Trashumantes - Mario Diego Peralta Bahl - E-Book

Trashumantes E-Book

Mario DIego Peralta Bahl

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Beschreibung

Trashumantes es un libro de viajes en camioneta, desde Buenos Aires, Argentina, a la Isla del Sol, en Bolivia, al encuentro de autores independientes. Te puede servir como guía para un gran viaje, un relato que palpita a ritmo sudamericano, admirando los paisajes que pintan los escritores y escritoras mostrando la cultura diversa de sus ciudades. Trashumantes, en busca de alimento en las letras de otras culturas.

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Seitenzahl: 251

Veröffentlichungsjahr: 2023

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MARIO DIEGO PERALTA BAHL

Trashumantes

Peralta, Mario DiegoTrashumantes / Mario Diego Peralta. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-4050-8

1. Crónica de Viajes. I. Título.CDD 910.4

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenidos

Agradecimientos

Movimiento

Un toro rojo

Boris, 25

Rocco, 12

Homero, 50

Homero, 13

Rocco, 10

Boris, 45

Boris, 12

Rocco, 33

Homero, 15

Rocco 25

Boris, 38

Rocco, 16

Homero, 48

Boris, 34

Homero, 65

Rocco, 22

Homero, 35

Boris, 14

Boris, 30

Homero, 20

Rocco, 11

Boris, 38

Homero, 39

Rocco, 19

Homero, 14

Boris, 25

Homero, 40

Boris, 28

Rocco, 45

Boris, 54

Rocco, 27

Homero, 58

Boris, 27

Boris, 45

Homero, 45

Rocco, 15

Homero, 50

Rocco, 29

Boris, 15

Rocco, 8

Homero, 13

Boris, 28

Rocco, 45

Rocco, 10

Homero, 16

Boris, 28

Rocco, 28

Homero, 54

Boris, 29

Homero, 35

Boris, 17

Rocco, 69

Homero, 29

Rocco, 18

Homero, 26

Boris, 29

Rocco, 14

Homero, 23

Homero, 54

Boris, 18

Homero, 25

Rocco, 15

Boris, 27

Rocco, 68

Homero, 22

Boris, 35

Homero, 15

Rocco, 55

Homero, 27

Homero, 29

Rocco, 14

Boris, 29

Homero, 18

Rocco, 12

Boris, 34

Homero, 24

Rocco, 70

Boris, 19

Homero, 38

Boris, 50

Rocco, 18

Un volver con penales

Dedicado a mis nietos

Homero, Rocco y Boris.

La ilustración es una creación de Silvia,presente en cada hoja de mi vida.

Agradecimientos

A todas las autoras y autores independientes que quisieron cruzarme en su camino.

Clara Suarez, San Lorenzo (Santa Fe) Argentina.

Marco Fernández Leyes, Resistencia (Chaco) Argentina.

Ana María García, Metan (Salta) Argentina.

María Belén Alemán, Salta (Salta) Argentina.

Pablo Paris, Salta (Salta) Argentina.

Laura Cruz, La Quiaca (Jujuy) Argentina.

Sandro Quispe, La Quiaca (Jujuy) Argentina.

Walter Edwin André Morales (Uyuni) Bolivia.

José Manoel Torres (Isla del Sol - La Paz) Bolivia.

Ignacio Vera de Rada (La Paz) Bolivia.

Dick Commandeur (Sucre) Bolivia.

Luis Cruz (San Isidro/Iruya) Argentina.

Marta Centineo (Iruya) Argentina.

Juan Santiago Avendaño (Santiago del Estero) Argentina.

Alejandro Raymond (San Marcos Sierras - Córdoba) Argentina.

Leda Berlusconi (San Marcos Sierras - Córdoba) Argentina.

Movimiento

(…)

Somos una especie en viaje

No tenemos pertenencias sino equipaje

Vamos con el polen en el viento

Estamos vivos porque estamos en movimiento

Nunca estamos quietos, somos trashumantes

Somos padres, hijos, nietos y bisnietos de inmigrantes

Es más mío le que sueño que lo que toco.

Yo no soy de aquí

Pero tú tampoco

De ningún lado del todo y

De todos lados un poco.

Lo mismo con las canciones, los pájaros, los alfabetos

Si quieres que algo se muera, déjalo quieto.

Compositor: Jorge Drexler.

Un toro rojo

¡Qué bueno estaría cargar la camioneta con libros y salir al encuentro de autores independientes por el camino!

