Siempre conmigo - Yvonne Lindsay - E-Book

Siempre conmigo E-Book

YVONNE LINDSAY

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Beschreibung

Todo dependía de su capacidad para recuperar el amor de su exmarido Tras un accidente, Xander Jackson sufrió una amnesia que le impedía recordar los últimos años de su vida, incluido el hecho de que había abandonado a su mujer. Y esta, Olivia, decidió aprovecharse de esa circunstancia para volver a empezar con el hombre al que seguía amando. Conseguir que Xander creyera que seguían siendo la pareja feliz y apasionada que habían sido era sencillo. Pero Olivia tenía que hacer desaparecer toda evidencia de la devastadora pérdida que había destruido su relación.

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2015 Dolce Vita Trust

© 2015 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Siempre conmigo, n.º 2070 - octubre 2015

Título original: The Wife He Couldn’t Forget

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

I.S.B.N.: 978-84-687-7269-1

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Capítulo Quince

Capítulo Dieciséis

Capítulo Diecisiete

Capítulo Dieciocho

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

Olivia odiaba los hospitales.

Tragó saliva para librarse del sabor agrio que se le había asentado en la garganta y de los espantosos recuerdos que le asaltaron en cuanto entró y estudió el directorio.

Lo último que necesitaba era volver a ver a su exmarido, por mucho que, supuestamente, hubiera pedido verla. Xander había dejado las cosas claras al marcharse hacía dos años. Y ella había conseguido sobreponerse. O casi.

El timbre del ascensor sonó al tiempo que se abrían las puertas. Venciendo su deseo de salir corriendo, Olivia entró y presionó el botón del piso al que iba.

A medida que ascendía, se acercaba a ver al hombre del que se había separado, cuya pérdida había estado a punto de acabar con ella. Una separación que creía haber superado, al menos parcialmente, hasta recibir la llamada que la había arrancado del sueño.

Sujetó el bolso con fuerza. Si no quería, no tenía por qué ver a Xander aunque hubiera exigido que la llamaran. «Exigir» era la palabra adecuada. Xander era incapaz de pedir algo amablemente.

Dando un suspiro, Olivia se detuvo delante de la recepción.

–¿Puedo ayudarle en algo? –preguntó una enfermera desde detrás del mostrador, a la vez que organizaba unas carpetas.

–El doctor Thomas me está esperando.

–¿Es usted la señora Jackson? Por favor, sígame.

La enfermera la acompañó a una sala de estar privada y, tras decirle que el doctor no tardaría, se marchó.

Demasiado nerviosa como para sentarse, Olivia recorrió la sala arriba y abajo hasta que el sonido de la puerta le hizo girarse. Aquel debía ser el médico, aunque parecía muy joven para ser un neurocirujano.

–Gracias por venir, señora Jackson.

Al estrecharle la mano, Olivia fue consciente del contraste entre la limpia y cálida mano de él, y la suya, manchada de pintura y tan fría que se preguntó si no se le habría congelado la sangre al recibir noticias de Xander.

–Me dijo que Xander había sufrido un accidente.

–Así es. Perdió el control del coche y chocó contra un poste eléctrico. Físicamente, se ha recuperado bien. Ahora que ha salido del coma, lo hemos pasado de la UCI a planta.

–Me dijeron que el accidente tuvo lugar hace seis semanas. ¿No es mucho tiempo para estar en coma?

–Así es. Llevaba varios días dando señales de estar consciente y tenía bien los reflejos. Anoche despertó finalmente preguntando por usted. El personal se sorprendió porque solo tenían apuntada a su madre como familiar.

Olivia se dejó caer en una silla. ¿Xander había preguntado por ella? El día que se marchó había dicho que no tenían nada más que decirse. ¿Estaban hablando de la misma persona?

–No-no lo entiendo –balbució.

–Aparte de las heridas, el señor Jackson sufre una amnesia postraumática. Es frecuente en el caso de lesiones del cerebro. Solo un tres por ciento de los enfermos no la padecen.

–Y él no está en ese tres por ciento.

Thomas negó con la cabeza.

–Se trata de una fase en la que los enfermos se sienten confusos y desorientados, y sufren pérdida de memoria reciente. En el caso del señor Jackson se da también una pérdida parcial de memoria a largo plazo. ¿Entiendo que no sabía nada del accidente?

