona Fillol, otros tres. Poco o nada sabemos de ellos.
Su tercera mujer será Andrea Sendra Camarena, con la cual contrae matrimonio en Pego el 29 de febrero de 1876. Muy pronto emigraron, al parecer en busca de mejores condiciones laborales al Cabanyal o Pueblo Nuevo del Mar. Allí nacerá el 8 de septiembre de 1877 María, su única hija. Antes del año 1892 debió de morir Daniel Cambrils, porque ya como viuda Andrea Sendra, desde Valencia, compró una pequeña casa en Pego en la calle Carrasqueta.
Huérfana de padre, María se casó muy pronto (aún no era mayor de edad), con José Martínez Dols. Lo sabemos gracias al testamento que hizo su madre en Pego el primero de mayo de 1896. Los tres vivían entonces en el Cabanyal o Pueblo Nuevo del Mar. En Pego, los familiares más próximos de Andrea Sendra eran sus sobrinos Fernando, Joaquín y Bautista Gosp Sendra, hijos de su hermana Rosa. Con ellos mantendrá una estrecha relación a pesar de la distancia, y los visitará en numerosas ocasiones, confiando en ellos para gestionar su escaso patrimonio en Pego.
CAMBIO DE VIDA, CAMBIO DE IDEAS. MARÍA CAMBRILS CONOCE A JOSÉ ALARCÓN
El matrimonio de María debió de durar poco debido a la prematura muerte de José Martínez. Al quedarse viuda, cabe la posibilidad de que decidiese recalar en un convento de monjas, probablemente de Valencia. Para hacer esta sorprendente afirmación, nos basamos en un artículo suyo que escribirá en 1930 en El Socialista con el título de «Nakens ante nuestra conciencia. Una anécdota de convento».1 En él escribirá María, a tenor de un asunto sobre el anarquista José Nakens: «nos trae a la memoria algunos de los olvidados episodios de nuestra pasada vida monacal». Y también, refiriéndose a Nakens, afirmaría: «cuya obra anticlerical pudo un día perturbar nuestro «dulce» sedentarismo del convento». Y sigue diciendo: «Durante nuestra vida de claustro, sólo una vez oímos pronunciar el nombre de don José Nakens».
Al parecer, mientras María estaba en el convento, la superiora del mismo recibió un paquete anónimo con estampas de santos junto a un ejemplar del periódico anarquista El Motín. En él se incluía una litografía que representaba un gran festín anticlerical, en el cual a los comensales se les servía «chuletas de monja rolliza y solomillo de fraile cebón, según rezaba la etiqueta de las cacerolas». La madre superiora comunicó aquella broma de mal gusto al superior de los dominicos, el padre Atanasio, confesor de dicho convento.
No sabemos cuándo abandonó María el convento, pero lo hizo, y no solo físicamente. Después, hacia 1915, conocerá a José Alarcón Herrero, y su vida dará un giro de 180 grados. Se unieron como pareja sentimental, nunca llegaron a casarse oficialmente, y no tuvieron hijos. Parece evidente que el mismo Alarcón fue quien le habló de José Nakens, el director de El Motín que tanto había perturbado la vida monacal, con el cual compartió amistad y días de prisión en la cárcel Modelo de Madrid. Pero, ¿quién es el Alarcón que conoce María Cambrils? ¿Cómo es ese hombre que va a cambiar tanto su vida y sus ideas?
José Alarcón Herrero nació en Jumilla en 1872, aunque muy pronto quedó también huérfano de padre y marchó a Valencia, en donde ya se le conoce en 1891 en los ambientes republicanos y revolucionarios. Formó parte de la partida levantada en Pedralba, el 8 de septiembre de 1896, y por ello fue condenado a tres años y cinco meses de prisión en el penal de San Agustín de Valencia por atentado contra el gobierno y detención ilegal.
