Refugio de pasiones - Cat Schield - E-Book

Refugio de pasiones E-Book

Cat Schield

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Beschreibung

Deseo 2173 La frontera entre el amor y el odio estaba a punto de derribarse. El arquitecto de Charleston, Chase Love, tenía que vigilar a Teagan Burns. Su reputación la precedía y no era precisamente buena. La joven, miembro de la alta sociedad de Nueva York, quería comprar la casa ancestral de la familia de Chase, y él estaba decidido a impedírselo. Pero se había encontrado con una contrincante ambiciosa, decidida y… despampanante. Teagan era de armas tomar, aunque no era ella la que estaba siendo irracional. El atractivo arquitecto se negaba a trabajar con ella. Era desesperante…y muy excitante. Sin embargo, cuando el pasado de Teagan la siguió a Charleston, tuvo que elegir entre el enemigo que podría buscarle la ruina o aquel del que se estaba enamorando.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos, 8B - Planta 18

28036 Madrid

 

© 2022 ©

© 2023 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Refugio de pasiones, n.º 2173 - julio 2023

Título original: The trouble with love and hate

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 9788411800655

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

 

 

 

 

Chase Love estaba sentado en el sofá de su despacho con su sobrina de dos años dormida en el regazo. La hermana mayor de la pequeña estaba tumbada en el suelo, a sus pies, coloreando en su cuaderno.

Al otro lado de la estancia, sentada en la mesa de reuniones, la agente inmobiliaria Sawyer Thurston hablaba por teléfono, tratando de cerrar una vez más un acuerdo con un primo tercero de Chase. Hacía una década que Rufus Calloway había heredado una casa en ruinas en Charleston, con un enorme valor sentimental para la madre de Chase. Desde entonces, Maybelle Love había estado tratando de convencer a su primo de que le vendiera aquella propiedad abandonada.

–¡Me da igual lo que ofrezcan! –bramó Rufus desde el otro extremo de la línea telefónica–. Jamás permitiré que esa familia se quede con la casa.

Después de aquella contundente declaración, Rufus colgó. Sawyer bajó el teléfono y suspiró.

–Ha sido un no rotundo.

–Ya lo he oído.

La pequeña Annabelle, de cuatro años, se levantó del suelo y corrió hacia Sawyer.

–Mira lo que he coloreado.

–Qué bonito –exclamó la amiga de Chase admirando el dibujo–. Cuando lo acabes, ¿puedo quedármelo para ponerlo en mi despacho?

–Sí, claro.

Annabelle volvió a tumbarse en el suelo y siguió pintando. Sawyer se acercó a él.

–¿Qué hacemos ahora? –preguntó Chase y le hizo una seña para que se sentara a su lado.

Sawyer se acomodó en el sofá y miró a la niña dormida antes de clavar la vista en él.

–Rufus no va a vender esa casa a nadie de tu familia.

–No estoy dispuesto a darme por vencido.

–Lo sé. Hay rumores de que su situación económica ha empeorado y necesita vender la casa, pero se niega a vendérsela a tu familia. Creo que he encontrado un comprador que agradará tanto a Rufus como a tu madre.

–Mi madre quiere restaurar la casa para que recupere su antiguo esplendor. Si no podemos comprarla, es importante que el comprador conozca su significado histórico. Se hundirá si la echan abajo y construyen una de esas monstruosidades modernas.

–Lo sé –replicó Sawyer dirigiéndole una mirada desesperada. Habían mantenido aquella misma conversación muchas veces–. Esta persona quiere adquirir una propiedad histórica para restaurarla. Nada más enterarme de que Rufus iba a vender, me puse en contacto con ella y se lo conté todo. Le he explicado que ya tienes preparados los planos con todo lo que hay que hacer para que el edificio cumpla la normativa actual. Está deseando trabajar contigo.

Sawyer tenía un interés especial en inmuebles históricos y solía llevar clientes a East Bay Construction, la empresa de construcciones y reformas de Chase y su socio Knox Poole.

–¿De quién se trata?

