Tolstói en 90 minutos - Paul Strathern - E-Book

Tolstói en 90 minutos E-Book

Paul Strathern

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Beschreibung

Alguien dijo en una ocasión que las novelas de Tolstói no eran arte sino fragmentos de vida. Considerado uno de los mejores novelistas de todos los tiempos, Tolstoi ocupa un lugar junto a Homero, Dante, Shakespeare y Goethe: el grupo de los cinco mejores escritores de la tradición literaria occidental. Hasta en sus obras maestras, Guerra y paz y Anna Karenina, el profeta que habitaba en Tolstoi doblega en ocasiones al magnífico escritor. Pero se le perdona este pequeño defecto, al igual que su enorme ego, gracias a la fuerza de su talento literario y la grandeza de sus ideas. Novelista, genio, anarquista cristiano, sabio, santo y filósofo moral, la vida de Tolstoi fue un largo viaje espiritual lleno de sucesos. En Tolstói en 90 minutos, Paul Strathern nos ofrece un relato tan conciso como experto sobre la vida y obra de Leo Tolstoi, explicando su influencia sobre la literatura y la lucha de la humanidad por entender su lugar en el mundo. El libro incluye asimismo una cronología de su vida y época, así como lecturas recomendadas para quienes quieran saber más.

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Siglo XXI

Paul Strathern

Tolstói

en 90 minutos

Traducción: Sandra Chaparro Martínez

Alguien dijo en una ocasión que las novelas de Tolstói no eran arte, sino fragmentos de vida. Considerado uno de los mejores novelistas de todos los tiempos, Tolstói ocupa un lugar junto a Homero, Dante, Shakespeare y Goethe: el grupo de los cinco mejores escritores de la tradición literaria occidental. Hasta en sus obras maestras, Guerra y paz y Anna Karenina, el profeta que habitaba en Tolstói doblega en ocasiones al magnífico escritor. Pero se le perdona este pequeño defecto, al igual que su enorme ego, gracias a la fuerza de su talento literario y la grandeza de sus ideas. Novelista, genio, anarquista cristiano, sabio, santo y filósofo moral, la vida de Tolstói fue un largo viaje espiritual lleno de sucesos.

En Tolstói en 90 minutos, Paul Strathern nos ofrece un relato tan conciso como experto sobre la vida y obra de Leo Tolstói, explicando su influencia sobre la literatura y la lucha de la humanidad por entender su lugar en el mundo. El libro incluye asimismo una cronología de su vida y época, así como lecturas recomendadas para quienes quieran saber más.

«90 minutos» es una colección compuesta por breves e iluminadoras introducciones a los más destacados filósofos, científicos y literatos de todos los tiempos. De lectura amena y accesible, permiten a cualquier lector interesado adentrarse tanto en el pensamiento, los descubrimientos y la obra de cada figura analizada como en su influencia posterior en el curso de la historia.

Diseño de portada

RAG

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Nota editorial:

Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Título original

Tolstoi in 90 minutes

© Paul Strathern, 2006

© Siglo XXI de España Editores, S. A., 2017

para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.sigloxxieditores.com

ISBN: 978-84-323-1852-8

Introducción

Se suele decir que Homero, Dante, Shakespeare, Goethe y Tolstói son los cinco mejores escritores de la tradición literaria occidental. De entre ellos, Tolstói es el más autobiográfico y el más moderno, lo que significa que sabemos mucho más sobre él que sobre los demás. El retrato que obtenemos es el de un individuo realmente peculiar, y eso nos hace sospechar que tal vez los otros cuatro también fueran menos corrientes de lo que indican las descripciones que nos ha legado la tradición.

Puede que Tolstói tuviera un gran talento, pero siempre fue de la mano de un ego igualmente grande. Eso no significa que fuera presuntuoso; todo lo contrario, procuraba ser humilde, a pesar de que la humildad era totalmente ajena a su naturaleza. Tolstói tenía un ego dominante. Decía a todo el mundo lo que debía hacer, creer y, en último término, de qué iba la vida en general.

