Veintitrés - Ariel el Barman - E-Book

Veintitrés E-Book

Ariel El Barman

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Beschreibung

Juan, Chaval, o el Jefe, es un hombre de una gran determinación y corazón de oro, que supo dormir entre bolsas de papas, noquear para hacerse respetar y aprender entre fuegos los secretos de una buena paella. Ariel Antonio Guerra conoce en profundidad lo que cuenta. En la emotiva novela "Veintitrés, El Cocinero" nos introduce con maestría en un mundo donde el fuego arde en las hornallas y en el corazón. Así, entre ollas y condimentos, desde la trastienda caliente de todo restaurante, se desarrolla esta historia de amistad, de amor, de lealtad, de valentía; pero también de desamor, de soledad y redención. Ariel, El Barman o El Toro Guerra –de intensa y diversa vida como la de su protagonista– exhibe una vez más su talento de narrador perspicaz y sensible ante las paradojas de la existencia. Esa existencia humana, tan humana que nos sumerge en la más profunda emoción. Ana Otaño Moreno

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Seitenzahl: 58

Veröffentlichungsjahr: 2023

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ARIEL EL BARMAN

Veintitrés

El cocinero

Guerra, Ariel AntonioVeintitrés : el cocinero / Ariel Antonio Guerra. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-3714-0

1. Novelas. I. Título.CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenidos

PRÓLOGO

Capítulo 1: Confesiones

Capítulo 2: Inicios

Capítulo 3: Al Dente

Capítulo 4: Postre y café

Después de tantos

años de sacrificio y

trabajo en mi oficio,

con mucha alegría y emoción

simplemente esta novela

se la dedico al pueblo gastronómico.

PRÓLOGO

Nadie que no conozca al dedillo lo que se vive en los entretelones de un restaurante puede contar con tanto detalle ese ambiente y su “interna”. Nadie que no lo haya vivido desde adentro puede aportar sus pormenores y los trasfondos de su dinámica.

Éste es el hándicap que tiene Ariel Antonio Guerra, quien nos muestra en esta novela sus conocimientos como barman y chef experto. A dichos conocimientos, le suma vivencias recogidas en el mundo del deporte, como también en la “polifacética universidad de la calle”.

Este bagaje construido, su inquietud por narrar las enseñanzas de la vida, más su especial capacidad de observación, le han otorgado esta nueva pericia que es la escritura.

En cada proyecto nuevo se cambia y se crece. Y Ariel está inaugurando este género: la “nouvelle”, luego de haber abordado la narrativa en dos libros anteriores: “Cuentos de la Barra” y “Epitafio de un Cóctel”, en los que ya demostró su idoneidad para desenvolverse en esta línea de comunicación, con dominio de la palabra y habilidad para crear climas.

Puedo señalar que en esta tercera incursión en lo literario, demuestra ya una gran destreza para apelar a los recursos que más adornan, hacen solventes los textos y atrapan a los lectores.

En “Veintitrés. El Cocinero” utiliza un vocabulario simple y llano con el que transcribe el coloquial trato que llevan los protagonistas entre sí. Desliza en cada capítulo (I Confesiones, II Inicios, III Al dente y IV Postre y café) temáticas recurrentes con el medio que describe y características de estilo que deposita en sus “personajes-arquetipo” (el Jefe, el Uno, Pajarito, el Tucu, el Stone, el Largo y otros). Aunque tratadas de manera transversal, sus vidas son muy claras, como deben de ser tantas otras vidas reales en ese submundo cotidiano. Las canciones de época (cumbias o tangos), los nombres de algunos cantores emblemáticos (Leonardo Favio) o conjuntos (Los Wawancó), ubican al lector en tiempo y espacio. Ofrece un paneo del entorno general detrás, sin adentrarse en recovecos perturbadores de la política y con, apenas, alguna mención sesgada sobre lo religioso.

La “argentinidad aporteñada” se desliza en el lunfardo, en los términos de uso habitual como los del fútbol o los de la quiniela. Todo el universo de la gastronomía, sin escatimar nada, está mostrado, al igual que en el final de un juego de naipes, donde finalmente, se echan sobre la mesa, las cartas boca arriba. No se guarda nada. Incluye los chistes, la forma en que se relacionan los individuos, la camaradería y hasta expone alguna de las recetas más sustanciosas.