–Apenas estoy en contacto con alguien que le conozca y nunca tuve muy buena relación con su madre. No es raro que no me hayan avisado. No he visto a Xander desde que me dejó, hace dos años. Estamos esperando a que el juzgado fije la fecha para firmar el divorcio.

Olivia se estremeció. Ni después de tanto tiempo lograba eliminar la amargura de su voz.

–Ah, comprendo. Eso complica las cosas.

–¿En qué sentido?

–Para darle el alta.

–No lo comprendo –dijo Olivia, desconcertada.

–¿Vive solo?

–Creo que sí.

–Él cree que va a volver a casa con usted.

Olivia se quedó paralizada.

–¿Eso cree?

–Piensa que siguen juntos, por eso preguntó por usted. Sus primeras palabras fueron: «Avisen a mi mujer de que estoy bien».

El doctor Thomas continuó dándole detalles de la situación de Xander, pero Olivia apenas asimilaba lo que decía porque solo era capaz de pensar que, después de tanto tiempo, su exmarido la quería a su lado.

–Disculpe –interrumpió al médico–. ¿Qué recuerda Xander exactamente?

–Por lo que parece, sus recuerdos más recientes son de hace seis años.

–Eso es justo después de que nos casáramos –dijo Olivia, más para sí que para él.

Eso significaba que Xander no recordaba haber terminado la reforma de la casa de Cheltenham Beach, ni el nacimiento de su hijo, hacía cinco años.

Tampoco la muerte de Parker, al poco de cumplir los tres años.

Tuvo dificultad para articular la siguiente pregunta.

–¿Puede… Volverá… Conseguirá recordar?

El doctor se encogió de hombros.

–Es posible. También es posible que no o que solo recuerde esos años parcialmente.

Olivia permaneció callada unos segundos, tratando de asimilar la información. Finalmente suspiró y dijo:

–¿Puedo verlo?

–Por supuesto. Sígame.

El médico la guio hasta una amplia habitación en la que había cuatro camas, pero en la que solo estaba ocupada la más próxima a la ventana. Olivia tuvo que prepararse mentalmente para ver al hombre al que en el pasado había entregado su vida, al que había amado más que a nadie ni nada y por el que creía haber sido amada en la misma medida. El corazón se le paró al contemplar sus facciones y ver las similitudes con las de Parker. Se parecían tanto… Se frotó suavemente el pecho como si pudiera aliviar el vació que sentía en su interior.

–Está durmiendo, pero supongo que no tardará en despertar –comentó el doctor tras echar un vistazo a los informes de Xander–. Puede sentarse a su lado.

Olivia deslizó la mirada por el cuerpo de Xander. Había perdido peso, una barba corta le cubría el mentón, normalmente afeitado, y necesitaba un corte de pelo.

No pudo evitar sentir lástima por él. Xander habría odiado sentirse tan frágil, tan vulnerable. Él era un hombre de acción, decidido, acostumbrado a tomar decisiones, no a que las tomaran por él.

Olivia se sobresaltó al ver que abría los ojos y que sus pupilas grises se clavaban en las de ella. El corazón se le encogió cuando, en cuanto la reconoció, sonrió con un genuino placer. Olivia sintió la conexión que había entre ellos como un lazo tangible, como si nunca hubiera llegado a estirarse hasta romperse debido a circunstancias que se habían escapado de su control. Automáticamente, sus labios se curvaron en respuesta.

¿Hacía cuánto que no lo veía sonreír? Demasiado tiempo. Y lo había echado de menos. Había echado de menos a Xander. Durante dos espantosos y solitarios años, Olivia había intentado convencerse de que uno podía desenamorarse de alguien a quien se amaba. Pero se había engañado. El amor no tenía un interruptor para ser apagado o encendido a voluntad.

Todavía lo amaba.

–¿Livvy? –la voz de Xander salió quebradiza, como si se hubiera oxidado por falta de uso.

–Soy yo –respondió ella, temblorosa–. Estoy aquí.

Sentía las lágrimas quemarle los ojos. Con un nudo en la garganta, tomó la mano de Xander. Las lágrimas le rodaron por la mejilla cuando él entrelazó los dedos con los suyos y, suspirando, volvió a cerrar los ojos. Unos segundos más tarde dijo con voz ronca una sola palabra:

–Bien.

