Nicola Berry y la terrible rebelión en el Noble Shobble - Liane Moriarty - E-Book

Nicola Berry y la terrible rebelión en el Noble Shobble E-Book

Liane Moriarty

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Beschreibung

¿Y si el futuro de todo un planeta dependiera de ti? ¿Y si tu decisión pusiera en peligro a tus amigos? Nicola Berry ha recibido una carta del comandante en jefe del planeta Shobble, en la que se menciona "peligro grave". Sin embargo… nada es lo que parece. Nicola y sus amigos estarán obligados a iniciar un viaje por un peligroso y extraño mundo que cambiará la historia de Shobble y de la Brigada Especial para siempre.

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Para George

Prólogo

Doschicasy un chico estaban parados sobre la nieve en la ladera de una montaña. La nieve les llegaba hasta las rodillas. Miles de arcoíris resplandecientes se elevaban sobre ellos. Más abajo, un mar congelado brillaba como un zafiro gigante.

La joven más baja tenía rizos de color rubio rojizo que ondulaban como un halo alrededor de su cabeza, y hoyuelos que adornaban sus mejillas incluso cuando no sonreía.

Estaba de muy mal humor.

–¿Estás seguro de que es verdad? –preguntó.

–No. Inventé todo solo para arruinarte el día –suspiró el chico. Era su hermano menor, lo cual explicaba muchas cosas.

La otra joven, que tenía cabello crespo de color castaño oscuro y un rostro pálido y serio, no dijo nada. Estaba pensativa y presionaba un dedo sobre su labio inferior.

La de cabello rubio rojizo se sonó la nariz con fuerza.

–Nunca creí que las cosas llegarían tan lejos. Es aterrador.

–Sí –admitió su hermano–. ¡Pero lucharemos!

–¡Claro que lucharemos! ¿Cuál es el nombre de esta malvada terrícola?

El chico tomó una hoja de papel de su bolsillo y lo examinó.

–Nicola –respondió–. Nicola Berry.

1

Nicola Berry tenía un problema.

Necesitaba hacer una llamada de larga distancia. Una llamada de extrema larga distancia.

Tenía que hablar con alguien que vivía en otro planeta.

Desafortunadamente, siempre que su madre revisaba los gastos del teléfono, emitía un sonido que parecía como si una espina de pescado se hubiera atascado en su garganta. Si llegaba a ver una llamada intergaláctica, Nicola temía que dejara de respirar de inmediato.

Consideró una y otra vez su problema, mientras rebanaba una banana y la mezclaba con el cereal del desayuno. La casa estaba tranquila y en silencio, y el sol de verano se deslizaba lentamente por el suelo de la cocina. Era sábado por la mañana y su hermano y sus padres aún dormían. No despertarían hasta después de algunas horas y, cuando lo hicieran, se frotarían los ojos y dirían cosas como: “¿Ya te despertaste? ¿Por qué?”.

Mientras comía su cereal en la mesa de la cocina, Nicola estudiaba el recorte del periódico que su papá había pegado en una pizarra.

El titular decía lo siguiente:

¡NICOLA Y SUS AMIGOS SALVAN AL MUNDO!

Frunció el ceño. Aún le parecía extraño ver su nombre en el periódico. Nicola leyó el primer párrafo del artículo una vez más.

Días atrás Nicola Berry y un grupo de jóvenes amigos –a los que ella se refiere como “Brigada Espacial”– aceptaron una desafiante misión intergaláctica: eliminar a una alienígena horriblemente malvada (la princesa Petronella) que había quedado a cargo del planeta Globagascar, mientras sus padres se encontraban de vacaciones. La joven y consentida princesa había ideado un despreciable plan para destruir nuestro planeta. Afortunadamente, Nicola y sus amigos descubrieron sus intenciones, viajaron a Globagascar en una nave espacial y secuestraron a la princesa de su habitación en el palacio… Ahora la princesa Petronella está muerta y la Tierra está a salvo gracias a los esfuerzos heroicos de la “Brigada Espacial”.

El reportero del periódico había tenido información errónea. Nicola y la Brigada Espacial habían secuestrado a la princesa y la habían convencido de no destruir la Tierra, pero ¡no la habían matado! Ella estaba sana y salva en su planeta.

De hecho, estaba más viva que nunca, según lo que le contó en su último glexto (un e-mail intergaláctico enviado desde la superavanzada máquina del Palacio de Globagascar, que viajó por todo el espacio exterior y el ciberespacio hasta la vieja computadora de la familia Berry en la sala de estar). La princesa le decía en ese glexto que su nuevo pasatiempo era el kick boxing y que pasaba horas practicándolo con sus pobres guardias.

