Muerte y resurrección - Leandro R. Paolini - E-Book

Muerte y resurrección E-Book

Leandro R. Paolini

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Beschreibung

Los protagonistas, en sus microcosmos, se enfrentan a la dura realidad de un sistema educativo público que parece colapsar. Los conflictos, la pérdida de valores y la apatía de la sociedad son un fiel reflejo de lo que pasa en el aula. A través de sus vivencias y la reflexión, uno de los protagonistas, Mateo, intenta encontrar soluciones a esta tragedia. ¿Será posible recuperar el sentido de la educación o estamos condenados a la anomia? Durante las vacaciones, los imponderables aparecerán en escena, y un cambio que parecía imposible se volverá realidad. Lo macro se hará presente, porque así estaba escrito en las estrellas. Una novela impactante que combina ficción y crítica social con una mirada cruda sobre esta realidad de las escuelas.

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Seitenzahl: 140

Veröffentlichungsjahr: 2025

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LEANDRO RAÚL PAOLINI

Muerte y resurrección

Algunas ficciones en un micro y macro cosmos

Paolini, Leandro R. Muerte y resurrección : algunas ficciones en un micro y macro cosmos / Leandro R. Paolini. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-6076-6

1. Novelas. I. Título. CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenido

Prólogo

Introducción

CAPÍTULO I

Parte 1. Una tragedia cotidiana

Parte 2. El escritor

Parte 3. Mateo, junto a su fuente privilegiada, comparten anécdotas

Parte 4. Mateo piensa sobre los problemas y las soluciones en educación

Parte 5. Mateo conoce a alguien

Parte 6. Un diamante en una cantera

Parte 7. A miles de kilómetros estalló un conflicto que repercutiría en el mundo

Parte 8. Juan y sus problemas laborales

Parte 9. La situación empeora

CAPÍTULO II

Parte 10. Se termina el ciclo lectivo

Parte 11. Mateo viaja con su padre

Parte 12. Siguiendo la ruta del camino

Parte 13. Los días a bordo del crucero

Parte 14. Go West

Parte 15. Visita a nuevos puertos

Parte 16. El Armagedón

Parte 17. La mundialización del conflicto

Epílogo

Prólogo

El siguiente escrito es una ficción. Los hechos, lugares y personajes aquí contados son partes de una invención y no tienen ninguna relación con la vida real. Cualquier coincidencia es solo casualidad. Un ejemplo de ello, es que casi no se encuentran menciones a sitios específicos.

Aquellas menciones a personajes de fama, actuales o del pasado, son solo a los efectos de apoyar y reforzar el relato. También tienen por objeto mostrar la admiración del autor por estos.

Tampoco, de ninguna manera el libro pretende ser un manual de teoría, aunque en ocasiones se fundamenta de forma muy somera, en ciertos conceptos, utilizados tendenciosamente, que son solo vertidos para fortalecer y hacer más creíble su narración.

En un país cuyo nombre no recuerdo, un milagro se iba a hacer presente…

Lo que nos conduciría a afirmar que, a veces una tragedia, resuelve otra.

Introducción

Dice el doctor Mario Alonso Puig en una de sus ponencias que: “una vez el Director del Instituto del cerebro de Milán, dijo que: Genio se nace, y a imbécil se llega, entonces alguien preguntó qué había en el medio, a lo que este respondió: el sistema educativo”. También cabría agregarle un elemento fundamental como es el poder político.

La educación nos construye o nos destruye. Somos lo que somos, como nos formamos a lo largo de nuestras vidas. Nuestros vínculos y nuestras relaciones, nuestros entornos. La voluntad nos puede hacer cambiar. Pero su contraria, la apatía, nos destruye, nos opaca, bloquea y frena.

Esto fue lo que les sucedió a esta pobre población natural de esas tierras. Alguno dirá que no era para ellos, que ocupaban un territorio que no les era correspondido, y por eso debían autodestruirse, ser eliminados, superados por hordas famélicas de alimentos y de progreso. Los imponderables se manifestarían de un modo jamás visto en la historia de la humanidad. De tal magnitud sería el grado, que haría sacudir los cimientos de una sociedad.

Cuando se tuvo una falta de valores, que impidió ver lo obvio y evidente producto de una decadencia moral, se cayó en la anomia, solo aquellos cuyos principios y valores se mantuvieron firmes e inalterables, fueron quienes triunfaron.

CAPÍTULO I

Parte 1. Una tragedia cotidiana

Patético, patético, patético… la debacle era evitable pero parecía inevitable.

