Mucho Más Que Solo Un Vaquero Set Completo - Vale Vanessa - E-Book

Mucho Más Que Solo Un Vaquero Set Completo E-Book

Vale Vanessa

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Beschreibung

Set Completo - Libros 1 - 2

Fuerte y Firme:
No lo apodan El Forajido por nada.

Grayson Green no es ningún héroe. Es solo un vaquero trabajador que ha recibido su ración de reveses a lo largo de los años. Un hombre decidido a guardarse las cosas para sí mismo y dejar su pasado atrás. Pero entonces, Emory entra en su vida. Ella es diferente. Ella no tiene idea de quién es él ni de lo que ha logrado... y, aun así, ella lo desea. Cuando un personaje de su pasado está dispuesto a arruinar su vida, y la Emory, él tendrá que demostrar que es mucho más que solo un vaquero.

¡Advertencia! Esta ardiente historia tiene como protagonista a un macho alfa super atractivo y sobreprotector dispuesto a todo para proteger a su chica.

--

Rudo y listo:
Cuando un chico malo y tosco se encuentra con una recatada y obediente profesora universitaria, ¿serán capaces ambos de ganar la pelea de sus vidas?

Reed Johnson se crio en medio de la rudeza de las calles, siempre listo para sobrevivir únicamente con sus puños. Hoy en día, todas sus peleas son en el ring. Con El Forajido a su lado como entrenador personal, se convirtió en algo más que un simple vaquero. Eso era suficiente para Reed, hasta que conoce a su nueva vecina.

Harper Lane huye de un peligroso pasado, pero, sin importar cuánto lo intente, la persigue. Esta vez, no está sola. Cae directo en los brazos de Reed. Ahora ella le pertenece. Le pertenece para protegerla, para salvarla. Para ello, él tendrá que regresar a la vida que dejó atrás. Pero para Reed, la inteligente profesora universitaria es algo por lo que vale la pena luchar, y junto a ella siempre estará listo para cualquier cosa. Incluso para algo que nunca pensó que merecería, su amor.

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Mucho Más Que Solo Un Vaquero Set Completo

Vanessa Vale

Derechos de Autor © 2021 por Vanessa Vale

Este trabajo es pura ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación de la autora y usados con fines ficticios. Cualquier semejanza con personas vivas o muertas, empresas y compañías, eventos o lugares es total coincidencia.

Todos los derechos reservados.

Ninguna parte de este libro deberá ser reproducido de ninguna forma o por ningún medio electrónico o mecánico, incluyendo sistemas de almacenamiento y retiro de información sin el consentimiento de la autora, a excepción del uso de citas breves en una revisión del libro.

Diseño de la Portada: Bridger Media

Imagen de la Portada: Wander Aguiar Photography

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http://vanessavaleauthor.com/v/ed

Contents

Fuerte y firme

Chapter 1

Chapter 2

Chapter 3

Chapter 4

Chapter 5

Chapter 6

Chapter 7

Chapter 8

Chapter 9

Chapter 10

Chapter 11

Chapter 12

Chapter 13

Chapter 14

Chapter 15

Chapter 16

Chapter 17

Chapter 18

Chapter 19

Chapter 20

Chapter 21

Chapter 22

Chapter 23

Chapter 24

Chapter 25

Epilogue

Rudo y listo

Chapter 1

Chapter 2

Chapter 3

Chapter 4

Chapter 5

Chapter 6

Chapter 7

Chapter 8

Chapter 9

Chapter 10

Chapter 11

Chapter 12

Chapter 13

Chapter 14

Chapter 15

Chapter 16

Chapter 17

Chapter 18

Chapter 19

Chapter 20

Chapter 21

Chapter 22

Chapter 23

Chapter 24

Chapter 25

Chapter 26

Chapter 27

Chapter 28

Contenido extra

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Acerca de la autora

Fuerte y firme

1

EMORY

—Ya sabes lo que dicen sobre las propiedades afrodisíacas de las ostras.

¿En serio? ¿Él usaría esa línea? Si este tipo quería pensar que las ostras de las Montañas Rocosas eran verdaderas ostras de mar, entonces yo no pensaba llevarle la contraria. Decidí que lo mejor sería sonreírle ligeramente a… Bob. No, Bill. Algo con una B. Él estaría en sus treintas, bien vestido con traje y corbata gris, como si hubiera venido directamente de trabajar en un banco. Él tenía todo su cabello bien arreglado, aunque parecía perfectamente... normal. Lo normal no me parecía mal, pero él era un idiota. Él se servía testículos de toro fritos como si la comida gratis fuera a agotarse.

Mi amiga Christy había decidido renunciar a tener una cena formal para su fiesta de compromiso y, en su lugar, eligió una barra libre y unos estremeces. Supuse que ella incluiría la especialidad de Colorado en el menú para molestar a los invitados de fuera de la ciudad. El grupo invitado se había apoderado de una sala privada que conectaba con la zona del bar de un restaurante popular de la ciudad para beber y socializar. Claramente, la parte de socializar no estaba marchando bien porque yo tenía que ver a Bob/Bill masticar una bola de toro tras otra.

Yo había comido solo un poco de pollo satay y bruschetta y algunas otras opciones que los camareros habían ofrecido y traté de no hacer una mueca mientras él usaba una servilleta para limpiarse las migas de su barbilla.

—Solo debes comer ostras en los meses de mayo a agosto —él asintió con la cabeza como para confirmar su declaración.

—Sí, tu probablemente puedas comerlas en cualquier momento —respondí.

Él atravesó una con un mondadientes y la miró fijamente.

—Sí, que estén fritas ayuda.

Sí, este era el fin.

Christy había encontrado a un hombre asombroso en su prometido, Paul; pero su primo, quien estaba tratando de hacer funcionar su deslucido encanto sobre mí, era un completo fiasco. Él realmente creía que estaba comiendo ostras de verdad. Estábamos en Colorado, una ciudad sin acceso al mar.

Desvié mi mirada hacia la pared llena de ventanas. El restaurante estaba en el tercer piso de un histórico hotel boutique y tenía una vista increíble del lado oeste de las montañas.

Yo tenía muchas ganas de sacudírmelo, de decirle que necesitaba una menta para contrarrestar su aliento y un poco de hilo dental, pero él era pariente de Paul, y le debía a Christy evitar enemistarme con uno de sus futuros parientes. Además, probablemente tendría que verlo dentro de unos meses en la boda, y Dios no quiera que él fuera uno de los padrinos de boda. Como dama de honor, la dama de honor más vieja de la historia; probablemente tendría que caminar por el pasillo de su brazo. Traté de sonreír y asentir con la cabeza lo más diplomáticamente posible. Sonríe y asiente, pero él tenía la personalidad de una babosa de mar o de una ostra. Habíamos hablado de Paul y Christy durante un minuto o dos, pero después de eso... él demostró ser todo un mujeriego. Él se acercó demasiado a mí, con su mirada enfocada de manera subrepticia en mis senos, y tenía una extraña mirada lasciva. Tenía que ser una mirada lasciva, o si no él tenía algún tipo de tic en la comisura del labio.

¿Por qué el tipo seguía insistiendo conmigo cuando no tenía esperanza alguna de… nada? Yo no tenía ni idea. Yo había quedado marcada por un hombre; mejor dicho, había ardido hasta convertirme en cenizas y no estaba buscando a otro. Había sobrevivido a un divorcio, y lo hice porque Chris necesitaba una madre, necesitaba que yo fuera fuerte. Pero él estaba en la universidad ahora, y yo ya no me escudaba detrás del rol de madre. Podía debatir sobre las reglas del fuera de juego en el fútbol o de la recaudación de fondos de la asociación de padres; pero hablar con un tipo, un tipo de verdad y no con otro padre de la escuela secundaria, me resultaba increíblemente difícil. Dudaba que Bob/Bill supiera algo al respecto, y probablemente una vez que descubriera que yo tenía un hijo, y aunque él tuviera dieciocho años ya, se llevaría sus bolas de toro a otra parte.