A Chase no le hacía mucha gracia aquello, pero agradecía el pragmatismo de Sawyer. Su madre estaba empeñada en recuperar la casa y se negaba a considerar otras opciones.

–Alguien que no es de la zona –dijo Sawyer y, al ver que Chase fruncía el ceño, añadió–: Pero tiene una estrecha relación con una de las familias más arraigadas de Charleston.

–¿De quién se trata? –repitió en tono amenazante.

–Teagan Burns –contestó Sawyer evitando mirarlo.

–¿La prima de Ethan?

Chase se quedó sorprendido ante aquella sugerencia. Desde que llegó a Charleston hacía un mes, aquella mujer de la alta sociedad neoyorquina no había dejado de crear problemas al mejor amigo de Chase, Ethan Watts.

–De ninguna manera –concluyó.

–Venga, es el tipo de cliente que te gusta. Es una apasionada de la restauración –dijo Sawyer, y sonrió–. Y tiene un presupuesto ilimitado –añadió en tono persuasivo–. Es una mujer sensible, inteligente y muy agradable. Creo que es la socia perfecta para este proyecto.

–No funcionará –dijo Chase sacudiendo la cabeza.

–Venga –replicó Sawyer, con un brillo entusiasmado en sus ojos grises–. Es lista, ambiciosa y sabe exactamente lo que quiere.

–Parece que sientes lástima por ella.

–No creo que sea una persona tan terrible. Simplemente, cometió un error. ¿Sabes por qué está interesada en la casa de los Calloway?

–Porque se ha encaprichado de restaurar una casa histórica.

–Y dar un hogar de acogida a mujeres víctimas de violencia doméstica.

Sawyer había tocado su punto débil. Durante años, su hermana mayor había sufrido maltratos en una relación. Lo había ocultado al resto de la familia y Chase se sentía culpable por no haberse dado cuenta. Cuando por fin Nola había conseguido escapar de la situación, había recurrido a su familia. No todas las mujeres tenían esa suerte.

–Quiere encontrar un sitio donde se pueda dar cobijo a varias familias –continuó Sawyer–. Le he enseñado varias casas en el entorno de Charleston, y la mansión de los Calloway es la primera que le ha interesado.

–¿Así que ya la ha visto?

El mal estado de aquella casa victoriana de comienzos de siglo llevaba una década ahuyentando a compradores.

–Solo las fotos del anuncio. En breve se la enseñaré –dijo Sawyer inclinándose hacia delante–. Sé que tu madre y tú os morís de ganas por ver la casa restaurada y Teagan quiere hacer algo bueno por la comunidad. Todos salimos ganando.

–Yo lo que veo es a una manipuladora que lo único que busca es limpiar su imagen. Creo que mi madre se angustiará aún más.

Chase era incapaz de imaginarse a Teagan de clienta.

–Estoy convencida de que se ha dado cuenta de que ha metido la pata y quiere arreglar las cosas.

–No estoy seguro de que vaya a conseguirlo –dijo Chase negando con la cabeza–. Mira cómo trató de arrebatarle a Ethan su puesto en Watts Shipping y trató de implicar a su hermana.

–Pero ya ha reconocido que fue un error. Vino a Charleston a estrechar lazos con su familia biológica y no se dio cuenta de lo unidos que estaban los Watt. Está destrozada porque todos están enfadados con ella.

La familia de Ethan llevaba años buscando a la heredera y por fin había dado con ella después de una prueba genética. Su llegada a Charleston había sido muy esperada. Sin embargo, no había resultado ser como esperaban.

Por lo que su mejor amigo le había contado, Teagan no estaba interesada en entablar una relación con su familia de Charleston. Tenía puestas sus miras en ser nombrada presidenta de la compañía familiar, Watts Shipping, un puesto que Ethan confiaba en ocupar algún día. Para conseguirlo, había tenido que distraer a su primo para que no se diera cuenta de lo que se traía entre manos. Teagan había propiciado la atracción entre Ethan y su hermana adoptiva sin imaginar que la pareja acabaría enamorándose y que Sienna se pondría del lado de Ethan.