Olivia contuvo el sollozo que amenazaba con brotarle del pecho. Al otro lado de la cama, el doctor Thomas carraspeó.

–¿Xander?

–No se preocupe, ha vuelto a dormirse. En un rato vendrá una enfermera y probablemente se despertará. Ahora, si me disculpa…

–Claro. Muchas gracias.

Olivia apenas percibió la marcha del doctor o la llegada de un paciente con un andador, acompañado por un fisioterapeuta. Estaba demasiado concentrada en el hombre que tenía delante y en seguir el rítmico movimiento de su pecho al respirar.

Los pensamientos le asaltaban sin orden alguno, hasta que de pronto fue consciente de que Xander podía haber muerto sin que ella lo llegara a saber nunca, de que podría no haber tenido la ocasión de suplicarle que le diera otra oportunidad. El dolor que sintió ante esa posibilidad fue tan profundo, que tuvo que apartar la idea de su cabeza y recordarse que Xander estaba vivo. Y que había olvidado que habían roto.

Los dedos de Xander seguían asiendo los suyos como si fuera un salvavidas, como si verdaderamente la quisiera junto a él. Olivia se inclinó y acercó su mano suavemente a su mejilla. Darse cuenta de que lo amaba tan profundamente como en el pasado hizo que germinara en ella la semilla de la esperanza. ¿Podría concederles aquella pérdida de memoria esa segunda oportunidad que Xander se había negado a concederles?

En aquel instante, supo que estaba dispuesta a lo que fuera para recuperarlo.

A cualquier cosa.

¿Incluso a fingir que los problemas del pasado no habían existido? Se preguntó. La rotunda respuesta debía haberla sorprendido, pero no lo hizo.

Sí.

Capítulo Dos

 

Olivia entró en casa, cerró la puerta y, apoyándose en ella, dejó escapar un prolongado suspiro al tiempo que intentaba relajar la tensión de los hombros. Pero no lo consiguió.

¿Qué demonios había hecho? ¿Mentía al permitir que Xander creyera que seguían felizmente casados? ¿Cómo podía ser una mentira cuando él así lo creía y era lo que ella siempre había querido?

Era imposible dar marcha atrás. Pero ¿aprovechar la oportunidad de un nuevo comienzo?

Quizá no era ético aprovecharse de la amnesia de Xander, y Olivia sabía que corría un gran riesgo al hacerlo. Xander podía recuperar la memoria en cualquier momento y rechazarla. Pero si había una mínima oportunidad de volver a ser felices, estaba decidida a aprovecharla.

Dándose impulso se separó de la puerta y fue a la cocina comedor con cuya reforma lo habían pasado tan bien al mudarse a aquella gran casa, una semana después de casarse. Puso agua a hervir y se preparó una manzanilla confiando en que le aliviara el dolor de cabeza.

Sería mucho más difícil librarse del leve sentimiento de culpa que le pesaba en el pecho por la decisión que había tomado.

¿Estaba actuando movida por motivos egoístas? ¿No había dejado ir a Xander en lugar de luchar por su matrimonio porque había estado cegada por el dolor de la muerte de Parker y dominada por la ira y los remordimientos? Lo había acusado de no compartir sus sentimientos, pero ¿no había hecho ella lo mismo? Y cuando Xander se fue, ¿no lo había dejado marchar? Para cuando abrió los ojos y fue consciente de lo que estaba perdiendo, era demasiado tarde. Xander ni siquiera había querido hablar de una posible reconciliación, o de acudir a terapia de pareja. Había querido empezar de cero y borrarla de su vida.

Ese sentimiento seguía resultándole doloroso, pero el tiempo y la distancia le habían permitido ganar perspectiva y le habían abierto los ojos a su propia responsabilidad en el fracaso de su matrimonio. A los errores que ya no volvería a cometer.

El agua hirvió y Olivia preparó una bandeja para salir al patio trasero, donde ocupó una de las hamacas de madera y loneta, que chirrió cuando adoptó una posición más cómoda.

Alzando el rostro hacia el sol, cerró los ojos y trató de relajarse al tiempo que los sonidos del entorno la alcanzaban. Por encima del murmullo del tráfico podía oír a los niños del vecindario jugando en el jardín. El sonido siempre le producía un sentimiento agridulce al recordarle la perplejidad que le causaba descubrir que, a pesar de que uno viviera una tragedia, la vida de la los demás seguía adelante.