¡Dios, yo era demasiado introvertida! Odiaba las grandes multitudes, la gente nueva, los ruidos fuertes. No era una persona fiestera. Debido a esto, era difícil conocer gente nueva. Yo era terrible para ello, nunca conocía a un extraño, a diferencia de Christy. Toda la dinámica introvertida-extrovertida había sido de ayuda cuando ella logró sacarme de mi caparazón en mi primer día de trabajo al encargarse, por fortuna, de presentarme a todos en mi nuevo departamento, lo que nos había hecho amigas desde el primer momento. No era como si yo fuera tímida o rara o algo así, pero definitivamente estaba acostumbrada a hacer las cosas a mi manera. Así lo consideraba, al menos.

Christy lo llamaba ser solitaria, y no se me ocurría nada más deprimente que eso. Ella me consideraba solitaria.

¡Solitaria!

Ella no estaba siendo cruel, solo era honesta. Sin embargo, yo había sido cautelosa por mucho tiempo, y había pasado incluso más tiempo desde la última vez que tuve una cita. Algo así como veinte años. Dos décadas. Por eso me presenté en la fiesta de compromiso sin un acompañante y la razón por la que no estaba interesada en Bob/Bill y sus ridículas tácticas para ligar. Claro, compartir con un hombre sería genial, pero yo quería que tuviera algunas neuronas en la cabeza. Si bien mi vibrador no hablaba y hacía el trabajo, no era nada parecido a un hombre de verdad, a su peso presionándome contra la cama, a la dura sensación de él entre mis muslos. Dentro de mí. Pero tener un orgasmo con un hombre de verdad no valía el riesgo, y yo ni siquiera estaba dispuesta a aprender las reglas de las citas del siglo XXI. Al ver a Bob/Bill limpiarse la boca de nuevo, no había duda de que mi vibrador sería el ganador de la noche.

Suspiré y tomé un sorbo de agua.

—Mira, debo irme. Christy me está llamando. Buena suerte comiendo esas ostras fuera de temporada —le dije.

Di un paso hacia atrás, pero él puso su mano sobre mi brazo desnudo. Él sonrió, y me di cuenta de un ligero solapamiento entre sus dos dientes delanteros.

—Me gusta el peligro —su pulgar acarició mi brazo, y di un paso atrás liberándome del agarre.

Claro. Puse cara de fastidió internamente.

Claramente, él no correría ningún riesgo ya que estaba hablando conmigo y no con alguna de las otras mujeres en el área del bar que estaban vestidas de manera más provocativa y que eran un asunto seguro. Y que eran más jóvenes, también. A mis treinta y ocho años, yo no era realmente mayor, pero la mayoría de las mujeres de mi edad no tenían un hijo en la universidad. Algunas, por lo que sabía, estaban animando a sus hijos en el jardín de infancia en un partido de futbol infantil.

Yo no le daría a Bob/Bill ninguna señal que dijera llévame a casa contigo. La forma en que tenía mis brazos cruzados sobre mi pecho, incluso mientras sostenía mi vaso, era una señal clásica de que no estaba interesada. Él no tenía idea. Ninguna. Una mujer deseaba a un hombre que la empujara contra la pared y la besara amorosamente hasta el cansancio. Bueno, al menos yo deseaba eso. Tener sexo salvaje también sería bueno. ¿Este tipo? Ni de broma. Si tuviera que adivinar, diría que él era un... contador.

Tomé un sorbo de mi agua helada con lima y lo miré a través de mis pestañas oscuras.

—¿A qué te dedicas?

Él puso la mitad de una concha vacía en su plato.

—Soy auditor del sistema de seguro social.

Bastante cerca. Yo asentí vagamente, tratando de evitar una mirada de fastidio. Él buscaba a una mujer que deseara tener una vida en una casa con vallas blancas, con dos niños y un perro; y con ostras. Yo estuve allí, pasé por eso. Incluso compré la camiseta y ahora la usaba para limpiar mi inodoro.

Mirando a Christy desde el otro lado de la habitación repleta de gente, la vi reírse de algo que la mujer a su lado comentó. Ella se veía increíble con su vestido halter de seda rojo, con sus bronceados hombros y su espalda al descubierto. Su cabello era liso y largo y su increíble maquillaje definitivamente era para una noche de fiesta en la ciudad. Era una apariencia diferente a su atuendo de negocios, el cual usaba para trabajar en el hospital y que incluso era más elegante que mi bata de sala de emergencias de todos los días. Su plan, cuando fuimos a comprar su vestido, había sido sorprender a Paul con su atrevido atuendo, y por la forma en que su mano descansaba justo al norte de lo apropiado en la parte baja de su espalda mientras ellos charlaban y se mezclaban con sus amigos, yo diría que funcionó. Ellos estaban descaradamente enamorados, y era algo un poco difícil de ver algunas veces. El tira y afloja del amor era fuerte, como un dolor, porque nunca antes había visto el aspecto de la mirada de Paul cada vez que la veía en el rostro de Jack, mi ex. Lo que me dolía no era que me lo hubiera perdido, sino que quizás nunca lo tendría.

Mi vestido no era ni remotamente del mismo calibre que el de Christy. Yo no estaba tratando de complacer a mi futuro esposo, y tampoco estaba buscando a uno. No en un bar y no con Bob/Bill. No tenía ni idea de cómo ligar con alguien, y ya no tenía veintiún años. Mis artes de seducción no solo estaban oxidadas, sino que estaban almacenadas en una cápsula del tiempo de finales de los noventa. Observé a las otras mujeres alrededor del área del bar. Algunas vestían menos ropa que yo cuando estaba en pijama, dejando poco a la imaginación. Ellas sonreían con falsa modestia, se tocaban, cruzaban y descruzaban las piernas y batían sus pestañas.

—¿Qué hay de ti? —él preguntó, distrayéndome de mi análisis—. ¿A qué te dedicas?

Miré una vez más en dirección a Paul y Christy y vi a un hombre que estaba con ellos, un hombre que definitivamente no había estado allí antes. Si así hubiera sido, yo no le habría quitado los ojos de encima.

—Oh, um... soy enfermera —respondí distraídamente mientras notaba el brazo del hombre y los tensos músculos que se movían debajo de su manga blanca. Un tatuaje se asomaba bajo la manga enrollada y sus manos eran enormes, de dedos gruesos. No podía ver el resto de él con Paul bloqueándome la imagen completa, y una necesidad visceral de verlo se apoderó de mí. Ese era un hombre.

Bob/Bill colocó su plato en la barra y tomó su cerveza. Al hacerlo, se acercó aún más, irritándome.

—¿Eres una de esas asistentes que ayuda a los pacientes a ir a rayos X en silla de ruedas? Me gustan esos lindos uniformes que usan.

Dando un paso atrás, ignoré sus palabras. Estaba frustrada por no poder darle un vistazo al hombre. Afortunadamente, Paul se movió, creando una abertura desde la cual el hombre era claramente visible. El calor inundó mis venas ante la imagen, y sentí unas mariposas extrañas en el estómago. Esto no era algo tonto como los sentimientos de amor de colegiala. Era algo completamente diferente. Era lujuria intensa y cruda. Cielos, ¡juraría que mis pezones se tensaron debajo de mi vestido con solo darle un vistazo!

Él era un vaquero. ¡UN VAQUERO!

Estando en Colorado, había un montón de ellos de un lado para el otro, pero no había visto uno tan cerca, y no había visto uno que me hiciera querer sacar una cuerda y enlazar su trasero.

Siendo más alto que metro ochenta de Paul, él tenía unos hombros anchos y cabello oscuro muy corto. Llevaba una camisa blanca impecable, pero era una camisa de broches. Una mujer debe haber inventado el concepto de las camisas de broches para hombres porque viendo a este tipo, deseé agarrar ambos lados de ella y abrirla, ver el pecho definido que había debajo y lamerlo.

