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No sólo negocios Noah Brand la había comprado, en cuerpo y alma. La subasta benéfica le había dado la oportunidad perfecta para hacer que Faith Cabrera cayera rendida a sus pies. Durante un día… y una noche, la tendría a su merced, y estaba seguro de que eso sería un auténtico placer para los dos.Pero Faith sabía que una noche de pasión no llevaba a una vida de felicidad, y no estaba dispuesta a dejar que el implacable magnate se apoderara de la empresa de su familia. Negocios… y amor Jeff Brand necesitaba casarse de inmediato. Y su nueva ayudante le serviría. Al fin y al cabo, la atracción entre Holly Lombard y él estaba empezando a resultar imposible de resistir. Además, a ambos les convenía un matrimonio sin ataduras.Sin embargo, tan pronto como le puso el anillo en el dedo, Jeff se dio cuenta de que se había metido en un lío. Sabía montar un potro salvaje, dirigir un negocio multimillonario y conquistar a cualquier mujer que se propusiera, pero… ¿mantener sus sentimientos fuera de aquella unión? Con una esposa como Holly, Jeff se enfrentaba al desafío más difícil de su vida.
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Seitenzahl: 373
Veröffentlichungsjahr: 2025
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© 2025 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S. A.
N.º 573 - diciembre 2025
© 2010 Sara Orwig
No solo negocios
Título original: Tempting the Texas Tycoon
© 2010 Sara Orwig
Negocios… y amor
Título original: Marrying the Lone Star Maverick
Publicadas originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Estos títulos fueron publicados originalmente en español en 2010
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 979-13-7000-843-7
Índice
Créditos
No solo negocios
Prólogo
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Epílogo
Negocios… y amor
Prólogo
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
Créditos
Índice
No solo negocios
Prólogo
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Epílogo
Negocios… y amor
Prólogo
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
–Por ti, padre –dijo Noah Brand, levantando la copa de Dom Pérignon.
–Feliz cumpleaños –Jeff también levantó la suya.
Los dos hermanos gemelos eran exactamente iguales; pelo negro y copioso, ojos grises, rasgos vigorosos y una estatura imponente.
Sin embargo, la personalidad de Jeff se dejaba ver en su ropa texana y en sus botas camperas.
–Gracias, chicos. Quería hablar un momento en privado con vosotros antes de reunirnos con los demás –Knox bebió un sorbo y miró fijamente a sus hijos.
Noah estaba preocupado porque la salud de su padre ya no era lo que solía ser en el pasado.
Una suave brisa entró por la puerta abierta. Era cuatro de marzo y Dallas ya mostraba los primeros signos de la primavera.
–Tenéis treinta y cuatro años –dijo Knox, mirando a su hijo Noah, que se sintió especialmente aludido–. Pero no veo que ninguno de los dos vaya en serio con una mujer.
Al oír las palabras de su padre, Noah se relajó un poco. Una vez más, sólo trataba de meterse en la vida de sus hijos y, como siempre, Jeff lograría desviar su atención hacia otro tema.
–Estáis en lo mejor de la vida. A mí se me acaba el tiempo, al igual que a vuestra madre. A los dos nos gustaría veros sentar la cabeza.
–Papá, maldita sea –dijo Jeff.
Knox agitó la mano.
–Dejadme terminar. Sé que no puedo obligaros a que os caséis. Sé que a ambos os gustan mucho las mujeres y que habéis tenido relaciones serias, pero las cosas nunca han llegado lejos, ni han durado mucho. Ni siquiera habéis traído a una chica esta noche.
–Esto era algo familiar –dijo Jeff mientras Noah se preguntaba si su hermano se pasaría toda la vida llevándole la contraria a su padre.
–Lo único que quiero es que penséis en varias posibilidades, así que… Si alguno de los dos se casa en un plazo de un año, le daré cinco millones de dólares.
Noah no pudo esconder la sonrisa y Jeff se echó a reír a carcajadas, poniéndose en pie.
–Siéntate, Jeff. No he terminado. Y además, el que se case primero conseguirá dos millones más.
La sonrisa de Jeff se desvaneció.
–¿Es que vas a volver a ponernos a competir? –dijo, algo molesto.
Noah guardaba silencio.
–Sólo es un incentivo adicional. Dos millones no supondrán mucha diferencia para ninguno de vosotros. A los dos os ha ido muy bien sin mi ayuda.
–Bueno, gracias, papá –dijo Jeff en un tono irónico, levantándose de nuevo de la silla–. Voy a volver a la fiesta –dijo y se marchó a toda prisa.
Noah y su padre se miraron durante unos segundos.
–¿Esperas que yo sea el que consiga esos dos millones extra?
–Sé que eres competitivo –dijo su padre–. Y también dócil… Tu hermano es un rebelde.
Noah balanceó la copa que sostenía en la mano y se puso en pie.
–Papá, me gustaría haceros felices a ti y a mamá, pero el matrimonio es algo que ni siquiera me planteo.
–De alguna forma el matrimonio es una pequeña parte de la vida, Noah. El negocio del cuero consumirá una buena parte de tu vida. Tienes bastante dinero como para hacer lo que te plazca y hacer feliz a una mujer. Descubrirás que los hijos son una bendición… Son importantes. Busca a una mujer entre tus amigos, alguien con quien te lleves bien, y crea una familia. Nunca te arrepentirás.
–Me lo pensaré –dijo Noah–. Creo que tus invitados deben de echarte de menos, papá. Volvamos a la fiesta.
Knox avanzó hacia su hijo y juntos se dirigieron hacia la sala de fiestas.
Jeff estaba de pie en un rincón.
Noah fue hacia él.
–Una vez más quiere que nos piquemos el uno con el otro –dijo Jeff–. Bueno, hermanito, esta vez tienes mi permiso para ganar. Yo me retiro de la competición.