Clara, Andrea y Marco son escritores que viven en diferentes ciudades de Argentina y con quienes ya habíamos intercambiado libros antes de iniciar este viaje, pensando en ir a su encuentro fue que la fantasía empezó a tomar forma. Originalmente el proyecto andaba por un recorrido que pasaría por sus ciudades donde cada uno aportaría al viaje su mirada localista y escritora, invitando a quien quisiera acompañarme hasta la próxima escala donde podríamos armar alguna movida que nos permitiera vender nuestras obras. “Si sirve para todos, sirve para mí”, es una frase que me encontré repitiendo en estos años de activar la venta de libros, míos y de otros autores independientes, sabía que nada en solitario funcionaría.

Había realizado una experiencia previa unos meses antes, en un viaje en camioneta por Catamarca fui al encuentro de dos escritores independientes: Clarisa Cruz de Santa María y en Tinogasta, Luis Alberto Taborda. El plan funcionaba, ya sea, mediante una charla en un café con “el profe” (así se dirigían a él los empleados del bar donde nos encontramos, “¿qué va a tomar Profe?”) o en un aula; donde Clari dictaba su materia, invitándome generosamente a conversar sobre libros, viajes y diversidad cultural con sus alumnos. Volví con el corazón tocado y el alma dispuesta para multiplicar ese sentimiento. Leer las notas que escribieron los chicos donde expresaban el significado de Santa María me llenaba de emoción, habíamos trabajado esa tarde sobre la misma idea, una adaptación de la pregunta ¿qué es Latinoamérica para vos?, frase inspiradora que utilicé como eje central de la video presentación de mi libro Latinoamérica en gotas, cuando la pandemia no dejaba que nos juntáramos y en aquel caso, respondieron amigos escritores, viajeros, médicos, músicos, profes de yoga, periodistas, actores; y en este, los alumnos del Abel Acosta de 5 y 6to año, ¿Qué es Santa María para vos? Y fue su cultura y familia, los festivales y sus paisajes, su identidad, su crecer y su límite, la protección del pueblo donde todos se conocen y la problemática del ser adolescente y distinto en ese mismo entorno.

Sentí que viajar para encontrar experiencias como estas me garpaba más que ir a tomar una foto en el campo de piedra pómez, preferí hacer foco en las culturas y dejar que los libros me llevasen.

Durante un tiempo, Leo y Milo estuvieron subidos a la Toro, pero por diferentes motivos el plan de arrancar el viaje acompañado de escritores quedó trunco. De ellos sí, sus libros, me acompañaron durante los más de 7000 km junto a Corazón de Planisferio y Viajero Intermitente, los de Lea, que para ese momento estaba llegando a Qatar en bici luego de pedalear más de 11000 km, locura viajera cordobesa única, inspiradora, una belleza.

No anduve solo, o sí. ¿Si me sentí solo? No. A veces, extrañaba a la familia, pero era necesario andar con esas “anteojeras de viaje” para que no distrajera la realidad porteña a la mía del momento, esa que cambiaba día a día, tras andar pocos kilómetros, quería estar preparado para ver, no podía solo mirar, quería entender, conocer y registrar.

La salida desde Buenos Aires fue con Moni, mi hermana, que se venía copando con la mezcla de viajes y encuentros con escritores, la experiencia de Catamarca la había incluido. En esta oportunidad fueron menos días, su compañía duró hasta Corrientes, sumando su actitud exploradora aparecieron sugerencias como Bella Vista, ese insólito Caribe playero correntino con barranca sobre el río Paraná. Hay que bancarse la diversidad de hospedaje que a mí me gusta, dormir compartiendo habitación salvando con amabilidad los momentos de necesaria intimidad, sumarse con alegría en las charlas con autores independientes. Traería con ella su música, su alemán y algún que otro toque legalista, todo fruto de su estudio formal. Ella la mayor de la banda, yo el más chico, cuando se pone la camiseta viajera y lo disfruta, yo sonrío agradecido.