Sin dudas, viajar a Globagascar y secuestrar a la princesa Petronella había sido la cosa más aterradora que Nicola jamás había hecho. Como era de esperar, muchas personas asumían que ella no tenía prisa de volver a viajar al espacio. “Tal vez quieras acostarte, levantar los pies, comer palomitas de maíz y mirar la tele durante los próximos veinte años, ¿no, Nic?”, le había comentado su papá con esperanza.

Poco sabía él que Nicola, de hecho, ansiaba poder embarcarse pronto en una segunda misión intergaláctica con la Brigada.

Bajó la cuchara y tomó un papel blanco y arrugado de su bolsillo, y lo leyó por la enésima vez

Querida Nicola:

Llegó a mi conocimiento que usted es la líder de una brigada de libertadores intergalácticos altamente entrenados y que acaba de salvar a un planeta llamado TIERRA.

Nuestro pequeño pero exquisito planeta está enfrentando un grave peligro de extraña naturaleza y nos gustaría contratar sus servicios. El pago será generoso y delicioso.

Si están disponibles e interesados en aceptar una nueva misión, por favor no duden en comunicarse a este número: 90285608248450934250890518089123.

Esperamos con mucho entusiasmo su pronta respuesta,

COMANDANTE EN JEFE PLANETA SHOBBLE

Miró nerviosa el teléfono. Si no se apuraba y llamaba, el comandante podría encontrar a otra brigada de “libertadores intergalácticos altamente entrenados”.

Claro, la verdad era que los miembros de la Brigada Espacial no estaban “altamente entrenados”. Nicola sintió miedo mientras pensaba en las palabras “grave peligro”. Si algo le pasaba a su equipo, sería culpa de ella. Todo el mundo la odiaría. No sería invitada a otra fiesta por el resto de su vida. ¿Por qué aún consideraba la propuesta? Colocó una mano sobre el papel, lista para desgarrarlo en pedazos, pero luego se quedó atrapada por la promesa de que el pago sería “generoso y delicioso”. Sonaba tan tentador.

Su bisabuela cumpliría cien años en unos días y Nicola quería encontrar el regalo perfecto. Después de todo, no mucha gente lograba vivir todo un siglo. Si les pagaban con algo delicioso, ella se lo podría entregar a su bisabuelita. “Esto es algo que te traje del espacio exterior”, podría decirle con un tono casual.

¿Qué debería hacer?

Se llevó una mano hacia la frente con fuerza.

–Es obvio –se respondió a sí misma.

–¿Qué es obvio? –preguntó una voz, y Nicola se asustó tanto que saltó de su asiento y golpeó el tazón de cereal con el codo.

2

–¿Qué están haciendo ustedes dos? –preguntó Nicola.

Era como si sus mejores amigos, Katie Hobbs y Tyler Brown, se hubieran materializado de la nada. Estaban parados frente a ella con gafas de sol y gorras, y llevaban toallas de playa sobre sus hombros.

Katie se abalanzó hacia adelante y tomó el tazón de cereal antes de que cayera al suelo.

–Creímos que te gustaría venir a nadar con nosotros –dijo. Llevó el tazón al fregadero y lo lavó.

–¿Qué estabas leyendo? –le preguntó Tyler.

–Léelo –respondió Nicola dándole el papel a su amigo–. Tú también, Katie.

La chica se acercó a Tyler y leyó la carta por detrás de su hombro.

Tyler terminó primero y levantó la vista. Sus ojos brillaban por detrás de sus gafas y sus orejas se tornaron rosadas.

–¿Cuándo vamos? ¿Ya llamaste al comandante? Ah, todo esto es tan… ¡no puedo pensar en una palabra que sea tan buena!

–¿Grandioso? –sugirió Nicola.

–¡Sí, grandioso! ¿Qué opinas, Katie?

–Ehm… –musitó su amiga, mientras se colocaba un mechón de pelo sobre el hombro y masticaba una de las puntas–. Sí, puede ser.

–¡Genial! –exclamó Tyler–. Entonces, debemos apresurarnos.

–Un segundo –respondió Nicola mirando fijo a Katie–. Quiero saber lo que realmente opina ella.

Katie se echó el pelo hacia atrás y se mordió el labio. Tomó un trapo del fregadero y comenzó a restregar con furia la mesada de la cocina.

