Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Durante siglos, la filosofía se ha centrado en comprender el conocimiento, la verdad y la realidad. Mientras que abundan explicaciones y análisis sobre los casos en los que el conocimiento es exitoso, se han dejado de lado fenómenos epistemológicos negativos tales como la ignorancia, la ilusión o el engaño, a pesar de nuestra evidente falibilidad. Sentido, sinsentido y subjetividad propone una teoría del pensamiento falso, mostrando que la equivocación es parte constitutiva de la subjetividad y que quien desea conocer, incluso en sus aciertos, nunca está libre de error. Frente a la tradición que concibe la subjetividad como autorrepresentación consciente e infalible, Gabriel propone una teoría que busca explicar cómo y por qué captamos la realidad de manera errónea. Ser alguien, aboga el autor, implica estar equivocado sobre algo. Este libro plantea una reflexión actual sobre la fragilidad del conocimiento, en tiempos donde lo verdadero y lo falso tienden a confundirse. Su apuesta, sin sucumbir a algún tipo de pesimismo o nihilismo, es que debemos liberarnos de la ilusión de una sociedad libre de ilusiones.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 623
Veröffentlichungsjahr: 2025
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Registro de la Propiedad Intelectual Nº 2025-A-11040
ISBN: 978-956-6426-20-2
ISBN digital: 978-956-6426-21-9
Imagen de portada: Felipe Rivas San Martín, Errores de Goya IV (2023). Óleo sobre tela a partir de boceto generado con IA. 70x50 cm. Cortesía del artista.
Diseño de portada y diagramación: Paula Lobiano B.
Diagramación digital: Paula Lobiano B.
Corrección: Javier Pavez Muñoz
Traducción: Ignacio Veraguas y Gabriela Muñoz
Sense, Nonsense, and Subjectivity de Markus Gabriel – Copyright © 2024 por el President and Fellows of Harvard College.
Esta edición se publica por acuerdo con Harvard University Press a través de
International Editors y Yañez’ Co.
De la traducción © ediciones / metales pesados
Todos los derechos reservados
E mail: [email protected]
www.metalespesados.cl
Madrid 1998 - Santiago Centro
Teléfono: (56-2) 26328926
Santiago de Chile, noviembre de 2025
Impreso por DpiPrint Spa
A Wolfram Hogrebe, profesor y amigo
Introducción
I. Sentido
Primera parte. Expansión del sentido
Superando la metafísica dualista
Sentido objetivo y subjetivo
La mente como una interfaz
Sentido objetivo y significado (lingüístico)
Sentido y consciencia
Pensadores pensantes
Segunda parte. Restricción del sentido
Conceptos fundamentales de la ontología de los campos de sentido (OCS)
Sentido y ninguna imagen (intuición) del mundo
La realidad: por qué es casi lo que parece
Hechos sin objetos: el camino hacia el sinsentido
II. Sinsentido
La metafísica de primer orden como confusión de campo
Confusión local: consciencia y sinsentido
Sinsentido ontológico
El desafío de Carman: el sinsentido entre líneas
El sinsentido como la firma ontológica de la subjetividad
III. Subjetividad
Primera parte. Subjetividad y falibilidad
Nuestra falibilidad
La paradoja de la autoconsciencia y la presunción de subjetividad
La brecha justificativa
La consciencia como una ilusión objetivamente existente
Segunda parte. El lugar de la subjetividad en la naturaleza
El ficcionalismo como una forma de realismo
Universo, naturaleza, consciencia
Tercera parte. Subjetividad práctica
Autodeterminación falible
Ética y antropología
Conclusión
Ideología
Propaganda
Ignorancia
Glosario
Bibliografía
Agradecimientos
Notas
Página de título
Página de copyright
Epígrafe
Índice de contenido
Introducción
Capítulo
Capítulo
Capítulo
Conclusión
Glosario
Bibliografía
Agradecimientos
Notas al pie
Somos sujetos que formulamos pretensiones de conocimiento. Algunas de nuestras pretensiones aciertan y equivalen a conocimiento, mientras que otras fracasan. Durante milenios la filosofía ha especulado sobre la estructura y el alcance del conocimiento; en este contexto, las teorías de la verdad y de la justificación nos han permitido comprender cómo es que las sujetos1 pueden estar en contacto epistémico con cómo las cosas son en su entorno, a menudo también denominado «mundo exterior». Estas teorías, por tanto, nos orientan hacia los pilares que fundamentan la arquitectura del éxito epistémico, o buen caso del conocimiento.