En sus primeras obras apenas podía ocultar este rasgo de carácter. Luego logró controlar su ego gracias a un gran talento. En ocasiones, el viejo profeta del Viejo Testamento que habitaba en él se apodera del soberbio escritor, incluso en algunas de sus obras maestras como Guerra y paz y Anna Karenina, pero si uno es capaz de apreciar el esplendor de su talento literario, le perdona todo. Se podría decir que es un rasgo de su naturaleza, tal vez uno imprescindible. Puede que un artista con una visión tan amplia no tenga más remedio que dotar a sus obras de un aspecto moral. El desequilibrio, ese intimidante aburrimiento que emerge fugazmente, nos permite apreciar lo difícil que es mantener un equilibrio constante cuando se dispone de tanto talento. Los últimos capítulos de Guerra y paz, en los que la guerra prevalece sobre la paz, merecen al menos algo de justa indignación. Quizá el lector de gusto refinado prefiera una mera descripción de la estupidez y la brutalidad a gran escala para reservarse su juicio, pero Tolstói, en su sabiduría, lo veía de otra manera. Quería proponer su propia teoría de la historia, que parece aceptable en el marco de su obra maestra.

En años posteriores, su ego, lejos de ser un defecto, contribuiría a su talento creativo. Tolstói expresaba opiniones sobre todo y tenía mucho que decir del mundo que le rodeaba, mientras que Rusia, sin duda, precisaba de alguien valiente, que, como nuestro autor, denunciara las colosales injusticias cometidas en su seno. Por entonces, su visión del mundo era la de un santo: la única esperanza para los habitantes de la Santa Rusia era aspirar a la santidad, como él mismo. Su utopía hubiera convertido el país en una tierra de peregrinos semicristianos y sencillos campesinos. No era la idea aberrante de un gran escritor que compadece a las dolientes masas de su nación. Su contemporáneo, Dostoievski, acabó adoptando una visión muy similar en los últimos años de su vida. Lo más extraordinario es que esta visión del mundo se haya mantenido durante el largo y ateo siglo XX, y aún se defienda en nuestro siglo XXI: la solución sugerida por Solzhenitsyn para acabar con los problemas de Rusia se parece sorprendentemente a la de sus grandes predecesores.

Pero no debemos olvidar, que antes de alcanzar este nadir, la vida de Tolstói fue un largo viaje espiritual del que surgieron algunas de las mejores piezas literarias que ha conocido la humanidad.

Vida y obra de Tolstói

León Nikoláievich Tolstói nació el 28 de agosto (9 de septiembre del calendario nuevo) de 1828 en la casa familiar de Yásnaia Poliana, a unos 160 kilómetros al sur de Moscú, en la provincia de Tula. Era el cuarto hijo del conde Nikoláievich Ilich Tolstói, quien pertenecía a una de las principales familias de Rusia, cuyos miembros habían destacado en el cuerpo diplomático. Durante los primeros años del pequeño León hubo muchas muertes y muchas mudanzas en la familia. Su madre, la princesa Volkónskaya, murió antes de que él cumpliera los dos años. La familia se trasladó a Moscú, donde su padre moriría siete años después, tras lo cual estuvo bajo la custodia de su abuela durante algo menos de un año, hasta que ella también falleció. En 1841, Tolstói y sus cuatro hermanos se mudaron a Kazán, una ciudad de provincias situada a unos 800 kilómetros al este de Moscú, donde una tía se ocupó de ellos. A pesar de los traslados y de las muchas muertes que asolaron a la familia durante su infancia, Tolstói la recordaría como un periodo feliz, lleno de las típicas escenas idílicas de la vida de los rusos de clase alta:

Cuando llegamos a los campos de Kalina vimos que el carro ya estaba ahí y colmaba sobradamente nuestras expectativas: un carro tirado por un único caballo con el mayordomo en el pescante. Bajo el heno asomaban un samovar, una cubeta con un molde para helados y otros atractivos fardos y cajas. No había error posible: significaba té al aire libre, con helado y fruta. Expresamos ruidosamente nuestro placer al ver el carro, porque tomar el té en el bosque, sobre el césped, y en general en cualquier lugar donde nunca hubieras tomado té antes, era fantástico.

