Noches en París - Louise Bay - E-Book

Noches en París E-Book

Louise Bay

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Beschreibung

En el momento en que vi al nuevo fotógrafo de Rallegra, la revista en la que trabajaba en Londres, supe el tipo de hombre que era: arrogante, impertinente y muy rico. Las chicas de la revista se lo empezaron a comer con la mirada en cuanto su culo de acero cruzó el umbral de las puertas de nuestras oficinas. Cuando me vi obligada a viajar con él a París para hacer un reportaje, no estaba interesada ni en su sonrisa seductora, ni en su sexy acento norteamericano ni en sus insinuantes palabras. De ninguna manera iba a dejarme seducir por sus encantos. Hasta que lo hice. En París. Hasta que empezó a besarme y yo me pregunté cómo habíamos llegado a eso. Hasta que arrastró sus labios por mi piel y yo solo podía desear más. Hasta que consiguió desnudarme en todos los sentidos. Es curioso, hay locuras que solo puedes cometer en París… Pero París no puede durar para siempre…

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Título original: Parisian Nights

Primera edición: marzo de 2023

Copyright © 2015 by Louise Bay

© de la traducción: María José Losada, 2023

© de esta edición: 2023, ediciones Pàmies, S. L. C/ Mesena, 18 28033 Madrid [email protected]

ISBN: 978-84-19301-44-4

BIC: FRD

Diseño e ilustración de cubierta: CalderónSTUDIO®

Fotografía de cubierta: Konradbak/Anshar/Depositphotos.com

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.

Índice

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Agradecimientos

Playlist

Contenido especial

«El trueno ahoga lo que el rayo ve».

Prince

1

Haven

Me encantaba mi ciudad, Londres, pero no el tráfico que inundaba sus calles. Nuncallegaba tarde, y teniendo en el horizonte un ascenso a subdirectora de Rallegra, la revista semanal para mujeres más importante del Reino Unido, debía llegar a tiempo a la reunión de personal de los lunes por la mañana. Por el momento, era editora de una sección, pero me había esforzado mucho para acceder al siguiente peldaño. Solo con pensar en esa posibilidad, me daba un vuelco el corazón.

No dejé de mirar el reloj mientras me quitaba el abrigo, revisaba el estado del maquillaje en el espejo de la polvera y me atusaba el pelo. Comprobé la parte superior de los cubículos. Nadie había ido aún a la sala de conferencias, gracias a Dios.

Cogí el bloc, el bolígrafo y mi bebida e inspiré hondo para relajar los músculos tensos de mi abdomen.

Volví a llenar los pulmones al abrir la puerta. Siempre era la primera en llegar a la reunión, y eso significaba que me sentaba en el mismo sitio todos los lunes, pero ese día un desconocido se me había adelantado. Me resultó igual de inquietante que mi jefe, Robert, estuviera sentado a la cabecera de la mesa. Por lo general, llegaba siempre diez minutos tarde.

—Oh, lo siento, no quería molestar —me disculpé cuando se volvieron hacia mí.

—No, adelante. Estábamos poniéndonos al día antes de la reunión. Este es mi buen amigo Harry, que va a asistir a la sesión de hoy. Harry, te presento a Haven, una de las editoras. Tan puntual como siempre.

El desconocido que ocupaba mi asiento descruzó las piernas, se incorporó y me tendió la mano.

—Encantado de conocerte, Haven.

Parecía tranquilo y seguro de sí mismo, y la forma en que sus ojos se clavaron en los míos y se arrugaron en las esquinas me hizo pensar que suponía que todas las personas a las que se presentaba estaban encantadas de conocerlo. Se comportaba un hombre demasiado satisfecho consigo mismo. Pero la mayoría de los que Robert llamaba «amigos» iban por la vida demasiado satisfechos consigo mismos. Robert provenía de una familia con dinero; era una de esas personas que había ido al colegio o a la universidad con todo el mundo. O, al menos, conocía al hermano o había salido con la hermana de todas las personas a las que merecía la pena conocer.

Su familia poseía una enorme finca en Escocia, así que no debía de necesitar un trabajo de verdad, pero, a diferencia de la mayoría de los amigos que me había presentado, trabajaba con intensidad y se le daba bien lo que hacía. De hecho, era todo lo que yo no era: de buena familia, bien relacionado y muy rico. Me habría gustado estar resentida con él por ello, pero era tan condenadamente encantador que no podía. Estaba convencida de que había obtenido un poco de ayuda de los colegas de su padre en el camino, pero no podía negar que era un editor con talento y un gran jefe. Sin duda, Harry era uno de esos amigos con los que contaba en algunos «proyectos», lo que significaba se pasaba la mayoría del tiempo de vacaciones y de juerga.

Estreché la mano de Harry y forcé una sonrisa.

—Igualmente.

Dejé mis pertenencias en la mesa delante de Harry; todas las miradas se clavaron en él cuando el resto del personal entró.

Robert siguió charlando con Harry mientras los demás se acomodaban. Mantuve la cabeza agachada, concentrándome en la lista de tareas pendientes, pero también con la antena puesta en la conversación de Robert y Harry. Intentaba averiguar quién era y qué estaba haciendo en esa reunión, pero estaban hablando de amigos comunes y nada más. Sin duda, a continuación iban a comparar el tamaño de sus fondos fiduciarios. ¿Tenía acento? Sí, había un deje norteamericano en su forma de hablar.

—Buenos días —dijo Robert—. Espero que hayáis disfrutado del fin de semana, que se os haya pasado la resaca y que estéis todos preparados para una semana ajetreada. Dentro de un momento revisaremos las tareas pendientes, pero antes tengo un par de buenas noticias que quiero compartir con vosotros. En primer lugar, Harry va a hacerse cargo del trabajo de Brad y se ocupará de las fotografías hasta que encontremos a un sustituto. Tiene mucho talento y es un buen amigo, así que estoy seguro de que le daréis una gran bienvenida.

Una oleada carcajadas desde el otro extremo de la mesa hizo que Robert se volviera hacia Jenny.

—Pero sin pasarse…

—No te preocupes —intervino Marie—. Lo ayudaremos a instalarse. —Las risas comenzaron de nuevo. Obviamente, consideraban que ese tipo era carne fresca.

Puse los ojos en blanco y mi mirada se cruzó con la de Harry. Mierda, se suponía que nadie me había visto. Me ardieron las mejillas. Harry ladeó la cabeza sin apartar los ojos de mí y yo me pasé la mano por el pelo, comprobando que seguía bien sujeto en el moño. Volví a concentrarme en mi lista de tareas.

—Y eso me lleva a la otra buena noticia: hemos conseguido esa entrevista con Sandy Fox, y va a ser brutal.

La gente se puso a aplaudir y el corazón se me aceleró dentro del pecho. Yo no me dedicaba a los famosos, pero quería hacer esa entrevista, y Robert lo sabía. Era importante, y quien la lograra obtener quedaría bien posicionado para un ascenso. Robert no me había comentado que la habíamos conseguido, así que quizá se la había encargado a Emily, la editora de la sección de celebridades, y Sandy Fox era digna de pertenecer a esa lista, la lista A. No quise mirar a Emily en busca de pistas, porque no habría soportado ver su expresión engreída si ella sabía que la entrevista era suya. Después de unirme al equipo de Rallegra, me había dejado claro que éramos competidoras, y había sido fiel a su palabra. Me sorprendí a mí misma mordiéndome el interior de la mejilla, y cogí mi bebida, una Coca-Cola light, para distraerme.

—Va a ser un gran reportaje. Tendremos acceso a Sandy en el set de rodaje de la nueva película en la que participa, que se va a filmar principalmente en los estudios Pinewood. Está dispuesta a que la veamos en su elemento. También ha mostrado su disposición a que Harry le haga algunas fotos.

