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¿Qué pasa cuando encontrás a la persona correcta… en el momento equivocado? Pablo patina para escapar. Matías actúa para sentirse libre. Cuando sus caminos se cruzan, no hay promesas, pero sí una verdad: el amor que nace en medio del caos puede ser también el que más nos enseña. Entre entrenamientos, confesiones, silencios compartidos y sueños que tiran en direcciones opuestas, Pablo y Matías descubren lo que significa crecer, amar y soltar. Porque a veces, amar no es quedarse. A veces, amar es ser impulso para que el otro vuele. ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos? ¿Y en qué parte del mundo volveremos a vernos? Esta es una historia sobre la búsqueda de uno mismo, sobre la dulzura de los encuentros y la belleza triste de las despedidas. Un recuerdo agridulce que, una vez leído, se queda latiendo en el pecho.
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Seitenzahl: 58
Veröffentlichungsjahr: 2025
PABLO SACCINTO
Saccinto, Pablo Si no te hubiera conocido / Pablo Saccinto. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-6534-1
1. Novelas Románticas. I. Título. CDD A860
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
@sinotehubiera.libro
Prólogo
CAPÍTULO 1 - Fantasy skate
CAPÍTULO 2 - Encuentro en la pista de hielo
CAPÍTULO 3 - Recuerdos sobre hielo
CAPÍTULO 4 - Una clase distinta
CAPÍTULO 5 - Conversaciones en el vestuario
CAPÍTULO 6 - Rutinas nuevas
CAPÍTULO 7 - Días de lluvia
CAPÍTULO 8 - Sombras en casa
CAPÍTULO 9 - El corazón en los detalles
CAPÍTULO 10 - Contratiempos
CAPÍTULO 11 - Dudas en la ventana
CAPÍTULO 12 - Perspectivas
CAPÍTULO 13 - Bajo el mismo cielo
CAPÍTULO 14 - Decisiones
CAPÍTULO 15 - Escape
CAPÍTULO 16 - Mar abierto
CAPÍTULO 17 - Regreso
CAPÍTULO 18 - Señales
CAPÍTULO 19 - Audición
CAPÍTULO 20 - El mensaje
CAPÍTULO FINAL - ¿En qué parte del mundo?
EPÍLOGO
¿En que lugar del mundo te veré?
¿Y si la persona que te ayuda a encontrar tu libertad… también es aquella a la que podrías tener que dejar atrás? Pablo patina para escapar. Matías, para sentirse visto. Cuando sus trayectorias se cruzan sobre el hielo, comienza una coreografía silenciosa–hecha de anhelos, miedos y ese tipo de amor que no puede esconderse por mucho tiempo. Pero mientras Pablo persigue el sueño de unirse a una compañía de patinaje reconocida a nivel mundial, la distancia, la familia y verdades que nunca se dijeron amenazan con desarmar lo que apenas estaban empezando a construir. Una historia de crecimiento, amor y valentía. Sobre enamorarse, romperse y atreverse a seguir el ritmo de tus pasiones… y de tu corazón.
El aire frío de la pista de hielo de Fantasy Skate se filtró como un suspiro helado entre los ventanales del centro comercial, acariciando el rostro de Matías mientras caminaba junto a su madre. Sus zapatos resbalaban ligeramente sobre el suelo pulido, pero él avanzaba con elegancia, como si la inseguridad del terreno no pudiera alcanzarlo. Vestía unas gafas oscuras, de montura grande y audaz, no por el sol – que brillaba a kilómetros de distancia–, sino por el gusto que tenía por destacar. La moda no era para él una frivolidad: era una declaración de identidad, un acto de resistencia silenciosa. Victoria, su madre, hablaba animadamente sobre su trabajo en la oficina, los clientes nuevos, las tensiones habituales. Matías asentía, murmuraba respuestas a medias, pero su atención se perdía en las vitrinas, en los reflejos del vidrio, en las luces que titilaban como pequeñas constelaciones artificiales. –...aunque parece que tú sí entiendes lo que es proyectar una buena imagen, ¿eh? Podrías ser tú el nuevo miembro de relaciones públicas –bromeó Victoria, lanzándole una mirada cómplice. Matías sonrió con suavidad. Había algo en la forma en que su madre lo miraba que siempre le provocaba una mezcla de orgullo y temor. Orgullo por ser visto; temor por no poder ser completamente quien era ante sus ojos. –La imagen es importante –respondió, más para sí mismo que para ella. Pero sus ojos ya no estaban en las tiendas. Se habían detenido, casi sin querer, en la pista de hielo que se abría a lo lejos como un escenario mágico. Fantasy Skate, con sus luces tenues y su música de fondo, parecía un mundo aparte dentro del centro comercial. Había algo hipnótico en ese lugar, una especie de hechizo que lo jalaba desde lo más profundo de sí. –¿Vas a quedarte mucho rato ahí? –preguntó Victoria, cruzándose de brazos. Matías asintió, con un brillo nuevo en los ojos. No iba a patinar. No hoy. Pero necesitaba estar ahí. Como si algo –alguien– lo esperara. –Me gusta verlos. Es... inspirador –dijo, y su voz sonó más honesta de lo que pretendía. Victoria revisó su celular, distraída. –Está bien. Voy a ver si encuentro algo para la casa. No me demoro. Matías la vio alejarse. Y entonces, por fin, se acercó. Apoyó las manos en la baranda de vidrio y observó. Los patinadores se deslizaban como si el hielo fuera una extensión de su piel. Algunos eran torpes, otros ensayaban movimientos con mayor soltura, pero uno –solo uno– capturó su mirada por completo. Era un chico de cabello castaño oscuro, camiseta ajustada y pantalones deportivos. Su cuerpo parecía moverse al ritmo de una melodía que solo él podía oír. Giraba, saltaba, flotaba. Y cada vez que sus cuchillas tocaban el hielo, Matías sentía que algo dentro de él también vibraba. No lo conocía. Nunca lo había visto. Y, sin embargo, tuvo la certeza de que aquel chico era importante. Los segundos se estiraron, como si el tiempo se hubiera rendido ante la belleza de ese momento. Matías contuvo el aliento. No sabía si era admiración, deseo o simplemente un llamado inexplicable. Pero lo que sí sabía era que no podía apartar los ojos de él. Un zumbido lo sacó de su trance. Su celular vibró. Mensaje de su madre: "Estoy en camino". Levantó la vista, buscando de nuevo al patinador. Pero ya no estaba. Se había desvanecido entre el bullicio, como un sueño que se escapa justo antes del despertar. –¿Listo para irnos, Matías? –dijo Victoria, apareciendo a su lado. Él asintió, pero su mente seguía atrapada en la pista. En esa figura que se había movido con tanta gracia. En esa sensación que no sabía nombrar, pero que ya ardía dentro de su pecho. No sabía su nombre. No sabía si lo volvería a ver. Pero algo dentro de él acababa de cambiar. Y Matías lo supo con una certeza punzante: ese encuentro fugaz, aunque incompleto, no había sido casualidad. Era solo el principio.