El joven León estudió en casa con preceptores privados hasta que lo mandaron al Gymnasium (instituto de bachillerato) de Kazán al cumplir los 14 años. Por esa época tuvo su primera experiencia sexual, un suceso que llegó a cobrar gran importancia para él. La vida monástica debía ser bastante laxa en Kazán, pues, según Tolstói, su hermano mayor Sergei le había llevado a la celda de uno de los monasterios donde había alojada una prostituta. Tolstói perdió su virginidad con esta mujer y recordaba: «Después me senté a los pies de la cama de la mujer y me eché a llorar». Estaba tan avergonzado y se sentía tan culpable que permanecería casto durante algún tiempo.

En 1844, a los 16 años, Tolstói se matriculó en la Universidad de Kazán, cuyo rector era el matemático mundialmente famoso Nikolái Lobachevski, descubridor de la geometría no euclidiana. Tras el acceso al trono del zar Nicolás I, en la década de 1820, Lobachevski había introducido muchas reformas en la Universidad de Kazán para elevar su nivel educativo. Pero luego Nicolás I se había convertido en un autócrata reaccionario, que sería recordado como «el emperador que congeló a Rusia durante tres décadas», y la Universidad de Kazán recuperó su provincianismo. Tolstói empezó a estudiar lenguas orientales con la intención de entrar en el cuerpo diplomático, pero como no estudiaba lo suficiente tuvo que contentarse con hacer un curso más fácil: el de derecho. Le gustaba emborracharse, como a muchos jóvenes caballeros, le encantaba montar a caballo y lucir buena ropa. Pero bajo esa superficie siempre hubo un joven fuerte al que preocupaba el estado de su alma.

Tolstói había empezado a leer al escritor romántico y filósofo del siglo XVIII Jean-Jacques Rousseau, cuyas palabras fueron para él una revelación. «Creí estar leyendo mis propios pensamientos», recordaría más tarde. También leyó la novela edificante de Rousseau, Emilio o de la educación, en la que el filósofo hablaba del tipo de educación capaz de convertirnos en seres humanos plenos. Como es sabido empieza así: «Todo lo que sale de las manos del Creador es bueno; todo degenera en manos del hombre». Rousseau afirma que la educación de su época es inadecuada porque no tiene en cuenta lo que somos. En un pasaje narra la vida de un joven campesino de Saboya, que se hace ordenar sacerdote sin haber tenido tiempo de asumir la naturaleza de los votos. Aunque es un hombre sumamente piadoso, le atormenta no ser capaz de permanecer casto. Perplejo, empieza a buscar la verdad y decide que «nuestro primer deber es para con nosotros mismos». Reconoce que su conciencia es la voz de su alma: «el instinto divino, la voz inmortal de los cielos».

Tolstói tenía dudas religiosas y dedicaba tiempo a temas de fe. Estudiaba el catecismo y rezaba, pero a la vez admitía: «Me daba perfecta cuenta de que todo lo que decía el catecismo era mentira». Como muchos jóvenes de su edad sentía impulsos contradictorios. Seguía decidido a ser funcionario, pero empezaba a darse cuenta de que todo el sistema de gobierno de Rusia era injusto sin remedio. Anhelaba algo de pureza espiritual, pero la lujuria era más fuerte que él y buscaba prostitutas gitanas. Aunque a menudo actuaba con la arrogancia propia de su aristocrático linaje, no podía evitar sentir compasión por la pobre gente que veía a su alrededor. Su familia pertenecía a la aristocracia rural, pero procedía de una rama venida a menos de los Tolstói y, en su época de estudiante, León tenía mucho menos dinero que sus pares de la aristocracia.