¿Qué? ¿Es el primer día de Harry y ya le han dado la historia del año? ¿Qué clase de celebridad acepta eso? Su agente debe de ser malísimo.

—El artículo girará en torno a varios aspectos diferentes, así que va a requerir mucho trabajo.

Lo quiero, lo quiero, lo quiero…

La entrevista, si la conseguía, podía llevarme al ascenso. Mi hermano iba a sentirse muy orgulloso, y yo esperaba encontrarme, por fin, segura y establecida.

—Todavía tenemos que resolver algunos flecos, pero esperamos que la primera sesión tenga lugar esta semana, mientras ella está todavía con los ensayos. Bien, vamos a dar un repaso al resto. Haven, ¿con qué estás?

—El artículo sobre los diez mejores pubs clandestinos ha salido bien, y hoy terminaremos la primera parte del plan de desintoxicación para el verano. Estoy elaborando una propuesta para un artículo sobre citas que toca muchos temas diferentes. —Oí gemir a varias personas cuando mencioné mis planes. Robert no parecía impresionado; los artículos sobre cómo se conocían las parejas no eran raros—. He estado investigando una agencia de citas que pide que el patrimonio neto de sus clientes sea superior a una determinada cantidad. Básicamente, son citas para millonarios. Creo que podría estar bien.

—De acuerdo. Bueno, le echaré un vistazo a la propuesta cuando la termines —concluyó Robert. Tenía potencial, pero debía convencerlo.

El resto de la reunión transcurrió de forma borrosa. Lo único en lo que podía concentrarme era en lo que iba a decirle a Robert para persuadirlo de que me diera la entrevista de Sandy Fox.

Por fin, cuando la reunión terminó, me levanté y recogí mi cuaderno.

—Haven, ¿puedes quedarte un momento? Me gustaría charlar contigo —dijo Robert.

Joder, ¿iba a decirme que le había dado a Emily la entrevista de Fox? Siempre intentaba prepararme para las malas noticias. Forcé una sonrisa y me senté de nuevo mientras que todos los demás salían. Harry también se quedó en su sitio, y lo observé mientras se reclinaba con las manos detrás de la cabeza y esperaba a que se fuera la gente. Como si supiera lo que estaba haciendo, giró la cabeza hacia mí y clavó su mirada en la mía.

Arqueó las cejas y abrió los ojos de par en par como si me preguntara si había terminado de examinarlo. Tuve la sensación de que estaba acostumbrado a que lo miraran. Si yo hubiera sido una de las otraschicas, me habría recreado en esa fuerte mandíbula y en esos ojos brillantes. La diferencia era que yo no lo estaba escudriñando como imaginaba que lo hacían la mayoría de las mujeres. No me interesaban esos largos dedos con los que periódicamente se retiraba de la frente el pelo rubio oscuro ni la forma en que su camisa se ceñía a su cuerpo tonificado. Yo solo quería averiguar lo que me interesaba.

Inspiré hondo y volví a apartar la vista cuando se cerró la puerta. Me resistí a todos esos impulsos que me decían que debía hacer una petición de última hora a Robert para conseguir la entrevista. No estaba segura de si habría podido contenerme si Harry no hubiera estado allí; no creía que Harry hubiera deseado algo de forma desesperada en toda su vida. En ese momento, mi orgullo anuló mi ambición.

—Haven, quiero que te encargues de la entrevista de Fox formando equipo con Harry.

De… puta… madre.

No me lo esperaba. Quise levantarme de un salto y abrazar a Robert, pero me contuve y me pasé la mano por el pelo en busca de mechones sueltos para colocármelos hacia el moño.

Asentí.

—Será genial. Gracias. Espero que Emily no se sienta muy decepcionada. —Lo decía en serio. Aunque Emily y yo éramos competidoras, no le deseaba nada malo.

—Lo entiende, y te apoya por completo. Creo que encajarás mejor con Sandy.

¿Qué significaba eso? Robert miró a Harry para evitar la pregunta que no llegué a formular. Clavé los ojos en Harry, pero él estaba concentrado en mi jefe, asintiendo.

—Sí, estas entrevistas con famosos tienen que ver con la química que surge entre el entrevistador y el entrevistado, y, por lo que sabemos de Sandy, creemos que es más probable que tú te lleves bien con ella. Ya sabes que tiene una gran reputación —comentó Robert.

Asentí y se me tensaron los músculos del estómago. Había mucho en juego.

—Lo entiendo. He visto parte de la investigación, pero hoy me sumergiré en ella por completo. ¿Necesitas ayuda para los arreglos finales? ¿Hablo con el departamento legal? —me ofrecí.

—No, ya casi lo tengo listo. Solo necesito que me asegures que estarás libre el jueves y el viernes a cualquier hora del día o de la noche, así, si tenemos luz verde, puedes salir disparada.

Por supuesto, iba a dejarlo todo.

—Y quiero un informe después de cada reunión. No vamos a joder esta oportunidad. No queremos otro incidente como el de Beckham.

Asentí con decisión y me puse en pie, dispuesta a alejarme de Robert y de Harry. Estaba claro que, si mencionaba el incidente de Beckham, era porque a Robert le preocupaba mucho la entrevista con Sandy Fox. Nadie se atrevía a hablar de ello. Hacía un año que no contábamos con la colaboración de nadie que pudiera entrar en la lista A, desde que Emily había publicado un artículo hablando de unas supuestas relaciones extramatrimoniales de Beckham al mismo tiempo que aparecía un reportaje sobre una semana de su vida en el que él mismo había colaborado.

Volví a mi mesa, reflexionando sobre lo que había dicho Robert. Mi entusiasmo inicial se vio superado por una sensación de confusión sobre lo que había comentado con respecto a mi empatía con Sandy. ¿Qué había querido decir? Sabía que Robert pensaba que yo era un poco estirada, siempre me decía que me relajara. ¿Me habría elegido porque Sandy era igual?

Jake—Entonces, Harry, ¿crees que Haven lo hará bien? —preguntó Robert. Me llamaba Harry, como todo el mundo, salvo los más íntimos. Era un apodo que me habían puesto en la universidad, y no resultaba demasiado creativo, teniendo en cuenta que me apellidaba Harrison.

Me encogí de hombros.

—Creo que sí. Es difícil de asegurar. Es rubia, lo que ayuda. Por lo que recuerdo de Sandy, decía que las rubias le parecían horteras. Aunque no es tan poco atractiva como esperaba.

—Pero no dirías que es guapa, ¿no? Quiero decir, que se viste como…, no sé… No va precisamente provocando.

Era cierto: Haven iba vestida como si fuera a asistir a un funeral, con un jersey negro de cuello alto y una falda gris, con gruesas medias negras y zapatos planos. Llevaba el pelo rubio recogido en un severo moño y lucía la expresión de alguien que está siempre preparado para una pelea. Pero la había encontrado atractiva, con rasgos delicados, y escondía una gran curiosidad en sus ojos; y a Sandy no le gustaba que nadie le hiciera sombra.

No conocía bien a Sandy, pero había coincidido con ella algunas veces en fiestas y teníamos un amigo común, Gay Dave, con el que había ido a la universidad. Ella había intentado besarme una vez. Estaba muy borracha y trataba de cabrear a su novio, y yo había fingido no darme cuenta; nunca me lo reprochó. No la había visto mucho desde que había salido a la venta su primer álbum y había alcanzado el doble disco de platino, pero le había enviado a Dave un mensaje para decirle que yo iba a ser el fotógrafo del artículo de Rallegra si ella accedía a conceder una entrevista a la publicación. Me había respondido ella misma por correo para decirme que estaba deseando volver a verme. Era una chica divertida siempre que fuera el centro de atención. Haven era exactamente lo contrario, lo que esperaba que significara que Sandy no iba a verla como una amenaza. Le había sugerido a Robert que enviara a un hombre para la entrevista, si era posible, o a una mujer que no pudiera eclipsar a Sandy. Me resultaba curioso que hubiera elegido a Haven; sin duda, no habría sido mi elección.