–Es solo que…

–¿Qué? –dijo Tyler.

–Es que dice “grave peligro”.

–No tenemos que hacerlo –repuso Nicola.

–Quiero hacerlo, pero no quiero –dijo Katie–. Nuestra primera misión fue lo mejor que me pasó en la vida, pero también lo peor. ¿Tiene sentido?

–Sí –respondió Nicola.

–No –respondió Tyler.

–No importa –continuó Katie–. De todos modos, no tenemos opción… ¡Nos necesitan! Tenemos que hacerlo. ¡Los habitantes de este planeta “pequeño pero exquisito” dependen de nosotros!

Nicola se sintió culpable. En lo único que ella había pensado era en lo divertida o aterradora que resultaría la nueva misión. Asintió y frunció el ceño, como si estuviera completamente preocupada por Shobble.

–Lo sé –dijo–. Es una gran responsabilidad.

–Entonces, ¿qué quisiste decir con eso de que era obvio? –le preguntó Tyler.

–Llegué a la conclusión de que deberíamos hacer una votación –respondió ella–. Debe ser unánime. Todos los miembros de la Brigada tienen que querer ir.

–Bueno, Sean seguro querrá –opinó Tyler con confianza.

–Es verdad –concordó Nicola. Su hermano mayor había tenido problemas para adaptarse a la vida normal en la Tierra después de su última misión. Ansiaba otra aventura–. Probablemente hasta se queje de que no sea lo suficientemente peligrosa.

–¿Qué hay de Greta? –preguntó Katie.

–Ah, ¿ella aún es parte de la Brigada? –preguntó Tyler–. Quiero decir, nos engañó para que la aceptáramos.

–Pero también nos ayudó con algunas cosas –admitió Nicola. Tiempo atrás, Greta había sido la peor enemiga de Nicola y aún no era su persona favorita, pero no parecía justo dejarla afuera después de todo lo que habían atravesado juntas.

–No fue tan mala –comentó Katie–. No era su intención ser mandona y competitiva. Me agradó un poco al final.

–Sí… –respondieron Nicola y Tyler, dubitativos. Algunas veces Katie exageraba con eso de ser buena.

–Y luego está Shimlara –dijo Katie.

Shimlara era del planeta Globagascar. Fue gracias a su papá, Georgio Gorgioskio, el presidente del comité “Salven a los pequeños terrícolas”, que Nicola descubrió el terrible plan de la princesa Petronella. Shimlara se había convertido en amiga de ellos y también en parte de la Brigada Espacial cuando se ofreció a ayudarlos a secuestrar a la princesa. Era casi una terrícola más, excepto que medía unos dos metros (la gente de Globagascar era casi el doble de alta que los terrícolas) y podía leer la mente (¡una habilidad muy útil!).

–Querrá ir –respondieron los tres al unísono.

–Parece que ya sabemos cuál será el resultado de la votación –dijo Tyler.

Nicola tomó el papel nuevamente.

–Aún tengo que llamar al comandante. ¿Cuánto costará llamar a otro planeta?

En ese instante, Sean entró a la cocina bostezando mientras se frotaba los ojos.

–¿Qué hacen despiertos tantemprano? –preguntó, tal como Nicola lo había anticipado. Abrió el refrigerador y se quedó parado allí unos segundos antes de voltear lentamente–. ¿Acaban de decir algo sobre llamar a otro planeta?

–Sí –le respondió Nicola sacudiendo la nota frente a él–. Puede que la Brigada Espacial tenga otra misión.

–¿Qué? –Sean cerró la puerta del refrigerador con fuerza y le quitó el papel de la mano. Lo leyó rápidamente–. ¡Sí! ¿Ya llamaste? ¿No? Tienes miedo, ¿eh?

–¿Cómo crees que mamá y papá reaccionarán si llamo a otro planeta?

–Ah, buen punto.

Se quedaron los cuatro en silencio, mientras intentaban buscar una solución.

De pronto, sonó el teléfono.

Katie, que estaba más cerca, atendió:

–¡Muy buenos días! Se comunicó con la residencia Berry. ¿En qué puedo ayudarle? –dijo con una voz profesional y jovial, completamente distinta a su tono normal. Había aprendido a atender el teléfono de ver a su madre, que era recepcionista en un consultorio médico. (Si Sean hubiera atendido hubiera dicho algo como: “Ey, hola”, que siempre hacía que la persona al otro lado de la línea dijera: “Mmmm, ¿disculpa?”). Luego de una pausa, Katie volvió a hablar–: ¿Nicola Berry? Veré si está disponible. ¿Quién la busca?