Mientras abundan las teorías sobre la verdad, la justificación y el conocimiento como máximos logros epistémicos, los fenómenos epistemológicos negativos, tales como la ignorancia, los engaños, los errores, las confusiones, las incoherencias y los pensamientos falsos, han sido mucho menos estudiados. Pero si se observan con detenimiento, resultan estar inextricablemente vinculados a nuestra condición de sujetos capaces de producir pretensiones de conocimiento. Por este motivo, necesitamos una teoría del pensamiento falso que esté anclada a una explicación de cómo tanto el pensamiento verdadero como el falso, el conocimiento y sus variadas contrapartes, pueden implementarse en la realidad de las prácticas encarnadas y socialmente orquestadas a través de las cuales nosotros, animales dotados de mente, producimos conocimiento objetivo y compartible en condiciones falibles. Dicho brevemente, necesitamos entender la naturaleza de estar equivocados. Ese es el proyecto del libro que estás a punto de leer.
Aristóteles señaló al inicio de su Metafísica que los seres humanos están constitutivamente interesados en el conocimiento. Deseamos saber2. De esta declaración deriva su propia descripción de los diferentes tipos de conocimiento, en donde la forma más importante de conocer es lo que él –así como también su maestro Platón– denominó «ciencia» (ἐπιστήμη, episteme). Esto no debe confundirse con la idea, hoy en día popular pero errónea, de que los métodos de las ciencias naturales son la guía definitiva hacia la verdad y la realidad. Conocimiento o ciencia, como bien pensaban Platón y Aristóteles, son los títulos para nuestro máximo logro epistémico. Son el resultado de pretensiones de conocimiento, hechas y compartidas por seres humanos, que trascienden las meras opiniones (δόξα, doxa) sobre cómo son las cosas al entrar en contacto con una realidad que, en gran medida, no es obra nuestra.
Aristóteles y Platón se percataron muy pronto de que en las pretensiones de conocimiento acertadas el pensamiento y el ser parecen fundirse. Lo que conecta al pensamiento y al ser en la consecución del conocimiento es una forma particular de justificación o explicación (un λόγος, lógos, como dirían nuestros antepasados filosóficos). En pocas palabras, el conocimiento o la ciencia (ἐπιστήμη) equivale a una creencia verdadera justificada de manera no accidental, donde una creencia significa «tomar algo como verdadero» (una δóξα, que viene de δέχεσθαι, déchesthai, «tomar»), y la justificación no accidental es aquello que relaciona a la sujeto que conoce con los hechos o verdades que desea conocer3.
En este sentido, el conocimiento es sencillo (lo que no significa que sea conceptualmente imposible de analizar): unifica a la sujeto con una realidad en gran medida independiente de su mente, realidad a la que se dirige en su deseo de saber cómo son las cosas. A partir de esta línea de pensamiento, el paradigma del conocimiento a lo largo de los siglos se convirtió en conocimiento proposicional en la forma «S sabe que p». Aquí «p» refiere a una proposición verdadera o a un hecho, mientras que «sabe» alude a la toma de algo como verdadero por parte de la sujeto, de forma justificada y no accidental.
