Annotation
Es una hermosa síntesis de la visión muy personal que tenía el propio Einsten en su manera de ver y enfocar la vida ( ¡No como científico; sino, como ser humano común y corriente: Como usted, como yo, como ellos(as)!).
Albert Einstein
Mi credo humanista
TRADUCCIÓN Y SELECCIÓN DE TEXTOS: ALFREDO LLANOS Y OFELIA MENGA
Si anhelamos con sinceridad y pasión la seguridad, el bienestar y el libre desarrollo del talento de todos los hombres no hemos de carecer de los medios necesarios para conquistarlos.
A. Einstein.
PRÓLOGO
No es fácil discernir si la popularidad de Albert Einstein, que eclipsó a figuras del cine y del deporte, se debió a su condición de creador de las teorías más abstrusas de la física o a su carácter de humanista inmerso en la vida, o bien a su infatigable lucha por la paz, sostenida empeñosamente, sobre todo, durante su residencia en los EE.UU. En un mundo ensoberbecido por la posesión de armas de tremendo poder destructivo se convirtió en intérprete de una misión altamente honrosa, que coincidía con el anhelo de los pueblos indefensos. Desde su endeble posición de civil armado sólo de su profundo amor al prójimo y su buena voluntad aprovechó su prestigio de científico para sacudir el egoísmo de quienes piensan que la guerra es siempre un excelente negocio y los seres humanos el alimento indispensable que debe mantener esta máquina infernal. Pocos hombres de su nivel intelectual han dado pruebas tan extremas de altruismo y de generosos sentimientos como este sabio que exhibía la nobleza y a veces el candor y la modestia de los que son realmente grandes. Todas las tribunasle fueron aptas para movilizar el espíritu de la gente sin distinción de razas ni credos. Estuvo fraternalmente cerca de pacifistas como Mahatma Gandhi, Bertrand Russell y Romain Rolland. Además, prestó su colaboración espontánea y sincera a los movimientos que en su tiempo bregaban por la libertad de las minorías oprimidas. Se hallaba convencido de que era posible eliminar los nacionalismos fanáticos, y que la humanidad deseaba unirse en favor del progreso y la cultura, para lo cual le era indispensable borrar las fronteras y eliminar el servicio militar obligatorio, al que consideraba una ofensa permanente contra la dignidad humana. Creía, con Franklin, que no hubo nunca una mala paz ni una buena guerra, aferrado a su moral concreta forjada enla observación y en los hechos.
El pacifismo de Einstein carece de retórica y va directamente a los problemas planteados por el nuevo impulso que la ciencia dio a latecnología militar. Nadie conocía mejor que él el efecto destructor delas armas modernas, y en cierto modo resulta una ironía que quien descubrió la clave para desintegrar el átomo debía convertirse en el detractor sistemático de su perfeccionamiento y empleo. Se ha pretendido ver en esta actitud del gran físico una flagrante contradicción. Sin embargo, el científico en su caso y en el de los que le precedieron, pretende arrancarle los secretos a la naturaleza y en esta tarea tan compleja recibe no pocas sorpresas y acepta tremendos desafíos. Su labor no está limitada por factores morales. La ciencia es ajena a todos los códigos posibles y sólo tiene como norma penetrar en el misterio que le rodea. La tragedia aparece cuando el poder político -dominado siempre por oscuros intereses- decide sobre el uso de ciertos descubrimientos y sus posibilidades de aplicación. Entonces la elección no está en manos del científico ni se le consulta en cuanto al problema ético que puede creársele. En la mayoría de los casos se ve obligado a ceder, acorralado por la tradición, el patriotismo, la defensa de la nacionalidad y otros prejuicios ante los cuales su filosofía moral, siempre débil, si existe, se hunde irremediablemente. Recuerda él mismo el caso de Alfred Nobel, descubridor del explosivo más poderoso de su tiempo y que, después, quizá para acallar su conciencia culpable, estableció el premio para la paz y otros de orden cultural.
No cabe duda que Einstein, el físico, convertido en una especie de ídolo universal, debió reconstruir su mundo moral a partir de la aparición del nacionalsocialismo. También se vio constreñido a asumir su conciencia judía, hasta entonces un poco borrosa en su mente. Confiesa, al comenzar la década del treinta, que fueron los paganos quienes le recriminaron su origen racial.
Esta lucha interior del físico con su medio ambiente y su propio pasado se agudiza a medida que los acontecimientos políticos en Europa muestran una resuelta tendencia bélica. La vida en el viejo mundo se carga de violencia como resultado de la secuela de choques ideológicos, revoluciones, conflictos civiles y rencores que dejó la primera guerra y la mala tregua que se preparó como trampolín para saltar a la conflagración de 1939. El ajuste de cuentas quedó pendiente. Los ganadores procedieron con mezquindad y arrogancia; los vencidos no ocultaron su odio y la hora del desquite. Los científicos también tomaron partido, y casi todos fueron beligerantes.
