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En el otoño de 1988, en las vísperas de lo que sería la Guerra de los Balcanes de finales del siglo XX, Predrag Jerković es un joven serbio cuyo mundo gira en torno al equipo de futbol Estrella Roja. Los días pasan para él sin distinción o emoción alguna, pues fuera de las riñas callejeras después de cada juego, el futuro no parece nada prometedor. No es hasta que en uno de los partidos conoce a un grupo de hombres con apariencia militar que su vida toma un rumbo diferente. Poco a poco Predrag comienza a involucrarse en los asuntos nacionalistas y paramilitares que eventualmente lo llevarán a sumarse a la Guardia Voluntaria de Serbia, comandada por su líder carismático Arkan. Es junto a este violento grupo paramilitar, y en plena guerra contra los enemigos serbios, que Predrag encuentra finalmente el sentimiento de pertenencia y un propósito de vida. Saqueando pueblos y cometiendo crímenes atroces, Los Tigres de Arkan son el refugio ideal para la tormentosa sensación de aburrimiento y desasosiego que Predrag siente. Sin embargo, debido a las derrotas bélicas, los cambios políticos y la llegada de la paz, el estilo de vida de Predrag se ve afectado. Pues este pasa de ser un temible asesino, a un fiel servidor de los intereses personales de Arkan y su familia. Para el año de 2010, Predrag vuelve a enfrentarse al lúgubre y triste tono de su vida, los viejos tiempos de gloria bélica y realización han quedado atrás, incluso las victorias del equipo Estrella Roja resultan mediocres. El tiempo vuelve a pasar de manera aplastante y nuevamente la vida resulta en un sinsentido. Daniel Salinas aborda de manera envolvente y brillante, los acontecimientos históricos surgidos en Belgrado con la Guerra de los Balcanes de finales del siglo XX. Los Tigres de Arkan, sus actos y escencia quedan bien retratadas a lo largo del texto de este autor por medio de su personaje principal Predrag.
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Seitenzahl: 92
Veröffentlichungsjahr: 2024
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El último tigre de Belgrado
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
Primera edición, 2023 [Primera edición en libro electrónico, 2024]
Distribución mundial
D. R. © 2023, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho Ajusco, 227; 14110 Ciudad de México
Comentarios: [email protected] Tel.: 55-5227-4672
Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos.
ISBN 978-607-16-8122-5 (rústica)ISBN 978-607-16-8213-0 (epub)ISBN 978-607-16-8224-6 (mobi)
Hecho en México - Made in Mexico
El botellazo reventó sobre tu cabeza…Aquello parecía tan simple, tan de rutina…Te llamas Predrag; Predrag Jerković…Los habías visto algunas veces en los juegos de futbol…Un mes después te invitaron a una convivencia de fin de semana…Tu vida empezó a valer la pena ser vivida…Una tarde en la finca Mirko les dio una sorpresa…Zagreb fue tu bautizo de sangre…De pronto pareció como si cada sueño postergado…Nada, en efecto, volvió a ser igual…Con el otoño llegaron las nuevas ráfagas de metralla…Ese fue tu primer patrullaje de limpieza…Al final los croatas se salieron con la suya…Croacia había sido apenas un ensayo…No pudiste salir de esa guerra sin marcas…¿La guerra se había ganado?…De todos los teatros de Arkan…Lo cierto es que a partir de la boda…La guerra irrumpió con la primavera como un ciclón asesino…Nadie le dijo a Arkan que se cuidara de los idus de enero…Los tiros al cielo de más de medio centenar de fusiles AK-47…
Epílogo