Sean resopló.

–Shhh –dijo Tyler, señalando a Katie, quien abrió los ojos como platos.

–¿Qué? ¿Quién es? –preguntó Nicola.

–Es el comandante en jefe del planeta Shobble, y quiere hablarte –dijo Katie y le entregó el teléfono.

3

–¿Hola? Habla Nicola –dijo nerviosa al teléfono.

Tyler comenzó a bailar en silencio alrededor de la cocina, golpeando el aire como si acabara de ganar una pelea de boxeo, mientras que Katie rebosaba de alegría levantando los pulgares. Sean estaba ocupado escribiendo en un trozo de papel: ¡no lo arruines!

Nicola intentó ignorarlos y escuchó a la persona que hablaba al otro lado de la línea. Su voz sonaba cálida, profunda y dulce, como miel sobre un pan tostado.

–Espero no molestarla. ¿Es un mal momento para hablar?

–Ah sí, ehm… digo, no, es muy oportuna su llamada –respondió Nicola. Tranquilízate, se dijo así misma. Tienes que sonar como la líder de una Brigada Espacial, no como una tonta incompetente que usa pijama de koalas.

–Mi nombre es Enrico Aloisio. ¿Recibió mi carta, Nicola? ¿Puedo llamarla “Nicola”? Por favor, llámeme Enrico.

–Sí, por supuesto, ehm, Enrico, puedes decirme Nicola –respondió con su tono más elegante–. Recibí tu carta. De hecho, en este instante estaba discutiendo el asunto con algunos de los… ehm… miembros de nuestra Brigada.

Miró a Katie, a Tyler y a Sean, mientras todos soltaban una carcajada al oír su tono elegante.

–Vaya que llamé en un momento fortuito –dijo Enrico.

–Así es –respondió Nicola, aunque no tenía idea lo que significaba “fortuito”.

–Entonces, ¿ya han decidido ayudarnos?

Nicola no dudó ni un segundo.

–¡Absolutamente! –y enseguida agregó–: Dependiendo, claro, de cuál sea la misión.

–¡Claro! ¿Podrás acercarte para la cena así tenemos una reunión informativa? Asumo que tienen su propio transporte, ¿verdad?

–Sí, así es –respondió orgullosa, pensando en la mini nave modelo Vuelo-Fácil que Shimlara le había dejado a Tyler en su última misión.

–¡Excelente! ¿Podrá ser a las seis de la tarde? –preguntó. Nicola abrió la boca sorprendida. ¿Se refería a las seis de la tarde de hoy?–. Bueno, ha sido un placer hablar contigo –dijo Enrico, sin esperar una respuesta–. Nos vemos pronto. Ah, enviaré a alguien a buscarte al Puerto Espacial, por supuesto. ¡Saludos!

La línea quedó en silencio.

Lentamente, Nicola colgó el teléfono. Cielos, pensó.¿Qué acabo de hacer?

–¿Y bien? –dijo Sean.

–Debemos estar en Shobble a las seis de la tarde –respondió Nicola–. Es para una reunión informativa sobre la misión y una cena.

–¡EXCELENTE! –gritó Sean.

–¿Le mencionaste que no estamos “altamente entrenados”? –preguntó Katie preocupada.

–¿De qué estás hablando? ¡Somos los mejores! –replicó Sean–. ¡Pateamos traseros! –y pateó una silla para demostrarlo.

–¿A qué hora debemos salir? –preguntó Tyler.

Todos miraron a Nicola expectantes y, de pronto, eso le recordó el gran peso de la responsabilidad que venía con estar al mando. Era como cargar un bolso pesado, mientras que los demás caminaban con las manos vacías.

–Bien –dijo–. Tenemos que pasar antes por Globagascar para buscar a Shimlara. No sé cuánto nos tome llegar a Shobble y, probablemente, haya diferencias horarias, por lo que… mmm, creo que deberíamos salir de la Tierra a más tardar a las… diez de la mañana.

–¡Así es! Reunión a las diez –exclamó Tyler.

–No sé si hace frío o calor en Shobble por lo que será mejor que lleven ropa de verano y de invierno, por si acaso… Ah, y empaquen todo lo que crean que pueda ser útil –indicó Nicola.