Más adelante se sumaría “El Popo”, Marcelo para unos pocos, mi amigo desde el inicio del secundario, que ahora, 40 años después, hacíamos de ese tramo Salta-La Paz (Bolivia) nuestro primer viaje solos, ese que quizás de no habernos dedicado a armar ambos nuestras familias alrededor de los 20 años, hubiéramos hecho mucho antes. Viajes con nuestros hijos hicimos en vacaciones, el que nos debíamos era este, luego de una vida compartida tenía la particularidad de volver a encontrarnos solos, dejándonos encandilar por el paisaje y las culturas. Por su interés llegamos a la isla del Incahuasi en medio del salar de Uyuni, de lo más lindo en ese océano blanco. Mi cabeza estaba muy concentrada en el ahorro de combustible por lo que todo metro recorrido era medido; los 150 km para ir y volver de la isla requirieron un dejarme llevar por su idea, aflojar con mi obsesión y disfrutar, siendo de lo más vistoso, valdría cada gota del escaso combustible premium que consumimos. Gran compañero en las charlas con autores, encuentros compartidos que me hicieron acordar cuando en la adolescencia estábamos juntos en el centro de estudiantes y nos disponíamos de manera similar ante representantes de otras escuelas o autoridades.

¿Por qué a Bolivia? Latinoamérica en gotas me había dejado en deuda con este país. Supe escribir experiencias en muchos países de la patria grande pero no conocía Bolivia. Terminada la pandemia, empecé a pensar en mi nuevo destino. Un viaje largo era mi idea central, me preguntaban a dónde y yo contestaba que podría ser Alemania, para seguir aprendiendo el idioma en el pueblo de mi vieja, Neuwied, o andar un poco por la India buscando la vida en algún ashram pero que no fuera un mero caza turistas, para vivir allá el uso que le den al yoga en su vida cotidiana. Periodistán, Fer Duclós, periodista, viajero y escritor, estaba dando vueltas por ese país y su mirada hacía más interesante ese destino, me motivaba. Bolivia era la tercera de las opciones. India y Alemania quedarían para más adelante y la camioneta, el toro rojo, se cargó de ilusión por llegar a Bolivia, qué lindo país, como dicen Wos y La Bomba de Tiempo.

Desde la publicación de Pegando la Vuelta la relación con autores independientes fue clave, conocí decenas en este camino de querer difundir mis libros y de a poco, fui contando con muchos de ellos para armar eventos, ferias, encuentros en librerías, generando espacios para las obras de todos. Existe una rápida empatía entre autores que tienen variadas formas de trabajo a diario, son pocos los escritores independientes que pueden vivir bien solo de sus letras, me fui cruzando con personas de diferentes profesiones que escribían. Eso hizo que no nos mostráramos como dentro de un núcleo cerrado, exclusivo y excluyente, sino todo lo contrario, un espacio abierto, donde es bienvenida la creatividad, la difusión cruzada y valorado el aprecio mutuo por nuestras obras, el reconocimiento del esfuerzo de creación, edición y venta que hay detrás de cada libro; todos los independientes lo sabemos, nos lleva a no sobrevalorar lo propio, a equipararlo con el trabajo de los demás, respetando el esfuerzo invertido por cada uno. Fue quizás por esa conexión que este viaje tomó ese derrotero para ir a su encuentro, desde Buenos Aires a la Isla del Sol. Cada autora, cada escritor, serían mi punto de interés turístico en su ciudad o pueblo. Y se fueron sumando artistas, de los primeros 4 originales pasaron a ser 16 con quienes me crucé en el camino, los que con la mejor onda respondieron a escuetos mensajes por redes, que podrían decir algo como: “Hola, soy Mario Diego, viajero y escritor, vengo manejando desde Buenos Aires, encontrándome con autores y autoras independientes en el camino. Si te gusta la idea de intercambiar libros y charlar sobre nuestras obras, avísame y coordinamos para encontrarnos”. El plan fue superado por la realidad ampliamente.

Así comenzaría Trashumantes, un libro de viajes en camioneta, en una Fiat Toro Roja, desde Buenos Aires a la Isla del Sol en Bolivia, al encuentro de autores independientes para alimentarme con sus letras y sus culturas diversas.

Leí en una pared de Eva Negra, hostel y Casa de Cultura en Santiago del Estero: “La felicidad se autogestiona”. Volví feliz, con el cuaderno que me regalaron Javi y Rebe, completamente escrito a mano, el que comienzo ahora a transformar en este nuevo libro.

Te invito a subir al Toro Rojo y disfrutar de este viaje por Santa Fe, Corrientes, Chaco, Santiago del Estero, Salta, Jujuy y Córdoba en Argentina; y en la República Plurinacional de Bolivia, conocer Uyuni, Copacabana, la Isla del Sol, La Paz, Sucre y Potosí.

