Nirvana. La última pesadilla - Osho - E-Book

Nirvana. La última pesadilla E-Book

OSHO

0,0

Beschreibung

¿Por qué Osho dice que el nirvana, la iluminación, es una pesadilla, y no sólo una pesadilla sino "la última pesadilla"? Porque mientras mantenemos la esperanza en un paraíso futuro, estamos sacrificando el presente, que nunca volverá. Así, nuestro deseo de alcanzar el nirvana se convierte en un gran obstáculo para alcanzarlo. En este libro, Osho expone las trampas con que nuestra mente nos impiden vivir en el ahora plenamente. Para ello, recurre a cinco historias zen que sirven como pistas para descubrir el arte de estar presente y disfrutar de las cosas simples de la vida. Porque, como sostiene Osho, el futuro será sobre todo "zénico". Y si el ser humano ha de sobrevivir, la espiritualidad deberá tomar la forma del zen.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 418

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



OSHO

NIRVANA LA ÚLTIMA PESADILLA

Charlas sobre el zen

Titulo original: NIRVANA THE LAST NIGHTMARE

© 1976 OSHO International Foundation, www.osho.com

All rights reserved

El material de este libro es una transcripción de una serie de discursos originales titulados Nirvana the Last Nigthmare dados por Osho ante una audiencia. Todos los discursos de Osho han sido publicados en forma de libros y están también disponibles en audio. Las grabaciones originales de audio y el archivo completo de textos se pueden encontrar on-line en la biblioteca de la www.osho.com

OSHO® es una marca registrada de Osho International Foundation.

© de la edición en castellano:

2010 by Editorial Kairós, S.A.

www.editorialkairos.com

© de la traducción del inglés: Miguel Portillo

Composición: Pablo Barrio

Primera edición en papel: Enero 2010

Primera edición en digital: Enero 2021

ISBN papel: 978-84-7245-741-6

ISBN epub: 978-84-9988-886-6

ISBN kindle: 978-84-9988-887-3

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

SUMARIO

Prefacio1. Una lección de zen2. La peor de las pesadillas3. Participantes de un juego4. El bailarín borracho5. Matar al Buddha6. Aceptar el riesgo7. El viaje infinito8. Recogiendo caracolas9. Una muerte consciente10. Vivir en el NirvanaSobre el autorOSHO International Meditation ResortMás información

PREFACIO

El futuro será sobre todo “zénico”. Si el ser humano ha de sobrevivir, la religión deberá tomar la forma del zen. Deberá parecerse cada vez más al zen, porque el zen no es una religión como el cristianismo, el hinduismo o el jainismo, ni siquiera como el budismo. El zen es un nuevo tipo de religiosidad, no de religión, sino de religiosidad. La diferencia entre otras religiones radica en la cantidad. La diferencia entre el zen y otras religiones está en la calidad: se trata de una revolución cualitativa.

El zen te ofrece una nueva comprensión, una nueva visión; una vida de libertad, de total libertad; una vida de espontaneidad, de absoluta espontaneidad; una vida del momento, en el momento y por el momento. Y… no hay ningún otro sitio al que ir.

Va a convertirse en el futuro de la humanidad, es la única posibilidad de supervivencia del ser humano. El existencialismo occidental ha creado la atmósfera para la emergencia del zen. El existencialismo es zen poco entusiasta, zen inconsciente. El zen es existencialismo consciente. Sartre, Camus, Heidegger, Berdyaev, Marcel y otros… no son más que los predecesores de algo que está llegando, que ya ha llegado para aquellos que pueden ver. Por eso hablo tanto del zen, porque tiene el aroma del futuro.

El ser humano no puede seguir confinado en templos, iglesias y mezquitas. Ya basta. El ser humano necesita ahora el cielo entero.

Osho

The Sun Rises in the Evening

1. UNA LECCIÓN DE ZEN

Osho:

Date Jitoku, un excelente poeta de waka,quería ser experto en zen.Con eso en menteconcertó una citacon Ekkei,abad de Shokokuji, en Kioto.

Jitoku fue al encuentro del maestro lleno de esperanzas,pero en cuanto entró en la habitaciónrecibió un estacazo.

Se sintió perplejo y mortificado:nunca nadie se había atrevido a golpearle hasta el momento,pero como una estricta norma del zendice que nunca hay que decir o hacer nadaa menos que lo diga el maestro,se retiró en silencio.

Fue a ver enseguida a Dokuon,que iba a suceder a Ekkei como abady le contó que planeabaretar a Ekkei a un duelo.

«¿Es que no te das cuentade lo amable que está siendo el maestro contigo?–le dijo Dokuon–. Esfuérzate en zazeny verás por ti mismolo que significa ese tratamiento.»

Jitoku pasó tres días y tres nochesabismado en una desesperada contemplación,y, de repente, experimentó un extático despertar.Ekkei aprobó este satori.

Jitoku fue a ver a Dokuony le agradeció el consejo, diciendo:«De no haber sido por vuestra sabiduríanunca hubiera tenido esa experiencia transformadora.Y en cuanto al maestro,su golpe no fue lo suficientemente fuerte».

Existen mil y un venenos, pero no hay nada peor que el idealismo: es el más ponzoñoso de todos. Y claro está, también es el más sutil: te mata, pero te mata de tal manera que no acabas de darte cuenta. Te mata con estilo. El idealismo es muy astuto. Rara vez una persona es consciente de que se ha estado suicidando por su causa. Una vez que te haces consciente, te tornas religioso.

La religión no es una ideología. La religión no cree en ningún ideal. La religión es vivir aquí y ahora, y el idealismo no hace más que condicionarte la mente para que vivas en otra parte. Sólo existe el ahora, el presente. No hay otra manera de vivir.

La única manera es estar aquí, estar presente. No puedes estar allí. El mañana es inexistente, nunca acaba de llegar, y el idealismo cree en el mañana. Sacrifica el hoy en el altar del mañana. Te va diciendo: «Haz algo, mejórate a ti mismo. Haz algo, cámbiate. Haz algo, perfecciónate». Está apelando al ego.

El idealismo pertenece al mundo del ego. Apela al ego diciendo que puedes ser más perfecto de lo que eres; de hecho, que deberías ser más perfecto de lo que eres. Pero todo momento es perfecto, y no puede serlo más de lo que ya es.

Comprender eso es el principio de una nueva vida, es el principio de la vida. Pasarlo por alto es suicidarse.

Así no haces más que destruir este momento por el momento que nunca acaba de llegar. No haces más que destruir esta vida por una vida que no existe en ninguna parte. Destruyes este mundo por otro mundo, por una especie de paraíso, un moksha, un nirvana. Sacrificar el presente por el futuro es estar atrapado en la muerte.