—¿Quieres que comamos juntos? —preguntó Robert.

—En realidad tengo una cita con algunos inversores. Quizá dentro de unos días…

—Claro. Sabes moverte por aquí, ¿verdad? Esta es la sala de reuniones pequeña, y te he puesto ahí al lado, así que, si necesitas hacer alguna llamada…

—Gracias, tío, te lo agradezco.

—No me lo agradezcas: sabes que me estás haciendo un gran favor sustituyendo a Brad. Habría tenido que hacer que se quedara hasta que acabaran los días de preaviso, pero habría sido un coñazo.

—Nunca se sabe; a este paso podría convertirme en fotógrafo profesional —dije.

Robert se rio, y yo me dirigí a mi recién asignado despacho. Tampoco iba a estar mucho en él; solo tenía que revisar el correo y luego irme a comer. No pensaba estar en la oficina a menos que nos reuniéramos para hablar sobre un artículo. Estaba seguro de que Robert habría sustituido a Brad en un mes, más o menos, y yo estaba encantado de echarle una mano mientras ultimaba la financiación para mi siguiente proyecto.

Encendí el portátil y revisé el correo. Había una cantidad abrumadora de papeleo que solventar para poner un negocio en marcha. A diferencia de en mi última empresa, esta requería, además, que coordinara la labor de científicos y frikis de la informática, pero podía dar lugar a algo muy especial. Esperaba que la entrevista a Sandy no me robara demasiado tiempo.

El teléfono vibraba en el escritorio cuando Haven se acercó.

—Lo siento, Haven, tengo que atender esta llamada. ¿Podemos hablar luego?

Asintió y se alejó. No estaba seguro de dónde estaba sentada, pero iba a encontrarla.

—Hola, preciosa —saludé a mi hermana.

—Hola, Jake. ¿Cómo te va el primer día? ¿Has encontrado lo que te dejé? —preguntó Beth.

—¿Me has metido algo en la bolsa? —Metí la mano en mi bolsa, rebusqué y saqué una tupper—. ¿Me has hecho la comida?

Beth se rio.

—En realidad solo es un tentempié. Un zumo, una manzana y una barrita energética.

—Algún día serás una esposa encantadora.

—Si estuviera ahí, te pegaría.

—Si estuvieras aquí, no lo diría. —Me reí—. ¿Va todo bien?

—Por supuesto, muy bien. Deja de preocuparte —dijo.

—No he llamado yo. —Por mucho que mi hermana me acusara de ser demasiado protector, ella observaba el mismo comportamiento—. Llegaré pronto a casa y te lo contaré todo. A menos que tengas planes…

—Solo una maratón de House of Cards. Nos vemos luego. Intenta no romper ningún corazón antes de llegar a casa.

—No prometo nada.

—No seas chulito… —Era su despedida típica.

—Lo mismo digo —respondí.

Colgué y fui en busca de Haven. No tardé mucho. Estaba en el cubículo contiguo al mío.

—Lo siento, ¿querías hablar? —pregunté.

Mantuvo la mirada en la pantalla del ordenador.

—No quiero interrumpir ninguna emergencia que tengas, así que, por supuesto, ya hablaremos en tu tiempo libre.

No pude evitar una sonrisa. Estaba claro que había escuchado mi llamada telefónica y estaba siendo un poco maliciosa porque pensaba que le estaba dando prioridad a mi vida personal ante el trabajo, y así era. Beth siempre era la primera en la lista.

—Ya no tengo ninguna emergencia, así que, si quieres hablar, ya sabes dónde estoy.

Apretó los labios y se giró. Me miró con los ojos entornados y se quedó inmóvil como si estuviera decidiendo si decir o no lo que tenía en la punta de la lengua.

—Bien, vamos a la sala de reuniones.

—Tú primero.

Como había hecho al llegar a la reunión anterior, dejó la libreta, el bolígrafo y una bebida en la mesa justo delante de ella, y se atusó el pelo antes de hablar. Me pregunté si alguna vez llevaba el pelo suelto. ¿Lo tenía largo? ¿Y siempre usaba esos jerséis de cuello alto?

—¿Eres americano? —preguntó. Eso no me lo esperaba.

—Sí. De Chicago. Pero fui a la universidad aquí.

Levantó la mano como si quisiera impedirme revelar más información.

—Entonces, siendo estadounidense, no te ofenderás si te hablo con franqueza, ¿verdad?

Dios, vaya chica… No estaba seguro de si debía reírme o sacudirla. Tenía que relajarse un poco. Negué con la cabeza.

—Por favor, adelante.

—Por lo que he entendido, eres amigo de Robert, como casi todo el mundo. Y supongo que esto no es gran cosa para ti y que, probablemente, estés jugando a hacer fotos hasta que te paguen la siguiente parte de tu fondo fiduciario, pero yo necesito este trabajo y quiero que el reportaje sea un éxito. Es importante para mí. Me esfuerzo mucho y soy buena en lo que hago. No puedo permitir que me eches a perder esta oportunidad.

—¿Crees que yo voy a echarte a perder la oportunidad? —La miré con intensidad, sin poder creer lo que salía de su boca.

—Conozco a los hombres como tú. Seguro que nunca has tenido un trabajo de verdad, ¿a que no? Has tenido una serie de supuestas ocupaciones independientes en empresas de amigos de tu padre. Y eso está bien. Has tenido suerte. Pero necesito que te tomes estoen serio. Por favor, debes aparecer cuando digas que vas a hacerlo y estar disponible para preparar el artículo, no hablando por teléfono con cualquiera que sea la pobre chica a la que te estés tirando esta semana.

No era la primera vez que la gente hacía suposiciones sobre mi origen y mi carácter. Estaba acostumbrado a ello por ser estadounidense y vivir en Londres, y, por lo general, me importaba un bledo. Pero, por alguna razón, el arrebato de Haven me había molestado.

—Vaya, eres una de esas tías bordes.

Abrió la boca y hubo una fracción de segundo de vacilación antes de que me devolviera el golpe.

—Eso me han dicho. Y tú un niño rico malcriado que se cree que tiene todos los derechos. Todos debemos cargar con nuestra cruz. Si prefieres decirle a Robert que no quieres seguir con este artículo, estoy segura de que encontraremos a alguien.

Estaba bastante convencido de que Sandy no habría accedido a conceder una entrevista a Rallegra si yo no le hubiera dicho que iba a ser el fotógrafo. Pero no iba a informar de ello a Haven. Iba a enterarse en cualquier momento; muy pronto, de hecho, y yo iba a disfrutar de la expresión de su cara cuando lo hiciera.

—Quizá deberías decirle a Robert que no quieres aceptar la entrevista, ya que crees que voy a ser un problema para ti.

Se sonrojó, y, por un momento, pareció perpleja.

—Robert no va a quitarme el artículo. Soy muy buena en mi trabajo.

—Bueno, pues ¿sabes qué, cariño? Yo también. —Frustrado, me pasé las manos por el pelo y me levanté para marcharme.

—No vuelvas a llamarme «cariño». ¿Cómo te atreves? ¿Y a dónde vas? No he terminado.

—Bueno, yo sí. Si decides que quieres ser educada y profesional, estaré por aquí. Pero no eres mi jefa, ni ahora ni nunca. Y si lo fueras, dimitiría. Aclara tus ideas. —Lo cierto era que no necesitaba más dramas en mi vida; en especial, en un trabajo que estaba haciendo de favor a un amigo. Cualquiera habría pensado que Haven estaba a punto de curar el cáncer, no preparando una entrevista con Sandy Fox.