Noah se echó a reír.
–Sinceramente, estaba dispuesto a dejarte ganar. Los siete millones para ti. No estoy en el mercado matrimonial y por mucho que quiera tener todo ese dinero en las manos, no me veo casándome. Ya sabes que siempre he dicho que no quiero casarme antes de los cuarenta. Además, no voy a buscar a alguien con quien casarme sólo porque puedo hacerla feliz. Ya tengo bastante con el trabajo.
Al oír las palabras de su hermano, Jeff casi se atragantó con la copa que se estaba bebiendo.
–¡Hijo de…! –exclamó, sin poder aguantar las risotadas–. Ya lo tenía todo pensado para hacerte caer. ¡Qué futuro! Igual que mamá y él; tan felices como ellos. Mamá se va de compras y de viaje cuando le place y a nosotros nos ha criado la niñera. Eso no es lo que yo quiero y no voy a casarme por satisfacerlos, ni tampoco por conseguir un premio. Siempre tiene que controlar nuestras vidas. No sé cómo soportas trabajar con él. Cuanto más os veo, más me gusta mi rancho.
–Los dos estamos tan ocupados que apenas nos vemos –Noah dejó la copa sobre la mesa–. Deberíamos saludar a la gente. ¿Por qué no comemos juntos un día, Jeff?
–Claro, si es que eres capaz de escaparte de Brand Enterprises un rato. Estaré aquí unos días más para asistir a la subasta de ganado. ¿Te viene bien el lunes a mediodía?
Noah asintió y se alejó.
Entre los invitados había varios clientes potenciales que no podía descuidar.
El lunes por la mañana Emilio Cabrera sonrió con efusividad al ver a su nieta, que lo saludó con un abrazo cariñoso.
Faith hubiera querido poder ayudarlo más. Quería tanto a su abuelo.
–Buenos días.
–Ah, ¿cómo es que tengo una nieta tan preciosa?
Ella sonrió.
–Gracias, abuelo. No lo dirás porque soy tu nieta, ¿verdad? –dijo Faith, bromeando y apartándose un mechón de pelo rubio de la cara.
–¿Pero qué pasa esta mañana?
Faith le enseñó una hoja de papel que había recibido de Angie Nelson, la secretaria-recepcionista.
–Por un lado, nos han vuelto a llamar de Brand Enterprises. No pienso volver a contestar a sus llamadas.
Emilio asintió.
–¿Es que no entienden que no voy a vender mi negocio familiar? Creen que soy demasiado viejo y que tengo que dejarlo ya.
–No es eso, abuelo –dijo Faith. A ella no le gustaba que su abuelo hablara de hacerse mayor–. Siempre hemos sabido que andaban detrás de esta empresa desde sus inicios. Realmente no sé si eso es lo que empezó las disputas entre las dos familias, o si fue al revés, pero, lo que sí es cierto es que siempre han querido engullirnos.
–Las rencillas son tan viejas que ni siquiera yo puedo responder a tu pregunta con exactitud. Pero lo que sí sé es que tanto mi abuelo como mi padre tuvieron que enfrentarse a los Brand. Muchos edificios y camiones resultaron dañados, e incluso tenemos algunos agujeros de bala en la parte de atrás de este edificio. No mandaron a nadie a la tumba, pero las cosas llegaron muy lejos en ocasiones. Los enfrentamientos violentos terminaron con mi padre y, desde entonces, todo ha estado más o menos tranquilo. Sin embargo, ahora hay mucho resentimiento. Los Cabrera les echan la culpa a los Brand, y lo Brand les echan la culpa a los Cabrera. No podía ser de otro modo. Pero no te preocupes por estas cosas. A mí no me importa tener que volver a decirles que no.
–Voy a ocuparme personalmente de este asunto para que no tengas que volver a tratar con ellos –dijo la joven–. Yo trataré con los Brand, o mejor, los esquivaré. Ya nos han hecho perder bastante tiempo.
–Cuando entré, te vi mirando los libros. ¿Qué tal nos fue el mes pasado? –preguntó el anciano.
–Aún no he pedido que hagan un recuento final –dijo ella, intentando no dar detalles hasta haberlo comprobado una vez más.
No obstante, ella sabía que las ventas seguían bajando.
–¿No has hecho el recuento o es que no quieres preocupar a tu abuelo? –le preguntó él, guiñando un ojo.
Aunque estuviera a punto de cumplir setenta y nueve años, el viejo Emilio Cabrera aún conservaba algo de cabello negro, mezclado con hebras color plata. Él era un artesano nato, un auténtico maestro de los que ya no quedaban.
–Sé que puedes encajar la verdad sobre Cabrera Custom Leathers, y estoy segura de que aún no hemos llegado a los números rojos.
Asintiendo con la cabeza, el anciano se apartó un poco.
–No sé qué haría sin ti, pero desearía que no hubieras tenido que dejar tu trabajo en los grandes almacenes.
–Ya hemos hablado de eso, abuelo –dijo ella, sonriendo.
Emilio Cabrera dejó la habitación y Faith volvió a sentarse y siguió trabajando, pero, unos minutos más tarde, volvieron a llamar a la puerta.
–Entra, Angie –dijo, preguntándose qué había causado la cara de susto de la recepcionista.
–Faith, he salido a recoger el correo, y he visto una limusina aparcada delante de la puerta. En ese momento se estaba bajando un hombre trajeado.
–¿Una limusina en esta zona industrial de la ciudad? Eso es incluso más raro que lo del traje.
–Eso pensé yo. No vaqueros y camperas precisamente.
–Imagino que serán los Brand, de nuevo –dijo Faith mientras pensaba a toda velocidad–. Gracias, Angie. Voy a escabullirme por la puerta de atrás. Además, tengo algunas cosas que hacer. No quiero hablar con otro empleado de la empresa Brand, ni siquiera con el mismísimo Noah Brand –dijo, recordando la gran sorpresa que se había llevado una semana antes.