Vivir el momento, vivirlo total y libremente, es deleitarse en la existencia, es celebrarlo. Y ésa es la única manera de ser; no hay otra. El idealismo te hace seguir una pista falsa

Esto es lo primero que has de entender: eres perfecto.

Si alguien te dice que has de perfeccionarte, entonces es un enemigo. ¡Cuidado con él! Escapa de él lo antes posible. No permitas que envenene tu ser. No le dejes destruirte. Puede que haya destruido a otros y que ahora intente hacer lo mismo contigo. Él también es una víctima. Ten compasión de él, no le permitas destruirte. Es alguien que no ha vivido su vida. Sólo ha esperado, sólo ha tenido esperanza, pero no ha vivido. Sólo ha preparado, planeado; no ha vivido.

La mente idealista no hace más que prepararse para algo que nunca sucede. Es una pesadilla. Se prepara y se prepara, hace infinitos preparativos para un viaje que nunca acaba de empezar. Planea de todas las maneras posibles –sutil, astuta, inteligente–, pero nada de todo ello tiene sentido, porque está negando la vida en cada momento.

La vida llama a tu puerta a cada momento y tú la niegas, porque le dices que te estás preparando para ella. Dices: «¿Cómo puedo recibir al invitado ahora mismo? No estoy preparado». Poco a poco te vas acostumbrando tanto a preparar que la preparación se convierte en tu vida.

Yerras el tiro. Ese tipo de mente siempre se equivoca, y cuanto más se equivoca, más desesperadamente planea: ir a algún sitio, llegar a alguna parte, conseguir algo, ser alguien. Y la miseria de todas las miserias es que no va a ser así.

La vida ya está disponible. No necesitas prepararte para ella. Ya estás facultado para disfrutarla. Con sólo estar vivo, ya estás listo. Como respiras, ya puedes hacerlo. Como puedes ser consciente, ya estás preparado. No hace falta nada.

Una vez que das el primer paso equivocado, todo el camino acaba mal. El primer paso define y decide toda tu vida. Nunca intentes ser perfecto, de otro modo te quedarás atrapado en una rutina inveterada: preparar y preparar. No tienes más que observarte, y observar a los demás. La gente que se ha vuelto adicta al idealismo vive una vida de ritual, de gestos vacíos. Siempre están esperando: esperan que suceda algo grande. Pero, claro, nunca acaba de pasar nada, porque no sucede de ese modo.

Está sucediendo ahora mismo, aquí mismo, y tienen la mirada puesta en otro sitio por allí, lejos. Está sucediendo en casa. Ya sucede en las inmediaciones de tu corazón. Cuando tu corazón palpita, ya está sucediendo… Y ellos no hacen más que mirar al cielo.

Así que convierten su vida en una rutina, en una rutina muerta. Se mueven como cadáveres: esperan, esperan y esperan. Y saben que cada día se acerca más la muerte y se desesperan más y más. Toda su vida se convierte en una rutina mecánica.

Pero si realmente quieres vivir, entonces has de ser espontáneo. La vida es espontánea. Permanece disponible para el momento. Permite que este momento te dirija. No planifiques nada más, pues si lo haces estarás viviendo de gestos vacíos, obsesionado con una rutina muerta, pensando como si…, como si planeando tu vida por completo algún día fuese a ocurrir algo grande.

¿Crees que la vida es un resultado? La vida no es ningún resultado; ya está aquí. No hay que hacer nada que alcanzarla. ¿Qué es lo que hiciste para nacer? ¿Qué es lo que hiciste para poder respirar? ¿Qué hiciste para ser consciente? ¿Qué hiciste para enamorarte? Sucedió. Es pura gracia, un don.

Sí, permíteme que te lo diga: la vida es un don. No creas que va a ser un resultado. Una vez que imaginas que puede ser un resultado, va a dejar de estar ahí.

Y hay gente que no hace más que esperar y esperar, hasta que se muere. Casi el 99% de la gente se muere así. Han desperdiciado por completo toda su vida. El 1% de la gente –tal vez por casualidad o accidente– se hace consciente de que malgasta su vida. Entonces toda su formación y condicionamiento se toma una sutil venganza.

El día que se tornan conscientes de que no han hecho más que esperar algo que no les está esperando, que no va a suceder, empiezan a decir que la vida no tiene sentido. Primero esperan algún tipo de sentido; luego, como ese sentido no acaba de suceder, dicen que la vida no lo tiene. Primero esperaba algún tipo de propósito; pero como no sucede, dicen que la vida es absurda.

Pregúntale a Jean-Paul Sartre. Dice: «El ser humano es una pasión inútil». No dice nada acerca del ser humano. No dice nada sobre la vida. No dice nada sobre la existencia. Sólo dice que Sartre ha errado. Simplemente dice que no ha hecho más que esperar que algún fin utilitario se colmase en la vida y que ahora se ha dado cuenta de que no va a ser así. Esperaba algún tipo de sentido. Ahora, al darse cuenta, al realizar –que ese sentido no va a aparecer– dice que la vida es absurda.

Pero la vida no es ni una cosa ni otra. Ni es significativa ni es absurda. Si no tiene sentido, ¿cómo podría ser absurda? Si no tiene propósito, ¿cómo podría carecer de sentido? Para que la vida careciese de sentido debería tener un propósito. Para que la vida fuese absurda, incluso para que la palabra “absurda” tenga sentido, debería existir un sentido. Pero la vida no es ni una cosa ni otra. Simplemente está ahí, tremendamente bella, sin ningún propósito. Fíjate en los árboles. Fíjate en la luz del sol. Sólo… es. ¿Qué sentido tiene que el sol aparezca cada día por la mañana? Ninguno. ¿Qué sentido tiene que los árboles florezcan? ¿Qué sentido tiene el canto de los pájaros? Ninguno. No digo que sea absurdo; simplemente digo que no tiene ningún propósito. Es.

Deja de buscar sentido, porque la búsqueda acabará destruyendo tu vida y dejándote en la miseria, o bien un día, si te haces consciente, te verás invadido por otra angustia: la de la falta de sentido.

Dice Sartre: «La vida es nauseabunda».

Debe haber tenido muchas expectativas. Ahora la satisfacción de las mismas parece cada vez más lejana y siente que se le revuelve el estómago, siente náuseas, un malestar, un mareo. Tenía demasiadas expectativas. Ahora todas esas expectativas se convierten en frustraciones y la vida se torna nauseabunda.

Pero no lo es. La vida no tiene nada que ver con náuseas, porque no tiene nada que ver con tus expectativas. Una vez que sales de la trampa del idealismo, estás disponible para la vida, y ésta lo está para ti.