Abrió los ojos y se concentró en servirse el té. El delicado aroma de la manzanilla siempre la calmaba. El ritual de tomar una infusión la devolvía a la realidad cuando temía estar perdiendo el control, incluso el de su mente.

Bebió, saboreando la manzanilla en la lengua al tiempo que pensaba en la decisión que había tomado en el hospital. El riesgo que iba a asumir seguía proyectando una larga sombra en su mente. La probabilidad de que algo fuera mal era elevada. Pero Xander estaba al comienzo del proceso, todavía faltaban días o incluso semanas antes de que le dieran el alta. Tendría que llegar a caminar sin ayuda y seguir una prolongada rehabilitación antes de volver a casa.

A casa.

Un escalofrío recorrió a Olivia. No era la casa en la que Xander había vivido los dos últimos años, pero sí la que habían comprado juntos y a la que habían dedicado su primer año de matrimonio. Era una suerte que hubiera elegido vivir con sus recuerdos en lugar de venderla y mudarse. De hecho, la decisión de quedarse había formado parte de su proceso de sanación tras la muerte de Parker, seguida del abandono de Xander.

Por eso tenía que aprovechar aquel nuevo comienzo. Una vez Xander saliera del hospital, retomarían su vida tal y como había sido inicialmente. Y si llegaba a recuperar la memoria, habría añadido buenos recuerdos a los del pasado, que compensarían la amargura de su separación.

También cabía la posibilidad de que Xander recuperara la memoria en el hospital, con lo que perderían la oportunidad de reconstruir su matrimonio. Por eso mismo debía asumir el riesgo. Ya se ocuparía de la vida real de Xander más adelante. Mantenerlo alejado del trabajo y de sus conocidos serían sencillo. Después de todo, no había visto decenas de tarjetas ni flores sobre su mesilla. Solo una, de su equipo en el banco de inversiones en el que trabajaba. Bastaría con mantenerlo aislado hasta que estuviera lo bastante fuerte como para volver a trabajar. Para entonces… Se lo plantearía llegado el momento.

Los médicos habían dicho categóricamente que tardaría como mínimo cuatro semanas en poder incorporarse al trabajo, y no le resultaría difícil mantener a distancia a sus colegas de trabajo, pensó Olivia mientras miraba hacia el puerto y daba otro sorbo al té. Al fin y al cabo, estaba en una unidad en la que solo se permitían visitas de familiares, lo que significaba que solo recibiría la visita ocasional de su madre, que vivía a varias horas de distancia.

Olivia sintió una punzada de culpabilidad. Los amigos de Xander tenían derecho a saber cómo estaba. Pero temía que cualquier comentario aparentemente intrascendente diera lugar a preguntas que no quería contestar. No podía correr ese riesgo.

Quizá llegaba dos años tarde, pero la amnesia de Xander le abría una puerta que estaba decidida a traspasar. Solo quedaba confiar en el éxito de su misión: reconstruir el amor que habían compartido. Que Xander hubiera despertado enamorado de ella era esperanzador. Si tenía suerte, podrían dedicar el resto de sus vidas a triunfar donde antes habían fracasado.

 

 

Xander miró hacia la puerta por enésima vez confiando en ver entrar a Olivia. Tras una acalorada discusión con el médico, este había cedido y en lugar de enviarlo a un centro de rehabilitación, le había dado permiso para volver a casa.

Pero había llamado a Olivia para pedirle que le llevara ropa, y no daba con ella. Así que, si era necesario, se iría en pijama. Estaba ansioso por volver a casa.

Aunque habían pasado ya tres semanas, recordaba como si hubiera sido hacía unos minutos la ocasión en la que, tras recuperar la consciencia, la había visto. Su precioso rostro, el impulso de tranquilizarla para borrar su expresión preocupada.

El sueño lo había vuelto a atrapar antes de que pudiera hablar. Maldijo para sus adentros las consecuencias de la contusión que había sufrido y que, además de robarle seis años de su vida, lo había dejado tan débil como un cachorro. Todos los terapeutas le habían dicho que evolucionaba muy positivamente, pero no era bastante. No lo sería hasta que recuperara la memoria y volviera a ser el hombre de antes del accidente.