–Al menos, deberías oír lo que tiene que decir antes de rechazar la idea –dijo Sawyer.

Chase no estaba muy convencido.

–¿Cómo os conocisteis?

–Por mediación de Poppy al poco de que Teagan llegara a la ciudad, mucho antes de que el asunto de Ethan estallara.

Poppy Shaw era prima de Ethan. Muestra de lo mal que Teagan había encajado con sus familiares de Charleston era que Poppy, un espíritu libre de carácter bondadoso, se negaba a dar la cara por ella.

–Le he enseñado un montón de casas que necesitan reformas, pero ninguna de ellas cumplía sus expectativas. Creo que la casa Calloway sería perfecta.

A pesar de la decepción por no poder adquirir la casa para su madre, Chase pensaba que era una buena opción encontrar un comprador que devolviera a aquella edificación histórica su antiguo esplendor. Pero no Teagan Burns. Esa alianza podría perjudicar a su mejor amigo y Chase no acababa de creerse el supuesto interés filantrópico de aquella mujer.

–No.

–¿Por qué? –preguntó Sawyer entornando los ojos.

–Porque es de Nueva York.

–¿Qué tiene eso que ver? –dijo la agente inmobiliaria y suspiró.

–Estamos hablando de la casa de mi familia. No creo que sepa apreciar la historia…

–Hay muchos edificios históricos en Nueva York.

–Sí, edificios que están echando abajo para construir modernos rascacielos.

–Ni siquiera la conoces. ¿Por qué no hablas antes con ella? –dijo Sawyer, y al ver que no obtenía respuesta, continuó–. Hemos quedado dentro de quince minutos en la casa.

Todo indicaba que, aunque no estuviera de acuerdo, Teagan Burns iba a convertirse en la propietaria de la casa Calloway. Chase apretó los dientes, pensando en la niña dormida que tenía en el regazo y en la que se afanaba en pintar un cocodrilo. ¿Qué debía hacer con sus sobrinas? Nola tardaría todavía una hora más en recoger a sus hijas.

–Tráelas –dijo Sawyer, leyéndole la mente.

–¿A una reunión de negocios?

–¿Así que ahora es una reunión de negocios? –preguntó Sawyer, satisfecha–. ¿Eso quiere decir que estás dispuesto a permitir que Teagan se implique en el proyecto?

¿De verdad lo estaba considerando? Seguramente descartaría la casa en ruinas en cuanto viera.

–Lo que quiere decir es que estoy empeñado en preservar la casa de los antepasados de mi madre.

Una afirmación atrevida, aunque el desasosiego hacia Teagan persistía cuando quince minutos más tarde se detuvo ante la casa de Rufus Calloway. Su ubicación, directamente frente a la casa de Chase, era un recordatorio constante de las malas relaciones entre las dos ramas de su familia. Cinco años atrás, Chase había comprado aquella casa histórica unifamiliar donde vivía y la había transformado con la esperanza de que Rufus reconociera un trabajo bien hecho y le vendiera su destartalada casa victoriana. Por desgracia, su primo tercero no estaba dispuesto a olvidar aquel rencor que reinaba en la familia desde hacía cien años.

Un todoterreno blanco metalizado estaba aparcado frente a la casa. En la acera, una mujer rubia esperaba de espaldas a él. Era Teagan Burns.

Aunque llevaba unas semanas en Charleston, Chase no había tenido la oportunidad de conocerla. Había muchos proyectos que tenía que acabar para participar en los premios anuales Carolopolis. Teniendo en cuenta lo mal que aquella mujer había tratado a su mejor amigo, tampoco le había interesado. Sin embargo, si quería hacerse con la casa familiar de su madre, no iba a tener más remedio que tratarla.

Se quedó observándola. Llevaba un vestido claro sin mangas que resaltaba sus curvas y dejaba al descubierto sus brazos tonificados. Unas ondas rubias caían en cascada hasta su cintura. Elegante y sofisticada, parecía fuera de lugar frente a aquella estructura gris y abandonada.