Friedrich Nietzsche dijo en alguna parte: «¿Dónde puedo sentirme en casa? ¿Dónde?». Debe haber estado buscando un vientre, un hogar, una madre. Debió ser un tanto infantil. Se quedaría atascado en algún punto de su crecimiento. ¿Por qué no haces más que buscar una casa? La vida no es una casa, un hogar, pero tampoco es un páramo. Es. Simplemente es. Disfrútala. Celébrala. No va a convertirse en un hogar para ti, pero tampoco en un páramo. La misma búsqueda del hogar hace que la vida parezca un páramo. Deja de buscar. La búsqueda en sí misma te aparta de la vida. No haces más que errar el momento presente. Así que bien puedes esperar… Una espera fútil; o puedes encolerizarte… Una cólera fútil. Si no dejas de esperar, tu vida se obsesionará con la rutina. Intentarás convertirte en un autómata.

Deja que te cuente una anécdota:

El señor Smith ha matado a su esposa, y toda su defensa se basa en enajenación temporal. Se presentó como testigo de su parte y su abogado le pidió que describiese el crimen con sus propias palabras.

–Señoría –empezó–. Soy un hombre tranquilo y pacífico de costumbres, y puede decirse que nunca molesto a nadie. Me levanto a las siete cada mañana, desayuno a las siete y media, entro a trabajar a las nueve, salgo a las cinco, llego a casa a las seis, donde tengo la cena puesta en la mesa, ceno, leo, veo la televisión y me acuesto. Hasta el día en cuestión…

Aquí realizó una pausa para respirar hondo.

Su abogado le pidió, amablemente:

–Continúe. ¿Qué sucedió el día en cuestión?

–El día en cuestión –dijo Smith–, me levanté a las siete, desayuné a las siete y media, empecé a trabajar a las nueve, salí a las cinco y llegué a casa a las seis. La cena no estaba preparada y no había rastro de mi esposa. Busqué por toda la casa y la hallé en el dormitorio, en la cama, con un desconocido. Así que la maté.

–¿Qué sentía en el momento en que la mató?– preguntó el abogado, ansioso por llegar al meollo de lo sucedido el día de autos.

–Me hervía la sangre –dijo el acusado–, estaba rabioso a más no poder, perdí la cabeza, era incapaz de controlarme.

Se volvió hacia el jurado, y golpeando el brazo de la silla del estrado, gritó:

–Caballeros, cuando llego a casa a las seis en punto, ¡la cena debe estar en la mesa!

Ésa fue la razón de que matase a su esposa, no que estuviese en la cama con un desconocido: «¡La cena debe estar en la mesa a las seis en punto!».

¿Te das cuenta de que tú también estás más o menos obsesionado con una rutina muerta? ¿Por qué hay gente que se obsesiona tanto con una rutina muerta? Pues se obsesiona tanto con una rutina muerta porque, de repente, si se rompe la cadena de su rutina, la gente percibe una vida fútil, sin sentido, una vida absurda. La gente intenta dar a su vida sensación de utilidad, una pátina de sentido. Intentan olvidar que viven inútilmente, que en realidad no viven.

Crean una rutina muerta y la siguen. La siguen como si se tratase de un mecanismo. Tienen la sensación de que todo funciona perfectamente bien. Se levantan siempre a la misma hora, van a la oficina, regresan a casa, leen el periódico, miran la televisión, cenan, se acuestan… Todo como debe ser. Una rutina muerta te da la sensación de que todo está perfectamente bien. Pero oculto, por debajo, todo es un caos. Están perdiéndose la vida.

Para mí, idealismo significa vivir para colmar algún tipo de ideal en el futuro. El futuro no forma parte del tiempo, sólo es parte del deseo. De ordinario consideras que pasado, presente y futuro son divisiones de tiempo. Te equivocas. No son divisiones de tiempo. El tiempo sólo es presente, siempre presente y de ningún otro modo. El pasado no existe más que en el recuerdo, en la mente. No forma parte del tiempo; es parte de la mente. Y el futuro también forma parte de la mente…, del deseo. Pasado, la memoria; futuro, el deseo. Y entre ambos existe un momento muy pequeño, el momento atómico de tiempo que es presente, que siempre es presente.

El tiempo siempre llega como ahora. Si pasas por alto el ahora, estás suicidándote. Tal vez lo hagas lentamente, y por eso no acabas de darte cuenta. Pospones la vida en pos de algún ideal. Entonces tu vida se convierte en una rutina muerta y fútil. No haces más que malgastar una gran oportunidad, y la malgastas a cambio de bellas palabras. Alguien intenta perfeccionarse. Alguien intenta convertirse en sabio. Alguien intenta devenir un mahatma. Alguien intenta transformarse en otra cosa.

Sé… Y olvídate de devenir. Devenir es la pesadilla.

Relájate. Eres perfecto. La vida, tal cual es, es perfecta, en cada momento.

Es muy difícil aceptarlo, porque te han condicionado durante siglos. Te han proporcionado ideales y tú tiras adelante comparándote con ideales. Te preguntas: «¿Cómo puedo ser perfecto? Todavía queda cólera en mí. ¿Cómo puedo perfeccionarme? Todavía queda sexualidad en mí. ¿Cómo puedo ser perfecto? Todavía queda violencia en mí. ¿Cómo puedo ser perfecto?». Estás comparando. Y la comparación es la enfermedad, el verdadero mal. ¡Tú eres tú!

¿Qué puedes hacer si todavía hay cólera? Has de aceptarlo. Si intentas ir más allá de la cólera para vivir, entonces nunca acabarás viviendo. Escúchame. Acepta la cólera y vive.

Y te digo más: al vivir irá desapareciendo la cólera. La transformación tiene lugar al vivir, no al prepararse. Cuanto más te preparas, más colgado estás mentalmente. Relájate. Disfruta. Pero el ego continúa como un capataz sin piedad. Y dice sin parar: «Pero ¿cómo estás perdiendo el tiempo en tonterías, en trivialidades? ¡Conviértete en un gran hombre! ¡Conviértete en un Buddha, en un Mahavira, en un Cristo!».

Cristo nunca intentó convertirse en un Cristo, por eso fue Cristo. Simplemente se aceptó a sí mismo, y a través de esa aceptación floreció. Mahavira no intentó convertirse en nadie más. Carecía de ideales. Simplemente vivió su vida, eso es lo que hizo, simplemente, tal y como le venía la vida. Siempre sucede así. Siempre sucede de ese modo.

No es que la vida no suceda; lo que ocurre es que la estás perdiendo. Es bien sencillo. No estoy diciendo nada filosófico. Se trata de la simple constatación de un hecho. Ahora mismo, ¡fíjate! ¿Qué es lo que te estás perdiendo? Nadie se pierde nada.