En 1901 ya destaca en Valencia por su activismo anarquista, participando en un mitin, a principios de abril, para pedir la expulsión de las órdenes religiosas. Dicho acto estuvo presidido por Blasco Grajales, y en él tomaron la palabra, junto a Alarcón, Ferrer, Urbea, March, Payá y Pardo, Rodrigo Soriano y Blasco Ibáñez.2 En octubre de dicho año participó en otro mitin con manifestación, contra los abusos que habían padecido los obreros de La Coruña. Junto a su nombre aparecen otros como J. García, Juan Mínguez, Eduardo Guillar y Serrano Clavero, quienes fundarán el grupo Solidaridad Internacional.3 Según los trabajos publicados en la web Alacant Obrer estos miembros, junto a Alarcón, protagonizaron el discurso anarquista valenciano de principios del siglo XX creando núcleos ácratas como El Independiente o Federación Obrera. Estos grupos, junto a sus medios de comunicación, se caracterizaban por su postura crítica contra el socialismo y el republicanismo.4
En Valencia vivía en aquellos años un José Alarcón casado con Josefa Herro. Debe tratarse de la misma persona, como nos lo indica un incidente sucedido cuando ambos intentaron registrar civilmente a su hijo y el juez rehusó ponerle el nombre que quería su padre, Angiolillo, pretextando que era nombre extranjero. Y sí lo era: el del periodista y anarquista italiano ejecutado mediante garrote vil en 1897, después de haber asesinado al Presidente del Consejo de Ministros Antonio Cánovas del Castillo. Al fin eligieron un patronímico (sin santo patrón) no menos libertario: Progreso.5 No sabemos a ciencia cierta si este era nuestro personaje, pero es muy probable que sí lo fuera.
A principios de 1902 Alarcón escribe en El Porvenir del obrero de Mahón celebrando el gran movimiento obrero en Valencia, y dando noticia de la aparición, para el primero de febrero, del primer número del periódico La Humanidad Libre.6 Existían entonces en la ciudad, según Alarcón, cuarenta y siete sociedades con dos Centros Obreros, y comenzaba a arraigar el movimiento social femenino a través de un grupo de jóvenes trabajadoras que iban a impulsar la mencionada publicación.7
El propio Alarcón fundó y dirigió en Valencia un semanario anarquista cuyo primer número saldría en junio de 1902.8 Se trataba de El Corsario, un periódico ácrata y sociológico en el que colaboraban reconocidas plumas de las reivindicaciones obreras como las de T. Ros, María Losada, Soledad Gustavo, Anselmo Lorenzo, Charles Malato, Ricardo Mella, López Rodrigo, Juan Ortega o Leopoldo Bonafulla. El semanario fue perseguido y censurados por las autoridades y su director Alarcón hecho preso, hasta que en septiembre de 1903 dejó de publicarse definitivamente, al igual que otros medios anarquistas del momento como La Antorcha Valentina, El Palleter, La Barraca o La Lucha. En mayo de 1904 José Alarcón fue detenido de nuevo por delito de excitación a la sedición, y por no comparecer en el juzgado se le declaró en búsqueda y captura. Quizá fuera éste el principal motivo de su marcha a Madrid, donde ya le tenemos localizado en 1906.
Sus artículos periodísticos de carácter político se hicieron muy famosos en los ambientes anarquistas, utilizando el seudónimo de «Palmiro del Campo». Colaboró, y dirigió en algunos casos, en numerosas publicaciones, como El Cosmopolita (1901), La Alarma (1901), El Proletario (1902), Productor (1902-1906), El Trabajo (1902-1906), La Huelga General (1906), La Luz del Obrero (1906), Luz y Vida (1906), Nuevo Oriente (1906), La Tramontana (1907), Salud y Fuerza (1907) o La Voz del Cantero (1906).
