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Como parte de la serie Obras Clásicas para Niños del autor internacional más vendido, Mark Williams, se enorgullece en presentar Sherlock Holmes: Los seis Napoleones. Ven y únete a Holmes y Watson para resolver el misterio de los seis Napoleones revelando el más sórdido lado de la vida victoriana en un idioma fácil para niños. Cuentos ideales para niños de todas las edades con el detective más famoso del mundo.
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Veröffentlichungsjahr: 2015
Clásicos para niños
Sherlock para niños
Los seis Napoleones
adaptado para niños del
original de Sir Arthur Conan Doyle
por
Mark Williams
traducido por
M. Cecilia de la Vega
“Los seis Napoleones”
Escrito por Mark Williams
Copyright ©2015 Mark Williams
Todos los derechos reservados
Distribuidopor Babelcube, Inc.
www.babelcube.com
Traducido por M. Cecilia de la Vega
“Babelcube Books” y “Babelcube” son marcas registradas de Babelcube Inc.
Muy a menudo, durante mi estancia en el 221b de la calle Baker, recibíamos la visita de la policía. Se presentaban detectivesque venían a saludar y a charlar con Sherlock Holmes, quien siempre estaba dispuesto a escuchar las últimas novedades y chismes del mundo del crimen.
Una tarde, el Inspector Lestrade, de Scotland Yard, nos hizo una visita.
—Me alegra que esté aquí, Dr. Watson —dijo Lestrade cuando nos disponíamos a tomar el té que la señora Hudson nos había servido—. En este momento estoy trabajando en un caso menor por el cual no quisiera molestar al Sr. Holmes, pero quizás usted pueda orientarme un poco.
Tomé asiento, complacido de poder serle útil.
—¿Se encuentra alguien enfermo? —pregunté.
—A nivel físico, no lo creo—comenzó Lestrade—, pero mentalmente, puede que sí. ¿De qué otro modo podríamos explicar hechos tan extraños?
Holmes se reclinó en la silla.
—Cuéntenos más, Lestrade. Sospecho que esto podría resultar interesante.
—Bien, caballeros —comenzóLestrade—, al parecer, hay alguien que realmente odia a Napoleón I.
Asombrado, miré fijamente a Lestrade.
—¿Napoleón I?
Holmesrio.
—Por lo que sé, Lestrade, odiar a alguien no es un crimen. ¡Y menos si la persona odiada es un Emperador de Francia que murió hace tiempo! Usted tiene razón, en realidad, este es un tema para que lo trate Watson, no yo.
—Pero espere, Sr. Holmes —prosiguió Lestrade—. Hay más. Verá, a este desconocido se le ha dado por destrozar la cabeza de los bustos del Emperador.
Holmes se encogió de hombros.
—Eso aún suena como un tema que debe tratar nuestro buen Doctor —replicó.
—Ah —comenzó Lestrade—, pero aquí es donde el asunto se pone extraño, Sr. Holmes, porque quienquiera que sea que está haciendo esto no rompe sus propios bustos de yeso. Irrumpe en los hogares de los poseedores de dichos bustos y los rompe en pedazos. Sin embargo, al resto de las cosas las deja intactas.
Holmes aplaudió con gran regocijo.
—Mi querido Lestrade —expresó —, ¡esto es fantástico! ¡Ahora nos tiene aambosinteresados!
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
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