Juan trabajaba en educación, en la parte administrativa y de contacto entre alumnos, padres y docentes: se desempeñaba como preceptor. Todos los días observaba conductas, aptitudes, conflictos y problemas que esmerilaban y diría más, destruían el sistema educativo. Para ello utilizaba unas planillas denominadas de seguimiento”. Allí se relataban todos los aconteceres, obviamente negativos que sucedían en un día normal de clases con determinado alumno, una especie de prontuario para hablar mal y pronto. Así se encontraba, todos los días completando una distinta, yendo a fotocopiadora y pidiendo las consabidas planillas porque ya no quedaban más. Desgastante rutina a la que se encontraba sometido.

Era así como, en una escuela del centro de una gran ciudad, se visualizaban muchas de estas tragedias.

En su mayoría, los concurrentes eran de barrios de la periferia, muy alejados por lo que les llevaba en promedio una hora el viaje de la casa a la escuela. El argumento off the record por el cual venían era, en cierto modo, la una manera de poder andar por el centro y vagar un rato. Dado que, el pasaje de colectivo era gratis para los estudiantes.

Allí teníamos a Jaime, un alumno complicado. De muy mala conducta, a quien no se lo podía tener quieto en ningún lado. Fue así como un gran cúmulo de notas disciplinarias poblaban su legajo, además de llamados a los padres para reuniones, concertadas previamente por los Directivos y el Equipo de orientación estudiantil.

Muchas veces era suspendido, y se le daba una constancia de alumno regular para que la presentase en otra escuela, donde pudiese entrar. Pero era una misión imposible… todo se sabía y nadie lo tomaba. Entonces, otra vez en el colegio.

Su padre decía que no podía hacer nada con él. Según argumentaba, conocía las leyes que lo amparaban y, ante cualquier coscorrón o grito fuera de tono, él recurría ante las autoridades policiales a efectuar la denuncia por maltrato.

Era muy recurrente que dijera que se había querido suicidar. Para que todos le tuvieran pena y lástima.

Alfonso era otro triste exponente escolar. Él no había conocido a su padre. Su madre, una empleada doméstica estaba en pareja, desde que su hijo tenía un año, con un hombre que trabajaba en la construcción. Ambos se ocupaban del joven. En su curso, ya habían sido expulsados otros alumnos, y él iba camino a eso.

Se había convertido en la piedra del escándalo, hacía lo que quería, no solo contestaba mal, sino faltaba el respeto a profesores y a sus propios pares con todo tipo de guarangadas e improperios.

Al estallar un conflicto que tuvo con una alumna, fue que se habló con todos sus docentes, en ese momento, la situación sobre su permanencia comenzó a complicarse, y fue cuando produjo algún cambio. Era tratado por un psicólogo de un servicio público.

Como denominadores comunes, se observaba un constante ausentismo, y en muchos casos que telefónicamente se llamaba a las casas para indagar sobre el paradero de su hijo, era justificado por los mismos familiares. Cabe señalar, que en otros casos en que de la escuela se lo llamaba, ni contestaban.

El sistema somos todos y la suma de las partes, que en este caso, restaba. Sumábamos peras con guanacos, manzanas con avestruces, eran la misma cosa para “los de arriba”.

La voluntad de uno, dos y más podía hacer algo, pero estábamos en un sistema del que se formaba parte y condenaba a la más baja podredumbre.

En líneas generales nos encontrábamos con denominadores comunes como: la violencia, falta de respeto, irresponsabilidad, desánimo, apatía, vicios… que poblaban las conductas escolares.

La soberbia se veía plasmada en múltiples actitudes: malas contestaciones, creer tener privilegios por sobre el resto, entrar a clase a la hora que le placiese. Estar por encima del otro al sentirse superior. Sin lugar a dudas, se podría afirmar que eran el ego y la ignorancia lo que nos volvía seres insignificantes con aires de grandeza.

La negación se veía ligada a la apatía, ejemplo claro al no querer hacer las tareas que se tenían asignadas. Daba lo mismo hacer a no hacer, todo era igual. Siempre era lo mismo.

Las reacciones eran con ira, rabia, insultos y llegando a veces al extremo de algún tipo de violencia física.

En algunos casos, estos cuadros tenían como agravante el uso de sustancias prohibidas. Estas estaban siempre presentes en los entornos educativos. Por eso, había que luchar desde la escuela contra este flagelo, donde la política muchas veces miraba para otro lado o formaba parte ella.

Nos encontrábamos en un contexto muy pesimista. Nos repetíamos que todo iba a ser para peor, que el declive era inevitable.