Einstein insiste en que no creó la bomba, pero que sugirió al presidente Roosevelt la necesidad de adelantarse a los alemanes, en nombre de los colegas, que como Fermi, venían trabajando en su preparación.
Se trataba de salvar la civilización y la cultura, y el monstruoso artefacto, un secreto a medias, quedó en poder de las naciones que, según la presunción admitida, representaban, en la contienda, la libertad y el derecho. Hay que consignar, en honor de Einstein, el gesto de coraje, muestra de decepción y escepticismo, con que en 1947 expresó: “Con toda franqueza declaro que la política exterior de los EE.UU., a partir del cese de hostilidades, me ha recordado la actitud de Alemania en los tiempos del Kaiser Guillermo II, y sé que esta penosa analogía es compartida por muchas personas”.
Desde 1933, fecha en que se incorporó como profesor al Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Princeton, Einstein desplegó una inusitada actividad intelectual. Sobre, su fama de físico estructuró toda una conjunción de ideas filosóficas de hondo sentido ético y humanista que no obedecían a ninguna escuela determinada, sino a su condición de hombre comprometido con la vida y la dignidad humana. Sus escritos, de variado tono, se destacan por una tendencia definida: la instauración de un sistema moral, político y económico capaz de erradicar la guerra y poner al servicio de la humanidad los beneficios de la ciencia y la tecnología, un gobierno mundial, en suma, que dé a la cultura la merecida extensión y le suprima su marbete elitista. El saber libresco no ayuda a crear la personalidad y la enseñanza autoritaria convierte al estudiante en un autómata, un rebelde, o un perro amaestrado, según sus propias palabras. Einstein es un moralista activo, que advierte la necesidad de atenerse a la conducta leal en las relaciones entre los individuos y los pueblos, una manera de elevar el contenido de la existencia. Y si bien acepta la religión en la forma que cree descubrirla en Spinoza -un panteísmo, de acuerdo con la interpretación tradicional- afirma que la moral pertenece al ámbito humano ycrece dentro de una comunidad donde esta delicada planta se manifiesta como unidad en la diversidad.
Einstein es consciente de que “lo que el genio creador del hombre nos ha brindado en los últimos cien años podría habernos proporcionado una vida mucho más placentera y tranquila si el desarrollo de la capacidad de organización hubiera seguido a la par del progreso técnico”. Sin embargo se ve forzado a reconocer que “tal como van las cosas, en manos de nuestra generación, esos bienes que tanto costó conquistar son como una navaja en manos de un niño. En vez de libertad, la posesión de maravillosos medios de producción ha traído consigo hambre y preocupaciones”. Esta reflexión escéptica es del año1934. Confrontada con la situación general del planeta todo compruebael aserto agravado del científico. Dentro de ese cuadro pavoroso nosotros, como país, pasamos, gracias a la guerra, de la pobreza institucionalizada del viejo régimen fraudulento, a la euforia de la industria improvisada, que hizo saltar los fusibles de nuestra economía agrícola ganadera. Ahora hemos despertado como de una pesadilla.
Estamos de regreso a la ecuación einsteniana.
En el presente volumen hemos recopilado distintos pasajes del quehacer de este hombre, verdadero publicista de la concordia universal. Se abre el libro con una larga serie de aforismos -Einstein humanista y heraldo de la paz- entresacados de los escritos y discursos en los cuales defendió con pasión sus ideas sobre la convivencia armónica como imperativo indeclinable de la especie. En todos ellos se expresa su concepción ética, fundamento de su filosofía, reñida con la especulación. Su pensamiento elude toda abstracción, según puede observarse en el conjunto de fragmentos que hemos seleccionado para este florilegio.
También hemos consignado parte de su correspondencia, la que incluye la discutida carta al presidente Roosevelt; el intercambio epistolar con Freud; la misiva de los científicos rusos y la respuesta de Einstein, ambas de enérgico acento, pero respetuosas. De alta tensión emocional es la nota en la que el científico rechaza el ofrecimiento dela presidencia de Israel y se excusa con modestia conmovedora porverse obligado a declinar esta distinción. Tiene un sentido nostálgico,con notas del mejor humor, la carta que casi al final de su vida dirige ala reina Isabel de Bélgica, en cuya residencia solía ser frecuente huésped.
Nos pareció indispensable asimismo dedicar algún espacio a la parte científica, en particular a aquellos escritos que preparó para la prensa europea no especializada. De este modo esperaba llegar al lector medio, sin tener que recurrir al complicado aparato matemático ni a abstrusas ecuaciones. Es interesante examinar la forma en que el físicose explica a sí mismo y se esfuerza por tornar comprensibles teoríasque han revolucionado nuestra visión del mundo.