Sin embargo, por simple y familiar que parezca todo esto (al menos para las y los epistemólogos contemporáneos, que se centran en analizar los elementos del conocimiento proposicional), la sujeto (S) que realiza una pretensión de conocimiento, que puede ser correcta (y equivaler a conocimiento) o errónea (y equivaler a alguna especie de no-saber), suele quedar fuera de la ecuación. Si el conocimiento es creencia verdadera justificada de manera no accidental, entonces ¿quién es la sujeto de una pretensiónde conocimiento y cómo se relaciona el caso exitoso del conocimiento con su portadora falible?
La siguiente investigación se posiciona en este punto ciego de la epistemología contemporánea, trayendo a escena un elemento olvidado por la tradición filosófica. Mientras el conocimiento y la verdad son sencillos dado que tenemos familiaridad con su análisis básico, sus contrapartes como la ignorancia, la falsedad y otros fenómenos afines, han sido en gran parte ignorados. Esto es aún más llamativo en un contexto sociopolítico en el que la misma ignorancia, el negacionismo, las fake news, los sistemas digitales de manipulación, las redes sociales, la ideología, la propaganda, la ciencia ficción, las teorías conspirativas, la mitificación, la incertidumbre, el falso juicio y toda clase de engaños e ilusiones acechan la esfera pública.
Recientemente se han escrito varios y prominentes estudios filosóficos y sociológicos sobre los vicios epistémicos, el negacionismo, la ideología, la propaganda, la agnotología, la manipulación y la era política de la posverdad4. Y, como era de esperarse, la psicología, la economía conductual, la neurociencia y la filosofía han estudiado el ruido, las ilusiones, los engaños, las alucinaciones, los sesgos, y otros defectos fundamentales en los procesos de pensamiento, juicio y acción. Sin embargo, aún falta una visión conceptual sobre la conexión entre los distintos modos del ser/estar equivocado (la ontología de la confusión, los errores, la falsedad, entre otros) y la teoría del pensamiento subjetivo y encarnado, sin la cual no podemos entender plenamente a la sujeto que formula pretensiones de conocimiento falibles5.
El propio Platón situó el problema de la falsedad y el error en el centro del escenario, tanto en su reflexión sobre el conocimiento en el Teeteto como en su ontología en ElSofista, al preguntarse cómo es posible ser/estar equivocado (ψεῦδος, pseûdos). Para él, el problema de la falsedad y del no-ser (μὴ ὄν, mē ón) están conectados, porque se percató de que nuestra capacidad para producir pensamientos falsos está ligada al hecho de que no necesariamente acertamos con la realidad o con el ser. Mientras que el conocimiento es una forma paradigmática de acertar con la realidad, formular pretensiones de conocimiento presupone la inteligibilidad del error. Acertar, por tanto, no puede ser simplemente una fusión entre pensamiento y ser que ocurre por mera coincidencia. De lo contrario, no podríamos considerar el caso exitoso del conocimiento como un logro. Sería un mero acontecimiento mental sobre cuyo éxito no tendríamos control alguno y, por ende, también sería incompatible con la idea misma de un logos o de un método que vincule al pensamiento y al ser, permitiéndonos rendir cuentas de nuestras más firmes creencias.
El estado mental del conocimiento es inmune a la revisión racional: no es falible. Pero esto no significa que las sujetos del conocimiento sean capaces, por lo general, de formular pretensiones de conocimiento exitosas por el mero hecho de inspeccionar sus propias razones para sostener una creencia verdadera. Acertar deja lugar a una posible duda (de segundo orden) sobre el propio estado mental, incluso en los casos en que constituye conocimiento. En cambio, equivocarse es compatible con una actitud dogmática: se puede estar equivocado y, al mismo tiempo, tener plena certeza de que no solo se está en lo correcto, sino que su pretensión de conocimiento se ha confirmado mediante el mejor método disponible en un momento dado de su vida epistémica6.