El 24 de febrero de 1906, siendo director del semanario La Huelga General, fue detenido y encarcelado en Madrid «por delito de lesa majestad que el fiscal ha creído ver en un artículo publicado en dicho periódico».9 Aunque se trataba de un delito de imprenta lo encerraron en una celda común, hecho que criticó el periódico El País. Más problemas aún le ocasionó la difusión de un folleto en La Voz del Cantero bajo el título «La esclavitud moderna»,10 por el que se le procesó acusado de injurias a la Policía y al Ejército.11
En El Porvenir del obrero volvió a publicar un artículo en octubre de 1906. En éste dejaba la siguiente sentencia:
Para la conquista y afianzamiento de la libertad individual se necesita del esfuerzo colectivo. Sin el auxilio de las colectividades no es posible llegar, no se llegará nunca, a la integral liberación del hombre.12
El 5 de noviembre de 1906 Alarcón seguía en la celular de Madrid, ahora ya en el departamento de presos políticos. Hacía ocho meses que estaba detenido y pendiente del juzgado de la Concepción de Barcelona, acusado de injurias al rey. Por tanto, Alarcón no entró en el cupo de los periodistas indultados por las injurias a la monarquía y seguía condenado a ocho años de prisión.13 Estuvieron encerrados por el mismo delito, José Nakens, Ferrer, Mata, Acevedo y Bermejo. Desde la cárcel modelo de Madrid volvió a escribir a finales de diciembre, quejándose del papel político y social de los republicanos, acusándoles de farsantes.14
A finales de diciembre fue trasladado a la prisión celular de Barcelona, donde se le había de juzgar por otro delito de lesa majestad por un artículo publicado en el desaparecido Productor. Allí, en la celda 416 de la 4ª galería, podía recibir las comunicaciones de sus compañeros. Detenido de nuevo en Madrid en abril de 1907, Alarcón estuvo preso junto a Pedro Barrantes. Éste escribe, a su salida, un artículo en El País con el título irónico de «Mi veraneo», en el cual cuenta los días que pasó encarcelado junto a Alarcón, Cueto, Sola y Fernández: «cuatro libertarios, todos pendientes de causa». Sobre el oficio de Alarcón da una pista Barrantes, pues lo caracteriza como obrero albañil y lo describe así:
De espíritu de fuerza inquebrantable, como todos los enamorados del ideal, prosigue impertérrito su ruda tarea sin preocuparse de sí mismo, con la vista fija en la estrella que brilla con luz inextinguible en el fondo de su horizonte. Alarcón posee una inteligencia clarísima, una viva percepción de pensamiento, una memoria poco común, y se explica con facilidad y elocuencia. Escribe muy bien, y sus artículos y folletos resultan pletóricos de doctrina sana, profunda y esencialmente libertaria. Conoce perfectamente a Reclús, Kropotkine, Gorki, Grave, Lorenzo, Prat y Mella. ¡Oh, si hubiera en España muchos obreros como José Alarcón!15
Tras su liberación de la cárcel de Madrid, seguían pendientes aún las causas en los tribunales de Barcelona, que le reclamaban desde el mes de abril de 1907. Al poco tiempo ingresó de nuevo en la prisión de Barcelona, desde donde escribió el 14 de agosto un artículo en contra de Lerroux y sus ataques a Solidaritat.16 En la celular de Barcelona se hizo muy famoso Alarcón leyendo escritos de Nakens y Concepción Arenal a los presos. En los ámbitos obreros se le tenía por un mártir de la ley de enjuiciamiento. Allí recibió la dura noticia de que se le condenaba en firme a cuatro meses y un día de arresto por sus opiniones escritas y publicadas sobre los malos tratos que recibían los presos de la cárcel de Sestao. Estuvo entrando y saliendo de la prisión de Barcelona y recaló de nuevo en la de Madrid, hasta su excarcelación definitiva en mayo de 1908 gracias a las gestiones del abogado Eduardo Barriobero. La situación carcelaria de Alarcón la resume muy bien El País:
El Sr. Alarcón ha estado preso por delitos de imprenta preventivamente en Madrid y en Barcelona. Cuando estaba detenido en Madrid se le llamaba a declarar a Barcelona, no podía ir, naturalmente, ni se enteraba del llamamiento, hasta que le llevaban en conducción. Así ha estado más de un año entre Madrid y Barcelona para ser, al fin, absuelto. Es esta una nueva prueba del desprecio en que se tiene la personalidad humana.17
