Tratado de excitantes modernos - Honoré de Balzac - E-Book

Tratado de excitantes modernos E-Book

Honore de Balzac

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Beschreibung

"Cuando un hombre de genio lleva una vida intelectual y amorosa a la vez, muere como murieron Rafael y Lord Byron. Si es casto, muere por exceso de trabajo; si no lo es, lo mata el desenfreno en los placeres sensuales; no obstante, esa clase de muerte es muy poco frecuente. El exceso de tabaco, el exceso de café, el exceso de opio y de aguardiente producen graves desórdenes y conducen a una muerte precoz." Preocupado por las modificaciones que cinco sustancias podían introducir en las costumbres de las sociedades modernas, Honoré de Balzac propone aquí una reflexión sobre las consecuencias que el alcohol, el azúcar, el té, el café y el tabaco tienen no sólo a nivel individual, sino también en términos generacionales, preguntándose por el impacto de estos "vicios" en el futuro de las naciones.

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Honoré de Balzac

Tratado de los excitantes modernos

Balzac, Honoré de

Tratado de excitantes modernos. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Libros del Zorzal, 2012. - (Trazos; 0)

E-Book.

ISBN 978-987-599-212-2

1. Literatura Francesa.

CDD 843

Traducción: Iair Kon

Ilustración de Tapa: Nicolás Arispe

Diseño: Débora Kapustiansky

Este libro de realizó con el apoyo de la Dirección General de Industria, Comercio y Servicios de la Subsecretaría de Producción, G.C.B.A.

© Libros del Zorzal, 2008

Buenos Aires, Argentina

Libros del Zorzal

Printed in Argentina

Hecho el depósito que previene la ley 11.723

Para sugerencias o comentarios acerca del contenido de , escríbanos a:

[email protected]

www.delzorzal.com

Índice

I. Planteo de la cuestión | 5

II. Del aguardiente | 11

III. Del café | 17

IV. Del tabaco | 24

V. Conclusiones | 31

I. Planteo de la cuestión

La absorción de cinco sustancias, descubiertas hace casi dos siglos e introducidas en la economía humana, registra desde hace algunos años una expansión tan desmedida que las sociedades modernas pueden resultar considerablemente modificadas a causa de ello.

Estas cinco sustancias son:

1- El aguardiente o alcohol, base de todos los licores, cuya aparición data de los últimos años del reino de Luis XIV, y que fueron inventados para confortarlo en su fría vejez.

2- El azúcar. Esta sustancia ha invadido la alimentación popular en fecha reciente, cuando la industria francesa estuvo en condiciones de producirla en grandes cantidades y restablecer su antiguo precio, que sin duda seguirá bajando, pese al fisco que la acecha para gravarla.

3- El té, conocido desde hace unos cincuenta años.

4- El café. Aunque antiguamente descubierto por los árabes, en Europa, este excitante empezó a consumirse en grandes cantidades hacia la mitad del siglo XVIII.

5- El tabaco, cuyo consumo por combustión se generalizó después de la paz en Francia.

Para comenzar, examinemos esta cuestión desde la perspectiva más general.

Una porción indeterminada de fuerza humana se aplica a la satisfacción de una necesidad; esto último origina esa sensación, variable según los temperamentos y según los climas, a la que llamamos placer. Nuestros órganos son los ministros de nuestros placeres. Casi todos tienen una doble finalidad: aprehenden sustancias y las incorporan en nosotros; luego, las restituyen, total o parcialmente, bajo cualquier otra forma, al receptáculo común, la tierra. Estas pocas palabras constituyen la química de la vida humana.

Los científicos no podrán rebatir esta fórmula. No hallarán ustedes un solo sentido –y por sentido hay que entender todo su aparato– que no obedezca a esta regla fundamental, sea cual fuere el órgano en que se localice. Todo exceso se funda en un placer que el hombre quiere repetir más allá de las leyes ordinarias promulgadas por la naturaleza. Cuanto menos ocupada está la fuerza humana tanto más tiende al exceso; el pensamiento la conduce a él irresistiblemente.

1

Para el hombre social, vivir es desgastarse más o menos rápido.

De ello se sigue que, cuanto más civilizadas y tranquilas son las sociedades, más avanzan en el camino de los excesos. La paz es un estado funesto para ciertos individuos. Quizá sea esto lo que hizo decir a Napoleón: “La guerra es un estado natural”.

Para absorber, reabsorber, descomponer, asimilar, restituir o recrear cualquier sustancia, operaciones que constituyen el mecanismo de todo placer sin excepción, el hombre envía su fuerza, o una parte de su fuerza, a aquel o aquellos órganos que ofician de ministros del placer predilecto.

La Naturaleza dispone que todos los órganos participen de la vida en proporciones iguales, mientras que la sociedad desarrolla en los hombres una suerte de inclinación por tal o cual placer, cuya satisfacción provee a tal o cual órgano más fuerza de la que debe recibir, y en muchos casos incluso toda la fuerza; para asegurar el funcionamiento de ese órgano, los afluentes privan de fuerza a los demás, y esa privación es proporcional a la cantidad que se destina al órgano ávido. Eso puede dar origen a muchas enfermedades y produce, en última instancia, la abreviación de la vida. Esta teoría es pavorosamente cierta, como todas aquellas que se basan en hechos, en vez de ser promulgadas a priori. Si uno concentra toda su actividad vital en el cerebro mediante trabajos intelectuales constantes, la fuerza se desplegará en él, dilatará sus delicadas membranas, enriquecerá su pulpa; pero habrá abandonado en tal modo los órganos inferiores que el hombre de genio descubrirá en ellos la enfermedad que los médicos muy decentemente han llamado frigidez