–¿Cómo qué? –preguntó Katie, que había tomado un anotador y escribía todo lo que la líder decía. Algunas veces, Nicola no sabía qué era peor: cuando los miembros de la Brigada no la respetaban o cuando sí.

–No lo sé –confesó–. Sean creativos.

–Entendido –respondió Katie insegura.

–Llamaré a Greta –dijo Nicola–. Y Sean, ¿puedes enviarle un glexto a Shimlara?

Todo el mundo se dispersó.

Nicola marcó el número de Greta y presionó los dientes para prepararse. Por lo general, solo le hacían falta treinta segundos de conversación con ella para que quisiera estrellar la cabeza contra la pared.

–¿Hola?

–Hola, Greta, soy yo, Nicola.

–Mi mamá dice que es de mala educación llamar a alguien tan temprano.

Nicola volteó y golpeó levemente su frente contra la pared de la cocina.

–Lo siento. Es que la Brigada Espacial tiene otra misión…

–¿Qué? ¿Cuándo te enteraste? ¿Por qué no me lo dijeron antes?

–Bueno, yo…

–Supongo que Katie, Tyler y Sean ya saben todo, ¿verdad?

–Sí, es que…

–Típico. Favoritismo. Una buena líder no debería tener favoritos. De todos modos, hoy estoy muy ocupada.

–¡Ah! Bueno, está bien. Solo pensé que debía preguntarte…

–Pero seguramente me necesitan. Casi fracasa la última misión sin mí. Entonces, ¿cuándo y dónde nos encontramos?

–A las diez en punto en mi casa –respondió Nicola rendida–. Empaca ropa para todos los climas y cualquier cosa que creas que pueda ser útil.

–No eres muy organizada; en verdad, deberías haberme avisado con más tiempo o enviado un recordatorio y una planificación. Eso es lo que yo habría hecho. Pero está bien, te veo pronto.

Nicola cortó la llamada y Sean gritó desde el piso de arriba.

–¡Shimlara acaba de responder! ¡Dice que espera que esta vez sea más peligroso que la última!

–Bueno, ¡yo no! –le respondió Nicola, pero de pronto se sintió de un humor excelente. Corrió hacia su habitación y comenzó a empacar.

4

Mientras Nicola buscaba ropa de abrigo en el armario, su mamá asomó la cabeza en la habitación. Aún llevaba su camisón y su cabello se erizaba sobre su cabeza, como si acabara de ser electrocutada.

–¡Buenos días! ¿Te ayudó Dios?

–¿Eh?

–Al que madruga, Dios lo ayuda.

–Ah. No. Ja, ja.

Su mamá bostezó fuerte y entró. Nicola pateó la mochila que estaba empacando para esconderla.

–¿Mamá, qué significa “fortuito”?

–Es cuando algo ocurre por accidente y resulta ser de buena suerte. Por ejemplo, digamos que un día, por capricho, decido tomar clases de alfarería y resulta que ese día hay una promoción especial en la que Brad Pitt le da un beso a cada señora que se anota a las clases. Bueno, eso sería algo fortuito. Extremadamente fortuito –dijo, y pareció perderse en un ensueño durante un segundo antes de recobrar la compostura–. Tu papá y yo iremos a comprar el regalo de la bisabuela. ¿Quieres venir? ¿O estás muy ocupada? Me pareció oír a Tyler y a Katie esta mañana.

–Lo siento, no puedo. Ya organizamos… algo.

–Ah, está bien –su mamá estiró los brazos sobre su cabeza y volvió a abrir la boca con un gigantesco bostezo. No preguntes qué vamos a hacer... No preguntes qué vamos a hacer–. Entonces, ¿qué van a hacer?

Nicola suspiró. No era perfecta en ningún sentido, pero nunca les había mentido a sus padres. Sabía que los lastimaría mucho.

–Iremos al planeta Shobble en la nave espacial. El comandante en jefe nos encomendó una misión a la Brigada Espacial.

Su mamá parpadeó rápidamente, y luego estalló en carcajadas:

–Por un segundo, creí que hablabas en serio. ¡Ah, tienes una imaginación maravillosa, Nic! La debes haber heredado de mí. A tu padre le falta. Bueno, diviértete –salió de la habitación y habló desde lo lejos–: ¡No te metas en problemas en Shobble! ¡Y ponte mucho protector solar!

Nicola estaba algo ofendida. ¿Era tan improbable tener otra misión? Pero bueno, era fortuito que su madre no le creyera, porque ahora podría viajar al espacio exterior con la conciencia tranquila.