El director de Brand Enterprises la había llamado, pero ella no había respondido.
–Entretenlo un poco hasta que me haya ido. Llevo el móvil encima. Puedes decirle que no me encuentro aquí. Hace tiempo que dejaron de intentar hablar con el abuelo, así que no preguntarán por él –agarró el bolso y un libro a toda prisa y se dirigió hacia la puerta–. Mil gracias, Angie.
Cerrando la puerta con discreción, Faith salió al estrecho callejón, pero, de pronto, vio una sombra por el rabillo de ojo.
Rápidamente se dio la vuelta y se encontró con unos intensos ojos grises que la miraban con gesto divertido.
Por muy increíble que fuera, tenía delante al mismísimo Noah Brand.
–Señorita Cabrera –le dijo con una voz profunda y misteriosa–. Soy Noah Brand –le ofreció la mano.
–Señor Brand –dijo ella y le estrechó la mano con reticencia.
–Siento entretenerla –dijo–. Parece tener mucha prisa.
–Yo…
–He tratado de ponerme en contacto con usted en varias ocasiones, pero, no lo he conseguido. Por supuesto, de haber sabido lo hermosa que es la más joven de los Cabrera, hubiera insistido más.
–Señor Brand… –dijo Faith, sintiendo cómo se le ruborizaban las mejillas.
–Llámame Noah, Faith –dijo él.
Ella retiró la mano inmediatamente.
–Nuestras familias tienen una larga historia y me sorprende que no nos hayamos visto antes. Los Brand y los Cabrera son dos dinastías legendarias.
–Y los Brand siempre han intentado ganar la partida. Su familia siempre ha tratado de pasar por encima de la mía, pero, no han tenido mucha suerte –dijo ella.
Él sonrió levemente.
–¿Me está diciendo que su familia es muy testaruda? –le preguntó, en un tono de broma.
–No, sólo digo que nos gusta lo que hacemos y nos interesan las competiciones.
Noah Brand soltó una carcajada.
–Tal y como yo lo veo, usted se ocupa de los negocios en lugar de su abuelo. Me gustaría charlar con usted acerca del futuro de su empresa y quisiera hacerle una oferta. Tal vez le interese.
Exasperada, Faith lo miró de frente.
Su corazón palpitaba a un ritmo acelerado.
–Claro –dijo, sin pensar.
Y un segundo más tarde se dio cuenta de que acababa de sucumbir al poderoso efecto de su hechizo.
–Pero no en este momento –añadió para remediarlo.
¿Qué le había ocurrido? ¿Cómo había podido dejarse deslumbrar por un rasgo tan superficial como la apariencia de aquel hombre?
–¿Y si cenamos esta noche? –sugirió él, dando un paso adelante–. A lo mejor le gusta lo que tengo que decirle. Su abuelo sacaría un gran beneficio.
–Dadas las circunstancias, ¿no cree que una cena es una forma muy poco convencional de hacer una propuesta de negocios? Su familia lleva varias generaciones detrás de nuestro negocio de pieles, pero los Cabrera nunca hemos cedido. Y eso no ha cambiado.
–Ni siquiera sabe lo que voy a decirle. ¿No siente nada de curiosidad?
–Creo que ya puedo imaginármelo. Dudo mucho que las cosas hayan cambiado desde la última vez que convencieron a mi abuelo para que se reuniera con ustedes.
–A lo mejor ahora todo les parece distinto. Y su abuelo ha trabajado mucho. Ya es hora de que tenga el descanso que se merece.
–El abuelo no tiene ganas de retirarse. Hace lo que más le gusta en el mundo –dijo ella, en un tono más áspero–. Gracias por la invitación –añadió, yendo hacia el coche, que estaba aparcado junto a la puerta trasera–. Ahora no puedo hablar de negocios. Tengo un compromiso –dijo con sequedad.
Abrió el coche, y entonces Noah le abrió la puerta con caballerosidad.
Faith levantó la vista y se encontró con una sonrisa radiante.
–Cuando mi abuelo esté listo para hablar, lo llamaré, señor…
–No –dijo él, sacudiendo la cabeza–. Y… llámame Noah, Faith.
Al oírle pronunciar su nombre sintió un cosquilleo en el estómago.
–Ha sido un placer –dijo finalmente, subiendo al coche y cerrando la puerta.
Noah la observó un instante con gesto relajado y autosuficiente; una mano en un bolsillo.
Su pose no se parecía en nada a la de un hombre de negocios cuya propuesta había sido rechazada. Nada más lejos…
Se comportaba como si ya fuera dueño de la empresa de su abuelo y ella sabía muy bien que aquello no había hecho más que empezar.
Furiosa consigo misma por haberse dejado impresionar, arrancó el vehículo y salió a toda prisa.
El imperio Brand quería tragarse a la pequeña empresa familiar de su abuelo.
¿Pero por qué tanta insistencia?
No lo sabía con certeza, pero sí sabía que la calidad de las pieles Cabrera era muy superior a la de la multinacional Brand Enterprises. Las botas y demás artículos que producía su empresa familiar eran confeccionados de manera artesanal y gozaban de un gran prestigio entre grandes celebridades, presidentes, miembros de la realeza, estrellas del celuloide, magnates del petróleo y muchas otras personalidades.
Cabrera Custom Leathers era un manjar suculento que los tiburones de los Brand no estaban dispuestos a dejar escapar, pero su abuelo, al igual que su padre y que su tatarabuelo, se negaba a vender, y ella no podía sino apoyarle en su empeño.
Sin embargo, no podía evitar pensar en la invitación.