Lo significativo de este libro es que cada tópico está sustentado por una gran capacidad para revelar la sensibilidad, el compañerismo, la amistad y el sentido de la pertenencia.

A estas alturas del análisis, me hago una pregunta retórica: ¿para qué se escribe? Sin una afirmación definitiva, quizá pueda, haciendo abuso de este espacio, comentar aquí mi intuición. Tal vez se escriba para dejar un fundamento, para que el producto de nuestra escritura perdure. Algunos, arrastramos ese desesperado temor a la desaparición definitiva cuando nos toque desencarnar suponiendo, con cierta soberbia, que nuestro “arte” pueda trascendernos en este mundo tecnológico y fugaz de hoy, tan diferente al nuestro, más simple y romántico. Otros, escribirán sólo por descarga o por sanidad. Y todo eso es válido.

Algunos grandes y consagrados escritores opinan que escribir es dialogar con el lector, con el mundo y con uno mismo, como ha expresado Octavio Paz; o como Margarite Duras, por ejemplo, quien afirma que es, precisamente, la duda ante un libro que aún no se ha escrito, lo que nos construye escritores.

Sea como fuere, el objetivo final es la transmisión. Es comunicar y es significar aquello que llevamos dentro. Hecho profusamente logrado en “Veintitrés. El Cocinero”.

Para concluir digo que en cada escritura, el autor se desliza, aunque todo lo plasmado sea ficción. Y aquí, ante nuestros ojos, en esta novela, hay alguien que además de bien narrar, está demostrando que está atravesado por los verdaderos y más exacerbados valores universales.

Celebremos, entonces, su lectura.

Isabel V. Krisch

Capítulo 1

Confesiones

“Si bailas, cachete con cachete, pechito con pechito, y ombligo con ombligo, así me animo a bailar contigo (…)”.

—¡Buen día!

—¿Quién prendió la radio?

—El nuevo, Jefe.

—Parece que está contento, ¿o sigue la fiesta de anoche? ¡Ey, ey! ¿Está sordo éste? —murmulla el jefe.

—¡Ey, vos, Cachete! A vos te hablo.

El pibe nuevo levantó la vista, miró fijo con ojos de sorpresa, tragó saliva, hizo un gesto como diciendo: ¿a mí? El fiambrero bajó la música, el panadero se rio mirando de reojo, mientras el Jefe siguió hablando.

—Sí, a vos te hablo.

—Perdón, no lo escuché.

—¿Vos prendiste la radio?

—Sí, señor, disculpe, no quise ofender.

—Bueno, no ofendiste; pero acá la prende el que llega primero, ¿está claro?

—Sí, me lo dijeron.

—Fue el primero en salir del vestuario —dijo el fiambrero.

—Está bien, aprendan ustedes a llegar temprano. Subí la música nomás.

Y de la radio se escucha:

“(…) y que tal si salimos todos a bailar, aquello con aquello, lo de ella con lo de ello, con ritmo nos movemos”.

—Hace rato no escuchaba ese tema, ¡qué divertido! ¿Qué radio es?

—La 710 AM.

—Bueno, escuchá bien, ahora viene el papero, trae diez bolsas de papa, cinco de cebolla y tres de calabaza, ordenalas en el cuarto de las verduras; de paso, baldealo y separá dos bolsas de papa, una de cebolla, y media de calabaza, que serán unos seis kilos más o menos. Pelalas, lavalas bien, separá cinco kilos de papa, dos de calabaza y llevaselas al panadero. Cuando termines, avisame, que te voy a enseñar a hacer el puré y las salsas.

—Bueno, Jefe, ahí voy.

—Dale, andá, andá, apurate que acá la hora vale oro.

—¡Galgo!

—Sí, Jefe, diga.

—¿Ya tiene apodo este?

—No, Jefe; pero ya está, le vamos a poner Cachete por el tema que silbaba, ¿vio?

—¡Qué Galgo, hijo de puta, sí que sos, rápido, eeeh!

El Galgo es la mano derecha y amigo de la vida gastronómica del Jefe. Hace muchos años que patean juntos el oficio. Se conocieron en el cabaret. El Galgo era un muchacho complicado al que lo dominaba la farra1 y el escabio2, y el Jefe lo aguantó tanto hasta que un día se enderezó solo.