¡Tch! ¡Tch! ¡TCH!

Se me hizo agua la boca ante la idea. No era solo la camiseta que decía ¡Hola, vaquero!, también los jeans que se amoldaban muy bien a unas poderosas piernas. Y a su trasero. Nunca me habían gustado los cinturones con hebillas grandes y brillantes, pero mmm mmm. Él incluso llevaba botas de cuero como si acabara de salir de su rancho. Él estaba todo marcado, tonificado; y mis dedos deseaban sentir cada uno de sus músculos. Desde el otro lado de la habitación pude ver que sus ojos eran oscuros, similares al oscuro ceño que los ensombrecía. Si mi ropa interior se mojaba con solo una mirada, ¿qué pasaría si él dirigiera su mirada hacia mí? Tragué saliva ante la mera idea. Mírame. ¡Mírame!

Definitivamente él era alto y moreno, pero ¿era guapo? No en el sentido tradicional, aunque encendió cada uno de mis sentidos, cada nervio que no tenía ni idea que tenía. ¿Desde cuándo me excitaban los vaqueros? Ellos aparecían en los calendarios de bomba sexy del mes, pero nunca antes me había sentido atraída por uno en persona.

Hasta ahora. ¡TCH!

La sonrisa que el Sr. Vaquero le dio a Paul fue amplia y amistosa y mi corazón dio un vuelco. Aunque sentía que lo había estado mirando durante minutos, había sido solo cuestión de segundos los que había estado devorándolo con mis ojos. Mi reacción fue instantánea y casi apasionada, y… ¿por qué con él? Había visto hombres más atractivos y sentido menos. No había sentido nada. A mi cuerpo no le importaba que su nariz pareciera que había sido rota al menos dos veces. Eso era indicio de una vida dura y bien peleada, y yo podía sentirme identificada con eso.

Él era todo lo opuesto a lo que normalmente me sentía atraía, lo cual se basaba en chicos atractivos de películas que no eran reales. Si el último James Bond estuviera al otro lado de la habitación, yo ciertamente arremetería contra las otras mujeres para llegar a él. Pero este no era James Bond. Era más como su hermano, quien había aguantado más de ocho segundos en el lomo de un toro. Él lucía cómodo con su atuendo del oeste y sus tatuajes. Y a mí me gustaba mirarlo con sus tatuajes y su ropa del oeste.

—¿Y bien? —Bob/Bill se movió lo suficiente como para bloquear mi visión del hombre, y yo fruncí el ceño. Él me estaba impidiendo mirar tipo atractivo. ¿Qué me había preguntado? Claro, sobre mi trabajo.

—Sí, no —Un idiota tan chovinista que no distinguía una bola de toro de un bivalvo—. Te refieres a una voluntaria de hospital, y ellas tienen quince años u ochenta, así que nada de eso en absoluto. Tengo un título de licenciatura y una maestría en enfermería —voluntaria, mi trasero.

Cuando me moví para ver de nuevo al Sr. Vaquero, se había ido. Por supuesto, él se había ido mientras yo estaba con el Sr. Horrible con aliento a huevos de toro. Probablemente él ya habido ido en búsqueda de su novia, o esposa si era el caso, le había puesto una mano en la parte baja de la espalda y la había saludado con un beso. Dios, yo estaba perdiendo el tiempo. ¿Por qué me había quedado a charlar con un tipo que hacía suposiciones groseras y misóginas sobre mi profesión? Yo había trabajado muy duro para obtener mis credenciales, y él había asumido que yo estaba calificada para entregarle flores a los enfermos. Debí haber huido hacía cinco minutos.

La mano de Bob/Bill deslizándose por mi espalda y colocándose en mi cintura hizo que mi mente volviera al ruedo.

—Entonces, ¿lista para ir a mi habitación en el piso de arriba? —él tomó un sorbo de su cerveza, me miró por encima del vaso y yo sentí cómo sus dedos apretaron mi costado a través de mi vestido.

Mi boca se abrió mientras daba un paso atrás, haciendo que su mano se cayera. Quizás yo era mejor ligando con chicos de lo que pensaba. Todo lo que tenía que hacer era decir que sí, y podría acostarme con Bob/Bill. Realmente necesitaba practicar si este hombre era lo único que mis habilidades podían lograr.

—¿Hablas en serio? —tuve que reírme y él pareció un poco avergonzado, aunque no por mucho tiempo.

—Bueno, sí —su mirada recorrió mi cuerpo mientras él se acercaba una vez más. Yo necesitaba una ducha de solo mirarlo—. Tenemos una conexión.

¿Una conexión? Sí claro.

—Por supuesto. Um... escucha...

—Siento llegar tarde, bebé. Este lugar está repleto de gente, Paul me indicó que viniera en esta dirección —sentí una mano en mi hombro antes de darme cuenta de que la nueva voz me estaba hablando. El contacto inesperado me hizo saltar, pero no se sintió tan espeluznante y asqueroso como la mano de Bob/Bill. Se sentía como si fuera electricidad crepitando en el aire antes de una tormenta eléctrica. Mirando hacia atrás, vi al Sr. Vaquero sonriéndome.

¡Me sonreía a mí!

Sus ojos marrones no solo eran oscuros, eran casi negros y estaban enfocados directa, completa y absolutamente en mí. Ellos cayeron brevemente a mi boca.

Me quedé paralizada en completa sorpresa y miré al hombre completamente boquiabierta. Bob/Bill también lo observó.

—Verás, Paul sabía dónde estabas —él señaló a mi amigo al otro lado de la habitación.

Paul me hizo una seña con su pulgar arriba, aprobando que este hombre apareciera y pretendiera… ¿Qué? ¿Salir conmigo? Él me había llamado bebé, ¿y acaso no sonaba eso increíblemente sexy?

¿Paul realmente sabía que su primo era un sinvergüenza y me estaba salvando? Obviamente. Ahora. Yo estaba alucinando. Puaj.

—Gracias por entretener a mi chica, me retrasé un poco —mientras él estrechaba amablemente la mano de Bob/Bill, la voz del Sr. Vaquero era profunda, áspera como la grava, y tenía un tono de aléjate de mi mujer. Bob/Bill hizo una mueca al sospechar que el apretón de manos era un poco más firme que el de un saludo amistoso. Una vez que él retiró la mano, hizo una mueca como si la indigestión hubiera comenzado, tal vez por las ostras de las Montañas Rocosas o porque sus planes de una noche de aventuras habían sido abortados.

Mi chica. Dios mío.

—No hay problema — murmuró Bob/Bill mientras estrechaba su mano y luego retrocedía a un territorio más seguro, aclarando su garganta y dándole un vistazo al Sr. Vaquero, notando la diferencia de altura; él medía un metro noventa con facilidad, unos quince kilos de peso extra y el montón de rudeza que él nunca tendría. No había forma de que él discutiera con el tipo. Si Bob/Bill era la ostra del océano, entonces el Sr. Vaquero era el tiburón. ¿O la barracuda? Él era astuto, traicionero y silenciosamente letal.

De cerca, él era aún más… varonil. Viril. Y yo era su chica, al menos por el momento. Mierda, él era excitante. Una barba oscura hacía su mandíbula más rugosa, y su mano contra mi espalda se sentía tibia incluso a través del algodón de mi vestido. Las mariposas en mi estómago de antes ahora eran abejas enojadas, y seguramente, él podía ver mi corazón prácticamente latiendo fuera de mi pecho. A diferencia de Bob/Bill, su mirada no había bajado más allá de mi barbilla. Sus ojos se sumergieron brevemente en mi boca de nuevo, y mis labios se separaron ligeramente, tratando de recuperar el aliento.

—¿De qué estaban hablando ustedes dos cuando los interrumpí?