Estaba leyendo uno de los ensayos de Emerson, y en él decía: «El ser humano es tímido y no hace más que disculparse. Ha dejado de estar erguido. No se atreve a decir: “Yo soy”. Se avergüenza ante una brizna de hierba o ante una rosa reventona. Esas rosas que hay bajo mi ventana no hacen ninguna referencia a anteriores rosas ni a otras mejores. Son lo que son. Existen con Dios hoy».

Permite que ése sea el fundamento de tu vida: «Existen con Dios hoy». No se refieren a rosas anteriores. No se comparan con rosas mejores. Simplemente son ellas mismas y «existen con Dios hoy». Para ellas no hay tiempo. Sólo está la rosa. Es perfecta en cada momento de su existencia.

La perfección no es una meta; ya está ahí. Has nacido perfecto; la perfección tiene lugar en esta existencia, nada más. ¿Cómo puede suceder la imperfección fuera de la divinidad? Sólo la perfección es posible.

La idea de que has de ser perfecto te hace imperfecto en el presente, porque surge la comparación. No haces más que compararte con los demás. Hay alguien más guapo, alguien más inteligente, alguien más moral, alguien más sincero, alguien más sano, alguien más fuerte… Y tú te incapacitas al compararte; sobre la cabeza te cae un peso muerto tal que no puedes moverte. Pero hay algo que has olvidado; tú eres tú, y no puedes ser nadie más.

Una vez que aceptas que tú eres tú y que, hagas lo que hagas, no podrás ser nadie más… Una vez que lo aceptas, tiene lugar una transfiguración. Empiezas a vivir. Dejas de preocuparte por el futuro. No sigues esforzándote locamente por ser otro. Entonces ya no eres comparativo, ni competitivo. Entonces también te conviertes en una rosa bajo la ventana, existes con divinidad hoy. Si no existes así hoy, te hallarás en una pesadilla.

Así lo entendió el Buddha. Fue el primer ser humano que lo comprendió de manera absoluta. Soltó todos los ideales. La gente se le acercaba y le preguntaba: «¿Existe Dios?», y él permanecía silente. No es que no haya Dios, pero una vez que dijese que lo hay, surgiría en vosotros el deseo de entender, de saber, de ser… Y volveríais a seguir una pista falsa. El Buddha permaneció silente. No dijo nada sobre Dios. La gente le preguntaba: «Vale, si Dios no está ahí, entonces no tenemos que preocuparnos de nada. Pero ¿hay un alma dentro?». El Buddha se mantuvo en silencio, porque una vez que dijese: «Sí, hay un alma», entonces echaríais a correr tras ella.

Os habéis hecho tan adictos a perseguir sombras que cualquier palabra, cualquier indicación bastaría para que salierais corriendo. Vuestra vida se ha convertido en una persecución. Perseguís lo que sea: dinero, moksha… No importa, pero perseguís… poder, prestigio, meditación; es igual, lo que importa es perseguir.

Me doy cuenta de lo difícil que fue para este hombre, para el Buddha, mantenerse en silencio cuando sabía muy bien que Dios es, cuando sabía que el alma es. Lo difícil que le resultó mantenerse quieto. Resistió la tentación porque os conocía. Nunca nadie ha calado tan profundamente a la humanidad… Ni la locura de la humanidad, la obsesión con los ideales.

La gente preguntaba: «Cuando nos hacemos conscientes, cuando llegamos y nos iluminamos, ¿qué pasa luego? ¿Llegamos a moksha, a un estado de libertad total?», y el Buddha permaneció en silencio. Abandonó el viejo término oriental de moksha, el estado de liberación total; e inventó un nuevo término: nirvana.

Es un hermoso término. La palabra es muy significativa. Nirvana significa simplemente “extinción”. No serás. Nada será. Utilizó un término negativo, para que así no lo convirtieras en un ideal. ¿Cómo podrías convertir en ideal un término negativo? Cualquier cosa positiva se convierte en un ideal y empiezas a perseguirlo. Utilizó el término más negativo posible, la negatividad absoluta: nirvana. Nada será. Sólo la inexistencia. Cesarás de ser.

Pero fíjate en la mente humana; la mente humana lo ha convertido en un ideal. El Buddha proporcionó un término negativo para que no lo convirtieses en un ideal, pero desde entonces millones de personas…, millones de personas persiguen el nirvana. Han olvidado por completo que nirvana sólo significa nada. Significa el vacío absoluto. Significa vaciedad.

¿Cómo puedes ir tras la vaciedad? El perseguidor ha de extinguirse, y entonces sólo queda vacío, vaciedad. ¿Cómo puedes ir tras eso si no eres? ¿Cómo puedes buscarlo? El buscador debe cesar. Has de desaparecer completa y totalmente.

La gente también ha convertido eso en un objetivo. La mente parece ser tan adicta que convierte en meta todo lo que se dice. Por ejemplo, yo no hago más que decir aquí y ahora, y sé muy bien que intentaréis estar aquí y ahora. Pero erráis el tiro, porque el hecho de intentarlo es fracasar. No puedes intentar estar aquí y ahora, porque para cuando lo intentes, el aquí y ahora estará pasando. Basta con que te relajes. Puedes ser, pero no intentarlo. Si me entiendes, ¡no necesitas más! Entonces ya no hay que hacer nada más.

Pero no hacéis más que llegar hasta mí: «¿Qué hay que hacer?». Y yo no dejo de deciros: «Haz esto, haz lo otro». Es una manera de cansaros, de agotaros. Para que un día, hartos y ahítos, digáis: «¡Basta!», y os relajéis. No hace falta nada. Cuando os veo, sois buddhas… persiguiendo sombras vacías. Entonces todo se convierte en una pesadilla.

Un anciano se hallaba sentado en un banco del parque, disfrutando del sol de finales de primavera, cuando otro anciano se sentó en el otro extremo del banco. Se observaron cautamente y al final uno de ellos exhaló un tremendo y sentido suspiro.

El otro se incorporó al instante y dijo: «Si va a hablarme de política, entonces me voy».

Si sientes que alguien te va a dar un ideal y una meta, abandónalo de inmediato, porque la enfermedad es muy contagiosa, y una vez que la atrapas, se hace crónica. No se puede hacer nada. Hay que soltar el hacer, no mediante el esfuerzo, sino comprendiendo.