EL BOTELLAZO reventó sobre tu cabeza, entre la mollera y la nuca, cuando ya habías dejado fuera de combate al perro sepulturero y te disponías a quebrar a patadas cada una de sus costillas. Ni siquiera alcanzaste a ver la cara de tu agresor, que te sorprendió por la espalda mientras tus ojos estaban sobre el que suponías era tu único oponente, quien yacía boca abajo sobre el suelo con la nariz partida y a merced de tus botas. La botella se pulverizó en tu cráneo y de inmediato sentiste el cabello empapado, primero de cerveza y después de sangre, muchísima sangre, más de la que habías derramado en toda tu vida. Tu cabeza abierta era una fuente que pronto se convirtió en catarata y dejó un charco rojo en el piso. Rodaste a unos metros de donde había caído el primero de tus rivales y en acto reflejo te llevaste la mano a la nuca para sentir los cabellos viscosos, atiborrados de vidrios astillados entre el licor y la hemorragia imparable. Reptaste e intentaste, sin éxito, levantarte y correr, pues ya veías venir la tormenta de patadas sobre tu rostro, pero en lugar de botas partiendo tu cara sentiste más humedad en tu boca, tus ojos, tu cuello; una lluvia cayendo sobre tu cabeza molida y sangrante. Los perros sepultureros se estaban meando sobre ti. Eran cuatro o cinco los partisanos que habían desenfundado sus vergas y te estaban orinando, incluido el pobre diablo al que le habías roto la nariz, quien se había levantado del suelo para vaciar su vejiga sobre tu cuerpo. Vencido e indefenso como estabas, para ellos había un mayor placer en la humillación de ahogarte en mierda que en acabar de romperte los huesos. ¿De dónde habían salido tantos sepultureros? ¿Y dónde carajos se habían metido Dragan y Bojan ahora que los necesitabas? Los partisanos acabaron de mear, subieron sus braguetas y se largaron como si nada, y ahí quedaste tú en un charco de sangre, cerveza y orina, sacudiéndote como un renacuajo arrojado a la arena ardiente. Tus agresores te abandonaron, llevándose la satisfacción del deber cumplido y una nueva anécdota para las borracheras del futuro inmediato. A ti sólo te quedó por herencia el silencio y un súbito desvanecimiento en un abrazo de oscuridad donde te ibas volviendo ligero, casi inmaterial conforme la sangre salía en imparable chorro de tu cabeza partida.
AQUELLO parecía tan simple, tan de rutina, el ritual de lo habitual en un fin de semana cualquiera en el que sales de casa ataviado con tu bufanda escarlata, mostrando orgulloso tu hombro izquierdo tatuado con esa estrella rojísima como la sangre. Todo un guerrero crveno beli, mostrando las cinco puntas de tu estrella, que eran los cinco dedos de la mano del trabajador serbio; los dedos que podían cerrarse de un momento a otro en un puño de hierro y romper caras. Al medio día quedaste de verte con Dragan y Bojan afuera del bar. Bebieron unas cuantas cervezas y después se fueron en busca de un rincón solitario en el parque para compartir un porro. Antes de entrar al estadio, dieron los últimos tragos a media botellita de un vodka barato que Bojan guardaba en la bolsa de su chamarra de mezclilla. La cerveza, el porro y el mal vodka conformaban el ritual rutinario, pero aquel no era un domingo cualquiera. Era de hecho el domingo más deseado, el domingo para el que uno debía prepararse con el esmero de las grandes citas. Vaya, sólo dos veces al año Belgrado se paraliza y se parte en dos mitades irreconciliables, como si de una auténtica guerra civil se tratase. Crvena Zvezda contra Partizán en el Maracaná balcánico: los héroes rojos contra los sepultureros negros. Es preciso vivirlo para entenderlo y aquello se vive a punta de patadas y alcoholes pendencieros. Delije contra Grobari. El večiti derbi (derbi eterno) es, en esencia, un ritual de sangre. En la cancha, lo menos que esperas son zancadillas rudas y piernas rotas, y en la tribuna tú y los tuyos corresponden con los puños bien cerrados y el ánimo de guerra. Hay que romper narices y costillas y hacer que la punta metálica de las botas se achate con tanta patada en culos rivales. Así había transcurrido para ti aquel domingo y sobre la cancha del pequeño Maracaná los astros se estaban alineando. El Estrella Roja ganaba 1-0 a los putos partisanos y aquello se parecía a un orgasmo. Que entendieran de una vez por todas quién manda en Serbia, sepultureros de mierda. Que se enteren esos pajarracos negros quién es el jefe en este país.
