Mis aventuras antárticas - Francisco H. Cárdenas - E-Book

Mis aventuras antárticas E-Book

Francisco H. Cárdenas

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Beschreibung

Un meteorólogo viviendo casi 8 años en la Antártida Argentina. Relatos que describen en primera persona sus experiencias durante las distintas campañas que le tocó hacer entre los años 50´ y 80´, mientras, en el continente, la historia del país se marcaba. Detalles de los días en un ambiente hermoso y a la vez hostil, con una profesión tan particular. Convivir no solo con los pocos seres humanos que acompañan esta aventura sino también con la naturaleza extrema que los rodea y los peligros de la misma. Disfrutando del privilegio de estar entre esos interminables paisajes blancos y helados. Una Antártida tan lejana, imprevisible, tenaz y todo lo que implica distanciarse de la familia por tanto tiempo durante varios años. Momentos inolvidables que quedaron atesorados en él.

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Seitenzahl: 61

Veröffentlichungsjahr: 2018

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Ähnliche


Cárdenas, Francisco H

   Mis aventuras antárticas / Francisco H Cárdenas. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2018.

   Libro digital, EPUB

   Archivo Digital: online

   ISBN 978-987-761-484-8

   1. Biografía. I. Título.

   CDD 920

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: [email protected]

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

Muchas gracias a Quenia de los Santos

por su trabajo inicial con el libro.

ÍNDICE

PRÓLOGO

Diciembre de 1952. Campaña Antártica 1952/1953

Año 1954. Campaña Antártica 1953/1954

Año 1958. Campaña Antártica 1957/1958

Invernada 1970/1971. Islas Orcadas del Sur

Invernada 1972/1973. Islas Orcadas del Sur

Invernada 1976/1977. Estación Científica

Campaña 1980/1981

PRÓLOGO

La Antártida, lejano y frío continente, en donde la naturaleza se manifiesta algunas veces esplendorosa y otras aterradora. Los días y las noches ponen de manifiesto el espíritu aventurero y sacrificado de sus pocos moradores humanos, en su permanente lucha por sobrevivir entre todas las aves y animales.

El viento y la nieve se confunden en los largos atardeceres del verano o en las interminables noches oscuras con sus largos inviernos. En muchas ocasiones y a pesar del intenso frío, el cielo sembrado de billones de estrellas, planetas y galaxias, la hermosa y cercana luna, y la impresionante luminosidad de las auroras australes, nos ponen de manifiesto la grandiosidad de nuestro Creador.

Tuve la suerte en mi juventud de ser uno de esos privilegiados que vivió varios años por aquellas heladas superficies, y como la vida es una aventura más en nuestra existencia, llegué a formar parte de la convivencia complicada entre los humanos y los otros seres vivos que nos rodean.

Diciembre de 1952. Campaña Antártica 1952/1953

Faltan un par de horas y comenzaremos otro nuevo año, el mismo que veo en el calendario que se encuentra colgado detrás de la puerta de mi camarote.

¿Dónde me encuentro? En el barco transporte ARA Buen Suceso, navegando en el mar, en medio de un temporal de nieve y viento e inmensas olas que mueven a nuestro barco de un lado a otro, de arriba para abajo, y esquivando enormes témpanos de hielo que se cruzan en nuestro rumbo.

¿Cómo llegué hasta aquí? No fue fácil, pero tampoco imposible. Cuando ingresé a la Marina de Guerra como aspirante naval, nunca pensé qué sucedería en el futuro, solo tuve que estudiar y aceptar órdenes en una carrera uniformada que a la larga me sirvió, gracias a la buena voluntad y paciencia de mis instructores, para terminar de recibirme a los 18 años de Meteorólogo. Solamente con levantar la mano y aceptar ser uno de los dos voluntarios para trabajar en la Antártida, alcanzó para comenzar a recorrer este helado camino en el cual actualmente me encuentro.