En un periodo de libertad, a finales del mes de febrero de 1908, escribió en El País una carta al magistrado de Barcelona señor Ibáñez, quien lo reclamaba mediante un edicto. Alarcón se encontraba en Madrid, viviendo en el segundo piso del número 3 de la calle Sombrereros. Reconocía que había estado por tres veces en la celular de Barcelona por delitos de imprenta, pero que su caso ya estaba sobreseído por sentencia del tribunal. También alegaba que hacía ya algunos meses que había dejado de escribir para la prensa obrera.18
El 1 de julio de 1908 José Alarcón Herrero se afilió a la Agrupación Socialista de Madrid, tenía 35 años de edad y su oficio era el de repartidor de periódicos. En una carta de 27 de julio pidió un puesto en el Partido Socialista Obrero Español, haciendo constar que procedía de las filas del anarquismo pero que ahora quería unirse a la causa obrera y al socialismo sindicalista.19 Por tanto, pasaba entonces Alarcón del anarquismo al socialismo, apartándose del primero por utópico y porque, según él, la táctica del anarquismo había sido negativa y sus procedimientos suicidas. Reconocía ahora, igual que su compañero José González Nieto, que «el anarquismo es una rama torcida del Socialismo».20
Al contrario que María Cambrils, que será su compañera hasta el final, Alarcón escribió pocos artículos en El Socialista, sólo algunas notas breves sobre el obrerismo de Madrid. Pero uno de ellos merece ser reseñado pues en él ofrecía sugerencias para que el periódico llegase a ser de tirada diaria. Alarcón aportaba algunas ideas para recaudar dinero: una rifa internacional de un lote de libros, editar un número extraordinario de El Socialista, y recurrir al teatro con representaciones de obras revolucionarias de autores como Morris, Ibsen o Gorki.21 En 1933 publicará dos lúcidas reflexiones sobre política internacional, a las que nos referiremos más adelante.
En 1910 escribió dos artículos de opinión para la revista Vida Socialista.22 En 1911 José Alarcón era obrero municipal de Madrid, del grupo de Limpieza y Riego. Ante la huelga obrera de la capital, Alarcón, como presidente de la junta directiva de los obreros municipales, colaboró en El País para dejar patente que no habían tomado ningún acuerdo, y menos conjunto, con la Sociedad de albañiles El Trabajo, impulsora de la huelga.23
Después de este período debió de trasladarse de Madrid a Valencia. Como dijimos, hacia 1915 se conocieron María y Alarcón, ella tenía 38 años de edad y él 43. María, que hasta ese momento de su vida sólo había frecuentado los círculos católicos por influencia familiar y vocación, comenzó a interesarse por el socialismo gracias a las conversaciones que mantenía con su amiga y vecina de la calle Corset de Valencia, Natividad, esposa y compañera de un obrero de los ferrocarriles llamado Santiago Borricón. Según María, Natividad fue la primera que le habló del ideal socialista, y quien la introdujo en las lecturas de Marx, Ruskin, Jaurès, Pablo Iglesias y Bebel. De todos ellos, el último será el que será el ideario feminista de María.24
Tras este primer contacto con el socialismo, de mujer a mujer, se va a producir uno aún mayor, el que va a tener con José Alarcón, su pareja sentimental. Los dos ya viven juntos en 1924 y, con ellos, su anciana madre Andrea Sendra, domiciliados en la calle Norte de Valencia. Así pues, desde 1916 en que Natividad abandonó Valencia, José Alarcón va a ser el artífice del cambio ideológico de María, como ella misma lo dejaría anotado años más tarde:
Han sido los dulces consejos y las templadas réplicas de nuestro compañero, primero, y los libros socialistas, después, lo que ha producido en nosotras una inquebrantable adhesión al socialismo, el Ideal de redención por el que estamos dispuestas a toda clase de sacrificios. (…) Una constante predicación con el buen ejemplo por parte de nuestro compañero, que procura vivir la vida socialista y proceder de acuerdo en lo posible, con la moral de sus ideas, moral que ha logrado transfusionar a nuestro espíritu.25
