¡Tengo derechos! - Joanna Olech - E-Book

¡Tengo derechos! E-Book

Joanna Olech

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Beschreibung

En el 60 aniversario de la Declaración de los Derechos del Niño, un libro oportuno y fundamental para concienciar a los más pequeños, y también a los mayores, sobre la importancia de ejercerlos y respetarlos. Con un original diseño y coloridas ilustraciones, este ingenioso libro enseña a los niños a conocer y hacer respetar sus derechos fundamentales. En un país no muy lejano, vive una simpática Caperucita Roja de nariz respingona y pecosa que lleva zapatillas rojas. Es una niña muy valiente que, durante sus andanzas, conocerá a personajes un tanto peculiares, algunos más conocidos que otros: Hansel y Gretel, Pinocho, Blancanieves, una bruja malvada, un espeluznante perro negro, una niñita muerta de frío... En cada encuentro, la pequeña heroína reivindica los derechos fundamentales de los niños: a expresarse, a ser respetados, a ser tratados correctamente, a tener una educación y a tener secretos, entre otros.  ¡Un libro que debería ser obligatorio para lectores de todas las edades!

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Seitenzahl: 45

Veröffentlichungsjahr: 2019

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Edición en formato digital: octubre de 2019

 

Este libro ha sido publicado con la ayuda de

© Poland Translation Program

 

 

 

Título original: Mam prawo i nie zawaham si go uy!

© Wytwórnia Magdalena Kłos-Podsiadło

Warszaw 2014

© Del prólogo, Álvaro Gil-Robles, 2019

© De la traducción, Marta Słyk y Ernesto Rubio

Diseño gráfico: Ediciones Siruela

© Ediciones Siruela, S. A., 2019

 

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

 

Ediciones Siruela, S. A.

c/ Almagro 25, ppal. dcha.

www.siruela.com

 

ISBN: 978-84-17996-37-6

 

Conversión a formato digital: María Belloso

PRÓLOGO

El lector tiene en sus manos un libro muy especial, muy singular, ya que su autora, aprovechando el personaje de Caperucita Roja, nos hace reflexionar sobre problemas actuales a los que no siempre prestamos la atención que se merecen.

Y lo hace trasladando un doble mensaje no solo a los jóvenes lectores, sino también a los no tan jóvenes, a todos nosotros que tenemos la responsabilidad de dar ejemplo con nuestra conducta, de respetar los principios y valores básicos de la convivencia y el respeto por los demás y muy en especial los derechos de los niños.

El libro me parece por ello un lúcido ejercicio de reflexión sobre la profunda crisis de valores por la que atraviesa nuestra sociedad contemporánea y la necesidad de hacerle frente, inculcando estos desde la más temprana edad y formando así verdaderos ciudadanos conocedores de sus derechos y sus obligaciones.

Utilizar a una Caperucita Roja plenamente integrada en nuestro tiempo, en el de los lectores de hoy, utilizando su lenguaje y hábitos de comportamiento, es todo un acierto. Situarnos ante los problemas reales que hoy han de soportar y sufrir muchos más niños de los que pudiéramos imaginar, haciendo frente a esas agresiones y abusos con firmeza, y recordarnos uno a uno los derechos fundamentales del niño es sencillamente genial.

Además, esta Caperucita Roja de nuestro tiempo abandona el bosque y se sumerge en los problemas cotidianos de su barrio, rodeada de otros muchos personajes conocidos y queridos por todos nosotros, como Pinocho o Blancanieves, para crear una banda de niños que hacen frente a los abusos, las arbitrariedades o la violencia contra los más débiles e indefensos.

Son personajes que se desprenden de su aura original de cierta ñoñez para transmitirnos un mensaje de compromiso con la defensa de lo fundamental, de los derechos humanos y de los de los niños en primer lugar.

Nueve pequeños cuentos, a cuál más divertido y mejor escrito, que, además de permitirnos disfrutar de las aventuras de personajes clásicos de la infancia, nos los muestran en su faceta de activistas comprometidos, recordando a los lectores infantiles que no tienen por qué soportar situaciones inaceptables; enseñándoles a rebelarse ante las injusticias, la opresión o la violencia. Sin olvidar que el respeto de los derechos está íntimamente unido al cumplimiento de nuestros deberes. Dándoles, en suma, una magnífica lección de ciudadanía.

Es difícil transmitir mejor y en tan breve espacio tanto contenido positivo y formativo, a la par que entretenido.

Felicidades a la autora, de todo corazón. Ojalá hubiera más iniciativas como esta.

 

Álvaro Gil-Robles,

Sotosalbos, a 5 de marzo de 2019

 

Hace mucho, mucho tiempo (para ser más exactos, el martes pasado), no en ningún reino muy lejano, sino en la calle del Arándano número 13, se abrió una portezuela verde y de ella salió una niña no demasiado alta.

Tenía la nariz respingona y pecosa y unos pies especialmente grandes metidos en unas zapatillas rojas. En la mano llevaba una cesta de mimbre repleta de manjares: una botella de sirope de frambuesa, unas nueces con miel y una tarta de ciruelas cuidadosamente envuelta en papel de cocina. Encima de todo se veía una aspirina y el último número de la revista semanal Tu Ordenador, que tanto le gustaba a su abuelita.

La niña se ajustó los cordones de su caperuza roja y echó a andar en dirección al bosque que empezaba justo detrás del cruce entre las calles del Arándano y de la Patata. Bueno, más que un bosque era un bosquecillo o, mejor dicho, una diminuta floresta a las afueras de la ciudad. En el otro extremo, en una casita pintada de color tortilla, vivía su abuelita. Para ella precisamente eran los dulces de la cesta de Caperucita. La niña avanzaba por un estrecho sendero lanzando piñas a los arbustos cercanos.

Y de pronto...

 

 

 

—¡Ay! —Tras el último lanzamiento, alguien gritó desde los arbustos y entre las hojas apareció la desgreñada cabeza del Lobo.

—¡Uy! —exclamó desconcertada Caperucita—. Lo siento mucho. No le había visto...

—No pasa nada —gimió el animal, abriéndose paso entre los arbustos—. No me voy a enfadar con una niñita tan guapa. —El Lobo torció el morro y esbozó una zalamera sonrisa. A continuación, se aproximó tanto que la niña pudo percibir el olor a colonia barata—. Aunque un besito de hacer las paces tampoco estaría mal. —El animal puso morritos—. Dale un abrazo a tu tiíto, pequeña. Sube aquí encima. —El Lobo se dio una palmada en sus sucias, peludas y enmarañadas patas.