Confiaba en que volver a casa, estar rodeado de sus objetos en un medio familiar, acelerara el proceso. Miró por la ventana e hizo una mueca al ver su reflejo en el cristal. Al menos había algo que no parecía haber cambiado: su impaciencia.

Intuyó la presencia de alguien en la puerta y, volviéndose, sonrió automáticamente al ver a Olivia. Por su cuerpo se expandió una sensación cálida, confortable, la que lo invadía cada vez que estaba en su presencia.

–¡Pareces contento! –comentó ella, acercándose y besándole la mejilla.

Aunque el roce fue tan leve como el de una mariposa, Xander sintió despertar su deseo al instante. Aun estando tan en baja forma, estaba claro que sus instintos permanecían latentes bajo la superficie. Olivia y él siempre habían tenido una intensa relación física que confiaba retomar lo antes posible. Xander rio para sí al reconocer de nuevo su habitual impaciencia.

Sacó las piernas de la cama para sentarse de lado.

–Puede que vaya hoy mismo a casa. Te he llamado, pero…

–¿Hoy? ¿De verdad?

¿Sería su imaginación o la sonrisa de Olivia era un tanto forzada? Xander rechazó esa opción al instante. No dudaba de que estuviera tan contenta como él.

–El doctor Thomas quiere hacerme algunas pruebas, y si está satisfecho, me dejará ir esta tarde.

–¡Qué buena noticia! –dijo Olivia–. Voy a casa para preparar las cosas.

Xander le tomó la mano.

–¿Tanta prisa tienes? Pero si acabas de llegar –dijo, llevándose la mano de Olivia a los labios para besársela.

Sintió el leve temblor que la recorrió cuando prolongó el contacto de sus labios con su piel y cómo ella le apretó la mano a la vez que sus pupilas se dilataban y sus mejillas se enrojecían.

–Te echo de menos cuando no estás –dijo, y examinó la mano de Olivia. Llevaba las uñas cortas, y aunque se limpiaba cuidadosamente, quedaban restos de pintura que hicieron sonreír a Xander–. Me alegro de ver que sigues pintando.

Olivia se mordió el labio y esquivó su mirada, pero no antes de que Xander viera la emoción reflejada en sus ojos.

–¿Livvy?

–¿Sí?

–¿Estás bien?

–Claro. Solo estoy preocupada por tener que llevarte a casa así –dijo ella, indicando el pijama–. Y sí, sigo pintando. Lo llevo en la sangre y siempre pintaré.

Xander rio, tal y como Olivia esperaba, ante la frase que había oído tantas veces.

–Bueno, entonces será mejor que te vayas –dijo él, aliviado al ver que Olivia parecía menos tensa–. Pero no tardes, ¿eh?

–Volveré en cuanto pueda –contestó Olivia, besándole la frente.

Xander se acomodó sobre las almohadas al tiempo que la veía marchar. No sabía de qué se trataba, pero intuía que algo no iba bien. Habían hablado a menudo del día en que volviera a casa y, sin embargo, llegado el momento, Olivia parecía angustiada. Reflexionando, pensó que no era extraño. Probablemente le preocupaba saber cómo iba a adaptarse a la vida real. Además, Olivia tendía a preocuparse por los demás. Él siempre había pensado que se debía a haber sido la mayor de una familia que había crecido en una granja, huérfana de madre. Su Livvy estaba acostumbrada a organizar su entorno para asegurarse de que todo iba bien.

Cuando se casó con Olivia, se juró que jamás se convertiría en una carga para ella, que no sería una responsabilidad añadida. E incluso en las circunstancias del presente, evitaría que su recuperación recayera sobre ella.

Haría lo que fuera preciso para borrar los signos de preocupación que le marcaban el rostro.

–Todo va a ir bien –dijo en alto, ganándose una mirada desconcertada del ocupante de la cama de enfrente.

 

 

Olivia salió aceleradamente del hospital y entró en su coche. Con mano temblorosa encendió el motor y se tomó unos segundos para ponerse el cinturón antes de arrancar.

Xander volvía a casa. Y puesto que era lo que tanto deseaba, ¿por qué había entrado en pánico en cuanto él se lo había anunciado? Sabía muy bien por qué. Significaba que ya no podría ocultar la cabeza en la arena. Significaba que debía tomar las llaves que le habían dado en el hospital junto con los demás objetos personales de Xander, e ir a su apartamento para recoger sus cosas.