¿Por qué cada capítulo lleva por título un nombre y un número? Espero que develarlo sume diversión a tu lectura.

Boris, 25

Si cuando andás viajando se te da la posibilidad de hospedarte en un hostel, no lo dudes, hacelo. Estoy en el Bed Bike de San Lorenzo, Santa Fe, a una cuadra del río. Paré acá porque con la encargada y una amiga escritora de novelas quedamos en utilizar su patio para la presentación de nuestros libros y así llevar a cabo el primer encuentro viajero de autores independientes.

La autora se llama Clara Suarez, escribió 4 libros, pero hay uno que por meloso, por demasiado amoroso, prefiere no mencionar. Para todos entonces solo fueron 3, su madre sabe que no, ella también, pero quiere excluirlo, darle ese lugar especial de ausencia me resulta divertido. La solapa de su último libro, La Habitación, la delata.

Me gusta parar en hostels, sin sumarle demasiado romanticismo, muchos tienen buenos colchones y ropa de cama, baños limpios, precios accesibles, espacios comunes amenos y una cocina donde hacerse algo de comer. Muchos son así pero no todos, este es de los que sí. El Bed Bike es uno de los buenos, con patio que se puede compartir, como hoy con Clara, para hablar sobre nuestros libros, con sus amigos y familia que ella convocó como anfitriona local. Del hostel se sumó su encargada, emprendedora además en la venta de libros y viajera por gusto. Inicialmente en mi cabeza, el plan de hacer el encuentro viajero en un hostel, tan solo con su desarrollo, invitaría a sus huéspedes a participar del evento, aunque también suena cierto que un libro en español y en papel, por más que sea de viajes, podría no ser de interés para un viajero extranjero de mochila que evita cargar peso adicional y anda con poco presupuesto. Un Latinoamérica en gotas cuesta lo mismo que una cama en habitación compartida entre 6 en este albergue. En la era de las redes sociales, descuidamos la comunicación por vías personales, uno se acostumbra a que, si aparece en los Instagrams de ambos autores y en el del hostel, entonces ya estaría difundido, pero simplemente faltó invitar a los huéspedes y vecinos a tomar una cerveza, a escuchar a esos autores, viajero él y novelista ella. Yo buscaba el encuentro con Clara y eso se dio dentro de un marco viajero que garpó muchísimo, por eso estoy contento y aprendiendo a sentir mejor.

Por la calle del hostel se llega a la plaza principal, la San Martín. Acá todo lleva el nombre del libertador, la batalla de San Lorenzo y su fecha, el 3 de febrero, o del Sargento Cabral, todo es muy sanmartiniano, bastante milicoide el entorno. En esa plaza, de noche, hubo feria venezolana con stands de comidas típicas, pero fundamentalmente puntos de ventas de los más variados productos y menos venezolanos si se quiere; recuerditos, medias y comida todo mezclado con música frente a la fuente, mientras algunos cantantes, embanderados con los colores de su país, le ponían cumbia a la noche. Yo me preguntaba, si habrá tantos inmigrantes de Venezuela en esta ciudad de 50.000 habitantes o por ahí solo era una excusa para un festejo popular. La gente mayor llevaba sus sillitas playeras para pasar el rato, manejaban con certeza una duración larga del show, cosa que yo no intuí y me fui antes que terminara, cansado, luego de un largo día que había comenzado a las 5 a. m. manejando por la Panamericana.

San Lorenzo tiene una barranca sobre el Río Paraná, la cual se desmoronó en varias oportunidades haciendo caer calle y construcciones que sobre ella estaban erigidas, las que volvieron a tomar forma un tiempo después, un poco más lejos del agua. Hay que sostener ese encanto, el de ser un pueblo ciudad al lado del río, que sumado a la batalla y al histórico convento de la marcha de San Lorenzo, le dan identidad y justifican haber construido una terminal de colectivos a donde habrán pensado que deberían llegar a diario los micros repletos de turistas, que por lo pronto hoy, no estarían arribando. Todo eso suma a esta ciudad pueblo balneario, con enormes casas que se pelean por la vista al río, mansiones adornadas con muchas flores, favorecidas por la primavera.

Mañana harán una caminata saludable, no maratón sino algo más inclusivo para con las piernas menos ejercitadas, con los condimentos típicos de estos eventos, hoy están entregando las remeras que los anunciantes regalan a los inscriptos.