Si comprendes que los objetivos no te han ayudado, si comprendes que devenir no te ha ayudado, entonces, en ese entendimiento, hay algo que se detiene en tu interior. En ese entendimiento hay algo que cae, que suelta, por sí mismo. No es que tú lo sueltes, porque si fuese así vendrías a mí y me preguntarías: «¿Cómo lo suelto? ¿Cómo suelto ese continuo perseguir? ¿Cómo abandono los ideales?».

No, tú no puedes soltarlo. Si intentas soltarlo, estás otra vez en lo mismo. Tú no puedes soltarlo; debe caer por sí mismo. Tú sólo has de entender, basta con entender; entender es la única transformación.

Cuando sigues una idea, una ideología, un ideal, una meta, estás abocado a imitar a otros, estás abocado. Estás abocado a seguir a otros, porque ¿de dónde, si no, ibas a obtener pistas? Estás abocado a seguir a Cristo, al Buddha, a Mahavira. Y nunca ha existido un ser humano como tú. Tú eres simplemente único.

No puedes seguir a un Buddha, no puedes seguirme a mí. Puedes observarme, pero no seguirme. Puedes amarme, pero no seguirme. Puedes comprenderme, pero no seguirme. En cuanto empieces a seguirme, te cegarás aún más. Ahora ya estás ciego. Todas las creencias conducen a la ceguera. Y todas las pistas te alejan de ti mismo. Si tratas de convertirte en un buddha, puedes estar seguro de una cosa: no podrás ser tú mismo. Puedes estar seguro de ello: no serás tú mismo. Y luego viene lo siguiente: nunca podrás ser un buddha, porque tú eres tú y un buddha es un buddha. Si intentas convertirte en un buddha, no podrás ser un buddha; como mucho puedes llegar a ser una imitación, una flor de plástico, pero no una rosa de verdad.

Puedes imitar, convertirte en un actor, puedes seguir el juego. Puedes seguir al Buddha y puedes crear un personaje, una individualidad, igual que él, pero recuerda: un hombre como el Buddha carece de individualidad. Vive espontáneamente. Es consciencia; no tiene carácter. Responde a la vida en cada momento. No tiene ninguna individualidad, ningún carácter. No sigue al pasado. No sigue ninguna rutina que decidiera en el pasado, ayer. Responde aquí y ahora.

Un hombre de carácter siempre es un hombre muerto. Un hombre de carácter es quien ha creado una armadura a su alrededor. Ha tomado el voto de no pronunciar nunca una mentira; por eso nunca miente. Quiere mentir, pero no puede a causa del carácter, del ego implicado en ello. Suprime. Nunca puede ser auténtico ni verdadero, y nunca puede fluir ni estar abierto. Está siempre cerrado. Un hombre de carácter lleva la tumba en él. No está vivo. Una capa muerta de carácter le impide aceptar la vida, aceptar la vida aquí y ahora.

El Buddha carece de carácter, pero si le sigues deberás seguir su carácter tal y como tú lo entiendas. No puedes ver su consciencia, sólo puedes apreciar cómo se comporta, y a través de ese comportamiento extraer pistas. Y te pierdes.

La única manera de devenir un buddha es siendo tú mismo.

Será un fenómeno único y totalmente distinto. No va a ser ninguna repetición. La existencia nunca se repite. Es infinitamente original. Nunca repite; no es necesario. Innova nuevas personas, nuevos seres. Nunca volverás a estar aquí; tampoco has estado aquí antes, nunca. Vienes totalmente nuevo y fresco. ¿Por qué intentas echarte a perder?

Sucedió en un hotel muy conocido. Habían contratado a alguien nuevo. El botones veterano le explicaba los intríngulis del oficio al novato:

–Este asunto –dijo– no sólo consiste en cargar maletas. En un gran hotel siempre te estás encontrando en situaciones delicadas y es necesario pensar con rapidez. Por ejemplo, tenía que llevar hielo a una habitación en particular y entré en otra distinta por equivocación. La puerta no debería haber estado abierta, pero lo estaba. Dentro de la habitación la puerta del baño aparecía abierta (que no hubiera debido estarlo) y dentro había una gorda dándose un baño. En un minuto supe que la gorda iba a pegar un aullido.

Las gordas son peligrosas.

–Pensando con rapidez, dije: «Perdone, señor», y me marché. El “perdone” fue pura cortesía, pero el “señor” fue puro tacto, y eso me salvó el día. Se imaginó que no había permanecido lo suficiente en el baño como para ver nada y se calmó. ¿Lo entiendes?

El novato lo pilló –y ahí empezaron los problemas–, pues al día siguiente apareció en la enfermería con un ojo a la funerala y varios rasguños. El veterano se interesó:

–Pero ¿qué te ha pasado?

El novato contó:

–Seguí tu consejo. Llevaba hielo y me equivoqué de habitación y encontré a un hombre y a una mujer en el sofá casi desnudos. Así que dije rápidamente: «Perdonen, caballeros», y el tipo saltó del sofá y casi me mata.

Si aceptas pistas de otro en lugar de tu propia consciencia, te estarás metiendo en una situación muy peligrosa. Te estarás pasando por alto a ti mismo y con ello no obtendrás gran cosa. El coste será muy elevado, y de ello no sacarás beneficio alguno.

Si sigues a un buddha, te meterás en problemas: hay millones de personas con ese tipo de problemas. Si sigues a Jesús, te meterás en problemas. No tienes más que ver a los cristianos, a los jainistas, a todos los que son seguidores. Están abocados a las dificultades, porque la vida cambia a cada instante, y tú sólo cuentas con principios muertos.

Recuerda, sólo hay una regla de oro: que no hay reglas de oro. Todas las reglas son arbitrarias. Todas las reglas son arbitrarias; ninguna regla es decisiva o fundamental. Son útiles en una cierta situación, pero no son fundamentales. No resultan de utilidad en cualquier otra situación.

Lo único que hay que desarrollar es la consciencia. Y la consciencia simplemente llega si vives el momento. Si vives aquí y ahora, respondiendo, te haces consciente. La consciencia no te ha alcanzado hasta el momento porque nunca has vivido el presente. Es una consecuencia de vivir en el presente, llámalo meditación si prefieres. La única meditación que existe es vivir en el presente, vivir en el aquí y ahora.

Al comer, come. Al caminar, camina. Al sentarte, siéntate. ¡Permanece atento! ¡Disfruta de ello! ¡Deléitate con ello! Al mirar, mira. Al dormir, duerme. Sé ordinario si quieres convertirte en un buddha. Sé simplemente ordinario y tú mismo, dedícate a lo tuyo y no te preocupes de qué hacen los demás, y no intentes seguir a nadie.