2

Haven

Mierda. No era eso lo que se suponía que debía ocurrir. Estaba enfadada porque me había despachado para atender la llamada de su novia. ¿Quién se creía que era? Era su primer día en Rallegra. A mí no se me habría ocurrido hacerle eso a un colega, y llevaba años trabajando allí. Quizá no fuera el Times, pero teníamos más lectores semanales que cualquier revista del Reino Unido. Era un trabajo demasiado bueno para él.

No me gustaba la gente que no valoraba las bondades de la vida, sobre todo cuando se las ofrecían en bandeja de plata. Miles de personas habrían matado por ese trabajo, pero gracias a sus contactos se lo habían ofrecido a él, y, por lo tanto, no sentía consideración alguna por ninguno de los que nos habíamos esforzado por llegar hasta allí. La vida era demasiado fácil para algunos.

Pero no me había propuesto tener una discusión con él. Sin más, no había podido contener mi lengua. Habría tenido que ser más paciente. Ya tenía suficientes enemigos en la revista; no necesitaba hacer más.

Tenía que calmarme. Cogí el abrigo y el bolso para ir a las escaleras. Era la única que las utilizaba. Nunca iba en ascensor si estaba sola. Subía y bajaba a pie los seis pisos. Junto con correr, era el único ejercicio que hacía.

Reprimí las lágrimas de frustración que me llenaban los ojos. Tenía una habilidad asombrosa para cargarme cualquier cosa buena que me sucedía. No quería que Harry fuera a ver a Robert para decirle que había sido borde con él y que no me quería de compañera. No podía perder esa entrevista. Era buena en lo que hacía, pero eso no importaba nada si cabreaba a uno de los amigos de Robert. Dios, ¿por qué no podía tener la boca cerrada? Me resultaba difícil cuando la gente se dedicaba a su vida personal en el lugar de trabajo porque yo trataba de mantener separada mi vida dentro y fuera de la oficina. No entendía por qué no hacía lo mismo todo el mundo.

Una vez fuera, llamé a mi hermano, una de las dos personas en las que podía confiar. En él y en mi amiga Ash; los consideraba «mi gente»» y eran los únicos a los que les permitía saberlo todo de mí. Conocían lo bueno y lo malo, y me querían de todas formas. Luke siempre estaba de mi parte, y en ese momento necesitaba ser la Haven centrada en el trabajo.

—Hola, ¿te interrumpo? —pregunté.

—No, cariño, ¿qué pasa? —respondió Luke.

—Es que alguien acaba de llamarme borde.

—¿Borde? —No me estaba pidiendo que le confirmara lo que había dicho. Me estaba preguntando si estaba justificado.

—Sí. Borde —respondí tímidamente.

—¿Y? ¿Lo estabas siendo?

Inspiré hondo y se me cayeron las lágrimas.

—A lo mejor un poco.

—Ya sabes que la gente no puede ver tu bondadoso corazón si haces esas cosas. ¿Cómo ha sido? —Luke siempre tenía la frase perfecta.

—No quería ser borde. Es que acabo de enterarme de que tengo que hacerle una entrevista a Sandy Fox y quiero que sea un gran trabajo.

—Eso está fenomenal. Bien hecho, te lo mereces.

—No estoy segura. De todos modos, probablemente ahora Robert se lo dará a Emily porque he molestado a su amigo. Me he agobiado al pensar que, si hago un buen trabajo, aumentarán mis posibilidades de conseguir el ascenso del que te hablé. Quiero que todo sea perfecto. Quiero que sea la mejor entrevista que hayamos hecho. El problema es que tengo que trabajar con un fotógrafo nuevo y no se lo está tomando en serio; he perdido los nervios con él.

—¿Quieres que lo mate?

Me reí, y eso hizo que dejara de autocompadecerme.

—Sí, ven y lucha las batallas de tu hermanita.

Luke se rio conmigo.

—Lo haré si quieres. Por otro lado, podrías pedirle perdón.

—Tienes razón. Pero es difícil. Quiero que se tome esto tan en serio como yo.

—Nadie va a tomarse el trabajo tan en serio como tú. Si le exiges a todo el mundo lo que te exiges a ti misma, vas a pasarte la vida decepcionada. Así que haz lo más correcto y pide perdón.

Asentí.

—Vale —dije al auricular al darme cuenta de que no podía verme mover la cabeza.

—¿Vas a venir el próximo fin de semana? —preguntó, cambiando de tema—. Emma tiene guardia, así que puede que no esté.

Luke vivía con su novia, Emma, pero como Emma era médica, tenía un horario poco convencional, y, normalmente, quedábamos para vernos cuando ella estaba trabajando. Tampoco era que no me cayera bien ni nada de eso, aunque no estaba segura de que nadie fuera lo bastante bueno para mi hermano. Nadie, excepto quizá Ash, mi mejor amiga desde que aprendimos a hablar. Ash, Luke y yo habíamos crecido juntos, y Emma no encajaba mucho cuando quedábamos los tres.

—Ya he quedado con Ash, pero podemos reunirnos todos. Sé que le encantaría verte si Emma no está presente, probablemente porque así podrá coquetear contigo.

Luke volvió a reírse.

—Eres una pesada. A Ash solo le gusta tomarme el pelo, y me conoce desde hace mucho tiempo. Para mí es como otra molesta hermanita.

—Lo que tú digas. Está enamorada de ti desde que tenía cinco años y te vio por primera vez desnudo en la piscina infantil.

—Déjalo ya, Haven. Voy a colgar.

Me reí y corté la llamada antes de que pudiera hacerlo él.

Hablar con Luke siempre mejoraba mi estado de ánimo; era bueno recordar que, fuera del trabajo, había personas que me conocían y me amaban tal como era. Avancé con decisión hacia la cafetería de la esquina antes de regresar a la oficina con un café con leche en cada mano. Invitar a Harry a un café podía ser una buena manera de disculparme.

Por suerte, no estaba cuando volví, así que escribí una nota en un Post-It, pidiéndole disculpas por haber sido borde, y la pegué en uno de los vasos de café con leche que dejé en la mesa antes de que volviera.

Lo oí cuando regresó, pero no levanté la vista de mi ordenador. Esperaba que me perdonara. Había exagerado un poco, y, si íbamos a trabajar juntos, era mejor que le cayera bien. Esperé en tensión a que me dijera algo.

No reaccionó en absoluto; solo recogió el portátil, se puso el abrigo y se marchó, llevándose el café, sin el Post-It. Supuse que era un hombre rencoroso. Se me revolvió el estómago. ¿Cómo iba a arreglar la situación? Tenía que intentar una táctica diferente, pero en ese momento necesitaba concentrarme en el trabajo para no pensar en ello.

—Jenny —llamé cuando pasó por delante de mi cubículo—. ¿Podemos mirar cómo llevas la investigación de Sandy Fox?

—Claro… —repuso ella.

—¿Dentro de cinco minutos en la sala de conferencias? —sugerí.

Asintió secamente; estaba claro que no le gustaba trabajar conmigo. Pero yo no era una tirana. Suspiré.

—Bueno, ¿no crees que es superemocionante? Seguro que te alegra que tu trabajo no se haya echado a perder —comenté a Jenny mientras se sentaba frente a mí. Quería motivarla. Podía ayudarme a preparar la entrevista, y sabía que era muy trabajadora.

—Claro —dijo con timidez.

Genial…

—Entonces, ¿qué te parece si repasamos las partes principales y señalamos lo que crees que puede ser un buen enfoque? Partiremos de ahí e identificaremos las mejores áreas en las que profundizar durante la entrevista.

—Bueno, tiene veinticuatro años. Ha sacado tres álbumes que se han convertido en número uno, ha vendido veinte millones de discos y, cuando le concedieron el premio Brit a la mejor cantante femenina por primera vez, se convirtió en su ganadora más joven.

Todo eso ya lo sabía, pero no la apresuré como habría hecho normalmente. En lugar de eso, asentí para animarla. A veces, era como si este trabajo y yo fuéramos agua y aceite. No entendía a la gente y ellos no me entendían a mí.