Él desvió su mirada lejos de mí y miró a Bob/Bill, que parecía estarse poniendo verde, claramente con miedo de contarle. Hacerle una propuesta a la pareja de este hombre no era bueno para su salud.

—Oh, um... —Bob/Bill sujetó el nudo de su corbata y lo movió, encontrándolo de pronto extremadamente ajustado.

—De otras —respondí, dispuesta a evitarle al primo de Paul una posible muerte lenta y despiadada. Él era bastante sórdido, pero suficientemente inofensivo, especialmente para el Sr. Vaquero, también conocido como el hermoso vaquero, a mi lado. El Sr. Vaquero de alguna manera me hizo sentir protegida, resguardada y a salvo de cualquiera de las intenciones menos honorables de Bob/Bill. Él me hizo sentir... femenina, en comparación a su presencia ultra masculina. Pudo haber sido por el hecho de que yo solo llegaba hasta su hombro o que sus bíceps fueran del tamaño de mi cuello.

Le lancé una breve mirada de nuevo a Paul al otro lado de la habitación. Él me guiñó un ojo y luego volvió a entablar una conversación. Él había enviado a este tipo a salvarme de Bob/Bill.

—Oh, ¿te gustan las ostras de las Montañas Rocosas? No soy muy fanático de comer testículos de toro fritos. He cortado suficientes para saber cómo se ven de primera mano como para querer comerlos.

—Fritos... —Bob/Bill miró su plato y tragó con fuerza.

—No te ves muy bien —el Sr. Vaquero hizo un gesto con la barbilla hacia Bob/Bill, quien ahora tenía gotas de sudor salpicando su frente para hacer juego con su palidez—. ¿Estás lista? —él me preguntó, con sus ojos recorriendo mi rostro y guiñándome un ojo—. Pensé que podríamos sentarnos afuera un rato.

Sin esperar a que respondiera, él tomó mi mano y prácticamente despidió a Bob/Bill. Su mano era tan grande que la mía fue casi tragada por la suya. Si bien podía sentir callosidades en su palma, su toque era suave, lo cual era sorprendente para un hombre que parecía tan... agresivo, como si el exterior tranquilo fuera solo una fachada, y él tenía la tensión y la energía preparadas y listas para ser desatadas, especialmente cuando apuntaba al hombre que me molestaba. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando su pulgar acarició de un lado a otro el dorso de mi mano.

¿Lista? ¿Para irme con un vaquero fornido?

2

EMORY

Asintiendo, fingí una sonrisa y dejé que el vaquero me guiara a través del bar. Todo el mundo parecía estar mirándonos, especialmente a él, porque él tenía un porte y una presencia que gritaba ¡Fuera de mi maldito camino!

Dejé mi vaso en una repisa mientras pasábamos. El Sr. Vaquero soltó mi mano, ya que tenía una bebida en la otra, para abrir la puerta del patio exterior y la sostuvo abierta para que yo saliera. La zona de asientos estaba rodeaba por tres lados del edificio, aunque las ventanas solo flanqueaban la pared que daba a las montañas.

El ambiente era cálido; un contraste sorprendente con el interior acondicionado con aire. No fue el caluroso día lo que me sobrecalentó. Me sentía así por una razón completamente diferente. Cuando la puerta se cerró detrás de nosotros, el ruido del restaurante y el bar se apaciguó. El sol se había puesto detrás de las montañas, pero el crepúsculo duraría un rato y cambiaría de color hasta que la oscuridad se hiciera cargo. Las luces de los edificios del centro que nos rodeaban comenzaban a encenderse, y la vista me recordó por qué me gustaba vivir en Colorado.

Parejas y grupos pequeños charlaban junto a la barandilla y alrededor de pequeñas áreas adornadas en el patio dispuestas para sentarse, por lo que él señaló con su bebida en la mano una de las esquinas. Allí, todo estaba en silencio, y me moví para sentarme en una de las dos sillas que daban a la hermosa vista.

Dado que Christy estaba enamorada, ella quería que todos los demás también lo estuvieran, pero tipos como Bob/Bill no me hacían sentir ansiosa por cambiar mi estado en Facebook a En una relación. Independientemente de ello, ella y Paul habían tratado de hacerme salir ahora que Chris estaba en la universidad, pero intentarlo con este tipo, ¡Dios!

Durante tanto tiempo mi vida se había centrado en criar a Chris que no sabía cómo ser solo yo, la mujer, no la madre. Y ahora que se trataba solo de mí y este hombre increíblemente guapo, y yo no sabía qué hacer. Una cosa era hablar con Bob/Bill, y otra estar nerviosa, con la lengua trabada y abrumada por este hombre.

—¿Te importaría si me siento contigo? —su voz era profunda, fría y tranquila; paciente.

Se me hizo un nudo en la garganta cuando lo miré. A solo unos metros de distancia, él parecía un poco peligroso. Su nariz sí que había estado fracturada. Tuve razón respecto a eso. También había una cicatriz que atravesaba su ceja izquierda y su blancura contrastaba con su pelo corto y oscuro. Él sonrió y esperó.

—Oh, um. Seguro.

Agarrándose del respaldo de la silla e inclinándose, murmuró:

—No pareces muy segura.

—Yo... sólo me preguntaba por qué —respondí tímidamente. Mis inseguridades estaban aflorando. Si bien tenía confianza en mí misma como madre y en mi trabajo, cuando se trataba de hombres como él y la descarada selección de mujeres más jóvenes y más atractivas en el bar, me sentía carente. Una vez conmigo a salvo lejos del Hombre Ostra, él podía regresar al bar; su caballerosidad había logrado su propósito por esta noche.

Él frunció el ceño y una pequeña arruga se formó en su frente.

—¿Por qué?

—¿Por qué quieres quedarte aquí... conmigo? —señalé en dirección al bar—. Le diré a Paul que me salvaste, lo cual hiciste, así que gracias. Eres libre.

Entonces él se sentó, inclinándose hacia adelante, de modo que sus antebrazos descansaron sobre sus muslos. Los músculos bajo la ropa fueron difíciles de ignorar, y tuve que preguntarme cómo luciría el resto del tatuaje parcialmente oculto debajo de su camisa de broches. Toda su atención estaba una vez más en mí, como si no hubiera nadie más con quien quisiera hablar o a quien mirar. O con quien estar.

—Tal vez no quiero ser libre.

Oh. No podía apartar la mirada, no podía hacer nada más que darme cuenta de que él quería sentarse conmigo, ¡conmigo! Y sentí que algo se movía en mi interior. Algo bueno.

—Ah.

—Te traje otro trago.

Él sostenía un vaso alto, lleno de un brebaje helado con dos rodajas de limón flotando en la parte superior. La condensación goteaba por los costados.

—Gracias, pero estaba bebiendo...

—Agua —él interrumpió, terminando mi oración y colocando el vaso en la mesa baja frente a nosotros. Sus oscuros ojos me miraron de cerca una vez más, con calma. Era como si él pudiera hacer pasar desapercibidos a todos los demás clientes del restaurante, el ruido de los platos apilados hasta incluso la música sutil, y prestarme cada gramo de su atención.

—Sí —admití, mis ojos se agrandaron. ¿Cómo...? —. Me has estado observando.

Paul le dio su sello de aprobación a este tipo, pero todos los que descubrieron que su vecino era un asesino en serie juraron que no tenían la más mínima idea que lo era hasta después de ocurrido un espantoso asesinato. Yo no vi ninguna señal de que él fuera un asesino, aunque no había duda de que, por su cuerpo sólido, duro y asombroso, podía lastimar a alguien sin necesidad de usar un arma. Ahora me sentía cautelosa y nerviosa... de una manera completamente diferente. No quería que él resultara ser un canalla.

Él se reclinó en su silla y levantó las manos frente a él.

—Ah, oye, no quiero ver desaparecer esa linda sonrisa. No te preocupes, no estoy tratando de ligar.

Mi columna se puso rígida, y sentí calor en mis mejillas.