Otro caso lo teníamos con Pedro, quien era hijo de un hombre ligado a la política local. Gozaba de buen pasar económico, al contrario de la mayoría de todos sus compañeros. Tenía algún que otro seguidor que le servía de “secretario privado”, lo seguía a todos lados y hacía todo lo que este le mandase, a cambio de algún beneficio.

Compraba infinidad de golosinas en el quiosco, muchas de las cuales las regalaba.

También era abusivo con algunos alumnos de años inferiores, llegándolos a agarrar del cuello o pellizcándolos. La agresión estaba a la orden del día y más cuando este se sentía con cierta impunidad.

A veces, pedía delivery de comida para que se la llevasen a la escuela. Una vez, se le permitió que la recibiera y, llegó a comerla dentro del curso, pese a los reiterados reclamos de la docente. Cabe resaltar, que la docente no dejó ninguna queja por escrito.

Se creía con infinidad de derechos y con aires de superioridad, dado que, había colaborado con las reparaciones en la escuela y era el principal mecenas cuando había alguna rifa, ya sea comprando una buena cantidad u obsequiando algún premio para que fuese sorteado. La contraprestación era que podía faltar libremente ya que se le contemplaban las inasistencias y, muchas veces, la dirección intercedía con profesores para conseguirle algún que otro privilegio. A veces “mal pagaba el diablo a quien le servía” o en este caso, “el fin justificaba los medios”, dependiendo del prisma con el que se mirase.

En otro curso se encontraban Luis, Jonathan y Miguel.

Luis era el macho alfa que siempre iba secundado por dos amigos. Ante cualquier altercado, él no era responsable de nada, la culpa siempre era de los otros. Así lo manifestaba cuando era citado a reuniones con la dirección. Sus padres no concurrían, y la madre, que una vez fue llamada, no volvió a contestar el número que viniese de la escuela.

El grupo de Luis estaba en conflicto con Jaime. Pero la presencia de este les servía. Por eso, una vez iniciaron una defensa de él, cuando todo parecía que se lo iba a expulsar del colegio. Tal era la afirmación popular: “que entre bueyes no había cornada”.

Jonathan era un joven, de clase media baja, que ya tenía dieciocho años y se había puesto de novio con una compañera del curso. Como podía ingresar y salir a cualquier hora por haber alcanzado la mayoría de edad, frecuentemente utilizaba ese derecho a retirarse y a ser el responsable en retirar a Juana de la escuela. Ambos tenían bajas calificaciones en casi todas las materias.

Él terminó arrastrándola a ella, y cómo su mayoría de edad le había dado cierta impunidad, en prejuicio de sus responsabilidades, la conducía por un camino fuera de las conductas esperadas. Además trabajaba y tenía un pequeño ingreso y eso le daba cierta autonomía que sobrevaloraba.

Miguel era un alumno de clase media baja, que también hacía gala de aires de superioridad ante la autoridad. Lo único que le importaba era estar con su novia a los besos dentro de la clase e interrumpir para comprarse algo para comer. No tenía ningún prurito en tomarse su tiempo en ir y venir del quiosco escolar de la forma más cansina posible.

Una vez entró al baño de mujeres en un recreo, ya que a veces ese baño era abierto fuera de esa hora. Sin importarle nada cargó su botella y se fue.

La preceptora asignada a esa área enseguida escribió en su hoja de seguimiento.

Al día siguiente, uno de los miembros del Equipo de orientación lo llamó ante la presencia de Juan y la preceptora antes mencionada. Allí le preguntó sobre lo acontecido. Él asumió que había entrado al baño de mujeres para cargar su botella de agua, que solo había tardado cinco segundos y que solo se encontraba una sola mujer adentro del baño y que él, no había mirado.

Las normas básicas de convivencia y los horarios eran para los otros, ellos se sentían exentos de cumplirlas.

Al contrario, dentro de ese curso también estaban Gregorio y Rosendo, dos chicos que habían dejado el colegio privado porque sus padres no podían hacer frente a la cuota y por ello, habían quedado “condenados” a la escuela pública. Tenían graves problemas con las inasistencias, un flagelo que en todos los cursos se manifestaba.

Merlina era otra exponente, yendo a los primeros años, ya tenía un verdadero prontuario de actas y llamados de atención. Su madre había protagonizado un escándalo de magnitudes que finalizó con perimetral entre los directivos y ella. Sus brotes eran más que recurrentes y se hacía extremadamente difícil el dictado de clases en el curso.