—Amor tóxico será su primera película, pero ha estudiado en la escuela de teatro, así que tampoco es como si no hubiera actuado nunca. La gente dice que es bastante buena —añadió Jenny. Luego relajó los hombros y se acomodó mejor. La reunión estaba funcionando.

—¿Y qué me dices de su vida personal? Salió durante un tiempo con ese aspirante a Justin Bieber, ¿no?

—Por lo que deduzco, todo fue un asunto de marketing. Comparten agente.

—Ah, ya… ¿No es muy hipócrita por su parte?

—Todo forma parte del espectáculo —dijo Jenny, sonriendo. Yo le devolví la sonrisa.

—Supongo. Bueno, ¿algún otro novio? ¿Drogas?

—Ha habido rumores sobre una relación con su representante. Sandy parece estar muy en contra de las drogas. Ha hablado públicamente sobre ello. Me sorprendería que consumiera alguna.

Suspiré.

—¿Crees que le gustan los hombres mayores? —pregunté.

—Tal vez. Puedo investigar un poco más si quieres. Hablar con algunos de sus viejos amigos de la escuela de teatro.

—Sí, eso sería genial. Buen trabajo, Jenny. Creo que vamos a formar un buen equipo. —Me alivió saber que iba a trabajar conmigo. Necesitaba que me respaldara alguien que hiciera las cosas bien.

—Entonces, ¿trabajaremos juntas en esto? —preguntó Jenny.

—Por supuesto, a menos que no quieras.

Ella asintió y sonrió.

—¡Sí! Claro que quiero seguir con el tema, pero pensaba que me reemplazarías cuando te encargaras de la entrevista. —Le sonreí, pero no respondí. ¿Qué podía decir?—. Se comenta que Harry también va a participar. —La miré arqueando las cejas—. No te preocupes. Está bueno, pero no es mi tipo. No es lo bastante perdedor. —Me reí de su confesión—. He oído que no es un profesional —añadió Jenny. Me gustó que se abriera conmigo, que compartiera información que no era estrictamente necesaria.

—¿Qué quieres decir? ¿Quién te ha contado eso?

—Es algo que Robert le ha dicho a Emily. Creo que es un aficionado entusiasta y que solo está aquí para pasar el rato. No creo que necesite trabajar. Al parecer, está forrado.

Lo sabía. No me extrañaba que no hubiera respondido a mis disculpas. Un niño rico malcriado que vivía del dinero de papá.

—Te avisaré en cuanto tenga el visto bueno de Robert. No puedo prometer que vaya a llevarte a las entrevistas, pero, si tengo la oportunidad, lo haré.

—De acuerdo, eso sería increíble. Me basta con participar; no esperaba conocerla ni nada por el estilo.

Jake

—Has perdido la ventaja de ser el primero, Jake.

—Hal, los dos sabemos que no existe tal cosa. Apple ha convertido en un arte dejar que todo el mundo cometa los errores para luego tomar el testigo y hacerlo mejor. Que es justo lo que estoy sugiriendo aquí. Vamos a sacar el mejor partido de las energías renovables. Los resultados iniciales que da la simulación son increíbles.

El almuerzo no iba tan bien como esperaba. Había ganado mucho dinero para Hal en el pasado, pero eso no contaba demasiado. Si hubiera sabido que esa conversación iba a ser tan complicada, habría elegido otro restaurante. Las mesas estaban demasiado juntas, y me daba la impresión de que había un millón de camareros zumbando de un lado a otro, rellenando los vasos de agua, trayendo el pan, el vino y la comida. Todo se me hacía interminable.

—Las energías renovables son una apuesta a largo plazo. —Se me revolvieron las tripas ante su negatividad, y mi mente dio vueltas pensando en cómo podía desglosar aquella ciencia para que Hal entendiera de verdad el potencial que tenía.

—Ya, pero es una forma de compartir el riesgo y salvar el planeta al mismo tiempo. Apuesto algo a que no recibes ofertas así todos los días. —Intenté parecer tranquilo y confiado, pero me sudaban las palmas de las manos. Habría tenido que buscar otro inversor para conseguir la financiación que necesitaba. Me había dormido en los laureles porque había asumido que Hal iba a participar con un montón de dinero.

—El planeta me la pela, y todos los que me conocen bien lo saben. No recibo ofertas como esta porque no las quiero.

Hice una pausa mientras los camareros interrumpían de nuevo para retirar los platos. Mierda. Podía acudir a otros inversores, pero iba a ser un camino más largo. Había pensado que Hal iba a apoyarme. Creía que confiaba en mí.

—Siempre podemos optar por la segunda vía, lo que implica vender a Shell o a BP al quinto año. Echa un vistazo a la propuesta. Creo que te gustará —expliqué. Había hecho mis deberes sobre esa tecnología. Si mis pruebas iniciales eran correctas, podíamos convertirnos en una verdadera fuente de energía alternativa.

—¿No crees que los gigantes del petróleo ya han estudiado esa posibilidad?

—Sé que no. Lo intentan, pero al final patinan en el tema empresarial porque van comprando empresas como Elemental Energy una vez que han demostrado su utilidad. Conozco esta industria, he visto los resultados de las pruebas y sé que funcionará.

—¿Y tú qué aportas? —preguntó; se limpió la boca con la servilleta y la dejó sobre la mesa. ¿Estaba a punto de irse? Mi corazón se aceleró.

—El treinta por ciento de la financiación hasta el quinto año —respondí.

—¿Quince millones?

Asentí. ¿Eso suponía alguna diferencia?

—Reconozco que te comprometes en serio. Lo miraré, hablaré con algunas personas y les diré a mis chicos hagan números. No te prometo nada.

—Bien. Gracias. Sé que te convencerás.

Después de meter a un Hal ligeramente ebrio en su coche, caminé hacia casa sintiéndome como si hubiera estado en el ring con Tyson. Llevaba dieciocho meses preparando el negocio, desde que había vendido mi primera empresa, Energy Trade. Pero poner en marcha Energy Trade había sido sencillo en comparación y no había requerido tanto capital inicial. Solo habíamos necesitado teléfonos, ordenadores y oficinas para ponernos a trabajar. Con Elemental Energy íbamos a tener que pagar una investigación en laboratorio, a necesitar conocimientos informáticos y a no ganar dinero hasta pasado un plazo mucho más largo. No quería que todo eso se viniera abajo. Energy Trade me había hecho ganar dinero, pero Elemental Energy, además de ser rentable, podía ser algo bueno. Podía ser un legado.

—¡Ya estoy en casa! —grité; entré en el apartamento y cerré la puerta.

—Hola —respondió Beth—. ¿Cómo te ha ido?

—Ha sido agotador, pero creo que al final he conseguido interesarlo. Va a leer la propuesta.

—Pareces muy cansado. ¿Por qué te haces esto? No necesitas trabajar. ¿Por qué no te compras un yate y te conviertes en un playboy internacional?

—Sí, buena idea, pero no sería yo, ¿verdad? En serio, creo en esto de las energías renovables. Sé que puedo hacerlo realidad —afirmé.

—Bueno, al menos busca un lugar decente para vivir. Este apartamento está empezando a darme asco. —Mi hermana había vivido conmigo desde que me había seguido a Inglaterra desde Chicago. Cada uno había tenido sus razones para escapar de la ciudad del viento.

—Reconozco que soy un poco sentimental con este lugar, ¿qué quieres que te diga? —Todavía vivía en el apartamento que había alquilado cuando estudiaba en la universidad. Luego lo había comprado, y mis dos compañeros de piso se habían mudado con el tiempo, pero nunca había tenido tiempo para decorarlo, así que tenía que haber lugares más bonitos para vivir, eso seguro. No me fijaba en las cosas que no le gustaban a Beth. Era un hogar y resultaba cómodo. No quería convertirme en uno de esos tipos que ganaban dinero y sentían la necesidad de hacérselo saber a todo el mundo. La riqueza no me definía, ni iba a definirme nunca. Yo era hijo de mi padre, por mucha pasta que ganara.

