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"Así de linda y podrida es la literatura."- Dice Andrew cuando comienza a escribir en sus ocios recurrentes, dando a entender la literatura como vida, como este libro. Dos partes, poesías y relatos entrelazados y unidos, y un solo misterio: ¿Qué ocurre cuando se baja el telón y la oscuridad comienza a sofocar y ahogar? La primera parte, deja en descubierto a modo de poemas una despedida. La segunda parte oscurece a modo de relatos a un declive continuo que da lugar a la explicación. Comprenderán que no es un libro habitual, juega con diferentes formas de la degradación humana, mezclando las saturaciones de movimientos como el surrealismo o simbolismo, o géneros como el terror, pero a través de ellos exponiendo un sistema complejo mediado por la locura de Andrew que busca una respuesta, la cual no hace más que sumergirlo en la explicación más desesperada y concreta: La Temprana Oscuridad.
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Seitenzahl: 131
Veröffentlichungsjahr: 2019
Di Benedetto, Mariano Daniel
Temprana oscuridad / Mariano Daniel Di Benedetto. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2019.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: online
ISBN 978-987-87-0041-0
1. Poesía Argentina. 2. Relatos. I. Título.
CDD A861
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail: [email protected]
Diseño de portada: Justo Echeverría
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
Dedicado al destello de oscuridad que alguna vez
vieron mis ojos a los dieciséis años.
Prefacio
Lo que contiene al proceso
Mientras caminaba en la noche entre la eterna amistad de los calibres de la maligna Capital Federal, desde el vientre de los asfaltos, un hombre exilia a un deformado infierno que deja un candado entre las piernas arenosas del mundo hipermoderno.
Desde las intensas roturas que se abrieron paso en el suelo, los recuerdos se presentan en una feroz manada acorralando a una pura realidad, y por eso —según alguno que nunca conoció la luna y sus avances literarios— las siluetas son la llave que el propio hombre ha encontrado.
Lo que pensó antes de irse
Antes de asfixiarme en mi oscura habitación, me levanté y reemplacé mi saco por un overol, el mismo overol que permitió colonizar la mente ante un instinto arrasador de torturas nocturnas, y fui a buscar a mi rojiza deidad, aquella que revienta mis ultrajados laberintos mentales.
También soy diurno y alimento a gárgolas de corral, no esas insulsas de la calle. Me regocijo con la tempestad que seguramente me va a producir el amor; y también con un amor en el cine, con suicidios en las votaciones, con infiernos estremecedores en las aulas, con lágrimas de guerras sin sentido, y también siendo un ser borracho e insignificante, o un ser vago y científico en un desierto surrealista, o con un joven que sufre demencia.
Me fastidia ser y hacer todo esto solamente para explicar una historia, pero así de linda y podrida es la literatura.
Lo que da lugar al declive
Mi tétrico andar divulga mis profecías, son tan extremistas. Las siluetas se organizan en subterráneos, son tan desequilibradas.
Las siluetas son amantes de la noche, tanto como de su comicidad al tener a las piernas arenosas del mundo posmoderno, no son tan melodramáticas, ellas llevan y traen el telón, ellas lloran cuando sale el sol, por eso le dije a una fiel amiga… ¡Llévate unas estacas, por favor!
Pero detrás de toda ambigüedad amorosa, de todo suplicio sofocador y fóbico, hay una redención que desenmascara cualquier quietud corporal. Hay rojizas deidades que turban con un amor demente y singular, aunque no hay que olvidar que cuando penetren en la arena, ni siquiera las sirenas se salvarán.
Y cuando todo está cerca de un vórtice
Hay muerte en el exterior del mundo, y en el interior de él, hay una muerte mucho más cautiva y aterradora; derrochadora mezcla de enfado cotidiano que depuran las máscaras vidriosas del nuevo mundo, que seguramente fueron cómplices del acribillamiento mental a los jóvenes oscuros.
Hay historias sobre suicidios constantes, no solo de vidas austeras o gloriosas, porque hay suicidios que son más amenazadores y épicos, aunque sepamos que sean homicidios.
Aparece ella
En la Temprana oscuridad, encontrarán a la vida tendida en una cama que flota en las penumbras del cielo, a su lado van a ver cómo la iluminan rayos que bajan al suelo, y verán una chispa que provocó un loco, y luego esa chispa será fuego, un fuego mucho más violento que el sol.