Desde los orígenes de la epistemología y la ontología se ha comprendido cada vez mejor la verdad, el conocimiento y el ser. Se han producido avances significativos en la teoría de la verdad proposicional, dando lugar a impresionantes proezas formales y técnicas que trascienden el ámbito de la producción de conocimiento académico. La inteligencia artificial no es más que la última articulación de nuestra comprensión sobre la arquitectura del pensamiento exitoso controlado de forma lógica y de la adquisición del conocimiento.
Llama la atención la falta de una explicación filosófica igualmente sofisticada de la falsedad, la ignorancia y otras deficiencias epistémicas. Este libro intenta colmar esta laguna ofreciendo elementos para una teoría del pensamiento falso. En esta línea, argumentaré que la teoría del pensamiento falso es parte integral de la teoría de la subjetividad, es decir, de una respuesta sistemática a la pregunta de quién es S en la formulación de una pretensión de conocimiento que conecta a alguien con los hechos que desea conocer.
Al igual que la teoría del conocimiento (epistemología) va de la mano de una explicación articulada asociada con la verdad, la teoría de la ignorancia (agnotología) está inextricablemente ligada a una teoría de la falsedad o de la equivocación. En este contexto, distingo entre la mera falsedad yel estar/ser equivocado. La mera falsedad es simplemente la contraparte de la verdad, es decir, no-verdad. Si pensamos en la verdad y la falsedad como propiedades de proposiciones (lo cual solo es una parte de la verdad acerca de la verdad y la falsedad, como veremos en su momento) es sencillo (aunque no muy esclarecedor) definir la falsedad simplemente como no-verdad. Dependiendo de la teoría de la verdad más específica de cada uno, la no-verdad equivaldría, por ejemplo, a la no correspondencia entre una oración y los hechos, o entre la mente y la realidad; a una forma de incoherencia; a un desacuerdo irresoluble; o sencillamente a un signo de negación frente a una estricta proposición estipulada como verdadera7. Sin embargo, esto no clarifica qué implica que alguien se encuentre equivocado, no advierte el núcleo positivo del fenómeno epistemológico negativo, como llamo a los modos del ser/estar equivocado.
El núcleo positivo del fenómeno epistemológico negativo es en sí mismo una forma de ser. El factor subjetivo, que no se puede eliminar en el ámbito de las pretensiones de conocimiento, confiere solidez a los errores. Dado que las sujetos desean saber y producir pretensiones de conocimiento, se encuentran en estados particulares cuando fracasan en su intento por conseguir detalles de su entorno que es, en gran parte, independiente de su mente. Pero estos fallos no son irreales, ni mucho menos inconsecuentes. Los aciertos y las equivocaciones son a menudo cuestiones de supervivencia, que es una de las razones por las que valoramos el buen caso del conocimiento.
La teoría del pensamiento falso, de ser/estar equivocado y de la subjetividad que ofrezco en este libro están insertos en un marco teórico más amplio del que derivan los métodos desplegados a continuación. Desde algunos años hasta hoy, he denominado a este marco la ontología de los campos de sentido, u OCS en breve [por sus siglas en castellano; en inglés: ontology of fields of senses, FOS]8. El principio básico de la ontología de los campos de sentido es que para que algo exista debe aparecer en un campo de sentido (un cds, para abreviar [por sus siglas en castellano; en inglés: field of sense, fos]). Nunca tratamos con objetos aislados, sino siempre con objetos que son parte de un contexto o dominio más amplio. Existir es estar en un dominio (o en múltiples dominios), destacar (como sugiere la etimología de existencia, ek-sistere) entre otros objetos. Los objetos materiales existen como partes del universo, mientras que los números existen como partes de estructuras matemáticas que son, por su propia naturaleza, inmateriales. Otros objetos, como los ficticios o imaginarios, existen en dominios o cds cuya existencia depende de acciones mentales. En breve, la OCS parte de la premisa de que existe una pluralidad de cds, lo que equivale a una forma de pluralismo ontológico fuerte cuyos contornos reconstruiré en el Capítulo 1, centrándome en el rol del sentido en la constitución de la realidad.