¡Ya es fin de año! La sirena del barco y el bullicio en su interior, contrastan con el incesante zumbido que produce el viento de la helada masa de aire que, a decenas de kilómetros por hora, nos azota y levanta enormes olas que por momentos cubren completamente la proa del barco.

Son las primeras horas del año 1953 y en el puente de navegación, después de un corto brindis con un vaso de jugo de naranja, y mirando a través del ventanal bañado por las olas, una pequeña lágrima tibia cruza sin destino mi rostro, mientras mi pensamiento se aleja en dirección al continente, en donde han quedado los seres queridos.

Es el primer día de mi carrera y no es muy lindo lo que me ha tocado: el paso del temible cruce del estrecho de Drake, situado entre Tierra del Fuego y las primeras islas lindantes con la península antártica, comienza de manera complicada. Mi primera observación meteorológica –y las demás que vendrán–, ¡es horrible! Para poder leer los datos atmosféricos en un pequeño abrigo meteorólogico que se encuentra amarrado a una baranda sobre la cabina de mando, debo subir una escalera metálica adosada a su costado exterior. Pero entre el terrible viento que nos azota y las enormes olas que atraviesan de proa a popa, y que hacen que nuestra embarcación parezca un barco de juguete, se me hace imposible ascender. El oficial de navegación, con chaleco salvavidas y atado a una soga, me sostiene y me ayuda a subir para que, con mucha paciencia y temor, trate de memorizar los datos de temperaturas y humedad, que tendré que registrar cada tres horas en el cuaderno de observaciones meteorológicas.

Por suerte la guardia llega a su fin y bajo al comedor justo a la hora de la cena. He pasado mucho más tiempo sobre la borda del barco que en su interior, y gracias a los consejos de viejos marineros, poco a poco mi estómago se ha ido acostumbrando a mantener las comidas en su interior, pero por unos instantes, ¡por supuesto!

1971

Parece mentira cómo pasa el tiempo. El viejo año quedó atrás y en el nuevo la vida se va entre el presente y el mañana; de la misma manera se fue el mal tiempo, por ahora.

Al acercarnos a la punta de la península antártica, nos introducimos en el Mar de la Flota, en donde se encuentran innumerables islas que componen el Archipiélago de las Shetland del sur. Avistamos algunos refugios que estaban en las islas Livingston, Media Luna, Nevada, 25 de Mayo, Destacamento Navales en las islas Decepción y Melchior. Luego de realizar la carga y descarga de las provisiones y los relevos de las dotaciones de ambas Bases, proseguimos nuestro rumbo nuevamente hacia el noreste de la península.

Después de navegar entre un mar de hielo suelto, chato y con enormes témpanos, entramos al estrecho Antartic, y sobre la costa este de la península fondeamos en el interior de una extensa bahía, cercana a la irregular costa pedregosa, y avistamos el Destacamento Naval Esperanza. Próxima a ella está la Base de Ejército hace poco inaugurada, y a una distancia prudencial, un poco más retirada, se ve a la Base Inglesa Hope Bay.

Matienzo, 1981

La navegación ha sido para mí el inicio de una serie de pequeñas aventuras que, con el correr de los años, se incrementarán y transformarán en anécdotas, algunas de ellas un poco sorpresivas y dolorosas.

Mientras inician las tareas de descargas y turnos de trabajo, aprovecho que dispongo de un tiempo libre, recorro sus instalaciones y sus alrededores. Me alejo en dirección a un monte cercano llamado Flora, que comienzo a ascender con alguna dificultad, un poco por la variante orografía del terreno y otro poco por la indumentaria que visto, que es para el invierno y no para el verano tibio de la zona, pero uno es joven y audaz y lo importante es seguir adelante a pesar de todo.

¡Por fin! ¡He llegado a la cima! Y desde las alturas esta parte de la Antártida es una postal; la vista de la bahía, el barco con las lanchas que van y vienen, el incesante movimiento de las personas que parecen hormigas, el extenso estrecho, las enormes islas que lo rodean, en fin, son para sacar fotos y así lo hago.