En la Temprana oscuridad, encontrarán el desdén de la vida y un abismo donde mueren infartados todos los humanos que, ciertamente, venían volando con un pasado secreto y putrefacto, pero a quienes en realidad los había atrapado el telón de la Temprana oscuridad.
Aunque los dos se buscan
Todo lo podrán observar, pero siempre desde los ojos, desde los conceptos que depura el ideal salvaje de la Temprana oscuridad…
Desde el día de sus muertes
Primer bucle
El oscuro precipicio
Aunque todo sea oscuro, siempre está encendida una divisora luz humeante en donde la lucha por permanecer sin caducar en las líneas de humo es, sin dudas, vivir para nacer siempre, es nacer para crear en segundos. Eso es el equilibrio en la vida, eso es enfilar hacia el balcón.
La penuria melódica que lleva en sus manos, las manos que seguramente me golpearán cuando ella me encuentre detrás de un vitral, será la música más tribal que pueda oír, la más dolorosa pena que puedan oír mis oídos mientras caen a un abismo desconocido.
Mientras que mis escritos y los humanos, delineados por la corriente eléctrica más esquizofrénicamente catatónica, brindarán en las vísperas de la memoria para ser tragados por la garganta de aquella negrura de la ciudad.
La música en este momento es mi propia felicidad y tortura, en donde me recluto a mí mismo para poder inventar la luz que toda oscuridad penetre en los precipicios de la aguda vida.
Mis deseos son las meras coincidencias de locación cuando la convoco para hacerme sufrir en un papel en blanco.
La literatura es mi propia infelicidad puesta en palabras, un amor que nunca concluyó ni se formó, algo que nunca tuvo sustancia.
Mis poemas son combinaciones que denotan una intención, mis relatos son manos que se entrelazan en una red profunda, y mi único secreto es...
Por eso mismo, para revertir esta situación, saldré de este precipicio. No me esperan los frutos venideros, no regalaré mi sangre para que brote una flor sangrante, porque ya no tengo esperanzas, porque en mi habitación solo suena un jazz.
Por eso mismo, saldré de este precipicio. Me esperan las lámparas, solo alumbran mi destino y mi caminata, y mi salida, aquella que se hizo esperar detrás de tanta pobreza.
Fuertes sonidos
He arrancado los ocultos tantos que marcó mi afectiva vida, los levanté desgarrando entera mi placa pulmonaria que humeaba de libertades y asesiné a mis dolores antes de que comiencen a vagar en el pasillo del destino.
Le he propuesto a mi interminable infidelidad, matarla y despojarla de la manipulación instintiva que algunas veces crece en mi organismo, pero con mi ternura demasiado olvidada, no creo que esto sea posible.
En un momento creo que hasta comencé a desconfiar de mi telúrico vicio, sin procrear ni proveer frase alguna, con la simple idea de permanecer vivo, rojo y sin motivos; como un ser humano siempre al borde del suicidio, que es, sin dudas, no atarse a nada que tenga una expectativa de movimiento.
Y así, especulando antes de abrir el portillo de una puerta con la ganzúa de Dios, pensé en matarme al ver cómo comía sin cesar, con la simple idea de despertar como todos los días y mirar en la vía de la existencia cómo se sitúan las cosas, tan horribles y ásperas, cosas sin movimiento, eso sí no tiene sentido, pero para ellos, sí lo tiene. Es más, hay veces en que busco el sentido dentro de tantos artefactos, pero por alguna razón una lluvia revienta mis pensamientos.
Pero antes de todo suplicio, fuertes sonidos temprano encontré en búsqueda del sentido. Oscuridad repentina que me obligó a secuestrar el goce, forzarlo, hacerlo masticarme y hacerle sentir el gusto de cada momentáneo estupor dominante de mis lirismos.
Fuertes sonidos no encontré en otros humanos o por lo menos con la ingesta excitante que procesó mi cráneo, que convivió mayormente sin decir lo que pensaba en ciertas y ocasionales partidas de allanamientos en búsqueda de la verdad.
Y así, encontré perfectamente la nitidez, tan austera y gloriosa, una sirvienta de mis satisfacciones en movimiento.