De no haberse tratado de Noah Brand, sin duda hubiera aceptado sin pensárselo dos veces, pero, tal y como estaban las cosas, ese hombre era la última persona en la Tierra con la que quería salir a cenar.
Noah la vio marcharse con una sonrisa en los labios. Nadie le había dicho que Faith Cabrera era una mujer arrebatadoramente hermosa.
Pero lo que sí sabía era que estaba soltera, que tenía treinta años y que se negaba a vender porque su abuelo no quería dejar el negocio.
De camino al coche, se preguntó si el director de marketing habría vuelto a las oficinas de Brand Enterprises en la limusina.
La treta había funcionado como esperaban. Por lo menos había logrado hablar con ella.
Paciencia y tiempo…
Eso era todo lo que necesitaba.
Al final conseguiría hacerse con Cabrera Leathers; al fin y al cabo la pequeña empresa de Emilio Cabrera no era más que otro negocio familiar en su punto de mira, igual que todos los demás que habían sido absorbidos por el coloso Brand Enterprises.
Sin poder quitarse aquellos ojos azules de la cabeza regresó al complejo de edificios que albergaban las oficinas de la multinacional de su familia.
Faith Cabrera era una belleza. No había ninguna duda al respecto. Y por muy hostil que se mostrara, al final terminaría sucumbiendo, como todas las demás.
Entró en su despacho, situado en el último piso de uno de los edificios de veinte plantas, se sentó frente al escritorio y se dispuso a comprobar los mensajes del buzón de voz.
De pronto alguien llamó a la puerta con unos sutiles golpecitos.
Era Holly Lombard, su asistente personal; una secretaria tradicional, conservadora y tan motivada como él.
–Dime que has podido hablar con uno de los Cabrera –le dijo ella, sentándose enfrente.
–Sí –dijo él–. Y buenos días para ti también. ¿Qué tal te va con tu prometido? Cuando te vi el viernes pasado, me dijiste que creías que estaba a punto de poner una fecha.
Ella sonrió.
–Sí. De hecho, así fue. Doug y yo nos vamos a casar en diciembre.
–Enhorabuena –dijo Noah, mirándola un instante–. Falta mucho todavía.
–Estamos muy ocupados y él tiene algunos proyectos que poner en marcha, así que lo hemos fijado para diciembre. Bueno, y ahora háblame de los Cabrera. ¿Con quién hablaste? Déjame adivinar. La nieta…
–Chica lista. Hablé con Faith Cabrera. No conseguí mucho, pero por lo menos la conozco y no me daré por vencido. Al final conseguiré hablar con ella –dijo él, esperando que eso ocurriera pronto.
–Esa chica es una ganadora. Llegó a ser la compradora principal en la corporación de venta al por menor con la que trabajaba. Es brillante.
–A lo mejor podré contratarla. Quiero conocer los métodos artesanales del abuelo, su pericia y su experiencia. Y también podría usarla a ella.
Holly sonrió.
–Sé lo mucho que te gustan los retos –deslizó una carpeta sobre el escritorio–. Necesito que firmes estas órdenes de compra.
–A ver… –dijo él, agarrando los documentos–. Conciértame una reunión con nuestro director de marketing. Quiero que me ponga al día sobre el acuerdo para comprar la empresa de curtido de pieles de El Paso.
–Muy bien –dijo Holly.
Esperó a que firmara los documentos y entonces se retiró a su puesto de trabajo.
Una vez solo, Noah se puso a trabajar, pero, una y otra vez, sus pensamientos volvían a Faith Cabrera.
¿Cómo iba a acercarse a ella de nuevo?
A mediodía se marchó de las oficinas. Había quedado con su hermano Jeff para comer.
Nada más entrar en el restaurante, le vio sentado en una mesa.
La camarera que le había recibido le acompañó hasta su asiento con una sonrisa.
–Me había confundido, señor Brand. Pensaba que era usted.
–A mí nunca me verás con vaqueros y camperas. Pero mi hermano es un cowboy –dijo Noah, acostumbrado a oír el mismo comentario una y otra vez.
Siempre le sorprendía que la gente pensara que eran iguales porque en realidad no lo eran. Jeff era el rebelde aventurero, mientras que él era mucho más conservador.
Le estrechó la mano a su hermano y tomó asiento frente a él.
–Podríamos haber comido en mi despacho.
–Me alegro de que no lo hayamos hecho. No quiero encontrarme con papá. ¿Ya te has buscado una esposa? –le preguntó Jeff, en un tono jocoso.
Noah se echó a reír y sacudió la cabeza.
–Papá nunca se da por vencido cuando quiere algo. Tanto en los negocios como en los asuntos personales –dijo.
–Tienes toda la razón –dijo Jeff–. La otra noche pasó una hora intentando convencerme para que volviera al negocio.
–A mí me encantaría poder contar contigo –dijo Noah, sintiendo la vieja punzada de la rivalidad.
–Gracias, pero no. Pero a papá le entra por un oído y le sale por el otro. No sé cómo puedes soportar la vida corporativa. No sé cómo puedes tenerle contento todo el tiempo.
–No te creas. Estoy fallándole en lo que más le importa.
–Lo del negocio de los Cabrera. Papá quiere rendirse, pero él también falló en su día –Jeff hizo una pausa al ver acercarse al camarero, que les tomó nota y les sirvió agua fría.
En cuanto se volvieron a quedar solos, Noah volvió al tema.
–Parece que las cosas no han cambiado mucho, aunque ahora sea la nieta la que lleve el negocio. Ni siquiera quiere hablar conmigo.
Jeff dejó el vaso de agua sobre la mesa y se echó a reír.
–¿Una mujer que no quiere hablar contigo? ¿Está casada?
–No, no está casada. Y es impresionante.