Si realidad es el nombre preliminar para el dominio al que se dirige nuestro pensamiento cuando realizamos pretensiones de conocimiento (un dominio que contiene ipso facto pretensiones de conocimiento), se puede leer el principio básico de la OCS como un sustento a la tesis de que, al conocer o al fracasar en el intento de conocer, no producimos ni damos sentido a una realidad carente de sentido. Más bien, cuando entramos en la escena epistémica y de la existencia, encontramos un sentido que ya está ahí. Aprehendemos el sentido, una idea encapsulada en la (casi extinta) metáfora de un con-cepto (con-cipere significa agarrar o capturar).
La última gran figura de la historia de la lógica y la epistemología que palpó la dimensión háptica del conocimiento como una especie de contacto fue Gottlob Frege, a quien debemos las concepciones modernas del sentido como modo de presentación de los objetos9. Siguiendo el trabajo de Frege, en las páginas que siguen se argumenta a favor –y luego se apoya en– de una forma de realismo sobre el sentido que es parte del paisaje filosófico contemporáneo del nuevo realismo10. Frege pensaba que pensar era una forma de captar un sentido. Sin embargo, nunca aclaró en qué sentido el pensar podía ser una actividad de la pensadora, ya que temía que al introducir a una sujeto en la escena se socavara la objetividad del conocimiento. En eso se equivocaba. En contraposición al propio realismo de Frege sobre el sentido y su concepción de la objetividad del pensamiento, argumentaré que nuestra única manera de entender la falsedad es a través de una teoría del ser/estar equivocado. A través de la equivocación reconocemos la huella de la sujeto en el espacio lógico, por lo que el pensamiento falso y la subjetividad son parte de nuestro camino hacia la realidad11.
Una vez más, podemos adentrarnos al fenómeno del estar equivocados remontándonos a un momento de la articulación original de Platón de la propia puesta en escena de la epistemología y la ontología. En una famosa analogía que se encuentra en el Teeteto, Platón compara la pretensión de conocimiento con el intento de alguien por capturar al pájaro adecuado dentro de una pajarera:
Es posible, en efecto, no tener el saber que a ello se refiere, sino otro en lugar de éste, en aquellos casos en los que te equivocas al apresar uno de los saberes que están revoloteando, y coges uno en lugar del otro. Esto es lo que sucede cuando uno confunde el once con el doce, por haber cogido el saber que tenemos del once en lugar del que corresponde al doce, de la misma forma que si hubiéramos atrapado una paloma torcaz en lugar de una paloma común12.
En nuestra analogía, el pájaro correcto (en el símil de Platón, la paloma común) sería un pensamiento verdadero, mientras que el pájaro incorrecto (una paloma torcaz) sería un pensamiento falso. La posición de la sujeto es aquella en la que se intenta captar un objetivo en movimiento en un entorno dinámico del que nosotros mismos formamos parte, en forma de animales dotados de mente.
A lo largo del libro, abogaré por una presunción de subjetividad según la cual ser alguien, ser una sujeto, implica equivocarse sobre algo. Conseguir que algo entre en nuestro horizonte epistémico exitosamente solo puede lograrse bajo las condiciones de estar equivocado en alguna parte de nuestro sistema de creencias. Ser una pensadora falible significa estar sujeta a una ignorancia constitutiva, y a menudo extendida, respecto de cuáles de nuestras creencias son verdaderas y cuáles son falsas. Ser una sujeto implica estar equivocada sobre algunas cosas sin estar nunca en condiciones de determinar, de una vez por todas, cuáles de nuestras creencias son verdaderas de manera no accidental (y, por tanto, constituyen conocimiento). Por esta razón, incluso nuestros estados mentales (el conocimiento paradigmático) factivos (epistémicamente exitosos) están insertos en el despliegue dinámico de la realidad mental, de tal modo que se integran en nuestra red de creencias y, por ello, están vinculados de una u otra forma a creencias falsas, sin que la sujeto esté nunca en posición para separar los casos del conocimiento acertados de los incorrectos.