Sin estudios reglados (que sepamos), y por tanto de manera autodidacta, María devora libros y publicaciones socialistas. De la lectura debió nacer su afán por escribir, ¿pero cuándo? ¿En qué momento comenzó a hacerlo y con qué base educativa? ¿La ayudó Alarcón en esta faceta, por qué? Demasiadas preguntas para tan pocas respuestas. Y aún más, ¿de qué trabajaba María? ¿Dónde se ganaba la vida Alarcón, que según el padrón disponía de 3.360 pesetas de renta anual como «empleado»? Ella misma informa en uno de sus artículos que no cobra por ellos, nada extraño considerando que todas las publicaciones con las que colabora son muy precarias económicamente, la mayoría órganos de distintas agrupaciones socialistas (El Mundo Obrero, de Alicante; El Obrero de Elche, El Popular de Gandía; El Pueblo (en Valencia y Salamanca, El Obrero Balear, Revista Popular, etc.). Ni siquiera el más difundido, El Socialista, pudo suponer ninguna fuente de ingresos para María. Todo lo contrario: sus aportaciones económicas para la compra de una imprenta propia y la reconversión en diario fueron constantes, incluyendo los beneficios de su libro Feminismo Socialista. Lo que sí se detecta en algún escrito es su malestar porque en ocasiones se le haya negado el derecho de reproducción de parte de artículos firmados por otros (generalmente para rebatirlos, era una gran polemista) cuando los suyos sí se reproducían sin problemas. No se trata, obviamente, de una reclamación de derechos de autor, ya que sus intereses nunca fueron mercantiles.
Volviendo a la influencia ideológica que Alarcón pudo ejercer sobre la escritora, es evidente que María atesoraba un bagaje de lecturas propio, siempre ligado a su anterior vida conventual. Para ella había dos libros de consulta muy apreciados: la Biblia y las Cartas de Santa Teresa de Jesús, sus dos códigos morales. Pero el tercer texto en importancia era El Capital de Marx, según ella «el Cristo del siglo XIX». Su biblioteca era modesta, de poco más de un centenar de volúmenes, pero muy escogida. Entre algunos de sus libros podemos destacar: La Enseñanza, del arzobispo Cambra; Cartas a un señor y Cartas a un obrero, de Concepción Arenal; El Evangelio del Pueblo, de Robert Lamennais; Della dignitate de la Republicae, del obispo italiano Marco Jerónimo Vida; Meditaciones, de San Francisco de Asís; Flores poéticas y Musa décima, de sor Inés de la Cruz; o El Criterio, de Jaume Balmes.
La gran presencia de textos religiosos y su lectura sólo puede deberse a su pasado conventual, pero también le sirvieron para fomentar y mejorar sus posteriores planteamientos anticlericales. Porque, al fin y al cabo, «no hay moral superior a la moral cristiana, ni política más honrada y conveniente que la política socialista». Para la nueva María Cambrils, la moral cristiana moderna no tenía nada que ver con la esencia ideal que formuló «el Crucificado».26 Y el comportamiento interesado de curas, monjas y frailes, tampoco, como ya había quedado claro en un curioso artículo publicado en El Socialista dos años antes, el veinticinco de febrero de 1925, bajo el título «El sueño de una mujer práctica».27
Así, María se convertiría, a partir de 1924, en una de las firmas habituales del periódico, una de las pocas mujeres que decían la suya junto al mismo Pablo Iglesias, Besteiro, Saborit, Indalecio Prieto o Largo Caballero. Maneja un léxico sumamente personal y una prosa no exenta en ocasiones de sentido del humor, pero muy contundente, sin miedo a la confrontación dialéctica sean sus contrincantes hombres o mujeres, «consagrados» o desconocidos. Unas son «sabias de cíngulo y de pan comer», otros «clerocatequistas» o «gansos de pluma estilográfica». Marañón es «pigmeo y liliputiense» y el doctor Bartual, además de los artículos correspondientes, pareció merecer réplica más amplia en un folleto a parte que María anuncia en mayo de 1928 pero del que no conocemos más.