Dragan, Bojan y tú salieron del estadio con sed de cerveza y pelea. En la cancha le habían roto el culo a los partisanos, pero faltaba algo para redondear la jornada. Podían ir con los gitanos a buscar otro porro o irse a cazar putas, pero al final acabaron en el mismo bar de siempre, comentando las incidencias del partido y esperando algo de la vida. Entonces viste ahí al solitario sepulturero, cargando su camiseta negra y blanca, orgulloso de su derrota y su miseria, ahogando en cerveza oscura la humillación de haber perdido el derbi. ¿Creía el pobre partisano que todo se reduce a ver perder a su mierda de equipito y después largarse al bar a llorar su desgracia? Ahora se iba enterar el sepulturero de mierda el precio tan alto que iba a pagar por llevar esa camiseta delante de tus ojos. Querías una pelea legal, de uno a uno. Cruzaron miradas, compartieron su desprecio y las explicaciones fueron innecesarias. Alguien que se atreve a entrar con una camiseta de Partizán Belgrado al bar que has marcado con tus territoriales orines de macho, es alguien que se arriesga a salir de ahí con el hocico partido. Así lo entendió el sepulturero, que parecía estar solo con su alma en aquel tugurio. Con una seña le hiciste ver a Dragan y a Bojan que no debían intervenir, que aquella era una pelea de frente y era sólo tuya, un dulce postre para redondear la jornada rompiendo la nariz de un maricón partisano. Y a su nariz dirigiste tu puño y el crujir del hueso roto sonó seco, contundente. Habías acertado en el blanco y el pobre sepulturero yacía en el suelo a merced de tus botas, cuando sentiste el botellazo y todo empezó a pintarse de negro. Hasta ese momento, creías que tu víctima era el único potencial oponente que había dentro de ese bar. Desde el suelo y con la vista nublada alcanzaste a ver a cuatro o cinco partisanos salidos de quién sabe dónde, que reían a carcajadas mientras te bañaban en orines. Habías perdido una batalla y por la cantidad de sangre derramada, diríamos que habías estado a punto de perder la guerra y la vida.
TE LLAMAS Predrag; Predrag Jerković y al momento de comenzar esta historia tienes 18 años. Vives en Belgrado y suponiendo que alguien preguntara por tu ocupación o proyecto de vida, la respuesta sería que eres seguidor del Estrella Roja. No un seguidor cualquiera, cabe aclarar, sino un radical de los que la policía tiene identificados como particularmente violentos y problemáticos. Solías integrarte con el grupo rudo de los Delije (héroes), archirrivales del grupo de los Grobari, (sepultureros) del Partizán Belgrado, aunque en últimas fechas se te ha visto apartado del grupo radical, acompañado sólo de un par de amigos con los que sueles beber y fumar porros antes de los partidos. Tu carácter intransigente y emocionalmente inestable te ha traído problemas dentro del propio grupo de ultras del equipo, que han optado por apartarte y mantenerte lejos.
Eres entonces aficionado del Estrella Roja, y la verdad es que no se puede decir mucho más sobre ti. Esa es tu única carta de presentación ante el mundo en el otoño de 1988: Predrag Jerković, 18 años, seguidor del Estrella Roja, sin ocupación conocida. Estudiante ya no eres, pues hace meses te expulsaron de la escuela por conflictivo y pendenciero. No concluiste siquiera la educación media y cuesta mucho creer que con el desastre de historial académico que cargas a cuestas, vayas a entrar algún día a la universidad. Obrero tampoco eres ni has sido, y a la fecha ni siquiera has desarrollado oficio alguno por el que hayas recibido remuneración. Tampoco se te conocen habilidades, a excepción del buen manejo de tus puños en peleas callejeras y un arrojo que a menudo raya en temeridad. Eres alto, tienes buenos músculos, pero careces de la malicia y la frialdad de un buen peleador callejero. Te gusta el rock duro: punk, hard core