Una grieta en la noche - Laura Baeza - E-Book

Una grieta en la noche E-Book

Laura Baeza

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Beschreibung

Hay libros en los que es mejor no abrir Una grieta en la noche. Este es uno de ellos. Asomarse puede ser caer al vacío, donde las familias no son espacios seguros, las calles acaban siendo un bucle, las pesadillas regresan para recordarnos por qué están aquí y ni siquiera los vínculos fraternales se conocen a profundidad. Asomarse es estar delante de una fabuladora extraordinaria, una revolución en la escritura mexicana, encendida por veladoras y pirotecnias, alimentada de golpes de boxeo y dentelladas felinas, poblada de desaparecidas, narco satánicos o amantes. Si leer es siempre precipitarse, leer a Laura Baeza es sumergirse al mismo tiempo en el vacío y en la oscuridad. Abrir una grieta bajo los pies.

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Laura Baeza

Laura Baeza, Una grieta en la noche

Primera edición digital: octubre de 2022

ISBN epub: 978-84-8393-689-4

Colección Voces / Literatura 333

Nuestro fondo editorial en www.paginasdeespuma.com

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

© Laura Baeza, 2022

Publicada mediante acuerdo con VF Agencia Literaria

© De esta portada, maqueta y edición: Editorial Páginas de Espuma, S. L., 2022

Editorial Páginas de Espuma

Madera 3, 1.º izquierda

28004 Madrid

Teléfono: 91 522 72 51

Correo electrónico: [email protected]