Si estás aquí conmigo, es muy fácil seguirme… Porque un seguidor lanza por la borda la necesidad de ser consciente; dejas de ser responsable. Y cuando digo “responsable”, quiero decir que estás dejando de responder a la vida. Tienes una idea muerta. Consultas esa idea muerta y a continuación la sigues. No miras, no te fijas en la vida. Las situaciones cambian constantemente; se trata de un Ganges que fluye constantemente. Nunca encajará con tu idea. Ese ideal es un producto derivado de cierta situación. Pero esa situación ya no está presente.

Nunca sigas una idea muerta. Si estás aquí conmigo, no me sigas. Intenta comprenderme. Si me amas, me comprenderás. Si confías en mí, intentarás comprenderme, pero no me sigas. Si me comprendes, lo único que debe comprenderse es que la vida es infinitamente valiosa. No la desperdicies.

Ningún ideal es valioso, más valioso que la vida. La vida es la única realidad, y todo lo demás no es más que mente. Evita la mente. Sigue la realidad. Y te lleve donde te lleve, acompáñala valientemente, y nunca te equivocarás. Te convertirás en ti mismo. Siendo tú mismo te convertirás en ti mismo. No estoy diciendo que intentes ser tú mismo. Siendo tú mismo en cada momento, te convertirás en ti mismo. Poco a poco se irá revelando, desarrollando el potencial.

Todas las religiones del mundo han creado un cierto estado esquizofrénico en la mente humana. Han creado una división. La mitad de ti está contra la otra mitad. Nunca eres uno. Al ponerte colérico, nunca acabas de estar totalmente colérico. Salta alguien por un lado y se pone a condenar, diciendo: «¡Eso está mal! ¿Te has olvidado de los grandes maestros? Pero ¿qué haces? ¡Eso está muy mal! ¡No lo hagas!». Al hacer el amor, hay una parte que se alza contra ello y que no cesa de repetir: «El celibato es pureza».

Hagas lo que hagas… No es cuestión sólo de cólera o amor. Si intentas convertirte en célibe, una parte de ti no deja de decir: «Te estás equivocando». Estés en la situación en la que estés, te hallas dividido.

Si estás colérico, estás dividido. Si no estás colérico, estás dividido. Si no te encolerizas, una parte de ti repite: «Eso no está bien». La otra se aprovechará de ello, pensará que eres un memo. Y la vida es una lucha, y si la gente llega a enterarse de que eres un memo, te apretarán las clavijas. ¡Mantente firme y planta cara! No seas escapista.

Si te enfureces, la mente no deja de repetir: «Eso está mal. La cólera es inconsciencia. Es irreligiosa. Una persona religiosa como tú… ¿Colérica?». Eso no encaja con tus ideales. No encaja con tu imagen. Atesoras una bonita imagen de ti mismo: sereno, calmo, recogido como un buddha… Claro, como un buddha de piedra… Imperturbable, centrado.

Las religiones han creado esquizofrenia; uno no sabe cómo hacer algo totalmente. Y ésa es la locura básica de la humanidad: todo el mundo está dividido.

¿Cómo puedes disfrutar dividido? ¿Cómo puedes celebrar dividido? Una parte de ti está siempre contra ti, como si una de tus piernas fuese hacia la derecha y la otra contra ti continuamente. Estás de pie sobre dos barcas que se alejan en direcciones opuestas, diametralmente opuestas. Ésa es tu ansiedad.

Así que muchos son los que llegan ante mí y me dicen: «¿Cómo puedo deshacerme de la ansiedad?». No saben lo que implica esa palabra, “ansiedad”. Creen que algo como la meditación trascendental… Que con sólo cantar un mantra desaparecerá su ansiedad. Son simplemente estúpidos. Las cosas como la meditación trascendental sólo tienen atractivo a causa de la estupidez de la gente, porque andan buscando atajos, algo que sea fácil de hacer. Como el café instantáneo: lo haces… ¡Y se acabó!

La ansiedad es un problema muy profundo. El problema es la esquizofrenia. Estás dividido, luchando siempre contigo mismo. Eres dos, no uno, y esa tensión crea ansiedad. Ahora bien, repetir un mantra no te va a ayudar de ninguna manera. Tal vez te ayude a dormir más profundamente, quizá te ayude a estar un poco más unificado, pero no mucho más. Tu división sigue ahí, y tarde o temprano te das cuenta de que ahora el truco ya no funciona. Hay que soltar la esquizofrenia mediante una profunda comprensión. No luches contigo mismo. Y recuerda siempre que el triunfador se equivoca. Recuerda siempre que lo sencillo es más verdadero. Siempre que exista un conflicto sigue lo natural. Si existe un conflicto entre amor y celibato, sigue al amor… Y hazlo totalmente. Ya sé que hay un día en que aparece el celibato, pero también sé que proviene de una profunda experiencia de amor. Surge brahmacharya, pero se trata del florecimiento del amor profundo, de un amor sentido tan profundamente que se torna brahmacharya, se torna inocencia, se torna virginidad.

La virginidad no tiene nada que ver con el cuerpo, tiene que ver con el amor profundo. Llamas virgen a una mujer porque todavía no ha hecho el amor. No la llames virgen. Llama virgen a una mujer que haya trascendido el amor, que haya amado tan profundamente que esa profundidad se haya convertido en una trascendencia.

Yo llamo virgen a un hombre que ha amado profundamente y que a través del amor se ha tornado tan uno que ahora no tiene necesidad… No necesita depender del otro. Se siente agradecido hacia el otro porque ese otro le ha ayudado a ser tan independiente. La virginidad no está al principio; está al final. Los niños no son vírgenes. Sólo esperan a ser violados. Así lo he escuchado:

Tres niños se hallaban sentados en las escaleras de una casa, y uno jugaba con coches de juguete, otro con un cohete espacial y un tercero leía un jugoso número de la revista Play Boy. Pasó un hombre. Echó una mirada a los tres críos. Le preguntó al primero:

–¿Qué te gustaría ser de mayor?

El primero dijo:

–Me gustaría participar en carreras de coches. Quiero ser el piloto más rápido del mundo.

El segundo afirmó:

–Quiero ser astronauta.

Y luego le preguntó al tercero:

–¿Y tú qué quieres ser?

Miró al hombre y dijo:

–Adulto, señor. Adulto.

Los niños no son vírgenes. Sólo esperan a ser adultos. De hecho, les preocupa la de tiempo que han de esperar, como si se retrasase.

Leía la autobiografía de un poeta que estuvo de niño bajo la influencia de un misionero cristiano. Debía de tener unos once años. Le impresionó mucho la doctrina cristiana, lo de que el mundo se iba a acabar y Jesús llegaría, lo del “Segundo Advenimiento”. Y se asustó mucho. Empezó a rezar: «Dios, espera un poco. Deja que se rompa mi virginidad, que sea violado. ¡Espera un poco! Sólo dos o tres años más. ¡No acabes el mundo tan pronto!».

