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Dos hermanos fueron raptados de sus camas en la mitad de la noche por El Gobierno y fueron transportados a una fortaleza en uno de los rincones más inhóspitos de Siberia.
Para encontrarse forjarán amistades y retarán lealtades, pero la tragedia se asoma dentro de su nuevo hogar y pronto se darán cuenta que los lazos de sangre no siempre significan familia.
Sus destinos se entrelazan y las fes harán colisión en Parias, del aclamado autor de «Moribund Tales».
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Derechos de autor (C) 2014 Erik Hofstatter
Diseño de Presentación y Derechos de autor (C) 2022 por Next Chapter
Publicado en 2022 por Next Chapter
Arte de la portada por Beti Bup
Edición de Letra Grande
Este libro es un trabajo de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o se usan de manera ficticia. Cualquier parecido con eventos reales, locales o personas, vivas o muertas, es pura coincidencia.
Todos los derechos reservados. No se puede reproducir ni transmitir ninguna parte de este libro de ninguna forma ni por ningún medio, electrónico o mecánico, incluidas fotocopias, grabaciones o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso del autor.
I. Demyan
Encierro
La Voz En Lo Profundo
Desastre
Taisiya
Conversación De Los Condenados
Plan Fallido
Susurros En Los Corredores
Conversación De Los Condenados Parte 2
La Prueba
Reflexión
Conversación De Los Condenados Parte 3
Susurros En Los Corredores Parte 2
Olvídate De Mí
Pánico
El Cuarto De Experimentos
Petición
Revelación
II. Akilina
Secuestrados
Separados
Amiga Mutua
La Alucinación
La Nota
Todos Perecemos
Nueva Luz
Las Planicies Blancas De Siberia
III. Taisiya
Recién Llegados
Ilusión
Espectador En La Oscuridad
Cristal Roto
Tgn1412
Marcas Negras
Mensajera
Los Lazos Que Nos Unen
La Madame
Regresando Al Comienzo
Querido lector
Quiero gradecer a un número de individuos que hicieron posible esta novela. Mi gratitud eterna va hacia: Rena Mason por su pericia y consejo invaluable, Mary SanGiovanni, Lisa Knight, Miika Hannila & Next Chapter Publishing.
También quisiera agradecer a mis lectores leales. Sin ustedes no tendría nada.
Y a mis padres. Gracias.
Estaba dormido cuando vinieron por nosotros. Eran dos hombres que portaban trajes anti-radiación y unos rifles AK-47. Uno de ellos me jaló del cabello y me arrastró fuera de mi cama, esa sería la última vez que dormiría en un lugar caliente. El otro hombre me apuntó a la cara con su rifle antes de darle vuelta y noquearme con la culata.
Desperté tembloroso en el concreto frío. Tenía la vista borrosa, pero logré discernir una silueta en la esquina distante, era la figura de un cuerpo humano; era pequeño, inmóvil y frío. Intenté levantarme pero mis piernas estaban encadenadas, y colapsé nuevamente en el concreto sucio.
Sin aliento, yací en el suelo y examiné mis alrededores. Los muros escuetos y grises tenían grietas que oscilaban de fracturas delgadas hasta grandes fisuras, parecía un sistema de venas.
El aire era frío y húmedo. La única fuente de luz provenía de una pequeña ventana protegida con barras que estaba a unos seis metros sobre mí, no la podía alcanzar. Había dos camas de paja en paredes opuestas. Debo estar en una celda.
Me sobé los pies y me percaté de un pequeño hoyo en medio del piso. No había nada similar a un baño en la celda así que supuse que esa sería mi letrina. El cuerpo en la esquina se movió de repente. Me paralicé y me alejé hasta que topé con un muro. Su cabello largo y negro le cubría el rostro.
—... ¿Demyan? —Dijo la chica, adolorida.
Reconocí esa voz de inmediato y cojeé a prisa hacia ella. Con delicadeza la levanté y sostuve su pequeño cuerpo en mis brazos, luego moví el cabello que tenía en la cara.
—Akilina, estás viva, —susurré con alivio.
Observé su rostro por un largo tiempo. El ojo de Akilina seguía cerrado, el otro...no estaba. Había una hinchazón en su frente enrome que sobresalía como el cuerno de un rinoceronte. No pude evitar llorar de alegría. Estaba feliz de compartir la celda con mi hermana.
Akilina yacía aletargada en mis brazos. Armándome con todas mis fuerzas me levanté y caminé, sentí como si cargara un yunque sobre arena movediza, hasta que llegué a una de las camas de paja, donde reposé a mi hermana. Mis brazos y piernas temblaron exhaustos.
Mientras ella dormía, inspeccioné las paredes. Busqué algún mensaje que pudieran haber dejado prisioneros anteriores pero no encontré nada. La puerta de la celda no se movió cuando empujé con todas mis fuerzas.
También consideré entrar por la letrina, pero era demasiado pequeña como para que cupiera alguno de los dos. Estábamos atrapados.
Desperté la mañana siguiente y en el suelo frente a la puerta vi un par de tazones con crema de avena y unos vasos de agua. Qué extraño, no escuché entrar a nadie. El shock de nuestro rapto debió agotar mi mente. Hambriento, comí a prisa y luego le ayudé a Akilina a comer con la cuchara. Al igual que yo seguía débil y traumatizada. Tenía la frente sudada, era claro que tenía fiebre. Le acaricié sus rizos negros y dejé que durmiera plácida mientras inspeccionaba la celda oscura. Con suerte lograría formular un plan en mi mente.
Nací con una deformidad en la cadera que me imposibilitaba correr. El desastre ocurrió hace más de diecisiete años. Mi madre a menudo hablaba sobre ello y cómo causó la muerte de mi padre, a quien culpaba por nuestras deformidades.
—Debí abortarlos a ambos, —me decía a menudo.
Pero no sentía desdén cuando me lo decía. Yo mismo habría terminado con mi vida si tuviera la opción. Siempre fui diferente, no por mis deformidades sino porque veía el mundo de forma distinta.