La pequeña Annabelle, de cuatro años, se había quedado dormida durante los diez minutos de trayecto y refunfuñó cuando Chase la sacó del coche y la puso en el suelo. En cambio, Hazel estaba descansada después de su siesta y tenía mucha energía.

Sawyer no había llegado cuando Chase cruzó la calle flanqueado por sus sobrinas y se acercó a la neoyorquina.

–¿Señorita Burns?

Teagan se volvió al oír su nombre y abrió los ojos como platos al ver a Chase.

–Soy Chase Love.

–Hola.

Aquella sonrisa deslumbrante lo pilló desprevenido. Aunque Ethan le había enseñado fotos de Teagan Burns cuando se descubrió que era la hija perdida de su tía Ava, aquellas imágenes no le habían causado el mismo impacto que verla en persona.

–Sawyer Thurston es mi socia. Cuando me contó que estaba interesada en la casa Calloway, pensó que sería una buena idea que estuviera presente en la visita ya que la conozco muy bien.

Como su nombre no le decía nada, no habló de su conexión con Ethan. Si acababan trabajando juntos en el futuro, ya se ocuparía de ese problema.

–Por supuesto. Su estudio es muy conocido por las magnificas reformas que hacen en edificios históricos. Estoy deseando oír sus propuestas –dijo ladeando la cabeza y mirando a sus sobrinas. ¿Y quienes son estas dos jovencitas?

–Yo soy Annabelle y ella es mi hermana Hazel.

Las dos hermanas hablaban por los codos, al igual que su madre. La pequeña Hazel todavía no era capaz de formar frases completas, pero repetía lo que oía de su hermana mayor.

–Me llamo Teagan –dijo inclinándose para ofrecerle su mano a Annabelle–. Encantada de conocerte.

Chase se sintió aturdido al ver aquella tierna sonrisa que dedicó a sus sobrinas. También por su belleza y encanto. Se la había imaginado altiva y mandona, una mujer frívola más preocupada por su aspecto. Sin embargo, Teagan era una desconcertante mezcla entre sensualidad y elegancia.

Aunque Hazel solía ser recelosa con los desconocidos, cedió ante la cautivadora sonrisa de Teagan y le tendió la mano. Un segundo más tarde, su mirada fue a posarse en la suya y sus palmas se unieron. Una fina capa de sudor brillaba sobre su piel, provocada por el sol y el ambiente cálido. Las notas cítricas de su perfume lo aturdieron. Cautivado por su belleza, sintió un despertar sexual en su cuerpo. A continuación pánico. ¿Cómo era posible que la encontrara atractiva? No podía traicionar así su amistad con Ethan.

–Sawyer aparecerá en cualquier momento –dijo Chase con una ligera nota grave en su voz, y le soltó la mano–. Mientras, puedo ir contándole algo de la casa –añadió, deseando desesperadamente que Sawyer apareciera y lo rescatara.

–Dijiste que íbamos a tomar un helado –protestó Annabelle tirándole de la mano–. ¿Cuándo vamos por el helado?

–¡Helado! ¡Helado! –repitió Hazel dando saltos a su izquierda.

–Enseguida. Antes tenemos que enseñarle la casa a la señorita Burns.

–¿Por qué?

–Porque está pensando en comprarla –respondió con un sabor amargo en la boca.

Annabelle miró sorprendida la casa, el jardín lleno de maleza y la valla rota.

–¿Para qué iba a comprarla? –preguntó la niña mirando a Teagan–. ¿Acaso está loca?

–Antes habrá que arreglarla –contestó Chase evitando mirar a Teagan.

–No sé –dijo Annabelle sin ocultar su escepticismo–. Es una casa muy fea.

–Yo me dedico a hacer bonitas las casas feas –le recordó, y miró a Teagan, que seguía muy interesada la conversación.

–Pero es que es una casa muy, muy fea –insistió la pequeña.

–Por eso precisamente quiero comprarla–. Estoy deseando restaurarla y que se vea bonita.

–Nosotras vivimos en una casa vieja –explicó Annabelle–. Mi madre se pasa el día diciendo que las cosas no funcionan.