—Voy a buscarte un nuevo hogar.

Le sonreí.

—Quieres decir que vas a buscarlo para ti.

—Bueno, para mí también. Pero piensa en lo mucho que impresionarás a tus citas si las llevas a una casa en Mayfair o a un apartamento en Marylebone.

—¿Una casa en Mayfair? ¿En serio crees que me gastaré cinco millones de libras en una casa allí cuando soy feliz donde estoy?

—Piensa en las mujeres.

—Creo que te estás pasando. ¿Acaso piensas que no puedo ligarme a una chica si no tengo una casa más grande?

Beth se rio.

—Admito que mi lógica presenta fallos en ese sentido. Nunca has tenido problemas para conquistar a una mujer. Pero ¿no estaría bien tener un nuevo hogar con más espacio y una cocina más bonita? Y podrías dar con un sitio donde las ratas, la humedad o la alfombra de los setenta no fueran un problema.

—Vale. Puedes buscar, pero no me comprometo a mudarme.

—¡¡Genial!! —Beth me rodeó con los brazos.

Verla tan feliz valía cada libra que seguramente iba a acabar gastando en un nuevo hogar. Estaba mejor desde que se había mudado a Londres. Chicago no había sido un buen sitio para ella, pero en los últimos años había florecido. Estaba sobria y a punto de graduarse; no habría creído posible ninguna de las dos cosas cuatro años antes, cuando había aterrizado en Heathrow. Poner distancia con nuestro padre y su nueva familia nos había ayudado a los dos.

—No me has hablado del primer día en Rallegra. ¿Cómo te ha ido? ¿Cómo está Robert? —preguntó Beth.

—Bien. Me ha dicho que te dé un beso de su parte.

—¿Has disfrutado?

Me encogí de hombros.

—Creo que me he topado con la borde de la oficina. Me da que no le caigo bien a chica con la que me toca trabajar en la entrevista a Sandy.

—Es decir, que no te suplicó que te acostaras con ella a los cinco minutos de conocerla.

—Me ha dicho que soy un niño rico de papá que se cree con todos los derechos.

Beth echó la cabeza hacia atrás y se rio.

—Bueno, tiene razón en que eres rico.

Me encogí de hombros. No había muchas cosas que me hicieran enfadar, pero, al parecer, que Haven me acusara de ser un niño de papá, rico y creído, sí. Quizá fuera porque en parte era cierto, y yo nunca me había visto así. Era hijo de un policía. Vivíamos en el lado sur de Chicago entre los delincuentes a los que mi padre arrestaba. No había disfrutado de una existencia privilegiada. No pensaba que tener dinero hubiera cambiado lo que era en esencia, y no me gustaba que alterara la forma en que la gente me veía.

—No digas eso —protesté, molesto por la etiqueta.

—¿Qué? ¿Que eres rico? ¿Por qué?

—No lo sé. No me identifico con eso.

—Dios, la mayoría de la gente lo gritaría a los cuatro vientos. Deberías sentirte orgulloso de ti mismo. Yo lo estoy. Lo que has hecho con Energy Trade ha sido increíble. Deja de ser tan tímido al respecto.

—He tenido suerte —murmuré. Beth era mi mayor admiradora, pero incluso sus elogios me incomodaban. A mi padre le pasaba lo mismo. Yo tenía los pies en el suelo, y ahí era donde estaba decidido a que se quedaran.

—Un poco, pero, sobre todo, has trabajado mucho y tu mente es brillante; es como si tuvieras una especie de chip aquí dentro —dijo, dándose un golpecito en la cabeza—. Se te ocurren grandes ideas y tienes la capacidad de llevarlas a cabo. Vaya, y tú dices que me machaco.

Beth siempre veía lo mejor de la gente. Estaba seguro de que habría encontrado algo bueno en un asesino en serie.

—¿Qué estás cocinando?

—Sin embargo, no tienes tanto talento para cambiar de tema sutilmente.

Sonreí.

—Si tú lo dices…

El lunes siguiente estaba de regreso en Rallegra.

—He visto algunas fotografías tuyas expuestas en una galería este fin de semana. No me has comentado nada —dijo Robert. Me alegraba ponerme al día con él. No había pasado mucho tiempo con ninguno de mis amigos desde que había empezado a trabajar con Energy Trade.

—¿En serio? ¿En la de Chelsea?

—¿Expones en más de una galería? Flipante.

—Solo en dos. No se venden demasiado bien, pero, por alguna razón, a los galeristas les gusta tenerlas. —La fotografía me ayudaba a relajarme. No hacía fotos para ganar dinero y, desde luego, no les decía a mis amigos que las exponía en galerías. No era para tanto.

—Por lo que vi, se estaban vendiendo bien. Me pones enfermo, ¿lo sabías?

Arqueé las cejas.

—¿Enfermo?

—Sí, y me cabreas. Es flipante que cojas una cámara por diversión y, de repente, algunas galerías quieran vender tus obras. Montas una empresa y lo siguiente que pasa es que la vendes por muchos millones. ¿Y qué decir de las mujeres? Te las tenías que quitar de encima, incluso antes de tener dinero.

—Amigo mío, solo estoy en lugar correcto y en el momento adecuado. ¿Qué puedo decir? —Hacía que pareciera que tenía el toque del rey Midas, pero había tenido suerte y disfrutaba de lo que hacía.

—No tengo ni idea de cómo conservas algún amigo, porque nos haces quedar mal a todos. Ah, es verdad, porque encima eres buena persona. Vete a la mierda, estoy harto de ver tu cara.

Me reí.

—Bueno, me voy. Solo he venido a traerle el café, jefe. Le veré dentro de cinco minutos.

Entré en la sala que habíamos utilizado para la reunión del lunes y encontré a Haven sentada en el lugar que había ocupado yo la semana anterior.

—Buenos días —la saludé sin saber qué reacción iba a obtener de ella.

—Hola, Harry. ¿Cómo estás?

Vale, estaba haciendo un esfuerzo. Eso resultaba prometedor.

—Estoy bien, gracias. ¿Y tú?

La observé. Seguía con el pelo recogido de forma severa y se había vestido como si estuviera de luto, pero la luz rebotaba en sus pómulos de una manera que no había notado antes. Seguramente, salía muy bien en las fotos. Y sus labios eran carnosos…

—¿Harry? —Me arrancó de mis pensamientos, y me di cuenta de que no la había estado escuchando mientras la miraba.

—Lo siento, ¿qué? —pregunté.

—Nos han dado luz verde para ir al primer día de rodaje de Sandy, que es el jueves. Así que estaría genial que pudiéramos quedar los dos con Jenny después de esta reunión para acordar nuestro enfoque…

Asentí.

—Ah, gracias por el café.

—Siento mucho haber exagerado. —Parecía preocupada, y buscó una reacción en mi rostro—. Estaba estresada; me juego mucho con esta entrevista. Lo pagué contigo. He oído que tienes mucho talento, y creo que es muy emocionante trabajar contigo.

Me eché a reír. No pude evitarlo. Como lameculos era un desastre, pero valoraba el esfuerzo.

—¿Firmamos una tregua? —pregunté.

—Eso sería genial —respondió con rapidez—. Prometo reprimir mi lado más agresivo en el futuro.

—Oh, no lo hagas —pedí en tono burlón—. Puedo soportar un poco de mala leche. —Era cierto. Me gustaba que le apasionara lo que hacía; el único fallo era que no lograba canalizarlo de la manera correcta.

Entrecerró los ojos un poco y ladeó la cabeza para mirarme mientras la gente entraba.

3

Haven

Harry había mantenido su palabra, y no parecía guardarme ningún rencor, algo que yo le agradecía.