Los niños no son vírgenes. De hecho, los niños no son inocentes, sólo lo parecen. Se preparan para ser corrompidos. Se están preparando para moverse en el mundo. La inocencia verdadera sólo llega al final. Es un florecimiento; no es una semilla. No es el principio; es el final.

Si el amor se colma, surge brahmacharya. Si has vivido totalmente colérico, llega la compasión. Si te has movido en la vida, de repente tienes una experiencia trascendente. Pero las viejas religiones no han hecho más que crear una mente dividida, una mente culpable, una mente enloquecida…, dividida.

En una ocasión un gobernador fue a visitar un manicomio. Inspeccionaba el nuevo hospital psiquiátrico financiado por el Estado. Al ser conducido a los pabellones de aislamiento se quedó de piedra al ver que en una celda había un hombre de aspecto distinguido, sentado y leyendo un ejemplar del WallStreet Journal, vistiendo únicamente un sombrero de copa de seda satinada.

El interno levantó la vista, vio al gobernador y su séquito de médicos y funcionarios. El interno se incorporó, se inclinó educadamente y dijo con voz culta:

–Señor, percibo que es usted un hombre importante y me imagino que debe preguntarse qué hago aquí sentado desnudo.

–Bueno, pues sí, así es –dijo el gobernador, con cautela–. Lo cierto es que me lo he preguntado.

–No encierra misterio alguno –dijo el interno–. La celda tiene aire acondicionado, como habrá notado, y se mantiene a una temperatura de lo más conveniente, y además, yo soy bastante reservado. Como no necesito ropa ni para calentarme, ni por modestia ni adorno, ¿para qué molestarme en vestirme?

–Es cierto –asintió el gobernador, sorprendido por el raciocinio tan obvio del otro–. Pero, dígame –avanzó–, en ese caso, ¿por qué el sombrero de copa?

El interno se encogió de hombros:

–Bueno, siempre puede llegar alguien.

Ésa es la mente escindida. Ésa es la esquizofrenia básica de la humanidad: nunca es total, de esta manera o de la otra.

Toda mi enseñanza es ser, hagas lo que hagas.

No digo que te encolerices. Lo que digo es que si eliges encolerizarte, si pasa, entonces sé totalmente colérico. No digo que seas codicioso. Pero si resulta que eres codicioso, entonces selo totalmente… Porque resulta que sé que sólo trasciendes a través de la totalidad.

Una personalidad escindida nunca puede volverse “incodiciosa”. Puede intentarlo, pero nunca podrá. Una personalidad escindida nunca puede ir más allá de la cólera. Puede intentarlo, pero nunca podrá ir más allá. Una personalidad escindida nunca puede ir más allá de la sexualidad. Puede luchar. Cuántos son los monjes en monasterios que lo intentan. Pero no van más allá de la sexualidad; como mucho su sexualidad se pervierte, su amor se torna ponzoña.

En cualquier caso, no te estoy diciendo que elijas algo en contra. Sea el caso que sea, sé totalmente con él. Permite que la totalidad sea la única preocupación, porque ésa es la única manera de estar vivo. Y si estás vivo, eres perfecto. Entonces serás con la existencia hoy, no mañana. Porque mañana no hallarás divinidad alguna; siempre es hoy. La divinidad es hoy.

Mañana es el infierno. El nirvana es hoy.

Pero la mente no hace más que pensar que incluso el nirvana pertenece al mañana. Entonces el propio nirvana se convierte en una pesadilla. Ahora, la historia zen:

Date Jitoku, un excelente poeta de waka,quería ser experto en zen.

Ahí empieza la desdicha… «Quería ser experto en zen». Si quieres ser un experto en algo, entonces es que quieres sentirte el ombligo del mundo. Y en particular en este caso, no puedes ser un experto en zen. El zen es algo que se puede descubrir sólo cuando no hay ego.

Zen significa dhyana, zen significa meditación. La palabra en sí proviene de dhyana. Tiene su origen en la India; el Buddha lo llamó dhyana. Luego Bodhidharma se lo llevó a China; en China se convirtió en Chan. Luego de China pasó a Japón; allí pasó a ser zen. Zen significa dhyana. Y dhyana quiere decir meditación.

No puedes ser un experto en meditación, porque tú eres la barrera. Sueltas y la meditación aparece. Por favor, no entres, y tendrás meditación. Si entras, te conviertes en la perturbación.

Y recuerda, tal como te decía, que sólo entras cuando estás escindido. El ego sólo aparece cuando estás dividido. Necesitas un ego para realizar la conexión entre las partes divididas de tu ser. Necesitas un eslabón, de otro modo tu voluntad se vendría abajo.

El ego es el eslabón, el vínculo, entre tus dos partes, diametralmente opuestas. Consigue mantenerlas juntas en una especie de fardo. Es la soga que las ata, el vínculo entre ellas, la cadena que logra mantenerte unido. De otro modo te vendrías abajo. Serías como un tentetieso roto, y no habría nada que pudiera volver a enderezarte. Se necesita el ego. Es la cuerda que te ayuda a permanecer unido de alguna forma. Una vez que estás unido, ya no se necesita la cuerda. Una vez que eres uno, no necesitas el ego. Eres, pero no hay “Yo” en ello. Eres; eres perfectamente, pero sin “Yo” en ello. “Yo soy” es una tensión. ¿Te has fijado? En algunos momentos también sucede ese milagro; incluso te pasa a ti. Te enamoras de alguien y el amor te proporciona una oportunidad para juntarte. De repente no hay “yo soy”; de repente eres, sin el “Yo”, una infinita vastedad, un ser incorrupto, una totalidad indivisa.

O de repente, un día, al observar la puesta de sol, la belleza resulta tan tremenda que te tornas uno. O un día, escuchando música, cantando o bailando, de repente bailas tan deprisa que no puedes mantener la idea de que tú eres. Te mueves con tanta rapidez que te vuelves total.

Corre deprisa y observa; baila deprisa y observa; gira deprisa y observa; de repente, la acción resulta tan total que se apodera de ti. Cae el ego.

Date Jitoku, un excelente poeta de waka,quería ser experto en zen.

Ahí es cuando empieza el viaje equivocado. No puedes ser un experto en zen. Debes dejar que el zen tome posesión de ti, pero tú no puedes tomar posesión de él. No se trata de dominar una capacidad, ni tampoco es una técnica en la que ser experto. Es tu propio ser: es dejarte poseer por él. Es tu totalidad.

Con eso en menteconcertó una citacon Ekkei,abad de Shokokuji, en Kioto.