Einstein se consideraba más un filósofo que un físico y en este sentido se adhería sin duda a la tradición clásica, y más exactamente ala moderna concepción de Newton, desarrollada en su obra Principiosmatemáticos de filosofía natural (1687), a la que superó y subsumió en su audaz teoría. Por supuesto, también se advierte en él la influencia de pensadores como Berkeley y Hume, visible en un trabajo que dedicó a Bertrand Russell. El creador de la relatividad es ciertamente un científico polifacético, que no desdeñó el aporte de las mentes más luminosas de su medio y de su pueblo.
Alfredo Llanos
LA ÉTICA Y EL PACIFISMO
Humanista y heraldo de la paz
El hombre, mediante su solo pensamiento puede alcanzar un grado tal de seguridad y de pureza como los griegos han sido los primeros en mostrarlo en la geometría.
Es un verdadero milagro que los métodos modernos de enseñanza no hayan sofocado aún del todo el espíritu sagrado de la curiosidad y la investigación; porque esta planta delicada necesita de la libertad, lo mismo que del estímulo.
La comodidad y la felicidad nunca me han parecido una meta. Estas bases éticas semejan los ideales del rebaño de cerdos… Las metas comunes del esfuerzo humano, obtener posesiones, éxito exterior y lujo, siempre se me han presentado como despreciables, desde que era muy joven.
Los molinos científicos son los que más tardan en moler el grano.
¿Podrán los siglos venideros glorificar a nuestra Europa, en la que durante tres siglos de intensísimo trabajo cultural no han conducido sino a pasar de la locura religiosa a la locura nacional?
Hasta los científicos de los diferentes países se agitan tal como si desde hace meses les hubieran amputado el cerebro.
Todo lo que me dice [se refiere a R. Rolland] muestra la imposibilidad de llegar a una paz duradera con Alemania, como no sea después de aplastarla.
Nada hay de lo que yo no pueda prescindir en cualquier instante.
De lo que tiene real sentido en nuestra propia existencia casi no nosdamos cuenta, y por cierto no debería inquietar al prójimo. ¿Qué sabeel pez del agua en que nada toda su vida? Lo amargo y lo dulce vienen del exterior, lo duro desde dentro, de nuestros propios esfuerzos. La mayor parte de las veces, hago lo que mi naturaleza me impulsa a realizar. Da rubor ganar por ello tanto respeto y tanto amor. Flechas de odio también se han disparado contra mí; pero nunca me alcanzarán, porque de algún modo pertenecían a otro mundo con el que no tengo relación alguna. Vivo en una soledad que es penosa en la juventud, aunque deliciosa en los años de madurez.
En cierto sentido creo que el pensamiento puro es capaz de concebir la realidad como la soñaron los antiguos.
Hoy soy conceptuado en Alemania un científico alemán y en Inglaterra un judío suizo; mas si un día me convirtiera en bestia negra, sería judío suizo para los alemanes y científico alemán para los ingleses.
El culto de la persona humana me ha parecido siempre injustificado.
No obstante, ha llegado a ser mi destino, y existe un desacuerdo desmesurado entre las aptitudes y los poderes que los hombres me atribuyen y lo que soy y puedo ser en verdad. Sería intolerable poseer conciencia de este extraño estado de cosas si no hubiera un hermoso consuelo: es un signo exultante de nuestro tiempo, tan desprestigiado por materialista, el que transforme en héroes a simples mortales cuyos objetivos pertenecen sólo al dominio espiritual y moral.
Las pasiones nacionalistas se han transmutado en llamas. La raíz del mal reside en las tradiciones que se han transmitido de generación en generación por las clases cultas de Europa, tradiciones que desafían la moral cristiana, a la que rinden homenaje de labios para afuera. El quecomete violación y opresión gozará de honores y gloria, mas el quesufre injusticias soportará vergüenza e ignominia. Estas antiguas yperversas tradiciones amenazan sellar la condenación de nuestro continente. Nosotros nos oponemos a ellas con nuestra fe apasionada en la hermandad de todos los hombres.
Todos los días pienso que mi vida, exterior e interior, descansa sobre el trabajo de hombres del presente y de los que ya no se encuentran entre nosotros, y que debo realizar ese esfuerzo para retribuir en igual medida todo lo que he recibido y sigo recibiendo. Experimento la necesidad de ser frugal, si bien a menudo tengo la sensación, apremiante, de que exijo de mi prójimo más de lo conveniente. Considero inaceptables las diferencias sociales, que en realidad están basadas en la violencia. Creo asimismo que sería adecuado para todos tanto para el cuerpo como para el espíritu, una vida exterior sencilla y sin mayores pretensiones.
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
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