–Bueno, seguro que tu papá puede arreglar alguna –comentó Teagan sonriendo.

–Mi papá es médico –explicó Annabelle–. Se dedica a curar a la gente.

Una arruga se dibujó entre las perfectas cejas de Teagan, que miró divertida a Chase.

–Ah, lo siento, pensé…

–Él no es mi papá –aclaró Annabelle.

–Soy su tío –intervino Chase mientras sus sobrinas rompían en risitas.

–Entiendo.

Teagan lo miró con otros ojos, haciendo que la temperatura de Chase se elevara. Por su expresión, le gustaba lo que veía. Aquella mujer iba a ser más problemática de lo que en un principio había pensado.

–Sí, bueno…

Se había quedado sin palabras. Su inesperada reacción lo había pillado con la guardia baja. Se sentía atraído hacia la mujer que había herido a su mejor amigo, algo que iba completamente en contra de sus principios. Ethan siempre había contado con que Chase le cubriera las espaldas, lo cual podía peligrar si dejaba de considerar a Teagan como una entrometida superficial y manipuladora dispuesta a hacer daño a cualquiera que se cruzara en su camino.

Su teléfono emitió un sonido al recibir un mensaje. Miró la pantalla y apretó los dientes.

–Parece que Sawyer se retrasa. Dice que empecemos sin ella.

Teagan debió de darse cuenta de su fastidio porque asintió con la cabeza y se concentró en el asunto que los había llevado allí.

–Claro, empecemos la visita.

 

 

Teagan necesitaba un momento para recuperar la respiración y dejar que sus sentidos volvieran a encontrar el equilibrio. Aunque Sawyer le había hablado de aquel especialista en reformas, la única imagen de él que aparecía en la página web de su empresa no la había preparado para la impresión de conocer a aquel atractivo arquitecto en persona.

Por si el ambiente de Charleston no fuera lo suficientemente bochornoso para elevar su temperatura, el repentino estallido de calor al darle la mano le había provocado que una mezcla de piel de gallina y sudor le brotara por todo el cuerpo. Era ridículo alegrarse de que Chase Love no estuviera casado ni fuera el padre de aquellas niñas tan adorables. A pesar de que había conocido a varios hombres atractivos desde su llegada a Charleston, ninguno le había provocado el deseo de seducirlo. Aquella mandíbula firme y la dureza de sus ojos pardos la atraían y la hacían desearlo. Sus hombros anchos y su porte serio despertaban en ella el impulso de coquetear con él, algo que no era una buena idea si quería que la tomara seriamente como inversora. Unas hormonas descontroladas podían ser un problema si quería trabajar en estrecho contacto con Chase.

Estaba pensando cómo convencerlo de que era una empresaria seria con un objetivo muy claro cuando la más pequeña de las niñas dijo algo que le hizo sonreír.

–¿Empezamos por las tres cabañas? –preguntó Chase–. Mi hermana llegará en quince minutos para recoger a las niñas. Será mejor que veamos la casa principal sin que nos distraigan.

–Claro –murmuró, confiando en que achacara el calor de sus mejillas al sol implacable.

Chase le hizo un gesto para que lo precediera por el camino de hormigón agrietado que conducía al porche. Después de dirigir la mirada a aquella construcción victoriana, se fijó en las tres construcciones que había detrás. Sin Chase a la vista, le era más fácil controlar sus pensamientos y concentrarse en el motivo por el que estaba allí.

Además de la casa principal, la propiedad contaba con tres casas de invitados, independientes, que pretendía convertir en hogares para mujeres en situación de riesgo. Teagan se había inspirado para el proyecto después de conocer a Zoe Daily, propietaria de una boutique del centro de Charleston llamada Second Chance Treasures. Se trataba de una tienda de manualidades hechas por víctimas de violencia doméstica. Aunque desde su llegada a Charleston un mes antes había estado buscando una casa histórica para reformar, Teagan había tenido la idea de que pudiera servir también para mujeres necesitadas después de saber que Zoe había estado viviendo en la trastienda de su boutique tras huir de un marido violento. Desde entonces, su sueño había sido ayudar a otras mujeres en similares circunstancias.