—Así que recuerda: deja que hable yo. Dicen que es volátil, y no quiero alterarla —le recordé a Harry mientras nos acercábamos al edificio donde estaba nuestro destino.

—Crees que yo podría hacer que se enfadara. —Me sonrió con suficiencia.

Mierda. No había querido decir eso.

—No, en absoluto. Estoy segura de que le caerás bien. Mejor que yo, en cualquier caso. Es solo que no quiero fastidiar la entrevista.

—Si tú lo dices…

Mostramos los pases al guardia de seguridad y atravesamos la puerta.

—Sigan las señales hasta el segundo piso —gruñó.

Fuimos por un pasillo oscuro que nos condujo a algo similar a un enorme hangar de aeropuerto con muchos andamios y gente en un extremo. Notaba un nudo en el estómago. Nunca había estado en un plató de cine, y no sabía qué esperar. Confiaba en caerle bien a Sandy. Así iba a ser más fácil entrevistarla.

—Vamos —dijo Harry.

Me había detenido en seco. Inspiré hondo y me acerqué a la gente. El decorado se definió ante mí, aunque no pude distinguir bien qué era o dónde se suponía que estaba. ¿Una oficina o un centro de llamadas? Un chillido rompió mi concentración; busqué la fuente y vi a Sandy Fox con las manos en alto, mirándome.

—¡Oh, Dios mío! —chilló de nuevo, y echó a correr hacia mí. No podía estar tan emocionada por verme, así que me volví hacia Harry, que lucía una sonrisa de oreja a oreja y tenía los brazos extendidos, listo para pillarla al vuelo.

¿Qué coño…?

Sandy se lanzó sobre Harry y él la hizo girar.

—Hola, mocosa —la saludó mientras la abrazaba, guiñándome un ojo por encima del hombro.

Debí haberlo imaginado, joder.

—Harry, estoy encantada de verte. Ha pasado demasiado tiempo —comentó Sandy, aferrándose a él.

Era como si estuviera en una película y nada tuviera sentido. Lo único que podía hacer era no poner los ojos en blanco ante ellos.

Cuando por fin la dejó en el suelo, ella le cogió la mano.

—Mocosa, esta es Haven. Es la periodista de Rallegra.

—Hola, Haven.

—Hola, Sandy, es un placer.

—Ya sabes que no puedes llamarme «mocosa». Me lo prometiste. —Sandy curvó los labios en un mohín exagerado.

Puse los ojos en blanco.

—Bueno, si me prometes que no te comportarás como una mocosa, cerraré el pico. —Le revolvió el pelo. Parecían conocerse muy bien el uno al otro.

—¿Cuándo me he comportado como una mocosa? —preguntó.

—¿Cada vez que bebes? —respondió Harry.

Ella echó la cabeza hacia atrás y se rio. Me sentí incómoda, como si me estuviera entrometiendo en una conversación privada. ¿Debía darles un poco de espacio para ponerse al día? De todas formas, me ignoraban por completo. ¿A dónde podía ir?

—¿Cómo está Dave? —preguntó Harry.

—Saliendo por ahí y pasando de mí. —Volvió a hacer un mohín.

—Estoy seguro de que ya tienes atención más que suficiente por parte de tus muchos admiradores.

—Ninguno es tan guapo como tú, Harry —aseguró Sandy; le tiró de la mano e hizo que la siguiera hasta el plató.

—Vas a quedarte ciega si sigues poniendo los ojos en blanco de esa manera —me susurró él mientras la seguíamos—. Vamos.

Cuando nos acercamos al set, el director se llevó a Sandy y nos indicó que tomáramos asiento en un par de sillas al lado de las cámaras y del equipo de iluminación.

—Así que ya la conocías, ¿eh? —pregunté a Harry con ganas de entender el alcance de su relación.

—Un poco. —Su mirada estaba clavada en la escena que tenía delante.

—Debía haberlo imaginado. ¿Fuiste al colegio con su hermano?

—No.

No iba a ponérmelo fácil.

—No te habrás acostado con ella, ¿verdad? —Estaba casi segura de que lo había hecho.

—No.

¿Por qué estaba siendo deliberadamente obtuso? Me irritaba.

—¿Por qué trabajas en la revista? Está claro que no necesitas el dinero. ¿No deberías estar jugando a hacer inversiones en un banco o algo así?

—Sé que te resulta difícil, pero ¿podrías intentar no ser tan borde durante treinta minutos? Si tuvieras algo de sentido común, serías mucho más amable conmigo ahora que sabes que conozco a Sandy.

¿Estaba diciéndome que podría hacer que se me torcieran las cosas si no le hacía la pelota?

—¿Me estás chantajeando? —pregunté.

Suspiró.

—Dios, qué difícil eres…

—Yo soy la que intenta mantener la profesionalidad. Está claro que tienes una relación personal con la protagonista de este artículo —dije. Era como si hubieran pulsado un botón y no pudiera callarme. Me había descontrolado y era incapaz de reprimirme.

—¿Crees que atacarme constantemente es una actitud profesional?

No lo era. Así que debía callarme ya. Tenía que dejar de ser tan borde. No sabía por qué me comportaba así. ¿Estaba resentida por su vida de ensueño? ¿Por la forma en que todos comían de la palma de su mano? Notaba la forma en que las mujeres gravitaban a su alrededor, cómo lo miraban, le hablaban y lo tocaban. No era nada malo, claro, o, al menos, no tenía por qué serlo. El problema era que él parecía un buen tipo y, a pesar de llamarme la atención sobre mis comentarios, no daba muestras de haberlos tenido en cuenta. Me retiré los mechones que se me habían soltado del moño.

—Lamento que pienses…

—Déjate de disculpas a medias. No hay nada peor que una «no-disculpa». O te disculpas y lo haces en serio, o no te molestes. No intentes pasarte de lista y pedirme perdón a medias pensando que no me daré cuenta, como con el Post-It. No soy tonto. Di que lo sientes y sigamos adelante, pero no te atrevas a decirme que sientes que piense que eres borde. No hay excusa: es verdad que has sido borde.

Apreté los labios. Siempre me había resultado difícil disculparme hasta que descubrí la forma de que creyeran que lo hacía sin hacerlo en realidad. Y nadie se había dado cuenta antes, o nunca me lo habían dicho.

Joder. Joder. Joder.

Harry descruzó aquellas piernas demasiado largas y se puso de pie; estaba claro que quería hacer valer cada centímetro que me sobrepasaba en altura.

Tenía razón. Debía intentar ser amable con él; no podía permitir que pusiera a Sandy en mi contra, no quería caerle mal.

—Vale. Siento haber sido borde.

Se metió las manos en los bolsillos y asintió.

Encendí el portátil y me puse a tomar notas. Si me concentraba en el artículo, al menos habría menos oportunidades de que me portara mal con Harry. Supuse que él no podía evitar provenir de un entorno privilegiado, al igual que yo no podía evitar no proceder de uno. Pero iba a solucionarlo; solo tenía que esforzarme más con él.

Había mucho más que asimilar de lo que esperaba. Pensaba que iba a estar escondida en un camerino, esperando una pausa en el rodaje, pero estar en el plató me resultaba fascinante. Había mucha gente que no parecía hacer gran cosa salvo mirar atentamente a Sandy y al resto de los coprotagonistas mientras repetían la misma escena una y otra vez. Estábamos demasiado lejos para oír los diálogos y nadie nos había dado auriculares. Miré a ver si había algún asiento libre más cerca de la acción.

—¿Crees que les importará que nos acerquemos? —pregunté a Harry.

—Creo que, si fueras un poco más amable conmigo, le pediría a Sandy que nos sentaran más cerca, pero, como no lo eres, vamos a quedarnos aquí.

Me sentí como si me estuviera dando una lección, como una colegiala a la que han pillado hablando en clase.

—De acuerdo —respondí.