—Por supuesto que no.

¿Por qué iba él a perder el tiempo ligando conmigo cuando una bandada de mujeres fáciles se encontraba en el interior? Seguramente él solo necesitaba hacer un gesto con un dedo y ellas se le acercarían jadeando. Él era... muy, muy atractivo. Intenso. Bob/Bill era bastante guapo, y era un pervertido. Este tipo era más. Él tenía presencia. Confianza. La testosterona goteaba de sus poros, y sin duda también las feromonas dada la forma en la que yo estaba prácticamente jadeando por él. Él ni siquiera se estaba esforzando, no tenía que hacerlo. Él simplemente... lo hacía.

Él sonrió y eso cambió por completo su comportamiento. Relajado por mi sarcasmo, él se reclinó en su silla, con los codos en los apoyabrazos. Yo, por otro lado, me senté completamente derecha y lista para salir disparada.

—Mierda, eso fue realmente patético, ¿no? —él admitió, frotándose la nuca mientras hacía una mueca—. Insultante, incluso. Lo siento. Tengo que admitir que me pones un poco nervioso.

Mi cerebro se detuvo.

—¿Yo? —mis dos cejas se alzaron—. ¿Te pongo nervioso? Tú estás completamente fuera de mi liga —admití con el ceño fruncido. Ahora, él se retiraría con seguridad.

Él miró abajo, a sus pies y luego me miró de vuelta.

—Sí, lo sé —su voz era tranquila, casi resignada.

—Espera —negué con la cabeza y levanté la mano. Crees que soy... de ninguna manera. ¿Has visto a algunas de las mujeres que están aquí esta noche? Son bastante... jóvenes.

Sus oscuros ojos me recorrieron, desde —muy probablemente— mi cabello rebelde hasta las uñas pintadas de los dedos mis pies y de vuelta.

—¿Y se supone que tú eres vieja? —no me dio tiempo responder—. Créeme, estoy justo donde quiero estar.

Oh. No pude evitar el pequeño suspiro interno ante sus palabras.

Él se inclinó hacia delante una vez más y pasó su mano por su mandíbula cincelada. Él probablemente se había afeitado esta mañana, pero necesitaba hacerlo de nuevo. No es que me importara. Deseaba pasar mis dedos por su barba para ver si era suave o rugosa.

—Déjame empezar de nuevo. ¿Está bien?

Ladeé la cabeza y noté su expresión de disgusto. Yo asentí, con curiosidad.

—Soy Gray, el entrenador personal de Paul.

—¿Entrenador? Pensé que…

¿El entrenador de Paul? Haciendo a un lado la camisa con botones de broches a presión, o debajo de ella, él parecía uno. Estaba en forma, pero como si viviera de ello y no solo hiciera pesas. Sus brazos estaban llenos de músculos, sus manos eran ásperas y sus dedos largos. Considerando la cicatriz y los tatuajes, francamente él parecía ser alguien peligroso, más parecido a un luchador que a un simple entrenador. Quizás él había competido en el pasado. ¿Boxeo? ¿Rodeo? Parecía que él podía arrojar fardos de heno con una mano atada a la espalda, montar un toro durante ocho segundos y sobrevivir para ver otro amanecer.

—¿Que me enfrentaba a vacas todo el día?

Me mordí el labio y luego sonreí.

—Sí.

¿Qué sabía yo de cosas de vaqueros? La última vez que monté a caballo fue en el campamento cuando tenía once años. Brant Valley no era una metrópolis como Denver, pero seguía siendo una ciudad. Gray no encajaba en ningún molde en el que mi mente intentaba encajarlo. Solo conocía lo que podía ver, lo que él me contaba. Con la combinación de inquietante peligro y una sonrisa malvada, él era letal para mis sentidos y hacía que mi corazón latiera con fuerza.

El extendió su mano, y yo la alcance y la estreché, pero él no me soltó de inmediato. En cambio, mantuvo nuestros dedos tocándose; mantuvo la conexión.

—Soy Emory. Soy amiga de Christy.

—Emory —él repitió, como si probara mi nombre, soltando finalmente mi mano—. Ahí está. No lo arruiné esta vez.

Yo desvié la mirada y sonreí, no pude evitarlo, mientras volvía a meter la mano en mi regazo. Cada vez que me ponía nerviosa, él me hacía sentir cómoda.

—Supongo que debería agradecerte oficialmente por rescatarme —incliné mi cabeza hacia el restaurante.

El asintió.

—Paul me preguntó si podía ayudarte con su primo. Me dijo que era un baboso.

Mis ojos se agrandaron.

—¿Paul dijo baboso?

Gray sonrió, y las pequeñas arrugas en las comisuras de sus ojos se intensificó.

—Él uso una palabra más... selecta, pero no suelo maldecir frente a una dama.

El hombre era atractivo y todo un caballero. ¿Acaso había algo malo con él? Nada que yo pudiera ver.

—Incluso al otro lado de la habitación, ambos pudimos notar que no estabas pasándola bien, y cuando el tipo puso su mano en tu brazo y te estremeciste...

Él no terminó la oración, pero vi la forma en que su mandíbula se tensó.

Miré hacia abajo, a mis propios dedos. Ofrecí un sonido evasivo porque no había mucho que decir sobre Bob/Bill.

—Debí deshacerme de él antes de necesitar un rescate. Quiero decir, él pensaba que estaba comiendo ostras de verdad.

La comisura de su boca se inclinó hacia arriba.

—Pero eres demasiado amable, ¿no es así, Emory? —él comentó, mientras me veía alisar mi vestido sobre mis muslos—. Él no hizo nada, ¿verdad? ¿Dijo algo que te ofendiera?

Lo miré a través de mis pestañas.

—¿Le darías una paliza en caso de que lo hubiera hecho?

Él se encogió de hombros.

—Quizás. Al menos le enseñaría algunos modales.

Vaya, él era intenso, toda la concentración que tenía puesta en mí me decía que se preocupaba por mí. Era algo excitante. Yo no era capaz de apartar la mirada de sus oscuros ojos. No tenía ninguna duda de que, si le decía que el tipo me había puesto la mano en la cintura, Gray habría vuelto a entrar y le habría roto los dedos.

—No, él no hizo nada. De verdad —agregué porque no parecía creerme. Solté una pequeña y seca risa—. Podría haber terminado en su habitación.

Las dos cejas de Gray se alzaron ante mi tono burlón.

—Puedo llevarte de vuelta, si lo deseas —él señaló la barra por encima del hombro con su pulgar. Pude ver un brillo de humor en sus ojos.

Yo fruncí los labios, tratando de no sonreír.

—De hecho, él era realmente interesante. Ahora sé exactamente cuáles son los meses ideales para comer ostras. Ostras reales.

Él levantó las manos frente a él.

—No puedo competir con eso.

Sonreí ante sus ridículas palabras. En lo que a mí respecta, Gray no tenía competencia; ninguna en absoluto.

—Claramente, he estado fuera del juego desde que me alejé de ese ganador —respondí, con tono serio.

Él frunció el ceño, sin darse cuenta de mi sarcasmo.

—¿Juego?

—Fiestas, socializar, conocer gente —hice círculos con mi dedo en el aire—. Conocer hombres.

—Cautivaste al chico de las ostras.

Fue mi turno de fruncir el ceño.

—Ah, claro, Bob/Bill es una gran conquista.

—¿Su nombre es Bob Bill? —él preguntó sorprendido.

Esta vez me reí abiertamente.

—No. No recuerdo su nombre exactamente. Lo que si recuerdo es que comienza con una B —me encogí de hombros—. Él es un auditor.

—¿Muchos hombres suelen abordarte con sus proposiciones en los bares? —él me miró de cerca, quizás con un poco de atención, en busca de la respuesta. Él hizo que pareciera que se trataba de una especie de prueba.

Fruncí el ceño y me señalé a mí misma.