Esta tesis roza lo obvio si consideramos la totalidad de nuestro sistema de creencias, tal como suele decirse. Sin embargo, a continuación, defenderé una tesis más fuerte, según la cual nunca hay un episodio completamente aislado de una sujeto totalmente individuada que comprenda p y crea en ello de manera no accidental (de modo que sepa que p en virtud de su comprensión absolutamente clara de p). Si observamos la aplicación real de las pretensiones de conocimiento en la vida de la sujeto, pronto nos percataremos de que su justificación general de la pretensión de conocimiento en algún momento no da abasto. Esto no significa que la sujeto no sepa lo que sabe, sino que su estado mental efectivamente implementado está inserto en una estructura de campo confusa, temporal, no proposicional y carente de sentido a la que la sujeto real pertenece.
La mejor manera de caracterizarnos como sujetos es teniendo en cuenta los límites de nuestro actual conocimiento individual y compartido. Nuestros estados mentales por lo general son confusos y consisten tanto en pensamientos verdaderos como falsos. Esto no significa que no acertemos o que no podamos acertar: el falibilismo no es una forma de escepticismo que dicte que el conocimiento es imposible debido a un factor subjetivo u otro. Por el contrario, el falibilismo es un elemento indispensable en cualquier concepción realista de la adquisición del conocimiento. Pertenece al ámbito de la heurística, cuya teoría estaría irresponsablemente incompleta si olvidáramos ofrecer una comprensión reflexiva de nosotros mismos como sujetos de las pretensiones de conocimiento.
La teoría falibilista de la subjetividad que ofreceré difiere tanto del infalibilismo sobre el escepticismo como del conocimiento. Este último deriva de la idea de que el conocimiento es nuestro concepto del caso exitoso de las pretensiones de conocimiento. Tener conocimiento sobre algo de forma correcta es conocerlo por las razones correctas (es decir, de manera no accidental). Si una sujeto acierta con la realidad, no tiene sentido pensar en este estado mental particular como potencialmente erróneo. Dicho esto, el conocimiento de la sujeto no contaría como un logro si no fuera posible que se equivocara. Esto implica una concepción de la pretensión de conocimiento falible que precede conceptualmente a la noción del conocimiento como caso paradigmático de éxito epistémico. Quien porta la falibilidad, en este contexto, no es el conocimiento ni su pretensión, sino la sujeto cuya actividad de adquisición de conocimiento se desarrolla como parte de su vida mental. En cuanto pensamos en el conocimiento y en las pretensiones de conocimiento como parte de la vida mental más amplia de las sujetos, nos damos cuenta de la realidad del estar equivocado. Esto no juega a favor del escepticismo, en el sentido de un conjunto de argumentos y paradojas diseñados para demostrar que el conocimiento es imposible debido a algún defecto u otro en la naturaleza de la justificación. En este sentido, el escepticismo no puede estar motivado sobre la base de la idea misma de la falibilidad13.
La afirmación sobre la falibilidad que acecha la presente investigación es la noción de que la subjetividad es parte de los animales dotados con una mente en específico. Si se trata con animales capaces de formular explícitamente pretensiones de conocimiento que pueden equivaler a conocimiento, estamos tratando con animales humanos14. La vida mental de los animales que somos se despliega en forma de consciencia subjetiva. En los capítulos siguientes, el problema de la consciencia será reconstruido a partir de una ontología realista tanto del sentido como del sinsentido, más que como un tópico confuso en la interfaz de la psicología, la neurociencia y la especulación metafísica. Esto nos conduce, a partir del ser/estar equivocados, hacia una contribución a un tema fundamental en la filosofía de la mente en la intersección entre ontología y epistemología, es decir, a la consciencia y su relación con la autoconsciencia.