—¿De acuerdo? —preguntó.

—Sí, si crees que debemos quedarnos aquí, entonces, eso haremos.

—De acuerdo —repitió, sin dar a entender nada.

—Lo siento. No quería decir esas cosas. Se me suelta la lengua cuando estás cerca.

—¿Se te suelta la lengua? —Se giró para mirarme y arqueó las cejas.

—Ya sabes, digo lo que me pasa por la cabeza, sin filtro.

—Creo que estás un poco loca —constató, girándose hacia el plató.

Asentí e inspiré hondo.

—Es posible que tengas razón. Pero todos estamos un poco locos, ¿no?

Se rio.

—Todos los que vale la pena conocer, sí. —Noté las mejillas calientes. ¿Acababa de hacerme un cumplido?—. Te propongo un trato —continuó.

—¿Qué tipo de trato?

—Algo para controlar esa lengua suelta y para ayudarme a pasar el rato.

Eso sonaba interesante. Miré cómo sus ojos recorrían mi cara. No continuó cuando no respondí de inmediato, solo mantuvo la vista fija en mí.

—Bien, ¿cuál es el trato? —pregunté por fin en voz baja.

—Te ayudaré a conseguir lo que necesitas de Sandy, pero, a cambio, tienes que responder con total sinceridad a cualquier pregunta que te haga.

—¿Qué tipo de preguntas? —insistí. Me preocupaba que luego informara a Robert.

Se encogió de hombros.

—¿Preguntas personales? —lo presioné.

—Tal vez. Las que se me ocurran.

—¿Y quedará entre nosotros? Es decir, ¿no le vas a contar a nadie lo que yo diga? —El corazón se me había acelerado. Iba a aceptar su trato.

—Por supuesto —repuso como si creyera que era absurdo pensar lo contrario.

—¿Por qué?

—Ese es el trato.

—¿Estás chantajeándome?

—Llámalo como quieras, pero yo quiero pasar el rato y tú quieres tener acceso a Sandy. Acepta o no, tú sabrás.

Cada palabra que me decía me llevaba hacia él. ¿Qué intentaba hacer? ¿Mantenerme callada? ¿Ganar el control? Una cálida sensación me bajó por la columna vertebral, y no supe si era miedo o anticipación.

—Trato hecho —respondí antes de pensármelo dos veces.

Jake

Sonreí, pero seguí mirando adelante para que no me viera. Me invadió una sensación de victoria. A su pesar, Haven era divertida. Había algo más en ella que en la mayoría de las mujeres con las que me cruzaba. Estaba claro que era ambiciosa y que tenía iniciativa, y esas eran cualidades que admiraba. Me gustaba que quisiera hacer un buen trabajo en ese artículo, por muy vacuo que fuera. Y era divertida, a veces no intencionadamente, pero esa parte despistada de ella me resultaba un tanto entrañable.

No tenía en mente ninguna pregunta en particular para ella al proponerle el trato. Quería ver si aceptaba, y me sorprendió que lo hiciera. Podía mentir, pero algo me decía que no iba a hacerlo, que su orgullo iba a impedírselo. Le gustaban las reglas e iba a cumplirlas. Así que iba ser divertido; mucho mejor que convertirme una víctima de su rápida lengua.

—Bueno, ¿tienes alguna pregunta? —inquirió.

—No. De momento no. Cuando la tenga, te lo haré saber.

Tenía demasiadas cosas en la cabeza. Hal me había pedido información adicional sobre Elemental Energy que ya le había enviado. Aunque era un tío inteligente y hacía las preguntas apropiadas, me satisfacía habérmelas hecho ya a mí mismo. Tenía un par de reuniones esta semana con otros inversores, pero esperaba obtener antes una respuesta de Hal.

Y luego estaba Beth. Era feliz en ese momento, y le iba bien en los estudios, pero yo quería que tuviera un círculo de amigos, una red de apoyo aparte de mí. No podía estar todo el tiempo pendiente de mi hermana, y ella necesitaba salir más.

Dios, estaba tenso. Debía volver a correr, o tal vez llamar a Millie. No estaba seguro de que pudiera catalogar a Millie como mi novia, pero era con quien estaba saliendo en ese momento y necesitaba desahogarme un poco.

—Entonces, ¿qué sabes sobre Sandy? —preguntó Haven.

Me senté de nuevo a su lado.

—En realidad nada. No la conozco tan bien.

—A mí me parece que la conoces bastante bien.

—Solo hemos coincidido un par de veces, en serio. Tenemos un amigo en común, eso es todo. De todos modos, ¿no es por eso por lo que estás aquí? ¿Para conocerla tú?

—¿Has salido con su hermana? —preguntó.

—¿Por qué crees que puedes catalogarme? No dejas de hacer comentarios sobre mí y sobre quién crees que soy. Se supone que eres periodista; ¿no deberías investigar, hacer preguntas y buscar pruebas en lugar de sacar conclusiones precipitadas?

—Era solo una pregunta —respondió ella a la defensiva.

—Ha sido una pregunta capciosa, llena de insinuaciones. Y para tu información, no, Gay Dave es un amigo común, al que conocí en la universidad. Y antes de que preguntes, tampoco me lo he tirado a él.

Haven se echó a reír y yo no pude evitar sonreír.

—Dime, ¿me he equivocado mucho contigo? —preguntó.

—No tengo ni idea de cómo supones que soy en esa retorcida cabecita tuya. Lo único que sé es que no me conoces lo suficiente como para hacer afirmaciones de esa índole acerca de mí.

—Entonces ponme al día.

—Las preguntas las hago yo. —No iba a contarle la historia de mi vida, pero me había gustado que me preguntara.

—Hasta ahora no —se burló.

—La paciencia es una virtud, ¿no lo has oído nunca?

—Es que no tengo ninguna, ¿aún no te has enterado? —replicó.

—¿No tienes ninguna virtud? —¿Qué quería decir?

Se encogió de hombros.

—Ya te enterarás por los cotilleos, si no lo has hecho ya.

—Por si no lo has notado, no he estado mucho en la oficina.

—Ya verás… —insistió ella.

—¿Qué veré? ¿Que eres borde con todo el mundo?

Suspiró.

—No lo sé. No creo. De todos modos, allí poca gente piensa que tengo alguna virtud.

—¿Te molesta? —Me daba la impresión de que sí.

—¿Es una pregunta oficial? —preguntó.

Asentí.

Se encogió de hombros.

—A veces. —Estaba claro que le fastidiaba, lo cual no entendía. ¿Por qué no se esforzaba más en ser simpática si tanto la irritaba?

—¡Harry! ¡Ven aquí! —gritó Sandy desde el otro lado del plató. Me había llamado mientras saltaba de un lado a otro junto a unas personas apiñadas sobre una pantalla.

Me acerqué a ella y me pasó el brazo por la cintura. Esperaba que solo fuera una muestra de amistad.

—¿Qué opinas? —Señaló el monitor, donde se estaba reproduciendo la escena que habían rodado—. ¡Estoy muy nerviosa! Espero no haberla cagado.

—Eres increíble, muñeca. Una dama con mucho talento —aseguró uno de los hombres vestidos de negro. Ella me sonrió.

—Estoy seguro de que lo estás haciendo genial —la tranquilicé—. Creo que está muy bien.

Me volví hacia Haven, que me observaba, y le sostuve la mirada más tiempo del que pretendía. Esa chica iba a ser un problema.

—¿Tienes un descanso? Tú, Haven y yo podríamos ir a tomar un café.

—¿No podemos ir solo tú y yo? No creo que me caiga demasiado bien.

—¿No? Si es admiradora tuya. Me ha dicho que está muy nerviosa por conocerte. Ha estado oyendo tus canciones en el coche durante el trayecto hasta aquí. Me está volviendo loco.

—¿En serio? —Se rio.

Iba a ir al infierno por mentiroso.