–¿Y no quiere hablar contigo? –repitió Jeff, arqueando una ceja–. Bueno, me parece que no estás en tu mejor momento, hermanito. ¿Quieres que me ponga un traje y que te consiga una cita?
–No te eches tantas flores –dijo Noah, acostumbrado a las fanfarronadas de Jeff–. Conseguiré esa cita tarde o temprano –añadió y guardó silencio al ver acercarse al camarero, que les sirvió los emparedados de pollo y las ensaladas.
Comieron sin hablar durante unos minutos, pero finalmente Jeff bebió un sorbo de agua y miró a su hermano con una sonrisa radiante.
–¿A qué viene esa sonrisa? –le preguntó Noah.
–Acabo de encontrar una manera para que pases toda una tarde con Faith Cabrera, si es que tanto lo deseas. Claro que… si ves que no vas a dar la talla y la chica está tan bien, siempre puedo ir en tu lugar.
–No lo hacemos desde que éramos críos. ¿Por qué no me explicas cómo puedo pasar una tarde con ella?
–Tengo una amiga que la conoce. ¿Te acuerdas de Millie Waters? Me ha dicho que Faith Cabrera va a participar en una subasta de solteras este fin de semana. Es el viernes por la noche.
–Una subasta de soleras –dijo Noah, pensando en las posibilidades–. No parece de ésas, pero es publicidad gratis y su negocio no anda muy bien que digamos.
–A lo mejor no anda muy bien y es un poco anticuado, pero todavía hacen las mejores botas del mundo. Soy un traidor. Tengo ocho pares.
–Maldita sea, les haces publicidad gratis. Traidor.
–Cada día te pareces más a papá. Considéralo investigación competitiva. El viejo Cabrera sí que sabe cómo hacer botas perfectas. Y Brand Enterprises debe de darle escalofríos. Una gran multinacional gigante con una potente red de distribución –Jeff dejó el sándwich sobre el plato–. Creo que tengo una entrada en el bolsillo. Le compré una a Millie. Tenía cuatro más para vender.
–Entonces puedo comprarle una.
–No hace falta –dijo Jeff, rebuscando en su bolsillo.
Un segundo más tarde, arrojó una entrada roja sobre la mesa.
–Te invito. Seguro que será una velada interesante. Si ganas la puja, Faith Cabrera tendrá que ser un poco más amable contigo.
–Gracias –dijo Noah. Al recoger la entrada y leerla, levantó una ceja–. Déjame que te pague. Es un acuerdo de mucho dinero. Estas entradas cuestan una pequeña fortuna.
–Olvídalo –dijo Jeff–. La investigación contra el cáncer es una buena causa. Gástate una pequeña fortuna en comprar a la señorita Cabrera y, después, todo depende de ti –dijo Jeff, sonriendo con picardía.
–Eso haré –dijo Noah, sonriendo también.
–A lo mejor no deberías hacerte ilusiones. Quizá sea más fría que el hielo.
–Ya veremos. Gracias por la entrada.
–Estoy buscando un nuevo camión y esta noche voy a cenar con el tío Shelby.
–Estuvo unos veinte minutos en la fiesta de papá, y entonces se fue.
–Las cosas nunca cambiarán entre ellos –dijo Jeff–. Por mucho que a nuestro tío le encante Europa, nunca ha perdonado a papá por haberle enviado a ocuparse de las filiales europeas.
–El tío Shelby se la tiene bien guardada –dijo Noah.
–Pero ésa no es nuestra guerra –dijo Jeff–. Tengo que irme. Gracias por la comida.
–Gracias por la entrada de la subasta. Creo que va a ser un placer ir en tu lugar.
–Que lo disfrutes –dijo Jeff y se marchó entre risas.
Después de comer Noah regresó a su despacho. Todavía faltaba mucho para el día de la subasta, pero, si todo salía como esperaba, lograría hacerle una propuesta a Faith Cabrera y, con un poco de suerte, lograría hacerse con el negocio de su abuelo.
Un buen trato de negocios…
Con mariposas en el estómago, Faith se alisó la falda de cuero beige y se miró en el espejo desde diversos ángulos. El dobladillo terminaba justo por encima de la rodilla y la chaqueta de cuero a juego le quedaba como un guante.
–Espero que con este traje las botas resalten más –dijo, mirando sus elegantes botas Cabrera.
–Todo el mundo reparará en tus botas –dijo Angie–. Estás fabulosa.
–Gracias, Angie –dijo Faith, ajustándose el cinturón de cuero y mirándose de nuevo–. Ya estoy lista.
–He comprobado que las participantes llevan botas Cabrera. Por nuestra parte está todo hecho –le aseguró Angie, dando un paso atrás–. Y espero que consigas un galán apuesto que te haga pasarlo bien.
–Mi amigo Hank me dijo que pujaría, y Rafe Hunter, el amigo de mi primo, estará aquí para empezar la puja si Hank no llega a tiempo –dijo Faith, atusándose su larga cabellera rubia–. ¿Me puedes arreglar el pelo por detrás, Angie?
–Lo tienes perfecto.
–Gracias por tu ayuda esta noche.
–De nada. Buena suerte. Déjalos K.O.
–Gracias de nuevo, Angie –dijo Faith, arrugando la nariz y deseando que el fin de semana llegara a su fin.
Se sentía como una universitaria a punto de acudir a su primera cita a ciegas, pero estaba dispuesta a seguir adelante por una buena causa. La publicidad le vendría muy bien al negocio Cabrera y había muchas clientas potenciales entre las asistentes al evento.
Contenta de estar entre las primeras solteras que iban a ser subastadas, salió del vestuario y fue a reunirse con las demás participantes. La cegadora luz de los focos ocultaba al público y las mujeres que salían a subasta estaban apretadas entre bastidores.
Espléndida con un ceñido vestido verde que le encajaba a la perfección, Emma Grayson posaba en el escenario mientras tres hombres pujaban por ella.