There is a crack, a crack in everything

That’s how the light gets in…

Leonard Cohen,

Quinto round

Nos decíamos carnal por costumbre, no porque lo fuéramos. Mi mamá se juntó con su papá, pero Julián vivía con sus abuelos, en la misma colonia que nosotros; mi mamá, Juan Francisco y yo ocupábamos un departamento pequeño en una de las calles más feas, por el Parque de los Periodistas. El puesto de antojitos que atendía mi mamá en el mercado de Jamaica estaba bien para mantenernos, pero Juan Francisco decía que no era suficiente, él quería mucho más, y luego de tres años con nosotros, anunció que ya había ahorrado lo necesario y se iría con un compadre suyo, un señor que se hizo su compadre en una época en la que Juan Francisco no ponía pie en nuestra casa más de tres noches consecutivas y cualquier desconocido que le disparara los tragos ya era compadre, carnal o mejor amigo, y este nuevo compadre le dijo y dijo sobre los beneficios de trabajar del otro lado, cruzar la frontera por Nuevo Laredo, ahí tenía conocidos, otro compadre que les podía echar la mano los primeros meses, una chamba segura, y después la buena, que era en una fábrica en Chicago. Juan Francisco nos lo informó mientras cenábamos con Julián que estaba de visita en la casa y a veces se quedaba a dormir en la sala porque ya no iba a la secundaria, para qué si había reprobado todas las materias y ya faltaba poco para que cumpliera los quince años, así podría hacer la secundaria para adultos y tener su título en unos meses, y en eso Julián y yo no éramos iguales, yo iba bien, en sexto había sacado diploma, en primero y segundo de secu no, pero no reprobaba aunque me la pasara viendo televisión a escondidas y la mitad de la tarea fuera copiada de otros cuadernos, y mi mamá siempre decía que aguas con juntarme mucho con Julián, que un hermanastro no es un hermano, mucho menos cuando viene del vientre de una mujer que lo dejó a los cinco años para andar en la putería, decía mi mamá, y si a Julián le gustaba ser un vago, pues bueno, muy su pedo, pero yo sí acabaría la secundaria y luego la prepa, mínimo la prepa, yo sí iría a la universidad, y que Julián siguiera siendo chalán de los cargadores en el mercado, si por huevón no había podido con la secundaria, que se quedara cargando bultos y haciéndose igual de necio, bruto y apestoso como los costales de cebolla. Mi mamá me lo decía con todas sus letras cuando estábamos ella y yo, pero solo lo insinuaba con indirectas cuando Julián nos visitaba y a ella se le revolvía la panza al verlo sentado esperando la cena o frente a la tele, y ya ni se metía con su educación cuando Juan Francisco estaba ahí, al cabo que no era su hijo en común, pero no dijo nada la noche que él anunció que se largaría a Chicago, que cruzaría por Nuevo Laredo con unos centroamericanos y ya le había pagado al compadre su parte del viaje, cincuenta mil pesos que salieron del corte de caja de las gorditas, sopes y enchiladas que no eran tan dignas para Juan Francisco pero bien que pagaron su lugar en el contenedor del pollero amigo del compadre, según Juan Francisco, que hasta le dieron precio por ser mexicano. Que mi mamá siempre supo que era una estafa, pero también sabía que juntarse con Juan Francisco lo fue desde el momento en el que él se le metió a la casa y ella no dijo que no, al contrario, estaba feliz de tenerlo ahí para atenderlo y hasta le ofreció que se llevara a Julián porque le daba lástima que su mamá lo abandonó cuando era chico, y él no quiso, Julián de plano dijo que no, que mejor se quedaba ahí con sus abuelos, y seguro por eso ella le agarró tirria a Julián y me decía cada que podía que no me juntara mucho con ese chingado chamaco cara de caca, a ver si no le aprendía las mañas, que quién sabe cuáles eran, y así como se le fueron la compasión y la lástima por Julián se le fue la consideración por sus abuelos y los trataba de viejos cabrones cuando no le querían fiar fruta o verdura en el mercado, y eso que ella les decía que qué culeros porque eran familia, y de las gorditas y los sopes también comían su hijo y su nieto. No dijo nada cuando Juan Francisco anunció que ya estaba hecho, se iba a Nuevo Laredo la siguiente semana para cruzar, seguro ella ya lo sabía desde antes y por eso trabajaba más y le metía el doble a