Bueno eso, si vas por ahí, quedate en un hostel alguna vez, siempre hay gente interesante para conocer.

Rocco, 12

“Por el río Paraná,

venía navegando un piojo,

con un hachazo en el ojo,

y una flor en el ojal”.

¿Ya sabés jugar al Truco, Roquito? Ese verso se usa para cantar flor, pero acordate que se decide al inicio del partido si vas a jugar con flor o no.

Por el Río Paraná venían navegando invasores y desde el techo del convento de San Carlos, el General José de San Martín organizaba la batalla con sus soldados. Cuando desembarcaron los realistas, se armó la pelea cuerpo a cuerpo, con armas de esa época, sin misiles ni tanques. Al lugar donde se llevó a cabo la batalla de San Lorenzo le pusieron por nombre Campo de la Gloria. En ese sitio, el Sargento Cabral le salvó la vida a San Martín y por eso entra en las marchas militares como el soldado heroico. ¿Sabés dónde dormían? En el convento. Todavía está en pie, es un edificio con iglesia y muchas habitaciones donde vivían religiosos que se dedicaban a la oración, eran monjes franciscanos los que recibieron y hospedaron a los soldados que peleaban por la independencia. Argentina todavía no era una república, no había presidente electo, ni cámara de representantes ni poder judicial, ni voto, básicamente no tenía siquiera el nombre de Argentina; eran épocas donde todo se solucionaba con guerras y quizás por eso se tardó tanto en pacificar, porque las guerras nunca solucionan nada, dejan derrotados que buscan volver a pelear para ganar y ganadores que saben que se impusieron por la fuerza, entonces están atentos a la represalia. La vida en sociedad no puede funcionar así, o sí y estoy equivocado, y las guerras siguen existiendo porque son robos, gobiernos ladrones, unos queriendo sacarles a los otros algo por la fuerza, a veces hasta sus orígenes y propias creencias.

En el convento hay un museo, me pusieron un casco de realidad virtual y por unos minutos fui soldado, uno más en la batalla, todo parecía de verdad, muy real. Yo hice la colimba pero no me gusta ser milico. ¿Sabés Rocco?

Homero, 50

La camioneta me está haciendo un ruido raro adelante, parece que es en la rueda delantera izquierda, como a pastilla de freno gastada, algo así. No lo hace siempre pero me hizo pensar que si algo se rompiera, cosa que puede pasar pues camioneta al fin, máquina rompible, se me complicaría el viaje y ahí empiezan mis fantasías de a donde podría llegar a suceder, que si fuese en Argentina el ACA podría socorrerme, que si en Bolivia debería ser Europ Assistance o la asistencia al viajero o el Automóvil Club Boliviano por el convenio de reciprocidad entre automóviles clubs, detalles que por conocerlos nomás, se abrían como opciones, pero ¿de qué sirve darme máquina con eso que no pasa realmente? Prever lo imprevisible no tiene lógica, trato de sacarlo de mis pensamientos. Evitar accidentes sí, pero poner foco en temas que suenan a autoboicot no tiene sentido, “camioboicot” sería en este caso.

Andar manejando hace que me mida mucho con el consumo de alcohol. Ayer le di a algunas cervezas de más en la presentación del hostel, donde hubo gente de todas las edades, los padres de Clari tienen más o menos la mía. Al finalizar la reunión se me acercó el papá y me dijo “ojalá pudiera hacer esto que estás haciendo vos”. ¿Preocuparme por si un control de alcoholemia o desperfecto en la camioneta me dejan fuera del viaje? Con su amplia experiencia al volante seguro que no. Los libros acercan buena gente. Los viajes estimulan, inspiran.