El periódico derechista El Debate sería objeto también de la indignación de Cambrils. El veintiuno de diciembre de 1925, El Socialista reproducía la foto del entierro de su fundador, así como numerosos artículos de condolencia. Entre ellos, el siguiente:
Justamente indignada por la impiadosa conducta de la Redacción de El Debate ante el todavía insepulto cadáver del llorado maestro Pablo Iglesias, nuestra correligionaria de Valencia María Cambrils ha remitido al órgano del comunismo negro el siguiente despacho: «Redacción. Debate. Madrid
Siempre nos repugnaron las hienas, por su propensión a escarbar en las tumbas, ¿y no habíamos de sentir igual repugnancia con respecto a los que, faltos de todo espíritu cristiano, remueven los yertos despojos del hombre austero, del honrado adalid de los trabajadores, el justo y admirado Pablo Iglesias?
Ante la actitud anticristiana de los discípulos de Loyola cabe decir con el poeta «Ni aún en la paz de los sepulcros creo». María Cambrils.
EL SOCIALISMO EN PEGO Y LAS INFLUENCIAS DE CAMBRILS Y ALARCÓN
La Agrupación Socialista de Pego se fundó en abril de 1925, siendo la primera que se creaba en la comarca alicantina de la Marina Alta. María Cambrils conocía a varios miembros de la agrupación y les felicitó desde Valencia por su creación. La invitaron para que pronunciase una conferencia en la localidad junto a su compañero Alarcón e Isidro Escandell, pero finalmente sólo será Alarcón quien dirija unas palabras a los nuevos socialistas de Pego.28 María escribirá, eso sí, unas palabras en El Socialista:
En Pego se ha llegado hasta obligar a formar en rebaño para gritar: «¡Viva Maura, nuestro diputado! ¡Viva Jorro, nuestro salvador!» y hasta se ha besado las manos del primero de tales señores como prueba de adhesión del caciquismo pegulense, ese mismo que labora en la sombra para evitar que los trabajadores se organicen en Agrupación Socialista y Sociedades de defensa contra la explotación.29
Un par de meses después, el 14 de junio, se creó la Sociedad de Trabajadores de Oficios Varios como sindicato de la Agrupación Socialista.
No obstante, reinaba en Pego una gran tradición religiosa y católica, y el caciquismo dominaba la esfera política representado por Juan Torres Sala. Así pues, las agrupaciones obreras tenían muchas dificultades para prosperar. Frente a la escasa unidad obrera existían numerosas organizaciones de carácter católico como El Bataklán, la Conferencia de San Vicente de Paúl o el Sindicato Católico Femenino, también conocido popularmente como el Sindicato de la Aguja.
A finales de 1925 se crea en Pego la Sociedad Feminista la Defensa, inserta en la Sociedad de Trabajadores de Oficios Varios. La crisis de trabajo y las tensiones entre obreras y patronos eran el caldo de cultivo de una reacción más política que social. Los patronos de la naranja estaban despidiendo al personal asociado en los sindicatos obreros para colocar a los no asociados y forasteros, con el fin premeditado de dinamitar la cohesión. Ante esta situación, las obreras, presididas por Rosario Pons, presentaron las siguientes demandas a los patronos:
1. Los comerciantes se comprometen a emplear en los trabajos que de ellos dependan a todo el personal asociado.
2. Cesará en absoluto el maltrato que los trabajadores asociados son objeto de los patronos, considerándolos como a seres inferiores a si mismos; no profiriendo palabras y calificativos como los que hasta hoy han empleado. Cuando falte a esta cláusula algún encargado, el dueño lo despedirá en el acto, y de no hacerlo se entiende, se hace solidario.