Faith esperaba que Hank ganara la puja cuando le tocara el turno a ella. Su amigo no estaba interesado en ella como mujer, así que podrían pasar una velada tranquila y distendida.
Miró a la audiencia una vez más, pero las luces no la dejaron distinguir a los invitados.
Unos minutos más tarde un hombre ganó la puja por Emma. Andrew LaCrosse, el maestro de ceremonias, le hizo señas para que se acercara al escenario y la multitud le abrió paso, aplaudiendo con entusiasmo.
–¡Nuestro ganador, Luke Overland! Luke, ésta es Emma… Gracias por pujar –le dijo Andrew a Luke–. Otra ronda de aplausos para el señor Overland, por favor, por su generosa contribución a esta noble causa.
Los asistentes se deshicieron en ovaciones y Luke y Emma se despidieron del público saludando con la mano.
Mientras les veía bajar de la plataforma del escenario, Faith se dio cuenta de que había llegado su turno.
–Y ahora recibamos con un fuerte aplauso a nuestra soltera número cinco, la señorita Faith Cabrera –dijo Andrew.
Mientras la audiencia aplaudía y Andrew leía una breve reseña de su biografía, ella salió al escenario, saludando y sonriendo.
–Gracias. Es un placer estar aquí –dijo, volviéndose hacia Andrew.
–Y esta noche lleva un par de botas Cabrera, hechas por la prestigiosa firma de su familia, que lleva liderando el mercado de la marroquinería desde 1882. Su cinturón también es de Cabrera, y también ese maravilloso traje que lleva puesto. Cuero de primera calidad, y unas botas magníficas, hechas a mano y confeccionadas con el máximo esmero, señoras y señores. Esta noche tenemos mucho que agradecerle, señorita Cabrera, aparte de su propia participación en la subasta. Cabrera Custom Leathers ha tenido la gentileza de donar una colección de botas y cinturones que las solteras llevarán esta noche.
Andrew hizo una pausa mientas los asistentes aplaudían y ovacionaban a la joven Cabrera.
–Empecemos la subasta con dos mil dólares –dijo finalmente, cuando la multitud guardó silencio–. Dos mil dólares, dos mil, por una tarde-noche de sábado en compañía de la señorita Faith Cabrera.
–Tres mil –dijo un hombre.
Faith enseguida reconoció la voz de Hank y sonrió de oreja a oreja. Era un alivio oírle pujar por ella.
Hasta ese momento, la máxima puja había sido de ocho mil quinientos dólares, pero a ella no le importaba que su amigo fuera el único que pujara por ella. De hecho, estaba segura de que todo terminaría en menos de un minuto y ya esperaba con ilusión la llegada del sábado. Una apacible velada en compañía de Hank era justo lo que necesitaba.
–Tres mil, tres mil… ¿Alguien da más, señores?
–Veinticinco mil –dijo otra voz, causando una exclamación conjunta entre los asistentes.
Faith perdió la sonrisa de inmediato. ¿Quién podía estar dispuesto a ofrecer semejante suma por ella? Era una locura.
Se echó a reír al tiempo que la audiencia rompía a aplaudir. Andrew agitaba las manos con un gesto de euforia.
De pronto, un temido fantasma tomó forma en la memoria de Faith.
Tenía que ser Noah Brand…
–No… –susurró, presa de la desesperación.
Ya no quedaba ni rastro de su sonrisa, pero no podía hacer nada para remediarlo. Toda una tarde y una noche en compañía de Noah Brand.
Respiró hondo y rezó porque alguien hiciera otra puja.
¿Pero quién hubiera podido superar una suma tan desorbitada?
Imposible.
Noah Brand tenía un objetivo y no se detendría ante nada.
Faith apretó los puños y esbozó una plástica sonrisa.
–Señoras y señores, creo que el caballero de los veinticinco mil dólares ha ganado la subasta –anunció Andrew–. Pero, para hacer las cosas bien, voy a preguntar por última vez… ¿Alguien da más? Veinticinco mil… Adjudicado –dijo, golpeando el martillo sobre la mesa con energía.
La audiencia rompió a aplaudir.
–¿Señor, sería tan amable de acercarse al escenario?
Un gran silencio se cernió sobre la multitud, que sentía gran curiosidad por saber quién había ofrecido tanto dinero.
Un torrente de rabia recorrió las entrañas de la joven y sus mejillas se incendiaron por dentro al verle emerger de entre el público.
Subiendo al escenario, le estrechó la mano al presentador de la subasta y entonces se volvió hacia ella para ofrecerle la mano.
Durante un efímero instante se taladraron con la mirada y entonces ella no tuvo más remedio que darle la mano.
Andrew estaba pletórico.
–Noah Brand es nuestro gran benefactor. Gracias a los dos. A Faith por participar y a Noah por su generoso regalo.
Los invitados aplaudieron una vez más, pero Faith apenas los oía.
–No, no, no… –susurraba en un hilo de voz, sabiendo que nadie podría oírla con tanto ruido.
Dieron media vuelta y abandonaron juntos el escenario.
–Estoy encantado de haber ganado la puja, pero parece que a ti no te hace mucha gracia –dijo Noah.
–Ya sabes lo que pienso de esto. Ya tienes lo que querías. La cita será una reunión de negocios.
–Al contrario –dijo él, mirándola fijamente–. Dejaremos los negocios a un lado por un rato. Por lo que a mí respecta, ésta es la última vez que hablamos de negocios este fin de semana.
Faith lo miró con recelo.
Entraron en el backstage, donde los esperaba un hombre sentado detrás de un escritorio.
Tenía un libro de contabilidad en la mano.
–Enhorabuena a los dos –dijo Terry Whipple–. Esta noche han conseguido una enorme suma –le dijo a Faith y entonces se volvió hacia Noah–. Y a ti, Noah, gracias por tu generosa donación a una buena causa.