Anastasia era amiga y compañera de Merlina. Llegaba siempre por lo menos media hora antes de que abrieran las puertas del colegio, y aunque pareciera un despropósito, ingresaba hasta una hora más tarde. Era como una previa que se realizaba, parte de la tarea escolar, la de juntarse a charlar y fumar.

Ante cualquier conflicto que escalase, para que otra chica no la agrediera físicamente, solía argumentar que estaba embarazada.

Anastasia y Merlina eran indómitas, inmanejables cuando tenían ciertos brotes. Enseguida se las apartaba para que se calmasen o sino se llamaba a los padres para que las viniesen a retirar. Para ser justo, ellos acudían.

No tenían límites. El problema real es que no eran conscientes de sus actos, debido a los desequilibrios que sufrían. Aunque resultase un justificativo, era lógico que no eran responsables de sus bravuconadas.

Estas dos señoritas, con el paso del tiempo, empezaron a ir en todos los recreos, al otro año inferior. Entre otras cosas, incitaban a alumnas de ese curso a pelearse, afirmando que una de ellas había hablado mal de la otra. Generaban todo tipo de cizaña y provocación, desobedeciendo las órdenes superiores.

Juan tenía que soportar los embates de estas dos que, durante los recreos se peleaban a golpes de puño con dos pequeños, pero muy vivaces alumnos. Se tomó la medida de cerrar ese curso, no obstante los jóvenes iban y venían por el pasillo corriéndose y armando toda clase de escaramuzas. Hasta, llegando a entrar al baño de varones. En un verdadero escándalo se habían transformado los recreos.

Merlina tenía una hermana un año mayor llamada Joana. Se encontraba en un curso complicado, y ella no era la excepción en la familia. Para colmo de males, estaba pared de por medio con su pequeña hermana.

En otro curso superior se encontraba Carlos y Gloria, ellos eran pareja. Gloria ya había alcanzado la mayoría de edad, y por ende cuando faltaba un profesor ella firmaba para retirarlo. Ambos eran muy compinches.

Carlos era un fashionista que se vestía de modo extravagante. Se dedicaba a fabricar ropa y también para desgracia del colegio, le gustaba hacer grafitis y otras facetas hippioides, propios de la edad que estaba atravesando. Pero era un chico franco y sincero que siempre iba de frente.

En uno de los primeros cursos también se encontraba Juana, una chica muy callada y retraída. Sus padres habían llegado de un país norteño para trabajar en las afueras de la ciudad como agricultores. No tenía buena comunicación con sus compañeros. Es más, su clase sospechaba que tenía alguna patología mental y por eso la tenían apartada.

Gisela y Belén eran dos amigas, que se habían cambiado de curso para estar con sus amigos. Gisela no tenía mayores problemas, salvo su novio perteneciente al nuevo curso, que tenía muy bajas calificaciones. Tendrían a Juan como su nuevo preceptor.

Belén era una chica más retraída, que ya venía con muy bajas calificaciones y no hacía nada por esforzarse. Hasta un día se escapó de la escuela, siendo denunciada por alumnas de otro curso, donde no era muy popular. Lamentablemente, el escándalo fue mayúsculo. Con citación a los padres, se daría cuenta tarde que, haberse cambiado de curso había sido una mala decisión.

Pasados un par de meses, decidió abiertamente no estudiar más e ingresar a la escuela a la hora que quería. Se había cortado toda comunicación con los padres. Otro caso perdido resultaría, ya que una nueva fuga, sería la comidilla de toda la escuela. Además de ciertos vínculos con el hijo del político y su secretario, siendo un secreto a viva voces que, le financiaban ciertos gustos a cambio de algún tipo de favor. Algo similar a lo que vivieron muchas mujeres alemanas con las tropas victoriosas al finalizar la Segunda Guerra Mundial, donde se vieron impelidas a realizar ciertos actos a cambio de víveres para subsistir.

Berenice era otra alumna que había ingresado a comienzo de este año. Venía de una escuela del centro de la provincia. En principio vivía con su madre y un hermano mayor. Tenía una conducta cicloide, que oscilaba con momentos de tranquilidad y otros de ira, bronca y resentimiento. Cierta vez se peleó con Jaime por unos comentarios, llegándole a arrojar una botella. Le contestaba con obscenidades a más de un profesor, aunque era capaz para el estudio.

Su vida escolar cambió al ponerse de novia con un compañero de curso de nombre Claudio, quien también tenía algunos problemas de conductas y como ella, bajas calificaciones y abundantes inasistencias. Llegó a tener unas semanas complejas producto del noviazgo. Corrieron rumores de que estaba embarazada y por eso decía que no se sentía bien.