3. Los comerciantes que no han pagado los jornales al precio que se estipuló en la reunión última, tenida en la alcaldía, ante las autoridades, cuyo acuerdo fue con diez céntimos por bajo la tarifa presentada por los trabajadores, se obligan a pagar las sumas que por ello adeuden a los trabajadores.
4. Las horas de trabajo nocturno así como en los domingos y días festivos se pagarán con el cincuenta por ciento de aumento o sea a tiempo y medio, según dispone la ley en su art. 5º y siguientes, pero esto no significa la obligación por parte de las trabajadoras para ejecutar solo aquellos que la ley tolera.
5. Cuando algún asociado faltase a las leyes el dueño o encargado de este en el trabajo lo pondrá en conocimiento del delegado o delegada que en cada trabajo tiene la sociedad, para que estos lo comuniquen a la comisión encargada de solucionar dicha falta.
6. Bajo ningún concepto se podrá despedir definitivamente del trabajo a ningún asociado ni darle dos días de tiempo para que se busque colocación; igualmente procederán los obreros asociados para dejar el trabajo debiendo abonar esos dos jornales el que faltare a esta cláusula.
7. Cuando se quieran modificar algunas de las condiciones establecidas o añadir otras nuevas se avisará con ocho días de anticipación por la parte que quiera introducirlas o modificarlas, a la otra parte contratante.
8. Los precios que se acordaron en la primera reunión son los siguientes con diez céntimos de rebaja:30
Encajadoras de 1ª y cortadoras (huerto)
2,50 pts
Encajadoras de 2ª
2,25 pts
Tiradoras de caja y triadoras
2,00 pts
Clasificadoras (según tamaño) 1,75 pts
Empapeladoras 1ª
1,50 pts
Empapeladoras 2ª
1,25 pts
Empapeladoras 3ª
1,00 pts
Ante esta iniciativa, María Cambrils escribirá: «Las mujeres de Pego inspiradas por el ideal socialista, se han organizado, y gracias a su organización han podido elevar sus salarios y conseguir que sean tratadas como personas respetables por sus patronos: los comerciantes y exportadores de frutas embaladas».31
María y Alarcón visitaban Pego en algunas ocasiones, sobre todo en verano, pues allí tenían algunos familiares. Desde su residencia en Valencia, en la calle Norte número 2, siguen con entusiasmo todas las noticias referentes a la vida social y política del municipio, como el auge del socialismo local que estaba imprimiendo el joven médico Carlos Guitart. Pero por esta época ella estaba centrada en la edición de su libro Feminismo Socialista, que saldría a la luz en Valencia en el otoño de 1925. Además, tenía alojados en su casa a dos chicos pobres abandonados de Madrid.32
Su mayor producción como articulista se detecta también en ese año, 1925, tanto en El Socialista como en otras publicaciones obreras. En los dos años siguientes disminuye notablemente la frecuencia de sus columnas y la primera colaboración de 1928, titulada «De nuevo en la palestra», arranca diciendo: «Después de dos largos años de ostracismo…». No alcanzamos a interpretar tal comentario, y cuáles fueron las causas de ese «ostracismo», término que también utilizaría Alarcón unos años más tarde al retirarse de la liza política por graves desavenencias internas en la agrupación de Pego. ¿Tuvo también María problemas que la apartaron de las páginas de El Socialista? ¿O más bien fueron imposiciones externas las que le impidieron publicar? No hay que olvidar la férrea censura de prensa durante la Dictadura de Primo de Rivera, que expurgó las galeradas de las publicaciones no afines produciendo en sus páginas aquellos espacios en blanco tan significativos. Aunque también hay que anotar que nuestra autora no se ocupaba habitualmente de los temas que más parecían molestarle al régimen en aquel momento, casi todos relacionados con la política exterior (Marruecos y la guerra del Rif).