la caja de ahorro que compartía con Juan Francisco, abría el puesto más temprano y lo cerraba más tarde, porque muy en el fondo le creía a Juan Francisco y le creyó que él se la iba a llevar una vez que estuviera en Chicago, bien acomodado en la chamba, o mínimo le mandaría la remesa, y ahora la que abandonaría al hijo con los abuelos sería ella. Ya estando ahí voy a ganar en dólares, nos dijo cuando cenábamos, y en cuestión de meses va a haber dinero suficiente, porque una cosa es ganar en dólares allá, que se puede vivir bien, y otra mandarlos para acá, que estamos tan pero tan jodidos que hay que multiplicar, y multiplicando los billetes se vuelven un titipuchal que alcanza muy bien para meterle al negocio, qué será, dos, tres años, meterle pero recio, así cuando yo regrese ya vamos a tener negocio dentro y fuera del mercado, y casa, no este cuadro de tres por tres, sino casa en la Balbuena, de esas que te gustan, chaparra, vas a ver. Media hora hablando de que Chicago esto y dice el compadre que Chicago lo otro, pero de su hijo nada, y Julián hecho a la idea, aunque no lo decía, de que su papá ya estaba más pa allá que pa acá. Cuando se fue Juan Francisco apenas llegando el siguiente fin de semana, todo se volvió mal humor en la casa, más de lo que ya era, y mi mamá decía que estaba de la chingada, que la verían entrar sola por las noches y algún pinche mal viviente muerto de hambre querría chingarnos, pero cuando Julián le dijo que no había bronca, que él se podía ir a vivir a la casa y así verían a dos hombres cuidándola, ella se rio en su cara y le dijo que qué hombres ni qué la chingada, que ella no cargaría con ningún pinche entenado, y lo dejó ahí parado, con la cara de pendejo que no era de pendejo, sino de perro abandonado, como fue Julián desde que nació y ni su mamá lo quiso. No importa, me dijo, voy a echarle un ojo de vez en cuando para que ningún culero se venga a parar por acá, porque tu mamá está joven y buena, carnal, la neta, y no vaya a ser que un día les metan un susto, mejor vente, vámonos con don Chucho a La Morena, me debe una comida porque le ayudé a descargar y me dijo que no tenía cambio, vámonos y tomamos una chela, que con él no hay pedo, y te presento a un cabrón que quiero que conozcas, pero nomás lo vamos a ver de lejos, carnal. Julián hablaba con la confianza que había agarrado en el mercado, juntándose con los cargadores desde las tres de la mañana en la Central, cargando bultos con ellos todo el día, luego quién sabe para dónde, y hasta la tarde ya bien tarde, cuando recuperaba un poco el sueño se aparecía en el mercado a meter la fruta y la verdura de sus abuelos en los huacales, y preguntarle a mi mamá si necesitaba algún mandado, aunque ella lo viera como si fuera un pedazo de mierda que estorbara su camino, y le decía que no, que gracias, cuando quería decirle que se fuera a la chingada con su chingada madre. Pero a Julián no le importaba, me decía carnal y me llevaba de vez en cuando con sus amigos los cargadores, unos de su edad y casi todos los demás mayores, apestosos a sudor y cerveza, mota, sobaco, mona y patas, que nos decían si no queríamos un jale del churrito y les respondíamos que no, que para la próxima, y nos íbamos a la Merced, donde Julián también tenía amigos, regresábamos a Jamaica en la noche. Julián me acompañaba a la casa, echaba un ojo a ver si su papá ya había llegado, saludaba y se iba, y mi mamá me decía que qué chingados tenía que hacer en la noche con ese cabrón, que las mañas se pegan, y cuidadito de mí que anduviera en malos pasos, porque me rompía la madre y vería que se la rompieran a él. Carnal, vamos a ver si a don Chucho le queda caldo de hígado, está bien buena esa madre, calientito y con tortillas, y unos caracoles, lo que sea que tenga en el menú, el viejo me debe y nos va a disparar la comida. Julián no mentía, me presentó como su carnal, pidió una cerveza para él y otra para mí, don Chucho dijo que no había pedo, pero solo una, que si entraban los polis dijéramos que éramos sus sobrinos y siempre nos tomábamos una al mediodía, aunque a mí la cerveza me daba asco, y creo que a Julián también, porque tardó mucho en llegar a la mitad, pero tenía una fama que iba cosechando entre sus amigos y no quería quedar mal con ellos. Míralo, carnal, ahí