Tu casa se mueve - Miguel Aguerriberry - E-Book

Tu casa se mueve E-Book

Miguel Aguerriberry

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Beschreibung

Tu casa se mueve, una serie de microrrelatos donde todo cuanto vivimos tiene otra versión y nos desnuda como sujetos ante amores, locuras y soledades absurdas; narraciones minimalistas que nos sumergen en un remolino de metáforas que se convierten en extrañas verdades y nos hacen explorar el espiral de los vínculos en situaciones insólitas; cuentos breves con saltos abruptos hacia finales inesperados. En palabras del autor, es "la increíble coincidencia entre lo que sucede fuera y dentro de nosotros. La alianza entre la búsqueda y el encuentro. La imaginación y la realidad fundiéndose en otra dimensión y existencia presentida". Una travesía por melancolías y plenitudes que nos exceden, que necesitan distintos tiempos, espacios y caminos para encontrarse con duendes, sabios y locos. Sólo ellos harán posible que nuestras casas se muevan. Ficciones breves que enlazan y suspenden. Marta R. Mutti

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Seitenzahl: 70

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Miguel Aguerriberry

Tu casa se mueve

Aguerriberry, Miguel Tu casa se mueve / Miguel Aguerriberry. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-4718-7

1. Narrativa. I. Título. CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Índice

De duendes sabios y locos

El marco vacío

Entrañables

Límites imaginarios

Momentos

Duendes y espejos

De amores (y no tanto)

El señor Waldorf no pudo preverlo

La víspera del olvido

Un fantasma en San Telmo

El puente

Tu casa se mueve

Torpezas recurrentes

Necedad

¿Dentro o fuera?

Obstinado

Toda una vida

Tiempo perdido

Más que zoncera

Enredados

Soledades

Ingratitud

Desvelo

El abuelo

Bullyng

Luis sin abrazos

La burbuja grande

Remolinos interiores

Arte y parte

Infancia

El cuarto pasajero

Improvisados

Evolución

No todos somos osos

Jugando en el estuario

Para ser libre

A los compañeros del camino.

A los que seguirán el nuestro.

Al camino mismo, que nos pasea por tanta vida.

Cuanto más se eleva un hombre más pequeño les parece a los que no saben volar.

Nietzsche.

DE DUENDES SABIOSY LOCOS

EL MARCO VACÍO

Las Pasiones

Como siempre ella ha desaparecido, sólo que esta vez sin dejar rastros ni evidencias. Supongo que le ha resultado difícil vivir como lo hizo; esfuerzo, dolor, casi sufrimiento, unido al dulzor de haberlo intentado todo; fragilidad en la esperanza de lograr momentos plenos a partir de su obra.

Me refiero a Eugene Laclau, artista plástica apasionada por el arte, sus dibujos, grabados y pinturas. Vivía para sus trazos y formas, creyendo que algún día cualquier pieza maestra suya, vulneraría su asombro por sublime, por perfecta o porque era lo que tanto esperaba de sí. “La Lacló” como la llamábamos en la escuela de bellas artes, o “Lacló” a secas, como más tarde firmaría sus obras, era un personaje fascinante, recóndito, secreto; un diamante del que sólo yo creí saber de su existencia, y necesité desentrañar.

Fueron siete u ocho meses compartidos en el instituto los que nos llevaron a construir un tácito entendimiento cómplice. Sabía de mi admiración por sus trabajos; por las ganas y el empeño con que arremetía contra lo que no le gustaba, y de su satisfacción cuando exhibía en mi atril lo que consideraba logrado, en la certeza que lo disfrutaría tanto como ella.

Una noche al salir de la escuela nos sorprendió una fuerte tormenta. La vi sola y desamparada frente a esa lluvia torrencial y necesité acudir en su ayuda.

—Puedo llevarte a tu casa si quieres...

Me agradeció con una sonrisa iluminada y mansa que hasta entonces no le había conocido.

El interior del automóvil nos encontró totalmente mojados y en una intimidad acogedora, sin el entorno de compañeros y profesores, amalgamados en un tú y yo único; en un nosotros solamente. Nos miramos en el placer de sentirnos a cubierto de la noche y la tormenta. Sin pensarlo nos nació un pequeño beso repentino de labios mojados. Y luego otro, y otro, y todos los besos que guardábamos, para completar un paisaje único de pintura perfecta. El sonido de la lluvia golpeando en el techo del auto y los vidrios empañados, nos hacían sentir cobijados con el abrigo de una protección sin límites. No sé si hicimos el amor que nos precedía, o tuvimos sexo de abrazo contenido, esperado y pleno.

Los días siguientes Eugene no asistió a clases. La casita blanca en donde la dejé esa noche quedó vacía. Es el tiempo en que empieza mi relato: “Había desaparecido una vez más, solo que esta vez sin dejar rastros ni evidencias.”