–Estoy deseando conocer a Faith –dijo Noah, mirándola a ella mientras hablaba con Terry–. Y creo que ésa es una buena causa.
–Bien, bien –dijo Terry, abriendo el libro de contabilidad.
Noah se sacó un cheque de un bolsillo y se apoyó en la mesa para rellenarlo.
Mientras escribía, Faith lo observó con atención. Su cabello negro y copioso era ligeramente ondulado. Nariz recta, pestañas tupidas, y unos ojos agudos, penetrantes y eróticos…
Faith sintió un cosquilleo en el vientre que no podía controlar. Siempre que estaba cerca de él tenía la misma sensación.
–Gracias, Noah –dijo Terry, sonriendo de oreja a oreja y dándole un recibo a Noah–. Gracias de nuevo, Faith, por todo lo que has hecho. Y ahora tenéis toda una velada por delante para llegar a conoceros mejor. Podéis hacer lo que queráis, depende de vosotros. Eso ya no es parte del espectáculo. Pero mañana, Faith, necesitamos que estés disponible a partir de las tres y durante toda la tarde-noche. La mayoría de las parejas asistirán a la cena y al baile mañana. Pero eso es cosa vuestra. Y el sábado a medianoche termina tu compromiso, Faith. Que lo paséis bien.
–Tomemos una copa mientras hacemos planes –dijo Noah, agarrándola del brazo.
Faith sabía que era inútil protestar, así que se despidió de Terry y accedió a acompañarle hasta una apartada mesa.
Nada más sentarse, pidió un Martini.
–Mañana… ¿Por qué no te recojo a las tres? Podemos volar hasta mi yate, que está en el golfo. Podemos navegar, salir a nadar… lo que queramos. Más tarde, asistiremos al baile y a la cena, como sugirió Terry.
–A pesar de tu generosa contribución, debes saber que no me hace mucha ilusión todo esto.
Él sonrió y sus ojos destellaron.
–Ya trataré de conquistarte mañana. Con un poco de suerte, hasta podrías pasarlo bien.
El camarero les llevó las bebidas y Faith bebió un sorbo de su copa.
–¿Y qué me cuentas de ti, Faith? Los detalles que dio Andrew no me dijeron mucho –dijo Noah–. Una familia prominente, raíces texanas. Has tenido mucho éxito en el área del marketing y de los negocios, pero lo dejaste todo para ayudar a tu abuelo con el negocio del cuero.
Ella asintió.
–Perdí a mis padres y mi abuelo es la única familia que me queda, así que decidí ocupar el lugar de mi padre. Él conocía muy bien todo el proceso del curtido de pieles, pero terminó haciéndose cargo de toda la parte de los negocios también.
–Siento mucho lo del accidente de tus padres. Creo que os enviamos un mensaje en aquel momento… ¿Vives con tu abuelo? –le preguntó de repente y sonrió.
–No –dijo ella–. Tiene empleados que lo ayudan en todo. Bueno, ya veo que vas a por todas. Buena estrategia de interrogatorio… Pero yo no sé casi nada de ti. Eres el director general de Brand Enterprises y la empresa de tu familia siempre ha querido comprar la de la mía, pero nosotros no tenemos intención de vender –añadió, reprimiendo las ganas de insultarle de una forma más explícita.
Él sonrió.
–Me da la sensación de que no has dicho todo lo que querías decir.
Faith sintió cómo se le ruborizaban las mejillas.
–Ah, esas mejillas te delatan. Sólo espero que mañana no albergues los mismos pensamientos.
Faith bebió un poco de Martini y le rehuyó la mirada durante un instante. Lo único que deseaba en ese momento era escapar de aquel hombre inquietantemente turbador.
Noah Brand no era un enemigo cualquiera.
–Vamos, Faith, dime en qué estás pensando –le dijo él, en un tono conciliador.
–Tendré que fingir mejor la próxima vez –dijo ella–. Ya me has ganado un par de veces.
Los ojos de Noah emitieron un destello de picardía.
–Siempre intento salirme con la mía.
–Vaya, ya veo que la modestia no es lo tuyo. ¿Acaso no te sales siempre con la tuya? –le preguntó Faith, pensando que él debía de creerse invencible.
–Claro que no. No pude cuando te conocí. Quería que cenaras conmigo el lunes por la noche.
–Un pequeño retraso. Vamos a salir el sábado. Yo diría que al final sí que te has salido con la tuya.
–Bueno, en cualquier caso no siempre es así. Pero últimamente casi siempre consigo lo que quiero –añadió con una sonrisa y ella no pudo sino devolvérsela–. Y tú eres hija única, así que seguro que te sales con la tuya muy a menudo.
–Puede ser –dijo ella, bebiendo un poco de Martini–. Y los dos estamos empeñados en…
Él le puso la punta del dedo sobre los labios.
–Sh. No lo digas. Este fin de semana nada de hablar de negocios, ¿recuerdas?
Faith sintió un cosquilleo en los labios y por un momento olvidó lo que iba a decir. El tacto de su mano la hacía pensar en sus besos aunque no quisiera.
Al darse cuenta de que estaba mirando su boca, levantó la vista bruscamente, pero ya era demasiado tarde. Él la miraba con ojos burlones.
–Esas mejillas rojas te delatan de nuevo –dijo tranquilamente–. Y yo me preguntaba lo mismo que tú. Tendremos una respuesta antes de que el día termine –cambió de postura y de tono de voz–. Bueno, dime, ¿qué es lo que te importa de verdad, Faith? ¿Cómo te ves dentro de diez años?