—¿A mí? ¿Hablas en serio?

Él cruzó los dedos sobre su abdomen plano como si estuviera poniéndose a gusto. Él no respondió a mi pregunta, pero planteó otra propia.

—Si ese tipo no es de tu agrado, ¿qué estás buscando?

Él dijo que no estaba tratando de conquistarme, así que no estaba realmente interesado en mí. Quizás solo quería conversar, pero eso era todo. Mi recién despierta libido tendría que quedarse dormido una vez más. Quizás, el hecho de reconocer esto me hizo relajar, porque yo podía hablar con un hombre, pero no podía hablar con un hombre así. Un hombre que realmente podría estar interesado en mí. Yo solo tenía que pensar en Gray como el entrenador de Paul y olvidar que hizo que mi ropa interior se humedeciera, mi corazón palpitara y mis mejillas se ruborizaran. Y reflexionar en el futuro sobre los vaqueros.

—¿Estás hablando solo de apariencias? —pregunté.

Él lo consideró.

—Por supuesto. Podemos empezar con eso. Sin embargo, no puedes usar la descripción de tu esposo o novio.

Yo no estaba lo suficientemente fuera del juego como para no notar que él estaba de pesca.

—Soy divorciada —le dije, dejándolo en claro, tal vez más para mí que para Gray, que Jack se había marchado hacía mucho, mucho tiempo. Yo tenía todo el derecho a sentarme aquí, con un chico atractivo y conversar con él.

Gray sabía que estaba atrapado y sonrió tímidamente, formando pequeñas arrugas en las esquinas de sus ojos. ¿Cómo podía verse tan amenazador y peligroso, pero ser tan... malditamente lindo al mismo tiempo?

—Es bueno saberlo.

Yo solo lo miré y arqueé una ceja.

—Ah, estabas esperando por mi —él se señaló a sí mismo, poniendo los dedos de su mano izquierda sobre su pecho, de tal modo que yo pudiera ver que no llevaba anillo—. Soltero, nunca casado.

Yo asentí, asegurándome de que no estar cazando furtivamente en el territorio de otra mujer. No era como si yo estuviera en algún tipo de caza furtiva. Estábamos conversando. Eso era todo. Yo dudaba que él fuera a agarrarme y a presionarme contra la pared del restaurante para tener sexo como monos salvajes.

—¿Y bien? —él estiró las piernas frente a él como si tuviera todo el tiempo del mundo. El hecho de que hiciera esto me permitió notar cómo sus jeans se estiraban tensamente sobre sus musculosos muslos. Era posible que yo alcanzara a notar el contorno de su... ¡mierda!

Dándome cuenta de que lo estaba devorando con la mirada puesta allí, miré hacia arriba y noté a sus oscuros ojos mirando los míos y recorriendo mi cara. Tímidamente, alisé las arrugas imaginarias de mi vestido amarillo una vez más. Sentí que mis mejillas se calentaban. No había revisado el paquete de un hombre en… bueno, una eternidad.

—¿Qué busco en un chico? —repetí, tratando de volver a pensar en la conversación y dejando de pensar en cosas sucias. Un entrenador personal que se vista como un vaquero. A ti. Podría estar interesada por completo en ti. Gray hacía arder cada uno de mis sentidos, pero no había manera que le dijera eso, porque sería mortificante que fuera algo oficialmente unilateral y que él se riera de mí y se alejara.

—Sí.

Me encogí de hombros con indiferencia y mi cabello largo se movió. Yo había usado unos broches para mantenerlo alejado de mi cara, pero como mi cabello nunca había hecho nada que yo hubiera querido de él en toda mi vida, las suaves ondas se estaban soltando.

—Eso es fácil. No estoy mirando.

Esa era la verdad. Yo no tenía ningún interés en encontrar un hombre. Después de que Jack se fue de la ciudad con su asistente cuatro años atrás, yo estaba en modo madre soltera. Él no solo se había divorciado de mí, sino que también había abandonado a su hijo de entonces catorce años. Al tener que ocuparme de Chris, de su enojo hacia su padre, la escuela secundaria, regresar a casa de mis padres, las solicitudes para la universidad, la vida y el trabajo, no había tenido tiempo de levantar la cabeza para tomar un poco de aire y mucho menos para mirar a mi alrededor. Ahora, con Chris ausente durante su primer año de universidad, tenía más tiempo libre del que sabía qué hacer con él. Estaba, por primera vez desde que tenía diecinueve años, sola. Yo era un nido vacío, y ese término significaba que era vieja. Mañaneros en oferta y descuentos de admisión.

—¿De verdad? —él cruzó sus tobillos—. Creo que eres la única mujer en el restaurante que no está al acecho.

—Y Christy —agregué. Mi amiga ya había merodeado lo suficiente y había encontrado a su hombre—. ¿Qué hay de ti?

—Yo solo observo —él admitió—. Te vi, ¿no es así?

—Me rescataste —contesté. Había una gran diferencia. Paul le pidió que me salvara. Él no me había buscado por su cuenta. Aun así, podía sentir mis mejillas enrojecerse, así que aparté la mirada, incómoda con sus palabras.

—Yo tampoco estoy buscando algo, pero tampoco no estoy no buscando.

Hice una pausa y pensé en eso.

—Sorprendentemente, te sigo.

—¿No beberás tu trago? Todavía hace bastante calor.

Eché un vistazo al cristal; la condensación goteaba y se deslizaba por los lados. El aire todavía estaba bastante caliente, a pesar de que eran más de las ocho. Era la agonía del veranillo, porque por lo general la fuerte incidencia del otoño ya debería sentirse en el aire ahora mismo.

—No bebo de vasos que me ofrecen extraños.

¡Dios mío! ¿Había dicho eso en voz alta? Apreté mis labios, temiendo que algo más horriblemente malo saliera de mi boca. Yo era una total y completa idiota. Acababa de acusar abiertamente a Gray, que solo había sido amable conmigo, de drogar mi bebida para violarme en una cita.

Christy tenía razón. Yo no tenía ninguna habilidad para interactuar con los chicos. Hablé sobre ostras con Bob/Bill, así que tal vez era yo el fiasco, no él, pero demasiada experiencia con mi trabajo me había hastiado. Había visto pasar demasiado del mundo real a través de la sala de emergencias como para hacerme desconfiar, incluso en una ciudad pequeña como Brant Valley; una ciudad universitaria, llena de muchos veinteañeros haciendo estupideces, de violencia doméstica, accidentes automovilísticos y drogas. En todas partes sucedían cosas malas. Además, algunas personas no eran agradables. De hecho, francamente muchos eran crueles. Veía vidas destruidas a diario.

Habían pasado casi veinte años desde la última vez que tuve una cita. Demonios, Jack y yo apenas habíamos salido. Pasamos de todo el asunto de conocernos y salir en la universidad a ser padres sorpresa, todo en un año.

Independientemente de mis fallas personales, no era necesario que insultara a Gray por pensar que él haría algo horrible solo porque eso sucedió. ¡Yo era una completa idiota!

—¡Mierda! —susurré. Me moví en mi silla para mirar hacia otro lado. Las lágrimas hicieron arder la parte posterior de mis ojos a medida que la gravedad de mis palabras cobraba relevancia. Él probablemente desviaría su mirada ante lo rara que yo era, me consideraría una chica psicópata y se iría. Él podría encontrar a una mujer que le ofreciera una gran cantidad de escote y un kilómetro de muslo expuesto, que pudiera tener una conversación normal y que no lo pensara dos veces antes de aceptarle una bebida.

—Oye. Oye, ahora —murmuró Gray, con tono casi relajante—. Es inteligente que una mujer tan hermosa como tú tenga esa regla —sentí sus dedos en mi espalda. Fue un toque suave, y me sobresalté.

Cubrí mi rostro con mi mano, deseando que él se fuera.

—Estoy un poco avergonzada aquí —murmuré—. Creo que realmente metí la pata.