está, limpiando las mesas del fondo, ahorita acaba y se va directo a la rocola, donde se queda un buen rato pasando el trapo entre los botones, me dijo Julián, apuntando con la barbilla a un hombre apenas más alto que nosotros, flaco, con cara de idiota. A que no sabes quién es ese cabrón, no ¿verdad? Es Menandro «la Chinche» Mendoza, el campeón de peso gallo aquí en la colonia, qué te digo la colonia, carnal, seguro era el más chingón en toda la ciudad. Julián se quedó callado un momento viendo cómo limpiaba los bordes de la rocola, doblando la punta del trapo para que cupiera entre uno y otro. Ese cabrón era una reata, yo supe su historia por los del jale en la Central, me preguntaron por él cuando les dije que pasaría por un encargo para don Chucho, les constesté que no lo conocía, que no, yo no había visto un boxeador aquí en La Morena y me dijeron que ese cabrón fue el más grande, el mejor, pero acabó pendejo, carnal, y ¿sabes por qué?, ¿no te lo imaginas? Pues por una vieja, por qué más. Este vato entrenaba por aquí, en un gimnasio todo piojo, ahí lo vieron, estaba chavo, unos dieciséis, diecisiete, cuando lo ficharon y le pusieron entrenador, como era rápido y usaba bien la izquierda, les llamó la atención y lo inscribieron a unas cuantas peleas, primero de apuestas, pero ese cabrón los acababa en el cuarto, quinto round, carnal, veloz, ligero y con una izquierda de fierro, ¡pum! Se los tronaba de un madrazo, pero no era pendejo, primero se lucía, que comprobaran que se movía rápido para cansarlos, así que le vieron futuro y lo inscribieron en otras competencias amateur, como el vato no tenía lana, lo que le daban estaba bien, y ellos se clavaban casi todo, pero luego quién sabe cómo y de buenas a primeras otro entrenador lo agarró, ya tenía representante, y lo inscribió como profesional ahí mismo en peso gallo, y comenzó a hacerse famoso entre el grupo de boxeadores, los que comenzaban y los más viejos. La Chinche era bien verga, carnal, subiendo como la espuma de esta chela, bueno, no de esta, pero crecía, una pelea tras otra, solo que ¡madres!, ahí fue cuando todo comenzó a joderse. Conoció a una vieja, o le presentaron a la vieja, cuando la Chinche ya tenía carro, varo, salía de viaje por sus peleas y le echaban el ojo para continuar el ascenso, le acababan de conseguir un par de presentaciones en Estados Unidos y ya le habían arreglado los papeles cuando conoció a la vieja esta y se enculó. Andaba de arriba abajo con la vieja, estaba perdido de amor el muy pendejo, pero en una de esas, cuando regresó de un entrenamiento, se lo habían llevado a no sé qué parte del Estado de México, a un campamento en el bosque para que entrenara a una altura de no sé qué chingados para practicar su resistencia, un día o dos antes de la pelea por el título aquí antes de irse a Estados Unidos, creo que a Arizona, se encontró a la vieja con otro vato, y la Chinche se puso como loco, carnal, le rompió la madre al vato, dicen que lo dejó como trapo, más culero que ese que tiene ahorita en la mano, pero a la vieja le rogó que no lo dejara, dicen que su entrenador, que lo acompañó en ese desmadre, le decía que se fueran, y la pinche Chinche llore y llore y la vieja diciéndole que no, que ya no lo quería, que se sacara a la verga, y bueno, se llevan al vato a descansar para la pelea pero la Chinche se escapa y se va toda la noche y se pone pedo, pero pedo pedo, hasta las manitas, la pinche Chinche, al día siguiente lo encuentran, creo que por aquí, cerca de donde estaba su familia, y el cabrón tenía la pelea, y ahí no se sabe, unos dicen que le dieron perico para que se le bajara la peda y se pusiera loco y a tirar madrazos con todo el puto coraje que traía de lo de la vieja, otros dicen que no, que seguía pedo, el caso es que se sube al ring, comienza a madrear a su oponente, un vato igual que él, no un tronco, un vato más fuerte pero menos rápido, y la Chinche, medio cruzado entre la peda y el perico, nomás no colocaba uno, así llegó al quinto round, cuando medio vuelto a la realidad le conecta un madrazo a su oponente, le da en la mandíbula, este cabrón se enchila y así, carnal, así creo que hasta ilegal el putazo, se lo revienta en la sien, y la Chinche cae, lo fulminó al cabrón, el otro vato gana, y cuando el réferi le alza