–Sawyer me dijo que estaban en mejores condiciones que la casa principal.

–Así es. Esas casas han estado alquiladas hasta hace poco –dijo Chase, sin apartar la vista de sus sobrinas, que exploraban la maleza del jardín–. Se construyeron a mediados de los años cincuenta.

Sacaron las llaves de una pequeña caja con código de seguridad y enseguida Chase se dispuso a abrir la primera. Teagan se quedó estudiando el exterior de las casas, pensando en lo que podría hacerse en ellas. Chase fue a abrir las otras dos casas y dejó a Teagan examinando la del medio.

–¿Qué le parece? –preguntó Chase al verla salir de la casa.

–No está tan mal como imaginaba. Salvo imprevistos, supongo que estarán listas en un mes.

Después de ver las otras dos casas, su entusiasmo fue en aumento.

–¿Lista para ver la casa principal? –preguntó señalando la gran mansión victoriana.

–Desde luego.

–Disculpe un momento –dijo Chase antes de alejarse de ella por el camino de entrada.

Había estado tan absorta en la casa imaginando el color de la pintura que no se había dado cuenta del todoterreno blanco que se había parado junto a la acera. Una mujer rubia rodeó el vehículo y abrazó a las niñas. Teagan sintió un nudo en la garganta al ver el reencuentro de madre e hijas. Jamás ella o Sienna se habían alegrado de ver a Anna Burns. Su madre nunca había sido tierna.

Una punzada de resentimiento la asaltó, pillándola desprevenida. Sus padres adoptivos Anna y Samuel Burns le habían dado todo lo que el dinero podía comprar y Teagan no tenía ninguna queja de su educación en colegios privados, su ropa de marca o las increíbles vacaciones que siempre habían disfrutado en Europa. Pero eso no incluía abrazos, mimos ni cuentos a la hora de dormir. Para eso estaban las niñeras.

No había sido hasta que Teagan había llegado a Charleston y había sido recibida por su familia biológica que había descubierto lo que era sentirse querida. Un año antes había enviado una muestra genética a un laboratorio con la esperanza de encontrar a su padre o de dar con la familia de su madre. Nunca había imaginado que su búsqueda la llevaría a Charleston.

Sus padres adoptivos la habían criado para ser ambiciosa y desconfiada, y por ello Teagan se había puesto a la defensiva cuando sus parientes sureños, excluyendo a su primo Ethan, la habían acogido en sus vidas y le habían demostrado un gran cariño. La falta de confianza la había llevado a cometer más de un error.

Teagan, perfeccionista de los pies a la cabeza, no podía dejar Manhattan sin tener algo a lo que dedicarse en Charleston. Dirigir la empresa familiar parecía la respuesta perfecta. El hecho de que su primo Ethan ya hubiera sido designado el próximo presidente de Watts Shipping no había sido más que un obstáculo a salvar.

Por desgracia, su empecinamiento la había llevado a hacer daño a la única persona en la que siempre había podido confiar: su hermana mayor Sienna. No había tenido en cuenta que a Sienna no se le daba bien disimular cuando le había pedido que espiara a Ethan. Tampoco había imaginado que su hermana acabaría enamorándose de él. Por su culpa, la pareja había pasado por una ruptura dolorosa antes de reconciliarse. Si Teagan no hubiera estado tan centrada en sí misma, se habría dado cuenta de que algo auténtico y duradero había surgido entre la pareja y se habría apartado. Sin embargo, su obstinación le había impedido ver lo que era mejor para Sienna.

En aquel momento su familia biológica no le hablaba, así que Teagan había decidido demostrarles que no era una arpía insensible y egoísta. Les enseñaría su lado más filantrópico restaurando una casa histórica del centro de Charleston y ofreciendo refugio a víctimas de abusos domésticos. Con el tiempo, confiaba en que alguien le diera una segunda oportunidad.

–Como puede ver, la casa está en una situación lamentable –dijo Chase al reunirse con Teagan en el sombrío y alargado vestíbulo.