«Con eso en mente…» Si llegas ante un maestro con algo en la mente, nunca llegas. Si llegas a mí con algo en la mente, no acabas de haber llegado. Has viajado, pero no has venido. Sigues viajando; no has llegado. Si llegas con nada en la mente, has llegado. Entonces estás cerca de mí.

Con nada en la mente, la mente desaparece, porque la mente sólo puede estar si hay algo en la mente. La mente no puede existir sin el contenido. La mente no es más que la suma de los contenidos. Si los contenidos desaparecen, la mente desaparece.

Si llegas a mí con algo en la mente… Como que has de lograr algo, que has de ser alguien, si persigues algún ideal, si crees que has de satisfacer alguna imagen… Entonces no me encuentras. No me encuentras para nada. Sólo hay una manera de estar conmigo: ven sin nada en la mente, para así estar abierto, de manera que puedas abrirte a todas las cosas. Si tienes algo en la mente, no estás abierto a todo. Estás cerrado.

Con eso en menteconcertó una citacon Ekkei…

Ekkei era uno de esos maestros raros. Ya verás por qué digo raros.

Jitoku fue al encuentro del maestro lleno de esperanzas…

Sólo debes ir a ver a un maestro cuando todas tus esperanzas hayan fracasado. Estar lleno de esperanzas es estar en el mundo. Un hombre que sigue viviendo con esperanzas sigue viviendo en el futuro, en el mañana. Un hombre que por fin entiende que todas las esperanzas son vanas, que no conducen a ninguna parte, puede ir a ver a un maestro.

No se trata de que se vuelva desesperado, porque si te sientes desesperado simplemente significa que sigues esperando. La desesperanza es la señal de una mente que sigue esperanzada.

Cuando se suelta de verdad la esperanza, cuando de repente no tienes esperanza –no estás desesperanzado, sino simplemente sin esperanza, sin desesperanza–, entonces eres. Con la desaparición de la esperanza, desaparece el futuro. El futuro no es más que la extensión de la esperanza. El futuro es un proyecto de esperanza.

Jitoku fue al encuentro del maestro lleno de esperanzas,pero en cuanto entró en la habitaciónrecibió un estacazo.

El maestro hizo bien. Ni siquiera pudo pronunciar una sola palabra, todavía no había preguntado nada, y ya le habían atizado bien. Cuando llegas con esperanzas, ésa es la única manera de traerte al momento. Si te zurro fuerte en la cabeza, al menos durante un momentito, estarás aquí. De otro modo estás en el futuro. Los maestros zen has estado zurrando a sus discípulos por pura compasión.

Una vez que empieces a entenderme, te zurraré. Ahora mismo sé que no entiendes; simplemente escapas, así que tengo que persuadirte de que te acerques. Una vez que estés listo… Un buen golpe en la cabeza no es más que un tremendo regalo: hay que recibirlo con gratitud. Te pone los pies en la tierra, te trae al aquí y ahora. Te has alejado tanto que sólo un estacazo en la cabeza puede traerte aquí.

[…] pero en cuanto entró en la habitaciónrecibió un estacazo.Se sintió perplejo y mortificado:nunca nadie se había atrevido a golpearle hasta el momento,pero como una estricta norma del zendice que nunca hay que decir o hacer nadaa menos que lo diga el maestro,se retiró en silencio.

Se equivocó. Siguió la norma, pero no supo responder a la situación. Cuando sigues una regla, no te enteras de la situación. Él conocía la norma de que si el maestro no dice nada no se espera de ti que digas ni palabra… Y él no dijo nada. Tuvo que retirarse, pero en su interior se sintió herido.

El maestro le dio en la cabeza para traerle al presente, pero él se sintió herido, su ego se sintió herido. No entendió nada. Debe haber estado realmente muy obsesionado con el futuro. Y una persona obsesionada con el futuro casi siempre está también obsesionada con el pasado. Así es como se mueve el péndulo de la mente: del pasado al futuro, del futuro al pasado. Nunca se queda en el medio, que es donde realmente existe el tiempo.

Inmediatamente se dijo: «Nunca nadie se había atrevido a golpearme hasta el momento». Se lo dijo por dentro… Se fue al pasado: «Nunca nadie se había atrevido a golpearme hasta el momento». El maestro le zurró para traerle aquí ahora, pero él se fue al pasado. Saltó del futuro al pasado. Se perdió el punto intermedio… Siguió la norma…

Las normas no sirven con un maestro. Has de responder sin tener en cuenta las normas. Has de observar la situación. No la interpretas según tu mente. Has de observar sin la mente para percibir el hecho, lo que el maestro ha hecho. El maestro ha realizado un gran acto de compasión, pero no se ha enterado. El ego ha hecho de barrera.

Fue a ver enseguida a Dokuon,que iba a suceder a Ekkei como abady le contó que planeabaretar a Ekkei a un duelo.«¿Es que no te das cuentade lo amable que está siendo el maestro contigo?–le dijo Dokuon–. Esfuérzate en zazeny verás por ti mismolo que significa ese tratamiento.»

Un gran acto de compasión. Un maestro está más allá de la cólera, más allá del ego, más allá de herir a nadie, pero por compasión incluso puede llegar a zurrar. La zurra es quirúrgica. El bisturí no se emplea contra ti. El bisturí no va en contra de ti. El bisturí no está en manos del enemigo. Está en las manos de un médico, de un cirujano. Te va a hacer un buen tajo. Ha de extirpar el desarrollo, la metástasis cancerosa del ego de tu interior. Es la operación quirúrgica más importante de todas. Y ha de ser duro, porque te ama.

Dijo Dokuon: «No te desconciertes, no te dejes confundir por eso, y no tomes ninguna decisión por el momento. Siéntate unos días en zazen».

Zazen significa permanecer sentado. Zazen es una hermosa meditación. Uno simplemente se sienta mirando la pared, sin hacer nada. Uno sigue sentado…, sentado…, sentado. Si sólo te sientas, sin hacer nada, poco a poco la mente se sosiega, porque no hay nada que hacer… La mente no es necesaria. Al principio se rebela, al principio piensa más: los pensamientos giran en un remolino interior enloquecido. Pero si sigues sentado y sentado, no tienen nada que hacer. Poco a poco se asienta el polvo: los pensamientos desaparecen, aparecen rendijas. En esas rendijas es posible comprender. Cuando no hay pensamientos, es posible pensar. Cuando no hay pensamiento en la mente, se libera toda la energía invertida en pensar, en pensamientos; se convierte en tu consciencia.

«Esfuérzate en zazeny verás por ti mismolo que significa ese tratamiento.»Jitoku pasó tres días y tres nochesabismado en una desesperada contemplación,