los brazos y todo es griterío, ahí se dan cuenta de que la pinche Chinche no se levanta, que sigue en la lona con los ojos abiertos viendo las luces del ring, pero no ve nada el cabrón, carnal, la Chinche, entre el madrazo bien conectado y la cruzada del perico no solo perdió el conocimiento, sino que cayó en coma esa noche, se lo llevaron en chinga al hospital pero el vato ya no reaccionaba, el caso es que estuvo así como seis meses el cabrón, el dinero que había ganado se lo chingaron su representante y otros cabrones, la familia seguía pobre y viviendo en el mismo hueco, la vieja con la que dizque andaba se hizo pendeja y dijo que ni su mujer era para hacerse cargo del vato, y al final el que lo cuidó cuando despertó, que despertó de milagro, dicen, fue el entrenador con el que estaba antes de que le echaran el ojo la primera vez, pero la Chinche ya no volvió a ser el mismo, quedó pendejo, así como lo ves, se le movió algo en el cerebro por el putazo, ve tú a saber, y no volvió a entrenar, si de milagro fue que despertó, dicen que tuvo que aprender a hacer todo de nuevo, comer, ir al baño, medio hablar aunque casi ni habla el cabrón, como que no sabe, se le ha de haber olvidado durante el tiempo que estuvo dormido, y del box ya ni se acuerda, porque cuando pudo caminar le pusieron los guantes en el gimnasio y el vato no sabía qué eran o para qué servían, nomás los miraba y miraba con cara de pendejo y ahí se dieron cuenta de que la Chinche ya había valido verga y valió tanto que aquí está, don Chucho lo conocía desde que era chico y se lo trajo a La Morena para cuidarlo porque no vaya a ser que los culeros del barrio le hicieran algo, así flaco, chaparro y pendejo como está, y por lo menos aquí come el cabrón, ya sabe poner rolas y pone música cuando limpia las mesas, pero de eso a volver a conectar madrazos como antes, nel, carnal, la Chinche se apagó en cuanto quedó bocarriba en la lona. Julián me había contado la historia de la Chinche sin dejar de verlo limpiar la rocola, las mesas, las patas de las sillas, y en su rostro había más admiración que lástima. Yo también quiero boxear, carnal, estoy en buena edad, ya fui al gimnasio donde comenzó la Chinche, no queda lejos del mercado, estoy yendo un par de veces por semana, me emputa que la Chinche no me pueda entrenar, si está todo pendejo, pero no importa, carnal, yo voy a darle, vas a ver, en un año ya voy a estar tirando madrazos ¡zaz, zaz! Solo que con la derecha, porque yo no conecto con la izquierda, y va a estar bien chingón, yo voy a subir igual de rápido que la Chinche, pero a mí ninguna vieja me va a apendejar, no, carnal, que lleguen cuando yo ya sea campeón, y ni siquiera así, nadie me va a apendejar como a la Chinche, y ahora que mi jefe va a estar en Chicago, voy a echarle ganas al box, así junto una lana y lo alcanzo, a lo mejor allá puedo hacer carrera, imagínate, carnal, entrenando como Rocky, de a madres y con el puto frío. Eso es en Filadelfia, Julián, no en Chicago. Es lo mismo, carnal, con el puto frío, imagínate, ya cuando regrese aquí voy a ser campeón, hasta te puedo llevar conmigo, y ahora que sabes lo de la Chinche me cuidas de que no caiga con cualquier vieja, y yo te cuido, carnal, hacemos lana para agrandarle el negocio a tu jefa y ponerle unas muchachas para que descanse, de paso hasta a mis abuelos les toca lana, y tú también deberías ir conmigo al gimnasio a aprender a conectar unos madrazos para cuando se arme, siempre andas de miedoso, pareces puto, carnal, neta, a veces pareces puto. ¿Y qué tiene si soy puto? ¿Puto, puto de maricón y eso, carnal? Pues nada, pero ahí es cuando mejor tienes que aprender a tirar vergazos, no vaya a ser que un choto culero se quiera pasar de lanza contigo, y yo no ande cerca para descontarlo de tres madrazos y romperle el hocico, pero eso no va a pasar, te vas conmigo a Chicago y nos olvidamos de estos culeros, es más, antes de que mi jefe me diga dónde está y yo viaje para hacer carrera allá me ayudas a entrenar en el cuarto frío del mercado, ¿a poco no estaría chingón? Y de una vez nos acostumbramos al frío y rompemos madres del otro lado. A la Chinche no le importaba si estábamos ahí, solo pasaba el trapo por la rocola, había puesto una canción que decía algo de si yo sé que es a mí a quien quieres