Juntarse a charlar sobre nuestros libros con Clari fue hablar un poco sobre nosotros, conocernos. En el prólogo de La Habitación, Clarisa Cruz (sí, la misma escritora que me recibió en Santa María, Catamarca, unos meses antes) nos anticipa, nos advierte y nos da la bienvenida a una NO novela, fuera de las reglas convencionales. Y Clara, en los primeros párrafos, afirma en boca del personaje principal: “He decidido morir y sé que todo lo que haga de aquí en adelante será en pos de llevar a cabo tal decisión”. Se vendrá mucho de lo que Clari por estudiarlo, sabe identificarlo y por saber contarlo, impacta. Así preambulado, aun así, aparece en su NO novela un momento de alegría en una alusión a un encuentro con perfume de viaje: “Ella le preguntó si era de la ciudad. Él le dijo que era de muchas partes. Ella le dijo que aquello era muy hippie y él no lo negó (…) Caminaron juntos por los lugares turísticos. Él le hablaba de historia (…) ella absorbía cada palabra que él le dirigía. A veces, ella acotaba algo, retazos de historias relacionadas con mitos que ella conocía desde niña y en esos momentos era su turno de escucharla porque él nada sabía de los mitos y las magias, de las noches estrelladas en las cuales lo extraño salía a merodear”. Que el viaje ocupara este espacio lo sentí como un guiño de valor compartido.

Y unos capítulos más adelante, aparece otro personaje. “Tiempo atrás me encontré en una casona vieja en el medio del campo que servía como hospedaje a personas que, como yo, descansaban en el medio del viaje entre ciudad y ciudad. Era algo así como un motel para nómadas que estaban conociendo el mundo a dedo y sin metas fijas, y se encontraban desamparadas a mitad de una noche cualquiera. Allí fue donde conocí al esclavo. Era alto, de contextura ancha y cara perspicaz. Nunca me dijo su nombre pero se encargó de atender todas mis necesidades en la única noche que pasé en la casona (…) era un apasionado del trabajo, decía no entender porque la gente malgastaba su tiempo viajando cuando uno podía ser feliz estando en la misma posición que él, confesó que las grandes ciudades no le interesaban y catalogó de corrupto a todo aquel que se involucrara en política”. El esclavo lo llamó Clari. Hay encuentros con el autor, con sus ideas a través de los dichos de sus personajes. Se conoce al escritor a través de su obra.

Sé que son cosas simples, sencillas Homero, si se quiere nimiedades, pero a vos que tenés más o menos mi edad al momento de hacer este viaje, te tomo por confidente, aunque edad y amistad se abran en un abanico muy diverso en el que veo que tengo amigos entre 25 y 75 años, siendo más una cuestión de cómo fluye la relación, de que fue lo que nos cruzó en la vida, ese gusto compartido, que la edad en sí misma, pero acá, en este libro, opté por hacer expresa esta intención, la de contarle a mis nietos ya mayores aquellas cosas sobre las que me surge reflexionar andando en viaje.

Clara Suarez (San Lorenzo. Santa Fe).

En redes: Suarez.claraa

Escritora y activista contra la violencia de género desde sus letras.

Estudiante de Psicología.

Lugar del encuentro: Hostel Bed & Bike

Su libro: La habitación.

Homero, 13

En la plaza de Esquina, Corrientes, hay un San Martín chiquito.

Me contaron una historia en el museo. Parece que una docente, directora de escuela, va y le dice al intendente que no podía ser que en la plaza del pueblo no tuvieran estatua del libertador (me la imagino toda alborotada, con muchas ínfulas, ofuscada, diciendo en voz alta con una papa en la boca “¡Qué clashe de ciudad somos que no tenemos una estatua de Don Joshé!” –¿un pueblito quizás?) y que ella conocía a un fulano que tenía dos en su casa y que se las había ofrecido. El Intendente accedió al pedido, contactó al fulano y este le indicó que mandara a alguien a retirarla por su estancia. El encargado de llevarse la escultura llegó y vio dos. Una más grande y otra más pequeña, pero con hermosos detalles de terminación, hasta con las charreteras bien cinceladas, por lo que tomó esta última, se ve que le gustó más. Llegó el momento de descubrir el monumento al General Don José de San Martín en la plaza principal, estando presentes todos, directora, intendente y fulano, quitaron la tela que lo cubría y para sorpresa del fulano donante, la imagen era la del busto de escritorio y no la estatua grande que había pensado obsequiar.

Es por ese motivo que en la plaza de Esquina, Corrientes, hay un monumento a San Martín, chiquito.

Rocco, 10

Las frutillas que comemos en Buenos Aires muchas veces son de Coronda. Cuando yo era chico esta fruta era solo de verano y las buenas fresas, como le dicen los españoles, las grandes y bien rojas, venían de Coronda. Saliendo de San Lorenzo, en la ruta a Esquina, Corrientes, anduve por Coronda justo el día de la fiesta de la frutilla. Pero pasé de día, estaba el pueblo lleno de carpas, gazebos y puestos de feria alrededor de la plaza principal, con escenarios varios, donde la noche anterior habrían tocado grandes bandas, pero ahora solo había un grupo de alumnos de gimnasio practicando su coreografía. Todo era para la noche, de día solo las playas del río y la costanera, que nada tienen que ver con las playas de rio, de Río de Janeiro, claramente, nada que ver. ¿Y las frutillas? No las vi ni las probé, Rocco.