Y así, encontré perfectos sonidos, duros por natalicios y agitando ideas que traspasaron mis carnes con un puñal oxidado y carnívoro.
¿He vivido demasiado?
¿Tan sorda fue mi “ocupada mente”?
Eso me preguntaba cada vez que el telón bajaba lentamente en una instantánea depuración de cadáveres.
Sí, he vivido demasiado.
Sí, muy sorda fue mi “ocupada mente”.
Eso me contestaba cada vez que el telón estaba cerca de tocar el suelo.
Pero si hay una pena volando por los aires de mi tierra, comprenderé que solamente fueron mis lágrimas, lágrimas que volvieron a mí en forma de cólera para contarme cómo en realidad tengo que escribir.
¡Pero fuerte será la sonoridad con la que gritaré y agrandaré mi tosca garganta para luego verter en las ventanas que me observan mientras declino a llantos con infiernos estremecedores!
¡Y fuerte será mi oscuridad cuando de verdad caiga, allí ya no mentiré y solo agrandaré el telón para luego sentir su mano expandir sobre mi frente su grueso amor incendiario!
Pero si de verdad fueron días tan lindos, no creo que ella sea la que torture a mi escritura, no creo que sea la que incentive a mi declive lleno de frases tortuosas. Pues, pensé antes de ir a verla, existe la posibilidad de que deba ser yo el que esté maldito.
Soy
Sí, estoy hecho de:
Átomos y células; huesos para quebrarlos a mi antojo, cuerpo para enseñarle a sufrir el dolor extremo; corazón para vivir y sentir al amor hacerme feliz e infeliz, órganos para crear oscuros ruedos y raíces nerviosas para desencadenar en masa miles de miedos; carne para que me devoren todos los infiernos, piel para protegerme del germen que exilió el infiernillo crédulo; pies para pisar el suelo de lo que alguna vez fue un sueño, piernas para levantarme y caminar hacia algún lugar irreal; espalda para sentir cómo se destroza con cada equilibrado esfuerzo, brazos para alcanzar el cielo, cuello para embolsar golpes sedientos, estómago para alimentarme y digerir toda la mierda que depura mi hermosa y urbanística ciudad; cráneo para que tenga orificios; oídos para escuchar accidentales murmullos, pelo largo como la libertad con la que me inspiro, nariz para respirar el veneno que despide la atragantada y opaca coraza de mi país, ojos para ver al sol y a la luna intercambiar heroína, política y mística exageradamente; cerebro para responder mutuamente a toda situación; pensamientos para criarme en movimiento y libertad de expresión, y sentimientos y experiencias para evadir al mundo y su loca razón de existir.
¡Ah, me olvidaba!
Y manos para escribir.
La luz está en venta
Veo una llama a lo lejos... ¡Sí, es la claridad eterna de la deidad! Aquella que extrañaba mi sueño, mi vida que acumula rechazos, mis tiempos tan embarrados.
Veo una llama a lo lejos... ¡Sí, es la claridad etérea de su sonrisa! Aquella que se fue de mi panorama, mi vista que presenció muerte más muerte, todas las lágrimas que corrieron en el verde floreciente de mi adolescencia, toda mi existencia tan pequeña.
Azotada tristeza de los humanos, desata tus nudos y escucha a la atmósfera cantar, no sabes qué ternura se oculta en su voz.
Tu fuego me atrapa, me incinera, estoy a gusto con tus organismos de luz tan peculiares.
Azotada esclava de los humanos, desatemos nudos que estoy compactando deseos y regalando hielo.
Tu fuego me atrapa, adorada oscuridad que buscan los sabios desde antaño. ¡Estoy en llamas!
Escucho una melodía de jazz a lo lejos... ¡Sí, es la vida sufriendo!
No podré dormir, hay mucho dolor en todos los alrededores, gritos que desgarran mis oídos y crecen en las sombras las botellas rotas que tiraron los seres aéreos.
La esclava del lugar donde me alojé me dio el objetivo cuando me aconsejó en el habitáculo donde remojaba mis extremidades —Busca en el fondo de toda sincronización maligna—. Y puede ser que sea verdad, que esto no sea felicidad. Pero sigo vivo y aprendí a escribirte.