Un grupo de hombres, hablando lo suficientemente alto como para indicar que habían bebido en abundancia, se acercaron desde la esquina. Giré la cabeza aún más, esperando que ninguno de ellos me notara.

Oí que la silla de Gray raspó el suelo de cemento.

—Ey, chicos, busquen otro lugar para pasar el rato —él les dijo con su voz tranquila pero poderosa mientras se paraba frente a mí. Las voces de los hombres cesaron inmediatamente, y tuve que dar vuelta y ver lo que estaba pasando. Gray se puso de pie y miró al grupo, con las manos en las caderas, protegiéndome de ellos. No podía ver su rostro, pero los hombres no discutieron, solo lo miraron por un momento y se retiraron con un, “Claro, amigo. No hay problema.”

Pude tomarme un breve momento y mirar el trasero de Gray, sus anchos hombros y toda la mitad de su espalda, la cual no había podido observar antes. Todo lucía tan bien como su parte delantera.

Gray se dio vuelta, me miró y luego volvió a colocar la silla en su lugar, aunque esta vez, cuando se sentó, él estaba varios centímetros más cerca.

—Emory —su voz hizo que mi nombre sonara suave como la seda.

Lo miré a los ojos. Su cabeza estaba ligeramente ladeada como si estuviera tratando de leerme. Sus oscuros ojos parecían preocupados, pero no les faltaba intensidad.

—Lo siento —admití rápidamente, lamiendo mis labios que de repente se habían secado—. Soy una idiota. Te dije que no sé cómo hacer esto —mis palabras estaban llenas de emoción y extrema mortificación.

—Lo estabas haciendo bien —él tomó el vaso de agua, bebió un gran sorbo para demostrar que no tenía planes retorcidos y luego me lo ofreció—. Toma el vaso, Emory. Es seguro. Soy seguro. Yo nunca te lastimaría. Lo prometo. Pero no confíes solo en mi palabra, pregúntale a Paul. Envíale un mensaje de texto.

—Él me dio la señal del pulgar hacia arriba, así que debo asumir que no eres un criminal peligroso —le respondí.

—Peligroso, tal vez, pero no para ti. Nunca contigo. Envíale un mensaje de texto más tarde, después de la fiesta. Quiero que lo hagas, para que no me tengas miedo.

De alguna manera, sabía que él no era tan peligroso como parecía: tatuajes, cabello corto, cicatrices. Yo solo era natural y ridículamente cautelosa. Si alguna vez iba a salir de mi caparazón como Christy me insistía constantemente que hiciera, tenía que empezar ahora. Gray no estaba buscando algo o a alguien. Él había sido honesto. Lo había visto ser amigable con Paul. Él solo estaba siendo amistoso conmigo. Extendí la mano y tomé el vaso, nuestros dedos se rozaron. La chispa que sentí con el ligero toque hizo que mis ojos se alzaran para ver si él también lo sentía. Por un breve momento, ambos sostuvimos el vaso y el mundo a mi alrededor se centró únicamente en la más pequeña de las conexiones.

—No te tengo miedo —le dije, justo antes de tomar un sorbo de agua fría.

Él arqueó la ceja y me miró con escepticismo.

—De verdad, no es así. No tengo miedo, pero me pones... nerviosa —mis dedos se movieron nerviosamente, y levanté mi mano para mostrarle—. ¿Ves?

Su mirada cambió a una de sorpresa.

—¿Nerviosa? ¿Debido a mí? ¿Es por mi aspecto de chico común y corriente? —él sabía que era intimidante y se estaba burlando de sí mismo.

—Lo suficientemente nerviosa como para acusarte de agregar una droga a mi bebida.

Su amplia sonrisa también me hizo sonreír. ¿Cómo él lograba tranquilizarme cuando, en lugar de eso, debería sentirme ridículamente avergonzada?

—¿Puedo tener la oportunidad de empezar de nuevo como lo hiciste tú?

Él asintió y cruzó sus firmes dedos sobre su pecho.

—Parece justo. Ambos podemos empezar de nuevo.

Respiré hondo, lo miré directamente a los ojos y sonreí.

—Gracias, Gray, por el agua —tomé un sorbo frío y refrescante. El me observó con detenimiento mientras yo tragaba.

Él aclaró su garganta.

—De nada.

—¿Cómo sabías que no estaba bebiendo? Alcohol, quiero decir.

—La primera vez que te vi —había llegado tarde debido a una reunión—. Estabas hablando con el camarero. Lucías tan linda como el Sol y hacías sonreír al chico. Él asintió con la cabeza a algo que dijiste y te preparó una bebida parecida a un gin-tonic.

Eso fue diez minutos o más antes de que él se acercara y me rescatara. Gray me había estado mirando más tiempo de lo que pensaba. ¿Cómo había pasado desapercibido y no lo había visto antes? Era imposible. Le respondí de una manera que nunca antes había experimentado. Fue casi visceral. Debido a esta... atracción, no sabía cómo sentirme al respecto. ¿Halagada?

—Tomé una copa de vino cuando llegué, y tengo que conducir de vuelta a casa —le expliqué—. Soy un poco mala con la bebida, así que no necesitaba más. Si sostengo un vaso de agua, que realmente parece agua, la gente me pregunta si soy alcohólico o miran mi barriga y se preguntan si estoy embarazada.

Él apretó la mandíbula.

—Dejé de beber cuando estaba entrenando y nunca volví a tomar, pero nadie me cuestiona de esa manera. Doble moral de mierda.

Me encogí de hombros porque no había nada que añadir. Si era una doble moral de mierda, pero yo estaba contenta de ver que él no estaba feliz por eso.

—Además, si bebo demasiado por la noche, es difícil hacer ejercicio a primera hora de la mañana.

—¿Corres?

Miré hacia arriba ante la idea de correr. ¡Sí, cómo no!

—Solo si me están persiguiendo.

Sus ojos se entrecerraron ante mi humor negro que, claramente, no le hizo gracia.

—La idea de que te sigan no es divertida.

—Sí, lo siento —dije, disgustada. Vaya, él también era protector—. No. Practico yoga.

El interés iluminó su rostro.

—¿Yoga? ¿En serio?

Estaba esperando que dijera algo sobre lo flexible que era, pero él no dijo nada.

—¿Yin? ¿Vinyasa? ¿Yoga con calor? —él preguntó.

Mi boca se abrió de golpe, un poco aturdida de que él conociera los distintos tipos.

—¿Tú haces yoga?

Él rio.

—Ni siquiera puedo tocarme los dedos de los pies, pero tenemos clases en mi gimnasio. Entonces eres una persona mañanera.

—Me gusta ver salir el sol —la forma en que el cielo pasaba de negro a gris, luego a rosa y finalmente a azul; cómo la cima de las montañas atrapaba los primeros rayos. La forma en la que la ciudad aún dormía.

—Puedo entender eso. Corro a las seis casi todas las mañanas. Me gusta la tranquilidad —¿era esa la razón por la que él ahuyentó a esos tipos, porque eran demasiado ruidosos? ¿Podría este tipo ser un introvertido como yo?

Algo se asentó dentro de mí. Él sabía. A él le gustaba la tranquilidad.

—Tú… entonces entiendes —contesté con mi voz suave. Yo estaba complacida, emocionada incluso, y una pequeña oleada de placer me recorrió.

La comisura de su boca se curvó, pero él no dijo nada, solo siguió mirándome. Ahora, cuando sus ojos sostuvieron los míos, no estaba nerviosa, estaba... intrigada.

—Juego al fútbol bandera los domingos en una liga de recreación, solo por diversión. No es algo super competitivo, especialmente porque somos muchos más mayores que el resto.