Retomé la ruta y un rato después me dio hambre, por lo que entré en Hanser Kamp (tierra de conejos, en alemán) en busca de chucrut sin salchichas, porque ando a tracción vegetariana desde hace unos años. Siendo domingo fue imposible encontrar un solo restaurant abierto, había solo dos en todo el pueblo y ambos estaban cerrados. No hubo chucrut posible en esa colonia alemana, solo unas empanadas de verdura compradas en lo de “la Normy”. Me las comí en el parque municipal del pueblo en las mesitas picniqueras de cemento, al lado del mercado de ganado. Sí. Me subí en sus gradas, miré los espacios reservados para la exposición de los animales y posterior remate, imaginé la situación, mal momento para ser vaca ahí.

Boris, 45

Viajar con una hermana mayor siendo ambos adultos grandes, honrosamente mañosos, podría ser algo engorroso, pero mi hermana de casi 70 años se adapta a mis compromisos y se banca dormir en hostel, por ejemplo; participa de las presentaciones de mi libro, se suma en las charlas informales en un patio con una decena de asistentes, que para mí está muy bueno porque la prioridad era la del encuentro con la escritora, y yo lo disfruté y mucho, “estuvo de más” dirían los uruguayos, pero mi ego quisiera invitarla también a que sea testigo de un evento más grande, algo impactante, en un gran teatro provincial o una librería famosa. Acompañar en el viaje al hermano y divertirse con cosas mínimas por ahí no estaba en su plan, pero pareció venirle bien la propuesta. Insisto, para mí la experiencia fue un golazo, pero cuando uno incorpora lo que uno cree que el otro está sintiendo, sin consultar, sin chequear, ahí la caga, cuando la mirada del otro es solo una mera invención de la propia fantasía. Nada es tan mínimo, o por importante, eterno; tanto de lo muy groso como de lo pequeño, siempre hay un día después, todo pasa. Y lo digo medio dudándola, puede que no sea así o que no haya encontrado las palabras justas para expresarlo, pero como tenés más o menos mi edad, me gusta hablarte como confidente y dejar estas dudas a la vista. Si me invitaran a participar de un gran escenario, ¿desistiría? Claro que no, pero si voy a encuentros mínimos, los disfruto también, es en el fondo un tema de definición de expectativas. No debo olvidar que, en este viaje, el eje es ir al encuentro de autores independientes. Que de eso se arme un evento, es opcional y puede ocurrir o no, lo importante es dar las condiciones para recrear ese sentimiento que surge al charlar con otros escritores sobre sus libros, ciudades y experiencias.

¡Qué calor está haciendo en Esquina! Me senté a tomar mate a la sombra de una palmera en la costanera. El sol cae despacio plateando las aguas del río, cuando él se va, el pueblo despierta, la siesta gobierna la tarde. Y claro, si no salís con una palmera para la sombra, escondete que el sol te está buscando.

Tengo un amigo que es de acá, al que conocí estudiando alemán. Su madre tiene casa en el centro del pueblo, pero hoy él está en la ciudad de Corrientes, mañana lo veré. En cuanto le avisé que pasaría la noche en Esquina me tiró 10 planes para que hiciera, desde donde dormir, que comer y como disfrutar del río. Yo remil agradecido. Sobre las ofertas de dormir, ya no lo hago con las madres de mis amigos (jaja), no daba caer con mi hermana en lo de su mamá, así que optamos por alquilar un departamento frente al balneario municipal, cómodo y a precio razonable para terminar cenando una pizza en el balcón, en pelea cuerpo a cuerpo más espiral, contra los mosquitos. Si estuviera solo sería otro viaje. Hoy pensé en varias oportunidades como serían las partes donde tendré que viajar solo y me surge cierta ansiedad, pero reconozco que fácilmente me tranquilizo, dejando que fluya, atento a los entornos, a lo que veo, escucho, huelo y toco, más sentidos hoy y acá, mañana el viaje en solitario ya será. Bajá la ansiedad. Ya la bajé.