Desde entonces mi pasión fue encontrarla. Durante largos años lo intenté vanamente en una búsqueda que catalogaron de insensata quienes me conocieron. En ocasiones dudé o me distraje olvidando mi propósito. Lapsos intermitentes de tiempo que ocupé en amores pasajeros, necesidades terrenales y diversiones fatuas. No obstante, nunca logré olvidarme de Eugene; regresaba una y otra vez a perseguir ese caprichoso anhelo de hallarla, para ensamblar mi admiración con su figura y su voz; sus ojos claros mirando lejos, y el aroma de su piel impregnado de acrílicos, óleos y flores. No. No estoy loco. La armonía de sus formas y colores siempre la consideré mí armonía. Ni enfermo ni obsesivo. Es mi destino, mi estigma y será mi impronta.

El Marco Vacío

El último indicio de su paradero, como tantos otros que he seguido infructuosamente, llegó a mí a través de una revista de arte. Un reportaje realizado por Magdalena Ruiz, la ubicaba con suficiente precisión en un desconocido pueblo del sur patagónico. Los numerosos desencuentros no alcanzaron a aplacar mi ilusión y pronto me encaminé hacia allí. El poblado era realmente pequeño. Un par de horas me bastaron para recorrerlo y reconocer una diminuta casa blanca, merecedora de estar plasmada en cualquier tela de “La Lacló”. El cartel que ofrecía su alquiler me intrigó. Sin embargo, ese era el lugar. No podía ser otro. Don José, el dueño, un hombre maltrecho por el tiempo, me atendió solícito.

—Quisiera saber si el inmueble estuvo habitado por una artista llamada Eugene.

—En realidad no recuerdo su nombre, pero si se refiere a una mujer que pintaba y dibujaba días y noches enteras debe ser quien usted busca; mucho más no puedo decirle porque era un personaje extraño, de pocas palabras. Hace un poco más de dos años, una mañana dejó las llaves en el porche y desapareció. Ni yo ni nadie la ha vuelto a ver por aquí.

—Me gustaría observar el interior de la casa. –pude balbucear en medio de una agitación repentina.

—Le advierto que necesita algunos arreglos. Mi salud ya no me permite trabajar. Ella fue la última inquilina y desde entonces permanece cerrada.

Nos recibió el jardín tupido de abandono, verdes polvorientos y una puerta de madera noble chirriando al abrirse. Un prolijo desorden de colores secos, inacabados bocetos, lápices, pinceles y paredes escritas conferían al lugar el sello inconfundible del armónico equilibrio de Eugene.

El viejo me pidió que alzara un marco durmiente en el suelo. Lo ubiqué en el único lugar posible y dentro del mismo quedó una leyenda indescifrable.

El Encuentro

Aún sin creer que estaba habitando una parte de su vida ordené solemne y prolijamente aquello que entendí me había dejado: el recuerdo de su perfume en algunas prendas olvidadas y los colores pastel de su paleta; una misma casita que supuse blanca rodeada de verdes opacos en los bocetos, y una pista o señal subrepticia en el recurrente río pedregoso bajando de sierras o montañas.

El mensaje oculto en el marco vacío también podría develar su paradero por lo que me aboqué a descifrarlo. Su letra desordenada y escrito como si lo hubiera hecho desde el otro lado de la pared, me dificultó la tarea. En un momento pensé en la posibilidad de hallarla dentro del muro. Sonreí incómodo por mi ansiedad y el desatino de mi mente absurda. Sin embargo…

Largas madrugadas ocupé en descifrar el misterio de ese jeroglífico letra por letra, palabra por palabra y frase por frase.

“Esto no es un marco vacío.

Es todo lo que quieras ver en mí.

Los cuadros que imaginé.

Mis momentos y recuerdos.

Fotos, paisajes y sueños.

Aquí estoy y aquí quedará mi vida.

Sabrás encontrarme y encontrarte.”

Lo que nunca supe ver o lo vedado para mi entendimiento, aparecía expuesto, desnudo, diáfano. Ya no importaba su mudanza en busca de ese lugar soñado en las montañas, ni la probabilidad de su estancia en el interior de la pared; ahora estaba convencido que el indicio de su paradero residía en esa anteúltima frase; “aquí estoy y aquí quedará mi vida”.

En el marco vacío pude ver sus ojos claros mirando lejos, el equilibrio de colores y matices en los cuadros, su boca y cabellos mojados en aquella noche de lluvia. Su pasión, vida y mensaje. Entendí que la había hallado en su obra; en la Eugene Laclau meticulosamente grabada en mi alma.

También yo supe encontrarme en un marco desierto; donde cada quien me imaginará tal cual le plazca, recordando mis sueños, abrazos, la búsqueda apasionada, y ya no tiene caso si con o sin sentido. Ahí estaré y ahí quedará mi esencia, mi vida.