Centrándose en elrealismo sobre el sentido, el Capítulo 1 argumenta que es un error pensar en la realidad como sin sentido, sin pensamiento y sin significado. No se debe asignar ninguna prioridad metafísica u ontológica a un «mundo sin espectadores» que existió durante eones antes de la evolución de sujetos que conocen y actúan, capaces de hacer de su propia creación de sentido un «exilio cósmico» que, de otro modo, carecería de sentido15.
El Capítulo 2 se centra en el sinsentido ontológico. El sinsentido ontológico es una forma de confusión de campo que se manifiesta paradigmáticamente en la forma de la consciencia como una ilusión objetivamente existente. La cuestión del sinsentido se distinguirá de las discusiones de la mera falta de sentido a raíz de los intentos de Carnap, Wittgenstein y otras apuestas recientes para aclarar la relación entre enunciados, oraciones, proposiciones y pensamientos con significado lingüístico y semántico.
El despliegue temporal de la realidad, así como nuestra condición subjetiva e indexical en esta evolución, no pueden reducirse a nuestra postura proposicional como sujetos conocedoras de hechos estructurales y atemporales en los que se hallan objetos claramente definidos. El Capítulo 2 toma en serio el fundamento del pensamiento proposicional (gobernado por parámetros de sentido) en la actividad no proposicional y ofrece una explicación del sinsentido, la confusión, la ilusión y los errores que no se advierten desde el punto de vista de nuestra captación exitosa de los objetos.
El sinsentido ontológico (que difiere del sinsentido semántico) sirve como modo de acceso a la realidad de la sujeto, su subjetividad, que es el tema del Capítulo 3. Este capítulo avanza hacia una teoría de la subjetividad como un sitio de confusión. El sinsentido, de este modo, es desplazado desde el reino de los supuestos errores categoriales o de la ilusión semántica hacia una categoría ontológica en sí misma, una que explica la presencia real de las sujetos entre sus objetos. De esta manera, la distinción sujeto-objeto se mantiene como un dispositivo funcional para la articulación teórica, sin sucumbir a la tentación de elevar a la sujeto y al objeto a un dualismo metafísico entre dos entidades16.
El Capítulo 3 rechaza la idea de que el núcleo de una teoría de la subjetividad esté formado por la incorregibilidad de la sujeto reflexiva o por alguna posición epistémicamente privilegiada. Ser alguien, una sujeto particular o una individuo pensante, es equivocarse indefinidamente sobre muchas cosas, incluyendo hechos en los que un determinado objeto de conocimiento se encuentra implicado. Saber algo, o saber que algo es como es, no implica necesariamente un conocimiento completo del objeto o del hecho en cuestión. Nuestras pretensiones de conocimiento son y siguen siendo falibles debido a su integración en nuestra forma de vida como sujetos. Por lo tanto, el tema adecuado para una teoría de la subjetividad no es la asombrosamente vacía autorreferencia de la autoconsciencia, por la cual en apariencia llegamos a comprender nuestra propia existencia como seres pensantes. Por el contrario, el hecho que explica nuestra subjetividad es la realidad profundamente heterogénea de ser/estar equivocados.
La ortodoxia de la filosofía contemporánea está asociada a una determinada cosmovisión, según la cual los sentidos –si es que existen– están ligados a modos conscientes e inconscientes de representar la realidad. La realidad en sí misma no tiene sentido, simplemente es. Tradicionalmente, este estado de mera existencia sin sentido se identifica con una propiedad metafísica general: ser un objeto físico, una parte del universo. Esta concepción conduce directamente a una metafísica dualista cuyos problemas epistemológicos se producen al aislar las representaciones mentales de la realidad. Si la realidad es principalmente un reino de seres sin sentido (como objetos y procesos puramente físicos) que llegan a representarse en etapas posteriores de su desarrollo (por animales dotados de mente y, por lo tanto, con acceso a un dominio de sentidos creado por ellos mismos), ¿cómo es posible que los sentidos se vinculen a esa realidad que es categóricamente ajena a la naturaleza del pensamiento y la representación?