A los pocos días en un bar a las afueras de capital…
— ¿Encontraste la luz? ¿Sí o no?
— ¡Otro whisky, por favor! ¡Vamos, Hudson, tira un precio, no tengo todo el día y está apareciendo el sol!
—100.
Vendida...
Por los dos
Nunca fuimos nada, a pesar de que siempre fuimos todo. Formateados por las noches, por los dos estamos solos.
Y esquivando brazos en el cielo, a las caras grises y banderas, siento tu amor en mis manos, como tu oscuridad en mi pecho.
Nunca dividimos planes, a pesar de las siluetas y buenos aires, sintiendo escalofríos de septiembre, por los dos estamos aquí, en este infierno.
Y en lágrimas de truenos, en plena austeridad y desidia humana, siento tu temprano olor, como una secuencia solitaria.
Y así paso noches, hambriento por tu imagen que ya no está, sin palmadas en mi espalda que se rompe, en pleno viaje hacia la nostalgia, solo te encuentro en sueños diurnos, pero te desvaneces de la nada.
Y así pasé mis años, buscando en sueños, tu mirada ya no está, los sótanos guardan recuerdos que se rompen, mi cerebro ha empacado, necesito desvanecerme contigo, pero no sé ni siquiera dónde te has metido.
Siempre fuimos nada, a pesar de que siempre fuimos todo, tal vez un día haya reencuentro, porque por los dos estamos solos.
Pero antes de sumergirme en lo doloroso que es aceptar las palabras que hieren, intentaré resguardarme y agrandar el telón de la muerte, para luego así encontrarte en mi declive, y verte mientras caigo de un balcón.
Zorro cómplice
Viejo zorro, inocuo y audaz. ¿Cómo estarás en tu umbral?
Me pregunto cada día en los caminos de la frialdad y cuando tibio y esbozado a una pendiente escalofriante, tiendo mi mano al abismo esperando a que el sentido de la vida me dé un signo más para saber si de verdad cuento con los días a mi favor.
Antiguo sabio, ¿será que tu felicidad y calidez siguen estando en tu alma? Tu alma, ¿tu alma sigue rondando? Eso me pregunto en las partidas que se pierden, que se caen en el pináculo de la asquerosa existencia que radica en mi lar.
Las mariposas del viento sofocado me traen recuerdos de aquel pasillo eterno hacia tu fuego, viejo zorro… ¿Me estarás observando detenidamente? Sabrás que no solamente me reinventé miles de veces, sino que también alterno con mis logros pequeños, a póstumas ideas que flamean en el vaivén del sueño. Zorro, creo que tengo un sueño que quiero que no se haga eterno, quiero que sea haga realidad, si es que de verdad existe.
Guardo tus familiaridades en un vaso repleto de whisky, otras veces de vino, otras veces en copas blancas astilla gargantas, otras veces en el humo que traspasa mi cuerpo, y otras más en mis recuerdos. No entiendo por qué la música fue elegida al azar, ni siquiera comprendo por qué me ataron tanto las cuerdas de mi instrumento, pero creo profundamente que detrás de esa incógnita hay un destino, sé que hay un destino, viejo amigo.
Pero sé que cuidas de ella como cuidarías mi locura de verte sonriendo, sé que intentas hacer que ella te olvide o que solo, por momentos, pueda ingerir felicidad sin masticar el sufrimiento para poder digerir esos buenos momentos.
¿Qué paso deberé dar desde tu perspectiva?
¿Qué suerte debería caer en mi espalda?
¿Soy demasiado sincero?
¿Soy un ser pálido y frío como varios me dijeron?
Te haría tantas preguntas que seguramente reventaría tu cerebro, pero no me dirías nada, sé que intentarías que juzgara yo mismo a mis pretensiones y generara nuevas ilusiones.
Zorro, si vieras cómo te relatan en un atril sobre las viejas pestes aguas ardientes los que alguna vez te odiaron, te morderías tus labios para que no se te escapen los insultos, pero tú eres la sensación divina del ocaso.
Me he enterado a lo largo de estos años, no tan venideros, que te han insultado, que te han discriminado, que no valoraron tus esfuerzos y que, de todas formas, hoy te llaman Sabio, a pesar de lo que dijeron.