–Me veo como una persona que ha tenido mucho éxito. Con un poco de suerte, mi abuelo aún seguirá conmigo. Él es lo más importante en mi vida. Dentro de diez años, espero tener una familia, pero si no la tengo, no hay ningún problema. ¿Y qué me dices de ti?
–Ya sabes qué es lo que más me importa ahora, pero, ¿dentro de diez años? A lo mejor para entonces me habré casado. Espero que mi empresa haya crecido mucho para entonces, espero ser más hábil cerrando acuerdos de negocios, aumentar mi red de contactos… En fin, cosas sencillas –añadió.
Faith sonrió.
–Muy bien. Uno o dos billones más, más bienes materiales, y una vida absolutamente egocéntrica.
–¡Vaya! Haces que parezca un egoísta empedernido.
–Sólo repito lo que me has dicho. Por lo menos eres sincero.
–He donado veinticinco mil dólares a una buena causa esta noche. Creo que eso también debería contar a mi favor.
–Sólo lo has hecho por conseguir hablar conmigo. ¿Lo has hecho alguna otra vez?
–Creo que mañana tendré que esforzarme mucho para hacerte cambiar de idea respecto a mí. Otro desafío más. ¿Sabes qué? A menos de diez metros de nosotros hay gente bailando –le dijo en un tono ligeramente irónico–. ¿Por qué no bailamos?
Sin esperar una respuesta se puso en pie y la agarró de la mano, así que Faith no pudo sino aceptar.
Sin embargo, cuando la atrajo hacia sí, ella trató de mantener las distancias.
–¿Cómo te enteraste de lo de la subasta? –le preguntó, tratando de ignorar la extraña sensación que recorría su cuerpo al tenerle tan cerca.
–Mi hermano me dio la entrada –le dijo él.
–No me digas que todo fue de casualidad.
–No. Lo tenía planeado y me alegro de haberlo hecho. Me gusta tu perfume.
–Gracias –dijo ella–. Ya veo que se te dan muy bien los halagos –añadió, pensando que debía de deshacerse en elogios con todas las mujeres con las que salía.
Continuaron bailando y hablando hasta que terminó la canción y después regresaron a la mesa.
Él era un buen conversador y al final logró cautivarla con numerosas anécdotas que los mantuvieron ocupados durante un largo rato.
Cuando Faith miró a su alrededor se dio cuenta de que la mayoría de los invitados ya se había marchado.
Miró el reloj y levantó la vista con ojos de sorpresa.
–¡Dios mío! La una de la mañana. Tengo que irme a casa.
–No te espera nadie. Me dijiste que no vivías con tu abuelo y, por lo que me has dicho, no tienes compromisos.
–Hoy me levanté a las tres de la mañana y ayer también. Creo que ya es hora de irse a casa.
–¿A las tres de la mañana? –Noah la agarró del brazo–. Entonces sí que tienes que irte a dormir. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
–Lo estaba pasando bien –respondió ella en un tono jovial–. ¿Quieres que te diga que me tenías tan cautivada que perdí la noción del tiempo?
Él sonrió.
–A lo mejor eso es exactamente lo que quería.
–Muy bien –dijo ella, mirándolo a los ojos–. Estaba tan interesada en tu conversación que me parece que han pasado sólo unos minutos. ¿Qué te parece así?
–Ojalá lo dijeras de verdad –dijo él, sujetándole la puerta para que pudiera pasar al tiempo que hacía una breve llamada por el móvil.
–Te recogeré por la mañana y te traeré aquí para que recojas tu coche. Es tarde. Te llevaré a casa.
–Creo que voy a aceptar tu oferta –dijo Faith, sabiendo que sería inútil discutir con él.
Una limusina negra se detuvo delante de ellos y el conductor se bajó para abrirles la puerta.
Ya en camino, ella sonrió.
–He conseguido olvidar nuestras diferencias durante toda la noche, pero ya sabes que sólo estamos retrasando lo inevitable –le dijo.
Él sacudió la cabeza.
–Recuerda… Nada de trabajo este fin de semana. Sólo somos un hombre y una mujer que quieren llegar a conocerse mejor.
Faith se encogió de hombros y miró por la ventanilla. Las casas se sucedían una tras otra a toda velocidad.
Noah Brand no había pagado veinticinco mil dólares por una cita. Estaba tras el negocio de su abuelo y tarde o temprano pondría en marcha su plan, fuera el que fuera.
Al llegar a su casa le dio el código de acceso y aparcaron en frente de su apartamento.
–¿Qué tal si nos vemos a las nueve? Así puedes dormir un poco más y después de invito a desayunar –dijo él.
La había acompañado hasta la puerta de su casa.
–A las nueve está bien, pero mejor nos saltamos lo del desayuno.
–Esta noche también ha pasado volando para mí –dijo él, acercándose un poco y rodeándole la cintura con el brazo.
El corazón de Faith comenzó a palpitar con más fuerza.
Las miradas, el baile, el tacto de sus manos… Todo había avivado el fuego que la consumía por dentro.
Deseaba que la besara con todas sus fuerzas, pero también sabía que no podía desearlo. Él era el enemigo.
–Faith, a lo mejor no tenemos por qué llevarnos tan mal –dijo él tranquilamente, agarrándola con más fuerza.
Ella sabía que tenía que rechazarle, pero no fue capaz.
Deslizó las manos a lo largo de sus brazos y lo miró fijamente, entreabriendo los labios, preparándose para el beso que ya era inevitable.
Un torrente de deseo recorrió su cuerpo, llegando hasta los rincones más escondidos.
Sabía que iba a arrepentirse de ese beso prohibido, pero no podía parar. Quería que la besara toda la noche.
Enredando los dedos en su cabello fuerte y ondulado, se apretó contra él, gimiendo suavemente y sintiendo su prominente erección.
Él la acorraló contra la pared y la alzó en el aire, deslizando las manos por su espalda hasta agarrarla de la cintura.