¿Chicos mayores? Él no podría ser mucho mayor que yo. Tal vez tenía unos cuarenta. Dudaba que tuviera problemas para llevar el ritmo de alguien más joven, especialmente si era un entrenador. Parecía más que apto para aguantar en cualquier cosa que quisiera lograr. Simplemente no esperaba que un vaquero jugara al fútbol americano. Pero eso era ser bastante sentenciosa, especialmente cuando odiaba que la gente tomara decisiones rápidas sobre mí. Como lo había hecho Bob/Bill al pensar que yo era una stripper.

—El juego es a las once —continuó—. Me gustaría que vinieras.

Mi boca se abrió, y yo no sabía qué decir. ¿Él me estaba invitando a salir? Él levantó una mano.

—No entres en pánico, no es una cita.

No obstante, mi corazón se aceleró ante la invitación. Arqueé una ceja.

—¿En serio? ¿Así es como invitas a salir a las chicas?

—¿Chicas? ¿Como las que están adentro?

Solo pude asentir.

Él se inclinó hacia adelante y me miró de cerca.

—Quiero que tú... vengas a mi juego. No como una cita porque imagino que si te invitara a salir ahora mismo podrías salir corriendo. Como dije, no quiero que me tengas miedo.

Cuando volví a abrir la boca para hablar, él cubrió mis labios con un dedo. El toque fue cálido y suave, y no pude hacer nada más que sentir el cosquilleo hasta los dedos de mis pies... y otros lugares.

—O que estés nerviosa. Confía en mí, Emory, cuando te invite a salir, lo sabrás.

Él dijo cuándo, no sí.

—Solo quiero verte de nuevo —él bajó la mano.

—Pensé que no estabas tratando de ligar conmigo —sostuve.

—Esto… —él movió un dedo entre nosotros—. es diferente. Esto no es ligar. Esas chicas, no son conquistas. Tú... —él dejó en el aire el resto de la oración. Mientras yo todavía procesaba el por qué, él continuó—. No lo consideres una cita, sino una coincidencia, ya que ambos estaremos en Antelope Park en el momento preciso.

Lo miré, dudando de su sinceridad.

—De verdad eres…

Él me interrumpió con una simple palabra.

—Sí.

Esas mariposas o abejas; no, avispones, estaban de vuelta en mi estómago. Él quería que yo fuera a su práctica; de lo contrario, no se habría ofrecido. Él me dejó toda la decisión de asistir a mí, claramente consciente de lo nerviosa que estaba. Una vez más, él me estaba tranquilizando con la esperanza de que yo asistiría. Tenía hasta el domingo por la mañana para decidir qué quería hacer. Desde el ridículamente breve tiempo que me conoció, él había aprendido que yo tenía que tomar una decisión ponderada y segura.

Mientras hablábamos, el sol se había puesto por completo. Además de las pequeñas luces blancas colgadas a lo largo de la barandilla, estábamos iluminados por la luz que se filtraba desde el bar. El rostro de Gray hacía un contraste pronunciado, su mirada era más oscura y decidida. Él parecía un tipo que no querrías conocer en un callejón oscuro, pero yo, yo me sentía... segura con él. No había tenido que pretender o fingir una conversación, simplemente sucedió, incluso a pesar de haber metido la pata. Él me había hecho sentir cómoda con facilidad, y resultó que teníamos mucho en común. Yo también consideraba que él era super atractivo.

—No hay necesidad de estar nerviosa entonces —respondí, burlándome de mí misma.

—No —él sonrió cálida y fácilmente.

Su mirada descendió hasta mi boca, y me preguntaba si quería besarme. Bueno, yo quería besarlo. Mi corazón se aceleró ante la idea. No había tenido ningún interés en besar a un chico en mucho tiempo, y tenía que admitir que era un poco aterrador. Rápido y aterrador. No me refería al mismísimo Gray. Él parecía paciente y cómodo. No me atreví a decirle eso. Ningún chico quería que lo consideraran cómodo.

—Yo ... debería irme. Fue un placer conocerte, Gray, pero la clase de yoga es a las seis.

Me puse de pie, aunque las patas de mi silla no rasparon el cemento. Él también se puso de pie, y tuve que inclinar la cabeza hacia atrás para mirarlo.

—No quiero que camines sola a tu auto, así que déjame acompañarte.

—Gracias. Aceptaría la oferta, de verdad, pero aparqué en un valet parking.

Trabajar en la sala de emergencias me garantizaba un asiento en primera fila para todas las cosas malas que sucedían en Brant Valley.

Él rio con facilidad.

—Claro, no hay problema.

Lo miré a través de mis pestañas y me di cuenta de que él no se estaba riendo, pero definitivamente estaba entretenido conmigo.

—Buenas noches —murmuré, pasando junto a él.

Su mano en mi brazo desnudo me hizo hacer una pausa, lo que me hizo perder el aliento. El toque fue suave. Su piel era cálida y áspera, con callos, pero fue como un shock para mi sistema.

—Espero verte el domingo, Emory.

Su voz era tranquila, casi íntima.

Asentí levemente pero no lo miré. Mi piel hormigueó en el lugar donde me tocó durante todo el camino hasta mi auto.

3

GRAY

Lo arruiné. Eso era lo único en lo que podía pensar mientras corría a toda velocidad ocho kilómetros y comenzaba mi período habitual de treinta minutos saltando la cuerda. Clic. Clic. Clic. El sonido del plástico golpeando la colchoneta del gimnasio era casi adormecedor, y me concentré en mi ritmo. Mis músculos estaban calientes por la carrera.

Inhala. Exhala.

Clic. Clic. Clic.

Había algunos chicos madrugadores entrenando, pero era sábado, así que la mayoría de nosotros estábamos aquí para ejercitarnos y terminar lo más pronto posible y no estábamos interesados ​​en hablar. Esto me venía bien. Mi primer cliente llegaría a las diez, pero en este momento, simplemente marqué el ritmo. Además, los chicos sabían que yo siempre estaba ahí para ellos; era mi gimnasio después de todo, pero el tiempo de entrenamiento de un chico era sagrado, y todos sabían que no debían meterse con el mío.

El equipo de limpieza había pasado durante la noche, y el fuerte olor a limpiador de pino y lejía permanecía en el lugar. Los altavoces emitían un ritmo tecno. Odiaba las canciones con letras a todo volumen mientras hacía ejercicio, las voces me distraían, así que usaba una lista de reproducción en la que el ritmo constante ayudaba a mantener el estado de ánimo alegre. Como propietario, manejaba el gimnasio a mi manera. Dado que mi nombre en la industria me precedía, nadie me iba a cuestionar ni a mí, ni cómo hacía las cosas. Y si lo hacían, bueno, ellos podían ir a otro lugar.

El gimnasio había abierto hacía unos pocos años, y yo tenía clientes habituales, además de un núcleo sólido de empleados, lo que me parecía bien. Me gustaban las cosas tranquilas. Estables. Las únicas peleas en las que quería participar en estos días eran en el ring, y por lo general no era yo quien peleaba. Ya no. Ahora había dado por terminada esa vida. Yo solo era el entrenador detrás de las cuerdas. Sí, claro. No había manera de que pudiera ser solo un entrenador detrás de las cuerdas. Nadie me dejaría serlo. Mi agente, los patrocinadores, todos querían una parte de El Forajido. ¿Y yo? Yo solo deseaba… silencio. Tal y como Emory había dicho.

Con mi habitual empleado madrugador en la recepción manejando el funcionamiento diario del lugar, no tenía distracción alguna. Asentí levemente con la barbilla a un tipo que se dirigía al vestuario, sin romper mi ritmo con la cuerda y luego me entregué a mis pensamientos. Mi mente se desvió directamente hacia lo idiota que había sido la noche anterior. Mi cena de trabajo con mi luchador, Reed, y los chicos de relaciones públicas había durado mucho, así que cuando finalmente quedé libre, crucé la ciudad rumbo a la fiesta de compromiso. La forma en la que Paul miraba a su prometida, Christy, había hecho que la prisa valiera la pena; pero ver a una mujer hechizar al bar tender había hecho mi noche.